miércoles, 20 de mayo de 2020

EL PERÚ NO LLEGA A SER UNA REPÚBLICA





 Estimados amigos:

Se alcanza este documento relacionado con el asunto tan importante de la igualdad ciudadana y que los gobiernos en 200 años no entendido lo que significa promover y consolidar dicha igualdad y lo que representa en un país que no llega ser república completa. Asimismo, en esa misma línea se insiste en el envejecido modelo exportador de materias y recursos primarios. Se resisten a innovar la economía por la diversidad productiva y soporte en la extracción de hidrocarburos y el gas. Este gas negociado po PPK a los mexicanos que a su vez lo revende. 

No son nada solidarios los políticos y los grupos económicos de poder, para renovar la vida de los peruanos que sin dejar de exportar tenemos que promover una economía que tenga como eje la diversidad productiva. Además, sus amigos de muchas publicaciones de tiraje nacional e internacional se han encargado de meter miedo a los peruanos de que si hay cambios nos cae las siete plagas de Egipto y sus ejércitos de intelectuales demasiado listos y que leen mucho, acompañados  por los millones de pobres -muertos de hambre material y mental.

Se agradece si diálogo,

Con los saludos de siempre,

Fernando Arce   


De: Fernando Anibal Arce Meza <fernandoarcemeza@gmail.com>
Date: lun., 18 may. 2020 a las 20:44
Subject: Parte final del primer capítulo
 
EL PERÚ NO LLEGA A SER REPÚBLICA COMPLETA, PORQUE EN SUS DOS CENTURIAS LOS GOBIERNOS DEL GRUPO CRIOLLO PLUTOCRÁTICO DE MENTALIDADES AUN COLONIALES NO ENTENDIERON LA IGUALDAD CIUDADANA EXCLUYENDO A LOS INDIO/MESTIZOS, NI TAMPOCO HAN ORGANIZADO EL ESTADO PROMOTOR QUE PARTICIPE PARA IMPULSAR UNA ECONOMíA DIVERSIFICADA DE PRODUCCION

 En el Perú los períodos de gobierno de su era republicana empiezan a tener continuidad, a partir de los últimos años de la década de 1820 al retiro las fuerzas militares extranjeras tanto de la dominación colonial española, como de la última división del ejército de la gran Colombia que formó parte de las fuerzas conjuntas que derrotaron a los españoles en las batallas de Junín y Ayacucho.
Hasta la capitulación de Ayacucho, el Perú tuvo cerca de cuatro décadas de lucha ideológica y militar dedicada a lograr su independencia del poder colonial del imperio español; asimismo, tuvo como referencias a dos acontecimientos importantes: la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica y la revolución francesa, de esta última no solo recogió, sino asimiló el mensaje ideológico de los escritores y políticos que hizo posible el triunfo de dicha revolución.
El proceso independentista del Perú no significó que sería el único movimiento en América del sur que se enfrentaría al poder colonial español, en los territorios circundantes como los casos de los otros virreinatos y capitanías generales también estuvieron en píe de lucha, hubo pues tanto una lucha individual, como después gracias al empeño puesto por sus lideres y caudillos se formaron alianzas para organizar ejércitos conjuntos.  
El periplo de esta lucha conjunta estratégicamente terminaría en el Perú, dado que era el centro del poder colonial español tanto por el tiempo largo de dominación, como porque en el virreinato de Lima se concentraban las mayores fuerzas militares.
Considerar que en los virreinatos de Nueva Granada y del Río de la Plata tuvieron tempranos ejércitos unitarios, teniendo en cuenta que estos virreinatos se crearon casi al final de la dominación colonial, y los españoles no concentraron el mayor poder armado como en el virreinato de Lima que era el eje central de la dominación de los territorios de América del Sur tanto político/administrativa, como en personal militar y logística de guerra; en esta situación el primer ejército aliado en llegar al Perú fue del Río de la Plata al mando del general José de San Martín; y después desde el norte, vendría el ejército de la gran Colombia al mando de Simón Bolívar.
Los ejércitos conjuntos son los que dieron el puntillazo final que liquidó al dominio colonial hispánico que tenía en una parte de Sudamérica, dado que el Brasil era una colonia del reino de Portugal, siguió un proceso distinto, de colonia pasó a reino –independiente de la corte lusitana- hasta que ya en el siglo XX se había convertido en una república; es decir, las ex colonias tanto de España como de Portugal convergieron en declararse repúblicas, aun cuando en cada caso hubieron diferencias tanto en los tiempos, como en cada proceso independentista.
