martes, 27 de febrero de 2018

RECUPERAR LA MAJESTAD DEL PODER POPULAR




Escribe: Milcíades Ruiz

Disculpen si interrumpo vuestra concentración en las expectativas coyunturales que el  poder mediático nos pone en escena. También es importante mirar a otros lados de nuestra madriguera como hacen los suricatos para sobrevivir al acecho de los depredadores. ¿Hay peligro allá afuera? Solo vemos hasta donde la visión alcanza. Pero nuestras vidas y desarrollo en comunidad, depende también de lo que hagan nuestros depredadores. Es una cuestión de vida o muerte. Es la ley de la naturaleza. Es la lucha de poderes.

El poder de nuestros depredadores es planetario y su preocupación central es, cómo mantener su predominio sobre la humanidad depredada, pues si los depredados desarrollan poder, peligra el orden establecido. Todo intento del dominado para adquirir poder es una amenaza a los intereses del poder predominante. EE UU lo dice abiertamente: Los pueblos que se rebelan son una amenaza a los intereses de este país. Solo ellos tienen derecho a tener poder nuclear. 

Para el imperialismo, ningún país tiene derecho a tener soberanía porque atenta contra el orden establecido. El país que no acepte esta sentencia quedará sujeto a represalias económicas, militares y otros castigos. El gobierno del país rebelde deberá ser depuesto, debiendo ser reemplazado por otro que convenga a los intereses imperialistas. Esta ha sido la historia del dominio capitalista mundial hasta la actualidad.

¿Y por qué un país dominador se atribuye el derecho de aplicar represalias a un país que se atreve a ser soberano? Pues porque tiene poder para hacerlo. Entonces, mientras exista esta condición veremos las arbitrariedades más absurdas ejecutadas por el imperialismo pasando por encima de las organizaciones internacionales de las naciones. Muchos gobiernos aceptan a espaldas de sus pueblos estas arbitrariedades del amo imperialista porque comparten ideologías e intereses. Pero es detestable la conducta política de adular al poderoso para merecer su apoyo, aun a costa de traicionar a países hermanos.

Entonces vemos al poderoso imperio proceder al igual que los depredadores salvajes cuando separan de la manada a la presa apetecida para aislarla y cogerla desprotegida. Eso es lo que se viene haciendo con Venezuela de la manera más burda y miserable. Busca separar al gobierno del pueblo mediante maniobras desestabilizadoras que, ocasionan penurias en la población para obligarla a ponerse en contra. Pero también, busca separar a Venezuela del bloque latinoamericano y del conjunto continental para aislar a este país, dejándolo indefenso.

Impotentes, observamos esta salvajada en la cancillería peruana actuando rastreramente contra un país hermano solo para adular al amo imperialista, lo que encuentra eco en la señora Mendoza y su movimiento “Nuevo Perú”, pues para estos, lo que hay en Venezuela es una dictadura (Diario UNO 27.02.18). Pese a todo, nuestras protestas no impiden la barbarie de quienes están posesionados del poder de gobernar. Este es el punto al que quería llegar para preguntar: ¿Cuántos están conscientes de este crucial asunto del poder? ¿Y cuántos están dispuestos a hacer algo más que protestar? 

Nuestro país se debate en una crisis estructural pero se la ve solamente como un asunto de personas. ¿Cambiando a las personas será suficiente para que cambie el país? ¿No tenemos capacidad para darnos cuenta que la vieja república está colapsando debido al obsoleto sistema político, que le ocasiona aborto de gobernantes degenerados? La fábrica nacional arroja como productos elaborados, monstruosidades nauseabundas. Padres que violan a sus hijas, sicarios en masa que matan por dinero, jueces que absuelven delincuentes pese a las pruebas, policías en bandas criminales, oligopolios de prensa y de alimentos fraudulentos, lobistas de toda calaña que parasitan a la patria, zánganos que succionan la caja fiscal, criminales de lesa humanidad indultados, trata de menores, pedófilos, etc. 

¿Todos estos males sociales de una infinita lista, no son suficientes para hacer entender a la gente que la sociedad peruana está podrida y es urgente hacer cambios determinantes? Más de seis mil violadores detenidos en el 2017. ¿Y los que no son detenidos ni denunciados? ¿Cuánto más de todo esto, tiene que pasar para decidirnos a actuar contundentemente? ¿Nos falta coraje para decir basta ya? La ineptitud, inmoralidad e impunidad han avasallado a nuestra patria que ha quedado cautiva de los corruptos. Liberarla de estas ataduras es una obligación patriótica que no deberíamos eludir. ¿Cómo hacerlo? Hay, infinidad de maneras pero hace falta resolución política. Actuar es el paso más importante.

Pero no lo hagamos aislándonos de nuestro pueblo porque cometeríamos el mismo error de las víctimas de los depredadores salvajes cuando estos logran separarlas de la manada. Aislados de la masa seremos presa fácil. Para sobrevivir políticamente, tenemos que estar protegidos por las masas. Desde que la izquierda se separó de la masa popular hemos perdido muchos cuadros valiosos y su precariedad orgánica ha quedado reducida a su mínima expresión. Aislados de las masas muchos partidos políticos, agrupaciones y colectivos son solo rótulos. Aislarse del pueblo facilita el propósito de nuestros depredadores.

En nuestro calendario político, están las próximas elecciones de autoridades locales, provinciales y regionales. Para participar en ellas sobra voluntad. La gente se reúne en torno a esta oportunidad y los partidos políticos hacen planes aunque no hayan hecho trabajo de base. Conscientes de esta debilidad buscan agruparse invocando nuevamente la palabra unidad. Otra vez la misma cantaleta. Pero, ¿A qué unidad se refieren? ¿A la unidad electorera? ¿A la unidad de las cúpulas aisladas de las masas? ¿A la unidad ocasional y pasajera? ¿O a la unidad sostenible de la izquierda en torno a la lucha popular? Vaya uno a saber.

