sábado, 6 de noviembre de 2010

JAURES Y LA TERCERA REPUBLICA



La figura de Jaurés es la más alta, la más noble, la más digna figura de la Troisiéme Republique. Jaurés procedía de una familia burguesa. Debutó en la política y en el parlamento en los rangos del radicalismo. Pero la atmósfera ideológica y moral de los partidos burgueses no tardó en disgustarle. El socialismo ejercía sobre su espíritu robusto y combativo una atracción irresistible. Jaurés se enroló en las filas del proletariado. Su actitud, en los primeros tiempos, fue colaboracionista. Creía Jaurés que los socialistas no debían excluir de su programa la colaboración con un ministerio de la izquierda burguesa. Más, desde que la Segunda Internacional, en su congreso de Amsterdam, rechazó esta tesis sostenida por varios líderes socialistas, Jaurés acató disciplinadamente este voto. León Trotsky, en un sagaz ensayo sobre la personalidad del gran tribuno, escribe lo siguiente: "Jaurés había entrado en el partido hombre maduro ya, con una filosofía idealista completamente formada. Esto no le impidió curvar su potente cuello (Jaurés era de una complexión atlética) bajo el yugo de la disciplina orgánica y varias veces tuvo la obligación y la ocasión de demostrar que no solamente sabia mandar sino también someterse".

Jaurés dirigió las más brillantes batallas parlamentarias del socialismo francés. Contra su parlamentarismo, contra su democratismo, insurgieron los teóricos y los agitadores de la extrema izquierda proletaria. George Sorel y los sindicalistas denunciaron esta praxis** como una deformación del espíritu revolucionario del marxismo. Mas el movimiento obrero, en los tiempos prebélicos, como se ha dicho muchas veces, no se inspiró en Marx sino en Lassalle. No fue revolucionario sino reformista. El socialismo se desarrolló insertado dentro de la democracia. No pudo, por ende, sustraerse a la influencia de la mentalidad democrática. Los líderes socialistas tenían que proponer a las masas un programa de acción inmediata y concreta, como único medio de encuadrarlas y educarlas dentro del socialismo. Muchos de estos líderes perdieron en este trabajo toda energía revolucionaria. La praxis sofocó en ellos la teoría. Pero a Jaurés no es posible confundirlo con estos revolucionarios domesticados. Una personalidad tan fuerte como la suya no podía dejarse corromper ni enervar por el ambiente democrático. Jaurés fue reformista como el socialismo de su tiempo, pero dio siempre a su obra reformista una meta revolucionaria.

Al servicio de la revolución social puso su inteligencia profunda, su rica cultura y su indomable voluntad. Su vida fue una vida dada íntegramente a la causa de los humildes. El libro, el periódico, el parlamento, el mitin, todas las tribunas del pensamiento fueron usadas por Jaurés en su larga carrera de agitador. Jaurés fundó y dirigió el diario L'Humanité, perteneciente en la actualidad al Partido Comunista. Escribió muchos volúmenes de crítica social e histórica. Realizó, con la colaboración de algunos estudiosos del socialismo y de sus raíces históricas, una obra potente: la Historia Socialista de la Revolución Francesa.

En los ocho volúmenes de esta historia, Jaurés y sus colaboradores enfocan los episodios y el panorama de la Revolución Francesa desde puntos de vista socialistas. Estudian la Revolución como fenómeno social y como fenómeno económico, sin ignorarla ni disminuirla como fenómeno espiritual. Jaurés, en esta obra, como en toda su vida, conserva su gesto y su posición idealistas. Nadie más reacio, nadie más adverso que Jaurés a un materialismo frío y dogmático. La crítica de Jaurés proyecta sobre la Revolución del 89 una luz nueva. La Revolución Francesa adquiere en su obra un contorno nítido. Fue una revolución de la burguesía, porque no pudo ser una revolución del proletariado. El proletariado no existía entonces como clase organizada y consciente. Los proletarios se confundían con los burgueses, en el estado llano, en el pueblo. Carecían de un ideario y una dirección clasistas. Sin embargó, durante los días polémicos de la revolución, se habló de pobres y ricos. Los jacobinos, los babouvistas* reivindicaron los derechos de la plebe. Desde muchos puntos de vista la revolución fue un movimiento de sans culottes.** La Revolución se apoyó en los campesinos que constituían una categoría social bien definida. El proletariado urbano estaba representado por el artesano en el cual prevalecía un espíritu pequeño-burgués. No había aún grandes fábricas, grandes usinas. Faltaba, en suma; el instrumento de una revolución socialista. El socialismo, además, no había encontrado todavía su método. Era una nebulosa de confusas y abstractas utopías. Su germinación, su maduración, no podían producirse sino dentro de una época de desarrollo capitalista. Así como en la entraña del orden feudal se gestó el orden burgués, en la entraña del orden burgués debía gestarse el orden proletario. Finalmente, de la revolución francesa emanó la primera doctrina comunista: el babouvismo.

El tribuno del socialismo francés, que demarcó así la participación material y espiritual del proletariado en la revolución francesa, era un idealista, pero no un utopista. Los motivos de su idealismo estaban en su educación, en su temperamento, en su psicología. No se avenía con su mentalidad un socialismo esquemática y secamente materialista. De allí, en parte, sus contrastes con los marxistas. De allí su adhesión honrada y sincera a la idea de la democracia. Trotsky hace una definición muy exacta de Jaurés en las siguientes líneas: "Jaurés entró en la arena política en la época más sombría de la Tercera República, que no contaba entonces sino una quincena de años de existencia y que, desprovista de tradiciones sólidas, tenía que luchar contra enemigos poderosos. Luchar por la República, por su conservación, por su depuración, he aquí la idea fundamental de Jaurés, la que inspira toda su acción. Buscaba Jaurés para la República una base social más amplia; quería llevar la República al pueblo para hacer del Estado republicano el instrumento de la economía socialista. El socialismo era para Jaurés el solo medio seguro de consolidar la República y el solo medio posible de completarla y terminarla. En su aspiración infatigable de la síntesis idealista, Jaurés era, en su primera época, un demócrata pronto a adoptar el socialismo; en su última época, un socialista que se sentía responsable de toda la democracia".

El asesinato de Jaurés cerró un capítulo de la historia del socialismo francés. El socialismo democrático y parlamentario perdió entonces a su gran líder. La guerra y la crisis post-bélica vinieron más tarde a invalidar y a desacreditar el método parlamentario. Toda una época, toda una fase del socialismo, concluyó con Jaurés.

La guerra encontró a Jaurés en su puesto de combate. Hasta su último instante, Jaurés trabajó, con todas sus fuerzas, por la causa de la paz. Su verbo ululó contra el gran crimen en Paris y en Bruselas. Únicamente la muerte pudo ahogar su elocuente voz acusadora.

Le tocó a Jaurés ser la primera víctima de la tragedia. La mano de un oscuro nacionalista, armada moralmente por L'Action Française y por toda la prensa reaccionaria, abatió al hombre más grande de la Tercera República. Más tarde, la Tercera República debía renegarlo absolviendo al asesino.

José Carlos Mariátegui, 1925
Tomo I obras completas

* Tercera República. Francia ha conocido cuatro repúblicas en diferentes etapas históricas.
** En griego significa acción.
* ver Baboeut Cayo Graco en el I. O.
** Esto es, sin las bragas o calzones que usaban los miembros de la nobleza. El pueblo usaba pantalones.

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