lunes, 5 de marzo de 2018

“C.L.R. JAMES: HACIA UN MATERIALISMO POSTCOLONIAL”: MATTHIEU RENAULT




05/03/2018

La crítica del eurocentrismo debe renovarse. Para algunos, aplicar los conceptos del marxismo más allá de las fronteras de Europa es condición suficiente para revisar el vínculo europeo de la teoría social. Para otros, provincializar Europa requiere una renuncia a toda conceptualización unitaria del capitalismo y de los conflictos que se producen en su seno. Matthieu Renault propone cambiar los términos del debate insistiendo en la originalidad y la importancia del trabajo teórico de C.L.R. James. El marxista caribeño ofrece una clave esencial de la crítica del eurocentrismo que Matthieu Renault pretende examinar bajo el prisma de las nociones de civilización y traducción.

1) De la crítica postcolonial… al marxismo anticolonial.

“C.L.R. James era trotskista, y fue marxista toda su vida. No hubiera podido contener la risa si le hubiesen presentado un texto de los teóricos postcoloniales recientes diciéndole: “mira, estos son tus hijos”. Sufriría un ataque de risa.”[1]

Estas palabras son un fragmento de la entrevista con Vivek Chibber, autor de Postcolonial Theory and the Specter of Capital, obra publicada en 2013[2]. Estas líneas prolongan los argumentos desarrollados en la conclusión de su obra en la que el autor se opone con vigor a la tesis planteada por Robert J.C. Young en Postcolonialism: An Historical Introduction (2001). Young plantea que, sin importar que operen en condiciones marcadamente diferentes de las existentes en situación colonial, la crítica postcolonial “se inspira” e “incorpora la herencia de las tradiciones marxistas sincréticas desarrolladas fuera de occidente durante las luchas anticoloniales”[3]. Dicho de otro modo, para Young, la crítica postcolonial es heredera directa del anticolonialismo, y más particularmente de los marxismos anticoloniales. Pero, según Chibber, “la descripción de Young es totalmente errónea”. ¿Por qué? Porque las grandes figuras del anticolonialismo, de Kwame Nkrumah a Amílcar Cabral, pasando por C.L.R. James, fueron fieles al “pensamiento humanista y la ética universal”. Independientemente de las derivas y desventuras de los regímenes postcoloniales, añade Chibber, los teóricos y dirigentes anticoloniales –a menudo fueron lo uno y lo otro– confiaban en la ciencia, la objetividad y la idea de “emancipación universal”, ideas que por el contrario constituyen el “blanco privilegiado de las críticas” del campo de estudios postcoloniales[4].

La crítica de Chibber es en muchos aspectos bienvenida. Por tomar un ejemplo, es por lo menos problemático hacer de los pensadores anticoloniales los precursores de la deconstrucción postmoderna-postcolonial del gran relato europeo de la modernidad aún cuando una amplia mayoría de ellos, ya sea por predilección intelectual o por necesidad política y económica –¿podemos realmente trazar una línea de demarcación entre estos dos motivos?– eran partidarios de llevar a cabo políticas de modernización en los países en vías de descolonización. No obstante, aunque rechazando radicalmente la idea de la necesidad de construir un nuevo marco teórico que dé cuenta adecuadamente de las diferencias entre oriente y occidente, Chibber no revoca en ningún caso el proyecto postcolonial de “provincializar Europa”. Oponiéndose a la tesis del arraigado eurocentrismo de Marx y de la teoría marxista, que se ha convertido en lugar común de toda una franja de la crítica postcolonial, Chibber afirma no sin provocación que “la historia del análisis marxista del siglo XX es la historia de […] la comprensión de la especificidad de oriente[5]. Propone algunos ejemplos: La teoría del imperialismo y del “eslabón más débil” de Lenin, los trabajos de Kautsky sobre la cuestión agraria, la teoría de la Nueva Democracia de Mao, los trabajos de Cabral sobre la vía revolucionaria africana y, como era de esperar, la teoría del desarrollo desigual y combinado de Trotsky[6].

