martes, 30 de noviembre de 2010

Elecciones 2011: ¿Continuismo Neoliberal, o la Restauración Populista?



LOS ERRORES DEL MOVIMIENTO LIMA PARA TODOS

Martes 30 de noviembre de 2010


Estimado David Aguinaga:


Con fecha 19 de noviembre usted divulgó un Pronunciamiento del Movimiento Lima para Todos que había sido acordado el 14 del presente mes.


Con la misma convicción y sinceridad con la cual apoyamos la decisión de ustedes de participar y apoyar a la Confluencia en las últimas elecciones municipales, ahora considero necesario expresar nuestras discrepancias con el precipitado acuerdo al que ustedes han llegado con respecto a la participación en la lucha electoral presidencial y parlamentaria de abril de 2011.


No tengo motivos para cuestionar el comportamiento moral de ustedes, ni mucho menos para acusarlos a la ligera de abandonos, traiciones, u otros juicos subjetivos; pero si tengo motivos para expresar lo que considero que son errores de interpretación y sobre todo de acción política.


1.- En primer lugar, considero que ustedes se equivocan en la comprensión y la definición de la contradicción principal de la sociedad peruana en la actualidad.


Este error no es un problema teórico, sino un problema eminentemente práctico, sus raíces no hay que buscarlas en los libros, sino en la observación atenta del acontecer nacional.


Los más grandes movimientos y luchas de masas que se han desarrollado en el país en la última década, en especial en los últimos dos años, demuestran que la contradicción principal en la actualidad es entre el pueblo peruano por un lado, y la clase dominante por el otro lado. En torno a esa contradicción principal giran las demás contradicciones existentes en el país.


Se equivocan, de extremo a extremo, por un lado, quienes consideran que la contradicción principal es “entre la nación peruana y el imperialismo”, para nosotros los llamados a “la lucha por la liberación nacional” como tarea central en estos momentos, son tan trasnochados como la demagógica agitación política del hayismo en los años 20. Y por otro lado, consideramos que también se equivocan quienes consideran que la contradicción principal es entre “el cambio democrático y patriótico y el continuismo neoliberal”.


2.- En los últimos cincuenta años, la clase dominante en el Perú, como clase social ha sido la misma y una sola, es decir la burguesía peruana. Pero como fracciones de clase, o como tendencias políticas, esta clase dominante ha tenido dos expresiones: primero el populismo burgués hasta 1990, y después el neoliberalismo, desde el golpe de estado del 5 de abril de 1992 en adelante.


En la última década, esas dos tendencias burguesas han intentado instaurar el bipartidismo en la política peruana, para manipular y manejar mejor a la población. Unos levantando el continuismo neoliberal, posición conservadora que reivindica el mantenimiento de la Constitución Política de 1993, y los otros levantando la restauración populista, posición reaccionaria que reivindica la Constitución Política de 1979.


Las características principales de ambas tendencias, se pueden resumir en dos hechos: ambas tendencias políticas burguesas representan y defienden los intereses de la gran propiedad privada (peruana y extranjera), y ambas tendencias defienden la subsistencia del viejo estado burgués.


En el desarrollo de estas contradicciones de clases, y de fracciones de clases, el Partido Nacionalista Peruano, jefaturado por Ollanta Humala, nunca ha representado, ni representa en la actualidad, los intereses del pueblo peruano. El PNP es una organización política que se disputa la representatividad de la clase dominante, para implantar la restauración populista, es decir una política similar a la imperante en el país en las décadas de los años 60, 70 y 80, cuyas principales expresiones fueron el velasquismo (1968-1975), el belaundismo en sus dos gobiernos (1963-1968, y 1980-1985) y en el primer gobierno aprista (1985-1990). Intenciones de restauración que se expresan en la agitación y defensa de la Constitución Política de 1979.


3.- Partiendo de la ubicación y la comprensión de la contradicción principal, podemos entender que el blanco principal de la lucha del pueblo peruano es la clase dominante, en sus dos expresiones políticas, ya sean el continuismo neoliberal, o la restauración populista.


Por ese motivo discrepamos del llamamiento de Lima para Todos, que a la letra dice:”13. Frente a esta situación, LPT llama a la unidad más amplia de todas las fuerzas democráticas y patrióticas, para formar una gran confluencia política que enfrente con éxito a las alternativas de la derecha neoliberal en el 2011.” Me parece que ese es un grave error político de parte de ustedes, al separar la necesidad de la lucha contra el neoliberalismo, de la también necesaria lucha contra el populismo burgués.


4.- En este primer comentario, considero necesario señalar que en su pronunciamiento del 14 de noviembre, ustedes aportan varios elementos de análisis muy serios e importantes dignos de ser comentados, así como algunas propuestas estratégicas que también son rescatables y deberían ser motivo para nuestro apoyo y la acción conjunta, pero, definitivamente discrepamos de sus conclusiones y propuestas tácticas para el momento.


Respetuosa y atentamente, esperamos continuar el intercambio de ideas y propuestas.

Miguel Ángel Aragón

lunes, 29 de noviembre de 2010

CARAL: LA CIVILIZACIÓN NO SE ORIGINA EN LA GUERRA

PRIMER GRAN PARTIDO DE MASAS Y DE IDEAS

Hoy, retumba, como nunca en el oído de los militantes del socialismo peruano, la expresión del inmortal Johann Wolfgang von Goethe: ¡Más luz, más luz!, cuando se discute en torno a la facción orgánica y doctrinariamente homogénea del primer gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana.

Daniel Bensaïd fue uno de los dirigentes estudiantiles de mayo del 68, militante en las filas de las Jeunesses Communistes Révolutionnaires, al lado de Alain Krivine. Animador de Mayo del 68 desde el Movimiento 22 de marzo permaneció fiel a su compromiso revolucionario hasta el final de su vida, contrariamente a tantos nombres ilustres de su generación convertidos en “rebeldes arrepentidos”.

Daniel es uno de esos raros ejemplares que jamás renunció a sus ideales. Trotskista de una nítida filiación marxista hasta su último aliento. Michael Lowy recuerda, en Daniel Bensaïd al comunista herético, “¿Cómo no amar y no admirar su extraordinaria creatividad y, sobre todo, su espíritu, anti y contra todo, de resistencia a la infamia del orden establecido?”. El creía que “el revolucionario es un hombre de duda opuesto al hombre de fe, un individuo que apuesta desde las incertidumbres del siglo, y que pone una energía absoluta al servicio de certezas relativas.”[1] Es decir, pensaba como afirmamos los socialistas peruanos que el revolucionario es un hombre de duda pero, al mismo tiempo, un hombre de fe. El comunismo del siglo XXI era, para Daniel Bensaïd dice Lowy, el heredero de la Comuna de París, de la Revolución de Octubre, de las ideas de Marx y Lenin, y de los grandes vencidos: Trotsky, Rosa Luxemburgo, el Che Guevara. Pero el comunismo también era algo nuevo, a la altura de lo que está en juego en el presente: un ecocomunismo (término que él inventó), integrando centralmente el combate ecológico contra el capital.

Vladimir Ilich Lenin sigue a Johann Gottlieb Fichte en un punto. Ambos tienen la misma actitud para enfrentar las dificultades. Cuando les hacían ver que sus ideas iban contra la realidad respondieron enfáticamente: “peor para la realidad”. Lenin era materiísta y Fichte ideísta y, sin embargo, coinciden en esa postura. La voluntad de los hombres trasciende los límites de las filosofías. La voluntad es conciencia de una necesidad. Conciencia es apropiación de la “sustancia” de la materia. El cerebro se apodera de la materia (cosa en si) y la domina transformándola (cosa para sí) en una realidad que se mueve al margen de nuestra conciencia. Los humanos adquirimos conciencia de los conflictos de clase en el terreno de la economía pero los dirimimos en el ámbito de la política. Sin embargo, el hombre común sólo puede visualizar la salida al pantano, cuando vive la experiencia, en los puntos críticos de la historia social. La conciencia rutinaria sólo cambia en periodos muy especiales de derrumbamientos y reconstrucciones. Son éstos periodos los que Lenin buscaba con el olfato del mejor sabueso.

Michael Löwy, en el prefacio a La teoría de la revolución en el joven Marx [2], nos explica que la utopía estratégica es una utopía disruptiva, es decir, depende de la acción que se apropia de la eventualidad de una brecha y de las virtualidades del combate. Es el arte de los atajos que los cazadores de oportunidades transforman en innovaciones heréticas. En las grandes crisis (ni los de arriba ni los de abajo pueden seguir viviendo como antes) la necesidad de un cambio se complementa perfectamente con la oportunidad de realizarlo. El destino cabalga sobre las ancas de la diosa azar. Los resultados de gran parte de nuestras acciones depende de “circunstancias que escapan a nuestro control”. En cada paso que damos el azar puede intervenir para bien o para mal. La lucha de clases nos brinda muchas oportunidades. En más de las veces son oportunidades perdidas porque no se tiene a punto la facción orgánica y doctrinariamente homogénea del primer gran partido de masas y de ideas. Afinamiento de la máquina de combate, en medio de la lucha de masas, para la lucha final es la tarea del presente. En estas líneas es suficiente decir que el partido proletario es un gran cazador de oportunidades.

Los temas de organización están a la orden del día en el Perú de la chicha de jora, el masato y el cebiche. En esta ocasión, en flagrante herejía, continuamos la publicación de algunos ensayos de reconocidos pensadores de filiación trotskista. La construcción de partido y las oportunidades en los procesos sociales es uno de los temas centrales en el debate en curso.

¡Adiós, tristes obispos bolcheviques![3] ¡Adiós doctrinarios, adiós sectarios, adiós fanáticos de la línea única, adiós fervorosos hinchas depositarios del monopolio de la ciencia! ¡Adiós pedantes profesores tudescos del marxismo! Hace unos meses publicamos dos trabajos de Hal Draper[4]. Hoy ponemos ante vuestros ojos un ensayo Daniel Bensaïd: Lenin: ¡Saltos! ¡Saltos! ¡Saltos!

Tacna, 27 noviembre 2010
Edgar Bolaños Marín

[1] Löwy, Michael, Daniel Bensaïd, comunista herético, Versión electrónica

[2] Michael Löwy, La teoría de la revolución en el joven Marx, versión electrónica.

[3] César Vallejo, Despedida recordando un adiós, 12 de octubre 1937, obra poética completa, versión electrónica.

[4] Véase: http://tacnacomunitaria.blogspot.com/search/label/Hal%20Draper



Daniel Bensaïd
LENIN: ¡SALTOS! ¡SALTOS! ¡SALTOS!


Escrito: En 2002. Publicado por vez primera: Como "Leaps! Leaps! Leaps!: Lenin and Politics", en International Socialism, no. 95, Julio 2002. Versión al castellano: Guillermo Crux. Fuente del presente texto: Transcripción proporcionada por Reven. Esta edición: Marxists Internet Archive, mayo de 2010.

A Hannah Arendt le angustiaba que la política pudiera desaparecer completamente del mundo. El siglo había atestiguado tales desastres que la pregunta de si acaso «la política todavía tiene significado alguno» se había vuelto inevitable. Los problemas que se debatían en estos miedos eran sumamente prácticos: «La falta de significado en el que el conjunto de la política ha terminado está confirmada por la vía muerta en la que se acumulan las cuestiones políticas específicas».[1]

Para ella, la forma que tomaba esta temida desaparición de la política era el totalitarismo. Hoy nos enfrentamos a una forma diferente de peligro: la tiranía del mercado. Aquí la política se encuentra aplastada entre el orden de los mercados financieros –que presentan como natural– y las prescripciones moralizantes del capitalismo ventrílocuo.

