miércoles, 4 de abril de 2018

LA GUERRA ECONÓMICA CONTRA VENEZUELA, ¿MITO O REALIDAD?





25 febrero 2018

Si queremos analizar lo que sucede en Venezuela, un país en el que pocas personas han estado, pero todas parecen saber y opinar sobre lo que sucede allá, debemos ampliar la frase y decir: “Es la geopolítica, estúpido”.

Todo análisis sobre Venezuela debe partir de una premisa, la de ser el país con las reservas de petróleo certificadas más grandes del mundo (en torno a 300.000 millones de barriles). A esa cantidad de oro negro hay que sumar estar entre las 10 principales reservas de gas, biodiversidad, y minerales y “tierras raras”, como el coltán.

Por si fuera poco, un barco petrolero tarda menos de una semana en atravesar el Caribe y llegar desde Venezuela a los principales puertos de la costa este de los Estados Unidos, frente al mes y medio que ese mismo barco tarda en llegar desde el Golfo Pérsico atravesando el Canal de Suez.

Solo desde esta mínima base geopolítica es que podemos atrevernos a intentar analizar qué sucede en Venezuela, y si realmente existe o no una guerra económica.

En “La mano visible del Mercado”2, la economista venezolana Pascualina Curcio, determina 3 coordenadas fundamentales para poder hablar de guerra económica: acaparamiento de productos de consumo básico; inflación inducida mediante manipulación artificial del tipo de cambio; y bloqueo financiero.

Examinemos el primero de los 3 indicadores. ¿Porqué es fácil en Venezuela encontrar productos del campo, como frutas y vegetales, pero en cambio es extremadamente difícil encontrar determinados medicamentos o productos de higiene? Porque estos últimos pertenecen a 2 empresas estadounidenses, Procter & Gamble y Jonhson & Jonhson, que tienen el monopolio del 90% del mercado y controlan cuando y qué productos colocan en el mercado. Es una decisión política, y no económica, el que se encuentren unos productos sí y otros no en las tiendas y supermercados de Venezuela. 

En segundo lugar, la inflación, que desde el Chile de Allende siempre fue un arma política en el que quien controla el suministro de los productos controla el precio de los mismos. El concepto inflación es diferente al aumento de precios y ni siquiera tiene que ver con la economía, si no con decisiones políticas. Otro economista, en este caso español, Alfredo Serrano, explica3 como el valor del tipo de cambio en Venezuela se ha multiplicado desde mediados de 2014 por 1410 veces, mientras que la cantidad de billetes se multiplicaba por 43, la liquidez por 64 y el tipo de cambio implícito por 141. 

Esto solo se puede entender a partir de decisiones políticas, como la manipulación del tipo de cambio dirigida por la web Dólar Today, alojada en servidores de Miami, Estados Unidos; o que la calificadora Standard & Poor’s declare4 a Venezuela en default selectivo a pesar de que ha cumplido con todas5 las deudas e intereses con sus acreedores, pagando hasta el momento 70.000 millones de deuda.

En tercer lugar, el bloqueo económico estadounidense es una realidad que se ampara en un decreto6 ejecutivo firmado por el Nobel de la Paz Barack Obama, que declara a Venezuela un peligro para la seguridad nacional. Más allá de las declaraciones pomposas, esta medida tiene consecuencias muy reales. Por ejemplo, en noviembre 2017 fueron devueltas 23 operaciones7 en el sistema financiero internacional valoradas en 39 millones de dólares para la compra de alimentos, insumos básicos y medicamentos

Para completar este breve análisis y si repasamos un poco la historia, podemos encontrar numerosas similitudes entre lo que sucede hoy día en Venezuela, y lo que sucedió en el Chile de Salvador Allende o en la Cuba de Fidel Castro. Ataques a la economía que en realidad son contra todo un pueblo en la medida en que se alteran los mecanismos de producción y distribución de productos básicos; manipulación mediática nacional e internacional contra estos gobiernos; presencia de manera directa o indirecta del imperialismo estadounidense mediante sus diferentes mecanismos de injerencia; desde la CIA a la DEA, pasando por USAID y el financiamiento mediante decenas de millones de dólares de la oposición política.

Por todo esto, podemos afirmar que sí, que Venezuela sufre una guerra económica contra todo un pueblo, y que línea de separación hoy si queremos debatir sobre Venezuela no es izquierda o derecha, socialismo o capitalismo, sino democracia frente a terrorismo político, económico y mediático.


PD: Y sí, Venezuela tiene múltiples problemas que van desde la inseguridad hasta la ineficiencia o corrupción. Pero esos problemas le corresponde resolverlos al pueblo venezolano de manera soberana. A nadie más.

@katuarkonada

Publicado originalmente en el diario mexicano La Jornada

Tiene un diplomado en Políticas Públicas. Exasesor del Viceministerio de Planificación Estratégica, de la Unidad Jurídica Especializada en Desarrollo Constitucional y de la Cancillería de Bolivia. Ha coordinado las publicaciones "Transiciones hacia el Vivir bien" y "Un Estado muchos pueblos, la construcción de la plurinacionalidad en Bolivia y Ecuador". Es miembro de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad.


El narcoestado colombiano y su guerra económica
contra Venezuela (crónica)

