domingo, 16 de septiembre de 2018

EN EL BICENTENARIO DE MARX



14/09/2018 | Nancy Holmstrom

Karl Marx vuelve a estar hoy en portada. Doscientos años después de su nacimiento y una década después del pánico financiero de 2008, cada vez se es más consciente de la propensión del capitalismo a las crisis y de los problemas ecológicos que genera, así como del hecho de que la desigualdad en el mundo ha aumentado hasta niveles obscenos. Que esto esté ocurriendo 150 años después de la publicación de El Capital, la obra magna de Marx, revela la importancia de comprender su contenido. En vez de estar anticuado, hoy es incluso más relevante que cuando se publicó.

El Capital es ante todo una explicación insuperada de la naturaleza sumamente específica y del desarrollo del sistema de producción capitalista. Relativamente nuevo en la época de Marx, este sistema se ha vuelto tan ubicuo que sus particularidades quedan a menudo ocultas a los ojos de quienes viven en él, como un pez puede no ser consciente de la naturaleza del agua. Algunos economistas de la corriente mayoritaria afirman incluso que el capitalismo es un sistema económico que en realidad ha existido durante toda la historia. Equiparando el capitalismo a cualquier sociedad que haya tenido un mercado, lo naturalizan, presentándolo como una expresión de la tendencia natural de los humanos a intercambiar, a comprar y vender. De este modo desaparece el capitalismo como sistema específico de naturaleza muy particular.

Sin embargo, la obra magna de Marx expone en detalle el funcionamiento interno y las tendencias de un tipo de economía muy distinto, radicalmente diferente de las que existieron antes y que surgió en un periodo histórico particular por causas también particulares. Su presciencia permite ver fácilmente las similitudes básicas entre su mundo y el nuestro, ya que la globalización ha rehecho el mundo a su propia imagen y semejanza, como dijo Marx que haría.

El análisis de este sistema económico peculiar en El Capital nos proporciona los medios para comprender cómo y por qué ocurrió esto, así como para entender tanto las economías anteriores como las que han seguido al capitalismo. El concepto clave es la idea de un modo de producción que Marx desarrolla en El Capital (aunque la idea ya está presente en trabajos anteriores). Más que un concepto, es una herramienta metodológica fundamental para comprender la historia, las diferentes sociedades y los potenciales y límites del cambio en el seno de estas formaciones sociales. En El Capital también hay implícita, pienso, una crítica moral del capitalismo y de todas las demás sociedades de clases y, por implicación, una visión de lo que a menudo denominó una “forma superior de sociedad”. 1/

De acuerdo con Marx, la explotación es consustancial a todas las sociedades de clases, e incluso a la definición de una sociedad de clases, tanto en general como en cada forma particular. Puesto que El Capital propone una interpretación del capitalismo, Marx dedicó esta obra a dilucidar la forma que adopta la explotación en este sistema, a saber, la extracción de la plusvalía. Así lo expone en el volumen I:

La diferencia fundamental entre las diversas formas económicas de la sociedad, entre, por ejemplo, una sociedad basada en el trabajo esclavo y otra basada en el trabajo asalariado, radica exclusivamente en el modo en que el trabajo excedentario es extraído del productor real, el trabajador.

O bien, en el volumen III:

La forma económica específica en que el trabajo excedentario no pagado se arrebata a los productores directos determina las relaciones entre gobernantes y gobernados.

Tomemos nota de estas palabras: extraer y arrebatar. De estas formulaciones deduzco que desde el punto de vista de Marx:

1) en todas las sociedades de clases existe una relación entre una determinada forma de coerción y de extracción del excedente; de hecho, son constitutivas de las relaciones de producción que definen un determinado modo de producción;
2) esta es una característica descriptiva fundamental de todas las sociedades de clases;
3) los cambios de las formas de explotación son cruciales para comprender el cambio histórico.

