martes, 31 de marzo de 2020

GOLPISTAS A LA SOMBRA DEL CORONAVIRUS



El 1º de febrero, el secretario de Defensa estadounidense, Mark Esper, instruyó al general ‎Terrence J. O’Shaughnessy el inicio de una serie de preparativos. El 13 de febrero, el general ‎declaraba ante la Comisión del Senado para las fuerzas armadas que se han iniciado ‎preparativos para el peor escenario posible. En caso de catástrofe sanitaria, el plan de ‎‎“Continuidad del Gobierno” convertiría al general O’Shaughnessy en el próximo dictador de ‎Estados Unidos –en el sentido que ese término tenía en la Antigüedad.‎
por Thierry Meyssan
Mientras la opinión pública se mantiene pendiente de las cifras de progresión salud del ‎coronavirus, los poderes ejecutivos sufren una profunda reorganización en la que los ‎altos funcionarios de la  prevalecen momentáneamente sobre los políticos. Pero, ‎en la sombra, banqueros y militares se preparan en espera de su turno para confiscar ‎el poder.‎
RED VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 31 DE MARZO DE 2020




Supremacía de la lógica administrativa sobre la lógica política

Numerosos gobiernos de los países industrializados han respondido a la epidemia de Covid-19 ‎decretando el confinamiento de la población. Esa estrategia no tiene nada que ver con ‎la medicina, que nunca practicó el aislamiento de las personas sanas. Se trata en realidad de ‎administrar los medios médicos para evitar un flujo masivo de enfermos que desbordaría los ‎hospitales. Son pocos los países industrializados que, como Suecia, han rechazado esa visión ‎administrativa ante la epidemia. Esos países han optado por una acción de carácter médico y ‎no practican el confinamiento generalizado. ‎
La primera enseñanza que nos deja lo que está sucediendo es, por consiguiente, que en los ‎países desarrollados la lógica administrativa prevalece sobre la experiencia médica. ‎
Sin embargo, aun careciendo de competencias médicas, no dudo que milenios de experiencia ‎médica y sanitaria tienen que ser más eficaces contra una enfermedad que las “recetas” ‎burocráticas.
En todo caso, la observación del fenómeno actual permite comprobar que ‎Suecia cuenta sólo 10 muertos por millón de habitantes mientras que Italia ya registra ‎‎166 fallecidos por cada millón de habitantes. Por supuesto, esto es sólo el principio de la ‎epidemia y se trata de dos países muy diferentes. Pero es probable que Italia tenga que ‎enfrentar una segunda oleada de contaminación y también una tercera mientras que Suecia ya ‎habrá adquirido un nivel de inmunización colectiva y estará protegida. ‎

Supremacía de los altos funcionarios de la salud sobre los responsables electos por el pueblo

Después de haber señalado lo anterior, hay que resaltar que el confinamiento generalizado de la ‎población sana perturba, además de la economía, los modos de gobierno. En casi todos los ‎países estamos viendo la palabra de los políticos quedar en segundo plano ante la palabra de los ‎altos funcionarios del sector de la salud, que lógicamente deben ser más eficaces. Y esto es lógico ‎dado el hecho que la decisión de confinamiento es puramente administrativa. Se ha aceptado ‎colectivamente luchar por los hospitales y tratar de protegernos de la enfermedad, en vez de ‎combatirla. ‎
Por desgracia, cualquiera podrá comprobar que, a pesar de las apariencias, no se ha ganado ‎en eficacia. Por ejemplo, los países miembros de la Unión Europea han sido incapaces de proporcionar el equipamiento médico y las medicinas que se necesitan en el momento oportuno. ‎El problema viene de las reglas habituales. ‎
Basta señalar que la globalización económica ha llevado a que quede un solo fabricante de respiradores ‎artificiales… y a que ese fabricante sea chino. Los procedimientos de licitación imponen un plazo ‎de varios meses antes de lograr disponer de ese “producto” y los políticos no están para saltarse ‎esos procedimientos. Estados Unidos ha tenido que intervenir empresas para resolver ese ‎problema. ‎
Francia, país que durante la Segunda Guerra Mundial vivió bajo una dictadura administrativa, ‎encabezada por Philippe Petain bajo la denominación de «Estado Francés», ya ha vivido también ‎cuatro décadas de confiscación del poder político por parte de los altos funcionarios, lo que ‎los franceses han llamado la «ENArquía» [1]. Pero ese sistema ha privado a los políticos del ‎conocimiento en materia de administración que antes obtenían al ejercer diferentes ‎mandatos locales y regionales, antes de llegar al nivel nacional. Actualmente, los responsables que ‎ocupan cargos electivos disponen de menos información que los altos funcionarios y enfrentan ‎grandes dificultades para controlar los actos de estos últimos. ‎
En las actuales circunstancias de la crisis del coronavirus, los altos funcionarios del sector de la ‎salud se ven investidos abruptamente de una autoridad que normalmente no tienen. Ante eso, ‎banqueros y militares aspiran ahora a una promoción similar, en detrimento de los políticos. ‎

Los banqueros,
a la espera de su oportunidad

En Reino Unido, Gordon Brown, ex ministro de Finanzas y posteriormente primer ministro ‎británico, acaba de publicar en el Financial Times un texto donde propone utilizar el miedo al ‎Covid-19 para hacer lo que no se logró concretar durante la crisis financiera de 2008 [2]. En aquella época Gordon Brown ‎no logró crear un gobierno financiero mundial y tuvo que conformarse con una simple ‎concertación en el G20. Ahora, afirma Gordon Brown, sería posible instaurar un gobierno mundial ‎de la salud y determinar qué potencias podrían asociarse a los miembros permanentes del Consejo ‎de Seguridad de la ONU. ‎
Nada permite creer que tal gobierno mundial haría las cosas mejor que los gobiernos nacionales. ‎Lo que que sí es seguro es que esa entelequia escaparía a toda forma de control democrático. ‎
Ese proyecto no tiene más posibilidades de llegar a concretarse que el proyecto de gobierno ‎financiero mundial. Gordon Brown era también un acérrimo defensor del mantenimiento del Reino ‎Unido dentro de la Unión Europea, apuesta que también perdió. ‎