Frontera venezolano/colombiana

Cuántos de los más magníficos relatos de la literatura universal inician en los cruces de fronteras. Con el paso del tiempo, las fronteras fueron condensando los conflictos sociales, la complejidad política y un híbrido cultural que las hacen fascinantes. Pero cruzar en este momento la frontera que divide a Venezuela y Colombia llevando en la mochila cierta conciencia histórica, implica además encontrar un orificio para mirar dos guerras: la guerra contra la Revolución Bolivariana y la guerra del Estado colombiano contra su propio pueblo.
Una primera imagen de la Colombia de estos tiempos se me presentó tan pronto crucé el puente: los vigilantes privados que custodian las oficinas de migración y tratan a la ciudadanía con la misma prepotencia de una policía nacional. Estos organismos de vigilancia privada proliferan ahora por Colombia como verdaderos cuerpos parapoliciales. Los grupos paramilitares parecen haberse diluido en el propio Estado, los sicarios controlan los pueblos, impera al respecto un silencio parecido al miedo y la pobreza del campo contrasta con un progreso de centros comerciales y espacios públicos llenos de luces que enceguecen en las ciudades. No hay paz en Colombia, solo un cambio en la modalidad de la guerra.
-¿Dónde están ahora los grupos paramilitares más "constituidos" que se veían en las ciudades de Colombia? -pregunté a una compañera que vive en uno de los pueblos otrora controlados por el "Cartel de Cali".
-Pues los más duros migraron a Venezuela -me respondió-. Acá lo que queda es un montón de sicarios.
Trago grueso. En Colombia, hasta el narcotráfico perdió soberanía. Otras preguntas ansiosas interrumpen mis reflexiones.
-¿Es verdad que en Venezuela están comiendo cucarachas para sobrevivir? ¿Es verdad que Maduro es un dictador?
-Pues yo me cuido para no engordar -respondo sarcásticamente-. ¿Dónde escuchaste esas cosas sobre Venezuela?
-En RCN, en Caracol… en todas partes.
-¿Y escuchaste en RCN y Caracol que han matado más de 187 líderes y lideresas populares en Colombia este año?
-No.
-Es porque mienten sobre lo que pasa en Venezuela, del mismo modo que mienten sobre lo que pasa en Colombia.
-Ah. Y ¿por qué tantos venezolanos cruzan la frontera cada día? ¿Por qué hay gente de Venezuela pidiendo plata en las calles de Bucaramanga?
Satisfago las preguntas de mi interlocutora con un análisis sobre las cifras que da el propio gobierno colombiano y aunque ella queda satisfecha, yo quedo pensativa. Donde hay frontera hay contrabando, donde hay controles hay negocios paralelos pero en el Norte de Santander hay esto y más. Hay una verdadera economía paralela, hay parapolítica y, por supuesto, hay paramilitares.
La segunda imagen es la que dibuja esa economía paralela que se mueve en Cúcuta: a sólo 200 metros. Del puente que marca la frontera, aparecen varias cuadras de casas de cambio que se dedican exclusivamente a la compra y venta de bolívares y donde hay facilidad absoluta para obtener billetes venezolanos de 100, 500 y 1000.
-Buen día. ¿A cuánto compra el bolívar?
-A cinco y medio.
-¿A cuánto lo vende?
-A seis y medio.
-¡Véndamelo a mí, señorita, yo se lo compro a ocho!
Aturdida, trato de procesar la respuesta y un millón de bolívares en billetes de mil es entregado frente a mis narices. Insisto.
-Señorita, disculpe, me explica qué quiere decir cinco y medio.
La respuesta fue una sobredosis de realidad:
-Cinco y medio es 0.055 centavos de peso.
Parpadeo, reflexiono. Mientras la semana pasada para el Banco de la República de Colombia 1 bolívar rondaba los 300 pesos, en Cúcuta ¡1 peso equivalía alrededor de 18 bolívares!
Es que Juan Manuel Santos, el premio Nobel, es especialista en ofrecer acciones para la paz para luego no cumplirlas. Lo hizo con las FARC-EP, lo hizo con el Gobierno venezolano. Ante la crisis económica que se desató en el Norte de Santander cuando el presidente Maduro tomó la decisión soberana de cerrar la frontera en el año 2015, el señor Santos ofreció solicitar la derogación de la resolución externa 8 del 2000 del Banco de la República de Colombia que permite a la mano sucia y criminal del mercado, regular -según la mítica relación de oferta y demanda- el valor del peso colombiano ante el bolívar, sin pasar por lo que establezca el Banco Central de Venezuela y, peor aún, sin utilizar ningún parámetro económico.
El presidente colombiano nada hizo, sigue vigente esa resolución que no es más que una versión colombiana del laissez faire es decir, "haga lo que se le dé la gana", en este caso, con la moneda del país vecino.
Hace más de un año escribí un artículo para explicar del modo más didáctico posible cómo opera la economía paralela que sustentan estos operadores cambiarios, poco ha cambiado desde entonces. Según la CEPAL, no existe explicación económica para ese dólar paralelo ni para el precio que se da al bolívar en Cúcuta, tampoco es Dolar Today el que fija el precio cucuteño del bolívar sino que es ese precio el que define el valor del dólar paralelo en Venezuela. Pero el Estado colombiano no va a derogar voluntariamente esa resolución porque ella le permite:
-Ser la vanguardia de la guerra económica contra Venezuela. Papel que le ha sido asignado desde el que aún (por ahora) continúa siendo el epicentro del capitalismo mundial.
-Obtener ganancias exorbitantes del contrabando de extracción de alimentos, combustibles y recursos mineros desde Venezuela. De esto se benefician principalmente las mafias ligadas a estos sectores, algunas transnacionales y Ecopetrol. Productos que cuentan con una serie de decretos para legalizarlos en Colombia e ingresarlos al PIB y generar fuentes de "trabajo" en las ciudades fronterizas.
-Y por último, pero no menos importante, esa resolución le permite legitimar capitales, es decir, lavar el dinero proveniente del negocio de la droga que, según el último informe de la misma DEA, ha crecido en más de un 30% este último año en Colombia.
El Gobierno venezolano ha tomado muchas medidas para tratar de amortiguar los efectos de esta guerra económica. Pero la verdad es que mientras esa resolución no se derogue, todo esfuerzo venezolano será en vano. El propio Santos, sus personeros, economistas venezolanos de derecha y economistas venezolanos de izquierda bastante "extraviados" para mi gusto, culpan de esta economía paralela a los controles y nos proponen liberar el dólar para que la "mano invisible" y ¿santa? del mercado, regule el valor de las divisas que en un 95% produce el Estado venezolano por la exportación de petróleo y no la empresa privada.
Un poco más coherente sería, por ejemplo, llevar la denuncia de las afectaciones que esta resolución del Banco de la República de Colombia está causando a la economía venezolana ante organismos internacionales, exigir su inmediata derogación y una reparación económica al país. Pero ahí aparecen de nuevo los que defienden al victimario: si hay contrabando de extracción es porque hay subsidios, si hay dólar paralelo es porque hay control cambiario y si te violan es porque saliste a la calle vestida de un modo muy provocativo. Seguramente, hay que admitir, por ejemplo, que hace falta algún tipo de divisa -no tiene por qué ser el dólar-, que permita el comercio legal entre Colombia y Venezuela. Pero es innegable que el Gobierno venzolano tiene el derecho y el deber de proteger sus divisas y sus bienes, y plantearse un modelo económico diferente al modelo colombiano, excluyente y violento.
Sin embargo, Venezuela no es una isla, está al lado de uno de los países más desiguales de América y el mayor productor-exportador de cocaína del mundo. El narcoestado colombiano asesina, explota y controla a su propio pueblo con múltiples aparatos legales (como las empresas de la comunicación) e ilegales (como la droga cuyo consumo es visiblemente mayor cada día), reprime la protesta popular con cuerpos de seguridad tan sanguinarios como el ESMAD, y se refuerza con cuerpos de seguridad privados, ejércitos paramilitares y sicarios. Firma acuerdos de paz que no cumple, deja en la más absoluta impunidad los asesinatos de quienes se atreven a disentir, instituye la privatización de los servicios básicos y la flexibilización laboral. Pero logra convencer a buena parte de su pueblo de que no es ahí, sino al lado, donde hay una dictadura.
Colombia no tiene soberanía para levantarse, pero le alcanza la condición de nación huésped de los Estados Unidos, para ser la protagonista de la guerra económica y la invasión paramilitar contra Venezuela.
Evidentemente, los procesos históricos no son cuentos de hadas. No basta la voluntad para que se cumpla la decisión soberana de Venezuela en este contexto geopolítico. La República Bolivariana de Venezuela será lo que pueda ir construyendo en su realidad concreta, sin perder nunca de vista los objetivos del proyecto bolivariano que construimos con la orientación del Comandante Chávez, es decir, sin hacer concesiones estratégicas. Pero también es evidente que en materia económica urgen medidas que le obligarán tácticamente a entrar en el juego del mercado internacional.
Es de esperar que eso se haga cuidando no ser devorada ni arrastrada por su inercia. Tarea político-económica difícil y compleja para el Gobierno venezolano, pero tarea inaplazable en los inicios del nuevo año. Es vital encontrar medidas económicas unilaterales que permitan solucionar el problema que estas casas de cambio generan al país. Se cuenta para ello con el respaldo de los poderes hegemónicos emergentes como un contrapeso que puede ser usado a nuestro favor, no como nuevos modelos a imitar. Venezuela no debe rendirse, ni la izquierda venezolana puede anquilosarse en purismos antidialécticos, abstractos e idealistas. En 2018 habrá que tomar medidas muy diferentes en materia de economía y finanzas, y por cierto, "El Petro" es un buen indicio.
Pero en la cotidianidad, pisan la tierra el hombre, la mujer, los niños y las niñas que hacen o no una revolución. Cruzan ríos y cruzan fronteras. Van y vienen de San Antonio del Táchira a Cúcuta o de cualquiera de las decenas de pueblos de esta frontera viva en la que hoy se despliega un frente de guerra económica contra la Revolución Bolivariana. Es ese el terreno de las grandes decisiones. Es ahí donde el Gobierno venezolano debe recuperar la gobernabilidad.
Finalmente, esta vez desde la frontera del tiempo, entre el año que termina y el año que comienza, me pregunto: si las principales víctimas del narcoestado colombiano, subordinado a los Estados Unidos, somos dos -por un lado el pueblo colombiano en resistencia y por el otro, el pueblo y el Gobierno venezolano que lucha por construir su propio proyecto histórico-, qué estamos esperando para unirnos más.


