martes, 20 de abril de 2010

Un Artículo Revelador

Autor: Eduardo Ibarra

En el debate sobre el partido proletario en general y el partido del proletariado peruano en particular, el artículo Lenin, Mariátegui y el partido de masas, de Gustavo Pérez, es especialmente revelador, pues dice abiertamente lo que Ramón García sostiene sibilinamente.

En efecto, Pérez declara que “desde hace mucho” “la teoría del Partido de Cuadros” “viene siendo mal interpretada como ‘concepción leninista del partido proletario’ de ‘valor universal’ que ‘está vigente’, como teoría del Partido proletario aplicable a toda circunstancia histórica-concreta. Esta pésima herencia, producto de nuestra histórica insuficiente asimilación del socialismo revolucionario tras la muerte de Mariátegui, nos hizo olvidar que en dicha obra Lenin no se planteó como tarea un concepto suprahistórico de Partido o modelo para cualquier país y cualquier momento, que no se trataba de una forma organizativa general surgida de un manual de sociología con pretensiones de universalidad y eternidad” (1). “Las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas” (2)

Como se ve, toda la idea que tiene Pérez del ¿Qué hacer?, es que se trata de una “teoría del Partido de Cuadros” y, así, tomando la exposición de la forma orgánica del partido bolchevique en los primeros años de su existencia como todo el contenido del célebre libro, termina silenciando la concepción leninista del partido proletario (3). Pero cualquier marxista mínimamente informado sabe que el ¿Qué hacer? es mucho más que una teoría de la forma orgánica del partido de Lenin en dicho período. El ¿Qué hacer? comprende también, y sobre todo, una concepción del contenido del partido: doctrina marxista, política marxista. Pero de esto Pérez no dice absolutamente nada, intentando así vender su interesada “comprensión” del ¿Qué hacer? No obstante, basta tener la simple capacidad de ver el todo y no sólo la parte, para reconocer el doble contenido y el doble valor del ¿Qué hacer?: mientras la sustentación de la forma orgánica del partido bolchevique es su contenido de valor particular, la fundamentació n del partido como la materializació n de la doctrina es su contenido de valor universal. Por eso, en el artículo El partido de masas y de ideas de Mariátegui, escribí: “De este modo el jefe de la revolución rusa proporcionó al proletariado internacional la concepción del partido de clase como un partido doctrinariamente homogéneo y, por tanto, como un partido-dirigente, como un partido-vanguardia. Esta concepción leninista del partido proletario tiene un valor universal. Y está vigente, no obstante la sibilina pretensión de negarla”. Pero Pérez llega a sostener la “‘desacralizació n’ de la teoría del Partido de Cuadros”, lo cual, en buena cuenta, significa la negación completa del ¿Qué hacer? ¡Ni más ni menos! (4).

Pues bien, esta negación abierta y en bloque del libro de Lenin, es decir, esta negación de la concepción del partido como la materializació n de la doctrina, pone en evidencia su negación encubierta en el truco de García de hacer pasar como de Mariátegui la idea de un partido de “dos niveles” y en su declaración de que “El problema que enfrentó JCM es el mismo que el proletariado enfrenta desde hace más de un siglo: cómo relacionar la teoría (Programa Socialista) con la práctica (Partido-Frente)” (5). “Desde hace más de un siglo”, dice. ¿Se da cuenta el lector? De hecho, con tal truco y con tal declaración, que datan de 2008, García propone un partido doctrinariamente heterogéneo y, de esta forma, niega igualmente el contenido universal del ¿Qué hacer? Es decir, tanto García como Pérez, niegan de plano la concepción leninista del partido proletario: el primero sibilinamente, el segundo abiertamente

Todavía más, esta negación que se concreta en el partido de “dos niveles”, es pretensiosamente publicitada como un “muevo concepto de partido”, aunque el análisis demuestra que tal concepto es, en el fondo, un reciclaje de la apolillada idea socialdemócrata de un partido de masas sin la base doctrinal del marxismo-leninismo (6).

Pues bien, como era natural que ocurriese, la aludida negación tenía que expresarse en nuestro medio de un modo particular y, efectivamente, desde hace un tiempo aparece como la negación de la concepción mariateguiana del partido del proletariado peruano. Para probar esta aserción, citaré el numeral 3 de la moción escrita por Mariátegui y aprobada por la Reunión de Barranco, y, después, el comentario de Pérez.

