viernes, 21 de junio de 2019

PELIGRO DE LEER ESTE ESCRITO POR ATENTAR CONTRA EL PERÚ MARAVILLOSO QUE VIVIMOS



Amigos:
Estamos en conocimiento de lo significativo que sería para el Perú llevar acabo las reformas políticas propuestas por el poder ejecutivo que preside el ingeniero Martín Vizcarra; sin embargo, una buena parte de la población no está enterada de que estas reformas se hacen impostergables, las mismas que  deben ser aprobadas, previa discusión en el congreso de la república y cuando se trata de cambios en la constitución su aprobación pasa por dos legislaturas. 

Lo manifestado en el párrafo anterior ya resulta complicado, por tratarse de un proceso legal inevitable, dado que el mismo será debatido en el ámbito congresal, terminando de aprobar la propuesta del ejecutivo o desaprobándola.   

Estas dos posiciones conllevan a un dilema, más aun cuando el ejecutivo hace cuestión de confianza sobre las reformas, sabiendo que una buena parte de los  parlamentarios de la mayoría pondrán obstáculos, no solo para establecer un debate que termine en un consenso; sino lo más grave, es negarle al ejecutivo la aprobación de cada una de las propuestas respetando lo esencial que dichas reformas contienen, y emitan un voto que sea contrario a la cuestión de confianza. Esta actitud por parte de la mayoría congresal se produciría si es que se le suman en calidad de aliados un importante sector de congresistas, ¿ello traería la reacción del ejecutivo cerrando el congreso y revocando el mandato de sus actuales parlamentarios? 

Esta probabilidad que no se descarta y se corre la suerte de que una buena parte de la ciudadanía ya ha asumido el conocimiento de lo que representa la reforma política, y apoyara; este apoyo a la vez pone en alerta al resto de la población que ante los hechos también se sumaría a favor de las reformas propuestas por el presidente de la república. El apoyo de la ciudadanía en este caso fortifica las reformas y el cierre del actual congreso.  

¿La mayoría parlamentaria y sus aliados serán capaces de enfrentarse al ejecutivo y oponerse a la reforma política que se propone? Es posible que lo haga aduciendo que estas reformas no tienen valor y que es mentira que éstas tengan un objetivo histórico, dado que los conservadores en casi 200 años siempre han gobernado, nunca han hecho caso a las demandas de quienes reclaman cambios y reformas. La mayoría fujimorista al ser el brazo político de los conservadores hace previsible su oposición a las reformas. 

El apostar contra la reforma política ha sido tomada por quienes se distinguen en el Perú por el anticambio, su convencimiento es total por el tiempo tan largo en razón a que los conservadores no han dejado de gobernar a la república bajo dos características que se han mantenido hasta hoy vigentes: la primera, no habido ni hay democracia política y menos imaginar la democracia económica; y la segunda, el no haber existido democracia política ha sido factible priorizar y mantener una economía de explotación de los recursos primarios de exportación con todas las consecuencias que ello implica. 

Esta política económica no ha favorecido ni favorece el desarrollo del país, porque hoy más que nunca se requiere de una economía que promueva la diversidad productiva, la cual tendría una primera base de sustentación en la producción agraria, con el objetivo de retomar el autabastecimiento alimentario en razón a mejorar los índices de nutrición y salud, porque esta política es estratégica, a fin de garantizar la calidad de vida de los peruanos. 

Asimismo, con la reforma política se fortalece y si está en mejores condiciones para recrear su economía, para no quedarse en la etapa primaria exportadora,  sino habrá de construir la diversidad productiva con valor agregado, teniendo como soporte el uso interno de los hidrocarburos y del gas. 

El Perú, a pesar del tiempo en que es república no supo lo que representaba tanto la democratización, como de ser posible el crecimiento con desarrollo humano, esta situación no se presentó porque siempre imperó la arbitrariedad cada vez más autoritaria, evitando que la democracia sea su razón de vida, no hubo la práctica liberal democratizadora, y si bien hubo momentos en que se dieron batallas por ejemplo por la reforma agraria, a través de partidos políticos y los líderes de opinión, no lograron en su tiempo realizarse.

Estas luchas solo consiguieron que aparezcan en las constituciones políticas  artículos que manifiestan de que el Perú es una republica en democracia y sin exclusiones, aun cuando no se pusieron en practica; recién se está caminando dentro de los márgenes de una democracia precaria, faltando muchos tramos por vencer, para ser realmente una república en que se ejercite la igualdad, la inclusión y la solidaridad. 

Estos avances parciales de intentos de vivir en democracia y de los esfuerzos por la democratización, aún es vista mezquinamente tanto por la presencia de los grupos gobernantes que practican la exclusión, como por los residuos coloniales heredados del virreinato, en que las separaciones sociales todavía contienen rezagos del sistema semifeudal que sirvió principalmente, para someter a la población indígena a la más despiadada explotación laboral y humana, la misma que continuó en la república. 

