viernes, 27 de abril de 2018

LAW FARE: MUCHO MÁS QUE UNA ESTRATEGIA, ES EL FIN DEL CAPITALISMO DEMOCRÁTICO



26/04/2018

Mucho más que una campaña continental de dominación colonial, el law fare expresa el fin del “capitalismo democrático” iniciado con la Revolución Francesa (1789) y completado con los acuerdos de la ONU (1948)

“la diferencia entre la descripción de una parte de la historia y la descripción de la historia como un proceso unitario no es por lo demás una diferencia de alcance…. sino una contraposición metodológica, una contraposición de puntos de vista”
Giorgy Luckas, Historia y conciencia de clase

Síntomas y diagnóstico de una catástrofe social contemporánea

Escribo estas notas (para los “míos”, como dice Malena, para mis compañeros de lucha por la dignidad humana en los territorios de las periferias del mundo burgués contemporáneo) como un intento de balance conceptual de estos primeros meses de lucha del año 2018.  De las nuestras contra el Macrismo y la ofensiva generalizada e integral contra todos y cada uno de nuestros derechos. Y contra el Derecho como tal.

Y de mis viajes por el país Vasco (febrero 2018), Paraguay y Brasil (abril 2018), con el corazón apretado por las noticias del genocidio en tiempo presente en los territorios palestinos ocupados por Israel (por donde caminé en el 2016) y la muerte anunciada de mi hermano colombiano Jesús Santrich, empeñado, sin retorno posible,  en revelar, en sacar del silencio y las sombras de la infamia otros presos, otras muertes de sus compañeros insurgentes desarmados; a quien visité en junio del 2017 cuando todavía no habían acuchillado el convenio de paz firmado por la Farc y el estado Colombiano.

No escribo desde la plácida superficie académica ni mucho menos desde el cinismo de aquellos que trabajan de “opinólogos” de luchas ajenas (Pitrola, Altamira, Del Caño y otros dirigentes del FIT argentino), administradores de un supuesto rojímetro que les permite negar solidaridad a Lula por no dar el piné de revolucionario y callar ante el secuestro de Jesús Santrich, porque su saber urbano y súper institucionalista ni registra la voz de un guerrillero ciego empecinado en no quedar en el lugar del derrotado que tantos pretenden para él.  Incluida alguna izquierda miserable que celebra como supuestos éxitos propios, las derrotas ajenas.

Pretendo, primero, que no se pretenda uniformidad de diagnóstico a los que describimos el mismo listado de agravios, que son solo síntomas de algo por interpretar y explicar. Segundo, que se reflexione críticamente en que la ilusión del “fin de los golpes de estado” era eso y que el culto, casi pornográfico, al camino institucional (incluso por aquellos que no lo habían practicado jamás) debe superarse, si queremos, al menos, tener chance de luchar contra el Imperio realmente existente. 

Destituyeron a Zelaya en Honduras, a Lugo en Paraguay y a Dilma en Brasil por métodos cuasi institucionales que incluían porciones muy limitadas de acción militar.  Insólitamente a esos golpes de estado se los llamó “blandos” “constitucionales” o “legales”.  El lenguaje es siempre uno de los primeros territorios del combate, y la aceptación de las voces enemigas, una de las demostraciones de debilidad más lamentables.

Macri basura vos sos la dictadura.

Desde el año 2009, ya por nueve años, una Operación Continental de Contrainsurgencia Imperial de Neocolonización de Nuestra América se lleva adelante siguiendo un libreto único, con las lógicas adaptaciones nacionales: utilización de aquellos poderes que nunca se pusieron en cuestión (así hablaba de ellos los documento imperiales estratégicos conocido como Santa Fe elaborados por la CIA entre 1980/1986): el Poder Judicial, el Poder Mediático y el aparato armado del Estado no importa el nombre que tenga: Fuerzas Armadas, Servicios de Inteligencia, Gendarmería o Policías, para recuperar plenamente aquellos poderes que sí se someten a la consulta electoral: el Poder Ejecutivo y el Legislativo que han ido volviendo a sus manos en Paraguay, Honduras, Argentina, Brasil, Chile y aún en Ecuador donde ni siquiera ganaron las elecciones como en Chile o Argentina.

¿Qué queda por fuera de su dominio imperial?: Acaso Venezuela y Bolivia, Uruguay en mínima medida, el gobierno del Farabundo Martí en El Salvador está en picada, el gobierno sandinista de Nicaragua sobrevive con muchos problemas y por supuesto, fuera de estas lógicas, la Cuba Socialista que acaba de realizar una renovación de su liderazgo digna de aplausos y esperanzas.