En consecuencia, al ser repúblicas estos países toman el camino no solo de asumir el poder de gobierno; sino en condiciones de vivir bajo el régimen de la democracia, donde principalmente sus autoridades de gobierno debían ser elegidas por el voto ciudadano; así, como también se perfilan en sus avances con relación a la democracia de que ésta sea representativa enmarcada en el orden constitucional y los Estados de derecho, y de contar con una mayor participación ciudadana destinada al buen gobierno, lo que se efectivizaría recurriendo al escrutinio, a través del referéndum en especial cuando la ciudadanía es consultada, tal como ocurre en los tiempos actuales, cuando el Perú ha puesto al voto todo lo relacionado con la realización de las reformas políticas y judiciales.
Lo dicho en los párrafos que anteceden muestra que el Perú no es una singularidad tanto para convertirse en Estado republicano, como de organizarse en lo que hoy se denomina la democracia política liberal; en este sentido cabe manifestar que no todos los dirigentes, incluidos cada uno de sus ciudadanos fueron unánimes en aceptar esta concepción política; es decir, el acceder o no a las formas de organización que dependería de varios factores, siendo uno de ellos lo relacionado con lo que quedaba de los comportamientos y estilos de vida que procedían de densos residuos de carga colonial que, por cierto no ha sido fácil para quienes se consideraban parte de sus dirigencias, las que estaban ideológicamente convencidos de luchar por la independencia; sino también que al dejar de ser colonias, se tenía que participar y decidir sobre el tipo organización política de orden republicano liberal, de lo que significa igualdad ciudadana y de asimilar el régimen de vida democrática.  
LA PRIMERA CENTURIA 1821 a 1921
A la singularidad de cada país y del Perú en particular, sobre sus respectivas realizaciones como repúblicas se tiene que hacer las precisiones del caso, en cuanto si el Perú en sus casi doscientos años de vida republicana ha cumplido con la constitución política de 1822/23 no sólo haciendo suyos los objetivos de ser una república libre, soberana y democrática, los que llegarán a realizarse en cada uno de los gobiernos elegidos; sino que en el tiempo que iría pasando se encaminaba a consolidar su primera constitución, respetándola para lograr y  tener un Estado organizado afín de servir a todos los ciudadanos sin exclusiones de ningún tipo, como también por diversos acontecimientos y al paso del tiempo se efectuaran reformas formulando otras cartas constitucionales sin distorsionar los principios centrales de la primera constitución, estatuyendo disposiciones que coadyuven a las mejoras del país y que de acuerdo a los momentos se actualicen las condiciones de la vida en la república; sin olvidar que ésta forma parte tanto de la región sudamericana, como del mundo.
Hay necesidad de conocer y de sentir que en casi doscientos años de vida republicana, para el Perú cada centenario importa evaluar las realizaciones de su Estado, a través de los períodos de gobiernos, en el caso de 1821 a 1921, si se siguió la manera de elegir a sus autoridades que asumen las mayores responsabilidades: presidentes de la república, de quienes forman el poder legislativo y de cómo se habrían de designar a jueces y fiscales que constituirían el poder público para la administración de justicia sin excepciones.
Es decir, observar como autoridades y ciudadanía construyeron el Estado en concordancia a lo que, como república no abandonara los principios centrales y los objetivos que se ha mencionado y que partiendo de su primera constitución se habrá de construir, teniendo como antecedentes los avatares de la lucha libertadora, en que hubo dirigencias que estaban habituados a los autoritarismos heredados de la colonia y fueron quienes tomarían el poder de los gobiernos, sin importarles reflexionar sobre su adhesión a los principios ideológicos de la república independiente y soberana, más bien en el Perú primaron las conductas que movían a la gestión del Estado y los gobiernos en solo considerar mantener un orden público y reforzar sus divisiones militares en alerta de que los países vecinos pudiera invadir alegando que habían territorios en disputa, lo que explica porque desde el primer momento los gobiernos habrían de estar dirigidos por los mandos del ejército, considerados como “los libertadores de la república”.  
