miércoles, 23 de diciembre de 2009

CIEN AÑOS DE SEQUEDAD



POR: Artidoro Velapatiño Castilla

Leer puede ser dañino para el curioso.
Muchos años después el borracho conocido, frente al pelotón de botellas, había de recordar la remota tarde en que su padre lo llevó de la mano por primera vez a la Campiña de Pocollay a probar el vino de chacra. En ese tiempo Tacna era apenas una mísera adehuela bañada por un ridículo riachuelo llamado Caplina, afluente de una triste acequia que pasaba por una calle principal a la que daba cara el viejo Caserón del Palomar, donde tiempo después había de eregirse la Escuela Normal Superior de Varones, fundada por los secuaces del beato Marcelino de Champagnat y en cuyas aulas ilustres había de inspirarse en venideros tiempos el famoso poeta, hijo del caserío de Huanuara: Segundo urbano Cancino de Morales, enemigo público número 7 del tiránico arzobispo Alzamora, cazador de brujas y demonios y también había de ganarse la eterna animadversión de la antes bienamada Señorita de Tacna, llamada la Gutarra o Guitarra y fue por eso y demás cosas llamado el Maligno, que andaba suelto por los laberínticos callejones donde el famoso gigante Pepino el Macró había de fundar el mítico chongo “Al Este del Paraíso”, donde con el pasar de los años vendrían las más reputadas putas: rubias como el pelo del maíz de Tarata; sabrosas como las paltas de Moquegua; dulces como el membrillo de Capanique; morenas como el olivo de Magollo; tiernas como la papa de Ticaco; refrescantes como la chicha de Para Chico; lejanas y misteriosas como las playas de la Serena; silentes como el cactus de Raymondi que florece sólo en la inmensa soledad de alturas infinitas; frías como las nieves eternas del Tacora; melancólicas como los atardeceres de Mazocruz; embriagadoras como los extraños tragos preparados por Víctor, mozo Mayor de la Cosa Nostra y quien en futuros venideros seria víctima de ajustes de personal a resultas del shocks, paquetazos y mezquindades del usurero Braulio 90; fantasmales como infernales antros del Chancho Azul. En los oscuros salones de este lenocinio habían de hacerse famosas la Destroncadora de Challaviento que causaba en sus clientes espasmos que duraban 40 días con sus noches; la negra Chupapingas que dejaba por semanas íntegras exhaustos y con el miembro muerto a los incautos que con ella se atrevían; la Tati bronquera como ella sola y armadora de líos de la madona y embaucadora de borrachos además; la Daysi que gustaba dar el chico y en cuya puerta se formaban interminables colas para atacar por atroya, de fresa y de cuchilla y a diestra y siniestra; la Yorka con sus tiernos 14 años era preferida por viejos émulos de Pichuzo y secretos panegiristas de Polanski; la Maga que con sus 41 ofertadas posiciones era preferida de los exquisitos lectores en noches desveladas del Kamasutra y las memorias del Marqués de Sade; la sentimental July que lograba que sus preferidos la acompañaran en su llanto sempiterno, con viejas historias de perdidos amores e infelices ilusiones truncas; la popular tríada de las hermanitas Pissano que llegaron a quemar hasta el último cartucho de Tacna y cuyo interés por ejercer el oficio más antiguo del mundo llegó al punto de incrementar su banda con la servilleta de la casa y tener como ficho a un incipiente novelista de fama interprovincial que las explotaba al 30%, cobrando en dólares de libre cambio y pagándoles con dólares MUC, cuando nadie soñaba aun con planes correctivos de países en quiebra. Desde luego los inolvidables callejones de este lupanar serían concurridas por el famoso Peladito, natural de Sicuani, pésimo conductor de acémilas motorizadas y rival circunstancial de acémilas castrenses y jefe de un becketiano Centro de Computo, allpamiku por añadidura y muy bien secundado por la Chola Malagracia, su secretaria antisísmica como su jefe el susodicho y que de un tiempo a otra parte sería llamado el Señor de Sipán por su extraña afición a fosas comunes, choclonas en edad de orar, suripantas jamonas y causas perdidas; por Kike el Gavilán que confundía gallos por pollas y era también del Cuento puesto que era, es y será un intervencionista en los innumerables concursos de cuentos, todos ellos ganados por él con alevosía, ventaja y premeditación; por Taulichusco mal contador de trasnochadas historias cajamarquinas, copiando el fabla paisana y presumiendo de escritor y que ocultaba su extraña personalidad tras una tal Obdulia de los