martes, 5 de febrero de 2019

COMPETITIVIDAD SIN MORAL



Escribe: Milciades Ruiz

El presidente Martín Vizcarra, ha anunciado muy horondamente su plan de gobierno en lo que resta de su mandato, como si fuera una gran ideota. Al parecer, su ministro de economía lo ha encandilado con la música del neoliberalismo sin avisarle los fracasos. Pretende que su Plan Nacional de Competitividad es la varita mágica que permitirá un crecimiento sostenido mayor al 4 % anual. Hizo recordar las ínfulas conque empezaron los neoliberales Macron y Macri, siguiendo los dictados del FMI, con los resultados ya conocidos.
 
Es bueno tener un plan y tener metas optimistas pero, sin perder la concordancia con la realidad. La palabra clave es “Reformas”. Quizá no está enterado de lo que significa la palabra “competitividad” en la ideología neoliberal ni lo que para el FMI significa “reformas”. Quizá no sepa que no es lo mismo ventajas comparativas y ventajas competitivas. O tal vez, desconoce que el extractivismo nos hace dependientes de la hegemonía industrial extranjera, aun ralentizada en su PBI. 

Quizá no sabe que el PBI podría ser una fantasía que conduce a muchos engaños. O tal vez no sabe que India (7° PBI mundial), México (15° PBI mundial), y otros países de alto PBI, tienen a sus pueblos en la más alta miseria. Bajo las recetas de la competitividad, decenas de millones de personas siguen siendo indigentes y miles de agricultores se suicidan cada año en la India, en tanto que, en México más del 40% de su población (unos 55 millones) está en situación de pobreza y diez millones en pobreza extrema, con zonas indígenas donde la pobreza es cercana al 80% (cifras oficiales del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social).

Pero si en verdad quiere elevar raudamente el PBI al 2030, bastaría con seguir el camino de la exitosa Bolivia que bajo la conducción del sindicalista aymara y sin tener secundaria completa, Evo Morales, ha triplicado su PBI per cápita sin recurrir a la competitividad neoliberal. Solo nacionalizó recursos naturales, fortaleció el patrimonio estatal y distribuye la renta nacional con sentido equitativo. De este modo, el PIB de Bolivia que en el 2005 apenas llegaba a 9.574 millones de dólares, el año pasado llegó 40.800 millones de dólares (+77%). Reporte xinhuanet.com/2019-02/03/

Es una economía chica, pero sin alardear de revolucionario ni socialismo porque no lo es, Bolivia no teniendo mar, es el abanderado continental del crecimiento económico, se ha diversificado y, ya no depende solo del extractivismo. La renta nacional permite una elevada inversión pública, programas sociales, mayor liquidez para la demanda interna, expansión financiera, buen manejo de la estabilidad económica y de la estabilidad política que contrasta con el caso venezolano acosado por el imperialismo y sus lacayos como el que aquí, gobierna.

Bueno, pero para qué pedirle peras al olmo. El Plan Nacional de Competitividad centra su estrategia en la productividad, otro concepto manipulado por el neoliberalismo. La productividad para ser competitivo no depende del rendimiento laboral solamente. El agricultor gringo no tiene ni para empezar para competir laboralmente con un agricultor andino. El primero no es nada sin maquinaria. Sin embargo, si el agricultor peruano eleva su productividad, lo que recibirá en premio será, precios por debajo del costo de producción pues el sobre abastecimiento lo arruinará. 

Eso ya ha pasado muchas veces. En el gobierno de Alan García, los productores de papa encontraron una salida mediante la exportación que les fue negada por razones políticas, aduciendo que eso elevaría el precio a los consumidores, tendría un costo de popularidad y provocaría inflación. Entonces, es problema de mercado dirán algunos. ¿Así? ¿Y por qué no les vendemos de todo a Cuba y a Venezuela que nos piden comprar los excedentes? ¿Por qué no venderle a Irán que es un mercado solvente?  

Vaya pues. Basta ver la política exterior del gobierno peruano para constatar su competitividad moral. Pero no es que el gobierno quiera resolver la pobreza estructural de los agricultores peruanos que son los inversionistas más numerosos del país. Su Plan de Competitividad dice lo siguiente:

“Para que las empresas puedan explotar al máximo su productividad, requieren de un entorno favorable y competitivo. Bajo este razonamiento, no es difícil deducir que las políticas públicas juegan un papel importante debido a su incidencia tanto en los mercados de los factores de producción, como en el entorno competitivo necesario para potenciar esa productividad”.

¡Más claro no canta un gallo! ¿Qué significa, dar a las empresas (las de CONFIEP y extranjeras) un entorno favorable? ¿A costa de quiénes? ¿En qué, factores de producción están pensando? ¿En los costos laborales? ¿En los costos tributarios? ¿En un régimen especial como se otorga a los consorcios agroexportadores de capitales extranjeros? ¿En la anulación de controles y requisitos? ¿Se incluye a las empresas que lucran con nuestros recursos naturales? ¿Vender patria nos hace más competitivos?