Causas, consecuencias e impacto de una guerra económica


Livia Rodríguez Delis/Prensa Latina
Caracas, Venezuela. Este país es víctima de una guerra económica a pesar de su diversidad envidiable de recursos naturales y minerales, un alto potencial agrícola, una riqueza industrial, una gran experiencia en el comercio privado y a su imponente industria petrolífera.
Posee variedad de yacimientos como aluminio (Bauxita), cobre, níquel, hierro, oro, plata, plomo, zinc, mercurio, calcio, magnesio, manganeso, diamante, caolín, fosfato, sal, yeso, torio, coltan y talco, entre otros.
Según la página oficial de la estadunidense Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés), en 2015 el país suramericano contaba con la mayor cantidad de reservas de petróleo comprobadas en el mundo y ocupaba el octavo lugar en existencias de gas natural.
De la acumulación gasífera, las probadas a principios de 2016 eran de 5 mil 617 trillones de metros cúbicos y su producción era de 21 mil 88 billones de metros cúbicos, por lo cual ocupaba el lugar 33 de la producción mundial, notificó la agencia estadunidense de inteligencia.
Sin contar, que cerca de 1 mil ríos y saltos alimentan los 1 mil 320 kilómetros cúbicos de reservas de agua dulce de Venezuela; el Orinoco es el principal río de ese país y el tercero más grande de América Latina.
Sin embargo, aún con esos tesoros, el país enfrenta una difícil crisis económica, que la prensa internacional presenta como una derivación de la caída brusca de los precios de los hidrocarburos.
Desde 2013, como consecuencia de las agresiones económicas dirigidas por los grandes capitales, el pueblo venezolano enfrenta una guerra directa contra sus necesidades que tiene como propósito generar malestar en la población y una desestabilización social para incidir sobre las preferencias políticas y socavar el apoyo popular a la Revolución Bolivariana.
En declaraciones a Prensa Latina, la doctora Pascualina Curcio, máster en políticas públicas, explicó que los condimentos de esta agresión son la manipulación de los mercados de bienes esenciales, los ataques al bolívar (la moneda nacional) y un embargo comercial encubierto.
Además incide un bloqueo financiero que fue develado el 25 de agosto cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, formalizó las sanciones de ese tipo contra Venezuela.
—¿Cómo entra la disminución en los precios del crudo en este escenario?
—La caída de los precios del petróleo, consecuencia también de manipulaciones de estos mercados por parte de los grandes capitales, ha incidido sobre los niveles de producción de nuestra economía.
“En Venezuela, históricamente, la producción nacional está determinada por los precios del petróleo debido a que el 95 por ciento de los ingresos de divisas corresponden a la exportación estatal de este hidrocarburo. La empresa privada, escasamente genera el uno por ciento de las divisas por concepto de exportación.
“Sin embargo, y a pesar de la baja en el valor del crudo, el promedio producto interno bruto per cápita de los últimos cuatro años se encuentra nueve por ciento por encima del registrado los últimos 30 años.
“Es decir, ciertamente ha caído la producción, pero nunca en niveles que pudiesen justificar el discurso presentado por [Donald] Trump y por algunos representantes de los factores políticos de oposición acerca de que Venezuela se encentra en la peor crisis económica de su historia y además en una crisis humanitaria.”
—Entonces, ¿qué sensibilizó la economía nacional ante la guerra económica?
—Más que la caída de los precios del petróleo, o de la dependencia del petróleo, lo que realmente nos ha hecho vulnerables ante esta situación, es la subordinación a los grandes capitales nacionales y transnacionales que se constituyen en grandes monopolios y que son responsables de la producción, importación y distribución de los bienes esenciales, de muy alto consumo.
“De aquellos bienes que todos los hogares venezolanos requieren diariamente y que son precisamente los que han estado escaseando de manera selectiva y programada, generando a su vez un gran malestar a la población venezolana.
“Nos referimos a los alimentos (no todos, solo aquellos que son producidos por estas grandes empresas, no así las frutas, verduras y hortalizas producidas por pequeños pero muchos productores del campo, incluso con baja capacidad financiera), medicamentos, productos de higienes y repuestos.
“La carestía de estos bienes, que han generado colas y la proliferación de mercados ilegales ha sido selectiva y programada. Son solo algunos que además reducen con mayor intensidad en vísperas de procesos electorales o de alta conflictividad política, cuando los factores de oposición hacen llamados a la violencia en las calles o promueven prácticas anti democráticas, no establecidas en la Constitución, para “acabar” con la Revolución Bolivariana.
“Esta escasez, no se debe a la disminución de la producción o de la importación de estos bienes, de lo contrario, no se hallarían en los mercados ilegales.
“El mecanismo de guerra que han utilizado, tal como lo hicieron en países como por ejemplo Chile, entre 1970 y 1973, o en Nicaragua a finales de la década de 1980, ha sido la alteración de los canales de distribución impidiendo que estos productos, muy necesarios para la vida y la salud, lleguen de manera oportuna y suficiente a los anaqueles, tal como ocurría antes de 2013.
“En tal sentido, no son los controles de precios ni cambiarios, tal como han querido mostrar los factores de la oposición, las causas de este desabastecimiento, se trata de un alto precio político a pagar día a día por el pueblo venezolano ante su decisión de defender un proyecto social contrario a los intereses imperiales.”
La derecha venezolana, apoyada en los grandes medios de comunicación internacional, difunde la teoría de que la crisis en Venezuela se debe al modelo económico y social bolivariano, avalado en la Constitución de 1999, que instauró el comandante Hugo Chávez.
Este sistema, de marcado carácter humanista, centra su atención en el beneficio de los venezolanos y en ese sentido el gobierno destina gran cantidad de recursos para el perfeccionamiento de las denominadas misiones y grandes misiones en sectores de la salud, la vivienda, la educación, entre otras áreas.
En congruencia con esa política, el presidente Nicolás Maduro anunció recientemente que más del 70 por ciento del presupuesto nacional para 2018 está destinado para el fortalecimiento de todos los programas gubernamentales con vista a proteger al pueblo venezolano de lo que consideran una “guarimba” económica montada por los dueños de las empresas privadas que radican en el país suramericano.
De acuerdo con la opinión de la experta Pascualina Curcio, el modelo de justicia social ha sido lo que ha permitido contrarrestar las acciones de guerra económica e impedir que éstas tuviesen mayores efectos sobre el pueblo venezolano.
“Están tratando de justificar, mediáticamente, que la causa de la situación actual se debe al mal manejo macroeconómico, a una supuesta indisciplina monetaria y fiscal”, denunció en declaraciones a Prensa Latina la máster en políticas públicas.
—¿Cómo sustenta la derecha ese argumento fallido sobre la actual situación de Venezuela?
—Los factores políticos locales de la oposición expresan que, por ejemplo, la inflación, es consecuencia de la expansión monetaria, es decir, plantean que el gobierno está imprimiendo una gran cantidad de dinero para realizar sus gastos sociales.
“Esta afirmación carece de toda rigurosidad por varias razones. En primer lugar, ciertamente la cantidad de dinero que circula en la economía ha aumentado, pero no es la causa de la inflación, es la consecuencia.
“La inflación se está explicando en otro ámbito, lo ocasiona la manipulación arbitraria y desproporcionada del valor de la moneda en los mercados ilegales, lo hacen a través de la publicación diaria en portales web, de este supuesto valor.
“Entonces, el gobierno, pensando en el pueblo, en el salario real y el poder adquisitivo de la clase trabajadora y para garantizar el cumplimiento de sus metas en lo que a inversión social y pública en general se refiere, amplía la liquidez monetaria para cumplir tales compromisos incluyendo los incrementos de salarios.”
