jueves, 30 de enero de 2014

LA HISTORIA SE REPITE: TRATADO DE LIMA Y EL FALLO DE LA HAYA


LA HISTORIA SE REPITE

ValeunPERU.pe, publicó una breve síntesis de la historia del tratado de Lima que desnuda los entretelones y negociados del tratado entre Perú y Chile en 1929. Este documento, que reproducimos líneas abajo, concluye con unas frases lapidarias para las autoridades de aquel entonces. Frases que parecen haber sido escritas para Ollanta Humala y el súper equipo de la Cancillería peruana que, dicho sea de paso, está peor que la selección peruana de fútbol (juega bonito pero siempre pierde). Veamos que escribía ValeunPERU.pe sobre el tratado de 1929:

"Perú firmó un tratado con argumentos insostenibles y cedió terreno que por ley le pertenecía. Por otro lado Chile sorprendió a los mediadores y condicionó las negociaciones a su favor, apropiándose de los recursos y viviendo durante muchos años de los dividendos que le produjo el boom del salitre.

Es obvio que Chile ha sido siempre un país que nunca ha respetado los tratados y le ha sacado ventajas a las negociaciones, mientras que el Perú, lamentablemente, ha contado con autoridades incompetentes que no han sabido defender nuestra soberanía."

Pero, dejemos a nuestros lectores que saquen sus propias conclusiones.

Tacna, 30 de enero 2014
EBM 

La historia del Tratado de Lima y los acontecimientos que lo precedieron


Una vez más la historia demuestra que Chile es un país que no respeta los tratados

Después de 83 años de haberse celebrado el Tratado de Lima, es necesario que todo peruano conozca como ser firmó, que se negoció y bajo que condiciones se dio dicho tratado.

El Tratado de Lima, conocido también como Tratado Rada Gamio - Figueroa Larraín o Tratado de 1929, firmado el 3 de junio de 1929 en la ciudad de Lima entre Chile y Perú, que puso fin al problema de la soberanía de Tacna y Arica.

Según el tratado, la Provincia de Tacna se incorporaba al Perú, en tanto que la de Arica quedaba en poder de Chile, comprometiéndose este último a pagar al Perú un indemnización de seis millones de dólares estadounidenses. Además se fija la línea de la concordia como el límite fronterizo terrestre entre ambos países y la servidumbre a favor de Perú en Arica como el muelle peruano de Arica y el ferrocarril Tacna-Arica (Quiere decir que estos lugares estarán dispuesto a las necesidades del Perú).

Acontecimientos previos a la firma del tratado

El presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge, árbitro de la controversia, dictaminó el 5 de marzo de 1927, en una resolución relativa a la celebración o no del previsto plebiscito (votación), que era viable su celebración en Tacna y Arica.

Dado que Chile no respetó el Tratado de Ancón, el laudo arbitral del presidente de Estados Unidos indicaba la devolución de la Provincia de Tarata, para lo cual se confirmó la realización del plebiscito y la creación de una Comisión Plebiscitaria integrada por Agustín Edwards McClure de Chile, Manuel de Freyre y Santander del Perú, y del general Joseph John Pershing por Estados Unidos.

Como era de esperarse, se empezaron a suscitar situaciones anormales dentro del plebiscito,como 710 deportaciones de peruanos, la denuncia de 250 peruanos de Tacna y Arica que vivían en Santiago contra su voluntad.  Aun con dichas anomalías, los mediadores autorizan que no se aplace el plebiscito y se realice aún en condiciones imperfectas.

Los mediadores piden a Chile potestad sobre los territorios con el fin de garantizar el plebiscito, para lo que Chile responde que la zona está bajo su soberanía y la Comisión no puede imponerles requisitos sobre su administración.

Chile entra en desesperación y cambia de autoridades, envía al gobernador de Arica Emiliano Bustos como gobernador de Tarapacá y al intendente de Tacna, Luis Barceló Lira como jefe de la campaña electoral chilena.

El general Pershing decide no avalar el plebiscito y piden su renuncia, para lo cual es remplazado por Willian Lassiter. Después de un sin número de acontecimientos, el 15 de junio de 1926 el General Lassiter declara  que es imposible realizarse el plebiscito ya que Chile no garantiza condiciones  justas para el voto peruano en Tacna y Arica.

El 27 de agosto de 1926, Frank Kellogg y Wade Ellis, deciden proponer al Perú y Chile la división del territorio, desde el ferrocarril Arica-La Paz para el Perú, y el resto dividido entre Bolivia y Chile. Si no era aceptado que se realice un nuevo arbitraje a cargo del presidente Coolidge, Estados Unidos se retiraría del caso.

El embajador Hernán Velarde y el ex-canciller Alberto Salomón se entrevistan con Wade Ellis y argumentan la tesis peruana que Tacna y Arica debían ser peruanas porque el registro de votantes del plebiscito era mayoritariamente de peruanos.

Además, Chile incumplió con el artículo 3° del Tratado de Ancón, y que por tanto, Perú no tendría razón alguna para cumplirlo también, por lo que las provincias de Tacna y Arica debían de regresar al Perú.

Dado que Chile no acató normas y no permitió un plebiscito democrático, el 27 de agosto de 1926, Frank Kellogg y Wade Ellis, deciden proponer al Perú y Chile la división del territorio, desde el ferrocarril Arica-La Paz para el Perú, y el resto dividido entre Bolivia y Chile. Si esto tampoco era aceptado, Estados Unidos se retiraría del caso.

Perú tenía todo el derecho a las provincias de Tacna y Arica, ya que Chile no cumplió con el artículo 3° del Tratado de Ancón. Sin embargo, el Perú aceptó negociar con Chile directamente, para lo cual Kellogg hizo oficial su pedido de restablecimiento de relaciones diplomáticas el día 9 de julio de 1928,

El presidente peruano Augusto B. Leguía le presentó cinco puntos al embajador Emiliano Figueroa Larraín. (1) cesión de la zona a una tercera potencia, previa consulta electoral (2) un corredor para Bolivia en el centro (3) la entrega de Tacna al Perú (4) la entrega de Tacna al Perú, aguas de regadío y la privatización del ferrocarril de Arica a La Paz (5) la anexión a Bolivia de Tacna y Arica.

El 12 de diciembre de 1928 Leguía realiza las siguientes propuestas sucesivamente:
  • La devolución total de Tacna y Arica al Perú
  • La entrega de la ciudad de Arica y el morro al Perú
  • Convertir a Arica en un protectorado Chile-Perú-EEUU
  • Neutralizar Arica bajo Venezuela y Uruguay
  • La división de Arica entre Chile y el Perú.
Finalmente Leguía y Figueroa concuerdan en la división territorial Tacna para el Perú y Arica para Chile. Figueroa argumentaba que Arica tenía mayor simpatía por Chile, mientras que Tacna era fiel al Perú. La nueva línea divisoria entregaría parte de la provincia de Tacna a Chile.

Chile retenía Arica y una extensión de 15 351 km² y el Perú recuperaba Tacna y una extensión de 8678 km² junto a Tarata con una extensión de 980 km².