Esta última es absolutamente central en los escritos de C.L.R. James, en particular en Los Jacobinos Negros, convertido en un clásico de los estudios postcoloniales. Tal como destaca Grant Farred, la historia de la revolución haitiana narrada por James está atravesada por el “tropo de la movilidad, del flujo y reflujo de los acontecimientos políticos”[7] tan apreciado por Trotsky. Incluso después de su ruptura definitiva con el trotskismo, James siguió fiel a la idea del “privilegio del atraso histórico” desarrollada por el autor de la Historia de la Revolución Rusa[8] (1930, publicada en inglés en 1932). La “ley de la compensación histórica” que James explicita en sus Notes on Dialectics de 1948 no deja de hacerse eco de la ley del desarrollo desigual y combinado:

“La Francia políticamente atrasada produjo la Revolución Francesa. La Alemania económica y políticamente atrasada produjo la filosofía clásica y el marxismo. La Rusia frustrada produjo la gran literatura rusa del siglo XIX […] y el bolchevismo. […] Esta ley puede ser llamada ley de la compensación histórica. Su importancia consiste en que poniendo al día una reacción diferida, ésta se proyecta en el futuro, y el atraso se transforma haciendo de sí mismo la dinámica de transición hacia el vanguardismo. Menuda fórmula!”[9]

Esta concepción del salto (leap), de la combinación y de la maraña –del “salto por encima de las etapas históricas” en los términos de Trotsky– contradice radicalmente la crítica rudimentaria, pero muy extendida dentro del campo postcolonial, del historicismo como sucesión lineal, progresiva y necesaria de los estadios histórico-económicos que cada sociedad deberá recorrer.

No obstante, el problema de esta concepción alternativa de la “provincialización de Europa” es que ya ha sido sometida a debate por los teóricos postcoloniales más exigentes. En “A Small History of Subaltern Studies” –un texto muy utilizado por Chibber–, Dipesh Chakrabarty afirma que las “teorías del “desarrollo desigual” –en el seno de las cuales incluye sin ninguna duda la teoría del desarrollo desigual y combinado de Trotsky– pueden a lo sumo “modular”, no superar, “la concepción eurocéntrica y etapista de la historia”[10]. Desde un punto de vista postcolonial, el mayor problema reside efectivamente en el uso de la noción de atraso en tanto que se apoya en la dicotomía moderno versus premoderno. De hecho, esta dicotomía es el blanco favorito de las críticas postcoloniales… y no solamente de ellas. En su obra Caliban’s Reason, Paget Henry, relacionando la idea según la cual las “tendencias eurocéntricas” de James derivarían inmediatamente de su adopción de la teoría marxista, concluye nada menos que el pensamiento de James “sigue atrapado en el discurso europeo de la modernidad”[11].

No trataremos de abordar aquí el enésimo debate sobre las fechorías del eurocentrismo, ni juzgar quien es eurocéntrico y quién no. Trataremos, nada más, de hacer un llamado a la “reconciliación”, a una síntesis que no dejará de ser artificial entre posiciones “marxistas” y “postcoloniales” preestablecidas y opuestas. El meollo está más bien en reformular los términos mismos del debate que opone la crítica postcolonial a sus detractores, particularmente las críticas marxistas, lo que implica refrescar dos cuestiones con respuestas poco evidentes: ¿Qué significa eurocentrismo? ¿En qué sentido el eurocentrismo es un problema? En este aspecto, es particularmente fecundo centrarse en los marxismos-socialismos anticoloniales en la medida en que su herencia, reivindicada por las dos (al menos) partes en conflicto, constituye un verdadero campo de batalla de debates y controversias contemporáneas. Ello implica a su vez no presuponer que estos marxismos han prefigurado la crítica postcolonial, ni que han consistido simplemente en aplicar-adaptar el(los) marxismo(s) a las condiciones particulares no-europeas y coloniales.