El Estado Profundo estadounidense, agazapado en la sombra

A través de la historia, las crisis siempre han servido de pretexto a quienes tratan de explotar el ‎argumento de la «urgencia» para modificar el poder sin que la opinión pública tenga tiempo de ‎reflexionar. Esa coartada ha funcionado a menudo . ‎
El 30 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el «estado de ‎emergencia internacional en materia de salud pública». Al día siguiente, el secretario de ‎Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, firmaba en secreto una Warning Order (Orden ‎de Alerta) según la cual el NorthCom debe estar listo para la posible aplicación de las nuevas ‎reglas del plan de «Continuidad del Gobierno». ‎
Esas nuevas reglas son Above-Top Secret, lo cual significa que la comunicación sobre las acciones ‎se restringe aún más que de costumbre y se pone en conocimiento únicamente de las personas ‎que disponen del más alto nivel de habilitación y que cuentan además con un acceso nominativo ‎especial en el marco del Special Access Program.‎
Vale recordar que el principio de la «Continuidad del Gobierno» se instauró al inicio de la guerra ‎fría. Se trataba de proteger la administración de Estados Unidos en una situación de guerra ‎nuclear contra la Unión Soviética o ante la muerte u otro impedimento de los principales ‎responsables del país: el presidente de Estados Unidos, su vicepresidente y el presidente de la ‎Cámara de Representantes. En virtud de una directiva escrita del presidente Dwight Eisenhower, ‎ante tales circunstancias un gobierno militar tendría que asumir inmediatamente la continuidad ‎del mando hasta un ulterior restablecimiento de los procedimientos democráticos [3].‎
Esa directiva fue invocada y esa forma de gobierno fue implantada el 11 de septiembre de 2001 por el entonces coordinador ‎nacional de la lucha contra el terrorismo, Richard Clarke [4]. Sin embargo, aunque el país vivió ese día una ‎situación de emergencia, ni el presidente de Estados Unidos, ni su vicepresidente, ni ‎el presidente del Congreso habían muerto, como tampoco estaban en la imposibilidad de ejercer ‎sus funciones respectivas, lo cual me lleva a la conclusión de que el 11 de septiembre de 2001 ‎Estados Unidos vivió un golpe de Estado. El entonces presidente, George W. Bush, no recuperó ‎sus prerrogativas hasta la noche de aquel día y nunca se aclaró qué pasó en la decena de horas ‎durante las cuales su autoridad quedó suspendida [5].‎
Según explica en Newsweek William Arkin, considerado el mejor especialista en temas del ‎Pentágono, actualmente existen 7 planes diferentes [6]:‎

- el Rescue & Evacuation of the Occupants of the Executive Mansion (RESEM), para garantizar la ‎protección del presidente, del vicepresidente y de sus familias;
- el Joint Emergency Evacuation Plan (JEEP), para garantizar la protección del secretario ‎de Defensa y de los principales jefes militares;
- el Atlas Plan, para garantizar la protección de los miembros del Congreso y de la ‎Corte Suprema;
- Octagon, plan con objetivos totalmente desconocidos;
- Freejack, también desconocido;‎
- Zodiac, igualmente desconocido;‎
- Granite Shadow, plan que prevé el despliegue de unidades especiales en Washington, establece ‎las condiciones para el uso de la fuerza y para poner el territorio bajo la autoridad de los militares ‎‎ [7].‎
Es importante observar que existe una contradicción entre el supuesto objetivo del RESEM –‎garantizar la protección del presidente y del vicepresidente– y el hecho que ese plan se aplicaría sólo en caso de muerte o de impedimento de esos responsables. ‎
En todo caso, la aplicación de estos 7 planes estaría en manos del Mando Militar de ‎Estados Unidos para América del Norte (NorthCom), encabezado por un ilustre desconocido, ‎el general Terrence J. O’Shaughnessy.‎
O sea, en virtud del derecho estadounidense, este general se convertiría en dictador de ‎Estados Unidos sólo en caso de muerte o de impedimento de los 3 principales responsables ‎electos del Estado federal –el presidente de Estados Unidos, su vicepresidente y el presidente de ‎la Cámara de Representantes– pero en la práctica su predecesor, el general Ralph Eberhart, ya ‎fungió como tal a pesar de que esos 3 responsables no estaban muertos ni impedidos de ‎realizar sus funciones. A los 73 años, el ahora retirado general Ralph Eberhart dirige actualmente ‎las principales empresas que proveen la aviónica militar en Estados Unidos. ‎
El 13 de febrero, el general O’Shaughnessy afirmó ante la Comisión del Senado a cargo de las ‎fuerzas armadas que el NorthCom estaba preparándose para lo peor. En el marco de esos ‎preparativos, el general O’Shaughnessy se comunica diariamente con los otros 10 mandos ‎centrales de las fuerzas de Estados Unidos en todas las regiones del mundo [8].‎
También es importante recordar aquí que, además del territorio de Estados Unidos, la «zona de ‎responsabilidad» del NorthCom abarca también Canadá, México y Bahamas. En virtud de varios ‎acuerdos, el NorthCom puede, por iniciativa propia, ordenar el despliegue de tropas ‎estadounidenses en esos tres países. ‎
En 2016, el entonces presidente de Estados Unidos Barack Obama firmó la orden secreta ‎denominada Presidential Policy Directive 40 sobre la National Continuity Policy, o sea la ‎‎«Política de Continuidad Nacional». Sólo 2 días antes de que el presidente Donald Trump ‎asumiera sus funciones en la Casa Blanca, el entonces administrador de la FEMA –la agencia ‎federal a cargo de las situación de urgencia–, Craig Fugate, firmó la Federal Continuity ‎Directive 1 (Directiva Número 1 de Continuidad Federal), que precisa ciertos aspectos de la ‎aplicación de ese procedimiento en niveles inferiores. ‎Todo está previsto en función de «lo peor». La epidemia proporciona el pretexto para actuar. ‎En ese contexto, las preguntas planteadas recientemente por el vocero del ministerio chino ‎de Exteriores [9] sobre ‎la posibilidad de que los militares estadounidenses hayan diseminado deliberadamente el nuevo ‎coronavirus, adquieren el mayor sentido y cobran nueva vigencia. ‎
[1] Las siglas ENA denominan en Francia la Escuela ‎Nacional de Administración, entidad elitista que forma los más altos funcionarios de la República ‎Francesa. Nota de la Red Voltaire.
[2] “End the ‎dog-eat-dog mentality to tackle the crisis”, Gordon Brown, Financial Times ‎‎(Reino Unido), Voltaire Network, 26 de marzo de 2020.
[3Continuity of ‎Government: Current Federal Arrangements and the Future, Harold C. Relyea, Congresionnal ‎Research Service, 5 de agosto de 2005.
[4Against All Enemies: Inside America’s ‎War on Terror, Richard Clarke, Free Press, 2004.
[5A Pretext for War: 9/11, Iraq, and the Abuse ‎of America’s Intelligence Agencies, James Bamfort, Anchor Books, 2005.
[6] “Exclusive: Inside The Military’s Top Secret ‎Plans If Coronavirus Cripples the Government”, William M. Arkin, ‎‎Newsweek, 18 de marzo de 2020.
[7] “Top Secret Pentagon Operation “Granite Shadow” revealed. Today in DC: Commandos in the ‎Streets?”, William Arkin, Washington Post, 25 de septiembre de 2005.
[8Hearing to receive ‎testimony on United States Northern Command and United States Strategic Command in review ‎of the Defense Authorization Request for fiscal year 2021 and the future years Defense Program, ‎Senate Committe on Armed Service, 13 de febrero de 2020.
[9] «Propaganda y preguntas sin respuesta sobre el origen del Covid-19», Red Voltaire, 25 de marzo de 2020.