La explotación bajo el capitalismo y más allá

La explotación se produce cuando los productores no controlan sus medios de subsistencia y, por tanto, para sobrevivir, están obligados, directa o indirectamente, a trabajar para otros, que se apropian del producto de su trabajo. En el esclavismo y el feudalismo, tanto la fuerza como la extracción del excedente saltan a la vista. En el capitalismo, ni la fuerza ni el excedente son visibles: en términos jurídicos, los trabajadores son libres de trabajar para distintas empresas o para ninguna, y las empresas les pagan un salario por su trabajo. Los trabajadores, dice Marx, “aceptan, es decir, se ven obligados por su condición social” (al carecer de medios de producción/subsistencia) a trabajar para otros que poseen/controlan esos recursos y que después se apropian del producto de su trabajo. Su descripción de la acumulación primitiva explica cómo llegó a suceder esto, basándose, según él, en la fuerza y creando las condiciones que después forzarán a los productores a trabajar para los propietarios.

El análisis del modo de producción nos ayuda a ver que la explotación existía asimismo en las sociedades poscapitalistas. La cuestión fundamental siempre es esta: ¿quién controla los medios de producción? En los sistemas colectivistas burocráticos de estilo soviético (así llamados porque la burocracia del partido poseía colectivamente los medios de producción a través del control del Estado), era la burocracia quien controlaba los medios de producción y subsistencia, no dejando a los productores otra posibilidad que trabajar para ellos y aprovechando el excedente para sus propias necesidades y propósitos.

Cada modo de producción, tal como lo entendía Marx, tenía ciertos tipos de estructuras y tendencias, digamos que una determinada naturaleza. Para continuar con la cita de más arriba, dejó escrito que “siempre es la relación directa de los propietarios… con los productores… la que revela el secreto más íntimo, la base oculta de toda la estructura social, y con ella… la forma correspondiente del Estado”. (Volumen III)

En el capitalismo, un sistema de mercado competitivo, cada empresa capitalista ha de tratar de maximizar su beneficio a fin de vencer a otras empresas capitalistas y obtener una mayor cuota de mercado. De este modo, toda empresa está obligada a crecer, expandirse, revolucionar las fuerzas productivas para producir más al tiempo que reduce sus costes. Independientemente de las variaciones y los cambios en el seno del capitalismo –y hay muchas, ya que el capitalismo es un sistema muy dinámico–, esta es una constante. Otros sistemas, pre y poscapitalistas, no están sometidos a este imperativo intrínseco, a este motor del crecimiento. En efecto, el esclavismo y el feudalismo se distinguieron por su carácter estático y sus crisis de subproducción, mientras que el capitalismo se distingue por sus crisis de sobreproducción.

Género, raza y capital

Este concepto de modo de producción es importante para diversos debates, empezando por la cuestión de qué cambios no son posibles dentro del capitalismo. Contemplemos las relaciones de género: en los países capitalistas desarrollados, las mujeres se han vuelto más independientes de los hombres y gozan de mayor igualdad jurídica y económica que nunca antes. Sin embargo, tal como Donald Trump ha contribuido a aclarar, siguen siendo objeto de acoso sexual, sus derechos reproductivos son inseguros y continúan cargando con el grueso de los cuidados, un trabajo por el que no cobran nada o en todo caso un salario muy bajo.

El trabajo de cuidados mal pagado, al ser trabajo asalariado, encaja perfectamente en el sistema de explotación del capitalismo, mientras que el trabajo que realizan las cuidadoras sin cobrar, no. Las feministas marxistas han desarrollado toda una rica literatura sobre la reproducción social, que trata de complementar el relato de El Capital, mostrando la importancia crucial de este trabajo no pagado y subvalorado, tanto en términos humanos como para el capitalismo, ya que produce fuerza de trabajo sobre una base diaria y generacional. 2/

Las extraordinarias mejoras de las relaciones de género dentro del capitalismo plantean la cuestión de si las mujeres y los hombres podrán ser jamás totalmente iguales en una sociedad capitalista. Los socialdemócratas piensan que sí, afirmando que “solo se trata de eliminar las rémoras que quedan del patriarcado”. Algunas marxistas parecen implicar asimismo que esto es posible cuando afirman que, a diferencia de la opresión de clase, la opresión por motivos de sexo y de raza no es consustancial al capitalismo. Sin embargo, aunque no sea lógicamente consustancial (es decir, podemos imaginar una versión del capitalismo neutra con respecto al género y la raza), de ello no se desprende que sea una simple casualidad.

