jueves, 24 de marzo de 2016

EVITAR EL RETORNO DE LA DICTADURA FUJIMORISTA Y ACABAR CON EL CONTINUISMO NEOLIBERAL




24-03-2016

Una vez más la movilización ha puesto contra las cuerdas la candidatura de la hija del dictador. Miles se han movilizado en la ciudad de Lima y en diversas regiones del interior del país para expresar su rechazo a la postulación fraudulenta de Keiko Fujimori. El Jurado Nacional de Elecciones (JNE) ha sentido el golpe y ha tramitado el pedido de exclusión de dicha candidatura, que como lo demuestran diversas pruebas periodísticas, también habría infringido la nueva ley electoral. Lo paradójico es que la señora Fujimori, según todas las encuestadoras, encabeza la preferencia electoral con más del 30% de votos a su favor.

La demanda principal de los diferentes sectores que se movilizan va dirigida al Jurado Nacional de Elecciones para que este tache la candidatura de Keiko Fujimori ya que viola la ley, la misma que prohíbe que los candidatos otorguen regalos o dadivas a los votantes. Según la norma, los candidatos infractores podrán ser sancionados incluso con su separación permanente del proceso electoral. Esta ley se le aplicó ya a la candidatura de César Acuña y fue separado del proceso. 

La nueva ley electoral fue aprobada por el actual parlamento peruano el año pasado y busca acabar con la compra de potenciales votos. Este hecho era muy común en el Perú y estaba llevando a la deslegitimación, no solo de las instituciones electorales, sino del acto electoral en sí mismo.

Carácter del fujimorismo

Keiko Fujimori representa los intereses de un sector del empresariado nacional y del gran capital transnacional, los mismos que se valieron de los diez años de dictadura de Alberto Fujimori (1990-2000), para saquear el país a su antojo, acabando con la soberanía nacional y los derechos políticos, económicos, sociales y culturales de los trabajadores y del pueblo. Esto se hizo a través de una política de liquidación física de los espacios de participación y resistencia social, por eso se intervinieron las universidades y se encarcelaron y asesinaron a cientos de dirigentes sociales del campo popular y de la izquierda. 

Para legalizar el entreguismo, Alberto Fujimori implementó la constitución de 1993 que hasta hoy rige el destino político de nuestro país. Esta constitución firmada por el ex dictador - hoy preso en la DINOES - se ha convertido en la principal barrera para el desarrollo nacional y social. Allí se faculta la privatización de los servicios públicos como la salud y la educación, así como la evasión de impuestos a las grandes transnacionales vía los contratos de estabilidad tributaria. En la constitución de 1993 queda claramente establecido que el estado peruano se convierte en subsidiario y gendarme del gran capital monopólico, renunciando así a su facultad soberana de promover el desarrollo económico y social.

La caída de la dictadura y el continuismo neoliberal

Los gobiernos que siguieron a la dictadura fujimorista (Paniagua, Toledo, Alan García y Ollanta), han continuado bajo el piloto automático del neoliberalismo en materia económica y en el terreno político han mantenido incólume el régimen heredado del fujimorato, a ello se debe que la constitución del 93 no se haya cambiado. Por esta razón el crecimiento económico producto del boom exportador de materias primas, jamás llego a los bolsillos del pueblo y solo sirvió para incrementar las ganancias de los grandes empresarios extranjeros y sus socios locales, así como de un puñado de políticos y de tecnócratas del estado, los cuales se han terminado convirtiendo en una casta de lobistas ajenos a los intereses de la ciudadanía. Esta es la causa de fondo que genera la corrupción en el sector público y el envilecimiento de la política en nuestro país.

El gobierno de Ollanta Humala contribuyó sustantivamente al desprestigio de las opciones de cambio, ya que llegó a palacio planteando acabar con el neoliberalismo y cambiar la constitución del 93 vía asamblea constituyente, sin embargo ya en el poder traicionó sus promesas de campaña y a millones de peruanos que votaron por la gran transformación. 