El fin de la política y el fin de la historia coinciden entonces en la repetición infernal de la eternidad de la mercancía en la que se escuchan las voces apagadas de Fukuyama y Furet: «La idea de otra sociedad se ha vuelto casi imposible de concebir, y nadie en el mundo de hoy ofrece algún tipo de consejo sobre el tema. Aquí estamos, condenados a vivir en el mundo tal como es».[2] Esto es peor que la melancolía –es desesperación, como hubiera dicho Blanqui–, la eternidad de la humanidad basada en los índices de las bolsas.

Hannah Arendt pensaba que podía ponerle una fecha al principio y al fin de la política: inaugurada por Platón y Aristóteles, pensaba que encontró «su culminación definitiva en las teorías de Marx».[3] Anunciando el fin de la filosofía, dice que Marx también, por alguna broma de la dialéctica, pronunció eso de la política. Esta idea no reconoce la política de Marx como la única concebible frente a la violencia capitalizada y los fetichismos de la modernidad: «El Estado no es válido para todo», escribió, pronunciándose claramente contra «la exageración presuntuosa del factor político» que hace del Estado burocrático la encarnación del abstracto universal. Más que una pasión unilateral por lo social, su esfuerzo se dirige a la emergencia de una política de los oprimidos que empieza desde la constitución de órganos políticos no estatales, que preparan el camino para la necesaria extinción del Estado como un órgano separado.

La cuestión vital, urgente, es aquella de la política desde abajo, política para los excluidos y marginados de la política estatal de la clase dominante.

Tenemos que resolver el enigma de las revoluciones obreras y sus tragedias repetidas: ¿cómo nos sacamos de encima lo muerto y ganamos el premio? ¿Cómo una clase que ve impedido su desarrollo físico y moral en su vida diaria debido a la servidumbre involuntaria del trabajo forzado puede transformarse en el sujeto universal de la emancipación humana? Las respuestas de Marx en este punto derivan de una apuesta sociológica –el desarrollo industrial lleva al crecimiento numérico y la concentración de la clase trabajadora, que a su vez hace progresar su organización y su conciencia. Así, se dice que la lógica del capital por sí sola lleva a «la constitución de los proletarios como clase dominante». El prólogo de Engels de 1890 a la edición del Manifiesto Comunista confirma esta suposición: «En cuanto al triunfo final de las tesis del Manifiesto, Marx ponía toda su confianza en el desarrollo intelectual de la clase trabajadora, fruto obligado de la acción conjunta y de la discusión».[4]

La ilusión según la cual la obtención del sufragio universal le permitiría al proletariado inglés, que era la mayoría de la sociedad, ajustar la representación política a la realidad social deriva de esta apuesta. En el mismo espíritu, en su comentario de 1898 sobre el Manifiesto, Antonio Labriola expresó la opinión de que «la deseada fusión de comunistas y proletarios es de ahora en adelante un hecho cumplido». La emancipación política del proletariado fluía necesariamente de su desarrollo social. La historia convulsa del siglo pasado muestra que no podemos escapar tan fácilmente del mundo embrujado de la mercancía, de sus dioses sanguinarios y de su «caja de repeticiones». La relevancia intempestiva de Lenin necesariamente es el resultado de esta observación. Si la política hoy todavía tiene una oportunidad de apartar el peligro doble de una naturalización de la economía y una fatalización de la historia, esta oportunidad requiere un nuevo acto leninista en las condiciones de la globalización imperial. El pensamiento político de Lenin es el de la política como estrategia, la de los momentos favorables y los eslabones débiles.

El tiempo «homogéneo y vacío» del progreso mecánico, sin crisis ni rupturas, es un tiempo no político. La idea sostenida por Kautsky de una «acumulación pasiva de fuerzas» pertenece a esta visión del tiempo. Una versión primitiva de una fuerza tranquila, este «socialismo fuera del tiempo» y a velocidad de tortuga, disuelve la incertidumbre de la lucha política en las proclamadas leyes de la evolución histórica.

Lenin, por el contrario, pensaba la política como un tiempo lleno de lucha, un tiempo de crisis y derrumbamientos. Para él, la especificidad de la política se expresa en el concepto de una crisis revolucionaria, que no es la continuación lógica de un «movimiento social», sino una crisis general de las relaciones recíprocas entre todas las clases de la sociedad.

La crisis se define entonces como una «crisis nacional». Actúa para poner al desnudo las líneas de batalla, que han sido oscurecidas por la fantasmagórica mística de la mercancía.

Entonces, por sí solo, y no en virtud de alguna inevitable maduración histórica, puede transformarse el proletariado y «convertirse en lo que es».

De esta forma se unen estrechamente la crisis revolucionaria y la lucha política. «El conocimiento que puede tener de sí misma la clase obrera está indisolublemente unido a un conocimiento preciso de las relaciones recíprocas de todas las clases en la sociedad contemporánea, un conocimiento que no es sólo teórico, mas bien debiéramos decir que es menos teórico que fundado en la experiencia de la política». Ciertamente es a través de la prueba de la política práctica que se adquiere este conocimiento de las relaciones recíprocas entre las clases. Transforma «nuestra revolución» en una «revolución de todo el pueblo».

Este enfoque es absolutamente opuesto a un obrerismo crudo, que reduce lo político a lo social. Lenin rechaza categóricamente «mezclar la cuestión de las clases con la de los partidos». La lucha de clases no se reduce al antagonismo entre el obrero y su patrón. Enfrenta a la clase trabajadora con «el conjunto de la clase capitalista» en el nivel del proceso de la producción capitalista como un todo, que es el objeto de estudio del Volumen III de El Capital. Esta, además, es la razón por la cual es perfectamente lógico que el capítulo inconcluso de Marx sobre las clases, entre en este punto y no en el Volumen I sobre el proceso de producción o el Volumen II sobre el proceso de circulación. Como partido político, la socialdemocracia revolucionaria representa entonces a la clase trabajadora, no sólo en sus relaciones con un grupo de patrones, sino también con «todas las clases de la sociedad contemporánea y con el Estado como una fuerza organizada».

El tiempo del momento propicio en la estrategia leninista ya no es más el de las Penélopes y Danaides electorales, cuyo trabajo es constantemente desecho, sino el que le da un ritmo a la lucha y se sostiene sobre la crisis –el tiempo del momento oportuno y de la coyuntura singular, donde la necesidad y la eventualidad, acción y proceso, historia y evento se encuentran entrelazados. «No deberíamos imaginar a la revolución en la forma de un hecho singular: la revolución será una rápida sucesión de explosiones más o menos violentas, alternándose con fases de calma más o menos profundas. Por eso es esencial la actividad de nuestro partido, la focalización de su actividad, siendo posible y necesario trabajar tanto en los períodos de la más violenta explosión como en aquellos de calma, esto es, realizar un trabajo de agitación política unificada en toda Rusia».

Las revoluciones tienen su propio ritmo, marcado por aceleraciones y desaceleraciones. También tienen su propia geometría, donde la línea recta es interrumpida en bifurcaciones y giros repentinos. El partido entonces aparece bajo una nueva luz. Para Lenin, este ya no es el resultado de una experiencia acumulativa, ni el modesto maestro con la tarea de elevar a los trabajadores del oscurantismo y la ignorancia hacia la iluminación de la razón. Se vuelve un actor estratégico, una suerte de caja de velocidades para la lucha de clases. Como Walter Benjamin claramente reconoció, el tiempo estratégico de la política no es el tiempo homogéneo y vacío de la mecánica clásica, sino un tiempo fracturado, lleno de nodos y matrices donde se conectan y gestan eventos.

Sin ninguna duda existe, en la formación del pensamiento de Lenin, una interacción de rupturas y continuidades. Las mayores fracturas (que no son rupturas epistemológicas) pueden ser ubicadas en 1902, en el trabajo ¿Qué hacer? y Un paso adelante, dos atrás, o de nuevo en 1914-1916, cuando fue necesario repensar el imperialismo y el Estado a la luz de la guerra, retomando el hilo de la lógica hegeliana. Al mismo tiempo, a partir de El desarrollo del capitalismo en Rusia, un trabajo fundacional, Lenin establecerá el marco que le permitirá luego hacer correcciones teóricas y ajustes estratégicos.

Las confrontaciones en el curso de las cuales los bolcheviques se definieron son una expresión de su revolución dentro de la revolución. Desde las polémicas de ¿Qué hacer? y Un paso adelante, dos pasos atrás, los textos clásicos esencialmente preservan la idea de una vanguardia centralizada con disciplina militar. El punto clave se encuentra en otro lado.

Lenin está luchando contra la confusión, que él describe como «desorganizadora», entre el partido y la clase. El establecimiento de una distinción entre el partido y la clase tiene como contexto las grandes controversias entonces en curso en el movimiento socialista, especialmente en Rusia. Esto es, en oposición a las corrientes populistas, economicistas y mencheviques que a veces convergían para defender el «socialismo puro». La aparente intransigencia de esta ortodoxia formal en realidad expresa la idea de que la revolución democrática debe ser necesariamente una etapa en el camino a la revolución histórica. Mientras espera fortalecerse y alcanzar la mayoría social y electoral, el naciente movimiento obrero se supone que abandona el liderazgo en favor de la burguesía y se contenta con actuar en apoyo de la modernización capitalista. Esta confianza en la dirección de la historia, según la cual todo llegaría a su debido tiempo para aquellos que esperan, es la base de las posiciones ortodoxas de Kautsky en la Segunda Internacional: «debemos avanzar pacientemente por las rutas del poder hasta que el poder caiga como una fruta podrida».

Para Lenin, al contrario, la meta es lo que guía al movimiento, la estrategia antecede a las tácticas, la política a la historia. Por eso es necesario separarse antes de unirse, y para unirse, «utilizar cualquier manifestación de descontento, haciéndolo sin importar lo pequeña que pueda ser». En otras palabras, concebir la lucha política como «más extensa y compleja que la lucha económica de los trabajadores con los patrones y el gobierno».[5] Así, cuando Rabocheye Dyelo deduce los objetivos políticos de la lucha económica, Lenin lo critica por «bajar el nivel de la variada actividad política del proletariado». Es una ilusión imaginar que «el movimiento obrero puro» es capaz por si mismo de elaborar una ideología independiente. El propio desarrollo espontáneo del movimiento obrero, por el contrario, lleva a subordinarse a la ideología burguesa». Para la ideología dominante no es una cuestión de manipulación de conciencias, sino el objetivo resultante del fetichismo de la mercancía. A su puño de hierro y servidumbre forzada solo se puede escapar a través de la crisis revolucionaria y la lucha política de partidos. Esta es verdaderamente la respuesta de Lenin al enigma sin resolver de Marx.

Para Lenin todo lleva a la concepción de la política como la entrada en escena de lo que estaba ausente: «la división en clases es ciertamente, en última instancia, la más profunda base para el agrupamiento político», pero esta última instancia se «establece solo mediante la lucha política». De esta forma, «el comunismo, literalmente, irrumpe desde todos los puntos de la vida social: decididamente, florece en todas partes. Si una de sus salidas es bloqueada con particular empeño, entonces el fenómeno encontrará otra, a veces la más inesperada». Por eso es que no podemos saber «qué chispa comenzará el fuego».

De aquí la consigna que, de acuerdo con Tucholsky, resume la política leninista: «¡apresuraos!». Listos para lo improbable, lo inesperado, lo que suceda. Si Lenin pudiera describir la política como «economía concentrada», esta concentración significaría un cambio cualitativo en las bases según las cuales la política no puede fallar en «imponerse sobre la economía». «Al defender la fusión de los puntos de vista económicos y políticos», Bujarin, por otro lado, se «desliza hacia el eclecticismo». Igualmente, en su polémica de 1921 contra la Oposición Obrera, Lenin critica este «infeliz nombre» que otra vez reduce la política a lo social y la demanda de que la administración de la economía nacional debería ser directamente dada a los «productores agrupados en sindicatos», lo que terminaría reduciendo la lucha de clases a una confrontación de intereses particulares o regionales sin síntesis.