Alisos, generando una conducta de doble filo según análisis exhaustivo del criticón Nito de la Torre y era su musa una tal Doralisa a quien supuso principio y fin de su inefable destino, nirvana de sus quimeras, el dorado de sus sueños y a quien dedicó todas sus mediocres creaciones, sin sospechar siquiera que tiempo después sería demandado por abandono intempestivo y sería obligado a borrar todas las dedicatorias hechas y por hacer; por el Niño Maravilla que asombraba a propios y extraños presentándose en plena pista, con capa colorada, cajón sin guitarra y seguido muy de cerca por el acólito Chichi, conocido por su extraordinaria ubicuidad para estar en el sitio preciso donde justo no lo llamaban ni mucho menos lo necesitaban; por Corneta kid, creador de insólitos in promptus que hacían recordar los maravillosos solos de Bix Beiderbecke legendario en el quimérico Harlem; por el Perro Seco, traficante de libros de ortografía y perromuertero como él solo, saco largo impenitente fiel más allá de la vida y la muerte a Malinche su reina y señora, quien logró al fin un día menos pensado atarlo en su yunta y conducirlo al pie del mismo árbol donde Cortez dizque lloró la Noche triste y someterlo para siempre a su señorío de horca y cuchillo; por el famoso Mariscal Chumbeque, perdedor de 43 y una batallas y organizador de 77 frustradas parrilladas y conmovido hasta los húmeros por el lastimero llanto, gritos y susurros de la increíble Llorona de la Alameda Bolognesi y que en noches tormentosas daba Transilvánicos gritos de ¡¿dónde estás... dónde estás ... Yolanda!? Y el viento de la noche, más inmenso sin ella no respondía sumiéndolo en los más recónditos abismos de insondable soledad; por el conocido hipnotizador Federico, discípulo de Lican, famoso por sus curas de empedernidos borrachos y fumadores consuetudinarios, contador de cuentos y teatrero además; por Red Ryder eterno templado de un conjunto infinito numerable de odaliscas nunca alcanzadas, tales como la Gata, la Wawa, la Lala, la Lonchera de Perro, la Kelly, la Takanita, la Luz de mis Ojos, etc. y cuya prodigiosa nariz no le sirvió de nada para olfatear la hora de su desgracia, pese al aviso de la presencia de la sibilina Deliah de las Siete Lunas, agorera de sombríos tiempos, cuando en la desdichada compañía del mentado Señor de Sipán, que una vez más demostró que tira su caña, pero la rebajada con 40 grados de alcohol de laboratorio, chuchuwasi, chariro y otros yerbajos, mas no la de su tristemente célebre escarabajo y que a resultas de estos desatinos habrían de estrellarse contra un indefenso árbol quedando marcados por siempre y para siempre hasta la posteridad más remota; por Poca Luz ojo avizor y eterno conductor de tarjetas de kafkianos exámenes que con la edad de la electrónica habían de entronizarse en la principal Universidad de esta Villa de las Buganvillas; por el Abigeo especialista en cuyes, conejos, liebres y otros roedores de menor cuantía y a quien el tiempo lo convertiría primero en rondero entusiasta en las lejanas pampas de Junín y luego en chicano conductor de espalda mojadas, allá en el país de las mil maravillas; por el Memorracho, curioso caso de sobonería proestudiantil y jefe de una micropandilla de cholas metedoras de datos, verbigracia: la Bacana de la Boca de Rana con su guitarra al hombro y eufemísticamente llamada Mademoisille Rocinant; Gionanessa doncella prematuramente preñada por un cholillo de poca monta, Tess la vampiresa computarizada temida por su padre, el Generalísimo, vencedor del Mariscal Chumbeque en la batalla de Pago Chorrillos; Elba Guita corruptora de menores, gatusera como la farsa monea, que de mano en mano va y ninguno se la quea; Inesilla gordita cantora de valses jaraneros, boleros maroqueros y salsas arrechonas; Silvia la iluminada predicadora del mensaje de Jehová y hasta el alma ofendida por haber sido llamada Lacaya; Rosita la mal casada mormona, generosa hasta el colmo de la gracia, que llegó al punto de entregar su histórica virginidad a un antropoide de la peor especie y después terminaría como vendedora y alquiladora de videopornos con demostraciones personales de deshojes de margarita con suave música y luces chuchomeconas (quién lo diría!); la Malpapeada capaz de devorar un montón colosal de chizitos, popcorn, chocolatines y otras porquerías y supuesta devoradora de hombres y un conjunto finito de guillermosecundarias pirujas poco dignas de mención; por el Cholo Assembler, increíble