Asimismo, han quedado para que se pronuncie la historia si fueron republicanos creyentes de los poderes públicos de su división en las responsabilidades de gobierno y si los ciudadanos consideraron que dichos poderes cumplieron con brindar los servicios públicos, demostrando que el Estado se hacia presente en los territorios del país o no llegó, hizo exclusiones alterando los principios de la igualdad ciudadana y evitando que los gobiernos y el Estado no era de todos; siendo así, que tanto en el primer centenario se puso en evidencia que una significativa mayoría de peruanos oriundos desde la colonia los “indios del Perú”, los indo/mestizos y los neo indios, incluida una buena parte en camino al bicentenario no estaban calificados para ser ciudadanos, sin embargo, se burlarían de sus derechos y fueron sometidos a un oprobioso trabajo de la tierra, por el sistema de la hacienda, y que, implícitamente representaba un secuestro. Cabe preguntar ¿por que en el Perú “los indios del Perú” dejaban de ser ciudadanos en la república, al mantener ese tipo de vivir significaba repudiar la dignidad de persona humana?
La respuesta a manera de reflexión, los indios no fueron reconocidos como ciudadanos, como el resto de los peruanos, el retraso para no reconocer sus derechos, a pesar de que el Perú era libre, los indios vivirían al igual que en la era colonial, y donde hasta se puso en duda que eran seres humanos; el fraile Bartolomé de las Casas gana la polémica en la Universidad de Salamanca, sin embargo, los indios siguieron en condición de siervos y sometidos a la explotación y maltratos en contra de su dignidad.
En la república de la libertad, las dos terceras partes de la población nacional los descendientes de la cultura milenaria se le negaba ciudadanía, hecho que retrotrae al constatar que el resto de los peruanos llegan a ser ciudadano, una comparación de por si, representa una razón que gravitó en el Perú para ser una república incompleta, al excluir a millones de hombres y mujeres, evidenciaría la inequidad y la fragmentación social, en consecuencia en el país predominó la desigualdad en todos los órdenes.     
Cabe por razones metodológicas emplear las mismas premisas que, como síntesis de lo ya señalado en cuanto al segundo centenario republicano desde 1921 al cercano 2021, no sólo que cada siglo tiene lo propio; sino que en ambos hubo para el Perú los mismos afanes, éxitos de vida, crecimientos económicos, así también decepciones, fracasos y de no haber alcanzado a ser país desarrollado, reina la desigualdad social, aún queriendo emerger existen rasgos de atraso -calificado como subdesarrollado- y de ser un país más del tercer mundo, olvidando, no entendiendo o no conociendo de su historia milenaria y de quienes la habitaron crearon culturas sobresalientes, incluidos los incas los que lograron la cimiente del Tawantinsuyo, para ser la gran civilización andina, antes que lleguen los conquistadores.  
A esa grandeza, se sumaría el poderío del virreinato, el Perú siempre fue superior y relevante; por tanto, debe y le toca construir una republica completa, tratar de ser como los países de Europa y de Norte América, lo que representa dar validez a los ideales por lo que se había luchado durante la etapa de la independencia, donde no podía repetirse el status de vida colonial evidenciados en comportamientos domésticos y públicos excluyentes, represivos y autoritarios, incluidas las conductas corruptas, que son actos contrarios al orden republicano, donde no cabían, ni caben espacios en privilegios: patrimonialistas, patronazgos y enriquecimientos impropios que favorecen a los menos, con una contraparte mayoritaria donde abundan desigualdades y exclusiones, las mismas que se han ocurrido en su primera centuria y han continúan persistiendo.   
Específicamente, en el siglo XIX el tipo de gobiernos lo asumieron la mayor parte de los generales triunfantes de Junín y Ayacucho, quienes tomaron el poder, y donde la sucesión de los gobiernos sólo fue entre militares -aun cuando se disputaran las presidencias- y no de los civiles, pues éstos no aspiraban por el momento ser gobernantes y no tenían problemas para asesorarlos y ser ministros, porque por encima de todo, estaban asegurando sus intereses y privilegios que compartirían con los generales. Esto último configura que las relaciones establecidas no solo fue de amistad; sino fue para formar grupos de poder para asegurar sus intereses y privilegios tan semejantes a la era colonial.  