Esto viene a demostrar la marcada exclusión que sufría la mayoría de hombres y mujeres de la república peruana en el siglo XX. Situación que no podía continuar en las condiciones de sumisión y desesperanzas. Ante lo cual surgieron mensajes de redención que tuvieron resonancia en las primeras décadas del siglo XX por parte de los egregios que fueron académicos, líderes de opinión y de prometedores liderazgos políticos, representados por personalidades como fueron los casos de Luís E. Valcárcel, José Carlos Mariátegui, Haya de la Torre, Hildebrando Castro Pozo y otros que entre discípulos, partidarios y seguidores diagnosticaron con sentido cientista la cruda realidad en que se estaba viviendo. 

Estos hombres que tuvieron eco en la acción social y política se enfrentaron a poderosos intereses de los grupos de poder que, a través de los resortes de dicho poder en sus gobiernos ejercieron represión y persecución, combatiendo sus ideas de cambios, consideradas reñidas con la historia y las tradiciones de la sociedad conservadora, el mensaje de los egregios se tomaban como proclamas de raíces bolcheviques, dirigidas a desintegrar la sociedad peruana.

El conservadorismo no identificó, ni identifica que el Perú está pasando por la desigualdad económica y social, sin diálogo y sin participación política. Estos factores eran suficientes, para reconocer que la integración nunca ha existido, y que al combatir a los movimientos políticos, proletarios y estudiantiles que proclamaban igualdad no sólo con sus protestas por la falta de integración y de participación, sino que al cuestionar a los actos de los conservadores dueños del poder, éstos respondían con represión provocando el mayor rechazo al mantener la desigualdad, significando lo grave que resulta continuar una política de Estado contraria a la integración, a la solidaridad y al dialogo social –lo que poco importaba- sin comprender la existencia de la diversidad cultural. 

Ante exclusiones y olvidos de atención, principalmente en la sierra, se iría presentando un proceso migratorio a la costa, el cual sería imparable, iniciándose las temporales, pero sucesivas migraciones anuales de la cordillera hacia la costa norte, para laborar en los pagos agroindustriales. Este movimiento podrá llamarse las primeras migraciones de los campesinos serranos por encontrar trabajo en los latifundios de la costa, y respondía a que en éstos conseguirían trabajo porque en ellos se evidenciaba el proceso de industrialización de la caña de azúcar, lo cual era una ventaja frente a la situación de las haciendas de la sierra que entraban a un proceso inverso, esto debido al estancamiento que venían pasando, cuyos efectos incidirían en la disminución de la producción agraria, lo que conllevó al abandono de las tierras ante la decreciente productividad de los predios serranos y después vendrá una segunda migración cuyo destino terminaría en Lima capital.

Nicolás Lynch toma los análisis que otros académicos de las ciencias sociales enfocan sobre esta importante etapa de la era republicana. Julio Cotler señala “el proceso de integración segmentada de los migrantes del mundo tradicional, principalmente serrano, a las ciudades de la costa” y que “solo una pequeña minoría podía integrarse a la sociedad costeña” debido a lo limitado de nuestro desarrollo capitalista” ([1]). 

El otro punto de vista es de Sinesio López, que está referido a las incursiones de clases populares “arrancando reivindicaciones, principalmente de derechos sociales, al poder de turno”, sin embargo, a “veces tuvo que retirarse por no poder resistir el contraataque, por la violencia ejercida por el Estado criollo como represión de diverso tipo incluyendo golpes de Estado, persecuciones y proscripciones”. Esto último conlleva a los avances y también a retrocesos “que impiden la consolidación de una sociedad integrada y plural y de una ciudadanía que se desarrolle sujetos políticos plenamente representables” ([2]).
 
Cabe señalar a una primera democratización, o más bien un proceso de igualación en la primera parte del siglo XX de los mestizos con el grupo criollo asimilando su predominio cultural; después vendría el intento de un proceso de democratización no solo mayor, sino intenso, con el que se presentaría avances y fracasos debido a los obstáculos que, impedían lo que dicha democratización significaba por los cambios que conllevaría en las estructuras organizativas, en particular en la Lima centralista.

Este mayor y gran proceso migratorio nos dice Nicolás Lynch que: “no es óbice -a pesar de la falta de oportunidades y los problemas resultantes- para que la  abandono de la sociedad tradicional campesina y las ya debilitadas relaciones de servidumbre con algún patrón, hasta la epopeya de llegar a la ciudad e invadir algún terreno para construir su casa y luego reclamar servicios” ([3])

La inmigración hacia Lima capital es vista como la llegada de una nueva conciencia que para Basadre supone una disyuntiva: “O Lima concede y otorga, o males que no serán ya los que pasivamente soportaron las provincias, sino los que de la rebeldía de ella emanaren”.