Moción de Mariátegui: “3. La lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas. De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (7).

Comentario de Pérez: “Una lectura atenta de este numeral del Acta, da cuenta de que en el se reconoce la necesidad de la creación de un Partido ‘de clase’, pero que, de ‘acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú’, concurrirá a la constitución de un Partido ‘basado en las masas obreras y campesinas organizadas’. Es decir que las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas, lo que acredita que éstas condiciones concretas, a que hace referencia Mariátegui en este párrafo, no son justificatorias del nombre SOCIALISTA para el Partido sino simplemente de su composición social, lo que no se apreciaba correctamente por la cita mutilada o fragmentada del texto de Mariàtegu” (¡sic!) (8).

Es posible que un niño de ocho años pueda entender el significado del citado texto mariateguiano, pues claramente se dice ahí que el partido de clase, en cuya formación el Comité se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista, es el partido que, de acuerdo con las condiciones concretas del Perú de los años 20, debía llamarse partido socialista y basarse en las masas obreras y campesinas organizadas, con lo cual el maestro quiso decir, DIJO, AFIRMÓ, EXPRESÓ, SOSTUVO, ENUNCIÓ, MANTUVO, que el partido de clase, en cuya formación el Comité debía esforzarse, tenía que llamarse socialista y no comunista, y ser un partido basado en las masas obreras y campesinas organizadas y no un partido sin una base social de masas.

Pero, como se ha visto, Pérez cree que Mariátegui afirmó que la lucha política exigía un partido de clase, y que, no obstante esto, a reglón seguido y sin adversativo de por medio, se negó a sí mismo promoviendo un partido no de clase (9). ¿Quién es el incoherente? ¿Mariátegui, o Pérez? Ciertamente Pérez, pues es claro que mientras el maestro propuso un partido de masas doctrinariamente homogéneo, su comentador dice que lo que propuso fue un partido de masas doctrinariamente heterogéneo Esto prueba que, según su parecer, el partido de masas no es un partido de clase, o, para decirlo de otro modo, que el partido de clase no puede ser un partido de masas. Por eso ha escrito alegremente: “las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas”.

Esta flagrante tergiversació n, esta grosera tergiversació n, esta inaudita tergiversació n del texto mariateguiano, sólo puede ser el resultado de una escasísima capacidad para entender lo que se lee, o, en su defecto, el producto de una conducta reptante que busca a como de lugar justificar la propuesta de un partido de masas sin la base doctrinal del marxismo-leninismo (10).

Pues bien, la desembozada tergiversació n de Pérez de la concepción mariateguiana del partido del proletariado peruano pone en evidencia su tergiversació n embozada en esta afirmación de García: “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea (como ‘célula secreta de los 7’ ); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas de toda nuestra historia republicana’” (11). Pues, aunque no se perciba a primera vista, esta afirmación pretende que el partido de Mariátegui fue uno doctrinariamente heterogéneo, es decir, un partido de masas sin la base doctrinal del marxismo leninismo, o sea, un partido pluriclasista en el sentido no proletario del término (12). Esto, por donde se le mire, es una completa negación de la verdad del PSP.

En los Principios programáticos del Partido Socialista, Mariátegui estableció: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (13). Esta declaración principista, este principio programático, prueba de un modo irrebatible que el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo, es decir, un partido de clase. Pero, como se ha constatado, si Pérez dice que el partido de Mariátegui fue un partido de masas y no de clase, García dice que tuvo “dos niveles”, y, de hecho, ambas afirmaciones significan lo mismo, pues se sobreentiende que el primer nivel habría sido un minoritario grupo doctrinariamente homogéneo, y el segundo una masiva militancia doctrinariamente heterogénea. Así, pues, tanto Pérez como García reniegan la experiencia mariateguiana, pero también la experiencia internacional, que, en un caso ejemplar como el ruso, demostró que un partido de revolucionarios profesionales en sus primeros años, puede transformarse luego en uno de masas, sin perder en absoluto su condición de partido de clase (14). Pero, por lo visto, para Pérez A es A, y no puede ser B. Este formalismo, esta metafísica, es la causa y el efecto del embrollo que tiene en la cabeza.

El partido proletario siempre es de clase, y este carácter es su misma condición de ser la materializació n de la doctrina, que, como lo prueba la experiencia, se expresa, según sean las condiciones de operatividad, ora bajo la forma de partido de revolucionarios profesionales, ora bajo la forma de partido de masas. Esto quiere decir que el partido es de clase aun cuando es de masas. Pero esta dialéctica, esta interpenetració n de lo clasista y lo masivo en la organización política del proletariado, es algo inaccesible al entendimiento de Pérez (15).