Sin embargo, en el Perú el congreso constituyente de 1822 que asumió la dirigencia ante el retiro de San Martín hasta la llegada del ejército de Bolívar y luego al retiro de éste, designaría al general José de la Mar presidente de la república, un militar de lúcida carrera, de los pocos generales que rechazaron obsequios como propiedades (haciendas) y de dinero; él tuvo desde el comienzo a dos frentes: el externo, acicateado por Bolívar y sus generales bajo el pretexto de reclamaciones de frontera con la gran Colombia; y en el interno, una pléyade de generales victoriosos que ante cualquier tropiezo del presidente La Mar, estaban listos para hacerse del poder, como sucedió con el golpe que el binomio Gamarra/La Fuente, que endureció al fuero militarista, por ser irreflexivo, corrupto e ignaro, lo que hacía ver las carencias de cualidades para gobernar, y que si recibió apoyo de los civiles, con quienes compartían privilegios para defender sus intereses, creándose grupos de poder. Este tipo de militarismo duró hasta la mitad de la década de 1840.
Fue Ramón Castilla un militar constitucionalista, de experiencia y gran conocedor de la vida peruana que puso fin a la behetría militarezca, la que tuvo mala señal en la dirección de los gobiernos, sobre todo cuando ya en la década de 1840 el Perú se encuentra que, el guano de islas se convertía en un excelente abono que requerían las tierras agrícolas de Europa, como los Estados Unidos, éstos se volvieron compradores del guano peruano. Esta riqueza puso en alerta a sus caudillos y a peruanos como extranjeros, parar buscar la paz y el apaciguamiento, el Perú volvería a gozar de su presencia resplandeciente en el comercio internacional y con la agregación de los valores de las exportaciones guaneras, dicha riqueza reanimaría financieramente el país y abría una perspectiva de cambio y progreso.
El Perú dueño de una situación boyante por la exportación guanera no pudo dejar de evaluar la situación interna en cuanto a la organización del Estado que por veinticinco años carecía de organización, lo que impedía el buen funcionamiento de la república, pues ante el desborde de los generales por alcanzar el poder, con tiempos recortados -un gobierno seguido del otro-, a lo que se sumó los intentos de establecer la confederación Perú/Bolivia, que desató una lucha entre pequeños ejércitos de cada caudillo militar y que una buena parte de ellos eran contrarios al general Andrés de Santa Cruz impulsor de la confederación.  
En estas luchas internas y de gobiernos efímeros, disputados entre ellos mismos, la estructura organizativa del Estado no existía, pasaba por estar desarticulada y primaba el desconcierto administrativo. Ramón Castilla realizó una reestructuración del poder ejecutivo aumentando el número de carteras ministeriales porque el país entraba a una etapa de recuperación política y económica la que traería mayores servicios públicos por atender con funcionarios calificados; asimismo, el segundo gobierno creó el consejo de ministros que le daba mayores responsabilidades y de participar en los debates de las cámaras legislativas, ello respondía tanto al orden establecido, como a la presencia pro activa del Estado.
Al volver asumir un segundo gobierno elegido, Castilla formó alianza con liberales dirigido por Pedro Gálvez  produciéndose dos importantes acontecimientos la derogatoria del tributo indígena y la libertad de los afro peruanos. La figura de Castila aumento en su liderazgo, recordar que en su primera administración donde desapareció el caos gubernamental y administrativo y los ministros civiles fueron reemplazados por personas capacitadas y conocedoras en el manejo de las instituciones ministeriales, y con mucha decisión para conformar y dar sentido de gobierno de país soberano y respetado.
Castilla fue el organizador del Estado porque en las anteriores administraciones se careció de fuerzas civiles permitiendo que los militares fueran presidentes. Gracias a la política de apaciguamiento, se comenzó por respetar los períodos de gobierno bajo las normas de la constitución y los ministros. En los dos gobiernos de Castilla los ministros no solo fueron personas destacados en la vida nacional; sino hubo ministros que fueron -opositores del accionar político- del dos veces presidente, el general Ramón Castilla.
El descubrimiento el guano de islas como un excelente fertilizante para la agricultura hizo posible que los países de Europa y los Estados Unidos compraran al Perú importantes cantidades de dicho fertilizante, y con ello el Perú volvió a su posición expectante no solo en Sudamérica; sino en el mundo internacional, al intensificar su comercio exterior gracias a las exportaciones mencionadas. Asimismo, las exportaciones del guano, hizo que el Perú tuviera un crecimiento apreciable de ingresos en el presupuesto de la república, estos al ser elevados dejaban en lugares muy distantes a otros ingresos provenientes de los tributos, los que apuras penas alcanzaban para cubrir los gastos corrientes, no pudiendo pagar la deuda externa que no pudo honrarse desde la independencia, tanto a la Gran Bretaña, como a los país de Sudamérica, en especial con Chile y Colombia.