auquénido metido en las honduras del software; por el cholo Merma, otro guanaco metido en las intríngulis del hardware, a quien al saque se le adivinaba una infancia infeliz, sin desarrollo de la psicomotricidad, puesto que a semejanza de Midas, toda computadora por él tocada se hacia mierda, y de remate pisado por Carmencita inimaginable alpaca, guía y conductora de ensamblajes informáticos clandestinos e implacable fabricante de deudas sin perdonar deudores y con chontriles a granel a su servicio; por Beto Verduguillo enredado en borrascosas cumbres con un roto vendedor de plumones, tintas, lapiceros, papel térmico y otras chucherías por el estilo; por Cucharita matutero incorregible de medias, calzones, pantys, enaguas, sostenes, mimosas y otras especias para féminas de ortografía dudosa; por Eduardito pequeño Maquiavelo Autóctono cocinador de planes y programas de imaginados gobierno, personero de masas metafísicas y presidente de frustrados comités salvadores del caos universitario; por el Quechueslovaco, terror de las servilletas y vendedora de frutas e imaginario Valentino soñado por todas las hembras del mundo, a quien ninguna gila y/o mariposón dejaba de contemplar extasiada por su inexorable capacidad de macho cabrío, seductor inevitable, aunque su inconfundible hedor a perro muerto alejaba a todo bicho viviente de su radio de acción; por Calderón de la Wasca, poeta de didácticas intensiones, condotiero de maestros y daltónico a resultas de un par de copas; por el chulo Nito Waywaco, anarcotroscorevisionistaneoliberalista a ultranza que a la tercera copa de sus inconclusas trancas de entrecasa se daba de Demóstenes histérico largando desatinos, huachaferías y lugares comunes a discreción, y por otros tantos intrascendentes sujetos que la crónica se negó a guardarlos en memoria. Nadie podía imaginar que con el correr de los años esta tranquila comarca sería invadida por el huayco de cholos venidos de allende el Lago, por los insufribles arequipeños, por los incautos moqueguanos, por los igualados de Ilo, por los aborígenes de los extramuros de Tacna y otros tantos galifardos venidos desde los más lejanos confines de la tierra, que a la postre habrían de convertirla en una increíble Fenicia donde se vende desde el hueso del Gallo de la Pasión hasta un pollo crocante sintético, desde un ábaco lupaca hasta una AT de bolsillo, desde la chupalla de la ñusta Chupisapa hasta el slip de Brooke Shields, desde el pututo de Ayarwaska hasta un órgano electrónico con música programada, desde viejas damajuanas del tradicional vino tacneño hasta las variopintas especies del químicamente puro vino chileno vendido en primorosos chuicos y cajas-recipientes, desde un cansino jumento de Challapalca hasta una bicicleta de carrera desarmable, desde un picante a la tacneña hasta una pizza a la calabresa, desde un anillo de plata pura hasta primorosas alhajitas de chalcopirita, oro de los necios, desde un incunable tákana hasta la última antología de una cáfila de poetas autoconsiderados como los mejores del orbe, desde un plano para buscar tapados de antes del cautiverio hasta folletos de mecánica popular para fabricar rayos láser con lo que se tenga a mano, desde viejos folletos de 451 maneras de evitar embarazos hasta tridimensionales ediciones de Penthouse y Play Boy con sus insospechables hembras, desde ponchos de plástico nacional hasta increíbles condones con espuelas, adendas y fuegos artificiales, desde el antiguo arte popular local hasta la increíble artesanía cauchesca y huachafa de Taiwan. En esos días la arquitectura de Tacna tampoco había sido maltratada ni mucho menos destrozada por la célebre cuatrinca de ineptos y descriteriados albañiles con y sin cartón a saber: Wachipato, Juntacadáveres, Chuculún y Chema Guevada; con la premeditada complicidad de lacayos como los dibujadores Coco el Sentimental, sugeridor de descabelladas ideas y planes dignos de mejor causa, simple y auténtico GPH; Trancaluz eterna estudiante de artes culinarios, decidora de versos y locutora de programas hípicos además; Ivanna la despampanante morena jalacachimbos que causaba extraños disturbios en los extasiados discípulos del mentado Wachipato, cuya dudosa fama de rubirosa de mediopelo era tema de discusión favorito de ciertos lagartos que a falta de actividad provechosa perdían tiempo en tan pueril y ruin acto y otros tantos sublacayos cuya intrascendencia los hace poco dignos de mención alguna. Y como