—¿Existen otras armas de manipulación financiera que inciden negativamente en la crisis venezolana?
—También ha estado siendo inducida mediante la manipulación del tipo de cambio ilegal. Una de las principales y más potentes armas de guerra económica, por sus efectos masivos, y ya fue probada en Chile y Nicaragua.
“El mecanismo es el siguiente, una variación del uno por ciento del tipo de cambio en el mercado ilegal, el cual no responde a las condiciones económicas, ni a la economía real, ni a los niveles de reservas internacionales, es totalmente arbitrario, y genera un aumento en la misma proporción del nivel de precios.
“Se alteran todas las estructuras de costos desde la importación en la medida en que quienes importan, a pesar de recibir las divisas de parte del Estado a tasa preferencial utilizan el mayor tipo de cambio que es el del mercado ilegal.
“De esa manera afectan todas las estructuras de costos, inciden sobre éstos y por la vía de un shock de oferta inducen la inflación.”
—¿Cuáles son los tentáculos de esta agresión contra Venezuela?
—Además del desabastecimiento programado y selectivo mediante la alteración de los canales de distribución y la inflación a través de la manipulación del tipo de cambio en el mercado ilegal, está el bloqueo financiero internacional caracterizado por la manipulación del índice de riesgo financiero.
“Las calificadoras de riesgos, también dueñas de los grandes capitales financieros, incluyendo la Reserva Federal de Estados Unidos, le dan a Venezuela una puntuación de tres mil para frenar los intereses de inversionistas en colaborar con el país suramericano.
“Nos califican como el país más riesgoso del mundo, a pesar de que Venezuela cumple de manera puntual y completa con sus compromisos financieros a nivel internacional, y cuenta con la mayor reserva de petróleo del mundo, la segunda de gas, tenemos un sin fin de recursos naturales.
“Otra modalidad de esta tercera arma de guerra son las trabas impuestas para realizar transacciones financieras, que demora o cierra las cuentas bancarias. Así sucedió en agosto del año pasado, cuando Citibank de manera repentina cerró todas las cuentas del gobierno a través de las cuales se pagaba a los proveedores para la importación de medicamentos y alimentos.
“Todas estas prácticas de la guerra económica han sido encubiertas, es decir, no ha habido declaraciones sino hasta el 25 de agosto de este año cuando Donald Trump develó y formalizó tales acciones mediante la firma de una orden ejecutiva en la que establece sanciones financieras al pueblo venezolano.”
En su afán por destruir la Revolución Bolivariana, Estados Unidos se apoya, además de la colaboración con la extrema derecha para la ejecución de actos terroristas, en sanciones financieras que impactan en Petróleos de Venezuela, SA (Pdvsa), la principal industria estatal del país.
La formalización de estas sanciones, que ya ejecutaban de manera encubierta desde hace más de cuatro años, afectan directamente al pueblo venezolano, pues tienen como objetivo asfixiarlo económicamente para provocar un ambiente de caos y desestabilización en el país y así justificar una invasión extranjera.
De acuerdo con la experta Pascualina Curcio, máster en Políticas Públicas, impiden la realización de transacciones financieras para pagar a los proveedores internacionales de alimentos y medicamentos lo que a su vez formaliza el embargo comercial, que hasta ahora había sido también clandestino.
—¿Cómo se traducen esas medidas coercitivas a lo interno de la principal locomotora del país suramericano y cuáles son sus ramificaciones fuera de las fronteras venezolanas?
—Venezuela exporta el 33 por ciento de petróleo a Estados Unidos, lo que sin duda afecta en dicha proporción nuestros ingresos.
“Sin embargo, debemos recordar varios aspectos. Uno de ellos es que Venezuela es el tercer proveedor de petróleo de Estados Unidos, por lo que las sanciones también afectan al pueblo estadunidense.
“Por otra parte, se trata de un bien que puede ser colocado en otros mercados. Cuando inició la Revolución Bolivariana, Venezuela no exportaba petróleo a Asia y el 58 por ciento de la producción se destinaba al país norteño.
“Con la política de multipolaridad desarrollada durante estos años, el petróleo venezolano se destina actualmente en un 33 por ciento a Estados Unidos y 45 por ciento a Asia, principalmente a la India y luego a China.”
—Entonces, ¿el efecto de estas medidas hubiese sido mayor de no haberse desarrollado una política con una perspectiva multipolar desde 1999?
—Por supuesto, gracias a la visión del comandante Hugo Chávez. De la misma manera ocurre con las importaciones, si bien dependemos en 24 por ciento de los bienes que provienen de Estados Unidos; antes de 1999, esta era del 33 por ciento.
“Actualmente, importamos de China el 15 por ciento del total, pero antes de la Revolución bolivariana solo llegaba el 2 por ciento.
“En este sentido, son ambos pueblos los que se ven afectados por las sanciones de Trump, tanto el venezolano como el estadunidense.”
—Recientemente el presidente Nicolás Maduro presentó ante la Asamblea Nacional Constituyente, un programa con ocho propuestas para no solo aminorar los efectos negativos de la crisis económica sino impulsar un proyecto de desarrollo con vista a reemplazar el rentismo petrolero.
—En primer lugar, Venezuela no es un país mono productor que solo produce petróleo e importa todo lo que consume. Del total de la producción nacional, históricamente, el 15 por ciento corresponde a la producción petrolera, el resto, el 85 por ciento se refiere a otros sectores.
“En cuanto a las exportaciones, sí somos un país mono exportador, el 95 por ciento corresponde a petróleo, el cuatro a otros minerales, y solo el uno por ciento del sector privado.
“En otras palabras, el Estado genera los ingresos de divisas por la exportación de petróleo (lo que se conoce como renta petrolera), las cuales han sido transferidas y a tasa preferencial a la industria privada, para que ésta a su vez realice las importaciones de bienes finales o de insumos para la producción.
“Desde que se nacionalizó el petróleo en 1976, alrededor de 700 mil millones de dólares fueron asignados al sector privado, lo que corresponden al 60 por ciento de los ingresos petroleros, que a su vez son de todos los venezolanos.
“Es decir, quienes se apropiaron de la renta petrolera fue el sector privado, y en retribución se limitó a producir lo mínimo necesario para abastecer el mercado nacional.
 “Este sector no se ha visto en la necesidad de producir una unidad más para dedicarla a la exportación y de esa manera proveerse de las divisas que requiere debido a que el Estado se las facilita a menor precio.”
—Sin embargo, después del año 2003, en el que se establece el control cambiario, el sector privado se ha apropiado, en términos relativos, de una menor proporción de la renta petrolera. ¿Cómo se perciben los ingresos que llegan al estado en la economía venezolana?
—Aquella parte de la renta que no fue apropiada por el sector privado, ha sido invertida por el sector público tanto en el área social como en capital para infraestructura.
“Desde 1999, la inversión social aumentó más del 90 por ciento y la inversión de capital fijo más del 70 por ciento. A través de la inversión pública y el uso estatal de la renta petrolera, la economía venezolana, se reactivó, hubo una reducción de la deuda social, y la pobreza disminuyó en un 50 por ciento desde 1999.
“Entonces, superar el modelo rentista petrolero pasa necesariamente por no seguir transfiriendo esos recursos a las grandes empresas privadas nacionales y transnacionales, que solo representan el uno coma tres por ciento de la población venezolana, pues se han beneficiado y apropiado de esa renta.
“Esta debe ser permeada a la economía a través del sector público de manera que llegue a todos los modos de propiedad de los medios de producción, incluyendo la social. Las grandes empresas privadas, en lugar de recibir las divisas del Estado, deben traer sus propios capitales.”
Livia Rodríguez Delis/Prensa Latina
[LÍNEA GLOBAL]