Pareciera no quedar dudas que, contra lo predicado por años, a más progresismo, menos gobernabilidad y a más radicalidad política, económica y diplomática, más estabilidad y posibilidades de triunfar

A este cambio en los gobiernos de la región, que expresa una estrategia de dominación imperial y que viene demoliendo el edificio de la integración latinoamericana creada en estos años, más o menos autónoma, la denomino “fin del ciclo de los gobiernos progresistas de la región”.  Fin del ciclo de los gobiernos progresistas de la región, cualquier otra interpretación corre por el que la hace, pero negarse a ver la realidad suele ser complicado y para ser rigurosos constituye una crisis aguda de percepción de la realidad de la que el compañero Jorge Beinstein ha llamado la atención muchas veces[1].

De eso se trata esta nota.

Digamos, para ser más gráficos que si la Picana Eléctrica, el Falcón sin Patente o la Bota Militar podía simbolizar el periodo de dominación militar que se inicia con el Golpe de Estado de 1954 en Paraguay y Guatemala, se afirma con los sucesivos golpes en Brasil (1964), Chile (1973), Uruguay (1974) y el de Videla de 1976, este nuevo ciclo de dominación colonial tiene a la Cárcel y la Toga de los Magistrados Judiciales como la cara más visible.  En la Cárcel están Lula en Brasil; Milagro Sala, Facundo Jones Huala y otros en Argentina, los Seis Campesinos, los de Curuguaty y muchos, muchos más en Paraguay; los mapuches en Chile y otros cientos en Honduras, Colombia y casi todos los países latinoamericanos.  La cara del Juez Moro, del fiscal paraguayo Jalil Rachid o el Juez argentino Bonadio se conoce tanto como eran conocidos los rostros de Stroessner o Pinochet, y es que su función de ejecutor de políticas de eliminación de toda forma de resistencia o aún de mínima autonomía frente al plan de normalización imperial, es de igual sentido esencial, aunque no manejen ametralladoras ni usen capuchas. 

Y que se enoje Le Monde Diplomatique o los amigos brasileros de Pagina 12 como Emir Sader que siguen pregonando las bondades del sistema democrático representativo como si fuera ciego ante la evidencia brutal de que el periodo en que se respetaba más o menos el voto de las personas y la formalidad de la letra jurídica, ha pasado.  Podría darse una vuelta por la cárcel de Curitiba o por las favelas militarizadas de Río, aprendería sobre su país bastante más que lo que le dicen sus papeles, amarillos de viejo y “fuera de época”[2].

Con todo su “sabiduría” no se dio cuenta que el mundo, creado por el fin de la segunda guerra mundial, ese mundo, resultado de la Revolución Socialista Rusa y el triunfo sobre el nazi fascismo en 1945, el mundo diseñado por la organización de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Convenio de Prevención y Castigo al Celito de Genocidio, firmado en 1948, no existe más como tal y lo que queda está debilitado y en vías de demolición.

Sader y sus discípulos latinoamericanos, intelectuales y políticos, los que firmaron el Consenso de Buenos Aires[3] (1997) y los que soñaron como cualquier otro “triunfador” de la política que “hubo historia, ya no lo hay”, no comprenden lo fundamental e imprescindible para triunfar sobre el fascismo contemporáneo: asumir que vivimos una nueva etapa histórica en que sus ilusiones progresistas se han derrumbado, y aplastado a millones con sus escombros.  

No entienden quiénes son los nuevos gobernantes de América Latina. Digo, no entienden por qué Macri, Temer, Piñera, Santos o Uribe que son lo mismo, Cartes o quien lo suceda Creen que el hecho de ser electos por tramites institucionales o consultas electorales los convierte en mandatarios democráticos. No ven que estamos ante un grupo de políticos fascistas, contenidos por ahora en su furia genocida.

Si quieren, de guante blanco, pero no “democráticos”, ni “civilizados”, ni “humanizados”. Salvajes asesinos que auspician y sueñan con un nuevo genocidio.  Digo, con asesinar un dirigente social cada dos días como hicieron en Colombia en el año 2017, el año que comenzó a pocos días de que entregaran el premio Nobel de la Paz a Santos.  La paz de los cementerios.