Puesto que Arica era el puerto natural de Tacna, el Perú pidió uno por cuenta de Chile en Arica. El embajador estadounidense en Lima, Moore, pidió que parte de la bahía de Arica y el ferrocarril sean peruanos. Se hicieron otros estudios para que a 2 km de Arica en el río San José se construya el puerto peruano. Chile ofreció construir uno a 16 km de Arica en el río Lluta, a 30 km de Arica en la Yarada o a 60 km de Arica en Sama. Finalmente Chile ofrece construir un malecón de atraque, oficinas de aduanas y el terminal del ferrocarril en el puerto de Arica.

La indemnización que pagaría Chile al Perú sería de seis millones de dólares estadounidenses para obras en la ciudad de Tacna.

Como Bolivia exigía una salida soberana al mar y ante la posibilidad que Chile se la diera cediéndole territorios anteriormente peruanos, exigió Leguía un protocolo complementario en la que se estipularía que Chile no cedería ningún territorio que hubiese sido peruano a Bolivia sin consultar primero al Perú.
Sobre las azufreras del Tacora, quedarían en territorio chileno ya que el embajador Figueroa Larraín argumentaba que sus propietarios eran chilenos. El volcán Tacora que pertenecía a la provincia de Tacna quedó en manos de Chile. El Perú obtendría todas las aguas del Uchusuma y del Maure que discurren por territorio chileno.

La propuesta se presentó el 15 de mayo. Chile y Perú la aceptaron el mismo día.

El tratado se suscribe el 3 de junio de 1929 en la ciudad de Lima, siendo el representante peruano Pedro José Rada y Gamio y Emiliano Figueroa Larraín por la parte chilena.

Las ratificaciones se canjean en Santiago el 28 de julio de 1929. En Chile se promulga por decreto N 1110, el 28 de julio de 1929 y se publica en el "Diario Oficial" el 16 de agosto de 1929.

El 28 de agosto de 1929 se realiza la Reincorporación de Tacna al Perú.

Conclusiones:

Perú firmó un tratado con argumentos insostenibles y cedió terreno que por ley le pertenecía. Por otro lado Chile sorprendió a los mediadores y condicionó las negociaciones a su favor, apropiándose de los recursos y viviendo durante muchos años de los dividendos que le produjo el boom del salitre.

Es obvio que Chile ha sido siempre un país que nunca ha respetado los tratados y le ha sacado ventajas a las negociaciones, mientras que el Perú, lamentablemente, ha contado con autoridades incompetentes que no han sabido defender nuestra soberanía.


Fuente: http://www.valeunperu.pe/noticia/68/la-historia-del-tratado-de-lima-y-los-acontecimientos-que-lo-precedieron.html

FRENTE AMPLIO DE IZQUIERDA: BUENA Y MALAS SEÑALES


La izquierda hizo noticia en las últimas semanas con el anuncio de un Frente amplio en las elecciones próximas (municipales y nacionales) y el maltrato que del presidente Humala recibieron los políticos e intelectuales de izquierda, a quienes les encargó la preparación del programa, gran parte de la campaña electoral y algunos puestos en el gobierno. Los echó de muy mala manera. 
Muchas de las caras del Frente amplio son las mismas de los grandes fracasos del pasado, al lado -felizmente- de algún@s jóvenes cuya presencia es un alivio y una pequeña fuente de esperanza. Una declaración de intención de ir juntos es un primer paso. Faltan otros más para precisar el futuro de esa, por el momento, aparente sana intención.

Para los miles de peruanos y peruanas con un sentimiento de izquierda a pesar de todas las divisiones y fracasos, la formación de un Frente Amplio es una buena señal. La noticia que podría ser útil para borrar el tristísimo recuerdo de los dirigentes de izquierda como compañeros de ruta de sus aliados fujimoristas, toledistas y humalistas, consolándose con unas cuantas curules, algún ministerio o viceministerio, unas pocas direcciones importantes, y un par de embajadas.

Lo ideal sería que la izquierda tuviese una casa propia, sus candidatos y su campaña con un horizonte mínimo de 20 años para ocupar la casa de Pizarro. La temprana desaparición de Javier Diez Canseco parece haber servido como un elemento de unión y es saludable que el grito de unidad haya sido oído.

Lo ocurrido con Izquierda Unida es un recuerdo inevitable. El germen de la división que existe desde su nacimiento vive, crece, se debilita y vuelve a crecer. Ya ha sido advertido con razón que el llamado para un Frente amplio proviene de las cúpulas de los pequeños partidos y grupos de amigos con ciertas afinidades políticas.

Los pueblos indígenas y los movimientos de base no fueron tomados en cuenta. Como siempre, la llamada elite política solo convoca a las bases para ir a votar. Esta es una primera mala y pésima señal.

Muchas de las caras del Frente amplio son las mismas de los grandes fracasos del pasado, al lado -felizmente- de algún@s jóvenes cuya presencia es un alivio y una pequeña fuente de esperanza. Una declaración de intención de ir juntos, es un primer paso. Faltan otros más para precisar el futuro de esa, por el momento, aparente sana intención.

Con su inscripción aceptada, el partido Tierra y Libertad tiene ya su casa electoral propia, segura hasta 2014, que sería la misma para Patria Roja, y el grupo formado por el Partido Socialista, el Partido Comunista, Ciudadanos para el Cambio y la agrupación formada por Susana Villarán, si no llegasen a reunir las firmas suficientes que estaban buscando o renuncian a tal tarea. En vez de uno, habría tres bloques disputando una mejor posición en la línea electoral de partida. Esta es la segunda mala señal.

Queda pendiente la discusión sobre la duración de la intención del contrato de unidad, los criterios para escoger candidatos y el programa. La frase consuelo “Eso se verá en el camino, paso a paso” no es suficiente. No es lo mismo tener un acuerdo electoral para un recorrido de 20 años que otro para las próximas elecciones y punto.

La tercera mala señal es que se trataría de una alianza de corto plazo, lo que pone en el tapete la cuestión de los candidatos ya, desde ahora. Este recorrido de cercanías lo conocemos muy bien: grandes y pequeñas guerras para tener compañeros con posibilidades de ganar.

Como siempre, habrá muchos candidatos para un número pequeño de curules. Por estos pequeños riachuelos se llega a una conclusión casi inevitable: todo lleva al Congreso y lo esencial de la política es tener representantes allí. “Fuera del Congreso todo es ilusión”. Esta consigna es visible por todas partes, aunque no haya compañer@ alguno que la plantee con limpieza y transparencia. Solo basta mirar debajo de las apariencias para encontrarla.

En su entrevista con el director de El país, diario de España, el presidente Humala trapeó el piso con sus compañeros de ruta reclutados por él en las canteras de la izquierda. Mostró su ingratitud, su falta de respeto y su pequeñez.

Mal tratados, los compañeros echados por Humala reaccionaron mostrando su enfado, diciéndole al examigo presidente que ellos hicieron gran parte del trabajo político necesario para ganar las elecciones, y que en los cinco años que duró su alianza, nunca el candidato Humala les dijo lo que como presidente les dijo después.

Al oír las versiones de ambas partes, el panorama es desolador. Ya sabemos que el comandante Humala quería ser presidente y para eso escogió la gente que le sería útil. No se equivocó porque aquel grupo de Ciudadanos para el Cambio fue capaz de hacerle un programa y una buena campaña.