El nombre científicamente exacto del partido, es decir, su nombre principista, es el de Comunista, y cualquier otro nombre es científicamente inexacto, no principista, táctico. Mariátegui escribió en setiembre de 1928 “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (16). Pues bien, precisamente el Perú de los tiempos de Mariátegui era uno de esos pueblos donde el socialismo recién aparecía en su proceso histórico y, por esto, donde no se había producido todavía su degeneración parlamentaria y reformista, razón por la cual la palabra socialismo conservaba intacta su grandeza. A esta situación nacional se refirió Mariátegui el 7 de octubre del mismo año como las “condiciones concretas actuales del Perú” que hacían posible fundar el partido con el nombre de Partido Socialista. En consecuencia, resulta más claro que el agua que este nombre no se derivó ni del problema de nuestra época ni de ningún principio, sino, como acaba de quedar demostrado una vez más, de las condiciones nacionales del tiempo del maestro. Entonces, si en relación a esta verdad coincido, según Pérez, con del Prado, lo único que esto estaría demostrando es que este revisionista estaba más cerca de la verdad que el dizque marxista Pérez (17).

En el artículo Acerca de la propuesta de un partido minga, ha quedado esclarecido que este nombre no explicita el contenido del partido, sino apenas su forma, y que, por tanto, no responde a la conocida exigencia mariateguiana (18). No obstante, sin presentar siquiera el más elemental argumento, Pérez pregunta por qué el partido no podría llamarse minga, y, de esta forma, todo lo que ha conseguido es mostrar una vez más su servilismo, mal disimulado bajo la idea de que una traducción más exacta de trabajo colectivo sería minka

El 6 de abril de 2007, escribí: “puede decirse que la posición de Mariátegui sobre el nombre del Partido se tradujo (esta es la palabra exacta) en la siguiente afirmación que aparece nada menos que en el Acta de Constitución del Partido: “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas“ (19). Y, por cuanto la discusión era sobre el nombre del partido, y no sobre su base social, en la misma fecha y en el mismo lugar, por economía de lenguaje, escribí: “Mariátegui tuvo la prudencia de sostener el nombre de Partido Socialista en un justo argumento político contingente, que precisó con estas palabras que repetimos: ‘De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista’”. Y también: “el argumento uno y único de Mariátegui (lo que escribió a propósito de Marañón ratifica lo que había escrito en Aniversario y balance) y su incontrovertible precisión (‘de acuerdo a las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista’)”. ¿Cómo es posible entonces que Pérez hable de “cita mutilada o fragmentada del texto de Mariátegui”? ¿Cómo es posible que diga que en mi citación no “apreciaba” el significado de lo dicho por Mariátegui? ¿No leyó el párrafo 8 del numeral 3 de mi artículo? ¿No entendió nada cuando leyó este párrafo? ¿No entendió después que, citada completa la afirmación mariateguiana y siendo el debate sobre el nombre del partido y no sobre su base social, sólo por economía de lenguaje prescindí de la frase “basado en las masas obreras y campesinas organizadas”, y que, por tanto, no tiene ningún fundamento para decir que he mutilado a Mariátegui? (20). En el artículo Respuesta a Gustavo Pérez quedó probado que mi falaz acusador mutila las tesis de Marx y Engels sobre el nombre del partido, y en el artículo Gustavo Pérez o la artería quedó demostrado que es tan falsario, que incluso se falsifica a sí mismo. No cabe duda: todo ladrón cree que todos son de su condición.

Es menester subrayar que, tanto la negación de la concepción leninista del partido proletario como la tergiversación de la concepción mariateguiana del PSP, han resultado de la “lectura atenta”, del análisis cuidadoso de Pérez.

Pues bien, antes de terminar y para terminar, anotaré algunas conclusiones que se desprenden del análisis de las posiciones de Pérez, o, mejor dicho, de García, ante el problema del partido.

1. La negación de la concepción leninista del partido proletario tiene por base filosófica el empirismo y constituye una posición REVISIONISTA, imposible de disimular incluso si tramposamente se dijera que es un “revisionismo positivo”, pues tal posición revisionista encierra la idea de que el partido doctrinariamente homogéneo, es decir, el partido de clase, estuvo bien en la Rusia autocrática de principios del siglo XX, pero en el resto de países y en la actualidad, no tiene vigencia porque el partido debe ser un partido de “dos niveles”, es decir, un partido heterogéneo, o sea, una amalgama de diversas corrientes ideológicas.