Nos enfrentamos pues a una paradoja enorme: sostener la lucha por los derechos humanos y en el terreno del Derecho en tiempos en que la misma concepción de los Derechos Humanos y del Derecho están en coalición con los valores dominantes desde el Setiembre del 2001 (Acta Patriótica), potenciados con el acceso de Trump al gobierno de los EE.UU. en noviembre de 2016, de la lucha contra el Terrorismo y la doctrina del Derecho del Enemigo que niega, justamente, todo derecho, incluido el de la presunción de inocencia o el debido proceso, a todas y todos los que no se le subordinan o aún  más, pretenden enfrentarlos.  Pues ese es nuestro cometido, ni dejarnos asimilar por los valores dominantes ni dejarnos expulsar del espacio que hemos conquistado en largos años de lucha de manera colectiva.  Ni nos vamos ni dejaremos de plantear nuestra verdad en todos los terrenos. Como casi en toda la historia de la Liga, pero más que nunca.  Nos enfrentamos al mayor intento de actuar como una dictadura brutal en un periodo de vigencia formal de una Constitución reformada siempre a favor de la dominación burguesa. Por eso, en la Plaza de Mayo, este 24 de Marzo dijimos lo que dijimos.

Macri basura, vos sos la dictadura.

No todo es reflejo falso de lo real; también es reflejo verdadero de una falsa realidad, que no es lo mismo aunque parezca parecido.

"No hay nostalgia mayor
que añorar lo que nunca jamás existió

Joaquín Sabina

León Trotsky, al cual muchos de sus autoproclamados seguidores podrían leer con mucho provecho, decía que lo que en teoría son diferencias de milímetro, cuando llegan al terreno de la política pueden ser diferencias insalvables por lo lejanas. Y comienzo diciendo que en tiempos de peligros y retrocesos evidentes como el de este 2018, conviene dedicar tiempo a la reflexión teórica puesto que sin comprender lo que nos pasa, seguro que todo esfuerzo de lucha será estéril.  No en vano, pero estéril.

Puntualmente, el peligro de hablar demasiado del Law Fare, de esta ofensiva pornográfica e inescrupulosa de los fiscales y jueces de Brasil, Argentina y Paraguay (por lo menos) es perder de vista el fenómeno principal que es el cambio de régimen de dominación en la región.  Están instalando un régimen de terror explícito con formas democráticas constitucionales.

Fue Atilio Borón quien se atrevió a calificar al periodo pos dictatorial como el de “capitalismo democrático”[4] para insistir que en el par conceptual capitalismo democrático lo principal era la persistencia del sistema capitalista, advirtiendo hace ya muchos años que el capitalismo puede dejar de ser “democrático” sin volver a la forma de dictadura militar tan conocida en América del Sur pero casi nunca vigente en México o Colombia, donde la combinación de terror con elecciones viene de lejos, casi del fondo de la  historia.  Acaso desde el asesinato de Gaitán en la Bogotá de abril de 1948 o desde el verdadero final de la “Revolución Mexicana” con la conclusión del gobierno de Lázaro Cárdenas en 1940.

Conviene repasar el ciclo histórico sudamericano: conquista colonial imperial militar; rebeliones de los pueblos originarios sofocadas; independencia formal en condiciones de debilidad centro imperial español y rápida derrota de fuerzas revolucionarias a favor de partidarios de la subordinación a los ingleses; en ese marco Brasil fue el último país con esclavos y perpetró su propio genocidio sobre Paraguay en 1870 con colaboración de Mitre y el partido Blanco de Uruguay consumando definitivamente el primer genocidio[5] de modo tal que la llamada democracia sudamericana, representativa, republicana, formal, burguesa o como quieran llamarla, no era otra cosa que el modo de dominación más pertinente al carácter semicolonial de Argentina y el sur americano.

El Código Penal que sancionaron y la Corte Suprema que impusieron estaban al servicio de tal tarea, la convalidación del primer golpe de estado por parte de la Corte (en el mismo año de 1930) en acordada histórica por lo hipócrita, lo confirma.

Cuando esa democracia formal, y el “imperio de la Ley y el Derecho”, la “preeminencia de la Constitución Nacional” no bastaron para asegurar el orden vigente y la moral indicada, es que vinieron los golpes sucesivos de 1930/1943/1955/1962/1966 y el del 1976.  La democracia formal entre golpe y golpe se fue haciendo cada vez más delgada e instrumental a pesar del costado social de la Reforma Constitucional peronista de 1949 y la “corrección” de 1957 (apenas el artículo 14 Bis, de extensión de los derechos sociales, jamás respetado, por cierto)

Y más allá de consecuencias positivas derivadas de la última Reforma de 1994 (la preeminencia de los Pactos Internacionales de los derechos humanos sobre la misma Constitución y el orden jurídico nacional, entre otros como el reconocimiento tardío y formal de los derechos de los pueblos originarios) la Reforma de 1994 no pasó de permitir la reelección de Menem, garantía del Orden Pos Dictatorial, neoliberal y sumiso de la hegemonía imperial norteamericana.