La política, por el contrario, tiene su propio lenguaje, gramática y sintaxis. Tiene sus propias latencias y deslices. En el escenario político, la lucha de clases transfigurada tiene «su más completa, rigurosa y mejor definida expresión en la lucha de partidos». Derivado de un registro específico que no puede ser reducido a sus determinaciones inmediatas, el discurso político es más cercano al álgebra que a la aritmética. Su necesidad es de orden diferente, «mucho más compleja», que aquella vincula directamente las demandas sociales a la relación de explotación. Al contrario de lo que los «marxistas vulgares» imaginan, la política «no sigue dócilmente a la economía». El ideal del militante revolucionario no es un sindicalista con un estrecho horizonte, sino el «tribuno de la plebe» que aviva el fuego de la subversión en todas las esferas de la sociedad.

El «leninismo», o más bien el leninismo estalinizado concebido como ortodoxia estatal, muchas veces es hecho responsable por el despotismo burocrático. La noción de partido de vanguardia, separado de la clase trabajadora, es de este modo concebida como portadora del germen de la sustitución del vivo movimiento social por el aparato en los círculos de un infierno burocrático. Sin embargo, a pesar de lo injusta que pueda ser, esta acusación pone sobre la mesa una dificultad real. Si lo político no es idéntico a lo social, la representación de unos por otros necesariamente se vuelve problemática: ¿sobre qué se basa la legitimidad?

Para Lenin, hay una gran tentación de resolver la contradicción suponiendo que existe algún agente que representa de manera completa y adecuada a quienes los han elegido, culminando en el vaciamiento de la política. Las contradicciones en la representación no permiten que ningún agente pueda de manera exclusiva y constante abarcar la pluralidad constitutiva sobre la que se eleva sin eliminar la misma. Este aspecto de la cuestión abarca a otro no menos importante, considerando que Lenin no parece reconocer el alcance de su innovación. Al parafrasear un texto canónico de Kautsky, lo distorsiona significativamente de la siguiente forma: Kautsky escribió que la «ciencia» llega a los proletarios «desde fuera de la lucha de clases a través de la ‘intelectualidad burguesa’». Por medio de un giro verbal extraordinario, Lenin lo traduce como «la conciencia política de clase» (más que la «ciencia») llega «desde fuera de la lucha económica»[6] (más que desde fuera de la lucha de clases, que es tanto política como social), ya no a través de los intelectuales como categoría social, sino a través del partido como un agente que estructura específicamente el espacio político. La diferencia es muy sustancial.

Tanta insistencia en el lenguaje de la política, donde la realidad social se manifiesta a través de la permanente interacción entre desplazamientos y cristalizaciones, debería lógicamente resultar en una forma de pensamiento basada en la pluralidad y la representación. Si el partido no es la clase, la propia clase debería ser representada políticamente por muchos partidos, expresando sus diferencias y contradicciones.

La representación de lo social en lo político, debería entonces volverse el objeto de una elaboración jurídica e institucional. Lenin no llega tan lejos. Un detallado estudio, que trasciende el alcance de este artículo, sobre sus posiciones respecto de la cuestión nacional y la cuestión sindical en 1921, y sobre la democracia en 1917, nos permitiría verificar esto. [7]

De esta manera, Lenin sujeta la representación a reglas inspiradas por la Comuna de París, con el objetivo de limitar la profesionalización política: los representantes electos deben percibir un sueldo igual al de un obrero cualificado, vigilancia constante sobre los favores y privilegios para los funcionarios, la responsabilidad de los elegidos hacia aquellos que los eligieron. Contrariamente a un mito persistente, no planteaba el mandato imperativo de los delegados por parte de sus representados. Éste era el caso en el partido: «los poderes de los delegados no deben estar limitados por mandatos imperativos»; en el ejercicio de sus poderes «son completamente libres e independientes»; el congreso o asamblea es soberano. Igualmente a nivel de los órganos estatales, donde «el derecho de revocar a los diputados» no debe confundirse con un mandato imperativo que reduciría la representación a la suma de intereses particulares y puntos de vista estrechamente locales, sin posibilidad de síntesis alguna, que privaría a la deliberación democrática de toda sustancia y relevancia. En cuanto a la pluralidad, Lenin afirmó constantemente que «la lucha de matices de opinión» en el partido es inevitable y necesaria, en tanto tenga lugar dentro de los límites «aprobados por acuerdo común». Sostuvo «que es necesario incluir en las reglas del partido garantías de derechos para las minorías, para que los descontentos, las irritaciones y los conflictos que constante e inevitablemente surgirán, puedan ser sustraídos de los acostumbrados cauces filisteos de querellas y disputas, y ser dirigidos hacia los cauces todavía desacostumbrados de una lucha constitucional y dignificada por las propias convicciones. Como una de estas garantías esenciales, proponemos que a la minoría se le permita uno o más grupos de escritores, con el derecho a estar representados en los congresos y con completa ‘libertad de expresión’».[8]

Si la política es una cuestión de opción y decisión, implica una pluralidad organizada. Ésta es una cuestión de principios de organización. En cuanto al sistema de organización, puede variar según las circunstancias concretas, a condición de no perder el hilo que guía los principios en el laberinto de las oportunidades. Así es como incluso la notoria disciplina en la acción parece menos sacrosanta de lo que admitiría el mito dorado del leninismo. Conocemos cómo Zinóviev y Kámenev fueron culpables de indisciplina, oponiéndose públicamente a la insurrección, y aún así no fueron apartados permanentemente de sus responsabilidades. El propio Lenin, en circunstancias extremas, no dudó en exigir el derecho personal de desobedecer al partido. Así, contempló la idea de dimitir de su cargo para retomar la «libertad de agitar» en la base del partido. En el momento crítico de la decisión, escribió bruscamente al Comité Central, «me fui a donde ustedes no querían que fuera (al Smolny). Adiós».

Su propia lógica lo llevó a visualizar la pluralidad y la representación en un país sin tradiciones parlamentarias ni democráticas. Pero Lenin no extrajo todas las conclusiones. Hay por lo menos dos razones para ello. La primera es que había heredado de la Revolución francesa la ilusión de que, una vez que el opresor ha sido derrocado, la homogeneización del pueblo o de la clase es sólo una cuestión de tiempo: las contradicciones entre el pueblo pueden ahora sólo provenir del extranjero o de la traición. La segunda es que la distinción entre lo político y lo social no es una garantía contra una inversión fatal: en lugar de llevar a la socialización de lo político, la dictadura puede significar la estatización burocrática de lo social. ¿Acaso no se aventuró el propio Lenin a predecir «la extinción de la lucha entre los partidos dentro de los soviets»?

En El estado y la revolución, los partidos pierden ciertamente su función en favor de una democracia directa, que no se supone que sea completamente un Estado separado. Pero, al contrario de las esperanzas iniciales, la estatización de la sociedad triunfó sobre la socialización de las funciones estatales. Absorbidos por los principales peligros del cerco militar y la restauración capitalista, los revolucionarios vieron crecer bajo sus pies el peligro no menos importante de la contrarrevolución burocrática.

Paradójicamente, las debilidades de Lenin están más ligadas a sus inclinaciones libertarias que a sus tentaciones autoritarias, como si un eslabón secreto uniera las dos. La crisis revolucionaria aparece como el momento crítico de la posible resolución, donde la teoría se vuelve estrategia:

«La historia en general y más particularmente la historia de las revoluciones es siempre más rica en su contenido, más variada, más polifacética, más viva, más ingeniosa que lo que pueden concebir los mejores partidos, las vanguardias más conscientes de las clases más avanzadas. Y eso es comprensible ya que las mejores vanguardias expresan la conciencia, la voluntad y la pasión de decenas de miles de hombres, mientras que la revolución es uno de los momentos de especial exaltación y tensión de todas las facultades humanas –el trabajo de la conciencia, la voluntad, la imaginación, la pasión de centenares de miles de hombres incitados por la más áspera lucha de clases. De aquí surgen dos conclusiones prácticas de gran importancia: primero, que la clase revolucionaria, para poder llevar a cabo su tarea, debe poder tomar posesión de todas las formas y todos los aspectos de la actividad social sin la más mínima excepción; segundo, la clase revolucionaria debe estar lista para reemplazar rápidamente una forma por otra y sin advertencia».

De esto Lenin deduce la necesidad de responder a eventos inesperados donde a menudo la verdad oculta de las relaciones sociales se revela repentinamente: «No sabemos y no podemos saber qué chispa... encenderá la conflagración, en el sentido de elevar a las masas; por consiguiente, debemos, con nuestros principios nuevos y comunistas, ponernos a trabajar para remover todas y cada una de las esferas, incluso las más viejas, mohosas y aparentemente irremediables, ya que de no ser así no podremos resolver nuestras tareas, no nos prepararemos comprensivamente, no estaremos en posesión de todos las armas». [9]

¡Remover todas las esferas! ¡Estar prestos para las soluciones más imprevisibles! ¡Permanecer listos para el cambio súbito de formas! ¡Saber emplear todas las armas! Éstas son las máximas de una política concebida como el arte de los acontecimientos inesperados y de las posibilidades efectivas de una coyuntura determinada.

Esta revolución en la política nos devuelve a la noción de crisis revolucionaria sistematizada en La Bancarrota de la Segunda Internacional. Se define por una interacción entre varios elementos variables en una situación: cuando los de arriba ya no pueden seguir gobernando como antes; cuando los de abajo no toleran ser gobernados como antes; y cuando esta imposibilidad doble se expresa por una efervescencia súbita de las masas. Adoptando estos criterios, Trotsky enfatiza en su Historia de la Revolución Rusa «que estas premisas se condicionan mutuamente es obvio. Mientras el proletariado actúe más decidida y confiadamente, más éxito tendrá en ganarse a las capas medias, más aislada estará la clase dominante, y más aguda será su desmoralización. Y, por otro lado, una desmoralización de quienes dominan llevará agua al molino de la clase revolucionaria».[10] Pero la crisis no garantiza las condiciones de su propia resolución. Esa es la razón por la cual Lenin hace de la intervención de un partido revolucionario el factor decisivo en una situación crítica:

«No es cada situación revolucionaria lo que da lugar a una revolución. La revolución sólo surge de una situación en la que los cambios objetivos antedichos son acompañados por un cambio subjetivo, a saber, la habilidad de la clase revolucionaria de emprender la acción revolucionaria de masas lo suficientemente fuerte como para romper (o dislocar) el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en un período de crisis se cae, si no es derrocado».[11] La crisis sólo puede resolverse por la derrota, a manos de una reacción que a menudo será sanguinaria, o por la intervención de un sujeto resuelto.

Esta era la interpretación del leninismo en Historia y Conciencia de Clase de Lukács. Ya en el V° Congreso de la Internacional Comunista esto le valió el anatema de bolchevique termidoriano. Lukács en realidad insistía en el hecho de que «Sólo la conciencia del proletariado puede señalar el camino que nos lleve fuera del callejón sin salida del capitalismo. En tanto esta conciencia esté ausente, la crisis continúa permanentemente, regresa a su punto de partida, repite el ciclo...». Lukács argumenta que, «la diferencia entre el período en el que se libran las batallas decisivas y el período anterior no estriba en la magnitud y la intensidad de las batallas en sí mismas. Estos cambios cuantitativos son meramente sintomáticos de las diferencias fundamentales de calidad que distinguen estas luchas de las anteriores...

Ahora, sin embargo, el proceso por el cual el proletariado se vuelve independiente y «se organiza como clase» se repite e intensifica hasta el momento en que se alcance la crisis final del capitalismo, el momento en que la decisión se encuentra cada vez más en manos del proletariado».[12] Esto tiene resonancias en los años treinta cuando Trotsky, enfrentado al nazismo y la reacción estalinista, produjo una formulación que equipara la crisis de la humanidad con la crisis de dirección revolucionaria.