En otros términos, todavía tenemos que entender el significado de la afirmación de Frantz Fanon en Los Condenados de la Tierra en la que dice: “los análisis marxistas deben modificarse ligeramente siempre que se aborda el sistema colonial”[12] –y debemos añadir actualmente, la situación post-colonial. Para tal fin, es esencial revisar la obra de C.L.R. James. Tanto si es en la teoría de la historia (y de la temporalidad) de James, como en su concepción y su práctica historiográfica, donde reside ciertamente la “respuesta última” a nuestros interrogantes, debe reconocerse que su pensamiento es el trabajo más terminado del que disponemos. Es por ello que para empezar, proponemos dos pistas de estudio centrándonos en dos problemáticas: las de la traducción y la civilización.

2) Traducciones del marxismo

Con el fin de tratar el problema de la traducción, nos apoyaremos casi exclusivamente en un solo texto de James titulado “The Americanization of Bolshevism” (1944), el comienzo del cual es significativo:

“Para bolchevizar América, es necesario americanizar el bolchevismo”[13].

Como muchos otros antes y después de él, James plantea la cuestión de la necesidad de una “nacionalización del marxismo”. En efecto, “toda gran revolución es ciertamente una revolución nacional, en tanto que representa los intereses no solo históricos sino también inmediatos de una nación y es reconocida como tal”[14]. El mejor ejemplo de proceso de nacionalización del marxismo es, según James, la obra de Lenin –lo que no impidió a este último, más bien al contrario, ser “el mayor internacionalista de su tiempo”[15]. ¿Cómo procedió Lenin? Incorporando el marxismo a la tradición del movimiento revolucionario ruso, y a su vez incorporar esta tradición al marxismo. Dicho de otro modo, “la obra de su vida fue traducir el marxismo en términos rusos y para el pueblo ruso”[16]. Esto es, afirma James, lo que debe hacerse en los Estados Unidos:

“Cada principio y práctica del bolchevismo [debe] ser traducido a los términos americanos. El materialismo histórico, el análisis marxista, el rol del partido […], todo ello debe ser enseñado, desarrollado, demostrado a partir del desarrollo económico, social y político americano.”[17]

No obstante, la noción de traducción es actualmente difusa en la literatura postcolonial. No es sorprendente que Young la utilice en su Postcolonialism: An Historical Introduction para explicitar las apropiaciones y transformaciones del marxismo en contexto (post-)colonial: “El pensamiento anti- y postcolonial siempre ha estado comprometido con el proceso de reformulación, de traducción y de transformación del marxismo para sus propios fines”[18]. Sin embargo, hay profundas diferencias entre la problematización de la traducción postcolonial y la de James. La diferencia más evidente es que, en “The Americanization of Bolshevism”, James se interesa por las traducciones entre dos “lenguajes occidentales” (europeo y norteamericano), mientras que los teóricos postcoloniales presuponen a menudo que una traducción (política epistémica) es solo necesaria en el caso de relaciones y de circulaciones entre occidente y el mundo no-occidental. En segundo lugar, y más importante, la mayoría de los ejemplos dados por James para manifestar el éxito de la empresa leninista de traducción del marxismo en Rusia corren el riesgo, más bien, desde una perspectiva postcolonial, de ser considerados como contra-ejemplos. James se refiere por ejemplo a la “larga respuesta [de Lenin] a la manipulación del marxismo hecha por los Narodniki”, así como a “su controversia con los Narodniki sobre el desarrollo futuro del capitalismo ruso”[19]. Pero es de temer que, desde este punto de vista, una parte importante de los autores postcoloniales se sientan más cercanos a los Narodniki que afirmaban que el destino del socialismo en Rusia era radicalmente diferente al de la Europa capitalista[20]. Finalmente, a diferencia de la mayoría de autores postcoloniales, James no tiene ninguna intención de cuestionar el carácter universal de la teoría marxista:

“Todos los principios y doctrinas del marxismo […] tienen una aplicación universal”[21].