Guerra económica contra Venezuela 


¿Qué objetivos, cuáles efectos?

Desde mediados de 2012 Venezuela comenzó a ser víctima de una guerra económica integral y creciente, cuyo fin es derrocar al gobierno bolivariano, lograr el control de ese estratégico país y destruir el modelo alternativo al capitalismo que implementa la Revolución Bolivariana.
Se trata de una guerra no convencional, que ha logrado en los últimos cuatro años dislocar la economía y generar poderosos impactos humanos. Estos afectan a casi todas las familias en niveles muy severos, sin precedentes en Venezuela y pocas veces acaecidos en el mundo.
Guerra sin balas, es también inhumana y perversa. Desaparece medicamentos e insumos médicos; saca de los anaqueles alimentos básicos y productos de higiene esenciales, desviándolos al mercado ilegal; genera inmensas y continuas colas; provoca hiperinflación y degrada a extremos irritantes la capacidad adquisitiva del bolívar y por ende de los salarios y otros ingresos del pueblo humilde.

Antecedente: Golpe petrolero de 2002

Durante el paro empresarial y el sabotaje petrolero de fines de 2002 y principios de 2003, el gobierno de Estados Unidos intentó derrocar a Chávez por la fuerza, luego de fracasar del mismo modo ocho meses antes. Orquestó el nuevo plan golpista basándose en una parálisis de la economía, respaldada por las transnacionales, los grandes empresarios venezolanos, y buena parte de la gerencia de la empresa petrolera estatal. Y otra vez participaron a tiempo completo casi todos los medios de comunicación privados, los partidos y entes civiles contrarrevolucionarios, y los militares golpistas –ahora fuera de la institución– derrotados en abril de 2002.
La embestida duró dos meses y provocó que el PIB se contrajera 18 %, entre los años 2002–2003. Hubo amplia escasez de productos básicos, incluso de gasolina, la inflación se duplicó, al igual que el desempleo y en general aumentó la pobreza. También creció la fuga de capitales y el índice de riesgo país se disparó, con grave incidencia para la obtención de préstamos.
El llamado “golpe petrolero” devino prueba medular para la Revolución Bolivariana, que logró la victoria sustentada en una sólida alianza del pueblo civil y los militares, bajo el liderazgo de Chávez.

Referendo contra Chávez de 2004

Al terminar la jornada sin éxito, Estados Unidos apuesta de inmediato a la vía electoral, por medio del referendo revocatorio (RR) contra el Presidente, posible de activar en agosto de 2003. Luego de crear tal adverso escenario económico y social para el proceso bolivariano, el imperio se propuso coronar su plan de derrocar a Chávez a través de las urnas y a ellas dedicó sus poderosos recursos. Los desajustes que el plan golpista provocara en la economía y los graves impactos entre la gente humilde, hicieron creer a Estados Unidos que existía el escenario idóneo para derrotar a Chávez con votos. ¿Por qué estaban tan seguros?
En julio de 2003, según encuestas confiables, Chávez habría perdido el RR. Sin embargo, cuando se realiza 13 meses después, gana con 60 %.
¿Cómo fue posible derrotar este nuevo intento contrarrevolucionario, que abarcó desde febrero de 2003 hasta el 15 de agosto de 2004?
Vale la pena recordar los motivos:
––El estricto control de cambio en febrero de 2003, puso de rodillas a los empresarios. El gobierno logra un alto poder de fuego, al disponer de todas las divisas y usarlas según las prioridades del consumo de la población y del plan de desarrollo económico.
––Regulación de precios a una amplia lista de alimentos y medicamentos, y de productos de higiene.
––Creación y despliegue meteórico de las misiones sociales en la salud, la educación y la alimentación, y para promover empleos. Acciones todas de gran impacto social, que benefician en pocos meses a más del 65 % de la población.
––Unidad cívico–militar.
––Acelerada reactivación de la producción y de los canales de distribución.
––Movilización constante del pueblo, avances en su organización en las bases y en la conciencia. Papel fundamental del liderazgo de Chávez.
––Radicalización de la Revolución, al adoptar el signo antimperialista y enfrentar sin ambages al gobierno de George W. Bush.
Desde entonces (15 de agosto de 2004) y hasta 2013, la Revolución Bolivariana logra amplia hegemonía política y un vasto poder del Estado, en un contexto regional ventajoso con predominio de varios gobiernos de izquierda y progresistas, y favorecida por cuantiosos ingresos petroleros.
Crece mucho la influencia del presidente Chávez y del gobierno bolivariano en los procesos de unión e integración de la América Latina y el Caribe.
Por primera vez en la historia, el petróleo se convierte en potencial de solidaridad en vez de arma de presión.
Sin embargo, durante esa década ganada por la Revolución el imperio mantiene su objetivo y busca avanzar. No cesa de conspirar. Evalúa las causas de sus derrotas, aumenta la ayuda financiera y la asesoría a Ongs y partidos opositores. Examina y explora nuevas variantes subversivas, entre ellas prepara a jóvenes opositores en los métodos de las “revoluciones de colores”. Y en 2007, cuando Chávez se propone realizar una profunda reforma a la Constitución, con el fin de acelerar y fortalecer el proyecto socialista bolivariano, Estados Unidos hace todo lo posible para evitarlo y, sin dudas, contribuye a la derrota de la reforma en las urnas. Amén de otros factores, Chávez pierde el Referendo debido a la eficaz campaña ideológica y política contrarrevolucionaria, guiada desde Washington, y al sensible desabastecimiento programado e inducido, que abarcó el 25% de los productos esenciales.
Pero Chávez saca lecciones de la amarga experiencia y durante 2008 retomó la iniciativa, que no perdió nunca más.