La estrategia es «un cálculo de masa, velocidad y tiempo», escribió Chateaubriand. Para Sun Tzu, el arte de la guerra ya era el arte del cambio y de la velocidad. Este arte requería adquirir «la velocidad de la liebre» y «llegar a decisiones inmediatamente», porque está probado que la victoria más famosa podría haber sido una derrota «si se hubiera entrado a la batalla un día antes o unos días después». La regla de conducta derivada de esto es válida tanto para los políticos como para los soldados:

«Nunca permita que se le escape cualquier oportunidad, cuando la encuentre favorable. Los cinco elementos no están en todas partes, ni se encuentran igualmente puros; las cuatro estaciones no se suceden de la misma forma todos los años; la salida y la puesta del sol no siempre se encuentran en el mismo punto en el horizonte. Algunos días son largos y otros cortos. La luna crece y mengua y no siempre ilumina con la misma intensidad. Un ejército bien dirigido y bien disciplinado imita idóneamente todas estas variaciones».[13]

La noción de crisis revolucionaria hace suya esta lección de estrategia y la politiza. En ciertas circunstancias excepcionales el equilibrio de fuerzas llega a un punto crítico. «Toda ruptura de los ritmos produce efectos de conflicto. Molesta y perturba. También puede producir un hueco en el tiempo, que hay que llenar con una invención, con una creación. Esto ocurre, individual y socialmente, sólo atravesando una crisis». ¿Un hueco en el tiempo? ¿Un momento excepcional? Por medio de la cual puede surgir el hecho incumplido que contradice la fatalidad del hecho cumplido.

En 1905 Lenin coincide con Sun Tzu en su valoración de la velocidad. Es necesario, dice, «comenzar a tiempo», para actuar «inmediatamente». «Formar inmediatamente, en todos los lugares, grupos de combate. Debemos realmente ser capaces de tomar al vuelo aquellos ‘momentos fugaces’ de los que habla Hegel y que constituyen una definición excelente de la dialéctica». Esto se debe a que la revolución en Rusia no es el resultado orgánico de una revolución burguesa que se extiende en una revolución proletaria, sino un «entrelazamiento» de dos revoluciones. Si el desastre probable puede evitarse depende de un sentido agudo de la coyuntura. El arte de la consigna es un arte del momento favorable. Una instrucción particular que era válida ayer puede no serlo hoy, pero puede ser nuevamente válida mañana. «Hasta el 4 de julio de 1917 la consigna de ‘Todo el poder a los soviets’ era correcta». Luego ya dejó de serlo. «En este momento y sólo en este momento, quizás sólo durante algunos días a lo sumo, o durante una semana o dos, semejante gobierno podría sobrevivir».

¡Unos días! ¡Una semana! El 29 de septiembre de 1917, Lenin escribió al dubitativo Comité Central: «La crisis ha madurado».[14] La espera estaba volviéndose un crimen. El 1° de octubre los llamó a «tomar el poder de una vez por todas», a «recurrir a la insurrección de una vez por todas».[15] Unos días después lo intentó nuevamente: «Estoy escribiendo estas líneas el 8 de octubre... El éxito de la revolución rusa y la revolución mundial depende de dos o tres días de com bate».[16] El todavía insistía, «estoy escribiendo estas líneas en la noche del 24. La situación es crítica en extremo. De hecho ahora está absolutamente claro que retardar el levantamiento sería fatal... Ahora todo pende de un hilo. Por eso es necesario actuar esta misma noche».[17]

«Rupturas en la gradualidad», anotó Lenin en los márgenes de la Ciencia de la Lógica de Hegel, al comienzo de la guerra. Y enfatizó, «La gradualidad no explica nada sin saltos. ¡Saltos! ¡Saltos! ¡Saltos!».[18]

Tres comentarios breves para concluir la relevancia de Lenin hoy. Su pensamiento estratégico define una disposición capaz de actuar respecto a cualquier evento que pudiera ocurrir. Pero este evento no es el Evento absoluto, que no proviene de ninguna parte, que algunas personas han mencionado con referencia al 11 de Septiembre. Se sitúa en las condiciones de una posibilidad históricamente determinada. Eso es lo que lo distingue del milagro religioso.

Así, la crisis revolucionaria de 1917 y su resolución por medio de la insurrección se vuelven estratégicamente pensables dentro del marco trazado en El Desarrollo del Capitalismo en Rusia. Esta relación dialéctica entre la necesidad y la contingencia, la estructura y la ruptura, la historia y el evento, establece las bases para la posibilidad de una política organizada en el tiempo, en tanto que la apuesta arbitrariamente voluntarista a la explosión súbita de un evento puede permitirnos resistir al aire de los tiempos, que generalmente nos conducen a una posición de resistencia estética en lugar de un compromiso militante para modificar pacientemente el curso de los acontecimientos.

Para Lenin –al igual que para Trotsky– la crisis revolucionaria se forma y comienza en la arena nacional, que en el momento constituye el marco de la lucha por la hegemonía, y prosigue hasta ocupar su lugar en el contexto de la revolución mundial. Por lo tanto, la crisis en la que surge el doble poder, no se reduce a una crisis económica o a un conflicto inmediato entre el trabajo asalariado y el capital en el proceso de producción. La pregunta leninista –¿quién se perfilará en las alturas?– es aquella de la dirección política: ¿qué clase será capaz de resolver las contradicciones que están ahogando a la sociedad, capaz de imponer una lógica alternativa a la de la acumulación de capital, capaz de trascender las relaciones de producción existentes y de abrir un nuevo campo de posibilidades? La crisis revolucionaria, por consiguiente, no es una simple crisis social, sino también una crisis nacional: en Rusia tanto como en Alemania, en España al igual que en China. La pregunta hoy es indudablemente más compleja dada la magnitud en que la globalización capitalista ha reforzado la imbricación de los espacios nacionales, continentales y mundiales. Una crisis revolucionaria en un país central tendría una dimensión internacional inmediatamente y requeriría respuestas en términos que son al mismo tiempo nacionales y continentales, o incluso directamente globales en cuestiones como la energía, la ecología, la política de armamentos, los movimientos migratorios, etc. No obstante, sigue siendo una ilusión creer que podemos evadir esta dificultad eliminando la cuestión de la conquista del poder político (bajo el pretexto de que el poder hoy está divorciado del territorio y se esparce en todas partes y en ninguna) en favor de una retórica de los «contra-poderes». Los poderes económico, militar y cultural quizás se esparcen más ampliamente, pero también se encuentran más concentrados que nunca. Uno puede pretender ignorar el poder, pero el poder no lo ignorará a uno. Uno puede actuar básicamente negándose a tomarlo, pero desde Cataluña en 1937 hasta Chiapas en 1994, pasando por Chile en 1973, la experiencia demuestra hasta la actualidad que el poder no dudará en tomarnos de la forma más brutal. En una palabra, una estrategia de contra-poder sólo tiene algún sentido en la perspectiva del doble poder y su resolución. ¿Quién se impondrá?

Finalmente, los detractores identifican a menudo al «leninismo» y al propio Lenin con una forma histórica de partido político que se dice que ha muerto junto con el colapso de los partidos-estados burocráticos. En este juicio apresurado hay mucha ignorancia histórica y frivolidad política, que sólo pueden ser explicadas parcialmente por el trauma causado por las prácticas estalinistas. La experiencia del siglo pasado plantea la cuestión de la burocratización como un fenómeno social, más que la cuestión de la forma del partido de vanguardia heredada del ¿Qué Hacer? En lo que concierne a las organizaciones de masas (no sólo las políticas, sino igualmente los sindicatos y los movimientos) están lejos de ser las menos burocráticas: en Francia los casos del Partido Socialista, del supuestamente renovado Partido Comunista, o de los Verdes, son completamente elocuentes sobre este punto. Pero por otro lado –como hemos mencionado– en la distinción leninista entre partido y clase hay algunos senderos fecundos para pensar las relaciones entre los movimientos sociales y la representación política. Igualmente, en los principios superficialmente desacreditados del centralismo democrático, los detractores enfatizan principalmente el hipercentralismo burocrático ejemplificado en forma siniestra por los partidos estalinistas. Pero un cierto grado de centralización, lejos de oponerse a la democracia, es la condición esencial para que exista –porque la delimitación del partido es un medio de resistir los efectos disolventes de la ideología dominante, y también de apuntar a una cierta igualdad entre los miembros, contraria a las desigualdades que son generadas inevitablemente por las relaciones sociales y por la división del trabajo. Hoy podemos ver muy bien cómo el debilitamiento de estos principios, lejos de favorecer una forma más alta de democracia, lleva a la cooptación por parte de los medios de comunicación y la legitimación por parte de un plebiscito de líderes que incluso son menos controlados por la base. Más aún, la democracia en un partido revolucionario apunta a producir decisiones que son asumidas colectivamente para actuar sobre la relación de fuerzas.

Cuando los detractores superficiales del leninismo proclaman haberse liberado de una disciplina sofocante, en realidad están vaciando la discusión de toda su relevancia, reduciéndola a un foro de opiniones que no compromete a nadie: después de un intercambio de libertad de expresión sin ninguna decisión común, todos pueden salir igual que como vinieron y ninguna práctica en común hace posible probar la validez de las posiciones contrapuestas que se toman en consideración. Finalmente, el énfasis puesto en la crisis de la forma de partido –en particular por parte de los burócratas reciclados que provienen de los antiguos partidos comunistas– a menudo les permite evitar hablar sobre la crisis de contenido programático y justifica la ausencia de preocupación estratégica. Una política sin partidos (como quiera que se llamen: movimiento, organización, etc.) termina, en la mayoría de los casos, en una política sin política: ya sea en un seguidismo sin objetivos a la espontaneidad de los movimientos sociales, o en la peor forma de vanguardismo individualista elitista, o finalmente en una represión de lo político en favor de lo estético o lo ético.

NOTAS

1. H.Arendt, ¿Was ist Politik? (Munich, 1993), pp. 28, 31.

2. F.Furet, The Passing of an Illusion (Chicago, 1999), p. 502.

3. H.Arendt, op. cit, p.146.

4. K.Marx y F.Engels, Collected Works, vol. 27 (Londres, 1975), p. 59.

5. V.I.Lenin, Collected Works, vol. 5 (Moscú, 1960), pp. 430, 452.

6. Ibid, pp. 383, 422.

7. Así en el debate de 1915 sobre el ultraimperialismo, Lenin percibe el peligro de un nuevo economicismo, donde la madurez de las relaciones capitalistas de producción a escala mundial sería el preludio a un derrumbamiento final del sistema. Encontramos nuevamente esta preocupación por evitar cualquier reducción de lo político a lo económico o lo social en los debates de comienzos de los años 20 en la caracterización del Estado soviético. A aquellos que hablan de un Estado obrero, Lenin les contesta que «la cuestión es que no se trata exactamente de un Estado obrero». Su formulación es entonces más descriptiva y compleja que una caracterización sociológica: es un Estado obrero y campesino «con deformaciones burocráticas», y «allí tenemos la realidad de la transición» [V.I. Lenin, op. cit, vol. 32, p. 24]. Finalmente, en el debate sobre los sindicatos, Lenin nuevamente defiende una posición original: ya que no son un órgano del poder político, los sindicatos no deben transformarse en «organizaciones estatales coercitivas».