Sin embargo, existe sin lugar a dudas una crítica del eurocentrismo o al menos del occidentalismo en el texto de James: “Los clásicos del marxismo son europeos en su origen y contenido. […] El Capital no es solamente un estudio del capitalismo abstracto. Es la historia del desarrollo del capitalismo inglés. […] Para el obrero americano medio, estos libros son en principio extranjeros”[22]. Posiblemente se podrá objetar que este argumento no tiene relación alguna con la cuestión colonial y menos aún con la problemática postcolonial. No será el caso del testimonio de este pasaje de la introducción del manuscrito American Civilization escrito por James unos años más tarde:

“Desde el primer día de mi estancia en los Estados Unidos hasta el último nunca cometí el error que, por otra parte, cometen muchos europeos inteligentes, de intentar entender este país con los estándares europeos. Puede que por una razón –a causa de mi experiencia colonial–, siempre lo he visto por lo que era y no por lo que yo pensaba que debería ser[23].”

Más aún, James indica muy claramente que la americanización del bolchevismo no concierne únicamente a los “obreros de base”, como si los demás, y en particular los intelectuales, pudieran vislumbrar inmediatamente los principios universales sin pasar por la mediación de la experiencia concreta-particular. Al contrario, James subraya que todos “los miembros del partido, del más alto al más bajo, tienen igualmente necesidad”.[24] Finalmente, James sostiene al mismo tiempo que los principios del marxismo son universales y que, para evitar toda “confusión y perjuicio”, tienen que ser “incorporados, retrabajados y dados vida de nuevo” en los estudios de un país concreto; hace falta que cada uno “extraiga las nociones a partir de su entorno cercano y su pasado histórico”[25]. En resumen, la traducción no es en ningún caso una “relativización” o una des-universalización del marxismo. Tampoco se reduce a una mera cuestión de estrategia: es indisociablemente teórica y práctica. Su necesidad se funda sobre el hecho que el marxismo no puede no ser adaptado a las situaciones históricas concretas y debe preservarse siempre de una importante amenaza: la amenaza de la abstracción. En este sentido, la traducción, lejos de ser una particularización, es una universalización. Es la condición misma de su universalidad.

Las reflexiones de James sobre la traducción no pueden dejar de evocar la problemática gramsciana de la “traducibilidad de los lenguajes científicos y filosóficos” en los Cuadernos de la cárcel. Al igual que Gramsci, James parece defender una doble concepción paradójica: por un lado, el marxismo es un metalenguaje universal que hace posible las traducciones recíprocas de los lenguajes pre- o no-marxistas, como así demuestran las traducciones llevadas a cabo por Marx entra la filosofía alemana (hegelianismo), el pensamiento político francés y la economía inglesa. Pero, por otro lado, el marxismo mismo es un cuerpo teórico y de prácticas que debe ser traducido de lenguaje en lenguaje y de nación en nación –en Europa y más allá de Europa– como muestra la insistencia de Gramsci en la necesidad de traducir la revolución bolchevique en la Europa del oeste. Si Young defiende una concepción similar de la traducción, va mucho más lejos que Gramsci y James, cuando afirma que en el pensamiento y en las luchas anticoloniales, “la traducibilidad del marxismo estaba ella misma sujeta a un proceso de traducción”:

“La contribución de los teóricos tricontinentales ha sido ofrecer una mediación entre la traducibilidad de la teoría marxista revolucionaria y las propiedades intraducibles de los contextos históricos y culturales no europeos específicos”[26].

