jueves, 18 de agosto de 2011

ESTA CRISIS ES UN MOMENTO, PERO ¿ES UNO DEFINITIVO?

Nota Breve

En Mayo/Junio del 2009, El Diario Ingles desarrollo una serie con el nombre El Futuro del Capitalismo, donde con bastante seriedad diferentes articulistas analizan la crisis y perspectivas del capitalismo. Creo que conocer este análisis de la crisis es importante para impulsar un análisis de la crisis desde una perspectiva socialista. No basta indicar que es una crisis inevitable del capitalismo o que es una manifestación de lo malo que esta el sistema capitalista o que se va a caer de lo descompuesto que está. Les alcanzo la traducción de este articulo de M. Wolf y al final les acompaño el original. Hay un cuadro que no aparece que luego se los hare llegar.

Saludos

Eduardo Vargas





ESTA CRISIS ES UN MOMENTO, PERO ¿ES UNO DEFINITIVO?

Por Martin Wolf Publicado: 19 de mayo de 2009 19:48 Traducción Eduardo Vargas Agosto, 2011


Es la crisis actual un punto de inflexión, con relación a la globalización dirigida por el mercado, el capitalismo financiero y la dominación occidental, por un lado y el proteccionismo, la regulación y el predominio de Asia por el otro? ¿O los historiadores lo juzgaran, en cambio, como un evento causado por tontos, con poco significado? Mi opinión personal es que va a terminar en el medio. No es ni una Gran Depresión, debido a que la política de respuesta ha sido tan determinada, ni es el 1989 del capitalismo.

Vayamos a examinar lo que sabemos y lo que no sabemos de su impacto en la economía, las finanzas, el capitalismo, el Estado, la globalización y la geopolítica.

En la economía, nosotros ya sabemos cinco cosas importantes. En primer lugar, cuando los EE.UU. coge una neumonía, todo el mundo cae gravemente enfermo. En segundo lugar, esta es la crisis económica más severa desde la década de 1930. En tercer lugar, la crisis es global, con un impacto especialmente grave en los países que se especializaron en la exportación de productos manufacturados o que dependían de las importaciones netas de capital.

En cuarto lugar, las autoridades han lanzado el paquete fiscal más agresivo, el mayor estímulo monetario y el mayor rescate financiero nunca antes visto en estas crisis. Finalmente, este esfuerzo ha traído un cierto éxito: la confianza está retornando y el ciclo de inventarios deben traer alivio. Como Jean-Claude Trichet, el presidente del Banco Central Europeo, señaló, la economía mundial está "cerca al punto de inflexión", con lo cual quería decir que la economía está disminuyendo a un ritmo decreciente.

Nosotros también podemos suponer que los EE.UU. liderará la recuperación. Los EE.UU. es una vez mas el país más keynesiano del mundo desarrollado. Podemos suponer también que China, con su paquete de estímulo masivo, será la economía más exitosa en el mundo.

Por desgracia, hay por lo menos tres cosas importantes que no podemos saber.¿Hasta dónde llegarán los excepcionales niveles de endeudamiento y si la caída del valor neto genere un aumento sostenido en el ahorro deseado de los hogares de los antiguos consumidores de alto poder adquisitivo? ¿Cuánto tiempo pueden los actuales déficits fiscales continuar antes que los mercados demanden mayor compensación por el riesgo? ¿Pueden los bancos centrales diseñar una salida no-inflacionaria desde políticas no convencionales?

En las finanzas, la confianza está retornando, con las diferencias entre los activos seguros y los riesgosos declinando a niveles menos anormales y una recuperación (modesta) en los mercados. La administración de los EE.UU. ha dado a su sistema bancario un certificado de salud razonable. Sin embargo, los balances del sector financiero se han disparado en las últimas décadas y la solvencia de los deudores está afectada.

Nosotros podemos suponer que las finanzas se recuperarán en los próximos años. Podemos suponer, también, que sus días de gloria han quedado atrás por décadas, al menos en el Oeste. Lo que no sabemos es hasta qué punto el "desapalancamiento", y la consiguiente depreciación de los balances en la economía vaya. Tampoco sabemos con cuánto éxito el sector financiero verá los intentos externos de imponer un régimen regulador más eficaz. Los políticos deberían haber aprendido de la necesidad de rescatar los sistemas financieros rellenos con instituciones demasiado grandes e interconectados para fracasar. Me temo que los intereses concentrados abrumarán al interés general.

¿Qué sobre el futuro del capitalismo, sobre la que el Financial Times ha creado esta fascinante serie? Sobrevivirá. El compromiso de ambos, China e India, a una economía de mercado no ha cambiado, a pesar de la crisis, aunque ambos estarán más nerviosos acerca de las finanzas sin restricciones. La gente en el lado de libre mercado insistirá en que el fallo debe ser ubicado más a la puerta de los reguladores que a la de los mercados. Hay una gran verdad en esto: los bancos son, después de todo, los más regulados de todas las instituciones financieras. Pero este argumento fallará políticamente. La disposición a confiar en el libre juego de las fuerzas del mercado en las finanzas ha sido dañada.