Quienes cometieron un gravísimo error político fueron los compañeros de izquierda que vivieron la fantasía de creer que con el presidente Humala sería posible la “Gran Transformación” del país. Humala quería ser presidente, nada más. No adoptó como suyo, en los hechos, el cuento de la “Gran Transformación”. La patente de esa propuesta la tiene el grupo de Ciudadanos para el Cambio y podría presentarla como contribución para el programa del Frente amplio.

Hemos oído hasta la saciedad que en política los errores se pagan. Por el bien del grupo de exhumalistas de la Gran Transformación, convendría que hagan una autocrítica severa ante el pueblo, que mantiene su sentimiento de izquierda por haber escogido un pésimo aliado, capaz de maltratar a la izquierda.

Sería una buenísima señal si los responsables de ese grave error no se presenten como candidatos a nada, del mismo modo que los responsables de la debacle electoral de la izquierda en los últimos 30 años, que siguen buscando curules, como si no tuvieran un pasado que los condena, salgan de la primera fila y pasen a la última, solo como personas de apoyo.

Autor: Rodrigo Montoya Rojas


VÍDEO ANIMADO: COMO SERIA EL MUNDO SI TODO SE SOLUCIONARA CON UN ABRAZO




"Abrazo" es un cortometraje de animación producido en Alemania que intenta explicarnos cómo sería la vida si todos nuestros problemas se pudieran resolver con un abrazo.

En un mundo desorbitado por el ajetreo y el ritmo acelerado de la modernidad, todos somos parte de cierto sonambulismo que nos mantiene alejados de lo que realmente importa. Pasamos el día conectados a nuestros smartphones, conectados a Facebook, conectados a la red, pero olvidamos que nuestra naturaleza es sensible, y en una sociedad insensible es necesario hacer una pausa.

Este es básicamente la esencia que nos presente “Abrazo”, un cortometraje alemán ganador de un festival europeo de cortometrajes que decidió plasmar la idea de cómo sería el mundo si todo se pudiese resolver con brazos.

Al igual que el vídeo, las personas estamos habituados a no ceder ante nuestros errores y echar la culpa al otro. Quizás llegó el momento de cambiar nuestra manera de ver las cosas e intentar de solucionar las cosas con un poco de amor.

FUENTE: http://nestavista.com/

martes, 28 de enero de 2014

DEBATE: LENIN Y LA REVOLUCIÓN DE 1917


Respuesta a un artículo de Atilio Borón
LENIN SIN PARTIDO = LENIN FICTICIO


28-01-2014

Al cumplirse un nuevo aniversario del fallecimiento de Lenin, Atilio Borón escribió una breve reflexión. Allí dice que Lenin, durante el gran año revolucionario 1917, al lanzar la consigna “Todo el poder a los soviets” habría puesto “provisoriamente en suspenso –en ese contexto de disolución y quiebra del zarismo y auge revolucionario- el papel rector que durante tanto tiempo le había asignado en sus escritos y en su práctica política al partido.” Y más: dice Borón que, “Para Lenin, el tránsito de Febrero hacia la revolución social requería el protagonismo de los Soviets más que el del partido.”

Asombran estas afirmaciones, aunque se puede comprender la intención política. Al exaltar además de manera populista a las masas rusas movilizadas, despreciando incluso “la luz” que brinda el marxismo (“las tesis marxistas sobre la composición orgánica del capital o la tendencia decreciente de la tasa de ganancia”), Borón intenta con todo esto presentarnos un Lenin “caudillo” (en el peor sentido del término), tratando de emparentarlo con Fidel Castro: ¡alguien que no tiene nada de “leninista” ni “sovietista”! (¿o acaso Castro impulsó alguna vez en la isla organismos democráticos de auto-actividad de las masas?). Borón inventa así un Lenin que, sin ninguna mediación política (sin organización, sin partido), habría logrado movilizar a las masas rusas por medio de “una consigna simple, comprensible y de una extraordinaria efectividad política: “Pan, tierra y paz.””

Con este cuentito izquierdista “happy end” que nos hace Borón se desmerece entonces la gran labor estratégica de Lenin, que fue, justamente, la de haber forjado durante años una organización política, unificada por medio de una teoría, un programa y tácticas flexibles (que buscaban adaptarse a las diferentes situaciones políticas, de avances y retrocesos), para dirigir a las masas hacia la conquista del poder, en lucha contra las tendencias políticas enemigas y vacilantes. Ni más ni menos.

Ya en 1905, durante la primera Revolución Rusa, Lenin había planteado como conclusión fundamental: “¿Soviet de diputados obreros o partido? Yo pienso que no es así como debe plantearse, que la respuesta debe ser forzosamente: soviet de diputados obreros y partido” (“Nuestras tareas y el soviet de diputados obreros”, en León Trotsky y otros autores, 1905, CEIP “León Trotsky”, 2006, p. 442).

Si Borón hubiera prestado más atención en su “homenaje” a Lenin a su real labor de dirigente revolucionario (¡así fuera solo en 1917!), habría podido ver que la consigna “Todo el poder a los soviets” fue parte de un accionar político… de partido, y que la consigna se mantendría (en la propaganda, en la agitación y en la movilización… del partido bolchevique) tanto como fuera efectiva, “operativa”, desde la estrategia: mientras movilizara a las masas hacia la toma del poder. Por ello a mediados de julio de 1917, en su texto “Sobre las consignas”, dice respecto a “Todo el poder a los soviets”: “Esa consigna fue correcta durante un período de nuestra revolución –digamos, desde el 27 de febrero hasta el 4 de julio–, que ahora ha pasado irrevocablemente”. Y sigue: “El viraje del 4 de julio consiste precisamente en un cambio brusco en la situación objetiva. La posición inestable del poder ha cesado; el punto decisivo del poder ha pasado a manos de la contrarrevolución. El desarrollo de los partidos sobre la base de la colaboración de los partidos pequeñoburgueses socialista revolucionario y menchevique con los kadetes contrarrevolucionarios ha creado una situación en la cual ambos partidos pequeñoburgueses se han convertido virtualmente en participantes cómplices de la salvaje represión contrarrevolucionaria”. Y agrega: “La consigna del paso del poder a los soviets podría parecer hoy una burla. Esta consigna, objetivamente, sería un engaño a pueblo, sería infundirle la ilusión de que aún hoy bastaría que los soviets quisieran tomar el poder o plantearan esa decisión para que el poder fuese suyo”.