8. V.I.Lenin, op. cit, vol. 7, p. 450.

9. V.I.Lenin, op. cit, vol. 31, p. 99.

10. L. Trotsky, The History of the Russian Revolution (Londres, 1997), p. 1024.

11. V.I.Lenin, op. cit, vol. 21, p. 214.

12. G.Lukács, History and Class Consciousness (Londres, 1971), pp. 76, 313.

13. H.Lefebvre, Eléments de rythmanalyse (París, 1996).

14. V.I.Lenin, op. cit, vol. 26, p. 82.

15. Ibid, pp. 140-141.

16. Ibid, pp. 179-181.

17. Ibid, pp.234

18. V.I.Lenin, op. cit, vol. 38, p. 123.

ALGUNAS IDEAS SOBRE EL PRIMER GRAN PARTIDO DE MASAS Y DE IDEAS



Insiste Chávez en necesidad de fortalecer unidad del PSUV
tropique@cablenet.com.ni para Nicaragua Socialista
Escrito por Doris Calderón Terry
Caracas, 28 nov (PL)

El presidente Hugo Chávez insistió hoy en que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) está obligado a realizar un balance constante para fortalecer la cohesión, la unidad, la ofensiva y la batalla en los próximos años.

En su espacio dominical Las Líneas de Chávez titulado Âí27 de noviembre, el dignatario precisó que el pasado día 22 luego de su convocatoria como presidente del PSUV se reunieron los vicepresidentes del partido junto con los del Gobierno.

Según el jefe de Estado, un proyecto constructivo sólo es posible en la misma medida en que sea el producto de una Militancia Histórico-Constructiva que, asumiendo la experiencia del pasado y del presente, se proyecte al futuro en la realización colectiva de la sociedad deseada.

Para decirlo como el Padre Bolívar, dijo, todas nuestras facultades morales no serán bastantes si no fundimos la masa del pueblo en un todo; la composición del Gobierno en un todo; la legislación en un todo, y el espíritu nacional en un todo.

Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa, precisó.

El estadista reiteró que se debe seguir construyendo el más grande partido de la historia, no solo por la cantidad de militantes, sino por la calidad.

Eficacia política y calidad revolucionaria, un partido de masas, pero que genere cuadros verdaderamente revolucionarios; vanguardia junto al pueblo, un partido-movimiento que garantice la construcción del socialismo, puntualizó.

El presidente explicó que bajo tales presupuestos se estará en capacidad de albergar todas las corrientes o tendencias posibles que coadyuven con su aporte crítico y constructivo a la consolidación de la unidad.

Al respecto comentó que esa premisa constituye una garantía, a su vez, para las alianzas estratégicas y tácticas con otras fuerzas políticas que no tengan otro propósito diferente al de la construcción y engrandecimiento patrio.

Hemos redactado y aprobado, manifestó, para el debate nacional el documento denominado Líneas de acción política, rumbo a la conformación del gran polo patriótico, la Campaña Admirable 2011-2012.

Indicó que, de esta manera, se podrá asegurar la continuidad del proceso revolucionario, democrático, pacífico, incluyente, que también le pertenece a la clase media.

En lo inmediato tenemos la elección el próximo 5 de diciembre de dos gobernadores y 11 alcaldes. Todo nuestro apoyo para los candidatos del PSUV, para ellas y ellos, toda nuestra solidaridad y compromiso, concluyó.

rc/dor

Nota.-

Hugo Chávez, controvertido político de la escena sudamericana y con repercusión internacional, mundial, presenta en este artículo de Doris Calderón Terry algunas ideas que pueden servir al actual trabajo de preparación de la organización del Socialismo Peruano, para comprender el primer gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana. Es oportuno comentar algunas ideas resaltadas.

Es cierto que todo grupo político debe hacer un balance constante para fortalecer la unidad, la cohesión, la ofensiva y la batalla. Sin él ¿cómo evaluar sus propias fuerzas en relación con las de su entorno?

Es cierto que todo grupo es real mientras sea el producto de una militancia histórico-constructiva con capacidad de comprender el pasado, de sentir el presente y de inquietarse por el porvenir. Si no ¿cómo puede aspirar a la realización colectiva?

Es cierto que toda nuestra moral de productores no será suficiente si no fundimos la masa del pueblo en un todo, desechando el torpe enfrentamiento cuadros-masas. Si no ¿cómo pueden los cuadros por un lado, las masas por otro lado mostrar eficacia en los objetivos, flexibilidad en los medios, eficiencia en los recursos?

Es cierto que ahora más que nunca se requiere comprender el mensaje del gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana. Si no ¿en qué queda la preparación de la organización en lo cuantitativo y cualitativo (Partido, Movimiento)?

Es cierto que se requiere de un partido de masas y de ideas, de multitudes pensantes y operantes. Si no ¿cómo puede ser vanguardia de la clase, del pueblo todo?

Es cierto que sólo así se puede aglutinar todas las tendencias y grupos que se reclamen del Socialismo Peruano, que aporten a la consolidación de la unidad. Si no ¿cómo pueden prevalecer los mejores cuando saben ser los mejores?

Es cierto que este trabajo propio es la base para alianzas estratégicas y tácticas, a largo y a corto plazo con otras fuerzas del panorama político en que se actúa. Si no ¿cómo se puede disparar la flecha en el blanco?

Es cierto que sólo una planeación sistemática puede garantizar la continuidad del proyecto político. Si no ¿de qué vale el grito aislado, la muchedumbre dispersa?

Es cierto que en el proceso electoral el Socialismo Peruano debe tener sus propios candidatos. No se trata de deshojar margaritas para terminar escogiendo “el mal menor” en el abanico que el propio sistema ofrece. La elección es un medio de engaño que el pueblo debe convertir en instrumento de emancipación. Si no ¿cuándo el termómetro del sufragio universal podrá marcar “el punto de ebullición”?

En el panorama político peruano que se reclama del comunismo, del socialismo, del “mariateguismo”, del “amautismo”, de la “izquierda democrática”, cada tendencia, cada grupo está en el deber, ante su propia militancia y ante las otras tendencias y grupos, de realizar periódicamente el balance interno de su concretización y su proyección política. Las tendencias y grupos son una necesidad inicial. El trabajo siguiente impone el deber de fomentar la unidad organizativa ¡y pasar a la coordinación efectiva!

Ragarro
29.11.10

domingo, 28 de noviembre de 2010

PEDAGOGICA EXPLICACIÓN DE LA CRISIS

Hace algunos días se solicitó a un prestigioso asesor financiero que explicara de una forma sencilla la crisis que estamos viviendo, para que la gente de a pie entendiese sus causas y consecuencias. Este fue su relato:

Un hombre se presentó en una aldea en la que nunca había estado antes y ofreció a sus habitantes 100 euros por cada burro que le vendieran.
Buena parte de la población le vendió sus animales.

Al día siguiente volvió y ofreció mejor precio: 150 por cada burrito.
Otra buena parte de la población vendió los suyos.
Volvió un día después y ofreció 300 euros.
El resto de la gente vendió los últimos burros.
Al ver que no había más animales disponibles, el hombre ofreció 500 euros por cada burrito, dando a entender que los compraría a la semana siguiente, y se marchó.
Al día siguiente mandó a la aldea a su ayudante con los burros que había comprado, para que los ofreciera a 400 euros cada uno.
Ante la posible ganancia a la semana siguiente, todos los aldeanos compraron los burros a 400 euros. El que no tenía dinero lo pidió prestado. De hecho, compraron todos los burros de la comarca.
Como era de esperar, el ayudante desapareció, igual que su jefe, y nunca más se supo nada de ellos.
Resultado: la aldea quedó llena de burros y de endeudados.

Hasta aquí lo que contó el asesor.
Veamos lo que ocurrió después:

Los que habían pedido dinero prestado, al no vender los burros, no pudieron pagar
los préstamos.
Los que habían prestado dinero se quejaron al ayuntamiento diciendo que si
no cobraban, se arruinarían, y entonces no podrían seguir prestando… y
se arruinaría también todo el pueblo.
Para que los prestamistas no se arruinaran, el alcalde, en vez de dar dinero a la gente del pueblo para pagar las deudas, se lo dio a los propios prestamistas. Pero estos, ya cobrada una gran parte del dinero, no perdonaron las deudas a los del pueblo, que siguieron igual de endeudados.
El alcalde dilapidó así el presupuesto del ayuntamiento, que quedó también endeudado. Entonces pidió dinero a otros ayuntamientos, pero éstos se negaron a ayudarle porque, como estaba en la ruina, no podría devolver lo que le prestasen.
El nuevo resultado:
- Los listillos del principio, forrados.
- Los prestamistas, con sus ganancias resueltas y un montón de deudores a los que seguir cobrando lo que les prestaron más los intereses, e incluso
adueñándose de los ya devaluados burros con los que nunca llegarían a cubrir toda la deuda.
- Mucha gente arruinada y sin burro para toda la vida.
- El ayuntamiento igualmente arruinado.

El resultado ¿final?:
Para solucionar esta preocupante situación y salvar a todo el pueblo,
el ayuntamiento…
¡¡ BAJÓ EL SUELDO A SUS FUNCIONARIOS !!

Fuente: http://pildorasdesabiduria.blogspot.com/2010/11/pedagogica-explicacion-de-la-crisis.html

sábado, 27 de noviembre de 2010

PROVOCACIONES A COREA DEL NORTE



La decisión lógica y estratégica de Corea del Norte
27-11-2010
Ernesto Wong Maestre
Barómetro Internacional


El actual conflicto en la península de Corea tiende a incrementarse en razón de las continuas provocaciones militaristas que Corea del Sur, con el apoyo de los Estados Unidos, lleva a efectos contra la República Popular Democrática de Corea (RPDC).

En estas ultimas maniobras militares de Corea del Sur en aguas del Mar Amarillo, muy próximas al territorio marítimo de la RPDC, participan unos 70 mil efectivos abastecidos con los más modernos y sofisticados equipos de alta tecnología de guerra, en buques y navíos armados con los últimos sistemas de radares y misiles altamente destructivos, que constituyen un peligro y amenazan la soberanía norcoreana.

En contraste con la ausencia de este tipo de maniobras militares de parte de Corea del Norte y de sus propuestas de conversaciones bilaterales, Surcorea ha insistido en la vía de las provocaciones militares, alentadas desde Washington, cuando el propio gobierno de Seúl y su partido de gobierno se encuentran en una situación de descrédito político reflejada en las últimas elecciones.

A diferencia de anteriores maniobras surcoreanas, en estas sus efectivos realizaron disparos de obuses contra el territorio marítimo de la RPDC, lo que fue respondido de manera fulminante con disparos de obuses contra la isla Yeonpyeong, militarizada por Surcorea, y geográficamente cerca de la RPDC.

Según diversos analistas citados por el líder cubano Fidel Castro en pasadas reflexiones, Estados Unidos estaría decidido a iniciar una guerra de agresión ya sea contra Irán o contra Corea del Norte.

Los fines podrían quedar claros si se tienen en cuenta las directrices del Club Bilderberg, cúpula del poder global imperial, y las proyecciones manifestadas por los halcones de Washington y sus tanques pensantes ultraconservadores.

Alentar la carrera armamentista en esas regiones y tratar de detener el avance nuclear norcoreano así como el pujante desarrollo económico de China, que estaría obligada a involucrarse en el apoyo a la RPDC como lo hizo en 1953 cuando EEUU agredió a Pyongyang, podrían ser objetivos estratégicos del imperialismo yanqui, pues ambos conflictos armados se desarrollarían en zonas fronterizas o muy cercanas al gigante asiático y también podrían ocasionar erosiones en la alianza chino-rusa, en la fortaleza de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCSh) y en la estabilidad económica y política que viene logrando la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), sus integrantes y aliados que ya constituyen los principales competidores económicos, tanto de Europa como de EEUU.

Paralelamente, EEUU busca reafirmar y reagrupar en torno a él, de forma más sólida y dependiente, a Japón y Corea del Sur, y también a la propia y aumentada pero más débil Europa occidental que poco a poco ha ido vinculándose económicamente al mundo asiático para salir de sus crisis.