Nosotros podemos suponer, por tanto, que la era de un modelo hegemónico de la economía de mercado ha pasado. Los países se adaptaran, como siempre lo han hecho, la economía de mercado a sus propias tradiciones. Pero lo harán con más confianza. Como Mao Zedong podría haber dicho: "Dejen que mil flores capitalistas florezcan”. Un mundo con muchos capitalismos será complicado, pero divertido.

Menos claras son las implicaciones para la globalización. Sabemos que la inyección masiva de fondos del gobierno ha "desglobalizado" parcialmente las finanzas, con un gran costo para los países emergentes. Sabemos, también, que la intervención estatal en la industria tiene un tinte nacionalista fuerte. Sabemos, también, que pocos líderes políticos están dispuestos a hacer algo que sea muy diferente a lo que la mayoría de la gente opine respecto del libre comercio.

La mayoría de los países emergentes concluirán que la acumulación de enormes reservas de moneda extranjera y limitar el déficit en cuenta corriente es una buena estrategia. Esto es probable que genere una nueva ronda de desestabilización global de "desequilibrios". Esto parece una consecuencia inevitable de un orden monetario internacional defectuoso. Nosotros no sabemos cuan bien la globalización sobrevivirá a todos estos esfuerzos. Tengo la esperanza, pero no tan confiado.

El Estado, mientras tanto, está de vuelta, pero también parece siempre que está más en bancarrota. Los ratios de la deuda del sector público y del producto interior bruto parece probable que se dupliquen en muchos países avanzados el impacto fiscal de una gran crisis financiera puede, se nos ha recordado, ser tan costosa como una gran guerra.

Esto, entonces, es un desastre que los gobiernos de las economías avanzadas con lento crecimiento no pueden permitirse que se vea repetido en una generación. El legado de la crisis también limitará la generosidad fiscal. El esfuerzo por consolidar las finanzas públicas dominará la política por años, quizás décadas. El Estado está de vuelta, por lo tanto, pero será el Estado como intruso entrometido, pero no un gran gastador.

Por último, pero no menos importante, ¿qué es lo que significa la crisis para el orden político mundial? Aquí sabemos tres cosas importantes. La primera es que la creencia de que el Occidente, aunque ampliamente rechazado por el resto, por lo menos sabía cómo manejar un sistema financiero sofisticado, se ha desvanecido. La crisis ha dañado el prestigio de los EE.UU., en particular, bastante mal, aunque el tono del nuevo presidente ha ayudado. La segunda es que los países emergentes y, sobre todo China , son actores centrales, como se mostró en la decisión de tener dos reuniones seminales del Grupo de las 20 principales naciones, a nivel de jefes de gobierno. Ahora son elementos vitales en la formulación de políticas globales. La tercera es que se están haciendo esfuerzos para reformar la supremacía global, notablemente con el aumento de los recursos que están siendo dados al Fondo Monetario Internacional y con la discusión de los cambios de peso de los países dentro de éste.

Nosotros todavía sólo podemos adivinar como es que los cambios radicales en el orden político mundial resultaran. Los EE.UU. es probable que emerja como el líder imprescindible, despojado de las ilusiones del "momento unipolar. La relación entre los EE.UU. y China se convertirá en más central, con la India esperando su turno. El relativo peso económico y el poder de los gigantes asiáticos parece seguro que iran en aumento. Europa, mientras tanto, no está teniendo una buena crisis. Su economía y su sistema financiero han demostrado ser mucho más vulnerables que lo que muchos esperaban. Sin embargo, hasta qué punto un conjunto de instituciones reformadas y reequilibradas por la cooperación internacional, reflejaran las nuevas realidades es, hasta ahora, desconocido.

¿Cuál es entonces el resultado final? Mi conjetura es que esta crisis aceleró algunas de las tendencias y ha demostrado que otras - en particular aquellas en crédito y deuda - son insostenibles. Se ha dañado la reputación de la economía. Esto dejará un amargo legado para el mundo. Pero todavía no ha podido marcar ningún hito histórico. Para parafrasear lo que la gente dice sobre la muerte de los reyes: "El capitalismo ha muerto, larga vida al capitalismo."



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Future of Capitalism
This crisis is a moment, but is it a defining one?