EL CORONAVIRUS Y LOS NACIONALISMOS


Dr. Hugo SALINAS
salinas_hugo@yahoo.com

El COVID-19, y su difusión rápida a nivel planetario, nos está demostrando que establecer políticas económicas y sociales de corte nacionalista, se encuentran en total contradicción con la realidad socio-económica actual. Esta pandemia ha hecho volar en mil pedazos sentimientos y políticas nacionalistas. Es demasiado tarde, retrógrado, alimentar nacionalismos basados en la identidad, la piel, la región geográfica, la religión, la lengua, etc.

Se impone entonces la pregunta, ¿porqué, en estos tiempos, toda política nacionalista está destinada al fracaso? ¿Por qué todo acto nacionalista, aun cuando fuera con la mejor de las intenciones, será refutado por la realidad circundante a nivel mundial? ¿Por qué, los actos y los partidos políticos nacionalista, en lugar de hacernos avanzar, nos hacen retroceder?

Es bueno saber que desde unos seis siglos, aproximadamente, se ha impuesto a nivel planetario una forma de trabajar, producir, comercializar y consumir que se funda en los intercambios en base a precios expresados en unidades monetarias. Intercambios de bienes económicos y de personas que ya no tienen límites locales, nacionales o regionales.

Para esta forma de trabajar, producir, comercializar y consumir, que en general la llamamos “economía de mercado”, no existen fronteras. Y la “globalización”, de estas últimas décadas, lo que ha hecho es simplemente profundizar y alcanzar los últimos eslabones perdidos. Se ha construido un espacio económico único e indivisible a nivel mundial.

Ya nadie, ni persona ni país, es capaz de “aislarse” de los unos y los otros. La interrelación ya no tiene ni límites ni fronteras. Y es bueno saber también que las fronteras nacionales actualmente existentes han sido y son impuestas manu militari.


Otra consecuencia igualmente importante a extraer de la evidencia que nos ha traído el COVID-19 es que, tanto el modelo socio-económico actualmente imperante como el nuevo a instalar, son de validez universal. Ya no tienen cabida las políticas nacionalistas. Si se instala una política socio-económica válida en resolver los problemas esenciales de un país, como la pobreza y el desempleo, esta política será igualmente válida para cualquier otro país del planeta Tierra.

Hemos llegado, en la evolución de las formas de trabajar y de vivir, en donde las fronteras territoriales ya no tienen ni validez ni justificación. Hemos ingresado, y desde hace varios siglos, a una economía-mundo y a una sociedad-mundo. Cerrar nuestros ojos ante esta evidencia, es simplemente querer tapar la inmensidad del bosque con un dedo.

De tal manera que, cualquier ensayo de transformación en un país, deberá ejecutarse dentro de una economía abierta a nivel mundial, en términos de una economía de mercado, sin ninguna distinción de religión, piel, lengua o etnia.


Lima 30 de marzo del 2020

UN VIRUS COMO PRETEXTO PARA DAR UN GOLPE DE ESTADO Y APLASTAR A LA DISIDENCIA POLÍTICA




Esta mañana hemos desayunado café con churros y con un largo reportaje de la agencia Associated Press, o sea, un portavoz del imperialismo que se titula así precisamente: “El virus como pretexto para aplastar la disidencia” (*).

Muy mal tienen que estar las cosas en el mundo para que nos sirvan este tipo de informaciones desde la primera hora de la mañana. Hasta ellos mismos se están asustando de la manada de lobos que han sacado a patrullar las calles, mientras obligan a la población a recluirse en sus casas.

Una noticia así, que es absolutamente cierta, tiene que tener truco. En este caso consiste en poner en marcha el ventilador: todo el mundo está haciendo lo mismo, pero especialmente ciertos países del Eje del Mal. En este caso le toca el turno a Serbia que, como todos, aprovecha la histeria para su propio ajuste de cuentas político.

“Desde que el presidente Alexandar Vucic anunció el 15 de marzo un estado de emergencia indefinido, el parlamento ha sido marginado, las fronteras cerradas, se ha impuesto un toque de queda de 12 horas controlado por la policía y se ha prohibido a los mayores de 65 años salir de sus casas”, dice la agencia en referencia a Serbia.

Hay gobiernos que no se andan con rodeos, pero el más “estricto” no es precisamente Serbia porque el toque de queda es de sólo 12 horas y sólo han confinado a los ancianos. En otros sitios de Europa confinan a todos (enfermos, sanos y grupos de riesgo) y el toque de queda es indefinido.

Pero aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, el Presidente no escatima amenazas y advierte a sus ciudadanos “que los cementerios de Belgrado no serán lo suficientemente grandes para enterrar a los muertos si la gente ignora las órdenes de cierre de su gobierno”. Vucic no se anda con rodeos y dice a las claras lo que otros sólo insinúan.

