martes, 19 de abril de 2011

¿POR QUÉ PODRÍA GANAR OLLANTA HUMALA?



ROBERTO PIZARRO, Economista de la Universidad de Chile, con estudios de posgrado en la Universidad de Sussex (Reino Unido). Investigador Grupo Nueva Economia, fue decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, ministro de Planificación y rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano Chile


Culminó la primera vuelta de las elecciones presidenciales en el Perú, con un resultado sorprendente para el establishment. Perdieron los candidatos del modelo económico en curso. ¿Curioso, no? Lo es, ya que la economía peruana viene creciendo vigorosamente en los últimos años: 7% promedio en la última década y en 2010 casi llegó al 9%, triplicándose el PIB entre 2000 y 2010. El pueblo peruano rechazó las desigualdades y dejó en evidencia que el desarrollo está lejos del puro crecimiento económico.

Los dos presidentes de este notable periodo expansivo han sido categóricamente derrotados. Alejandro Toledo en cuarto lugar y Alan García ni siquiera se atrevió a promover un candidato de su partido y, al final, apoyó a Pedro Pablo Kuczynski, el más declarado neoliberal, también derrotado. La renuncia del APRA a su propia historia, a sus convicciones socialdemócratas, se convirtió en un suicidio político. Al igual que los socialistas chilenos, han recibido el repudio de los sectores populares.

Alan García continuó con entusiasmo la política de crecimiento y dejó de lado la distribución. No revisó los errores de su vecino chileno. Simplemente copió. Al final de cuentas en ambos “milagros” los beneficios del crecimiento se han acumulado en una minoría. En cambio, la mayoría observa con desencanto que los frutos del trabajo rinden escasamente, mientras la educación y salud se muestran inservibles para los pobres y costosas para los sectores medios.

Igual que Chile en los años 90, el Perú es el país que más crece en América Latina. La macroeconomía anda bien. Revela un reducido déficit fiscal, elevadas reservas internacionales, inflación baja y aumento de las inversiones. Pero, el crecimiento se basa en la exportación de materias primas, con escasa diversificación, salarios congelados, empleo precarizado y 60% de los trabajadores en la informalidad.

La renuncia del APRA a su propia historia, a sus convicciones socialdemócratas, se convirtió en un suicidio político. Al igual que los socialistas chilenos, han recibido el repudio de los sectores populares.

El último informe de Oxfam (Informe anual sobre pobreza, desigualdad y desarrollo 2008-2009) destaca que el crecimiento económico no ha beneficiado a las poblaciones excluidas del país, mientras las desigualdades sociales persisten. Si los gobiernos quisieran eliminar la pobreza sólo con el crecimiento económico (por la vía del derrame) se necesitarían más de 80 años de aumento del PIB, por encima de los 5 puntos, para alcanzar tal propósito.

Al mismo tiempo, se informa que las empresas que operaron en los últimos años en el país lograron utilidades superiores a las de las 500 empresas más rentables del planeta, mientras los sueldos cayeron en tres puntos porcentuales en esta época de bonanza.

A mayor abundamiento, Michael Porter, gurú de los negocios, en una conferencia ante el empresariado peruano, manifestó una opinión muy crítica respecto del modelo económico peruano. Destacó que su patrón productivo, concentrado en recursos naturales, no era capaz de generar suficiente empleo y que las desigualdades y la baja productividad eran en extremo preocupantes (diario La República, 27-12-2010). Agregó que la reducida inversión en ciencia y tecnología (0,2% del PIB) y los bajos niveles de educación colocaban en cuestión la competitividad y frenaban el desarrollo.

En definitiva, las buenas cuentas macroeconómicas resultan insuficientes, porque no dan sostenibilidad al crecimiento a mediano plazo y no garantizan el desarrollo. Adicionalmente, el crecimiento sin distribución genera tensiones sociales e inestabilidad política.

Los resultados de las elecciones revelan el profundo malestar de la sociedad peruana. En particular, la insatisfacción de los desamparados con un modelo económico que se muestra generoso con los que tienen más y avaro con los humildes. Se ha atrevido a reconocerlo el propio Toledo al término de la primera vuelta:

“Esta elección es un llamado de atención del país, principalmente a sus fuerzas políticas y económicas. El modelo de crecimiento económico no llega a la mayoría de peruanos y nuestros compatriotas han expresado ese descontento en las urnas”. Y ese descontento se ha personalizado en Humala y Keiko Fujimori.

Ollanta Humala repite en Perú, casi con calco, lo que viene sucediendo en la región en la última década. La emergencia de un nuevo liderazgo que ha reemplazado a la clase política tradicional. Ese liderazgo se ha propuesto la construcción de un proyecto alternativo al neoliberalismo y apunta a reducir las desigualdades, fortaleciendo el Estado aunque sin modificar la economía de mercado. Con la excepción de Chile, Colombia y el Perú, la región ha avanzado en esa dirección, con éxitos y fracasos, debilidades y fortalezas. Esa es la realidad ineludible. Ahora le corresponde al Perú.

Es cierto que existen dudas sobre Humala. Sin embargo, no son tan distintas a las que provocó Lula, Mujica, Correa o Evo, en un primer momento. Pero el mismo candidato ha hecho esfuerzos para mostrarse cercano al líder brasileño antes que a Chávez. Ha moderado incluso su discurso nacionalista y antichileno. Por lo demás, se verá obligado a negociaciones políticas con variados sectores antes de la segunda vuelta, y posteriormente si alcanza la presidencia, ya que el Parlamento no lo favorece.

Por su parte, Keiko Fujimori difícilmente podrá hacer olvidar al gobierno de su padre. Ello representa un peso difícil de sobrellevar. Derechos humanos avasallados, corrupción rampante. Lo ha dicho categóricamente Vargas Llosa en Chile: “sería deshonroso que los peruanos reivindicaran una de las dictaduras más atroces que hemos tenido, cuyos responsables están además en las cárceles cumpliendo condenas de 25 años, empezando por el propio (Alberto) Fujimori" (El Mostrador, 12-04-11).

Todo indica que el camino se encuentra abierto para el éxito de Humala en la segunda vuelta. Tendrá que hacer un esfuerzo para lograr consensos con el mundo político y económico, pero sin renunciar a las demandas populares que representa y que lo han colocado en el centro de la vida política peruana. El triunfo de Humala es altamente probable.

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