By Martin Wolf Published: May 19 2009 19:48 | Last updated: May 19 2009 19:48

Is the current crisis a watershed, with market-led globalisation, financial capitalism and western domination on the one side and protectionism, regulation and Asian predominance on the other? Or will historians judge it, instead, as an event caused by fools, signifying little? My own guess is that it will end up in between. It is neither a Great Depression, because the policy response has been so determined, nor capitalism’s 1989.
Let us examine what we know and do not know of its impact on the economy, finance, capitalism, the state, globalisation and geopolitics.
On the economy, we already know five important things. First, when the US catches pneumonia, everybody falls seriously ill. Second, this is the most severe economic crisis since the 1930s. Third, the crisis is global, with a particularly severe impact on countries that specialised in exports of manufactured goods or that relied on net imports of capital.
Fourth, policymakers have thrown the most aggressive fiscal and monetary stimuli and financial rescues ever seen at this crisis. Finally, this effort has brought some success: confidence is returning and the inventory cycle should bring relief. As Jean-Claude Trichet, president of the European Central Bank, remarked, the global economy is “around the inflection point”, by which he meant that the economy is now declining at a declining rate.
We can also guess that the US will lead the recovery. The US is again the advanced world’s most Keynesian country. We can guess, too, that China, with its massive stimulus package, will be the most successful economy in the world.
Unfortunately, there are at least three big things we cannot know. How far will exceptional levels of indebtedness and falling net worth generate a sustained increase in the desired household savings of erstwhile high-spending consumers? How long can current fiscal deficits continue before markets demand higher compensation for risk? Can central banks engineer a non-inflationary exit from unconventional policies?
On finance, confidence is returning, with spreads between safe and risky assets declining to less abnormal levels and a (modest) recovery in markets. The US administration has given its banking system a certificate of reasonable health. But the balance sheets of the financial sector have exploded in recent decades and the solvency of debtors is impaired.
We can guess that finance will make a recovery in the years ahead. We can guess, too, that its glory days are behind it for decades, at least in the west. What we do not know is how far the “deleveraging” and consequent balance-sheet deflation in the economy will go. We also do not know how successfully the financial sector will see off attempts to impose a more effective regulatory regime. Politicians should have learnt from the need to rescue financial systems stuffed with institutions deemed too big and interconnected to fail. I fear that concentrated interests will overwhelm the general one.
What about the future of capitalism, on which the Financial Times has run its fascinating series? It will survive. The commitment of both China and India to a market economy has not altered, despite this crisis, although both will be more nervous about unfettered finance. People on the free- market side would insist the failure should be laid more at the door of regulators than of markets. There is great truth in this: banks are, after all, the most regulated of financial institutions. But this argument will fail politically. The willingness to trust the free play of market forces in finance has been damaged.
We can guess, therefore, that the age of a hegemonic model of the market economy is past. Countries will, as they have always done, adapt the market economy to their own traditions. But they will do so more confidently. As Mao Zedong might have said, “Let a thousand capitalist flowers bloom”. A world with many capitalisms will be tricky, but fun.
Less clear are the implications for globalisation. We know that the massive injection of government funds has partially “deglobalised” finance, at great cost to emerging countries. We know, too, that government intervention in industry has a strong nationalist tinge. We know, as well, that few political leaders are prepared to go out on a limb for free trade.

Most emerging countries will conclude that accumulating massive foreign currency reserves and limiting current account deficits is a sound strategy. This is likely to generate another round of destabilising global “imbalances”. This seems an inevitable result of a defective international monetary order. We do not know how well globalisation will survive all such stresses. I am hopeful, but not that confident.
The state, meanwhile, is back, but it is also looking ever more bankrupt. Ratios of public sector debt to gross domestic product seem likely to double in many advanced countries: the fiscal impact of a big financial crisis can, we have been reminded, be as costly as a large war. This, then, is a disaster that governments of slow-growing advanced economies cannot afford to see repeated in a generation. The legacy of the crisis will also limit fiscal largesse. The effort to consolidate public finances will dominate politics for years, perhaps decades. The state is back, therefore, but it will be the state as intrusive busybody, not big spender.
Last but not least, what does the crisis mean for the global political order? Here we know three important things. The first is that the belief that the west, however widely disliked by the rest, at least knew how to manage a sophisticated financial system has perished. The crisis has damaged the prestige of the US, in particular, pretty badly, although the tone of the new president has certainly helped. The second is that emerging countries and, above all, China are now central players, as was shown in the decision to have two seminal meetings of the Group of 20 leading nations at head of government level. They are now vital elements in global policymaking. The third is that efforts are being made to refurbish global governance, notably in the increased resources being given to the International Monetary Fund and discussion of changing country weights within it.
We can still only guess at how radical the changes in the global political order will turn out to be. The US is likely to emerge as the indispensable leader, shorn of the delusions of the “unipolar moment”. The relationship between the US and China will become more central, with India waiting in the wings. The relative economic weight and power of the Asian giants seems sure to rise. Europe, meanwhile, is not having a good crisis. Its economy and financial system have proved far more vulnerable than many expected. Yet how far a set of refurbished and rebalanced institutions for international co-operation will reflect the new realities is, as yet, unknown.
What then is the bottom line? My guess is that this crisis accelerated some trends and has proved others – particularly those in credit and debt – unsustainable. It has damaged the reputation of economics. It will leave a bitter legacy for the world. But it may still mark no historic watershed. To paraphrase what people said on the death of kings: “Capitalism is dead; long live capitalism.”

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