¿Qué ocurría? Que los soviets, como organismos de las masas insurrectas, movilizadas y en lucha, eran conciliadores con el gobierno provisional. Y esto era así porque los partidos que actuaban en los soviets tenían un programa de “reformas” del régimen político: apoyo “crítico”, exigencias… y luego integración al mismo como ministros; un “etapismo” que los llevaba a aspirar, como máximo, a una república democrático-burguesa para Rusia (es decir, una Rusia capitalista). Era esta una situación inestable, de “equilibrio” del “doble poder” (donde había dos poderes: el del gobierno provisional –que preparaba y lanzaba en esos meses de julio y agosto sus zarpazos reaccionarios–, y el de los soviets, que al decir de Trotsky era en realidad “un semi-poder”). Por ello Lenin propugnaba el reimpulso revolucionario de las masas (luchando el Partido Bolchevique dentro de los soviets por su política). Ellas, las masas, decía en el texto ya citado, “no sólo deben ser dirigidas por el proletariado, sino que también deben volver la espalda a los partidos eserista [socialista-revolucionario] y menchevique, que han traicionado la causa de la revolución.” (las citas de “Sobre las consignas” están tomadas de las Obras selectas de Lenin, Ediciones IPS, 2013, Tomo II, pp. 114, 115 y 116)

¿Acaso esto no es claramente una lucha… de partidos? Lenin plantea en ese texto –¿y a quién sino a su Partido Bolchevique y a las tendencias revolucionarias (como la de Trotsky) que le fueran más afines al calor del proceso revolucionario?)– que “Hay que reorganizar toda la labor de agitación entre el pueblo a fin de hacer ver a los campesinos que es totalmente inútil confiar en obtener la tierra mientras no se derroque el poder de la camarilla militar, mientras no se desenmascare a los partidos eserista y menchevique y se los prive de la confianza del pueblo” (ídem., p. 118). ¿Quién debía entonces “agitar entre el pueblo” para movilizar por “pan, paz y tierra”, para desenmascarar a los SR y mencheviques sino su partido, su organización de dirigentes, cuadros, militantes y simpatizantes? (Y a esto agreguemos que el verdadero “tour de force” que hubo en el bolchevismo no es el de un Lenin que “deja atrás” al partido –como propone Borón–, sino un Lenin que combate dentro de su propio partido por una política correcta, principista, que palpa el estado de ánimo de las masas en el proceso revolucionario y despliega una política de partido independiente de todas las fracciones burguesas y pequeñoburguesas –ese es el combate de las “Tesis de abril” –. Por poner solo un ejemplo: Lenin luchó contra Stalin y Kamenev, quienes desde Pravda adherían en marzo de 1917 al patriotismo ruso y a la política “defensista” del gobierno provisional, siendo cómplices de las matanzas que sufrían los campesinos y obreros rusos en los frentes de la Guerra Mundial.)

Lenin insiste una y otra vez contra hacer un fetichismo de la consigna “Todo del poder a los soviets”: “Los actuales soviets han fracasado, han sufrido una derrota completa por predominar en ellos los partidos eserista y menchevique. En este momento esos soviets son como ovejas conducidas al matadero”; ídem., p. 119), hasta que cambia la situación. Como recuerda Trotsky en su gran Historia de la Revolución Rusa, tras los reaccionarios meses de julio y agosto (el primero, el mes de “la gran calumnia” contra los bolcheviques –donde encierran a cientos en las cárceles–, y luego viene la “kornilovada” –el intento de golpe militar–) los soviets recuperaron vitalidad, pasaron nuevamente a la ofensiva (sumándose al proceso revolucionario masas y masas, con soviets campesinos del interior, que venían rezagados; sumándose también unidades militares rebeldes que venían de los fracasos del frente de guerra y exigían respuestas al gobierno provisional y a los “partidos soviéticos”) y, con ello, la posibilidad de que nuevamente sean un instrumento para la conquista del poder… en lucha política contra los partidos conciliadores.

Trotsky recuerda en la Historia… el “magnífico artículo” de Lenin “Acerca de los compromisos”, donde, dice, “El papel de los soviets, constata [Lenin], ha vuelto a cambiar: a principios de julio eran órganos de lucha contra el proletariado; a fines de agosto se han convertido en órganos de lucha contra la burguesía”. Y explica que el retorno a la consigna de “Todo el poder…”, con la exigencia de que los SR y mencheviques tomen el poder con los soviets –el “compromiso” que los bolcheviques estaban dispuestos a aceptar, para que la revolución aprovechara la única posibilidad que se daba en ese momento preciso de avanzar por la vía pacífica hacia la toma del poder– se debía a que Lenin hacía esto “convencido de que su partido estaba llamado a ponerse al frente del pueblo”.

No vamos a seguir historizando la Revolución Rusa, ya que no es el objetivo del artículo; pero sí vamos a recordar que finalmente la Revolución triunfa en octubre… gracias al accionar de una organización: el Partido Bolchevique (donde Trotsky juega un papel clave en la preparación y ejecución de la insurrección en Petrogrado… y donde hay nuevamente crisis en la dirección del partido, ya que Kamenev y Zinoviev se niegan, en el momento de la toma del poder, a desarrollar esa política). Los bolcheviques toman el poder –no sin crisis internas, debates y discusiones– con los soviets –donde conquistaron la mayoría de la dirección en ellos, entre febrero y octubre–, mientras defeccionan los mencheviques conciliadores y los SR. Sólo los “SR de izquierda” se sumarán al gobierno soviético, aunque por poco tiempo.

Años después, Trotsky, fiel a la estrategia revolucionaria (al auténtico leninismo), y discutiendo contra el ultraizquierdismo del estalinismo en Alemania (que impidió el frente único entre obreros comunistas y socialistas, debilitando a la clase obrera ante el ascenso de Hitler al poder), proponía ver el frente único de lucha y sus formas “superiores”, los soviets, como fundamentales… sin hacer ningún fetichismo –al igual que Lenin, quien veía los comités de fábrica como otro organismo de masas que podía jugar un papel revolucionario de ellos– y señalando la necesidad estratégica del accionar de partido allí: “pensar que los soviets pueden ‘por sí mismos’ dirigir la lucha del proletariado por el poder, lleva a propagar un fetichismo grosero del soviet. Todo depende del partido que dirija los soviets. […] los bolcheviques-leninistas [es decir, la oposición trotskista al estalinismo, N.de DP] no niegan al Partido Comunista el derecho a dirigir a los soviets: al contrario, declaran que sólo sobre la base del frente único, sólo a través de las organizaciones de masas podrá el Partido Comunista conquistar una posición dirigente en los futuros soviets y conducir al proletariado a la conquista del poder” (“¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán”, en La lucha contra el fascismo en Alemania, CEIP “León Trotsky/Ediciones IPS, 2013, p. 158).

Para finalizar, Borón debería recuperar entonces al verdadero Lenin, y no darnos uno de ciencia-ficción: un Lenin sin partido. (Mayor propuesta-oxímoron no hay.)