Investigaciones recientes realizadas por la justicia brasileña sobre el caso Lava Jato ponen en evidencia que el gobierno saliente de Humala estaría embarrado hasta el cuello de corrupción (recibió 3 millones de dólares de la empresa brasileña Odebrech), por eso y para no terminar tras las rejas, la pareja presidencial se encuentra ocupada buscando una candidatura presidencial potable que les permita impunidad por los siguientes cinco años. Para cumplir esa función impulsaron la candidatura de Julio Guzmán y, al parecer, ahora que esta candidatura se cayó como producto de su improvisación, están en la búsqueda de un nuevo elegido que les permita concretizar sus objetivos.

La izquierda en la encrucijada

La izquierda para estas elecciones presidenciales no ha podido articular un espacio unitario y representativo del movimiento social en su conjunto, lo cual desde ya es una desventaja si consideramos la fuerza del enemigo al cual nos enfrentamos. 

Sin embargo, la derecha también se presenta fragmentada debido a los apetitos de poder existentes en sus diversas facciones, ello generó la caída de las candidaturas de Julio Guzmán y de Cesar Acuña (neoliberales de segunda generación), lo cual abrió una situación inédita que está llevando a que la voluntad de cambio de millones de peruanos se exprese en las candidaturas de Alfredo Barnechea de Acción Popular (11.5%) y de Veronika Mendoza del Frente Amplio (7.5%). 

Alfredo Barnechea, quien postula por Acción Popular – partido centrista que ya gobernó el país en dos ocasiones (1963-1968 y 1980-1985) a través de su líder fundador Fernando Belaunde, plantea mantener la constitución del dictador y los tratados de libre comercio como los TLCs y el temible TPP que nos ata de pies y manos al imperialismo norteamericano, por tanto y más allá de su retórica desarrollista, esta candidatura es más de lo mismo. 

Veronika Mendoza, por otro lado, plantea un programa de reformas basado en la redistribución económica, la diversificación productiva, el respeto al medio ambiente y la participación ciudadana vía la consulta previa. Si bien en el programa del Frente Amplio se habla del cambio de constitución, ese no ha sido hasta ahora el eje de su campaña presidencial.

El Frente Amplio es un conglomerado de partidos de izquierda (suelen llamarse de nueva izquierda) que surgió como negación de los partidos de la izquierda tradicional peruana vinculada históricamente al estalinismo y al maoísmo. 

Si bien existe pluralidad en su seno y sectores que tienen una perspectiva antimperialista y por esa vía anticapitalista como el MPGT, lo cierto es que los partidos más grandes y representativos del Frente Amplio como Tierra y Libertad y Sembrar (del cual proviene la candidata presidencial) asumen la ideología postmarxista, por eso sus análisis están desprovistos de la perspectiva de clase y sus objetivos estratégicos son ajenos al socialismo revolucionario. Tanto Tierra y Libertad como Sembrar tienen como finalidad superior la construcción de una sociedad del “buen vivir”, donde al parecer el sujeto social sería una abstracta ciudadanía (cultural y ambiental) desvinculada de la estructura económica y de la propiedad sobre los medios de producción.

Las otras dos fuerzas de izquierda que postulan en estas elecciones (MAS-Democracia Directa y Perú Libertario), hasta el momento han alcanzado poca significación electoral y lo más probable es que no pasen la valla, perdiendo asi su inscripción. De ellas, cabe destacar la candidatura de Gregorio Santos (MAS-Democracia Directa), líder de la lucha social contra el emblemático proyecto minero Conga en Cajamarca. Esta lucha junto a la de los campesinos del valle de Tambo en Arequipa, fueron las más importantes que se libraron durante el actual gobierno y le significaron una derrota categórica al presidente Ollanta Humala y a su entorno, ya que no pudieron implementar dichos emprendimientos mineros a pesar de la represión y la criminalización de la protesta social que se implementó desde el estado y que costó muchos muertos, heridos y detenidos.

Gregorio Santos, después de esta gesta, fue encarcelado hasta la actualidad sin que se le haya iniciado aun proceso judicial, ya que no existen las pruebas suficientes para incriminarlo. El estar preso y no contar con una estructura partidaria nacional le ha pasado la factura a su candidatura, por lo cual no ha podido despegar. Desde la prisión Santos ha denunciado la política continuista de este gobierno y el modelo neoliberal planteando como salida la convocatoria a una Asamblea Constituyente para cambiar la constitución y reestructurar el estado.