Dice en estos días el sumiso Emir Sader: “Esa ofensiva solo confirma cómo la derecha latinoamericana no tiene compromiso con la democracia, mientras que es la izquierda la que nace, se desarrolla y gobierna por medios democráticos, y la que pelea democráticamente por seguir gobernando o por volver a hacerlo. Quien crea que la vía democrática se ha agotado es un iluso. Incluso porque la vía insurreccional sería camino a la derrota y la catástrofe para la izquierda, como el caso colombiano lo demuestra”. No es cierto, la izquierda latinoamericana nació fuera del orden institucional y luchando contra él. Desde el partido Comunista de la Argentina en 1918 al Ejército de Liberación Nacional de Bolivia fundado por el Che Guevara.  No es su culpa la tragedia de los genocidios sufridos sino del Imperio y las burguesías latinoamericanas.  Poner a la víctima en el lugar de la responsabilidad por la violación de los derechos humanos lo pone a Sader fuera del progresismo y las posiciones tibias.  Lo deja del otro lado.

La decisión de renunciar a toda otra forma de lucha que no sea la institucional no fue tomada “libremente” sino como una de las consecuencias directas del último genocidio sufrido en la región (conocido como Terrorismo de Estado, o por sus figuras paradigmáticas Pinochet, Videla o Stroessner): la hegemonía del posibilismo en el movimiento popular, la desarticulación del bloque histórico que había bregado por la Independencia verdadera y la fascistización del sujeto burgués, descompuesto como clase nacional, cleptómano y mafioso para siempre.

Traigamos al debate al cubano Roberto Regalado que explica el surgimiento del ciclo de gobiernos progresistas de un modo más complejo que la mayoría de los opinólogos conocidos.  Dice Regalado en un texto preparado especialmente para un debate organizado por el PT mexicano y disponible en la web Rebelión[6]

1. El acumulado de las luchas de las fuerzas populares libradas a lo largo de su historia y, en particular, en la etapa abierta por el triunfo de la Revolución Cubana (1959-1989), en la cual, aunque su desenlace no fue el cumplimiento de los objetivos que las organizaciones político-militares se habían planteado, a saber, la conquista del poder y la instauración de un nuevo Estado y un nuevo sistema social, los pueblos demostraron una voluntad y una capacidad de combate de tales magnitudes que obligaron al imperialismo y a las clases dominantes de la región a reconocerles los derechos políticos que hasta entonces les habían sido negados.

2. El repudio mundial al genocidio y la fuerza bruta históricamente utilizados en el subcontinente como medios de apuntalar la opresión y la explotación, en especial, por parte de los Estados de «seguridad nacional» que asolaron a la mayor parte de la región entre 1964 y 1989, que compulsó al imperialismo norteamericano y a las oligarquías criollas a buscar formas más mediadas de dominación. (Inscribamos en ese punto la lucha histórica del movimiento de lucha contra la impunidad de la Argentina y de nuestra propia Liga, nota del autor)

3. El aumento de la conciencia, organización, movilización, y lucha social y social-política, ocurrido en el fragor de la batalla contra el neoliberalismo, que estableció las bases para un aumento sin precedentes de la participación electoral de la gran parte de los sectores populares tradicionalmente marginada de ese ejercicio político, y un cambio en los patrones de votación de la otra parte de ellos que estaba subsumida en la lógica del sistema de dominación.

4. El voto de castigo de amplios sectores sociales contra los efectos devastadores de las políticas neoliberales impuestas a partir de finales de la década de 1970, cuya pionera fue la dictadura militar chilena encabezada por el general Augusto Pinochet.