Lenin siempre dijo que el proletariado, con organización era todo; y que sin organización, era nada. Si alguna actualidad tiene su legado –ahora que estamos transitando una crisis económica internacional, con el despertar de las masas en varios países–, es el de recuperar esa gran experiencia histórica del saber combinar los organismos de tipo soviético (de agrupamientos, de frente único de lucha, de auto-organización, etc.) con una organización que posea una estrategia y programa intransigentes, junto a tácticas flexibles, para desarrollar la lucha de clases contra la burguesía y sus agentes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=180061

LENIN, EN EL 90º ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO

22-01-2014

Comparto esta reflexión sobre Lenin, al cumplirse el día de hoy 90 años de su muerte. El estallido de la revolución de Febrero lo sorprende en su exilio suizo. Al igual que tantos otros exiliados, libra una dura batalla para regresar a Rusia, cosa que finalmente concreta un par de meses más tarde. Lenin llegó a Petrogrado la noche del 16 de Abril de 1917. Tal como lo narra el gran historiador Edward Wilson esto fue lo que pasó a su arribo a la Estación Finlandia, punto final de su periplo:

“La estación terminal de los trenes procedentes de Finlandia … tenía una sala reservada para el Zar; y cuando llegó el tren, muy tarde, allí condujeron a Lenin los camaradas que fueron a recibirle. … En el andén exterior un oficial se le acercó y le saludó. Lenin, sorprendido, devolvió el saludo. El oficial dio la orden de firmes a un destacamento de marineros con bayoneta calada. Focos eléctricos iluminaban el andén y bandas de música tocaban la Marsellesa. Una tempestad de aplausos y vítores se elevó de una multitud que se apiñaba en rededor. “¿Qué es esto?”, preguntó Lenin retrocediendo unos pasos. Le contestaron que era la bienvenida a Petrogrado que le tributaban los trabajadores y marinos revolucionarios; la multitud había estado gritando una palabra: “Lenin”. Los marineros presentaron armas y el comandante su puso a sus órdenes. Le dijeron al oído que querían que hablara. Avanzó unos pasos y se quitó el sombrero hongo:
Camaradas marineros –comenzó-, los saludo sin saber si creen o no en las promesas del Gobierno Provisional. Pero afirmo que cuando les hablan amablemente, cuando les prometen tantas cosas, los están engañando a ustedes y a todo el pueblo ruso. El pueblo necesita paz, el pueblo necesita pan, el pueblo necesita tierra, y lo que les dan es guerra y hambre, y permiten a los terratenientes que sigan disfrutando de la tierra. … Hemos de luchar por la revolución social, luchar hasta el fin, hasta la completa victoria del proletariado. ¡Viva la revolución socialista mundial! “

Fuente: Edmund Wilson, Hacia la Estación de Finlandia. Ensayo sobre la forma de escribir y hacer historia (Madrid: Alianza Editorial, 1972), pp.547-550.

Este pasaje del espléndido libro de Wilson me da pie para hacer un par de comentarios:

Lenin, desde su exilio en Zurich comprendió como nadie dos cosas. Primero, que en el marco de la revolución que había estallado en Febrero de 1917 el papel de los Soviets era fundamental y estaba llamado a eclipsar por un tiempo al partido. Fiel a su profundo sentido de la autocrítica y a la idea de que el marxismo no es un dogma sino una guía para la acción no vaciló un instante en lanzar una original consigna: “Todo el poder a los Soviets”, poniendo provisoriamente en suspenso –en ese contexto de disolución y quiebra del zarismo y auge revolucionario- el papel rector que durante tanto tiempo le había asignado en sus escritos y en su práctica política al partido. Huelga señalar que este verdadero tour de force fue tenazmente resistido por sus camaradas, o ridiculizado por los liberales rusos que creían que Rusia se había convertido en Inglaterra y que se encontraban a pasos del establecimiento de una democracia liberal y una monarquía constitucional. La ceguera y el fetichismo político de unos y otros les impedía percibir la inmensa potencia del impulso revolucionario que la guerra, las hambrunas y la arrogancia de la aristocracia y la burguesía rusas alimentaban sin cesar, impulso que inexorablemente acabaría con el zarismo y abriría las puertas de la revolución socialista. Para Lenin, el tránsito de Febrero hacia la revolución social requería el protagonismo de los Soviets más que el del partido. Muchos pensaban que lo de Lenin era un extravío propio de un emigrado que tras largos años de exilio no comprendía lo que estaba ocurriendo en Rusia. La realidad demostró exactamente lo contrario.

Segundo, la asombrosa precisión con la cual captó el estado de conciencia de las masas rusas –eso que Fidel tantas veces llamó la “conciencia posible” de las masas, los contenidos cognitivos y valorativos que están en condiciones de asimilar y asumir como punto de partida para sus luchas. Lenin comprendió que lo que requería la tumultuosa fragua de la revolución no eran grandes discursos teóricos al estilo de los que hacían Kautsky y los acólitos de la socialdemocracia alemana. Que en la hora de los hornos, para utilizar la expresión de Martí lo único que se debía de ver era la luz, y que los soldados, campesinos y obreros rusos difícilmente verían esa luz en las tesis marxistas sobre la composición orgánica del capital o la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Esa luz que los movilizaría y lanzaría a la lucha tenía que sintetizarse en una propuesta que interpelara con sencillez y contundencia a las masas rusas. Lenin la halló al plasmar una consigna simple, comprensible y de una extraordinaria efectividad política: “Pan, tierra y paz.”

Vaya este breve recuerdo de un pasaje crucial en la vida del gran revolucionario ruso, que dirigió y condujo, hasta su muerte, la primera revolución socialista de la historia. Sobreviviente a duras penas de dos tentativas de asesinato -la última de las cuales, en Agosto de 1918 le dejó huellas indelebles en su cuerpo que, años después precipitarían su muerte- Lenin falleció pocos meses antes de cumplir los 54 años de edad, en un día como hoy hace exactamente noventa años. Al abrir una nueva era en la larga marcha de la humanidad hacia la construcción de su propia historia, su legado, y el de la Revolución Rusa, han demostrado por muchas razones ser imperecederos. Algunos, inclusive en cierta izquierda libresca o posmoderna, no lo creen así; pero la derecha y el imperialismo, con infalible instinto de clase, no se equivocan y saben que cualquier esfuerzo es poco con tal de borrar de la faz de la tierra la figura de Lenin y la epopeya de la Revolución Rusa. Precisamente por eso debemos conmemorar este nuevo aniversario de su fallecimiento.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

lunes, 27 de enero de 2014

1907, UN EJEMPLO DE SOLIDARIDAD PERUANO - CHILENA


El Domingo, 26 de enero, 2014 9:58 P.M., Danilo Quijano S. escribió:
http://lamulaenvivo.lamula.pe/2014/01/26/con-los-chilenos-vinimos-con-los-chilenos-vamos-a-morir/jorgefrisancho/

Trabajadores del salitre en Iquique, 1907. había chilenos, peruanos y bolivianos
"Con los chilenos vinimos, con los chilenos vamos a morir"
Contra los discursos nacionalistas a ambos lados de la frontera, una historia "desde abajo" de amistad y lucha conjunta entre trabajadores.
Publicado: Hace 6 horas

Cuentan en Chile que el general Roberto Silva Renard, un veterano de la Guerra del Pacífico encargado en 1907 de sofocar con sus tropas la huelga de los obreros del salitre en Iquique, dio a estos últimos una orden: que se retiren de la zona de enfrentamiento los trabajadores peruanos y bolivianos, pues se trataba de un conflicto “entre chilenos”. 

Cuentan también que los obreros, guarecidos en la escuela de Santa María en aquella ciudad, respondieron con una negativa. Según se dice, un trabajador peruano confrontó a los emisarios del militar con estas palabras: “Nos quedamos. Con los chilenos vinimos y con los chilenos vamos a morir”. 

Y así fue: el 21 de diciembre de 1907, las tropas comandadas por Silva Renard avanzaron sobre las desguarnecidas posiciones de los huelguistas y abrieron fuego. Esta matanza, un hito en la historia del sindicalismo latinoamericano, se conoce como la Masacre de Santa María de Iquique y dejó un saldo final que se calcula en hasta 3,500 muertos.