El Estado peruano también tenía una significativa deuda interna producto de auxilios dados por particulares para la independencia no solo en dinero; sino en especies materiales, inclusive las confiscaciones y expropiaciones inmobiliarias, gastos de alimentación y de orden logístico, para los efectos de pagar la deuda interna se creó por ley del congreso la Caja de Consolidación, a la cual se le presentaría la documentación sustentatoria, a fin de efectuarse los pagos a  quienes les correspondían.  
La exportación del guano en su venta comercial y su acarreo fue realizada por concesionarios internacionales, poniendo en acción el negocio del guano, a la firma de contratos entre dichos concesionarios y el Estado peruano. Los precios estuvieron determinados por los cauces propios del comercio internacional entre los compradores de países donde se utilizaría el guano y las ofertas asumidas por las empresas concesionarias en representación del Estado; sin embargo, no faltaron problemas de rescisión de contratos y otros problemas que no tuvieron una afectación tan grave que no se vendiera el guano, a través de concesionarios quienes cumplían con entregar los montos producto de lo vendido de acuerdo a lo estipulado en los contratos de concesión.
Esta opción de que participarán en el negocio del guano los concesionarios internacionales en un primer momento, hizo posible que el Perú en tiempo relativamente corto tuviera los ingresos provenientes de la comercialización del guano exportado, lo que hizo posible pagar casi toda la deuda externa contraída por los préstamos para financiar los gastos de la independencia. Asimismo, una parte de los montos recibidos del negocio, una parte de estos ingresos pasaron a constituir los fondos de la Caja de la Consolidación para pagar a los acreedores de la deuda pública interna.
Posteriormente, de acuerdo a disposiciones y ley del congreso en 1849 y a dictámenes fiscales del poder judicial, el poder ejecutivo quedó comprometido que, a partir de 1862 el negocio de la exportación del guano estaría a cargo de los “hijos del país” quienes formaron la Compañía Nacional de Consignatarios, los que firmaron contratos con el Estado Peruano. Se entiende que capitales nacionales constituía esta nueva compañía de consignatarios.
El presidente y ciudadano Castilla fue un político de los que tenía la mirada vigilante, heredada del soldado de la ley Mariscal Domingo Cueto, al estar muy atento a los posibles devaneos de sus sucesores en el gobierno de los generales Echenique y José Antonio Pezet, los que cometieron actos que merecieron no continuar gobernando, motivando sus destituciones; empero, la salida de los mencionados generales paradójicamente fueron los reemplazos por gobiernos presididos por Ramón Castilla.  
El primero, José Rufino Echenique en su gobierno se produjo las falsificaciones a favor de quienes no les correspondían acreencias en la deuda interna consolidada, parientes y amigos cercanos al presidente manipularon el fraude. Con fraude o no se pagó, asimismo, los favorecidos parientes y amigos, se estimó que también se les pagó a comerciantes y terratenientes peruanos y extranjeros recibieron una significativa cantidad de fondos de la caja de consolidación. Echenique justificó que estos pagos habrían de convertirse en capitales para ser invertidos empresas productivas pro industria, aun cuando además los documentos fraudulentos de los bonos de la deuda interna y recibiera nuevos títulos de la deuda de la deuda externa producto de los negocios entre privados que en su mayor parte eran empresas y bancos extranjeros. 
El segundo, José Antonio Pezet primer vice presidente que asumió el gobierno -que dejó el  presidente Miguel San Román quien murió tempranamente- en cuya administración le faltó tino -deportó al general Castilla- y decisiones ante la llegada de la armada real española que se presentó a cobrar indemnizaciones de la guerra de la independencia, el general Pezet no midió las consecuencias de perder soberanía al aceptar el tratado Vivanco/Pareja, lesivo a los intereses del país, lo que trajo la repulsa del país.
En el primer caso Castilla levantó voluntades por una revolución de la moralidad y aliado a los liberales asumieron el control del gobierno; y en el segundo el vicepresidente Pedro Diez Canseco con el coronel Mariano I. Prado fueron los contestatarios más efectivos, ante la ausencia de Ramón Castilla deportado, en este último caso el reemplazo de Pezet – el vicepresidente Pedro Diez Canseco- tuvo que retirar Mariano I. Prado del gobierno.