Cuando una economía es dependiente de la inversión extranjera el que crece es el país inversor. En Perú, la inversión extranjera en minería, hidrocarburos, medicamentos, cadenas comerciales, financieras, pesca, agro, construcción, puertos, etc., aportan más del 30% al PBI pero esta fracción no es nuestra. Las 120 empresas chinas se llevarán su PBI, los chilenos lo suyo, como las demás transnacionales que recapitalizarán haciendo crecer sus respectivas economías nacionales. ¿Qué es lo que nos queda como PBI propio? Muy poco. 

Pero así como, hay un PBI bruto y otro PBI neto, lo hay también en exportación, ingresos fiscales, etc. Podemos alardear de una balanza comercial con superávit pero “si separamos la paja del trigo” nos daremos cuenta del autoengaño y que el mayor valor de nuestras supuestas exportaciones está constituido por remesas a cuenta del país inversor como es el caso de los minerales que China y otros países se llevan sin retorno. En el 2018, cerca del 60% del valor de nuestras exportaciones corresponden a productos mineros (US$27.332 millones)

Pero para el gobierno el motor del crecimiento es la inversión privada y, si las empresas nacionales no son competitivas por sus propios medios, siendo superadas por las chilenas y colombianas, hay que darles más ayudas para bajar sus costos liberándolas de obligaciones sociales y tributarias. El costo de esta rebaja las asume el Estado y los trabajadores. “Las reformas hay que hacerlas si queremos ser competitivos", repite el premier Villanueva.

Similar pensamiento tuvo el presidente argentino que adujo haber encontrado una economía estancada y para impulsarla se propuso poner en marcha diversas “reformas”: Eliminación de restricciones a la agroexportación, reforma electoral, reducción de subsidios, eliminación de derechos de exportación, reforma fiscal, ambiental, productividad, y otras más. 

Cuestionó duramente la gestión anterior de Cristina Fernández. Sin embargo, la Dirección General de Estadística y Censos (DGEC) de la Ciudad de Buenos Aires ha revelado que se ha duplicado el número de indigentes en apenas tres años y esta era la situación del PBI de esa ciudad al 4 dic 2018 en comparación con gobiernos anteriores.(“El Economista” 01.02.19).





Fuente: Dirección General de Estadística del GCBA. Datos del 3° trimestre.

Aquí también, Fujimori al implantar el neoliberalismo privatizó al remate las empresas estatales y muchos empresarios sacaron el máximo provecho, eliminó programas sociales y despidió miles de trabajadores estatales. No hay lonche gratis dijo su ministro de economía Boloña y, si sale más barato traer arroz de Vietnam, no hay razón para apoyar a los productores nacionales. Estos, tienen que ser competitivos.

Así pues, éramos competitivos en algodón que se cotizaba en las mayores bolsas mundiales. De esta línea productiva no solo vivían los agricultores, sino gran parte de la población de la costa entre jornaleros pañadores, transportistas, desmotadoras, hilanderías, textilerías, confeccionistas, jabonería, etc. El neoliberalismo lo ha dejado en estado de extinción y ahora no puede competir con el algodón transgénico procedente de la India y China, pues en el Perú está prohibido sembrarlo.

Lo mismo sucede con los maiceros también impedidos de sembrar transgénicos, pues a pesar de ser altamente competitivos en calidad y productividad no puede competir con el maíz transgénico estadounidense que, importamos en millones de toneladas y que tiene tras de sí, subsidios encubiertos, cientos de centros de investigación sin costo para los productores, programas de extensión y asistencia técnica, incentivos a la exportación, etc. 

El Perú es campeón mundial, galardonado muchas veces en café de calidad. Vayan a ver como están ahora los caficultores nacionales. Mientras que en Colombia y Brasil el café es una línea estratégica nacional, aquí se le da la espalda. La competitividad no es pues, de productor a productor, tampoco es por productividad, sino de maquinarias estatales detrás de rubros estratégicos. En el mercado internacional son los países los que compiten por captar riqueza.

Para el neoliberalismo en la competitividad no interesa la moral. Si un pobre no puede competir con un millonario, la culpa es del pobre. En la competitividad neoliberal no interesa si es atleta o minusválido los que compiten. Gana el más competitivo en el todo vale. Para ellos no hay un dios religioso sino un Dios mercado. Este ser supremo, decide lo que debemos producir, como y cuando, a que precios, quienes triunfan enriqueciéndose y quienes deberán arruinarse por no ser competitivos.

Hay mucho más que decir, pero me he extendido demasiado. Ojalá lo dicho motive el debate tan necesario en la izquierda, cuyos representantes debería esclarecer a la militancia y al pueblo, advirtiendo lo que se viene. Salvo mejor parecer. 

Febrero 2019

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