El ejército chileno marcha sobre la escuela de santa maría de iquique

El relato quizás sea apócrifo, pero los hechos no lo son. Numerosos peruanos y bolivianos, trabajadores del salitre, murieron en Iquique esa tarde junto a sus compañeros chilenos, tras haber participado en las protestas y la larga huelga en pos de mejores condiciones de trabajo. 


Y, apócrifa o no, la idea que esta versión expresa si apela a una verdad más profunda. Y es esta: a apenas 25 años del fin de la sangrienta guerra, en el transcurso de tan solo una generación, los vínculos de solidaridad entre los obreros salitreros de la región eran más fuertes que sus disputas. A pesar de haber sido en ambos países (y en Bolivia también) la carne de cañón de los ejércitos enfrentados, los trabajadores peruanos y chilenos se veían a sí mismos como combatientes en una misma lucha, no como enemigos. Sus enemigos eran otros.

Una historia aún por escribirse 

“Esta es una historia más larga que todavía está por escribirse”, dice el especialista chileno Eduardo Godoy Sepúlveda, profesor en la Universidad de Santiago de Chile (USACH) y un experto en la historia del movimiento sindical en su país. En Santa María de Iquique “hubo confraternidad entre las personas de nacionalidad peruana y las de nacionalidad chilena. Más que conflicto hubo unión ante la explotación salitrera y la explotación imperialista inglesa”. 


Godoy ha estudiado este caso en particular en un ensayo que se incluye en Las historias que nos unen. Episodios positivos en las relaciones peruano-chilenas, siglos XIX y XX, editado por el sociólogoSergio Gabriel Miranda (Chile) y el historiador Daniel Parodi (Perú) y publicado por la Universidad Arturo Prat, en Iquique (se prepara una edición peruana). 


Pero el ejemplo de unidad que con tanto dramatismo se aprecia en Santa María de Iquique no es el único. Por ejemplo, es conocida la influencia del peruano Mario Centore en el movimiento anarcosindicalista de Chile, como lo es la de Eulogio Otazú. Ambos, Centore y Otazú, son figuras de mucha importancia en la historia del sindicalismo peruano, aunque no sean nombres que uno escucha a diario en nuestros relatos históricos. 


“Mario Centore publicó algunos folletos en Chile y fue muy activo en el tema de la propaganda anarquista y la concientización política y social de los obreros chilenos”, dice Godoy. “Eulogio Otazú, que era dirigente de la Federación Obrera Regional Peruana, es uno de los que incentiva y participa en la fundación de la primera FORCH, la Federación Obrera Regional Chilena, en 1913, en el contexto de la huelga de ferroviarios de Valparaíso”. 

El sindicalista peruano delfín lévano lee "la protesta"


En 1913, precisamente -un año de fuertes luchas y protestas sindicales en ambos países- se inicia un proyecto de confraternidad mutualista entre trabajadores chilenos y peruanos, en parte impulsado desde los respectivos estados. La idea era promover la formación de sociedad de ayuda mutua, y dirigentes sureños visitaron Lima para observar y estudiar las actividades de sus contrapartes peruanos. En efecto, es en ese contexto que Otazú viajó a Chile, generando -recuerda Godoy- un cierto desmayo entre los funcionarios del gobierno chileno, alarmados por la radicalización del movimiento. 


“Al final, Eulogio Otazú fue secuestrado ilegalmente por la armada chilena y traído de regreso al Callao. Y de hecho el movimiento ahí cobró aún mayores bríos, porque los obreros chilenos se organizaron en protesta para pedir la libertad de su compañero peruano”, dice el historiador. 


Para Godoy, estos y otros ejemplos permiten afirmar que existía una comunicación fluida y una marcada voluntad de cooperación entre los movimientos sindicales peruano y chileno, Más aún, dice, se trató de una red más amplia, que incluía a trabajadores y organizaciones de Argentina y Bolivia, y que puede verificarse en sus publicaciones, como La Protesta en Lima y La Batalla en Santiago. 


El nacionalismo de los poderosos 


"Una cosa es la historia oficial, la del estado, y otra es la de los movimientos sociales, populares y del movimiento obrero”, dice Godoy. “A ratos estas historias se entrecruzan y a ratos no. Y yo creo que efectivamente desde las clases dominantes se ha ido construyendo una imagen distorsionada del conflicto entre Perú y Chile”. 


El historiador nota que tanto el grueso de los ejércitos que participaron en la guerra de 1879 estuvo compuesto por reclutas forzados, personas de extracción indígena en su mayoría cuya afiliación nacional es cuestionable. Estaban muy poco identificados con las relativamente jóvenes banderas nacionales y mucho más con sus comunidades locales. Y no querían ir a pelear. 


“Es frente a eso, que son los hechos reales, que se empieza a construir la otra historia”, dice Godoy. “En el caso chileno se construye la historia del “roto” que entrega su sangre por la patria, que defiende el territorio nacional, perio en realidad es un mito levantado para ocultar la realidad del “roto” que no quiere ir a pelear porque los intereses en disputa no son los suyos”. 
Es en realidad a partir de los conflictos sociales ejemplificados por la matanza de la escuela de Santa María de Iquique, en 1907, que se inicia lo que el analista Sergio González ha llamado la “chilenización forzada” en su país, un proceso que involucró la extensión de la escolaridad obligatoria y también la formación de organizaciones civiles como las “ligas patrióticas” que proliferaron entonces en Chile, en especial en el norte del país, en los territorios ganados después de la guerra. 


El proceso de nacionalización se dio con particular fuerza en las regiones del norte y del sur de Chile, donde las poblaciones -ya sea por su origen indígena originario o por su origen peruano y boliviano- no se correspondían con la idea de “lo chileno” promovida desde el estado y desde los centros de poder, una idea fundada en la cultura y las tradiciones del valle central del país. "Era necesario normalizar y disciplinar esas poblaciones andinas que son muy variadas, y en el sur con lo que se llamó la 'pacificación' de la Araucania", dice Godoy.
“Esos discursos nacionalistas son los discursos de las clases dominantes, no necesariamente los discursos de las clases populares”, observa también. “Porque cuando uno lee prensa obrera, en el caso chileno específicamente socialista y anarquista, existe el tema del internacionalismo ya por razones ideológicas. El explotador da lo mismo si es chileno, inglés o peruano. La dicotomía es en función de la lucha de clases. Y precisamente el tema de la distinción entre naciones es promovido desde las clases dominantes. Es un discurso malintencionado construido por la historiografía conservadora de principios del siglo XX”. 


La historia cambia


El historiador chileno asegura que la hegemonía de los discursos nacionalistas generados en su país a partir de estos procesos, posteriores a la guerra y centrales, dice, a la identidad nacional de la nación sureña, está siendo minada por las nuevas realidades. Godoy cita entre ellas las sucesivas reformas curriculares, aún inconclusas, que ha vivido la escuela primaria y secundaria en Chile desde el retorno del país a la democracia. Hoy, cuenta, las mallas curriculares y los programas de estudio no enfatizan versiones unívocas y rígidas de la historia nacional, sino que se enfocan en la naturaleza conflictiva de los eventos y buscan promover una mirada más crítica y más abarcadora.