5. Tratamiento especial merece el «error de cálculo» del imperialismo norteamericano, que creyó poder dejar de oponerse «de oficio», de manera abierta y directa, a todo triunfo electoral de la izquierda, tal como había hecho históricamente, confiado en que su nuevo sistema de dominación continental, cuyo pilar político es la implantación de «democracias neoliberales» en todos los países de América Latina y el Caribe, sujeto a mecanismos transnacionales de control y sanción de «infracciones», blindaría a los Estados de la región contra cualquier intento de penetración por parte de fuerzas políticas de izquierda y progresistas. Esta confianza lo llevó a establecer un pacto de élites de defensa de la democracia representativa, es decir, de la democracia burguesa que asume explícitamente la forma de democracia neoliberal, y al establecimiento de una llamada cláusula democrática en todos los organismos y mecanismos continentales y subcontinentales. No previó entonces que, con estricto apego a las normas de la democracia representativa, fuesen electos candidatos presidenciales como Chávez, Lula, Kirchner, Tabaré, Evo, Correa, Daniel, Cristina, Dilma y otros.  No era la primera vez que, convencido de tener garantizado el control de una subregión o de la región en su conjunto, el imperialismo norteamericano impuso pactos de «defensa de la democracia» y sanción a las interrupciones del orden constitucional. Así hizo en Centroamérica en la década de 1920 como medio de disuasión a las constantes guerras entre conservadores y liberales, pero la gesta antiimperialista del general Sandino en Nicaragua y la insurrección indígena campesina y popular de enero de 1932 en el Salvador, aplastada con métodos genocidas por el dictador Maximiliano Hernández Martínez, lo llevaron a desistir de ese empeño. Así ocurrió también tras el triunfo de la Revolución Cubana, cuando el presidente John F. Kennedy decidió aislarla y estigmatizarla rodeándola de «democracias representativas», y terminó derrocando gobiernos constitucionales que no se plegaban al bloqueo contra Cuba, y apoyando a dictaduras militares que sí lo hacían. Todo ello ratifica que el imperialismo no tiene principios, sino intereses. Con claridad lo expresó el sucesor de Kennedy, Lyndon B Johnson, cuando, al apoyar el golpe de Estado contra Joao Goulart en Brasil, en 1964, proclamó la doctrina que lleva su nombre: Los Estados Unidos prefieren tener a aliados seguros, que vecinos democráticos. A la aplicación de la Doctrina Johnson regresa el imperialismo norteamericano para borrar del mapa a los gobiernos progresistas y de izquierda, no mediante los golpes de Estado tradicionales, sino mediante la desestabilización de espectro completo y los golpes de Estado «de nuevo tipo».  En América Latina, tras una acumulación de fuerza social y política iniciada en los años ochenta con la lucha de los movimientos populares contra el neoliberalismo, incrementada en los noventa con la ocupación de espacios en gobiernos locales y legislaturas nacionales, que alcanza el clímax en la década de 2000 con el ejercicio del gobierno nacional en una decena de países, desde finales de esta última, la correlación de fuerzas comienza a cambiar a favor de los sectores oligárquicos proimperialistas y, en apenas cinco años, la pérdida de capacidad de movilización popular, la falta de estrategias, medios y métodos adecuados para derrotar la desestabilización de espectro completo, los reveses electorales y los golpes de Estado «de nuevo tipo», llegan a tal punto que la derecha se ufana en proclamar el «fin del ciclo progresista»[7].  ¿Es este un vuelco tan imprevisible o inesperado de la situación política, que no se pudo evitar o no dio oportunidad para una preparación a tiempo que permitiese enfrentarlo en mejores condiciones? Sería imposible responder esa pregunta sin hacernos otra: ¿vuelco imprevisible o inesperado… para quién?   La involución de la situación política y económica de la región en general, y de cada país gobernado por fuerzas progresistas y de izquierda en particular, de ningún modo fue ignorada por todas y todos los dirigentes, cuadros militantes, activistas y analistas del bloque popular. Sin embargo, los liderazgos principales y las corrientes políticas e ideológicas hegemónicas en los partidos, frentes y coaliciones progresistas y de izquierda, primero ignoraron o subestimaron el deterioro creciente de la correlación de fuerzas, que pudieron y debieron enfrentar cuando tenían mayores y mejores posibilidades de éxito, y luego quedaron impávidos ante sus consecuencias. ¿Por qué ese inmovilismo? ¿Es atribuible a la «mala intención» o incluso a una «traición»? La respuesta es no, salvo casos específicos que ciertamente pueden existir. Los liderazgos individuales y colectivos de los gobiernos, partidos, movimientos, frentes y coaliciones progresistas y de izquierda, también son productos de correlaciones de fuerzas, tanto en la sociedad en su conjunto, como dentro de ese espectro político e ideológico en particular, y en la América Latina de finales del siglo XX e inicios del XXI, la hegemonía de las fuerzas políticas multitendencias características de la etapa, la ejercen el «progresismo», proveniente de sectores democráticos de los partidos tradicionales, y lo que podríamos llamar la «nueva socialdemocracia latinoamericana»

 Ambas corrientes comparten:

[...] la maniquea concepción de la democracia burguesa como sistema político supuestamente imparcial e incluyente, que en América Latina solo funcionó con relativa estabilidad en Uruguay y Chile, y solo lo hizo mientras el imperialismo y las oligarquías de esos dos países no identificaron a la izquierda como una amenaza al sistema, pero tan pronto la percibieron como tal, en ambos implantaron férreas dictaduras.