Ni en Serbia ni en ningún otro lugar las medidas adoptadas son realmente un estado de excepción a la antigua usanza, una medida temporal. La paranoia es a cada minuto. El Presidente serbio está todos los días delante de los micrófonos, aprobando un decreto detrás de otro porque para eso tiene plenos poderes. Allí la oposición le critica porque les ha quitado el trozo del pastel que les corresponde.

Según la Constitución serbia, el Presidente carece de potestad gubernativa, pero da igual porque estamos ante un golpe de Estado en toda regla, al estilo boliviano, que es el estilo del siglo XXI. Antes Vucic era una figura testimonial y ahora es que pincha y corta en exclusiva, por encima del Primer Ministro.

Además de la oposición, los defensores de los derechos humanos también lamentan los “abusos” y los “excesos” que ocurren en países apestosos, como Serbia. La ley marcial está justificada por la “crisis sanitaria”, pero no hay que pasarse y recemos para que luego todo vuelva por sus fueros.

Tanto en la economía como en la política burguesa la noción de “crisis” funciona de esa manera. Cuando sobreviene les pilla de sorpresa porque creen en la mano invisible de Adam Smitih, de modo que todo de fluir por sí mismo y la crisis es una excepción, una emergencia. Entonces le buscan explicaciones a la crisis. Pero cuando la crisis se hace permanente, la propia crisis explica todo lo demás.

¿Por qué hemos impuesto la ley marcial? Por la crisis sanitaria. ¿Por qué hemos cerrado las fronteras? Por la crisis sanitaria. ¿Por qué están colapsados los hospitales? Por la crisis sanitaria. ¿Por qué se hunde la bolsa? Por la crisis sanitaria. ¿Por qué hay cinco millones de parados? Por la crisis sanitaria. ¿Por qué cierran las empresas? Por la crisis sanitaria. ¿Por qué imponen la censura? Porque hay desaprensivos que difunden noticias falsas sobre la crisis sanitaria...

No pregunte más. ¿Qué le ocurre a Usted?, ¿no ve la tele? ¿no se ha enterado de que hay una pandemia?, ¿no se da cuenta de que la situación es muy seria?

Fíjense bien en la seriedad de todo esto: en Serbia hay 800 casos de coronavirus y 16 muertes, pero los gobiernos dictatoriales, como Serbia, China o Rusia, siempre manipulan las cifras, que por lo tanto, deben ser muy superiores.

Lamentablemente, en el caso de Serbia, quien da las cifras es la Universidad Johns Hopkins.

Lo realmente significativo de todo esto es que se haya producido un golpe de Estado por 16 muertos y 800 contagiados que, en su mayor parte, dice la agencia de prensa, no tienen ningún síntoma o son muy leves.