Nueva arremetida imperial

En junio de 2011, la noticia sobre la sorpresiva enfermedad de Chávez reactiva en Washington y en sus aliados venezolanos, y de otros países, la esperanza de destruir en breve plazo a la Revolución Bolivariana.
Las gravedad de su salud resulta clara al comenzar 2012, año en que están previstas elecciones presidenciales en octubre. Surge así otra posibilidad de derrotarlo por la vía comicial y, de no lograrse, avanzar en un plan integral de desestabilización y de asalto al poder.
Esta vez, las acciones económicas y financieras radicales e interrelacionadas van a ocupar un papel central desde la primera etapa: una especie de ablandamiento artillero que no debe cesar hasta lograr la derrota del adversario, con el uso de un amplio arsenal y numerosas variantes de ataque.
Quienes concentran la propiedad del capital, la producción y la distribución, sobre todo de los bienes esenciales para la vida, pueden manipular los mercados, sus precios y las cantidades de los productos. Ellos poseen armas muy poderosas para derrocar gobiernos.
Y como lo demuestran varios ejemplos de la historia, esos entes económicos y financieros, actúan acorde con la estrategia política decidida en los centros de poder del imperialismo estadounidense. Así obraron, por ejemplo, contra el gobierno de Salvador Allende y después frente a la Revolución Sandinista. Y también contra Cuba, aunque nuestro pueblo ha demostrado que es posible resistir y derrotar incluso la versión más extrema y prolongada de la agresión.
No es casual que la guerra económica contra Venezuela se inicie meses antes de los comicios presidenciales de octubre de 2012. Y que se recrudezca de modo acelerado, una vez que es notoria la extrema gravedad de Chávez.
Luego que él fallece en marzo de 2013 y ante la nueva elección presidencial de abril de ese año, aceleran el paso. Al triunfar Nicolás Maduro –por una diferencia mínima-, Estados Unidos acentúa su decisión de desestabilizar a fondo toda la economía y culpar de tal desastre al modelo socialista que adelanta la Revolución Bolivariana.
El imperio no pierde un minuto, a fin de aprovechar la coyuntura anómala que se crea en el campo bolivariano durante 2012 y hasta el 5 de marzo de 2013, y en el lapso del proceso de sustitución de Chávez y de toma de experiencia por su sucesor, el presidente Maduro.
A mediados de 2012 comienza a ejecutarse el nuevo plan. Y en 2013 incrementan las acciones económicas, políticas, mediáticas, conspirativas y diplomáticas.

Bombardeo de la artillería pesada

El objetivo esencial en la primera etapa es desajustar a fondo el sistema económico. Para ello manipulan las importaciones, la producción, la distribución mayorista y minorista, y el valor del bolívar. Así impiden que el gobierno controle la inflación y otras categorías macroeconómicas. Todo vale para destrozar la economía y colocar a la defensiva al adversario.
¿En qué consiste esta guerra económica? ¿Qué actores económicos, políticos y conspirativos participan en ella?¿Cuáles son sus objetivos? ¿Qué efectos ha provocado en la población? ¿Qué medidas ha estado adoptando el gobierno para contrarrestarla? ¿Es posible derrotarla? ¿En qué plazo?
La economista venezolana Pasqualina Curcio Curcio, en su documentado libro “La mano visible del mercado. Guerra económica en Venezuela” (Ediciones MinCI, Caracas, 2017) ofrece datos y argumentos irrefutables. Entre los instrumentos que emplea la guerra económica se encuentran: 1) el desabastecimiento programado de bienes esenciales; 2) la inflación inducida; 3) el boicot en el suministro de los bienes de primera necesidad; 4) el embargo comercial encubierto; y 5) el bloqueo financiero internacional.
Quienes utilizan estas armas lo hacen de manera oculta, no muestran sus rostros.
Actúan respaldados por sistemáticas campañas comunicacionales, cuya línea principal es responsabilizar al gobierno bolivariano con el desastre creado, debido a sus decisiones puntuales y, sobre todo, por adoptar un modelo económico alternativo al capitalismo.
Participan en esta guerra no convencional las grandes corporaciones transnacionales, en complicidad con los monopolios nacionales de alimentos, medicamentos y artículos de higiene. El diseño y la dirección estratégica recaen en los centros de poder de los Estados Unidos, que también utilizan a los entes políticos opositores de Venezuela, gobiernos aliados y a los medios de comunicaciones locales e internacionales. Todos actúan para encubrir las acciones de la guerra económica, y confundir al pueblo sobre las causas y responsables de esta.

Guerra económica e importaciones

Ofrezco y comento enseguida algunos datos, aportados por Pasqualina. El PIB de 2015, año en que se registró un nivel de escasez superior al 30 %, fue 34 % mayor que el del año 2004, cuando ocurriera un nivel de escasez del 7 %, el más bajo en veinte años.
·         La tasa de desempleo en 2015 alcanzó 6 %, 62,5 puntos inferior a la de 1999. Esto contradice que se haya producido el cierre masivo de fábricas.
·         Por su parte, las cifras de las importaciones desmienten que la supuesta caída de estas haya provocado el desabastecimiento. Al contrario. Ellas aumentaron 129 % desde 1999 hasta 2014. Y ese año, el 2014, las importaciones superaron los 31 000 millones de dólares, casi el doble que en 2004, cuando sumaron 16 000 millones de dólares.
·         La importación de alimentos ascendió a 7 700 millones en 2014 y en 2004 fueron 2,100 millones, o sea 259 % mayor. Y en el caso de los medicamentos, en 2014 se importaron 2 400 millones de dólares, mientras en 2004 apenas fueron 608 millones. Un incremento de 309 %.
·         Por consiguiente, la falta de alimentos, medicamentos, artículos de higiene, repuestos para el transporte y otros productos, así como las largas colas no pueden explicarse porque el sector privado haya dejado de recibir las cantidades suficientes de dinero para las importaciones. Desde 2003, tales divisas son entregadas por el Estado a las empresas privadas, a un tipo de cambio preferencial, que actualmente es de 10 bs por US$.
·         En 2004 –año en que no hubo desabastecimiento– se les asignó 15 750 millones de dólares y en 2013, momento en que con mayor intensidad comienzan a escasear los rubros esenciales, la cantidad asignada se duplicó a 30 859 millones.
·         Desde que se instauró el control cambiario en 2003 y hasta 2016, las empresas privadas recibieron del Estado 338 331 millones de dólares para las importaciones. Hubo años, como el 2007 y el 2008, en que se les asignaron alrededor de 40 mil millones de dólares en cada uno.
·         En 2011, ante de comenzar la guerra económica, se les adjudicaron solo para alimentos 4 454 millones de dólares. En 2012, cuando empezaron a escasear varios productos y surgieron las colas, la cifra subió a 4 843 millones. En 2013 fue de 4 624 millones. Y en 2014 alcanzó 4 173 millones.