Sin embargo, James seguramente hubiera rechazado la tesis, no solo de la existencia, sino también de la necesaria persistencia en el mundo no europeo de particularidades irreductibles a un marco general-universal de interpretación. Dejando esto de lado, la concepción jamesiana de la traducción sería mejor compararla con otras prácticas de nacionalización del marxismo, especialmente con la “adaptación china del marxismo”.[27]

 3) Civilización o civilizaciones

El segundo concepto-problema es el de civilización. En su obra, L’Orient postcolonial, publicado por Ediciones Syllepse en enero de 2013, Vasant Kaiwar, otro crítico de los estudios postcoloniales, declara que en el seno de estos últimos, la “conciencia de civilización” ha ocupado el lugar de la “conciencia de  clase”[28]. Efectivamente es un riesgo real, si no un hecho indudable y definitivo. Sin embargo, el problema es que la frontera entre estos dos “modos de conciencia” ha sido siempre más porosa de lo que sugiere Kaiwar, así como lo prueba precisamente el ejemplo de los marxismos anticoloniales. Tomemos el ejemplo del Discurso sobre el colonialismo (1950) de Aimé Césaire[29] en el que la denuncia del colonialismo en tanto que “asalvajamiento generalizado”, producto de una “civilización enferma”, “mórbida”, en tanto que proceso de des-civilización, se identifica integralmente con la crítica marxista de la decadencia de las clases burguesas europeas y el declive de la civilización capitalista. En los escritos de James encontramos también el problema de la civilización, en singular. James no se interesa por las diferencias entre civilizaciones, en plural, entre “occidente” y “oriente”. James se interesa por la “civilización mundial” (world civilization) –de la cual la “civilización americana” es una parte. Lo que preocupa a James es el porvenir de la “civilización moderna”, concretamente la amenaza de su declive, su destrucción.

James confesó en cierta ocasión que dos “obras formidables” –que había descubierto durante el primer año de estancia en Inglaterra en 1932– ejercieron en él una influencia capital. Estas dos obras son la Historia de la revolución rusa de Trotsky y, más sorprendente, La decadencia de occidente de Oswald Spengler[30] (1918-1923). No hay que subestimar esta influencia a pesar de la declaración contemporánea por parte de James de que “no aceptaba la decadencia anunciada por Spengler”[31]. Concretamente, lo que James no aceptaba era la idea de un declive inevitable, predeterminado, orgánico. Su trabajo, así como el escrito de Robert A. Hill, ha consistido en “despegar las ideas de Spengler de su contexto alemán pesimista y modernizarlas poniendo la tesis del declive de occidente y su civilización [más exactamente de su “cultura”, dado que para Spengler, la “civilización” es la forma que adopta la cultura en su largo declive] en relación con las reivindicaciones de los movimientos políticos, económicos y sociales contemporáneos”[32].

Para decirlo de otro modo, James opera una transformación, una traducción a un lenguaje materialista de la filosofía de la historia de Spengler. A partir de ahí, la contradicción entre la perspectiva conservadora spengleriana y la perspectiva revolucionaria marxista se diluye, tal como lo ilustran estas palabras de James en un texto de 1940, “Trotsky’s Place in History”:

“En el mismo momento en que Spengler escribía sobre el fin de la civilización burguesa, Lenin acababa de escribir El Estado y la revolución y El imperialismo mientras preparaba la revolución rusa.”[33]

El enfoque de James no puede en este sentido dejar de hacer eco en otro gran teórico marxista no europeo y lector de Spengler: José Carlos Mariátegui: “Spengler anuncia la decadencia total de Occidente. […] Trotsky constata únicamente la crisis de la cultura burguesa, el tramonto de la sociedad capitalista. Esta cultura, esta sociedad, envejecidas, hastiadas, desaparecen; una nueva cultura, una nueva sociedad emerge de su entraña”[34]. Tanto para Mariátegui como para James, la revolución socialista es el fin del fin del declive: es un volver a empezar radical.


En sus escritos ulteriores, James profundiza sus reflexiones sobre el problema del futuro de la civilización. Este es el caso particularmente en su obra sobre Herman Melville, Mariners, Renegades and Castaways : The Story of Herman Melville and the World We Live In (1952):

“Moby Dick será universalmente quemado o conocido en todas las lenguas como el primer análisis literario de las condiciones y perspectivas de la supervivencia de la civilización occidental”, por la lucha “contra su propia degeneración”[35].