(*) https://apnews.com/dffb2fa43d0c5fddc4508f2558603e67


LOS REVOLUCIONARIOS EFECTOS DEL CORONAVIRUS


Por

29/03/2020

Las autoridades responsables de enfrentar la crisis del coronavirus insisten en que tenemos ante nosotros un parón económico de duración incierta, que puede ser cifrado entre 3 y 6 meses y que, luego, la economía seguirá el curso que traía antes de la pandemia. Solo es un paréntesis —afirman alegremente nuestros gobiernos. Pero todo indica que se trata de únicamente de insuflar ánimos para una improbable y rápida remontada. Hay que ser conscientes de que en adelante, nada va a ser igual. Lo que vendrá es una incógnita, no tenemos una bola de cristal con la que poder adivinar el futuro. Sin embargo, sí que pueden analizarse qué fuerzas se van a enfrentar en los próximos años para definir el venidero escenario político, económico y geopolítico mundial; o intentar comprender las tendencias generales que van a verse alteradas por la brutal capacidad de contagio del COVID-19.
Se están implementando dos diferentes modelos de superación de la crisis, la de aquellos países que pretenden salvaguardar la economía pase lo que pase y los de aquellos que están poniendo a la población por encima de cualquier otra derivada. Luego, entre medias, hay una amplia gama de situaciones que apuestan por fórmulas mixtas o más o menos escoradas hacia cada extremo. Lo normal, lo que incluye a nuestro gobierno, es que se pretenda salvar a la población sin dañar demasiado a la economía y que solo cuando se demuestra que la situación humanitaria no mejora, se siguen añadiendo nuevas medidas que, seguramente, se deberían haber puesto en marcha mucho antes. Esa es la dinámica mas frecuente en occidente. En el vértice opuesto tenemos a Estados Unidos, cuyos dirigentes temen la pérdida de influencia mundial si se ocupan de la población como debieran, e incluso abogan por la inmolación de sus ancianos para que la máquina económica norteamericana no cese. El propio presidente no para de gritar a los cuatro vientos que el remedio puede ser peor que la enfermedad y que su país no puede seguir cerrado más tiempo. Afortunadamente, muchos estados obviaron las recomendaciones de su presidente y sí decretaron confinamientos y el cierre de la actividad económica no esencial para evitar contagios al margen de la errática política federal, aunque, a pesar de todo, Estados Unidos ya es el epicentro de la pandemia a nivel mundial.
Las pocas veces que nuestros políticos se han dedicado a lanzar proyecciones del futuro a medio plazo nos hemos encontrado con dos tipos de discursos. Los que pretenden preparar al estado para enfrentar luchas similares a la que ahora libramos y los que pretenden dejar al mercado que dirija nuestro destino a pesar de catástrofes naturales como esta pandemia. Los primeros apuntan a la mejora de los sistemas sanitarios, algo que incluso el FMI demanda a España tras años sucesivos de recortes y privatizaciones realizados a derecha e izquierda y de norte a sur, aunque con distintas intensidades y modelos. Los especialistas piden reformas profundas no centradas tanto en el paciente sino en la sociedad en su conjunto, implicando los sistemas ambulatorios de proximidad e incluso visitas a domicilio para tratar epidemias, evitando colapsos y contagios por traslados masivos a hospitales. También se ha mencionado, en el caso de nuestro país, profundizar en la aplicación de la Ley de la Dependencia para proteger a nuestros mayores, ya que la ley se aplica cuando hay presupuestos o voluntad política para hacerlo y eso deja en la estacada a centenares de miles de personas que jamás recibirán la prestación a la que tienen derecho y sin remunerarse a la mayoría de los cuidadores y cuidadoras de personas dependientes. En definitiva, más estado, mas cosa pública. Por contra, lo que llaman el centro derecha patrio nos advierte que viene la generalización de la uberización de la economía, la robótica, el teletrabajo, la desaparición del dinero físico… o sea, la eliminación estructural de centenares de miles o millones de puestos de trabajo que jamás van a ser reemplazados, simplemente porque no va a haber cómo. 
Veremos qué sucede finalmente y si avanzamos hacia modelos más estatalistas o a sistemas aún más liberales y globalizados. Sin embargo, una cosa ha quedado clara. Es fundamental para un gobierno tener el control de todos los servicios básicos, ya que el mercado por sí mismo, no puede satisfacer las necesidades de la ciudadanía en tiempos de crisis, máxime cuando se ha producido un fuerte proceso de deslocalización de la capacidad productiva fuera de las fronteras de los estados. Si hoy no disponemos de mascarillas, de medicinas, de respiradores… porque se producen fuera de España y otros estados los acaparan para sí, eso es algo que no es admisible como país. Pero podríamos estar diciendo lo mismo de productos de alimentación para enfrentar una hambruna local, cuando hemos desmantelado nuestra agricultura en aras de una reorganización de una Unión Europea que ahora muestra su cara más insolidaria, individualista e ineficaz. Por otra parte, si el agua o la energía y su distribución se mantuviesen en manos estatales, sería posible arbitrar medidas de protección de la ciudadanía en tiempos de crisis, como ha sucedido en otra países que no han privatizado todo lo privatizable, como hicieron aquí tanto el PSOE como el PP, principalmente durante los años 80 y 90 del siglo pasado. Que hoy gobiernos de derecha como los de Alemania, Francia o EEUU hablen de nacionalizaciones o de compra de acciones de sus empresas más señeras, nos hace pensar que el virus, más que patógeno, tenga un componente alucinógeno, máxime cuando las ayudas a la empresa privada eran hace días un verdadero anatema contra la ortodoxia europea.
Precisamente la UE se enfrenta a un reto existencia de enorme magnitud. Si, finalmente triunfan las tesis de Alemania, Holanda y Austria y obligan a los países más afectados a acudir al fondo de rescate europeo —lo que equivale a más austericidio— en vez de buscar la manera de enfrentar juntos este desastre natural, como la mutualización de alguna emisión de deuda especial para esta catástrofe, los coronabonos, su futuro va a verse seriamente comprometido. Ya tenemos la nefasta experiencia de 2008 y su inacción completa hasta 2012 y habría que esperar que no repitiesen el error. Si a ello unimos la negativa a proporcionar asistencia a Italia y España de países como Alemania o Francia, prohibiendo la venta de material de protección privado a los países más afectados, se va conformando un peligroso cóctel que va a provocar un repunte peligroso del euroescepticismo. No sé de qué se extraña Macron cuando dice que en Italia solo se habla de la ayuda rusa. Esas cosas calan en lo mas profundo de las personas y dejan un poso duradero. Nadie olvidará lo que China, Rusia o Cuba han hecho por ellos en el momento que mas lo necesitaban y cuando sus más cercanos socios y aliados les dieron la espalda.
Es indudable que China va a salir especialmente fortalecida de la pandemia. No solo por haberla vencido en un tiempo relativamente corto, sino por el músculo de estado que ha exhibido ante el mundo, por la imagen que ha proyectado de un país solidario y, sobre todo, porque se convirtió en su día, con la complicidad del empresariado y de los mercados occidentales, en la fábrica del mundo. La inmensa mayoría de las medicinas que se consumen en EEUU son de China, las mascarillas que, al fin, nos están llegando a los españoles y españolas vienen de China, también los respiradores, los Equipos de Protección Individual, los tests de contagio… nada que no supiéramos ya desde hace mucho, demasiado tiempo. Es más, la economía planificada y sus estrategias a corto y largo plazo, perfectamente ejecutadas, van a permitir a Pekín salir del trance relativamente indemne, no como va a suceder en Europa o en Estados Unidos, que seguramente van a enfrentar una recesión de enorme y duro alcance, encadenada con otra de la que apenas conseguimos hemos logrado sobreponernos a día de hoy, tras 12 años de recortes y austeridad que, entre otras cosas, han degradado enormemente a nuestro sistema sanitario hasta hacerlo incapaz de enfrentar eficazmente al coronavirus.
Y eso es lo que más teme Estados Unidos. Su decadente imperio, solo ya sostenido por el poderío militar y por la posesión de las imprentas de billetes verdes, va a tener que ceder el trono planetario si frena la economía durante un trimestre o mas. Sobre todo mientras China acelera su producción para suplir el vacío occidental y despega en solitario con toda la maquinaria industrial puesta a punto, cuando medio mundo parece deseoso de acceder a sus productos, y hasta rivalizan entre ellos para poder ser servidos con rapidez.
Su punto débil es la capacidad militar, sin embargo, las armas más poderosas, como los portaaviones, ya están en construcción y a la espera de entrar en servicio en los próximos años. El mayor plan de infraestructuras del mundo, la Ruta y Cinturón de la Seda 2.0, está en marcha y los instrumentos financieros puestos a su servicio compiten con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Mientras China ejerce su poder, desplegando influencia a través del desarrollo de infraestructuras a cambio la explotación de recursos naturales, EEUU lidera golpes de estado y guerras coloniales para directamente robarlos con el apoyo de un ejército imperial desplegado en los cinco continentes en forma de 800 bases militares y bombardeos, portaaviones y submarinos nucleares moviéndose permanentemente alrededor del mundo.
Pase lo que pase, el coronavirus va a provocar cambios de magnitud telúrica en el planeta, acelerando procesos, desatando otros, tejiendo y deshaciendo alianzas… En nuestro país está en riesgo, ya no solo el modelo económico general, como en el resto de Europa, sino la existencia de la mismísima Casa Real, la preciada herencia del franquismo. Una corona por otra. Pero una cosa es bien segura, mientras Merkel le ha espetado un nein como una casa a todo el sur de Europa, Xi Jinping, Díaz-Canel y Putin se han mostrado en otro registro muy diferente. A ojos del mundo, ya ni el eje del mal es tan malo, ni el eje del bien tan bueno. ¡Hay que ver el poder que tiene un bichito tan pequeño…!


lunes, 30 de marzo de 2020

EL CORONAVIRUS Y LA CRISIS MUNDIAL DE LA DEUDA CORPORATIVA



Las corporaciones están rotas. Es hora de cortar sus tarjetas de crédito. Esta vez, cualquier rescate de la industria debe colocar la inversión corporativa bajo control público.
Global Research, 30 de marzo de 2020
Jacobin 26 de marzo de 2020

Después de una década de atracón de deudas corporativas en todo el mundo, el proyecto de ley se ha vencido: grandes sectores del mundo corporativo ahora están en riesgo de incumplimiento, y solo los gobiernos pueden salvarlos. Esta vez, cualquier rescate debe colocar la inversión corporativa bajo control público.