Y al mismo tiempo, la creciente importancia de la migración peruana a Chile, especialmente en los últimos 15 años, ha contribuido a transformar las percepciones que del Perú se tenían hasta no hace mucho. 

“Hace apenas unos años existía una visión muy negativa con respecto al inmigrante peruano”, recuerda Godoy. Hoy en día me da la impresión de que esa visión ha cambiado. Y ha cambiado también precisamente por el tema de que muchos de los inmigrantes peruanos en Chile se han ido posicionando. Y eso ha enriquecido Chile”.

En este contexto, la coyuntura particular del fallo de La Haya podría tener un efecto contraproducente, al menos en el mediano plazo. “Hay un punto de inflexión, en el caso chileno a nivel de la vida cotidiana las relaciones con Perú se han ido construyendo, nutriendo, sincretizando, y en realidad el Fallo viene a ser un elemento negativo”, pues alienta una resurgencia de voces nacionalistas. 
A nivel de estado y de políticas bilaterales, sin embargo, esta es una oportunidad para que Perú y Chile regularicen su situación y pasen a ser lo que en realidad ya son. Es decir, vecinos normales, sin puntos limítrofes en disputa y capaces de mirarse el uno al otro sin los recelos históricos que hasta ahora los han caracterizado.

“En todo caso”, dice por último Godoy, “este tipo de discusiones beneficia a ciertos grupos sociales o al capital extranjero, pero para la gente que tiene que trabajar, que tiene que vender su fuerza de trabajo, esta discusión no debería ser mayor problema”.



DOS ENFOQUES SOBRE EL TEMA DEL DIFERENDO MARÍTIMO CON CHILE



27 DE ENERO: DIA DE UNIDAD DE DOS PUEBLOS
(27 de enero de 2014)
Por Miguel Aragón

La disputa de linderos territoriales, en este caso límites de aguas territoriales,  que se ha puesto a consideración del Tribunal Internacional de La Haya, no es una disputa entre dos pueblos, ni  entre dos naciones. Tampoco es una disputa entre dos países, ni siquiera es una disputa entre dos estados, simplemente es una disputa entre dos gobiernos.

Estos dos gobiernos,   representan respectivamente a la burguesía en Chile, y a la burguesía en el Perú, es decir representan a dos bandos de la misma clase social, es decir representan muy poca cosa.  

Con el proceso de la siempre cambiante evolución económica en las dos últimas centurias, paralelamente ha ido evolucionando las características de la  propia clase dominante  de ambos países, y también han ido evolucionado las relaciones sostenidas entre ellas. Las relaciones entre ambos gobiernos al comenzar el siglo XXI, ya no son las mismas que las relaciones al comenzar el siglo XX, y mucho menos, ya  no son las mismas que las relaciones existentes en 1879.

Después de la guerra de independencia continental, y de la  instauración de las respectivas republicas, en la mayor parte del siglo XIX  las relaciones entre los gobiernos de Chile y Perú fueron relaciones entre representantes de la clase terrateniente feudal de ambos países, clase parasitaria que mantenía la explotación  feudal y el atraso de los pueblos en sus respectivos países, clase social  que para garantizar la obtención  de la renta de la tierra   no sentía la menor necesidad de la integración económica, y por el contrario agitaba “la defensa de la patria” como garantía para sostener su poder político feudalizado, política que desde fuera era sostenida por el viejo capitalismo inglés, principal beneficiario y promotor de la división política de América del sur.  En esas condiciones se desarrolló la guerra de agresión del capitalismo inglés contra Bolivia y Perú, guerra de rapiña en la cual los comerciantes e inversionistas ingleses  utilizaron al gobierno chileno para el logro de sus fines, apoderarse de las canteras salitreras ubicadas en extensos territorios del oeste boliviano y del sur peruano.    
   
Al comenzar el siglo XX, sobre todo  en la década de 1920, las condiciones económicas cambiaron, y por lo tanto también se modificaron  las relaciones diplomáticas entre ambos países. Las nuevas relaciones entre los gobiernos peruano y chileno pasaron a ser  relaciones entre representantes de la burguesía ascendente, clase social que habían desplazado a la clase terrateniente en el gobierno en ambos países,  y que necesitaba  impulsar el inevitable y urgente crecimiento capitalista en ambos países. Además, al comenzar el siglo XX, ya no era el viejo capitalismo inglés el que imponía sus directivas de política internacional en estos países, ahora esa función orientadora y rectora la había asumido  el nuevo capitalismo monopolista norteamericano.   

Cien años después, al comenzar el siglo XXI, las relaciones entre ambos gobiernos nuevamente han cambiado. Ahora son relaciones entre representantes de  burguesías afirmadas en el gobierno y en el poder, con amplia experiencia en el manejo gubernamental, que superando las limitaciones de hace cien años atrás, ahora  han logrado impulsar  mayores relaciones comerciales y financieras entre ellas. Mal grado su prédica chauvinista heredada del pasado, expresión extrema del nacionalismo burgués, lo que prima en las relaciones entre estas burguesías nativas, son los intereses económicos compartidos entre ellas. Las crecientes cifras de intercambio comercial y financiero entre ambos países, que se vienen divulgando últimamente, son demasiado significativas, como para no tomarlas en cuenta, como uno de los motivos  que influirá y decidirá el real sentido del fallo jurídico del tribunal internacional.

Más que la soberanía, lo que está en disputa entre ambos gobiernos, en el presente son los derechos de pesca en esa zona; y en perspectiva, están en disputa los futuros derechos de explotación de los recursos mineros que albergan  los fondos marinos de la zona en disputa.
No están en disputa “los derechos de dos pueblos vecinos”, ni “la soberanía de dos naciones”, como pretenden hacernos creer. Lo que está en disputa son los derechos de dos grupos empresariales, y es en defensa de los intereses de esos dos grupos, que están actuando los representantes diplomáticos de ambos países. Derechos y privilegios empresariales que, como enseña la experiencia   de las últimas décadas,  muy bien los pueden compartir  ambos sectores de la burguesía, repartiéndose las utilidades según la correlación  de fuerzas entre ambas.  

La burguesía chileno-peruana no está en capacidad de superar los  diferendos, y mucho menos de  fortalecer la unidad de ambos pueblos, además ese no es su interés. Por el contrario, a ellos les conviene mantener y ampliar las diferencias entre los pueblos. 

La solución a los problemas legados por la historia, vendrá en el futuro, con la necesaria integración económica, política y cultural de ambos pueblos,  en una confederación de países sudamericanos. Proyecto mayor,  que deberá  comenzar por la confederación de los pueblos de  Bolivia,  Chile y Perú, como paso previo a la futura integración sub continental.

         Los teóricos y publicistas de la burguesía en Chile y Perú, vienen invocando la ansiada “unidad nacional”, la “conciliación de clases” dentro de ambos países,  para oponerse a la lucha de clases, y en ese sentido vienen manipulando y utilizando la expectativa creada por la próxima declaración del fallo jurídico del tribunal internacional de La Haya.