2. El partido de masas de Mariátegui fue un partido de clase, es decir, un partido doctrinariamente homogéneo. Por eso escribió en los Principios programáticos del Partido Socialista: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”. Por eso mismo, escribió en la moción aprobada en la Reunión de Barranco: “1. La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional” (21). Por eso también, el 19 de marzo de 1930, pocos días antes de nacer a la eternidad, mantuvo: “El socialismo no puede ser actuado sino por un partido de clase” (22). Pero Pérez y García niegan completamente esta verdad con su negación del marxismo-leninismo como el aspecto general de la BUP y con su partido de “dos niveles”, es decir, con su partido doctrinariamente heterogéneo, que, como se sabe, es propuesto ahora como la integración de toda clase de oportunismo y revisionismo en una misma “organización de proyección nacional”.

3. La negación en bloque del ¿Qué hacer? y de la verdad ideológica y organizativa del PSP constituye un rebrote del revisionismo en la escena nacional. Desenmascarado hace mucho en sus posiciones ideológicas y políticas, el revisionismo ha reaparecido, pues, en el plano de las cuestiones relativas a la forma superior de organización del proletariado.

4. En las actuales circunstancias históricas la resolución teórica y práctica del problema del instrumento orgánico del proletariado, es la cuestión fundamental dirimente, la piedra de toque que define la posición de cada tendencia, la línea divisoria que separa a marxistas de revisionistas. Por eso, para cualquier marxista consciente no es difícil discernir dónde esta el marxismo y dónde el revisionismo.

5. El modelo de partido legado por Mariátegui está vigente en todo lo que tiene de esencial: partido de masas y de ideas, adhesión al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario, concepción correcta de la revolución, estrategia revolucionaria de masas, carácter pensante y operante de la militancia. Pero además, dadas las actuales condiciones de legalidad, también es actual en lo relativo a su estatus. La realidad de una cierta dispersión organizativa de la clase obrera no es ni puede ser pretexto para cuestionar el modelo mariateguiano de partido y postular en su lugar un partido de masas doctrinariamente heterogéneo. Todo lo contrario: cuanto más el capitalismo dispersa a la clase obrera en el sentido indicado, más grande y más profunda es la necesidad de su unidad doctrinaria.

Aunque una vez más Pérez ha demostrado que no es capaz de pensar teóricamente, y que, cuando lo intenta, sólo alcanza a decir disparates, le agradecemos profundamente su artículo por la sencilla razón de que ha dicho sin recato lo que desde hace tiempo García viene sosteniendo sibilinamente. Es claro, desde luego, que no ha procedido así por franqueza, sino por torpeza. Y es que, de todos los métodos criollos comunes en su facción, no ha aprendido aún aquél que consiste en envolver en papel celofán sus posiciones revisionistas.

Notas:

[1] Lenin, Mariátegui y el partido de masas, p.1. Como resulta evidente, Pérez utiliza el término partido de cuadros como equivalente al término partido de revolucionarios profesionales, que es el que utiliza Lenin, así como también al término forma organizativa. De hecho estas equivalencias no son absolutas, como parece creer Pérez, pero este no es el lugar para entrar en detalles al respecto. Las equivalencias señaladas cuentan aquí, sin embargo, para efectos de entender exactamente el artículo que examino.

[2] Ibidem, p.4.

[3] No es casual, por eso, y no está exento de tendenciosidad, que Pérez cite algunas opiniones de Lenin sobre la forma organizativa del partido, que aparecen en el prólogo a la recopilación En doce años, y silencie aquellas otras que, en el mismo lugar, se refieren al contenido del partido, como por ejemplo la que sigue: “¿Qué hacer? es el compendio de la táctica y de la política iskrista de los años 1901 y 1902 en materia de organización. Un ‘compendio’, ni más ni menos. Quien se tome el trabajo de ver Iskra de 1901 y 1902, indudablemente se convencerá de ello. Y quien juzgue este compendio sin conocer la lucha de Iskra contra el ‘economismo’, a la sazón predominante, y sin comprender esta lucha, no hará sino lanzar palabras al viento” (Obras Completas, Editorial Progreso, Moscú, 1983, t.16, p.107. Subrayados en el original). Precisamente Pérez juzga el ¿Qué hacer? sin captar la importancia fundamental y la trascendencia universal de la lucha contra quienes se prosternaban ante el movimiento espontáneo y levantaban la política sindical como toda política del partido, lucha que, como lo sabe todo el que quiera saberlo, permitió establecer el contenido doctrinal y político del partido proletario. Por eso todo lo que hace es “lanzar palabras al viento”.