si todo esto fuera poco habría de surgir una laya de poetas astros que no nacieron jamás y desde luego no morirán, como un tal Puma que cree que basta teñirse el cabello, usar zapatos aputamadrados, gritar como vieja histérica dizque a Neruda y Vallejo para sustituir su falta absoluta de talento para el canto, la trova, el mimo y otras tantas artes impunemente insultados por este androide de la más baja ralea; como Coti, el increíble vate pitoniso quiromántico que no lee para evitar perniciosas influencias que podrían masacrar su ungénito genio; como un tal García más loca que una cabra atacando las indefensas páginas de la poesía y otros bichos asaz mediocres que la historieta los absorberá. Aun entonces no habían aparecido las famosas cantinas El Sitio, Quihue, Santoche, Balalaika, El Porvenir, Aquí me Quedo, El Triángulo de la Muerte y el glorioso Chancho Azul, donde dejarían perdurable memoria el Pollo Sánchez con su increíble ballet de inalámbricas piruetas y sus inimaginables decires que se tornarían en frases célebres como aquello de “Hay que ser imbécil, pero no tanto”; Eugen el Octavo Borracho expulsado de Suiza por corromper a los perros San Bernardo y que en Tacna habría de escribir las más extraordinarias páginas de la historia chupística de esta tranquila comarca de los olivos, granados y zapallos; el Cuy a quien atacaban extrañas convulsiones y chiripiolcas en sus inconcebibles borracheras; Che Traguito improvisador de tangos en notas fuera de escala, tergiversador de versos y autores y creador de un teatro digno de Ubú Encadenado en la Quebrada de los Diablos; el desnutrido Pati de increíble y triste historia, duramente castigado por su consorte la desalmada Rossana Durán alias Mano de Piedra; Pepe Tinto el único peleador que se dormía antes de la cuenta que habría de traer Máximo el insigne mozo del Chancho y recordado además por haber escapado de la célebre matanza de los santos inocentes ordenada por Herodes el Grande y que solo alcanzaron a rajarle la patita, pero quedando marcado desde aquel infausto día en su caminar sin hacer camino; el Guachimán Squach que confundía champú con menta, con impredecibles consecuencias como el de levitar impulsado por burbujas multicolores que le salían del orificio posterior; el Chacho leo célebre por sus tormentosos amores con la inverosímil bailarina Miroka Nagashiro y por su compaginada enemistad con el Guachimán; el Tío Ho, pelado soñador y predicador en terreno baldío que buscaba incansablemente acólitos para imposibles tareas y desatinadas utopías; Molerito la Hormiga Termodinámica que sus inefables borracheras hacía primos suyos a cualesquiera borrachitos que en su camino se cruzaban e iba a jorobar en inoportunas horas del rayar del alba a sus amables secuaces que lo consentían con paciencia y mal humor; el Loco Girón, extraña mezcla de inconcreciones múltiples, que en memorable ocasión bebió de un solo trago un botella de pisco quebradeño acompañado de un pomo de corrector y otro de tinta y al poco rato sus ininteligibles palabras quedarían grabadas en pisos, paredes, papeles por siempre y para siempre jamás; por el Huevo Guita, armador inacabable e incorregible de broncas y casi siempre perdedor; y como olvidar a Cuarta Botella, agente internacional de la Botella Roja de la facción desviacionista y por extraña coincidencia también Suizo y que habría de fundar el histórico Fritszchi cuya celebridad se extendería más allá de los extramuros y confines de Tacna por las nunca soñadas broncas y desatinados romances que de sus estrechos ámbitos tuvieron lugar; Hugo Chupens, creador de la célebre seguidilla Salú, salú, salú..., que tumbaba a los más prestigiados chupacañas y habría de convertirse en el Alcalde Honorario de Tacna, por las repetidas y frustradas intenciones de llegar a la nunca alcanzada meta. En fin tantos otros choborras de quinta categoría que resultaría kilométrica su sola mención.
Y por desgracia esta verídica e increíble historia, incrédulos de la tierra toda, testimonia también el paso por esta heroica ciudad, de la manada de abstemios o hipócritas alcohólicos que sólo beben en casa o frente a espejos narcisistas en microcenáculos autocomtemplativos y sectarios y en consecuencia no trascenderán ni pasarán a los cielos de la eterna gloria, porque las estirpes condenadas a cien años de sequedad no tendrán una segunda oportunidad en la tierra.
Octubre de 1990

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