Por el contrario los pueblos de Chile y Perú persisten en agitar sus propias reivindicaciones dentro de sus países, reivindicaciones que en lo fundamental son las mismas, y que en lo inmediato  colocan en primer plano  la lucha por el derecho a la educación,  la lucha por el derecho a la salud, y la lucha por el derecho al trabajo digno. Las últimas movilizaciones y luchas de masas desplegadas en ambos países, nos vienen demostrando en la acción práctica, que esas son las actuales banderas de lucha, y los movimientos juveniles de estudiantes y trabajadores son los más entusiastas y perseverantes en agitarlas. Hoy, más que nunca, se impone como una necesidad la unidad de los dos pueblos. Esa debe ser la respuesta, y ese debe ser el  significado que debe tener el día 27 de enero para nuestros pueblos: persistir en la lucha conjunta contra la clase dominante en ambos países.

¡VIVA LA UNIDAD DE LOS PUEBLOS PERUANO Y CHILENO!      


El tema de La Haya y la unidad nacional

Gustavo Espinoza M.

27-01-2014

El litigio marítimo con Chile que habrá de resolverse en forma definitiva el próximo lunes 27 de enero, cuando el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya haga conocer una resolución inapelable y obligatoria, por tanto, para ambas partes, ha servido para diversos efectos.

Por un lado, ha atizado los dolorosos lazos que unen a peruanos y chilenos, hermanados y enfrentados a lo largo de la historia. Evocaciones alusivas a la lucha por la Independencia de ambos países y al papel jugado por chilenos como Bernardo O´Higgins en el Ejercito Libertador Sanmartiniano, por un lado; y remembranzas de los más dramáticos episodios de la Guerra del Pacifico, cuando nuestras poblaciones fueron cruelmente diezmadas por el ejército invasor, por otro; han servido como alimento cotidiano en este contexto concreto en el que se han cantado mensajes de odio y amistad algo más que en otros tiempos.

Más allá de estas convergencias, y diferencias, sin embargo, cabe aludir aquí al hecho que la decisión de la Corte Internacional está inscrita en un escenario concreto, cuando el Perú busca un camino de salida a su más honda crisis; y cuando Chile procura recuperar su identidad diezmada por el régimen fascista de Pinochet y gobiernos posteriores que administraron ese suelo a espaldas de los intereses populares.

En otras palabras, cuando Ollanta Humala esboza tímidos proyectos de cambio sin atreverse siquiera a caminar hacia ellos, y Michelle Bachelet comienza una segunda gestión de gobierno que su país espera sea mejor y más definida que la anterior, cuando vivió maniatada por una constitución heredada de la dictadura, los tambores bélicos no son necesarios. Asoman tan solo como amenazas dolientes contra pueblos hermanados por el atraso y la miseria.

En ambos países, curiosamente, la inminencia del fallo de la Corte ha servido para presentar la imagen de una “unidad nacional” que -todos sabemos- es casi un producto de exportación.

En Chile, en efecto, no habrá “unidad nacional” mientras no se procesen atinados proyectos de reconciliación, que sólo serán viables, si transitan por la ruta de la verdad y la justicia.

Pensar en la “unidad nacional” en el país de Mapocho -la patria de Neruda- en tanto existan desaparecidos y torturados, además de asesinos y torturadores gozando de la mayor impunidad, es no sólo una ingenuidad, sino también una insensatez.

Los seres humanos no están hechos para “poner la otra mejilla”, como aspira el Evangelio, sino para construir un mundo racional en base a principios de convivencia universal.

Algo parecido puede asegurarse con relación al Perú. ¿Podemos hablar de olvido y de perdón cuando aún están cerradas y escondidas las tumbas de millares de peruanos vilmente asesinados en los años de la violencia?

Ya sé. Hay “causas superiores”, nos dirán. Si, pero eso podrán decirlo quienes no sintieron en su propio cuerpo ni en su alma el cincel doloroso de la muerte y la tortura, ejecutada por gentes que hoy gozan de prebendas infinitas sustraídas a las propias poblaciones esquilmadas.

Podrán hacerse muchos discursos en torno a la “unidad nacional indispensable en esta hora”, claro, pero ¿qué nos une a la Mafia anti peruana que robó y masacró impunemente a nuestro pueblo y que se dispone a volver a hacerlo con mayor rencor y frescura aún en el futuro?

¿Qué nos une a Alberto Fujimori o a Alan García, que entregaron al capital extranjero -y también chileno- bienes y recursos nacionales, incluyendo aeropuertos, líneas aéreas, transporte, empresas de servicio y otros? ¿Acaso no sabemos que si ellos volvieran a la gestión gubernativa incurrirían en la misma conducta anti peruana del pasado reciente?

No tiene sentido lacerar heridas generadas por una guerra de ataño entre países vecinos, entre otras razones porque esa guerra fue creada y alimentada por los mismos “grandes intereses” que medraron a costa del Perú y de Chile todo el tiempo.

Y es bueno darse cuenta, en forma definitiva, que los trabajadores peruanos y chilenos tienen entre sí mucho más lazos de amistad y de solidaridad, que nos unen; que vínculos y dependencias con las oligarquías nativas que los explotan.

Objetivamente, por encima de diferencias de otro orden, Luis Emilio Recabarren y José Carlos Mariátegui, al igual que Luis Figueroa o Isidoro Gamarra, podrían darse un abrazo fraterno sin grima y sin rencores.

Por lo demás, no hay, en nuestro tiempo, peligros reales de guerras entre países fronterizos, salvo que sean urdidos artificialmente por el capital financiero y los grandes intereses imperiales, como sucede en el Medio Oriente y regiones aledañas.

Pero si por ventura eso ocurriera, trabajadores peruanos y chileno podrían, en su mismo suelo, luchar con más éxito contra sus propios opresores y abrir paso a una verdadera y legítima hermandad latinoamericana; que es lo que todos estamos empeñados en forjar, y lo que se afirma día a día con los procesos liberadores, que corren sueltos en nuestro continente..

Los peruanos no debiéramos nunca dejar de leer a Mariátegui ni pensar en sus sabias reflexiones. El Amauta nos dijo en la revista “Variedades” en diciembre de 1928: “El deber de la Inteligencia, sobre todo, es, en Latino-América, más que en ningún otro sector del mundo, el de mantenerse alerta contra toda aventura bélica. Una guerra entre dos países latino-americanos sería una traición al destino y a la misión del Continente. Sólo los intelectuales que se entretienen en plagiar los nacionalismos europeos, pueden mostrarse indiferentes a este deber. Y no es por pacifismo sentimental, ni por abstracto humanitarismo, que nos toca vigiar contra todo peligro bélico. Es por el interés elemental de vivir prevenidos contra la amenaza de a balcanización de nuestra América, en provecho de los Imperialismos que se disputan sordamente sus mercados y sus riquezas”. 

No se trata de una frase extraída de contexto, sino de una reflexión lógica derivada de la experiencia política del Amauta, que recoge las lecciones de la Guerra del Pacífico y las proyecta en el escenario continental en ese entonces amagado por el peligro -luego concretado- de la Guerra del Chaco, que trajo dolor y sufrimiento, inútiles, a pueblos hermanos: Bolivia y Paraguay.

Es bueno, entonces, que esperemos el Fallo de La Haya con tranquilidad y sin expresiones del patrioterismo ramplón que algunos alientan. Y que busquemos siempre anudar lazos entre pueblos hermanos porque más allá de las contingencias de hoy, está el porvenir que nos espera, y que será pan y luz para los pueblos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


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