***
El cierre del coronavirus está afectando la oferta y la demanda en todo el mundo. Eso ha obligado a la economía real a una recesión aguda y desencadenó una crisis financiera continua.. A continuación se muestra una introducción a una pieza clave de este desastre: la crisis en los mercados de deuda corporativa. Esta rama de las finanzas es de vital importancia porque incluso las empresas saludables a menudo necesitan acceso al crédito. Si no lo consiguen, se hunden. En 2008, el vector de la crisis se extendió desde los valores respaldados por hipotecas al resto del sector financiero y luego a la economía real. Esta vez, la economía real está siendo golpeada directamente, y el daño está repercutiendo nuevamente en los mercados financieros. Los mercados en quiebra, en forma de bucle de retroalimentación, amenazan aún más la economía real ya que las corporaciones encuentran más difícil pedir prestado. A medida que los mercados de deuda corporativa se deterioran, las principales empresas irán a la quiebra. El desempleo se está disparando. Algunos analistas esperan que la economía se contraiga en una tasa anualizada del 30 por ciento durante el segundo trimestre de 2020.

Los mercados financieros de EE. UU. Ya cuentan con soporte de vida pública. La Reserva Federal se ha comprometido a realizar compras ilimitadas de todo tipo de activos: bonos del Tesoro de los Estados Unidos, valores respaldados por hipotecas, préstamos para automóviles, deudas municipales y, en un paso histórico, deuda corporativa a corto y largo plazo. Pero la crisis requerirá más que un rescate financiero.

La pregunta política clave ahora es: ¿Qué tipo de controles vendrá con la intervención estatal? La avaricia corporativa y el auto-trato deben ser controlados no solo en nombre de la equidad, sino también para asegurarse de que el dinero del rescate público se invierta en la economía real en lugar de simplemente apostar, como sucedió después del colapso y rescate de 2008.
El aumento de la deuda corporativa

Desde 2008, los niveles de deuda de los hogares en realidad han disminuido y ahora son más bajos de lo que estaban en el último colapso. Pero no la deuda corporativa. Medido como la "deuda neta" de una empresa en comparación con su EBITDA (ganancias antes de intereses, impuestos, depreciación y amortización), la deuda corporativa se ha duplicado desde el último colapso. En 2009, la compañía estadounidense promedio tenía una deuda de $ 2 por cada $ 1 en ganancias. Hoy, la empresa promedio tiene una deuda neta a EBITDA de 3 a 1, y muchas empresas, como Ford Motor, CarMax, Harley-Davidson y General Motors, tienen relaciones que van de 8 a 1, hasta 15 a 1. Boeing , un caso especial debido a su crisis de 737 MAX, tiene una relación de 37 a 1. En las últimas dos décadas, la calificación crediticia de las empresas estadounidenses se ha derrumbado. A principios de los años 90, más de sesenta empresas tenían calificaciones crediticias AAA. Hoy en día, solo dos empresas estadounidenses tienen calificación AAA: Johnson & Johnson y Microsoft. En 2001, menos de una de cada cinco empresas de "grado de inversión" fueron calificadas con BBB. Hoy, la mitad de todas las deudas corporativas de grado de inversión pertenecen a empresas con calificación “triple B” (BBB) ​​o inferior. Un tercio de esas empresas tienen una calificación de triple B menos (BBB-), a una muesca del estado especulativo o "basura".

Muchos bonos corporativos con calificación triple B ya cotizan en mercados secundarios a precios inusualmente bajos y altos rendimientos, a menudo superiores al 5 por ciento; eso significa que incluso los bonos de "grado de inversión" se tratan como basura. Pronto, muchas corporaciones con calificación triple B serán rebajadas formalmente a basura. Eso elevará sus costos de préstamo y restringirá su acceso al crédito. Incluso las compañías saludables a menudo necesitan acceso a crédito listo. Si no lo consiguen, se hunden. La agencia de calificación Moody's estima la tasa de incumplimiento para la deuda de “grado especulativo”, compañías con calificaciones más bajas que Baa del Servicio de Inversores de Moody's, o una calificación más baja que BBB de Standard & Poor's. alcanzar el 10 por ciento este año, frente al 2,3 por ciento del año pasado. Las consecuencias de todo esto repercutirán en toda la economía en general, profundizando y extendiendo la recesión.

La deuda corporativa global total , incluidos los bonos y préstamos, es de aproximadamente $ 66 billones; más del doble de lo que era hace una década. En comparación, el producto nacional bruto combinado de todas las economías se estimó en $ 80.27 billones en 2017. Alrededor de una cuarta parte de eso es la economía de los EE. UU.

Lo que hicieron con el dinero

Después del colapso de 2008, los bancos centrales del mundo, con la Reserva Federal de EE. UU. A la cabeza, pasaron la próxima década empujando dinero a los mercados financieros a través de tasas de interés súper bajas y la compra pública directa de activos financieros del sector privado a través de flexibilización cuantitativa (QE). El crédito barato alentó muchos préstamos corporativos en forma de préstamos de bancos y la emisión masiva de bonos corporativos. A diferencia de los préstamos, que pueden prorrogarse de manera rutinaria, o algunas veces terminarse abruptamente, o tener tasas de interés que suben y bajan, los bonos corporativos son instrumentos de deuda emitidos por una compañía que se compromete a pagar el dinero prestado en un horario específico a una tasa específica, generalmente fija. de interés.