Se convocó a la elecciones de acuerdo a la constitución siendo el coronel José Balta 1868/1872 quien asumió el gobierno, éste tuvo una política relevante de tratar poner en marcha los proyectos de construir ferrovías contando con el respaldo de la venta del guano; gestión que ya se haría a través del grupo de los consignatarios nacionales, a consecuencia de los negocios que hicieron estos, trajo aumento de la deuda pública. La nueva concesión de venta del guano fue pactada con la firma del contrato con la casa francesa Dreyfus.
Dar en concesión a esta casa significó que los consignatarios peruanos ya no entrarían en el negocio de la exportación del guano, lo que afecto mucho a este grupo de poder económico -dedicado a la especulación financiera y bancaria- combatió en contrato de Dreyfus con el Estado, porque perdía poder dado que el negocio de exportación del guano le permitía no solo ganar lo normal de un negocio; sino que le prestaba a los gobiernos fondos que eran de urgencia para atender los gastos públicos entre 1862 a 1869, a través de estos préstamos los consignatarios nacionales se enriquecieron y poder.
Gracias al contrato mencionado el gobierno de Balta consiguió hasta tres empréstitos y los pagos del concesionario Dreyfus cumplió con las primeras cuotas, luego hubo retrasos y postergaciones, lo que no permitió al gobierno cubrir los pagar de los empréstitos; asimismo, el contrato fue muy combatido por los consignatarios peruanos y en Inglaterra y Francia donde se realizaría el manejo de dicho contrato, hubieron revisiones y otros tramites que restaron flexibilidad, abuso en las formalidades en registros, amén de la timidez por parte del propio Augusto Dreyfus avivó su conducta al sentirse muy importante al aparecer como el “único dueño del guano peruano”; sin embargo, el guano peruano ya no tenía la preferencia y calidad de antes, pues habían nuevo fertilizante superior. El guano perdería valor de venta en el mercado internacional, una riqueza que le brindó falaz prosperidad.         
En esas condiciones y por otras transacciones se agravaría más la situación financiera de las cuentas fiscales y lo que traería aparejado las eminentes quiebras de los bancos, lo que hizo perder confianza tanto del interior, como del extranjero como país, a la vez la “casta militar” perdía espacio para las cercanas elecciones, aparecieran otro tipo de candidatos para presidir el nuevo período de gobierno, se hacia necesaria una renovación; es así, que en cincuenta años de vida republicana se elijaría presidente a un civil Manuel Pardo.
Pardo asumía por primera vez un civil la presidencia de la república y también por primera vez venía portando un programa de gobierno, el mismo que se fundamentaba por sus lineamientos en política económica (laissez faire), asimismo, tenía la voluntad de establecer un Estado de decisiones para realizar su plan de gobierno. En consecuencia, Pardo tenía que ser aguerrido y fuerte en su gobierno contrario al militarismo, parecería paradójico, porque su coraje se interpretaba que este perfil daba seguridad y paz interna, algo nuevo que los generales no habían brindado por las disputas por el poder y sus gobiernos duraban  poco por los sucesivos golpes, y con ello hicieron que el Estado como institución fuera débil, por la sed de poder desbordó a efímeros períodos de gobiernos.  
Cabe preguntar si un Estado organizado bajo un presidente decidido y dispuesto a realizar programas de gobierno, lo que nunca había ocurrido y teniendo como antecedentes un militarismo de “fibra guerrillista” ¿la permanencia de Manuel Pardo no pasaría por ser solo un intento? La respuesta sería que un gobierno será fuerte sin recurrir a demostraciones exteriores, su fortaleza se sustenta, en que si se cumpla con la constitución en cuanto a cubrirse los períodos presidenciales, buscando unidad de políticas y que el relevo de las autoridades no rompa las líneas trazadas por los órganos competentes, lo que legitima los ejercicios presidenciales. Esto lo comprendió Manuel Pardo al creer en la constitucionalidad y las disposiciones vigentes, habría pues correlación directa de portar programas y ceñirse a la constitución y el respeto y creer en sus planteamientos.
El gobierno de Pardo haría su gestión con lineamientos de política económica y cumplir con los objetivos propuesto para lo cual ejecutaría los programas de gobierno, muy distinto a las administraciones militares, sobre todo cuando el presidente en lo personal tenía trayectoria pública al haber desempeñado cargos como: presidente de la beneficencia, alcalde Lima y ministro relevante. Esta será garantía no solo porque las promesas se hagan realidades; sino que al contar con un equipo desde inicio de su candidatura a la presidencia, esto se interpreta que el líder y jefe del civilismo ostentaba como suyo un objetivo superior dirigido a cambios en el país, camino en el mediano plazo a ser república completa. .   