[...]

De ahí parte la sorpresa e incomprensión que incluso hoy, después de haber sido expulsadas del gobierno o estar en riesgo de serlo —sin haberlo visto venir, ni saber, a ciencia cierta, cómo evitarlo y revertirlo—, y de haber sido criminalizadas y judicializadas, o de estar a punto se serlo, siguen manifestando [...], y también de ahí que la mayor parte de los análisis y reflexiones publicados al respecto, se limiten a denunciar las manipulaciones, transgresiones y violaciones que la derecha hace contra los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda, y poco o nada se mencionen las deficiencias y errores de estas últimas que contribuyeron a torcer la correlación regional de fuerzas en su contra.


Paradojas, desafíos, oportunidades del momento histórico


En esas desveladas noches de las que te hablo, pienso, también,
 en el intransferible y perpetuo aprendizaje de los revolucionarios: perder, resistir.
Perder, resistir. Y resistir. Y no confundir lo real con la verdad

Andrés Rivera.  La revolución es un sueño eterno.

Casi todos coincidimos en que nos enfrentamos a desafíos y peligros muy grandes, pero no todos vemos en esos desafíos paradojas y oportunidades de crecimiento. Dicho de otro modo, nos enfrentamos a muchas paradojas que podríamos sintetizar en una central: La paradoja de que para luchar en el terreno jurídico no hay que creer en la neutralidad del Derecho ni de los jueces, como para acumular en la lucha institucional hay que construir subjetivad revolucionaria y poder popular.  Si así lo hacemos el espacio de acumulación es enorme, puesto que es nada menos que el enorme espacio de la lucha democrática en momentos en que la burguesía en todas sus expresiones, incluida su ala progresista, abandona la lucha democrática en aras de una supuesta institucionalidad republicana y democrática que es todo lo contrario. Algo de esto pude compartir en las experiencias vividas en estos pocos meses del 2018.

En el País Vasco compartimos tribuna con los compañeros de Kalera Kalera, todos ellos sobrevivientes a la lucha armada de ETA y la cárcel franquista. Kalera Kalera ha realizado una convocatoria por la libertad de los presos este 21 de abril en Bilbao, con decenas de miles participantes en una ciudad de medio millón de habitantes[8]. Estos compañeros expresan un cambio de estrategia de una fuerza que nació en 1959 y en estos días se considera en extinción activa, digamos que renace en muchas otras, pero que al asumir la lucha institucional lo hace con las mismas caras y los mismos objetivos autonomistas y socialistas de su historia. Las derechas no dejan de estigmatizarlos y pretender su muerte civil, pero desde ese perfil y posicionamiento han ganado posiciones en el Congreso Vasco y son parte de un inmenso movimiento que en los últimos meses ha ganado las calles de un modo sorprendente para toda Europa en temas tales como el 8M contra el patriarcado, en defensa de las pensiones y derechos previsionales y por la libertad de los presos y la memoria histórica que es un verdadero movimiento de masas (en cada pueblo donde se perpetraron violaciones de derechos humanos, un movimiento local y miles de manifestantes cada vez que vuelve un preso político liberado (quedan unos trescientos y unos cuatrocientos exiliados perseguidos políticamente) a pesar de que tales manifestaciones pueden caer bajo el peso de tres figuras jurídicas: apología del delito, ley antiterrorista y enaltecimiento del terrorismo que supera todo lo conocido e imaginado.  En la aplicación de dicha ley sobresalió el Juez Baltazar Garzón quien fundamentó la detención (y convalidó la tortura) de decenas de directores de diarios, radios, organizaciones culturales, etc. en el hecho que no condenaban a la ETA o demostraban simpatía personal por alguno de sus miembros.  Así Garzón y la Justicia española condenan a quiñes portan la foto de un preso político o cantan un rap contra el Rey. Algo de eso intentó la Bullrich con el tema Santiago Maldonado, la respetamos como un cuadro de la Inteligencia Imperial a la que no subestimamos.

