jueves, 24 de enero de 2019

¿LOS BIENES PÚBLICOS SON MERCANCÍAS?




domingo, 20 de enero de 2019


Rosa Guevara me sale al paso por mis anotaciones críticas sobre el pensamiento económico de Michael Heinrich. Su trabajo puede leerse en Rebelión: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=251394 Y el trabajo que ella critica puede leerse igualmente en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=251256. Agradezco a Rosa Guevara su crítica. Me permite ahondar en algunos problemas ontológicos y epistemológicos que no solo son de interés para los marxistas, sino también para todos aquellos interesados en la filosofía. Aprovecharé igualmente para hacer alguna pequeña reflexión sobre el uso del lenguaje. La ontología trata sobre el ser de las cosas, en este caso, por iniciativa de Rosa Guevara,  tendremos que preguntarnos si el ser de los bienes públicos tiene naturaleza mercantil. Mientras que la epistemología trata de cómo conocemos las cosas o qué hacemos para conocerlas, en este caso se trata de saber para qué se usa el verbo “aparecer” en la formulación de los juicios.


Afirma Michael Heinrich que no es evidente lo que dice Marx al inicio de El Capital, que la riqueza en las sociedades donde predomina el modo de producción capitalista se presenta como inmensa acumulación de mercancías. Yo afirmo que sí es evidente y que si Heinrich afirma que no es evidente, será porque le falla la representación, puesto que la representación es el acto o complejo de actos que se llevan a cabo para darle cumplimiento a la intención significativa de las palabras. En mi anterior trabajo puse el ejemplo del centro de una gran ciudad. Hoy proporciono otros ejemplos que atestiguan esa evidencia: los centros comerciales son ejemplos vivientes de que la riqueza en el capitalismo se presenta como inmensa acumulación de mercancías. Pero cualquier vivienda también es un ejemplo: todo lo que hay en ella es mercancía o está vinculado con un proceso mercantil. La publicidad que nos domina desde la mañana hasta la noche también confirma que es así. Y no digamos nada del periodo navideño, donde el consumo se dispara hasta extremos irracionales, la evidencia de que el capitalismo se presenta como una inmensa acumulación de mercancías es más que palpable. Y parto de la base de que la supuesta no evidencia  que “destapa” Heinrich se refiere al sintagma “inmensa acumulación” y no al hecho de que la riqueza en el capitalismo tiene forma de mercancía.

¿Los bienes públicos son mercancías?

En mi trabajo anterior yo afirmé que todo lo que percibimos es mercancía, Rosa Guevara pregunta: ¿También los bienes públicos?  Pensemos en un hospital, una cárcel y un palacio de justicia de propiedad pública. Preguntas: ¿El Estado tuvo que comprar los terrenos donde se edificaron esos edificios? Respuesta: Sí. ¿El Estado tuvo que pagar a la empresa constructora la producción de esos inmuebles? Respuesta: Sí. ¿El Estado tiene que pagar los suministros eléctricos, el mantenimiento de las instalaciones y las comunicaciones de los tres entes mencionados? Respuesta: Sí. ¿El Estado tiene que pagar los salarios de los funcionarios y empleados que hacen posible el funcionamiento de esas tres instituciones? Respuesta: Sí. Luego los bienes públicos son mercancías. El Estado no puede escapar de las relaciones mercantiles monetarias. Ni el modelo soviético de socialismo pudo acabar con las relaciones mercantiles monetarias. La forma mercantil de la riqueza en principio no tiene nada que ver con el carácter privado o público de los bienes. Cosa diferente es que los servicios sanitarios y educativos públicos no tienen naturaleza mercantil. Pero las propias instituciones sanitarias y educativas no pueden escapar por completo de las relaciones mercantiles monetarias. Solo hay que pensar en los medicamentos y en el negocio de las industrias farmacéuticas. (Aclaro que un objeto es mercancía no solo en el mercado sino también en la producción y en el consumo. Y mientras el bien no sea consumido por completo seguirá siendo mercancía. En el análisis los marxistas consideran como un aspecto esencial la determinación histórica (o temporal) del objeto).

También pregunta Rosa Guevara: ¿Se incluye en el conjunto mercantil a los viandantes que percibimos? Como yo afirmé que todo lo que percibimos es mercancía, parece razonable la pregunta de Rosa Guevara. Pero yo afirmo que no es razonable. Solo en las ciencias matemáticas las expresiones tienen un significado absoluto, de manera que si yo afirmo que para todo número natural se cumple determinada condición, será para todo número natural. La mayoría de la gente sabe que si los viandantes fueran mercancías, estaríamos en una sociedad esclavista: una parte de los viandantes serían esclavos. Pero todos sabemos que no estamos en una sociedad esclavista. Luego si yo afirmo que todo lo que percibimos es mercancía, es evidente que la expresión “todo” no alcanza a los viandantes. Yo supongo que quien me lee tiene ciertos conocimientos ontológicos de la realidad, cuanto menos que no vivimos en una sociedad esclavista. Y también supongo que quienes me leen saben que los significados de las palabras tienen carácter relativo. Lo cierto es que con la llegada de la globalización cada vez más cosas del mundo son mercancías. El afán por transformarlo todo en mercancía es una de las esencias del capitalismo. Y cuando hablamos del mundo no solo nos referimos a los estados  de cosas y a las fuerzas existentes sino también a las tendencias.