Lo ocurrido meses atrás en torno al buque de guerra surcoreano Cheonan, torpedeado y hundido mientras participaba en maniobras militares con EEUU, constituyó un hecho insólito de operación encubierta de autoagresión para provocar un conflicto armado entre ambas Coreas, que sólo fue evitado por la sabiduría milenaria y calma asiática, la actitud de China y las alertas de Fidel Castro.

De manera que la decisión militar de Corea del Norte de responder firmemente a las provocaciones cada vez más peligrosas de parte de Surcorea y de su aliado EEUU es una demostración contundente de la disposición que tiene la nación norcoreana a enfrentar en una guerra -si es necesario- a Corea del Sur y a EEUU si se proponen invadir y ocupar el territorio norcoreano.

wongmaestre@gmail.com

viernes, 26 de noviembre de 2010

PERO SI ESTAMOS TAN BIEN, ¿POR QUÉ NOS SENTIMOS TAN MAL?

La Republica democrática no es tan democrática como pensábamos. Mientras unos se desgañitan gritando por todos los medios que el país crece: “El año del 2021 puede ser el paso del Perú al primer mundo” (Alan García, julio 2010). La brutal realidad nos golpea el rostro. Las desigualdades y exclusiones progresan en los cuatro puntos cardinales de ese Perú que sólo está en la afiebrada imaginación de García. Lo cierto es que la Republica de la democracia representativa ha dejado de ser útil en la sociedad peruana. Por donde se la vea esa “democracia” hace agua. Se hunde en el pantano de la incompetencia y la corrupción.

Cesar Hildebrandt, en un ensayo que reproducimos más abajo, se pregunta: “¿Por qué si somos un país que crece a tasas espectaculares, seguimos, en muchos aspectos, en un estado de barbarie?” Y se responde: “a mi leal saber y entender: porque esta riqueza provisoria que nos anima la vida es otro ciclo de eso que algunos han llamado "prosperidad falaz". / Fuimos ricos guaneros, ricos algodoneros, ricos azucareros, ricos salitreros, ricos caucheros, ricos anchoveteros y hemos sido siempre ricos mineros.”

Hildebrandt limita su diagnóstico, no quiere ir más allá. Nos describe rápidamente la historia de la República Peruana pero no se atreve a expresar lo que es evidente a todas luces: La crisis del Estado Republicano. La república burguesa nació anómala. Nuestra burguesía nunca se puso la camiseta del Perú. Heraclio Bonilla hace más de 30 años, al estudiar el proceso de formación de la burguesía, concluyó que la política de la clase dominante es “cada vez más burguesa a condición de ser cada vez menos nacional”[1]. El proceso de desnacionalización de nuestra burguesía lo comprobamos con mucha nitidez en el curso de las últimas décadas. El saqueo del país es propio de fuerzas extranacionales. La burguesía peruana no se siente peruana. El Perú es apenas un botín en la guerra de mercados.

En el Perú el utilitarismo lo domina todo. “El asunto no es sólo vender piedras sin moler y tener más plata” dice Cesar Hildebrandt. El año pasado, Michael Porter, el gurú de la competitividad, nos visitó e hizo serias críticas al “modelo peruano”. Señaló en aquella ocasión “que a pesar del crecimiento de los últimos años, el país era demasiado dependiente de las exportaciones de materias primas con poco valor agregado”. La respuesta del stablishment fue una avalancha de “críticas furibundas a Porter”, “se le dijo que no conocía el país, que su análisis era sesgado y, también, que algunas de sus cifras eran falsas.” Esa es la razón que Humberto Campodónico, destaque como “una grata sorpresa que Michael Porter esté nuevamente en el Perú invitado al CADE 2010 con la conferencia «Una nueva estrategia económica para el Perú». Pareciera que va tomando fuerza la idea que el actual crecimiento económico no es sostenible, tal cual, en el largo plazo.” [2] No parece sino es una realidad el conflicto entre dos enfoques en el terreno de la economía. De una parte, un enfoque privilegia las ventajas comparativas, el camino de la “prosperidad falaz” basado en la exportación de materias primas a que hace alusión Cesar Hildebrandt. Y de otra parte, se pone el acento en las ventajas competitivas en el desarrollo nacional.

Gastón Acurio en una entrevista de Milagros Leiva Gálvez sostiene que el Perú no puede ser copia de “Francia o Estados Unidos. Tenemos que mirarnos hacia adentro, reconociendo nuestra multiculturalidad y viéndola como una oportunidad, como una ventaja competitiva frente al mundo. Somos un país de muchas razas y de muchos pueblos que deben reconocerse y admirarse mutuamente.” Somos un país de muchas potencialidades no somos un mendigo sentado en un banco de oro. Cesar Hildebrandt cree que en “el Perú actual se ha dejado de soñar”. Y no le falta razón; pero, sólo, en lo que se refiere a la clase dominante que hace mucho ha dejado de ser clase dirigente. El utilitarismo, y desesperación por enriquecerse, de la élite les impide soñar. Soñar es crear un mundo mejor. Soñar es el motor de las transformaciones sociales. Soñar es un proceso mental en el que se produce una reelaboración de la información almacenada en la memoria. Soñar despierto es reelaborar en el imaginario el futuro. El utilitarismo castra esa capacidad de soñar. Y un pueblo que no sueña no tiene futuro.

La política no es un monólogo es antítesis, es antagonismo; es la expresión concentrada de las contradicciones en el terreno de la economía. La política, como todas las cosas, tiene fundamentalmente dos polos. El polo de la burguesía se ha encargado de envilecer, de prostituir, la actividad política. El polo de los trabajadores la ennoblece, la dignifica, la eleva cuando es revolucionaria. “La polí­tica – decía el maestro Mariátegui – es hoy la única grande actividad creadora. Es la realización de un inmenso ideal humano. La política se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es revolucionaria.”[3] Y como hacer política es pasar del sueño a la obra, de lo abstracto a lo concreto. La política en el Perú del siglo XXI está por reinventarse.

Tacna, 26 Noviembre 2010
EBM

[1] Guano y Burguesía en el Perú, Heraclio Bonilla, Instituto de Estudios Peruanos, 1974, Pág. 171.
[2] Véase en http://tacnacomunitaria.blogspot.com/2010/11/cade-2010-el-regreso-de-porter.html
[3] JCM, La Escena Contemporánea, Henri Barbusse, Pág. 158




César Hildebrandt
Semanario "Hildebrandt en sus trece"


Me inquietan algunas preguntas.

Las preguntas son estas:

¿Por qué si somos un país que crece a tasas espectaculares, seguimos, en muchos aspectos, en un estado de barbarie? ¿Por qué si vamos siendo ricos tenemos la educación que tenemos, los modales de cerdo que hacemos padecer a los demás, la radio casi analfabeta que consumimos, la televisión excrementicia que nos persigue, la prensa banal, cuando no delictiva, que leemos? ¿Por qué si nos va tan bien no podemos tener una ciudad amable y limpia, sin el tráfico que nos secuestra horas interminables? ¿Por qué tenemos, al mismo tiempo que grandes inversiones, una policía mayormente podrida, un poder judicial siempre sospechoso, unos congresistas que avergüenzan, un Tribunal Constitucional desprestigiado por meterse donde no debe y fallar a veces a destajo?

En suma, ¿por qué ahora, cuando muchos dicen que ya pertenecemos a la clase media del mundo, parecemos más primitivos que nunca?

La respuesta no es difícil, pero pocos la quieren cantar.

Y es esta, a mi leal saber y entender: porque esta riqueza provisoria que nos anima la vida es otro ciclo de eso que algunos han llamado "prosperidad falaz".

Fuimos ricos guaneros, ricos algodoneros, ricos azucareros, ricos salitreros, ricos caucheros, ricos anchoveteros y hemos sido siempre ricos mineros. Lo que nunca hemos tenido es orden, respeto y educación, fomento de las artes, ética laboral, justicia y sentido del prójimo.

Ahora creemos que somos más país porque las cifras están en azul y el dólar baja. Es una miseria de visión la que nos reduce al dinero, al PIB, la balanza de pagos. Eso es derrocar al alma y prescindir de lo que nos hace más humanos: los valores.

Releo los párrafos anteriores y compruebo, gustoso, que no son fashion, que suenan anacrónicos, que vienen de la más amplia minoría. ¡Qué bien! ¡Cuánto me alegra! Me moriría de la pena si lo que escribo se pareciera, aunque fuese de perfil, a la "prosa" periodística moderna.

Estoy, también en esto, en mis trece. Nadie me va a convencer de que para estar a la moda tienes que renunciar a pensar, tienes que apagar tu ira, tienes que pertenecer al colectivo del optimismo de las barras bravas.

No tengo ganas de aplaudir después de oír este concierto. Es música que ya conozco y sé a dónde nos conduce.

Oigo la radio, escucho a esos periodistas convertidos en iletrados con el esfuerzo de los años, leo las miserias embrutecedoras de la prensa popular, advierto los silencios de la gran prensa, compruebo la tele y me digo: por lo menos, en cuanto a periodismo se refiere, hemos desmejorado.

Preveo, como todos, el 2011 y me imagino el dilema. ¿Será Keiko? ¿Será Castañeda? ¿No nos mereceríamos algo mejor ahora que estamos, como dice García, con la proa al primer mundo? Entonces me digo que, en cuanto a políticos y representación, tampoco somos mejores que antes.

¿Somos mejores en educación? Las cifras son rotundas y las pruebas internacionales también: no hemos subido de nivel.

¿Hemos rebajado la corrupción? Pregúntenle al doctor García. Él sabe la respuesta. También lo saben Odebrecht, Graña y Montero, Andrade Gutiérrez. No lo ignora el ministro Cornejo -ese ente recaudador-. No deja de saberlo el señor Nava. Entonces me digo: vaya, en este asunto estamos estancados. Pero me equivoco. Hoy se roba más. La sobrevaloración de 200 millones de soles de la avenida Néstor Gambetta es de índole tan criminal que si fuéramos el país de Lula ya tendríamos nuestro Collor de Melho.

El asunto no es sólo vender piedras sin moler y tener más plata. Es aspirar a la civilización, ese contrato socialmente aceptado. Es soñar con ser mejores. En el Perú actual se ha dejado de soñar. Por eso para tanta gente que viene de afuera nos parecemos a una pesadilla.


¡NOS ESTAN CERRANDO EL PORTÓN!
Cesar Hildebrandt:

Hace ya unos meses, anduve de vacaciones y fui invitado a visitar una finca propiedad de un paisano alemán del Volga donde elaboraban jamones caseros. Al pasar por un chiquero, me llamó la atención el porte de una chancha amamantando a unos cuantos lechones.

Para salir de la curiosidad, le pregunté al hijo del patrón que me estaba atendiendo de qué raza eran esos chanchos. - Son de raza “Sudamericana”……Pero espere que llame a mi padre, a él le va a gustar contar la historia.

Por la puerta de la cocina emergió don Helmut, un gigante de cabellos blancos que se desplazaba con un bastón de 3 patas y me invitó a sentarme a la mesa de la galería donde estaba un enorme botellón de alcohol de nuez de no menos de 60 º.

-¿Ud. sabe como se cazan los chanchos salvajes del monte?- me espetó el gringo sin más trámite, mientras me servía un vasito chato de ese brebaje.
- Bueno, creo que los perros “los paran” y un fusil que los sacrifica, le contesté prudentemente, presintiendo que la historia venía por otro lado y que el viejo sabía más que yo…
- En este caso, no es así. - me dijo don Helmut y prosiguió: - Y cuando le diga cómo los cazo yo, Ud. va a poder entender porqué se los llama de raza “Sudamericana” y si es un hombre inteligente, podrá sacar algunas conclusiones acerca de por qué a Sudamérica le va como le va.