Unos años más tarde, en Facing Reality (1958) –escrito en colaboración con Grace Lee Boggs y Cornelius Castoriadis (bajo el pseudónimo de Pierre Chaulieu)–, James afirma que “la sociedad oficial no está en declive. Como la civilización, la cultura, la razón, la moral, ya está muerta”[36] –y podríamos presentar otros ejemplos diseminados a lo largo de la obra de James. Evidentemente, estas reflexiones sobre la civilización no son exclusivas de James, ni de los teóricos marxistas no europeos, solo cabe observar el propio Manifiesto del Partido Comunista. Pero James es incontestablemente uno de los autores que ha llegado más lejos en este tema: no solo ha conferido un lugar central, incluso una cierta autonomía, al problema de la civilización –más allá de toda referencia a la decadencia de la civilización burguesa-capitalista– sino que lo ha reformulado de manera original. Tal como escribe Robert A. Hill, la interpretación jamesiana de Spengler debe ponerse en relación con su crítica, en la misma época, del gobierno británico en las Antillas. Como dice el mismo James:

“Lo que el extranjero poco familiarizado con estas islas debe meterse en la cabeza es que esta gente no son salvajes, no hablan otra lengua aparte del inglés, no tienen otra religión que no sea el cristianismo, en realidad, su perspectiva global es la de la civilización occidental modificada y adaptada a sus circunstancias particulares”[37].

Así se entiende cómo, estando íntimamente ligada con la cuestión colonial-imperial, y más generalmente con el problema de la relación entre occidente y el resto del mundo, la concepción jamesiana de la civilización puede permanecer alejada de toda idea de diferencia irreductible entre civilizaciones. Al contrario, lo que James subraya es la integración, presente y sobretodo futura, de las diversas partes del mundo –que no perderán por este motivo sus diferencias– en una única civilización moderna que sigue estando por (re)construir, (re)inventar. Del mismo modo que otros autores anticoloniales han hecho, James lleva a cabo una apropiación, una profundización y un desplazamiento de la crítica intra-europea (intra-civilizacional) de la civilización. A este respecto, su relación con la obra de Spengler puede compararse a la relación de Fanon con El malestar de la cultura de Freud o a la del filósofo vietnamita Tran Duc Thao con la La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental de Husserl[38]. Los tres autores –aunque Fanon en menor medida– traducen dicho diagnóstico de crisis a los términos de la concepción marxista de la decadencia de la civilización capitalista… y de su superación.

A guisa de conclusión… provisional

Estas reflexiones deberían ser más extensas. No obstante, nos permiten por el momento esbozar una conclusión provisional: algunos de los problemas centrales destacados por los teóricos postcoloniales en las últimas décadas fueron sin lugar a dudas formulados por los marxistas anticoloniales durante las luchas de liberación nacional y posteriormente. Pero las soluciones propuestas por ambos campos a estos “mismos” problemas son profundamente heterogéneas, en ocasiones contradictorias. Es por ello que, frente a la cuestión de si los marxismos anticoloniales prefiguran la crítica postcolonial, tenemos una sola respuesta: “sí y no”.  Por esta razón hay que substituir la pregunta por una más compleja que dé cuenta de las continuidades y de las rupturas sobre las cuales se funda el pasaje compartido histórico-epistémico del anticolonialismo a la crítica postcolonial. En resumen, si los teóricos tricontinentales tales como James han formulado problemáticas originales e inventado enfoques inéditos, lo han hecho desde el interior de la teoría marxista más que separándose de ella. Tal es el sentido de la idea fanoniana de “distensión del marxismo”: desplazar y extender las fronteras de la teoría marxista más que “provincializarla” propiamente hablando. Este es un punto de partida adecuado para pensar las modalidades de lo que podemos llamar –de manera también provisoria– un materialismo postcolonial, y, por lo tanto, para reformular la hasta ahora confusa cuestión del eurocentrismo.