En Paraguay, en el campamento de la Coordinadora por la Vivienda Digna, compartimos una asamblea donde asoma, aun tímidamente, que el derecho a la vivienda digna, complemento necesario de un trabajo bien renumerado y en condiciones saludables, se afinca en la legitimidad más que en la legalidad.  Legalidad que en el Paraguay existe desde el periodo post dictatorial, en la Constitución que proclama un ilusorio Estado de Derecho Social y otras leyes y Convenios.  Desde el fin de la dictadura de Stroessner son cientos los dirigentes campesinos asesinados y en los últimos tiempos es la condena a penas casi perpetua lo que se descarga sobre los compañeros. En el Paraguay real el Poder Judicial es el moldeado por el Stronerismo con el principio “jurídico” de que lo que es “publico” no necesita “prueba”.  Por ejemplo, al momento de voltear al presidente electo Lugo, el senador acusador dice que como los delitos de Lugo son públicos no necesitan demostración y así fue, se lo destituyó sin aceptar ninguna otra instancia de apelación.  Y si eso hicieron a Lugo, ya sabemos cómo condenaron a los Seis Campesinos, a los de Curuguaty o a unos setenta campesinos acusados de pertenecer o tener relaciones con el Ejercito Paraguayo del Pueblo (EPP).  En Tacumbú están casi todos ellos, en una cloaca humana a plena vista de todas y todos.  En un barrio de Asunción, la capital de Paraguay puede ser que esté el futuro de Latinoamérica, esperándonos.  Es tarea nuestra que ese futuro no llegue. O como decía Castelli: “si ven al futuro, díganle que no venga”. 

Que no venga.

Acaso Brasil se la expresión más condensada y brutal de todo lo expuesto.  Del Law Fare conducido por Moro y la propia CIA.  Y de los límites de un progresismo que creyó tocar el cielo con las manos y hoy se encuentra casi con las manos vacías. Y más dudas y errores de percepción que casi todos los “izquierdistas” de América Latina.  Las causas por las que destituyeron a Dilma y encerraron a Lula pueden estudiarse como paradigmáticas: construcciones dialécticas en base a las convicciones de los juzgadores, sin prueba alguna, en base a testimonios de personas interesadas en canjear información falsa por conveniencia o por decisión política. En la Universidad de Paraná, en su sede de Curitiba, el rector, el Dr. Ricardo Marcelo Fonseca presidio un acto de celebración del treinta aniversario de la Constitución Nacional Brasilera (1988) que mostró esta contradicción en toda su complejidad cultural.  Los mismos que celebraban la “conquista” de la Constitución Mass avanzada de América burguesa exponían de un modo inapelable la perversión de  los fiscales, jueces y legisladores brasileros; o dicho en sentido opuesto, los mismos que denunciaban el encierro arbitrario, sin ninguna prueba, de Lula, clamaban por el estricto cumplimiento de una Constitución que hoy está ignorada y pisoteada por la Corte Suprema, el Comando en Jefe del Ejército, el monopolio mediático de O Globo y la mayoría absoluta del Congreso. Recuerden Uds. que uno de los senadores que votó por la destitución de Dilma lo hizo en honor a su torturador.

Y tres escenas más que retengo en mis retinas.  La primera, en el salón de fiestas del Hotel “Petras” donde nos alojaron a costas del Movimiento Sin Tierra, observé un grupo de gente muy bien vestida, hombres y mujeres, que brindaban y reían como en una serie inglesa de castillos y nobles.  Me dijeron que eran los senadores del PT y los miembros de la Comisión de Derechos Humanos del Senado que habían visitado a Lula.  ¿Hacía falta tanta impudicia en el refrigerio?  Una parte de esos senadores había votado por la destitución de Dilma.  ¿Cuál es el punto que separa la jugada política de la conciliación con el Imperio?

La segunda escena fue en el Campamento Lula Libre.  Estuvimos desde el mediodía hasta la nochecita. A los diez minutos que nos retiramos unos quince miembros de una barra brava futbolera, del Curitiba específicamente, atacaron el campamento con unas barras de hierro en la mano e hirieron a dos campesinos.  No había seguridad propia y a ese lugar habían ido en base a un acuerdo con la Policía.  ¿Seguirán creyendo que la Policía los va a proteger?  ¿Y no era que el MST iba a quemar todo si encerraban a Lula?  Al otro día, unos campesinos de la región paulista (700 Km. de distancia) me preguntaron si Lula saldría en una semana o en un mes.  En una ciudad conservadora, nunca gobernada por el PT ni sus aliados, un campamento de mucho menos de mil personas, es como una marca finita en un mural.  Ni se nota.