Es decir, el comportamiento de Lima monitoreado por gobernantes contrarios a las provincias, hace que la presencia definitiva de peruanos serranos pobres y muy pobres en la capital, ante las carencias de políticas descentralistas y de equidad en el trato, traería la rebeldía serrana tanto para afincarse ocupando espacios para auto construir sus viviendas, como para reclamar otros servicios elementales de vida sanitaria, luz barrial y que el Estado no podía asistir por falta no solo de políticas de orden demográfico, sino de escasez presupuestal. 

Asimismo, que esta presencia teñida de rebeldía requería la reacción de quienes como gobierno les correspondía atender, pensada en un primer momento evitar las siguientes migraciones o volver a éstas, hecho que no ocurrió, lo que acrecentaría un imparable centralismo limeño. 

Las autoridades políticas, a través de los caudillos de gobiernos autocráticos, el de Odría, por ejemplo y otros posteriores, consciente e inconscientemente, poco les importaron las migraciones o éstas fueron aprovechadas por los caudillos y sus partidos que de manera demagógica manipularon a dirigentes y a las moradores de los asentamientos al tratar de cubrir sus demandas que, por cierto, no llegaron a ser atendidas como correspondían. 

Los sociólogos y politólogos del siglo XX tuvieron los instrumentos científicos de sus respectivas ciencias, para analizar con mayor detalle la situación de los peruanos no sólo del explotado por el sistema de hacienda, sino lo que en ese siglo la situación de todos los grupos sociales padecían, de los más bajos niveles de vida acompañados de todo tipo de exclusiones, sobresaliendo las  étnico/raciales que recaía en especial sobre los indios y mestizos –que representaban a la ancha mancha de ciudadanos quechua hablantes-. 

Así esta situación que hemos visto en especial sobre la migración, políticamente, también los especialistas evaluaron que tampoco se manejó desde la perspectiva del desarrollo y la integración, ni menos se avizoró planes demográficos vinculados a la reocupación de territorios. 

Lo que para el sociólogo Aníbal Quijano “ese proceso implicaba una reestructuración de la sociedad peruana en su conjunto”, “haciendo que la diferenciación y heterogeneidad dejaran de ser un modo o un argumento de la desigualdad y llevando a la descolonización de las relaciones materiales e intersubjetivas de poder. Es decir, a la democratización de la sociedad, de las relaciones sociales entre todos los pobladores del país” y específicamente para “ese momento habría implicado una presencia decisiva de las virtualidades de lo ‘cholo’, pero el proceso no llegó a ocurrir de ese modo. Otras tendencias o intereses sociales resultaron más fuertes en la sociedad peruana y el conjunto del proceso fue recanalizado hacia un sucedáneo” ([4]).

El primero fue el “velaquismo” que tuvo “características peculiares” de una parte, “expresión y vehículo de los intereses y de las aspiraciones de los grupos emergentes de las capas medias, de su interés de intermediar políticamente entre la burguesía y los explotados y dominados del país”.

El “velasquismo” cayó en desgracia. Las fuerzas armadas comienzan una alianza con los “sectores más ‘modernos’ de la burguesía local e internacional” y con ellos se hizo frente “a mediados de los 70”, “a los movimientos de resistencia de los trabajadores” ([5]). 

Incluido este último acontecimiento, el Perú quedaría en manos de quienes habían asumido el poder del país, los que dan término a la resistencia de los trabajadores ante la crisis económica. Asimismo, vino el aviso del abandono de las fuerzas armadas del poder, convocando primero a una asamblea constituyente; y después a elecciones generales. Los nuevos presidentes de la década del 80 no modificaron nada, teniendo que enfrentar sin visos de solución la heredada alta deuda externa que se tornaba impagable y la guerra destructora del sanguinario movimiento de sendero luminoso y el MRTA. 

A partir de la década siguiente (1990) salió ganador el fujimorismo, pero ya en 1992 cambia de camiseta y su nueva vestimenta será la del golpismo civil/militar hasta su defenestración a fines del año 2000; sin embargo, hubo suerte ya premeditada a comienzos de dicha década (la del 90) para que gracias a la policía nacional -después de una laboriosa como de su constante accionar- se capturara a los jefes y secuaces cercanos de las dos bandas terroristas, y con ello casi se llega a liquidar a la subversión. 

Siguiendo a Aníbal Quijano, el fujimorismo actuara en la escena republicana no solo para facilitar “la actual contrarrevolución capitalista, global o mundialmente en curso, cuya ideología se llama ‘neoliberalismo’ y cuyo primer régimen político plenamente representativo en el Perú fue el ‘fujimorismo’, que se llevó a cabo en su más extrema versión. Esta contrarrevolución ha puesto en acción una presión masiva para canalizar las relaciones intersubjetivas del conjunto de la sociedad peruana, en un cauce que sólo admite y estimula la asociación del ventajismo individualista, el afán de lucro a cualquier costo, el pragmatismo y el arribismo social” ([6]).