También afirmé en mi trabajo anterior que “no hay nada de lo que dependa nuestra vida material y espiritual que no sea mercancía”. En lo que se refiere al aspecto espiritual Rosa Guevara hace dos preguntas: una, ¿el amor de mi compañera es mercancía? Y dos, ¿un poema espiritual de Cernuda, Eluard, Gelman o Riechman es mercancía? Con respecto a la primera pregunta le respondo a Rosa Guevara que lo personal o muy particular no tiene cabida en las discusiones científicas, donde lo propio es hablar de esencias y hechos regulares. Pero le seguiré el juego y le hablaré del amor. Pensemos en una pareja con una hija donde cada miembro percibe 850 euros al mes en concepto de salario. Dicha pareja tiene que pagar un alquiler de 500 euros, el crédito del coche, gastos de agua, luz y telefonía, guardería, alimentación y un largo etcétera. Bajo el punto de vista económico siempre está con la soga al cuello. Dedica cada uno de ellos más de once horas a mantener sus vidas, porque a las horas empleadas en el trabajo hay que sumarle las horas dedicadas al transporte, a las compras y al mantenimiento de la casa. Viven tan apretados en todos los sentidos que no pueden permitirse unas vacaciones en un buen hotel; o si lo hacen, el disfrute les dura muy pocos días. De manera que las posibilidades de disfrutar del amor como pareja son muy reducidas. De manera que sí, Doña Rosa Guevara, el amor también está transido por el maldito dinero, que es la mercancía general, el valor absoluto que lo gobierna todo.  Y con respecto a la segunda pregunta le diré que todos los libros que tengo, y entre ellos muchos de grandes y afamados poetas, he tenido que pagarlos. La poesía como todo arte también son mercancías.

Los sintagmas verbales “se presenta como” y “aparece como”.

Marx dice que la riqueza en las sociedades capitalistas se presenta como inmensa acumulación de mercancías. Michael Heinrich afirma que esto no es evidente y que el papel que desempeña el sintagma verbal “aparece como” es el de indicar que la riqueza muy bien puede presentarse con otra forma económico social. Yo afirmé que no estaba de acuerdo. Según mi concepción el sintagma verbal “aparece cómo” se usa para expresar un juicio de percepción. Y creo que si todo el mundo reflexiona un poco cuándo hace uso del verbo aparecer, comprobará que siempre está vinculado a actos perceptivos. Rosa Guevara dice que ella no se pronuncia sobre la claridad de esta última crítica. Esta respuesta nos deja en parte sin salida racional a nuestra diferencia epistemológica. ¿Por qué? Porque se trata de saber si un hecho es evidente o no. Y en evidencias hay que presentar pruebas que aludan a actos de la percepción y no a reflexiones conceptuales.

¿Por dónde empezar?

Rosa Guevara se hace eco de un pequeño enredo de Michael Heinrich. Después de decir que la forma elemental de la riqueza se presenta como mercancía individual, Marx añade: “De ahí que nuestra investigación comience con el análisis de la mercancía”.  Eso que es notablemente fácil de entender y que no tiene sentido cuestionar, Michael Heinrich lo vuelve problemático. Así lo expresa Rosa Guevara en su artículo: “Señala Michael Heinrich que no sabemos por qué ha de ser mejor empezar con la mercancía que con el dinero por ejemplo”. Y habla de que esta problemática está vinculada con la distinción entre método de investigación y método de exposición. Insisto: me parece que esta pregunta carece de sentido. Es como si a alguien que va estudiar la génesis de una determinada fruta le preguntamos por qué empieza con la semilla en vez de hacerlo con la fruta misma. Pero en caso de que consideráramos razonable esta pregunta, lo mejor sería hallar la respuesta en El Capital. Al final de la sección dedicada a la forma del valor, Marx dice lo siguiente: “Se trata aquí de hacer lo que ni siquiera ha intentado la economía burguesa, a saber, de demostrar la génesis de esta forma de dinero, esto es, de seguir el desarrollo de la expresión de valor contenida en la relación de valor de las mercancías, desde su figura más simple y menos vistosa hasta la deslumbrante forma de dinero”. Si Marx nos va explicar cómo la mercancía se transforma en dinero, ¿cómo podemos preguntarnos por qué no empieza su análisis con el dinero en vez de hacerlo con la mercancía? O dicho de otro modo: ¿cómo podemos preguntarle por qué no empieza por el final en vez de hacerlo por el principio? Formular esta pregunta solo tiene sentido si adoptamos un punto de vista oscuro y especulativo. En ningún lado del mundo las películas empiezan por el final. Rosa Guevara hace todo su intento para demostrar que Michael Heinrich se expresa con claridad, que habla de forma directa y que es preciso en sus juicios. Pero al menos en este caso del que hemos hablado, queda demostrado que no es así.

Quería entrar en más detalles, pero no quiero cansar al lector. Quedo a la espera de la segunda entrega de Rosa Guevara, a quien de nuevo le agradezco su crítica, sin la cual mi pensamiento no se agita ni se mueve.





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