domingo, 3 de septiembre de 2017

LA HUELGA, EL TAKI ONQOY Y UNA NUEVA PROPUESTA EDUCATIVA




                                                                                              José Luis Ayala


    La huelga magisterial ha demostrado el grado de desprecio que tiene hacia los maestros peruanos, el presidente de la República, la ministra de educación y los poderes fácticos. Pero también para entender que el gremio magisterial dividido, no podrá exigir un mejor trato de parte del Estado. Así, todos hemos perdido y quien ha ganado en la práctica, es la imposición de la política neoliberal política y económica, que ahora será mucho más dura. En suma, ¿qué han conseguido los maestros y maestras peruanas? Nada. El hecho de que regresen a sus aulas para exigir una inmediata reposición, será una lucha fratricida contra los directores y gobernadores de cada región.

    Los dos mil soles de sueldo significan un insulto, una injusticia sin límites. Esa remuneración solo alcanzará para atender las necesidades elementales de sus familias. No podrán comprar libros, capacitarse en centros de educación superior. Menos adquirir una casa y enviar a sus hijos a las mejores universidades del Perú y el extranjero. En otras palabras, no ganarán nada, ganar es el remanente, el excedente, el dinero que  queda después de todos los gastos mensuales. Los hogares de los maestros peruanos serán de esa manera los más pobres de América Latina. ¿Y los miles de cesantes y jubilados? No se oye padre. Están condenados a morir lo más antes posible.

    El ministerio de educación, quien sea el ministro o ministra, que por lo general es un tecnócrata ignorante en materia educativa, ahora podrá "evaluar", especialmente a los dirigentes que prolongaron la huelga. Para eso están los directores de las escuelas, quienes cumplirán un rol de cicariato político, contra docentes que no se alinean y persisten en la necesidad de dignificar el magisterio. Esa será una sórdida guerra, un enfrentamiento permanente entre burócratas y docentes comprometidos con la necesidad de defender la dignidad de maestras y maestros peruanos.

    Pero al mismo tiempo, el pueblo peruano ha sido testigo de la capacidad de lucha del magisterio nacional, del grado de sacrificio al que se puede llegar cuando los une causa justa. Más allá de la división en sus filas, muchos maestros llegaron a Lima para mostrar sus heridas sociales y pobreza. Los hemos visto desfilar por calles y avenidas mal vestidos y desnutridos. En sus rostros se reflejó el Perú doloroso y esencial, el Perú empobrecido durante tantos siglos, el Perú sistemáticamente saqueado desde el ataque de España imperial al sistema de gobierno incaico del Cusco.

    Las maestras peruanas nos han dado una lección de heroísmo cívico. Hemos escuchado sus voces que representan a las mujeres injustamente castigadas y más pobres del Perú andino. Sin ellas, no hubiera sido posible atender la alimentación de docentes huelguistas. Sus manos multiplicaron los panes, las ollas comunes permitieron una resistencia no solo a la represión sino al hambre y sed. Sin ellas la huelga se hubiera quebrado en poco tiempo, ahora regresarán a luchar a sus aulas para ser más pobres de lo que antes eran.

    En medio de grandes marchas de maestros y maestras en huelga, cantaban y bailaban mientras desfilaban por calles, avenidas y plazas. ¿No es acaso extraño y contradictorio? De ninguna manera. Se trata de la persistente presencia del subconsciente colectivo, de un hecho que significó una forma de protesta contra la opresión de España al Perú. A ese acontecimiento se le llamó Taki onqoy. Fue un movimiento de carácter político-religioso que se expresó en 1565 como una forma de resistencia a la agresión europea. Significa "enfermedad de la danza o el canto", empezó en Ayacucho y pronto se extendió a Cusco y Lima. Pero fue duramente reprimido especialmente por la iglesia católica en 1572. Sostenía que las huacas habían despertado después de varios años de letargo para imponer un nuevo orden social.

   La prédica consistía en que el Dios extranjero de Pizarro, había vencido momentáneamente a los padres creadores andinos, pero ellos decidieron reincorporarse para establecer un distinto mundo con justicia y equidad. Ese hecho causó una gran alarma en el gobierno del virreinato. El taki onqoy fue liderado por Juan Chogne, quien cantaba y bailaba acompañado de mujeres llamadas Santa María y María Magdalena. La represión española usó el término extirpación de creencias y cultos de la religión indígena. Sin embargo, ese sentimiento andino milenario, subterráneo, invencible, permanente y profundo, es el mismo que emerge en festividades religiosas y ahora lo ha hecho en la huelga magisterial.

    El Taqi onqoy del siglo XXI es a la vez el mismo y distinto al de 1565. El hecho que haya emergido desde fondo y escombros del tiempo en el año 2017 y durante la huelga magisterial, significa que no se ha borrado su permanencia histórica. Ahora es un acto político dialéctico constante, una masiva acción de rebeldía, una indocilidad frente a la política neoliberal del Estado Peruano. Es también una insurrección intelectual, una desobediencia referente a una política absurda de educación servil y esclavista. Es un derecho a ejercer la exigencia de un trato justo para docentes condenados a un sistemático empobrecimiento.

   Lo que ahora tendrán que hacer los maestros y maestras peruanas, es unirse y formar  un solo frente de lucha sindical, pero sobre todo proponer un nuevo sistema educativo peruano de acuerdo a las necesidades del siglo XXI. Tendrán que refundar el movimiento sindical del magisterio nacional. No será una tarea fácil pero tienen ese deber moral. No podrán en lo sucesivo convocar así debilitados como están a otra huelga magisterial, la amenaza de privatización ahora más que nunca desgraciadamente ha cobrado más fuerza. 

    En otras palabras, el Perú espera ahora del magisterio nacional un nuevo taki onqoy educativo. Esa es una tarea histórica irrenunciable de maestros y maestras peruanas. Conocen, tienen experiencia, nadie como ellos y ellas están en la obligación histórica de  crear un nuevo sistema educativo peruano que reemplace a las desacertadas recetas de organismos financieros internacionales. Muy distinto será el día en que maestros y maestras inviten para explicarles y discutir al presidente de la República, ministros de cultura, economía y educación, congresistas y funcionarios de organismos internacionales un nuevo sistema educativo. No es posible permitir que por más  tiempo los tecnócratas decidan el destino de la educación pública en el Perú.

José Luis Ayala


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