En el fondo de la finca, detrás de aquella cortina de álamos que Ud. ve, y hasta la costa del río, hay un monte silvestre y sin trabajar. Dentro de ese cuadro, suele haber chanchos salvajes del monte, Para cazarlos hay que comenzar por buscar un manchón sin matorrales y tirar un poco de maíz en el piso, Cuando los chanchos lo descubren, van a comer todos los días, y Ud. solo tiene que reponerles diariamente la ración, Una vez acostumbrados, construye una cerca en uno de los lados del sitio y les sigue poniendo alimento, Por unos días van a desconfiar, pero después terminan por volver.

Entonces se hace otra cerca a continuación de la anterior y les sigue poniendo comida hasta que dejen de dudar y regresan a comer. Y así sucesivamente, hasta que casi cierra los cuatro lados y solo deja una abertura para un portón. Ya para entonces se han acostumbrado al maíz fácil, le han perdido el miedo a los cercos y entran y salen casi con naturalidad…

Un día va y coloca el portón, lo deja abierto y sigue poniendo maíz, hasta que encuentra la piara comiendo, entonces le cierra la puerta. Al principio empiezan a correr en círculos como locos, pero ya están sometidos. Muy pronto se tranquilizan y vuelven al alimento fácil que ya se olvidaron de buscar por si mismos, y aceptan la esclavitud.

Uds. los sudamericanos no se dan cuenta que los gobiernos populares y demagógicos que tienen, proceden de la misma manera que yo con los chanchos…Les tiran maíz gratis disfrazado de programas de ayuda, planes sociales, empleos públicos, cargos políticos, sueldos para ñoquis, subsidios para cualquier cosa, leyes proteccionistas, sobornos electorales… Todo a costa del sacrificio de las libertades que les van confiscando migaja a migaja… usan el alimento fácil que ya se olvidaron de buscar por si mismos, y aceptan la esclavitud.

Y los sudamericanos no se dan cuenta que no existe la comida gratis, y que no es posible que alguien preste un servicio más barato que el que uno mismo hace.
¿Acaso no ven que toda esa maravillosa “ayuda” que reparte el gobierno, lo hace con los poderes que el pueblo permite que se arroguen, para depredar las libertades y los bienes de la gente que trabaja y que produce?
¿Pero cómo pueden vivir en un paraíso y tratar a toda costa de convertirlo en un infierno…? ¿Cómo pueden crear conciencia cívica, si los políticos forman cuadros de Borocotó…?

¡¡Sigan así – no más -, y que Dios los ayude cuando les cierren el portón!!! Don Helmut se mandó lo que quedaba del cuarto vasito de un solo trago, me saludo y se fue rengueando por la puerta de la cocina.

Y yo, mareado por el alcohol y apabullado por la verdad, saludé al hijo y me volví rumiando bronca por el polvoriento camino de regreso a casa…

Preguntas que también nos hacemos. ¿Y cuando bajen los precios de los minerales, que haremos? ¿Cuando nos demos cuenta que ya no tenemos amazonía, por que esta siendo vendida, que haremos? Volveremos a la pobreza de siempre. A gimotear de lo que tuvimos, mientras otros serán más ricos.

martes, 23 de noviembre de 2010

EL AGUA NO ES NEGOCIABLE. LA MINERIA SI.

COLOMBIA



ARGENTINA

CADE 2010: El regreso de Porter

La República, Sáb, 13/11/2010 - 05:00
Por Humberto Campodónico
El año pasado Michael Porter, el gurú de la competitividad, vino al Perú e hizo una serie de críticas al “modelo peruano”. Dijo, por ejemplo, que a pesar del crecimiento de los últimos años, el país era demasiado dependiente de las exportaciones de materias primas con poco valor agregado y, en lo social, que persistían altos niveles de desigualdad que afectaba a amplios sectores de la población.
Las críticas furibundas a Porter no se hicieron esperar. Se le dijo que no conocía el país, que su análisis era sesgado y, también, que algunas de sus cifras eran falsas. En síntesis, que se vaya con su música a otra parte, que por acá todo está muy bien.
Es por eso una grata sorpresa que Michael Porter esté nuevamente en el Perú invitado al CADE 2010 con la conferencia “Una nueva estrategia económica para el Perú”. Pareciera que va tomando fuerza la idea que el actual crecimiento económico no es sostenible, tal cual, en el largo plazo; motivo por el cual hay que transitar por los senderos de la competitividad, que es el tema central de este evento.
El planteamiento de Porter rompe con el enfoque de las ventajas comparativas del economista inglés David Ricardo a principios del siglo XIX (después ampliado por otros economistas), que afirma que los países deben producir aquellos bienes en los cuales tienen una buena dotación de factores (capital, tierra, mano de obra). Esto lleva a la especialización de los países en la producción de esos bienes y, también, a una determinada división internacional del trabajo.
Así, por ejemplo, el Perú se inserta internacionalmente como exportador de materias primas, que representan el 70% del total de exportaciones. En los países desarrollados, también llamados industrializados, la cosa es exactamente al revés: el 80 a 90% de sus exportaciones son productos manufacturados.
Para Porter lo importante es que los países busquen su ventaja competitiva (VC), lo que ocurre cuando una organización o empresa adquiere o desarrolla atributos que le permiten superar a sus competidores. Y eso depende de la productividad con la cual una nación usa sus recursos de capital, humanos y de recursos naturales.
Esta competitividad debe buscarse en todas las ramas empresariales, desde la explotación de recursos naturales hasta los nuevos productos que utilizan las tecnologías de la información y del conocimiento. Agrega Porter que la productividad de las industrias domésticas o locales es fundamental para la competitividad, no solo la de las exportaciones industriales.
Así, “la competitividad no se hereda, no depende de la coyuntura económica ni se puede importar como un paquete llave en mano. Lo que hace próspero a un país es la capacidad de las empresas para alcanzar elevados niveles de productividad; es decir, la capacidad para usar con eficiencia e innovando permanentemente, la mano de obra, los recursos naturales y el capital”.
El enfoque de Porter tiene componentes macro y microeconómicos y pone énfasis en la necesidad de instituciones. En su famoso “diamante” analiza las condiciones de los factores, de la demanda, de las industrias de apoyo, de las estrategias de las empresas y, del rol del gobierno.
Finalmente, Porter dice que “hay una fuerte conexión entre el desarrollo económico y el desarrollo social. Mejorar la competitividad y reducir la pobreza requiere mejorar, simultáneamente, el contexto económico y el contexto social”. Como se aprecia, estamos bien lejos de la “teoría” del “chorreo”, que vendría como corolario de la eficiente asignación de recursos por el “libre mercado”.
La vuelta de Porter al Perú tiene gran importancia en CADE pre electoral. La cuestión es que sus aportes sean escuchados por los candidatos presidenciales y, sobre todo, que los hagan uno de los elementos centrales de sus planes de gobierno.

lunes, 22 de noviembre de 2010

¡OH NAVIDADES… COMO NO SER CONGRESISTA!



Lobby es la voz que más se escucha entre los representantes de los importadores de carros usados de Tacna en sus andanzas por los pasillos del Congreso. ¿Qué está pasando? ¿Por qué la expresión lobby está en la punta de la lengua de los importadores de autos usados?

En los pasillos del congreso se comenta que los Padres de la Patria estarían solicitando una bolsa navideña a los representantes de los importadores de carros usados para dar luz verde al proyecto de Ley Nº 3962 que busca la homologación del plazo de importación de vehículos usados hasta el 2012.

La lógica de los Congresistas es que en los últimos cuatro años, el promedio anual de vehículos que ingresan a la ZOFRA Tacna es de 25 mil 231 unidades y las utilidades por unidad es superior a los 2,000 dólares americanos; por tanto, es justo que los importadores se mojen con 1000 dolarcitos por cada unidad que ingrese a ZOFRA Tacna en los dos años adicionales. Pero, a los amarretes de los carros usados les parece demasiada onerosa la adquisición del Proyecto de Ley: Un millón de dólares para cada Congresista. Los importadores han comentado: ¡Qué desfachatez, nos han visto cara de Papa Noel!

Los chicos traviesos de la Cabecera del Desierto y El Dedo del Perú que no se pierden una descubrieron que la canción favorita de los Congresistas es MI PRIMER MILLÓN:


Unidad y unidades: ¿De que tipo de “unidad” hablamos?



Por Grajo Camaso

Estando próximo un nuevo proceso electoral nacional el tema de la “unidad” aparece con fuerza en todos los ambientes y escenarios políticos. Sin embargo es preciso diferenciar la unidad por la que clama el pueblo “desde abajo” y la unidad oportunista que se cocina “desde las cúpulas”, con pretensiones e intereses muy distintos.

La dicotomía Estado-Pueblo: Un desafío sin resolver

El pueblo como categoría social y política no existe en abstracto, sino que está conformado por sectores laborales muy específicos, incluso con intereses distintos, cuando no contrapuestos. Pero se caracteriza principalmente por ser expresión de las clases trabajadoras, mayoritarias, marginadas de los procesos efectivos del ejercicio del poder político concentrado en el Estado.

Teóricamente se supone que el Estado representa al pueblo pero en sociedades marcadas por la explotación de clase el Estado expresa la voluntad y el dominio de las clases dominantes, quienes permiten el juego de la democracia mientras ésta no socave los cimientos de su poder.

Apenas, pierden el control de la situación por un avance de las fuerzas sociales las clases dominantes tocan las puertas a los cuarteles y desencadenan una dictadura, que en realidad solo es una expresión desembozada de su dictadura real y permanente, así sea “en democracia”.

El Estado Socialista o Estado Comuna es la propuesta Socialista para superar la dicotomía Estado-Pueblo, mediante un Estado del Pueblo que ejercite una nueva democracia (obrera, socialista, popular, etc), superior en cantidad y calidad a la capitalista.

Esta nueva democracia no pretende ser pura en abstracto, pues ninguna democracia puede serlo, y en esencia no puede dejar de ser una dictadura, aunque se trate de una dictadura solo para los sectores explotadores que signifiquen una amenaza al proceso de cambio social.

Esta no es la oportunidad para analizar los mecanismos que mejor favorecen la institucionalización de un Estado del Pueblo y sin duda se trata de un tema complejo, pues hemos visto desnaturalizarse muchos modelos que supuestamente estaban diseñados para asegurar el control del poder por el pueblo.

Sin duda, el Partido único, la Asamblea Popular o Asamblea de Todo el Pueblo son formas que habrá que revisar con un gran sentido crítico para formular una reforma política que contribuya de mejor modo a consolidar un poder popular. Y en este terreno aún no se ha inventado la pólvora. Si alquien tiene la receta que nos la comunique para compartirla.

Pueblo, Programa y Poder Popular

La frase: “El pueblo es la fuente de todo poder”, es una verdad relativa. En teoría lo es, pero en la práctica, las clases dominantes tienen la habilidad de hacerse del poder mediante el control del Estado, un Estado diseñado e instituído a la medida de su interés. Para esto se valen del “derecho” que no es sino la voluntad de la clase dominante erigida en ley.

Una tarea revolucionaria es debelar la contradicción entre los intereses auténticos del pueblo y un tipo de Estado y de Derecho que se ha divorciado de él y no lo representa.

La mejor forma de demostrar este divorcio es haciendo conciencia sobre los intereses de los diversos sectores de las clases trabajadoras opuestos radicalmente a los intereses de las clases, grupos y conglomerados de poder que se benefician de esta seuda democracia y usufructúan del poder del Estado.

Para hacer conciencia de dicho interés se requiere construir Programa, entendido como un proceso para articular como propuesta política coherente y viable las aspiraciones de los sectores sociales comprometidos con un cambio social profundo y radical.

La construcción de Programa es una de las principales tareas políticas actuales, tiene una formidable capacidad movilizadora y es la base o el cimiento del poder popular porque permite forjar la unidad del pueblo pero con contenido y propuestas eficaces, no solo como una ilusión electoral en el marco de una falsa o seudo democracia.