[4] Esto es lo que no hay que hacer con el ¿Qué hacer?, esto es lo que no puede hacerse con el ¿Qué hacer? ¿Entiendes, Gustavo Pérez?

[5] Aniversario 80 (5).

[6] En el fondo, es decir, en la medida en que el marxismo a secas que se propone como el aspecto general de la base de unidad es ya una posición revisionista, y que esta posición es una puerta abierta para la integración de oportunitas y revisionistas. Por otro lado, dejo subrayado que utilizo la denominación marxismo-leninismo como intercambiable con la denominación teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao.

[7] Martínez de la Torre , Apuntes para una interpretació n marxista de historia social del Perú, t.II, p.398.

[8] Lenin, Mariátegui y el partido de masas, p.4. Tan extraviado se encuentra Pérez, que cree que la precisión de Mariátegui acerca de que el PSP tenía que basarse en las masas obreras y campesinas organizadas, se refería no a su base social sino a “su composición social”. Pero ocurre que Mariátegui sabía perfectamente que “el trabajo político corresponde a los partidos de clase, la actividad económica y sindical a las organizaciones obreras” (Correspondencia, t.II, p.619), y, por esto, señaló que “La organización sindical y el partido socialista, por cuya formación trabajaremos, aceptarán contingentemente una táctica de frente único” (Martínez, Apuntes, t.II, p. 398), diferenciando así tajantemente entre “organización sindical” y “partido socialista”. En la misma moción aprobada por la Reunión de Barranco, el maestro esclareció la composición social básica del partido: “la organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional” (ibidem, p.397). Pero Pérez confunde base social con composición social, y sugiere así que Mariátegui planteó que las masas obreras y campesinas organizadas, es decir, asociadas en sus gremios, o sea los gremios de los trabajadores, fueran parte constitutiva del partido, más o menos a la manera del Partido Laborista. Esta es una completa tergiversació n del concepto mariateguiano.

[9] La frase “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú” aparece, pues, únicamente como una puntualizació n de la frase “la lucha política exige”.

[10] El artículo de Pérez es una vergüenza para el Socialismo Peruano. Pero, no obstante esto, ha sido publicitado por un blog de su facción, lo que quiere decir que en estas filas se promueve la negación de la concepción leninista del partido proletario y la tergiversació n de la concepción mariateguiana del partido del proletariado peruano., sin que nadie muestre la entereza doctrinal y la fortaleza de ánimo necesarias para llevar adelante una lucha consecuente contra semejantes expresiones de descomposició n ideológica. Esto prueba que ahí el liberalismo burgués es la ideología realmente existente.

[11] Aniversario 80 (5).

[12] Pero el partido de Mariátegui fue un partido de clase, sencillamente porque su unidad orgánica tenía por base el marxismo-leninismo. Claro que puede decirse que el partido de clase bajo la forma de partido de masas, es decir, el partido de masas doctrinariamente homogéneo, es, al mismo tiempo, un partido pluriclasista, pero sólo porque sus militantes tienen un diverso origen de clase. En cambio el partido de masas que propone García, es un partido doctrinariamente heterogéneo, es decir, un partido pluriclasista por la diversa posición ideológica de sus militantes. Este proyecto de partido tiene en nuestro medio un antecedente en el partido pluriclasista de Haya.

[13] T.13, p.160.

[14] Hay que observar todavía, que esta transformación se produjo en las mismas condiciones generales de la autocracia zarista. Por otro lado, es menester señalar que toda esa historia del partido de “dos niveles” (o del partido de masas doctrinariamente heterogéneo) que se pretende hacer pasar como de Mariátegui, siendo que es una flagrante tergiversación de su concepción del partido del proletariado peruano, expresa de hecho la cobardía intelectual de quienes no son capaces de asumir la responsabilidad de sus ideas y tramposamente se parapetan detrás de Mariátegui, actitud con la que, además, mistifican la identidad doctrinal del maestro.