La voluntad de cambio encuentra un nuevo cause

La voluntad de cambio que llevó al gobierno a Ollanta Humala el 2011 no ha desaparecido. Si bien es cierto la traición ollantista ha generado mucha desconfianza a nivel del movimiento social, este sigue luchando e imponiendo sus condiciones. Por eso los proyectos mineros Conga y Tia Maria fueron rechazados por la movilización social, asi como el proyecto de ley que reducía los derechos sociales a la juventud (más conocido como ley pulpin), a ello se suma la victoria popular contra la repartija y contra el monopolio de las Aseguradoras Privadas AFPs. 

La desconfianza en las principales instituciones del estado como el poder judicial, el congreso, el jurado electoral, la policía nacional y los partidos políticos tradicionales, también es una constante. Todos ellos son vistos como gestores de la corrupción institucional. Esto se expresa electoralmente en que un sector importante del electorado (más del 40%) dice que viciará su voto en las próximas elecciones y un 60% se muestra como crítico al neoliberalismo, mientras tanto otro porcentaje mucho mayor considera a la corrupción como uno de los principales problemas del país.

Es en ese entender que la posibilidad que Keiko Fujimori postule a la presidencia de la república, violentando la nueva ley electoral y que incluso gane las elecciones a pesar de representar a un gobierno corrupto como el de su padre, ha servido como catalizador para encaminar el descontento social, el cual se expresa en las movilizaciones que se vienen dando en todo el país bajo la consigna ¡ni olvido ni perdón, Fujimori nunca más!

Por una salida transicional que nos permita empalmar con la voluntad de cambio

Por eso creemos que luchar hoy contra la posibilidad del retorno de la dictadura de los Fujimori es una tarea de primer orden que debe comprometer todos nuestros esfuerzos. Sin embargo, a esta tarea titánica, debemos aunar la de luchar también contra el continuismo político y económico que en las próximas elecciones del 10 de abril se expresará en las candidaturas de Alfredo Barnechea, PPK, Alan García, Alejandro Toledo, entre otros personajes vinculados al neoliberalismo. 

Urge una nueva legislación electoral democrática que acabe con el veto a los sectores populares. Es fundamental facilitar las formas de participación política del pueblo y los trabajadores acabando con la excluyente modalidad que obliga a que para inscribir una organización política se deba contar con más de 1 millón y medio de firmas. Es necesario acabar también con la altísima valla electoral (5% del electorado) que saca de carrera a los partidos pequeños. Debemos democratizar la participación electoral democratizando la economía y el control sobre los medios de comunicación ya que no es justo que quienes más recursos tienen tengan mayor acceso a los medios y por tanto estén facultados para imponer su visión hegemónica de la política. Todo ello y mucho más, solo será posible si ponemos en cuestión la actual estructura jurídica expresada en la constitución de 1993 que sirve como fundamento legal para leyes antidemocráticas y excluyentes como la actual, que para lo único que sirven es para mantener vigente el actual modelo económico.

Por eso debemos dar batalla también en el terreno electoral para de esa manera elevar el nivel de conciencia y de organización del pueblo. En periodos electorales como estos, el pueblo está más predispuesto que de costumbre a escuchar propuestas que respondan a sus inquietudes y necesidades. Por eso debemos anteponer al programa político de las fuerzas conservadoras un programa que recoja las demandas de cambio expresadas en la lucha contra el neoliberalismo y la constitución mafiosa de 1993, planteando la necesidad de una Asamblea Constituyente con participación del pueblo y los trabajadores, para de esa manera abrir un periodo de transición que nos permita construir un nuevo régimen político basado en una democracia participativa que se sostenga en el poder del pueblo organizado.

Esto deberá ir aunado a la tarea de fortalecer desde las bases las organizaciones de los trabajadores y del pueblo creando vasos comunicantes y mecanismos democráticos que nos permitan acabar con la fragmentación y la burocratización y de esa manera, en la calle y con la lucha, empezar a construir una sociedad con justicia social y soberanía nacional.


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