En síntesis, “el ‘fujimorismo’ fue expresión y vehículo de ese patrón cultural que se impuso –y aún permanece- en la sociedad y que calza, como anillo al dedo, a las conveniencias del capitalismo actual” ([7]).

El edificio ‘fujimorista’ que se comenzó a construir, bajo las bases del régimen neoliberal, el cual “conscientemente o no” ha tenido herederos, ellos reclamaron continuar la construcción de los nuevos pisos del edificio; estos herederos no fueron capaces de romper con las bases neoliberales, en oposición a la democratización que incluía tácitamente poner al día el “proceso redescentralista”, ni cumplían con avivar y dar presencia al planeamiento estratégico.

En estos casi últimos veinte años con varios períodos de gobiernos seguidos: Toledo, García Pérez, Humala y PPK han administrado más de lo mismo de la construcción neoliberal fujimorista; sin embargo, a pesar de la derrota de la autocracia, se vive sin democracia política verdadera -representativa y de participación ciudadana- y milagrosamente se vive bajo el manto de la democracia precaria y vulnerable. 

Sin embargo, el Perú tiene la opción de otra dinámica programática que si bien ha venido respondiendo a pasos cortos, y que, la nueva alternativa requiere intensificar la democratización, el descentralismo y el planeamiento que se encamine a producir en la república un vuelco de orden sociológico no sólo a nivel del ámbito de Lima, centro del poder de la república; sino, también a nivel del resto del país al asegurar entre otras cosas, la acelerada vida de las ciudades en relación a las zonas rurales, sin el impacto de seguir con la desigualdad económica y comercial, entre ambos ámbitos. 

Sin el ánimo de decir que nos salvaremos de vivir en el edificio fuimorista mal construido, costoso en su mantenimiento, con una pésima administración –que merece ser reconstruido desde sus bases-, se tiene a la mano los instrumentos para dicha tarea que comienza a ser delineada: la democracia política cuyo objetivo principal será promover la existencia de dirigencias con liderazgos nacidos de partidos políticos -sin caudillismos ni grupos cerrados-, cenáculos exclusivos que han dominado la vida de los partidos, destinados a solo conseguir el poder, no importándoles lo ofrecido en las campañas electorales. 

La democracia política considera que los partidos tienen que ejercer la democracia interna y la elección de sus dirigentes e igualmente de sus candidatos electos en comicios primarios universales, acto que es vinculante para las elecciones generales; asimismo, los partidos no pueden financiarse,  por decir lo menos de dudosas fuentes, esta ha sido una razón que invalida la legitimidad de la vida de los partidos políticos y que ha causado la corrupción.       
En conclusión, como hemos reseñado el Perú entró cada vez en mayores crisis no solo dentro del orden estructural, sino de su identidad cultural, sin llegar a la  reestructuración de la sociedad peruana en casi doscientos años, donde se vive hasta ahora lo que se llama una república incompleta. 

Para ello vendrán las mejoras, vía la construcción de dos reformas: la primera, es la democracia política, la cual se ha configurado en los párrafos anteriores en lo relacionado con la recreación de la democracia interna de los partidos, de impedir financiación dudosa proclive a la corrupción, en la marcha de los gobiernos; y la segunda, la democracia económica que no se puede construir, sin fortalecer y consolidar la democracia política y sin tener de cuadros formados y capacitados provenientes de las organizaciones de la sociedad civil y de los partidos políticos, los que participaran conociendo lo que representa, para el país depender no solo de la exportación de sus recursos primarios; sino de una política nutricional –calidad de vida- por haber abandonado la  producción agropecuaria, reemplazada por productos alimentarios importados en que buena parte son contrarios a una vida saludable.  

Todo ello colisiona con el desarrollo del país por las mencionadas políticas económicas causantes de retraso, al carecer de valor agregado en cada uno de los  procesos sectoriales de producción.

Fernando Arce Meza                             Surco, 21 de junio del 2019

La del estribo: el autor de este escrito ha sido internado en un centro de salud  por delirios inconfesables y propósitos de abandonar el país.   


([1]) Lynch, Nicolás: “Cholificación, república y democracia”, pág. 134.
([2]) Lynch, Nicolás: Ob. cit. págs. 134 y 135.
([3]) Lynch, Nicolás: Ob. cit. págs. 137 y 138.
([4]) Quijano, Aníbal: “Colonialidad del Poder, Cultura y Conocimiento en América Latina”, pág. 7 en “Perú Contemporáneo” 2001.
([5]) Ibidem.
([6]) Ibidem.
([7]) Ibidem.

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