La gente se pregunta: ¿Por qué hay tantos candidatos para cada cargo? La respuesta es obvia y no podemos evitar la malicia. La campaña electoral puede costar 40 mil dólares pero si la plata no viene sola, entonces ¿Quién la pone? ¿Y cómo recuperar esos fondos más la rentabilidad de la inversión? Nadie invierte en un negocio que no es rentable. En estas condiciones los dirigentes populares nunca podrían ser candidatos porque no son pudientes. Pero no faltarán otros que sin tener arraigo popular tienen arraigo pecuniario. Para estos, lo demás, es lo de menos.

No saben nada de las funciones del cargo para el cual postulan pero no les importa porque no es un requisito saberlo. El requisito es el dinero. El dinero se hace, dicen algunos, mientras que otros dicen: “del mismo cuero sale la correa”. Es así como está tácitamente establecido en el régimen electoral. Por eso vemos a muchos alcaldes empeñados en hacer obras de cemento o “elefantes blancos” en municipios paralíticos cuyo vecindario es rural. Dan preferencia al gasto y no a la inversión reproductiva. Prefieren entenderse con proveedores fantasmas y contratistas de construcciones más no, con los de proyectos de desarrollo rural aunque el vecindario sea agrícola.

Jamás piensan en el crecimiento económico del municipio, en el PBI local, provincial o regional. La inmensa mayoría de autoridades a elegir están en áreas rurales alejadas. Revisen las propuestas electorales y se darán cuenta de lo desfasadas que están de las necesidades del vecindario. Si la economía del municipio es agrícola o ganadera, si la economía provincia es rural, si la economía regional es agropecuaria: ¿Por qué las gestiones de estas jurisdicciones tienen que estar divorciadas de sus realidades? ¿En qué se benefician los campesinos de la construcción grandes coliseos, estadios olímpicos y otros locales públicos de varios pisos?

Los gobernantes locales, provinciales o regionales pueden ser de izquierda pero quizá sus gestiones no. En nada se diferencia de sus colegas de derecha. Hasta en la corrupción. Ante la vista de sus gobernados no hay motivo para decir: “un gobierno de izquierda es otra cosa”. Pasan por los cargos sin pena ni gloria, perdón, sin gloria y con penalidades judiciales. Los ejemplos sobran. La izquierda ha tenido el gobierno de la capital de la república, gobiernos regionales y gobiernos municipales en el interior del país. ¿Cuánto ganó la izquierda con la gestión de tal o, cual, autoridad izquierdista? ¿Cuál es el prestigio que han dejado? Pero a los aludidos, eso les resbala, porque igual siguen integrando frentes de izquierda con fines electorales sin vergüenza alguna. Revisen las agrupaciones y allí los encontrarán.

No es por falta de atribuciones, que si las hay en la legislación respectiva, ni por falta de presupuesto pues ni siquiera llegan a utilizar lo programado. Entonces, ¿Cuál es el objetivo de participar en las próximas elecciones? ¿Lo saben ustedes? No me refiero a la finalidad, que es el ¿para qué? Sino a los ideales aspirados que se expresan en modo infinitivo. Esto nos lleva reflexionar sobre si obtener el poder municipal o el poder regional es un fin, o es un medio para lograr un ideal. Aunque no necesariamente tenemos que ser esquemáticos sabiendo que todo es relativo, siempre es importante tener claridad en los objetivos que se persiguen. Sin objetivos definidos no habrá mística de trabajo.

Decir todo esto, puede ser motivo para ser tildado de negativo, quizá con justa razón. Pero por lo observado en algunos grupos, el empeño está centrado en ganar las elecciones a como dé lugar, prescindiendo de los objetivos y sin entrar en detalles para evitar tensiones. Sea como fuere, es de desear que todos actúen con buenas intenciones, que el dinero gastado es por amor al arte, que no haya ambiciones personales, que la unidad sea sincera, que no lo hacen por acomodo ni por interés particular…. ¡Ya pues, no se rían!

He puesto énfasis en la cuestión de “poder” porque quería plantear que el objetivo de participar en las próximas elecciones sea empoderar al pueblo. Que no es lo mismo que empoderar a la izquierda como tampoco, empoderar al partido. Tampoco son excluyentes. De modo que, todo se puede conseguir al mismo tiempo, trabajando con honestidad política. Eso significa que nuestra perspectiva debería estar orientada a lograr que el pueblo tenga el poder realmente. Esto es, que la gestión municipal y regional tenga como base fundamental dar al pueblo la soberanía en las decisiones de gobierno. 

Que no sea el alcalde o el Concejo Municipal quienes decidan a espaldas del pueblo. La autoridad elegida no debería mandar sobre el pueblo pasivo. Hay que recuperar el rol de máxima autoridad que se le ha sustraído al cabildo, o asamblea popular representativa. Que la autoridad administrativa haga lo que el pueblo determine en cuanto a la política de gobierno, la distribución del presupuesto y el control de la gestión administrativa. Las asociaciones civiles funcionan teniendo a la asamblea general como la máxima autoridad, no hay razón para que no lo hagan los gobiernos de todo nivel.

Si logramos el reconocimiento del poder popular desde la célula básica del Estado hasta las altas instancias todo podría ser diferente. ¿No les parece? Disculpen la impertinencia.

Febrero 2018


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