¿Por qué ocurre el desabastecimiento?

El desabastecimiento tampoco puede ser explicado por el aumento del consumo. Por ejemplo, entre 2003–2013 la línea de tendencia del crecimiento del consumo es 5,07 %, mientras que la suma de lo que se produce más lo que se importa origina una tendencia creciente de 5,99 %. Son otras las causas del desabastecimiento.
Una de ellas, argumentada en detalles por Pascualina Curcio, es la diferencia entre el monto en dinero recibido para las importaciones y los valores de uso importados, expresados en kilogramos. Esta diferencia es clave.
La variación de las importaciones totales de bienes y servicios expresadas en dólares, fue de 388,9 % al comparar los años 2003 y 2013. Sin embargo al medir las importaciones totales de bienes y servicios, ahora expresadas en kilogramos, la variación en el mismo período fue de 57,6 %.
O sea, se importa menos bienes y servicios con una mayor cantidad de dólares asignados.
El costo promedio de importación por kilogramo en el 2013 fue 210 % más alto que en 2003. Ese año ascendió a 0,83 dólar por kilogramo y en 2013 fue 2,34 dólares por kilogramo. De tal modo, un factor del desabastecimiento radica en que con una mayor cantidad de divisas entregadas por el Estado, se ha importado menor cantidad de bienes.
¿Qué hicieron con los dólares los empresarios? Aquí está la respuesta: Las monedas y depósitos del sector privado en el extranjero, suben 233 % entre 2003 y 2013. Por supuesto, con el subterfugio típico de la sobrefacturación u otros trucos, donde además de agentes corruptos externos deben haber participado no pocas veces funcionarios venezolanos de la misma especie.
Un segundo factor importante del desabastecimiento, es el acaparamiento por parte de las grandes empresas importadoras y productoras de alimentos básicos, medicamentos, piezas y repuestos del transporte, semillas, etc.
Y el tercer factor es el contrabando de extracción en las fronteras, sobre todo hacia Colombia.
Tales desequilibrios provocan otros, como el llamado bachaquerismo, aquellos sujetos que adquieren los productos a precios subsidiados y luego los revenden en el mercado informal varias veces más caro.

Inflación inducida, vía internet

El arma más poderosa y efectiva de la guerra económica contra Venezuela, es la inflación inducida vía internet con fines políticos, al fijarse de manera arbitraria e ilegal cada día la tasa de cambio respecto del dólar.
A partir de 2013, en Venezuela los niveles de precio no los determina la demanda agregada y la liquidez monetaria, como ocurre en todos los países. Lo hace el dato arbitrario que aparece en la página “Dólar Today”.
Sus nocivos efectos en los precios (inflación) y por ende en el poder adquisitivo de la mayoría de los ciudadanos, en la distorsión de los mercados y en la caída de la producción, forman un haz diabólico.
Tales tasas de cambio, no responden a criterio económico alguno. Obedecen a una intencionalidad política, encaminada a desestabilizar a fondo y sin escrúpulos la economía y la sociedad.
Veamos estos datos. La variación promedio anual del tipo de cambio paralelo desde 1999 hasta 2011 fue de 26 %. En 2012 respecto a 2011 creció a 31 %. Y en 2013 se dispara en comparación con 2012: 224%. Sube a 475 % en 2015 y en estos momentos la cifra es superior a 600 %.
Basándose en un modelo matemático que contempla el monto de las reservas y la liquidez monetarias, Pasqualina Curcio estimó que en marzo de 2016 la tasa de cambio real debía ser de 84 bs para adquirir un dólar, mientras que en esa fecha la tasa de cambio ilegal inducida por internet era de 1212 bs.
Ella también hizo un gráfico donde muestra la diferencia entre el tipo de cambio manipulado y el real estimado. En 2013 el manipulado es 1,5 veces mayor que el real, en 2014 sube a 2,4 veces, en 2015, aumenta 7 veces y en 2016 el paralelo es 14, 5 veces superior al valor real estimado.

¿Bloqueo económico?

El imperio desarrolla la guerra económica contra Venezuela de modo simultáneo y creciente en todos los escenarios, con el fin de destruir los pilares que sostienen cualquier sistema económico.
Hasta el momento, Estados Unidos no ha codificado en sus leyes –como ha hecho con Cuba– esta criminal guerra de cuarta generación, equivalente a un bloqueo económico, comercial y financiero, con sus especificidades. Han actuado de modo solapado, basándose en los diversos aliados e instrumentos con que cuenta. Uno de ellos es el financiero internacional.
Venezuela sufre desde 2013 una especie de bloqueo financiero. Consiste en hacer cada vez más difícil y costoso a la República y en especial a Pdvsa, tener acceso a créditos en el mercado internacional y en entorpecer las operaciones financieras de tal rango. También en este ámbito las armas han sido invisibles: sobre todo consisten en la publicación de elevadas cifras del índice de riesgo país y en enlentecer las transacciones financieras.
El riesgo país, como se sabe, es un índice que mide la garantía de un Estado para cumplir con sus compromisos financieros. Establece una prima de riesgo asociada a la probabilidad de incumplimiento en el pago de la deuda externa. Si el índice de riesgo país es mayor, los intereses y condiciones del préstamo serán más severos.
Todos los entes calificadores del riesgo país, son instrumentos de grandes bancos privados. Por ello no es casual que la guerra económica contra Venezuela haya incluido pintarla de rojo. Y desde 2015 está señalada como la nación de mayor riesgo, con más de 2 mil puntos.
Llama la atención que durante los años 2009 al 2012 el índice es bajo y estable y que se dispare a partir de febrero de 2013. Sin embargo, ninguno de los factores que podrían determinar tal fenómeno está presente: el pago de la deuda ha sido puntual, con cifras astronómicas; en 2013 el precio del petróleo aún no se ha desplomado; ni tampoco disminuye ese año el PIB y las reservas internacionales eran aceptables.
Lo que sí resulta evidente, como demuestra Pascualina, es la relación directa entre el tipo de cambio ilegal, la inflación inducida por este y el riesgo país. La razón es obvia: son tres categorías manipuladas con fines políticos por los autores de la guerra económica. Imponen el tipo de cambio, lo elevan a cifras cada vez mayores y hacen lo mismo, en similar proporción irracional, con el nivel del riesgo país. El comportamiento de las tres variables –tipo de cambio ilegal, inflación inducida y riesgo país– está estrechamente relacionando y es resultado de un mismo plan de desestabilización política.