Traducción de Ivan Gordillo para Marxismo Crítico quien agradece la amabilidad de los amigos de Période y la ayuda de Matthieu Renault en la búsqueda de los pasajes de James en el original inglés.

Fuente: Période

Notas:
[1] Entrevista con avec Vivek Chibber a cargo de Orazio Irrera y Matthieu Renault: “La fausse promesse de la théorie postcoloniale” en La revue des livres (web): publicado el 23 de septiembre de 2013, última consulta: 6 de enero de 2014.
[2] Vivek Chibber, Postcolonial Theory and The Specter of Capital. Londres : Verso, 2013.
[3] Robert J. C. Young, Postcolonialism: An Historical Introduction. Malden : Blackwell Publishing, 2001.
[4] Vivek Chibber, Postcolonial Theory and The Specter of Capital, op. cit., p. 290.
[5] Ibid., p. 291.
[6]  Ibid., p. 292.
[7] Grant Farred, “C.L.R. James and Anti-/Postcolonialism”, Solidarity, http://www.solidarity-us.org/site/node/1526, última consulta: 6 de enero de 2013.
[8] Ver particularmente: León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa 1. La Révolution de février. Paris : Le Seuil, 1995. « Particularités du développement de la Russie », pp. 39-52. El historiador económico Alexandrer Gerschenkron hablará posteriormente de las “ventajas del atraso” (advantages of backwardness); ver Alexander Gerschenkron, Economic Backwardness in Historical Perspective: A Book of essays, Cambridge (MAQQ): Belknap Press of Harvard University Press, 1962.
[9] C. L. R. James, Notes on Dialectics : Hegel, Marx, Lenin. Westport : Lawrence Hill & Co, 1980, p. 136.
[10] Dipesh Chakrabarty, “A Small History of Subaltern Studies” en Habitations of Modernity: Essays in the Wake of Subaltern Studies. Chicago y Londres : University of Chicago Press, 2002, p. 11.
[11] Paget Henry, Caliban’s Reason : Introducing Afro-Carribean Philosophy. New York et Londres : Routledge, 2000, p. 5.
[12] Frantz Fanon, Los Condenados de la Tierra. México D.F.: Fondo de Cultura Económico, 1963, p. 19
[13] C. L. R. James, “The Americanization of Bolshevism” (1944) en Marxism for Our Times : C. L. R. James on Revolutionary Organization (edited and with an introduction by Martin Glaberman). Jackson (Miss.) : University Press of Mississipi, p. 16. (también reproducido en American Civilization, pp. 283-292).
[14] Ibid., p. 16.
[15] Ibid.
[16] Ibid., pp. 16-17.
[17] Ibid., p. 23.
[18] Robert J. C. Young, Postcolonialism: An Historical Introduction, op. cit., p. 168. Ver igualmente pp. 6, 8, 169, 174, 199, 311, 314, 351, 355.
[19] C. L. R. James, “The Americanization of Bolshevism”, op. cit., p. 17.
[20] El propio Marx había afirmado en su carta a Vera Zasúlich el 8 de marzo de 1881 que la “comuna es el punto de apoyo de la regeneración social en Rusia, más para que pueda funcionar como tal será preciso eliminar primeramente las influencias deletéreas que la acosan por todas partes y a continuación asegurarle las condiciones normales para un desarrollo espontáneo”  (Karl Marx, “Carta de Marx a Vera Zasúlich”).
[21] C. L. R. James, « The Americanization of Bolshevism », op. cit., p. 17.
[22] C. L. R. James, « The Americanization of Bolshevism », op. cit., p. 19.
[23] C. L. R. James. American Civilization (edited and introduced by Anna Grimshaw and Keith Hart). Cambridge (MA) y Oxford (UK), Blackwell, 1993, p. 13. Subrayado nuestro.
[24] C. L. R. James, “The Americanization of Bolshevism”, op. cit., p. 20. American Civilization es la prueba del esfuerzo de “americanización” en la obra de James.