La tercera es la más esperanzadora.  Al mediodía del jueves, los dirigentes nacionales de todas las centrales estudiantiles y los nueve secretarios generales de las Centrales de Trabajadores hablaron y convocaron a una movilización nacional para el primero de mayo. En sus discursos se exponían todas las visiones en debate pero prevaleció una saludable unidad de acción.  Que para algunos sea suficiente y que para otros apenas el comienzo de una larga marcha de organización y resistencia no me parece lo importante.  Lo importante es que no se paralicen ni sueñen con recuperar el gobierno de Lula y Dilma en las urnas.  Eso no parece posible y hay que luchar por lo que se puede conquistar.

En América Latina lo posible hoy es luchar.  Resistir. 

Vale la pena recordar a Juan José Castelli el orador mayor de la Revolución de Mayo, derrotado y enfermo de cáncer de garganta que le escribe a un amigo: "En esas desveladas noches de las que te hablo, pienso, también, en el intransferible y perpetuo aprendizaje de los revolucionarios: perder, resistir. Perder, resistir. Y resistir. Y no confundir lo real con la verdad" según cuenta Andrés Rivera en La Revolución es un sueño eterno. Toda una táctica y una estrategia. "Y resistir. Y no confundir lo real con la verdad." Jamás

“.me acojo al sueño eterno de la revolución... Te escribo, y el sueño eterno de la revolución sostiene mi pluma, pero no le permito que se deslice al papel y sea, en el papel, una invectiva pomposa, una interpelación pedante o, para complacer a los flojos, un estertor nostálgico. Te escribo para que no confundas lo real con la verdad” Andrés Rivera.

Notas

[1] El nuevo panorama ha provocado una notable crisis de percepción donde la realidad choca con principios ideológicos, conceptualizaciones y otras componentes de un “sentido común” heredado del pasado. No somos víctimas de un rígido encuadramiento de la población con pretensiones totalitarias explícitas anulando toda posibilidad de disenso, buscando integrar al conjunto de la sociedad a un simple esquema militar, sino ante sistemas flexibles, en realidad embrollados, que no intentan disciplinar a todos sino más bien desarticular, degradar a la sociedad civil convirtiéndola en una víctima inofensiva, apabullada por la tragedia. No se presentan proyectos nacionales desmesurados, propios de los militares “salvadores de la patria” de otros  tiempos o imágenes siniestras como la de Pinochet, ni siquiera discursos híper optimistas como el de los globalistas neoliberales de los años 1990 o personajes cómicos como Carlos Menem, sino presidentes sin carisma, por lo general torpes, aburridos repetidores de frases banales preparadas por los asesores de imagen que conforman una red regional globalizada de “formadores de opinión” made in USA. En suma, las dictaduras blindadas y triunfalistas del pasado parecen haber sido reemplazadas por dictaduras o protodictaduras grises que ofrecen poco y nada montadas sobre aplanadoras mediáticas embrutecedoras. Siempre por detrás (en realidad por encima) de estos fenómenos se encuentran el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y los de algunos de sus aliados. La CIA, la DEA, el MOSSAD, el M16 según los casos manipulan los ministerios de seguridad o de defensa, los de relaciones exteriores, las grandes estructuras policiales de esos regímenes vasallos y diseñan estrategias electorales fraudulentas y represiones puntuales. https://beinstein.lahaine.org/las-nuevas-dictaduras-latinoamericanas/


[4] aquí pueden acceder al libro de Atilio: Estado, capitalismo y democracia en América Latina https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=explorer&chrome=true&srcid=0Bx2YC3gJbq2TYjIyNmQ1MTQtNGRkOC00OTljLTk4ZGUtMWM2ODJlNTExMzM5&hl=es

[5] En el sentido que la derrota de las luchas de la independencia confirman el carácter pos genocidio de las sociedades coloniales y de las nuevas repúblicas.  Paraguay representó el esfuerzo mayor por consumar la verdadera liberación de la Colonia, sin caer en la Neo Colonia Inglesa.  Por ello fue exterminada de un modo tal que nunca se recuperó del todo de aquella sangría (tres de cuatro paraguayos varones asesinados)


[7] No acepto esa formulación de fin de ciclo progresista, porque alude a las luchas y perspectivas, mi fin de ciclo de los gobiernos alude a un hecho material, pero al ciclo de lucha




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