Sugerencias para el análisis final de los lectores

La guerra económica contra Venezuela ha logrado crear un escenario sumamente complejo para la Revolución Bolivariana. Es un reto de medular importancia, que ella puede vencer y adelantar con muestras contundentes que es así en el menor plazo. Toda la sociedad ha sido impactada y sus efectos han contribuido de manera directa a la disminución de los votos obtenidos por los candidatos bolivarianos en las elecciones de octubre de 2012, abril de 2013 y diciembre de 2015 (Asamblea Nacional), donde ocurriera una derrota sensible. Está probado con cifras, que en tales coyunturas la inflación se disparó y los abastecimientos básicos desaparecieron.
El objetivo final de la contrarrevolución no es ganar la presidencia y los demás poderes públicos a través del voto. Esto forma parte del plan desestabilizador –a lograr siempre que resulte posible–, pero no es lo único: la meta es extirpar la Revolución Bolivariana y el chavismo. Para lograrlo, pretenden hacer creer que ella es la causante de los profundos desajustes causados por la guerra económica.
En consecuencia, un frente de batalla principal para intentar derrotar a la Revolución es y seguirá siendo la agresión económica.
Junto a ella acrecientan la escalada de violencia, como sucede desde abril pasado, que conduzca a una guerra civil o la apariencia de ella, y entorpezca las acciones del gobierno para derrotar las agresiones económicas. Además tratan de afianzar la imagen de que “el régimen” es una dictadura, sin escrúpulos ni apoyo.
Promueven la idea de que existe una crisis humanitaria y se requiere ayuda internacional, y que se ha generalizado el caos. Aceleran presiones y maniobras a fin de estrechar el cerco diplomático y buscan crear las condiciones para una eventual intervención militar directa. Siempre con el más amplio respaldo comunicacional.
La coartada del imperio y sus adláteres dentro y fuera de Venezuela, es adjudicar al gobierno bolivariano y al modelo económico–social y político que este adelanta, la carga del desastre que han generado a consecuencia de la guerra económica y de las demás acciones subversivas.
Tal maniobra resulta urgente desmentirla, pues ella es la plataforma para justificar todas las agresiones, incluida la guerra sucia y la intervención armada.
No por cínica esa campaña disminuye su potencial para confundir a muchas personas, fuera y dentro de Venezuela, gracias al sistemático bombardeo de falacias mediáticas. Y porque los graves efectos de las agresiones económicas en la vida cotidiana de las personas, facilitan que se distorsione la realidad.
Desde mediados de 2012, es notorio que Estados Unidos actúa con premura para derrocar al poder bolivariano en el corto plazo. De ahí el ritmo y amplitud de la agresión económica. Y si no lo ha logrado, es debido a la fortaleza que ha mostrado la Revolución Bolivariana.
No es casual que luego de asumir el control de la Asamblea Nacional en enero de 2016, la oposición política se haya propuesto sacar al presidente Maduro en seis meses. Ni que actúen desde entonces con tanta beligerancia frente a los demás poderes. Sin dudas, se sienten respaldados por el poderío del imperio. En especial perciben que es un éxito la guerra económica y apuestan a que esta será cada vez más recia, para favorecer el objetivo de arrasar de manera pronta con la Revolución.
Tal apremio y la subestimación de la fuerza popular y militar de la Revolución, hacen que el imperio y sus cómplices dentro y fuera de Venezuela cometan serios errores de estrategia y táctica políticas. Están enceguecidos por la oportunidad que creyeron definitiva, a partir de la muerte de Chávez en 2013. Se sienten confiados por los efectos que han logrado con la guerra económica, las dificultades que le han surgido al gobierno bolivariano debido a la caída del precio del petróleo –a lo que Estados Unidos ha contribuido– y un contexto en Suramérica menos favorable.
El presidente Maduro y el liderazgo bolivariano han comprendido que la victoria sobre la actual arremetida imperial –la más integral, poderosa y aviesa desde 1999–, supone lograr revertir las causas que han propiciado en parte el éxito alcanzado por el enemigo en la implementación de la guerra económica. Se trata de un frente de batalla tan decisivo como complejo, que el Presidente y el liderazgo cívico-militar bolivariano encaran con centralidad estratégica y acciones prácticas, sustentadas en la creatividad y entereza del pueblo chavista.
Son alentadores los resultados que se vienen logrando con la implementación de los Comités Locales de Alimentación y Producción (Claps) y la Gran Misión Abastecimiento Soberano, junto a diversas medidas asociadas a la supervisión y control de las importaciones, de la producción y la distribución y un mejor control de las fronteras.
Resultan loables las decisiones sobre el uso de las divisas y otras medidas semejantes en el terreno económico y financiero. Y es crucial la definición y puesta en funcionamiento de los “quince motores” para avanzar hacia una nueva etapa de desarrollo, que supere por fin el deformador rentismo petrolero, acorde con el pensamiento económico de Chávez y su Plan de la Patria formulado en 2012.
Existe claridad sobre determinadas vulnerabilidades. Entre ellas: la elevada concentración de la producción, de las importaciones y de la distribución de bienes y servicios en un reducido número de empresas; el dominio de monopolios y oligopolios en los mercados de bienes de primera necesidad; la alta dependencia de las importaciones y el imperativo de sustituir buena parte de ellas con producción nacional.
También hay conciencia de que el Estado ha sido deficiente –con expresiones de corrupción– en su papel de regulador y supervisor de las grandes empresas productoras, comercializadoras e importadoras, y del sistema financiero y los bancos.
Por otra parte, esta es una guerra sui géneris donde hasta ahora no existen culpables ni presos. Sin embargo, hay desabastecimiento e inflación inducidos, sabotaje en el suministro, embargo comercial encubierto y altas cifras de contrabando vía frontera. Y todo ello provoca graves violaciones a los derechos humanos del pueblo venezolano, que es víctima de la carencia de alimentos, de medicamentos e insumos médicos, y de otros artículos indispensables para la vida.
Es de esperar que la Asamblea Nacional Constituyente examine a fondo la actual estrategia contrarrevolucionaria concebida y dirigida por el imperialismo. En particular, los componentes y responsables de la guerra económica, a fin de adoptar nuevas medidas de efectos más inmediatos y reforzar las de complexión estructural, para revertir sus efectos, suprimir las causas e impedir su repetición. Este es un reto medular.
Las secuelas de la agresión económica son enormes y no es conveniente minimizarlas. El imperio sacó provecho de una coyuntura inesperada. Atacó a fondo y sin piedad.
Por consiguiente, ser radical es la premisa, ir a las raíces es la senda. El pueblo bolivariano civil y militar, movilizado, consciente y unido –como ya ocurre-, será capaz de obtener otro laurel. Esta vez, sin la presencia física de su líder histórico, aunque sí de sus leales seguidores encabezados por el presidente Maduro.

Vea este video de Telesur sobre la Guerra Económica





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