[15] En la misma línea de Lenin, Antonio Gramsci esclareció el carácter de clase del partido como determinado por la ideología, y, por esto, no consideró que el partido de clase no pueda ser al mismo tiempo un partido de masas: “El Partido comunista requiere una unidad ideológica completa para poder desempeñar en todo momento su función de guía de la clase obrera. La unidad ideológica es la condición de la fuerza del partido y de su capacidad política; es indispensable para transformarlo en un partido bolchevique. La base de la unidad ideológica es la doctrina del marxismo y del leninismo, entendido este último como la doctrina marxista adaptada a los problemas del período del imperialismo y del comienzo de la revolución proletaria”. “Situando la base organizativa en el lugar de producción, el partido efectúa una elección a propósito de la clase en que se apoya. Se proclama un partido de clase y el partido de una sola clase, la clase obrera”. “Es evidente que el partido comunista no puede ser solamente un partido de obreros. La clase obrera y su partido no pueden prescindir de los intelectuales ni pueden pasar por alto la necesidad de reagrupar a su alrededor y de conducir a todos los elementos que por una u otra vía se ven impulsados a rebelarse contra el capitalismo. Así, pues, el partido comunista no puede cerrar las puertas a los campesinos; más bien debe tener campesinos y servirse de ellos para estrechar los vínculos políticos entre el proletariado y las clases rurales. Pero hay que rechazar enérgicamente, como contrarrevolucionaria, toda concepción que haga del partido una ‘síntesis’ de elementos heterogéneos, en vez de sostener sin concesiones que él mismo es una parte del proletariado, que el proletariado debe imprimirle las características de su propia organización y que el proletariado debe tener asegurada en el partido una función directiva” (Las tesis de Lyon. El subrayado es mío).

[16] T.13, p.249.

[17] El primero en señalar más allá de la organización partidaria la índole táctica de la decisión de Mariátegui, fue Hugo Pesce en 1929: “Dejo constancia, compañeros, que el partido socialista es sólo una táctica” (Martínez de la Torre , Apuntes para una interpretació n marxista de historia social del Perú, t.II, p.423). Es posible, por tanto, que Pesce, aunque haciendo en la Conferencia Comunista de Buenos Aires un discurso a cuenta y riesgo suyo, haya utilizado un concepto utilizado por el propio Mariátegui, quien, con toda seguridad, por las razones señaladas por él mismo, era plenamente consciente de que su propuesta acerca del nombre del partido era una elección táctica. En abril de 1943 Jorge del Prado distorsionó los fundamentos de esta táctica diciendo que había sido un error (ver Mariátegui, marxista-leninista, fundador del Partido Comunista Peruano, en José Aricó, Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, Ediciones Pasado y Presente, México, 1980, p.84) Por mi parte, en el artículo El nombre del Partido, he sostenido: “Después de escribir, en una nota al pie del libro La organización del proletariado, que el nombre de Partido Socialista obedeció a una cuestión de táctica, García muestra ahora una evidente aprensión con respecto a esta palabra. En la introducción a sus cuatro artículos, pregunta: “¿Es cierto que fue por táctica?”. Y hace esta pregunta porque, como se ha visto, él cree que el nombre de Partido Socialista no obedeció a una situación concreta particular. Pero, como se ha visto también, el argumento uno y único de Mariátegui (lo que escribió a propósito de Marañón ratifica lo que había escrito en Aniversario y Balance) y su incontrovertible precisión (“de acuerdo a las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista”), demuestran que su decisión de denominar Socialista al partido del proletariado peruano, fue una decisión táctica. Y no hay por qué temerle a la palabra por el solo hecho de que conocidos oportunistas la han utilizado en medio de argumentos que pretenden que el nombre fundacional del Partido fue un error. Pero no fue un error, tal como lo hemos sostenido arriba, es decir, la decisión de Mariátegui no fue una táctica errónea sino una táctica correcta. Pero considerar que el nombre de Partido Socialista, acordado en setiembre de 1928, se desprende del problema de nuestra época y, por tanto, del hecho de que el socialismo sucede al capitalismo, son lucubraciones de García, y con ellas nada tiene que ver Mariátegui”. Pues bien, las coincidencias, pero también las diferencias, son evidentes y, sin embargo, Pérez no señala estas últimas, evitando así una verdadera aproximación al tema, que, de seguro, dejaría en claro que del Prado apoyaba su afirmación en argumentos distintos a los míos, y que, por tanto, mi coincidencia es más bien con Pesce, y no sólo porque fue el primero, en el marco indicado arriba, en hablar de táctica, sino porque no dijo que la táctica mariateguiana fuera errónea. Pero Pérez ha preferido hablar de una coincidencia entre el suscrito y del Prado, y esto revela toda la tendenciosidad de su analogía. Pero ¿cuál es el problema en realidad? ¿No es, acaso, el esclarecimiento de la índole de la decisión de Mariátegui de denominar Socialista a su partido? Claro que sí. En consecuencia, habiéndose demostrado una y otra vez que la decisión mariateguiana no se derivó del problema de nuestra época ni de ningún principio del marxismo, sino de la situación concreta del Perú de las primeras décadas del siglo pasado, resulta evidente de toda evidencia que lo que busca Pérez con su martingala es desviar la discusión, es decir, desvirtuar los verdaderos términos del problema. Para precisar, es menester recordar que la expresión mariateguiana “Capitalismo o socialismo. Este es el problema de nuestra época”, no tiene nada que ver con el nombre del partido, y esta verdad se aprecia cuando se cita completo el párrafo donde aparece: “Capitalismo o socialismo. Este es el problema de nuestra época. No nos anticipamos a las síntesis, a las transacciones, que sólo pueden operarse en la historia. Pensamos y sentimos como Gobetti que la historia es un reformismo más a condición de que los revolucionarios operen como tales. Marx, Sorel, Lenin, he ahí los hombres que hacen la historia” (t.13, pp.249-250). ¿Qué tiene que ver, pues, la mencionada expresión, ahora citada en su contexto, con el nombre del partido? Pues nada, absolutamente nada. Pero García la utilizó arbitrariamente cuando postulaba un partido socialista, y ahora, torpemente, servilmente, demagógicamente, la sigue utilizando Pérez.