Las corporaciones han estado pidiendo prestado por una variedad de razones que van desde el arbitraje astuto hasta el despojo de activos estúpido e imprudente. Para una empresa en dificultades y no rentable, por ejemplo JCPenney, la deuda puede ser un salvavidas. Para una empresa rentable, pedir dinero prestado puede ser una forma de obtener capital sin diluir el reclamo de los accionistas existentes sobre las ganancias de la empresa, lo que sucedería si la empresa emitiera acciones.
Incluso algunas empresas rentables con montones de efectivo prestados en lugar de gastar su efectivo, en parte por el efecto de la potencia de fuego: informar a otros competidores y participantes del mercado que la empresa tiene suficiente dinero disponible para comprar nuevas empresas amenazadoras y mostrar al mundo La empresa está lista para superar cualquier crisis económica.

Algunas empresas utilizaron su dinero prestado para comprar otras empresas. Esto ayudó a impulsar una ola posterior a 2008 de fusiones y adquisiciones (M&A). Deloitte informó "más de $ 10 billones en transacciones domésticas [M&A] desde 2013". Las compañías seleccionadas tomaron prestado para almacenar efectivo como defensa contra tales adquisiciones.

Las empresas también tomaron prestado para financiar la compensación del CEO, distribuciones a los inversores a través de dividendos y recompras de acciones. Las empresas vuelven a comprar sus propias acciones para aumentar su precio. Un aumento en el precio de las acciones es útil de muchas maneras: puede mantener alejados a los invasores hostiles al hacer que una compañía objetivo sea demasiado costosa para hacerse cargo, pero también puede atraer a pretendientes amigables porque (con un poco de contabilidad creativa) un valor en aumento de las acciones puede debilitar Las firmas parecen más rentables. A los ejecutivos corporativos les gusta un aumento en el precio de las acciones porque los paquetes de compensación están vinculados al rendimiento de las acciones y casi siempre incluyen algún pago en las acciones de la compañía, por lo que cuanto mayor sea el precio de las acciones, mayor será el pago de los ejecutivos.
A veces, las empresas incluso invierten su dinero prestado en la producción real. La industria de petróleo y gas intensiva en capital hizo eso, pero como explicamos a continuación, todavía enfrenta una crisis, quizás más destacada que otros sectores.
Mal crédito como incentivo perverso

El resultado final de todos los préstamos fue la disminución de la solvencia corporativa: la deuda corporativa pronto superó con creces el crecimiento de sus ganancias y saldos de efectivo. Esto condujo a una disminución generalizada de las calificaciones crediticias. Perversamente, las calificaciones crediticias más bajas no desaceleraron la borrachera de los préstamos, sino que estimularon más préstamos y préstamos, porque a medida que las calificaciones crediticias corporativas cayeron, la tasa de interés que las empresas rebajadas tuvieron que pagar por sus préstamos y los bonos aumentaron. Y, por lo tanto, también lo hicieron las ganancias de los prestamistas.

La deuda corporativa y los precios de las acciones entraron en una dialéctica retorcida, cada uno impulsando al otro. A medida que el mercado de valores continuó inflando durante la última década, proporcionó la confianza que los inversores requerían para continuar sus compras de bonos corporativos riesgosos.
Tenga en cuenta que muchos de los bancos prestamistas y los fondos de activos estaban prestando en realidad o esencialmente préstamos del Tío Sam a tasas ajustadas a la inflación cercanas a cero, y luego prestaban a compañías con calificaciones triples B y triples B con un interés del 5 por ciento. Ganancias como esa significaban que siempre había bancos y fondos de activos ansiosos por prestar a corporaciones cargadas de deudas.
Los inversores pueden comprar directamente bonos de corporaciones específicas o, como suele ser el caso, invertir en fondos mutuos o fondos cotizados en bolsa (ETF) que apuntan a una variedad de bonos corporativos. Los préstamos de alto riesgo también se dividieron, dividieron y reempacaron en paquetes llamados "obligaciones de préstamos garantizados" (CLO), una clase de valores respaldados por una cartera subyacente de préstamos corporativos.
Según la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal, la mayoría de las CLO estadounidenses están en manos de inversores institucionales de EE. UU., incluidas compañías de seguros, fondos mutuos e instituciones depositarias. Esto significa que cuando la deuda no pueda ser atendida, el dolor será absorbido por la economía de los Estados Unidos, en gran parte por los clientes sin pretensiones de estos gigantes financieros. Como fue el caso con los valores respaldados por hipotecas del colapso de 2008, estos los fondos ayudaron a "distribuir el riesgo" y por lo tanto dieron una apariencia de seguridad. La lógica era que poseer el 1 por ciento de un centenar de préstamos diferentes sería más seguro, incluso si algunos préstamos salían mal, que poseer la totalidad de una garantía de deuda única. La lógica no está completamente equivocada. Y eso es parte del problema: alentó aún más préstamos. Mientras el pronóstico económico fuera optimista, no había razón para que la ola de deuda se redujera.

Zombis y otros

La deuda corporativa, como gran parte de la economía, es una historia de disparidades. No todas las corporaciones están cargadas de deudas. Algunas empresas en realidad están inundadas de efectivo. Microsoft, Berkshire Hathaway, Alphabet Inc y Apple tienen cada uno más de $ 100 mil millones en efectivo. En general, la América corporativa ha estado acumulando cantidades récord de efectivo en los últimos años. Pero al mismo tiempo, Morgan Stanley Investment Management estimaque una de cada seis empresas estadounidenses no puede cubrir ni siquiera los pagos de intereses de sus deudas. En el corazón del problema están los "préstamos apalancados" y las llamadas empresas zombis. Los préstamos apalancados son un tipo de crédito costoso y de alto riesgo extendido a compañías que ya están muy endeudadas. Desde el colapso de 2008, el mercado de préstamos apalancados se ha duplicado a $ 1.2 billones. Ahora, los préstamos apalancados en los Estados Unidos se revenden a solo 84 centavos por dólar, su precio más bajo desde agosto de 2009. La mayoría de los préstamos apalancados, más de la mitad, están en la forma de las CLO antes mencionadas. En el cuarto trimestre de 2018, había $ 617 mil millones de CLO pendientes .

El Banco de Pagos Internacionales define a las empresas zombis como compañías bien endeudadas y bien establecidas que no han sido rentables durante un período prolongado y tienen una baja rentabilidad esperada en el futuro. En otras palabras, las startups muy endeudadas no califican como zombies. Los sectores más amenazados son energía, automoción, seguros, bienes de capital (es decir, equipos y maquinaria), telecomunicaciones, aeroespacial y defensa, y algunas partes del comercio minorista.