En efecto, como han explicado feministas marxistas, incluida yo misma, es muy probable que sea histórica y pragmáticamente necesaria. Observemos lo que han conseguido y no conseguido las mujeres. Lo que han logrado son derechos democráticos básicos, que no constituyen una amenaza para los beneficios y de hecho pueden contribuir a aumentarlos. El trabajo asistencial en EE UU sigue siendo en gran medida una responsabilidad privada, ya que al apoyo a los cuidados, como el bien público que es, mermaría gravemente los beneficios. En otros países con más políticas sociales, el advenimiento del neoliberalismo en todo el mundo ha comportado drásticos recortes de estas prestaciones, ya que provocan una desventaja competitiva frente a países que no las tienen, como EE UU y China.

Observemos asimismo la racialización de este tipo de trabajo, que desempeñan, en gran medida, mujeres inmigrantes y de color; esto permite que su infravaloración quede oculta o se racionalice como algo natural y apropiado para “esa clase de mujeres”. De este modo, la naturaleza intrínseca del capitalismo limita la igualdad de género y de raza. Hoy en día, algunas mujeres y miembros individuales de las minorías han ascendido a los rangos más altos de la sociedad, pero al mismo tiempo las diferencias de clase entre las mujeres y entre grupos raciales oprimidos (como por ejemplo los afroamericanos) han aumentado. Los movimientos capaces de reducir la opresión por motivos de sexo y de raza han de basarse en las luchas de la clase obrera, integrando las distintas dimensiones de la opresión.

El imperativo del crecimiento

Otro ejemplo, probablemente el más importante, de las limitaciones del capitalismo en relación con el cambio son las múltiples crisis ecológicas a que se enfrenta el planeta. El imperativo del crecimiento es sencillamente incompatible con un medio ambiente sostenible. Cuando las regiones meridionales de EE UU luchan por recuperarse de huracanes que vienen con una fuerza nunca vista y las del oeste se enfrentan a devastadores incendios forestales, los estadounidenses ya no pueden seguir pensando que el calentamiento global no es más que un problema de lugares lejanos. Los ambientalistas que preconizan una economía más simple y sin crecimiento tienen toda la razón del mundo, pero a menos que reconozcan también que esto es imposible bajo el capitalismo, constituyen otra variedad de negacionistas del cambio climático.

El concepto de modo de producción es importante para entender las diversas sociedades en transición al capitalismo, algunas procedentes de un modo de producción feudal tradicional (por ejemplo, India) y otras de los llamados modos de producción socialistas o comunistas. Hay discrepancias en la izquierda sobre si el capitalismo, tal como lo entendió Marx, es aplicable a estos tipos de sociedades.

Vivek Chibber, quien aplica el análisis 3/del modo de producción, distingue las características que son consustanciales al capitalismo de las que no lo son. El marxismo no sostiene que el desarrollo capitalista será uniforme en todo el mundo, pero afirma que determinados rasgos del capitalismo son universales. Las necesidades económicas del capital –siendo la más fundamental la maximización del beneficio– son las que lo definen. Están presentes en India y de hecho pueden venir incitadas por las jerarquías sociales tradicionales y la opresión que escritores poscolonialistas consideran incompatibles con el capitalismo. Incluso en Occidente, como señala Chibber, las formas políticas progresistas no vinieron automáticamente con el capitalismo, sino que hubo que luchar por ellas durante muchos siglos.

Los sistemas que existieron en la Unión Soviética y en China después de sus respectivas revoluciones plantean otro tipo de cuestiones. Personas que se declaran marxistas discrepan desde el comienzo sobre la manera de caracterizarlos. El análisis del modo de producción nos ayuda a enfocar estos debates. En la Unión Soviética bajo Stalin y Mao, el motor del desarrollo y del crecimiento no era el mismo que bajo el capitalismo. A menos que la burocracia decidiera, por sus propios motivos, desarrollar algo, ese algo no se desarrollaba; no existía ningún mecanismo automático que impulsara el crecimiento como el que existe en un sistema de mercado. El crecimiento se derivaba más de necesidades políticas que económicas.