[25] Ibid., p. 20.
[26] Robert J. C. Young, Postcolonialism: An Historical Introduction, op. cit., pp. 6, 169.
[27] Magistralmente analizado por Arif Dirlik en su ensayo “Mao Zedong and Chinese Marxism”; ver Arif Dirlik, «Mao Zedong and « Chinese Marxism » en Companion Encyclopedia of Asian Philosophy (editado por Brian Carr e Indira Mahalingam), Londres y New York : Routledge, pp. 593-619. No es casualidad que Dirlik sea al mismo tiempo muy crítico con los estudios postcoloniales: ver Arif Dirlik, The Postcolonial Aura : Third World Criticism in the Age of Global Capitalism. Boulder (Colo.): Westview press, 1997. Al fin y al cabo, la problemática jamesiana de la traducción debería ser considerada a la luz de la práctica de traducción, en sentido literal lingüístico, de James (del francés al inglés), de Stalin de Boris Souvarine (traducción publicada en 1939 en Nueva York) y de La lutte des classes sous la Première République de Daniel Guérin (traducción abortada).
[28] Vasant Kaiwar, L’Orient postcolonial : Sur la « provincialisation de l’Europe » et la théorie postcoloniale. Paris : Éditions Syllepse, 2013, pp. 57-59.
[29] Aimé Césaire. Discours sur le colonialisme. Paris : Présence Africaine, 2004. No discutiremos aquí su Carta a Maurice Thorez del 24 de octubre de 1956, que resulta más problemática en la medida en que podemos mostrar cómo esta representa claramente el paso hacia una forma de crítica que podemos llamar postcolonial.
[30] Oswald Spengler, Le Déclin de l’Occident (2 tomes). Paris : Gallimard, 1993.
[31] Robert A. Hill, “Afterword” en C. L. R. James, American Civilization, op. cit.,p. 297.
[32] Ibid., p. 297.
[33] C. L. R. James (J. R. Johnson), “Trotsky’s Place in History”, http://www.marxists.org/archive/jamesclr/works/1940/09/trotsky-history.htm, última consulta el 6 de enero de 2013.
[34] José Carlos Mariátegui, “Trotsky” (1924), https://www.marxists.org/espanol/mariateg/oc/la_escena_contemporanea/paginas/trotsky.htm, última consulta el 31 de enero de 2018 [Ndt].
[35] C. L. R. James, Mariners, Renegades and Castaways : The Story of Herman Melville and the World We Live In. Hanover (NH) : Darmouth College Press, 2001, pp. 89, 102.
[36] C. L. R. James, Grace Lee Boggs, Pierre Chaulieu, Facing Reality. Detroit :Bewick Editions, 1974, p. 44.
[37] C. L. R. James, The Life of Captain Cipriani : An Account of British Government in the West Indies, citado por Robert A. Hill, Robert A. Hill, “Afterword” en C. L. R. James, American Civilization, op. cit.,p. 298. De modo similar, las reflexiones de James sobre los “salvajes” no europeos de Moby Dick (Queequeg, Tashtego y Dagoo) en Mariners, Renegades and Castaways, forman parte integrante de su problemática sobre la “civilización moderna”. Pero lejos de repetir, “el viejo esquema del noble salvaje contra la civilización corrompida”, James afirma que, según Melville, estos salvajes no deben confundirse con primitivos, en la medida en que, más que cualquier otro miembro de la tripulación del Pequod, ellos han adquirido “el control de una de las posiciones más importantes y de mayor autoridad dentro de una gran industria moderna”, la industria de la caza ballenera. (C. L. R. James, Mariners, Renegades and Castaways, op. cit., p. 40).
[38] Ver Matthieu Renault, “Fanon and Tran Duc Thao: The Making of French Anticolonialism”, Nottingham French Studies, volumen 54, num. 1, p. 107-118.

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