El mercado alcista de los precios de las acciones en alza, a menudo sobrevalorados, permitió que muchas compañías no competitivas y no rentables parecieran saludables basándose únicamente en el rendimiento de sus acciones. Incluso antes de que los mercados comenzaran a colapsar el 9 de marzo, algunos analistas fueron lo suficientemente profundos como para llamar la farsa del mercado a principios de año.

Pero en esta crisis de rápido desarrollo, a las empresas de toda la economía pronto les resultará imposible cumplir con sus obligaciones. Con el coronavirus rompiendo las cadenas de suministro y forzando restricciones masivas en la demanda de los consumidores, las ganancias corporativas se contraen rápidamente, lo que a su vez perjudicará gravemente el servicio de la deuda corporativa.
Al igual que la ruptura de un órgano hipertrofiado, la putrefacción de la deuda corporativa insostenible ahora amenaza con crear una sepsis económica generalizada que perjudicará incluso a las empresas sanas.
Perfiles en deuda

Aerolíneas. Las seis principales aerolíneas estadounidenses gastaron enormes sumas para recomprar sus acciones durante la última década. Las aerolíneas estadounidenses (en general) gastaron el 96 por ciento de su dinero prestado en la recompra de acciones . Ahora, los ingresos de los vuelos se están desplomando. Las reservas de United Airlines han disminuido en un 70 por ciento. En 2011, American Airlines se declaró en bancarrota según el Capítulo 11con pasivos de $ 29 mil millones; hoy, tienen más de $ 34 mil millones en deudas. Los rendimientos de algunos de sus bonos alcanzaron un asombroso 12 por ciento, una señal particularmente angustiante ya que las tasas de interés han sido reducidas por la Fed en un esfuerzo por aliviar los mercados de crédito. Energía.Incluso antes de que los efectos del coronavirus destruyeran la demanda de combustibles fósiles, las compañías de energía de Estados Unidos sufrían debido a los altos costos fijos y los bajos precios de la energía. En los últimos cinco años, 208 compañías energéticas estadounidenses se han declarado en bancarrota . Los precios de la energía han sido bajados por la revolución del fracking, el aumento de la energía renovable y la sobreproducción de petróleo debido a las luchas entre grandes productores como Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos.

Ahora el shock del coronavirus está empujando a las empresas al límite. Occidental Petroleum, que tiene una deuda de $ 40 mil millones, mientras que su valor de mercado (el valor de todas sus acciones combinadas) es inferior a $ 11 mil millones, recientemente su deuda se redujo a basura.
Los fondos mutuos de energía revelan la crisis en el sector energético en su conjunto. Vanguard Energy Fund, considerado uno de los cuatro principales fondos mutuos petroleros, ha perdido más del 41 por ciento de su valor desde principios de año. Por supuesto, las compañías petroleras más grandes, las "Grandes petroleras" (como BP, Exxon Mobil y Royal Dutch Shell) tienen suficientes recursos, poder de mercado y apoyo gubernamental para sobrevivir a la crisis. Pero los efectos en las empresas menos establecidas se extienden más allá de la propia industria energética.
Prestamistas A medida que las empresas de petróleo y gas entran en crisis, los bancos que les otorgaron crédito también pueden enfrentar incumplimientos. Los préstamos pendientes al sector petrolero de bancos regionales en América del Norte superan los $ 100 mil millones. Los bancos que financian a las compañías petroleras en Texas y Oklahoma vieron caer sus precios de acciones en casi un 30 por ciento. En los estados dependientes del petróleo, los presupuestos públicos se verán afectados a medida que los ingresos fiscales disminuyan drásticamente.

Al por menor. Varios minoristas importantes tienen relaciones de deuda neta a EBITDA que son demasiado altas para ser sostenibles en las condiciones actuales. Por ejemplo, Rite Aid debe $ 15.80 por cada dólar que gana. Para JCPenney, la proporción es de $ 8.30 a $ 1; para Walgreens Boots Alliance, es de $ 5.80 a $ 1. Office Depot debe $ 4.60 en comparación con cada dólar ganado.

Más allá del rescate

Rescatar a las empresas en dificultades, incluso tomarlas bajo propiedad pública por un tiempo, puede detener el sangrado. Y la burbuja eventualmente puede volver a inflarse con suficiente esfuerzo. Pero una repetición del rescate de 2008, que involucró una gran cantidad de dinero público pero muy poca regulación y planificación pública, solo significará una larga depresión seguida de una burbuja para los ricos. La economía estadounidense es una bestia enferma. No solo necesita dádivas y propiedad del gobierno, lo que está obteniendo, también necesita planificación.

Petróleo, aerolíneas y cruceros: estas son industrias de altas emisiones que, ante la crisis climática, deben transformarse radicalmente o dejar de existir. Con la propiedad y planificación del gobierno, estas industrias podrían ser desenrolladas y sus recursos redistribuidos.
Aunque COVID-19 desencadenó nuestra actual recesión, fue la indulgencia del 1 por ciento incorporado al rescate de 2008 la responsable de la profundidad y gravedad de nuestra actual crisis económica. Sin orientación, el dinero se vertió en el sistema financiero. No es sorprendente que floreciera junto con la dinámica mutuamente reforzada de los precios de las acciones artificialmente inflados y la creciente deuda corporativa.
La capitulación ante la glotonería de los financieros es profundamente injusta. Pero también es inviable en términos puramente técnicos. Sin restricciones a la avaricia, habrá otra burbuja y colapso y una caída más larga, más sufrimiento, mayor desigualdad y más inestabilidad social. Tenemos que obligar al gobierno a usar su poder legal y financiero para dirigir la economía estadounidense hacia propósitos más igualitarios, socialmente racionales y ambientalmente sostenibles. Tenemos que hacer que este rescate funcione para la mayoría de nosotros.
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Christian Parenti es profesor asociado de economía en John Jay College, City University of New York. Su libro más reciente es Trópico de caos: cambio climático y la nueva geografía de la violencia (2011). Su próximo libro es Radical Hamilton: Lecciones económicas de un fundador incomprendido (Verso, verano 2020).
Dante Dallavalle es profesor adjunto de economía en John Jay College, City University of New York.
La fuente original de este artículo es Jacobin
Copyright © Christian Parenti y Dante Dallavalle , Jacobin , 2020