[18] En su conocida polémica con Sánchez, el maestro aclaró: “para ahorrarse todo equívoco, -que no es lo mismo que equivocación como pretende alguien– en lo que me concierne, no me llame Luis Alberto Sánchez ‘nacionalista’, ni ‘indigenista, ni pseudo-indigenista’, pues para clasificarme no hacen falta estos términos. Llámeme, simplemente, socialista. Toda la clave de mis actitudes –y, por ende, toda su coherencia, esa coherencia que lo preocupa a usted tanto, querido Alberto Sánchez– está en esta sencilla y explícita palabra” (t.13, p.217. El subrayado es mío). La palabra socialista, pues, en las circunstancias peruanas del tiempo de Mariátegui, explicitaba toda la clave y toda la coherencia de las posiciones del maestro ante la realidad peruana, es decir, el contenido de sus posiciones y no su forma (el trabajo colectivo en su grupo, su lenguaje, etcétera). Y, en la medida en que tales posiciones representaban al proletariado revolucionario, puede inferirse fundadamente que la aclaración mariateguiana tiene que ver con la elección del nombre de Partido Socialista del Perú. En consecuencia, es claro que Mariátegui subrayó la referida explicitud de la palabra socialismo en confrontación con el intento de Sánchez de calificar equívocamente la posición del maestro, es decir, del proletariado revolucionario. En la actualidad y como siempre, el nombre del partido tiene que ser uno suficientemente explícito de su contenido, pues sólo así se llegará a una solución coherente del problema, coherencia que parece preocupar a Pérez. Pues bien, para decirlo de una vez por todas, la palabra minga es un nombre ciertamente equívoco para el partido, y en esta ocasión también es necesario aclarar que equívoco no es lo mismo que equivocación

[19] El nombre del partido, numeral III, párrafo 8. Subrayado agregado.

[20] Pueden verse además los artículos Apuntes sobre el socialismo peruano (10.05.08), El partido de masas y de ideas de Mariátegui (16.05.08), Una vez más sobre el nombre del Partido (30.05.08), Mariátegui y el Partido Socialista del Perú (07.10.08), en todos los cuales la afirmación de Mariátegui aparece completa. Obviamente, Pérez conoce estos artículos, pero una vez más no ha podido evitar dar rienda suelta a su encono.

[21] Martínez, Apuntes, t.II, p.397. El subrayado es mío.

[22] T.12, p.69.

¡Defender el pensamiento de Mariátegui de toda tergiversació n y desarrollarlo en función de la realidad actual!

12.04.10 Eduardo Ibarra.

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