Históricamente la construcción programática ha sido descuidada por la izquierda tradicional, tanto en sus vertientes: derechista, izquierdista o dogmática-paralítica. Unos más preocupados en hacer oposición parlamentaria y buscar cambios superficiales, otros por suplantar el verdadero poder popular por un partido armado o un supuesto ejército del pueblo, y los terceros más preocupados en pontificar desde las alturas, sin insertarse en serio en el movimiento social.

La unidad en la actual coyuntura

Es muy cierto que hay que cerrar el paso a la derecha, bregar por abrir y fortalecer espacios democráticos y obtener triunfos populares que fortalezcan la voluntad de lucha de los diversos sectores populares. No podemos dudar, por ejemplo, que el triunfo de Fuerza Social, ha sido una derrota de los sectores tradicionales en el poder y ha insuflado en el pueblo ganas de luchar y obtener triunfos en el terreno de la lucha política electoral.

Pero no debemos perder la perspectiva de que la contienda electoral se realiza en un marco legal y político limitado y restringido para fortalecer y ejercer el poder popular. El verdadero poder popular se construye desde las bases, forjando la unidad programática del pueblo y desplegando todas las formas de lucha que el pueblo considere legítimas y apropiadas.

Por esto no debemos confundir el legítimo llamado y reclamo de los trabajadores que claman por la unidad y colocan sobre la agenda política sus demandas y reivindicaciones más sentidas. Este llamado a la unidad no debe confundirse con el llamado a la unidad que por cálculo electoral hacen dirigentes tradicionales que solo buscan “pescar a río revuelto” y acomodarse en el mejor lugar que les permita el sistema establecido.

Al margen de una u otra propuesta política formalmente inscrita y válida para postular en las elecciones, al margen de uno u otro candidato con propuestas más o menos sinceras o amañadas, el pueblo debe continuar forjando su unidad programática y buscar las mejores herramientas -electorales y no electorales- para construir y ejercer su poder popular.

Fuente: http://caminosocialista.wordpress.com/

viernes, 19 de noviembre de 2010

RAMÓN GARCÍA DESENREDA LA MADEJA




Efraín Huamanchahua,
Legion noigel,
odiotumundo:

I

A lo largo de tres años he recibido unos 15 correos de Legion noigel odiotumundo, del 11.09.07 al 15.11.10 (Entre ellos acerca de Delfín Lévano, El FER y los 80, El FER y los 90, Crisis del Capitalismo) Por supuesto, los leía nomás, porque me inscribo entre los que no responden o comentan anónimos. Antes había preguntado a varios activistas si conocían a Legion noigel, pero tampoco sabían quién podría ser.

El 01.11.10, vía Manuel Velásquez Rangel recibí su artículo Lenin y la exaltación… (25 páginas) Por supuesto, también lo leí nomás. Pero me extrañó quién lo reenviaba.

Después, el 07.11.10 volví a recibir ese mismo artículo junto a otro de Gustavo Pérez Hinojosa. Me extrañó más, pues tanto MVR como GPH son del grupo Movimiento Político Inkari-Lima. Y hasta pensé que “aquí hay gato encerrado”. Como es notorio por parte y parte, ambos artículos disuenan, uno afiliado al marxismo y otro afiliado al anarquismo. Por eso avancé el artículo Marxismo o Bakuninismo. (Quien lo difundió como “Bakunismo” escribió después Bakuninismo; en todo caso, a él le toca aclarar esa confusión) Pero ya está aclarado que yo recibí ese envío doble, y que GPH no lo envió.

El 15.11.10 recibí correo suyo, A Modo de Aclaración (12 páginas) donde firma Efraín Huamanchahua. Recién conozco, pues, la unidad de tres nombres, como decir “tres personas distintas y un solo Dios verdadero” Si no se hubiera identificado, no pasaría a contestarle. Y por eso mismo, aunque repetí su párrafo explicatorio sobre la relación Legion noigel-GAES, sólo me referí a GAES (Y no hay confusión, pues usted reitera ser uno de los cuatro ponentes de la reunión y usó el material colectivo para su artículo)

II

Ni anarquismo es solo Bakunin ni marxismo es solo Marx. Esto es obvio. Pero si de nombres se trata, no estamos lejos de usar los correctos. Y ya es tiempo de usarlos.

El anarquismo surgió antes que el marxismo. Se basa en la concepción idealista de la historia (ideísta, pues deriva de idea, no de ideal). El marxismo surgió después, y se basa en la concepción materialista de la historia (materiista, pues deriva de materia, no de material). Es la gran ruptura dialéctica. Pero históricamente, la concepción materialista surgió antes que la concepción idealista (Heráclito, Demócrito, p.e.). Por eso, primero fue Cibeles antes que Zeus, y entre nosotros primero fue Mamapacha antes que Inti.

Anarquismo es, pues, idealismo. Marxismo es, pues, materialismo. Si se afianza esta diferencia esencial, otros nombres son subsidiarios, incluso secundarios.

El anarquismo es libertario, libre-pensador, ateo, anticlerical (come cura), ácrata (sin gobierno). Es decir, “Políticamente, históricamente, el anarquismo es, como está averiguado, la extrema izquierda del liberalismo. Entra, por tanto, a pesar de todas las protestas inocentes o interesadas, en el orden ideológico burgués. El anarquista, en nuestro tiempo, puede ser un revolté, pero no es, históricamente, un revolucionario”. (JCM, 7 Ensayos. Usted mismo señala esa filiación de Lino Urquieta)



Entonces, Bakunin no es el comienzo sino la concretización del anarquismo. Al ser expulsado de la I Internacional, por hacer trabajo de zapa para destruirla, el bakuninismo representó el anarquismo y se hizo fuerte en España y en Italia, países europeos meridionales con menos desarrollo capitalista, industrial. Por eso allí tuvo acogida.

De España nos llegó la corriente teórica del anarquismo. La trajo González Prada, “el precursor de la transición del período colonial al período cosmopolita” en nuestra formación nacional. Su gran mérito es que “representa, de toda suerte, un instante -el primer instante lúcido-, de la conciencia del Perú” (JCM, 7 Ensayos) Esta corriente no nos dejó un programa. Y “Si hay algo que aprender del sindicalismo anarquizante de Barcelona, es sin duda la lección de su fracaso”. (JCM, Ideología y Política)

De Italia nos llegó la corriente obrera del anarquismo. Caracciolo Lévano y otros forjaron el vital paso del mutualismo asistencialista al anarco-sindicalismo (Federación de Panaderos, Congreso Obrero, La Protesta, otras actividades relevantes que figuran en nuestra historia social). Tampoco nos dejó un programa. Agotada su función, muchos de sus activistas ingresaron en las filas del Socialismo Peruano, y del aprismo después.

Los anarquistas lucharon por sus ideales, sufrieron persecución, cárcel, tortura, destierro, muerte. Ese ejemplo de entrega jamás se debe menospreciar, olvidar.

Entonces, estudiar el anarquismo en lo internacional es importante, pero estudiarlo en lo nacional es lo dirimente. Cuál es su concepción ideológica (materialismo o idealismo), cuál es su concepción teórica (extinción del Estado socialista o abolición de todo Estado), cuál es su concepción política (partidismo de clase o agremiación a-partidista), cuál es su concepción orgánica (obreros y campesinos como base o sólo obreros fabriles) Por ejemplo, con esta guía elemental ¿qué aporta el anarquismo al análisis de la implosión de la URSS? “Del árbol caído, cualquiera hace leña” Pero aún más importante, con esta guía elemental, luego de hacer leña qué alternativa propone al proletariado peruano, al pueblo peruano para la construcción de una nueva sociedad. ¿Cómo va a derrocar el Estado dominante, cómo va a construir su nueva sociedad sin Estado?

El socialismo marxista es expresión de la concepción materialista. En nuestro país tiene su propio devenir histórico: “El proletariado crece gradualmente a expensas del artesanado y la servidumbre. La evolución económica y social de la nación entra en una era de actividad y contradicciones que, en el plano ideológico, causa la aparición y desarrollo del pensamiento socialista” (JCM, Esquema del Problema Indígena, en Amauta 25) Por eso, luego de ocho décadas y tras laboriosa gestión generacional se ha logrado reivindicar este nuestro Socialismo Peruano y el primer gran partido de masas y de ideas.

El Socialismo marxista es un todo coherente respecto a la concepción materialista, la posición ante el Estado como órgano de dominación de clase, la necesidad de un programa que sistematice sus objetivos reivindicativos y prospectivos, la importancia del factor humano en las tareas de organización. Cuando Lenin señaló que había que hacer “verdaderas excavaciones para llevar a la conciencia de las grandes masas un marxismo no falseado” (El Estado y la Revolución), dio el ejemplo sistematizando el marxismo en sus temas centrales, que son los que hay que estudiar nuevamente y analizar su aplicación a la realidad concreta. Este ejemplo ha servido para sistematizar el Socialismo Peruano.

Por otro lado, contrario al anarquismo el socialismo marxista nada tiene que ver con el ateísmo, con el anticlericalismo. Es el idealismo en sus diferentes variedades el que ha pasado del teísmo al deísmo, al absoluto, al ateísmo, al agnosticismo y ahí se quedó con su prédica anticlerical. El marxismo es sencillamente otra concepción de la historia, donde la materia es base de la idea. Por eso señala JCM que “La mera agitación anticlerical es estimada por el socialismo como un diversivo liberal burgués” (7 Ensayos)

III

Años atrás, el dúo Hart-Negri difundió un grueso volumen, pesado por fuera y por dentro, planteando la lucha sin partido, sin organización, sólo de masas espontáneas en su protesta. Los resultados están a la vista en las recientes manifestaciones europeas contra la crisis. Días de lucha, de reclamos, de exigencias, pero de resultados ¿qué?

Antes, entre nosotros la teoría del “conflicto de baja intensidad” convirtió a los insurgentes en conejillos de Indias de su laboratorio militar. Ahora, como no hay lucha sindical sino informalidad laboral, más de una ONG usa la “disidencia fabricada” de la juventud como conejillo de Indias de su laboratorio social. Hay reuniones, debates, pero ¿cuál es su contenido? Todo lo imaginable, menos tratar temas de organización. Se sienta cátedra sobre lo que no se hizo, pero jamás se toca el tema sobre lo que se debe hacer.

Entonces, ojalá usted y su grupo promuevan el tema organizativo. Ojalá publiquen el Programa de Urquieta y debatan en torno a lo programático, a lo organizativo, al factor humano. Ojalá debatan sobre nuestros problemas, que los sentimos en carne propia.

-.o0o.-

Usted se identifica como Efraín Huamanchahua, Legion noigel, odiotumundo. Por supuesto, cada cual tiene pleno derecho a usar nombre propio o seudónimos para su anonimato. Pero, con el respeto adelantado deseo avanzarle un comentario. Legion noigel, al derecho y al revés era la mercenaria tropa romana que asolaba durante el viejo imperio, como hoy asolan los rangers del nuevo imperio. Y ante odiotumundo, ¿es que usted vive en otro mundo diferente al mío, en algún paraíso terrenal o celestial? Además, hay diferencia entre odiar y luchar. Odiar es actitud subjetiva pasiva, luchar es actitud objetiva activa. En el activista lo determinante es luchar, lo que de acuerdo a la concepción de Marx significa felicidad. Es feliz no quien odia sino quien lucha por transformar la sociedad de clases en sociedad sin clases, sin Estado, sin explotación del hombre por el hombre.

Entonces, con la presente creo aclarar lo esencial de sus inquietudes respecto al intercambio reciente. El resto lo puede leer en Socialismo Peruano Hoy. Domingo Suárez Soria, abogado laboralista (Jirón Carabaya Nº 719, Of. 109, Tel 426 5319), le tiene reservado un ejemplar-cortesía a nombre del Colectivo Perú Integral.

Atentamente.

Ramón García Rodríguez
ragarro@gmail.com
19.11.10