Hoy en día, estos sistemas han cambiado radicalmente. Me centraré en China, el caso más complejo e interesante de los dos, basándome en la obra de Richard Smith, quien califica a la China de hoy de modo de producción híbrido tripartito, con un sector público, otro sector exportador en parte de propiedad estatal y en parte constituido por empresas conjuntas del Estado y de inversores extranjeros, y un sector capitalista nacional. 4/ El sector de la economía basado en la inversión extranjera, que genera alrededor de un tercio de la producción industrial, elabora la mayoría de productos de exportación y ha dado lugar a un enorme crecimiento (el 20 % en este sector), contribuyendo al incremento del PIB de China a razón de más del 10 % anual durante veinte años hasta 2011. (El desarrollo de este sector capitalista ha sido similar en aspectos fundamentales al desarrollo del capitalismo en Europa.) 5/

Sin embargo, el sector de empresas de propiedad estatal, que elabora la mitad de la producción industrial de China y abarca los ramos principales de la economía, opera de acuerdo con imperativos muy diferentes. Muchas de las empresas estatales las llaman con razón dinosaurios porque en una economía plenamente capitalista se habrían extinguido. El gobierno, que se autocalifica de comunista, no puede permitirse condenar al desempleo a millones de personas. Así, el gobierno mantiene esas empresas zombis, que producen acero a aluminio que no pueden vender, construyen cosas como ciudades fantasma o un avión de pasajeros que cuesta más producir que lo que costaría importar, etc. Esta combinación de un crecimiento impulsado por el mercado en la economía más grande del mundo y la falta del mínimo control político democrático, típico del capitalismo, está llevando a China hacia lo que Smith ha llamado apocalipsis ecológico.

Una sociedad nueva o la catástrofe

Finalmente, el análisis del modo de producción también establece las condiciones básicas del socialismo, una “forma superior de sociedad”. Tal como Marx lo concibió, se trata de una sociedad en que los medios de producción se hallan bajo el control colectivo democrático, de manera que no existen las condiciones para la explotación. Tal como está expresado en esta famosa cita del tercer volumen de El Capital: “Los productores regulan racionalmente su intercambio con la naturaleza, colocándola bajo su control común… con el mínimo gasto de energía y en las condiciones más favorables y dignas de su naturaleza humana.” Más allá de esto se halla el verdadero reino de la libertad, dice a modo de conclusión, “cuyo requisito fundamental es la reducción de la jornada de trabajo”.

Esta sociedad nos daría más tiempo para dedicar a la familia y las amistades, a toda clase de actividades que no son rentables bajo el capitalismo, ya se trate de cuidados prestados para mejorar la salud y el bienestar de seres humanos y de la Tierra, ya de trabajos artísticos o creativos en general, y más tiempo simplemente para el ocio. De este modo, el socialismo es intrínsecamente feminista y ecosocialista. Sin embargo, la visión de Marx de la “regulación racional” colectiva de la producción solo es posible a escala global, ya que el volumen de producción ha de ser suficiente para que las personas de todo el mundo tengan un nivel de vida digno. Se requerirán sistemas mundiales de gobernanza democrática. Hoy en día está cada vez más claro que, en palabras de Rosa Luxemburg, la humanidad ha de elegir entre socialismo o barbarie.

Mayo-junio de 2018
Traducción: viento sur

1/ Aunque esto pudiera parecerles obvio a la mayoría de lectoras y lectores, la cuestión fue objeto de un intenso debate en la década de 1980. Véase un excelente resumen en Norman Geras, “The Controversy about Marx and Justice”, en Literature of Revolution (Londres: 1986).
2/ En particular, Lise Vogel, Marxism and the Oppression of Women: Toward a Unitary Theory, versión revisada con una introducción de Susan Ferguson y David McNally (Nueva York: 2013); Johanna Brenner, Women and the Politics of Class (Nueva York: 2000).
3/ Vivek Chibber, Post-Colonial Theory and the Specter of Capital (Londres: 2013).
4/ Richard Smith, China’s Communist Capitalist Ecological Apocalypse, paecon.net.
5/ Nancy Holmstrom y Richard Smith, “The Necessity of Gangster Capitalism: Primitive Accumulation in Russia and China”, Monthly Review, febrero de 2000.



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