Empero, esto último no se cumpliría necesariamente porque la experiencia peruana fue y es que el Perú sería una de las repúblicas que sus gobiernos en casi los doscientos años no hubo liberales y primaron los gobiernos conservadores presididos por militares y civiles; así, en la primera centuria el único intento liberal fue cuando asumió el primer gobierno civil presidido por Manuel Pardo en 1872, este gobierno novedoso sería dirigido por una persona que reunía condiciones y experiencia, al igual que Castilla,valoró las cuestiones políticas; sin embargo, no llegaría a definir la exclusión de los indios peruanos originarios situación que resultaba controversial, porque Pardo habla de la incuria del indio, lo que significa que los indios del Perú en lo psico/social había desarrollado taras o vicios que los hacía casi imposibles de acceder a su redención e integración como reclama el puro republicanismo.   
Pardo con ello se desdecía de su posición liberal, al no tomar en cuenta la tarea de gobernantes y ciudadanos de dejar en abandono a los peruanos indios que representaban la mayoría nacional, ya en esos tiempos había políticos ideológicamente ilustrados que no compartían no tocar el tema, por el peso que observaba del clamor de una buena parte de ciudadanos, por la que la situación del indio quedara en statu quo; al no dar reportes Pardo porque así ameritaba el caso, este presidente y los otros después perderían imagen de  dirigentes y de presidentes, ellos no comprenderían que se debía poner coto a la vida de maltratos de los indios, lo que se convirtió el “problema del indio” un tema principal del país.
Empero, Pardo jugó por su política de gobierno, y aparece liderando otros cambios y reuniendo a sus equipos de trabajo no sólo desde la campaña a nivel central Lima; sino convocados a los dirigentes departamentales bajo programas de corte desarrollista, como si dice hoy, se debatían los programas que no hubo antes –adelantándose en el tiempo- y dirigido a intensificar el desarrollo ciudad/campo y procesar por tanto la descentralización, para ello no sólo acarreaba contar con equipos y cuadros de gobierno; sino también que los grupos económicos “la burguesía proindustrial” ¿dónde estaba? Esto último esos tiempos no mereció debates, los pretextos se dijo que el Perú sufrió una larga etapa de guerras civiles lo que impidió a quienes eran de la “elite burguesa” participaran, sin embargo, dejando la respuesta por incompleta ¿era cierto su existencia con condiciones de dicha burguesía?
En consecuencia, los ricos ex consignatarios no darán señales –en unanimidad- en apoyo al plan de Manuel Pardo para intentar reformas en los sectores económicos, incluidas las políticas de inclusión social en particular en la agricultura y la movilización campesina indígena, al dar manejo corporativo y asociativo comunal de sus tierras, quedan todo en la explotación de esta mayoría por el sistema de hacienda; amén del correlativo despojo de tierras de los campesinos y al maltrato de esas poblaciones por los terratenientes, incluidas las autoridades locales y del gobierno central.
En general no existió políticas de Estado de integración y reconciliación con las mayorías nacionales: “los indios del Perú”, porque no se comprendió en lo humano, en lo político, en lo económico y en lo socio/cultural quienes eran los milenarios “indios del Perú”. Sin las condiciones planeadas con lo comentado en párrafos anteriores con que Pardo llegó al ejecutivo y a compartir gobierno con el poder legislativo, para cambiar y además no siendo el mejor momento, pues las finanzas del país ya estaba en crisis, consecuencia del exceso de los empréstitos y de no poder atender los compromisos de una crecida deuda externa e igual de deuda interna, el Estado estaba imposibilitado para hacer frente en estos asuntos problemáticos, aun cuando Pardo negoció con Dreyfus un nuevo contrato guanero.
Manuel Pardo en síntesis ante la crisis imparable sin tener reservas humanas en gestores públicos y sin claridad en la promoción agraria en el autoabastecimiento y los temas de las otras exportaciones de la agricultura. Pardo no se desánimo y puso en marcha otros programas dirigidos a la descentralización en cuanto no solo para que el Estado frenara el centralismo que venía apareciendo; sino decidió reestablecer a que los departamentos tuvieran su propia vida. Sale adelante con la aprobación con la ley de los concejos departamentales y  provinciales que por la estructura y número de departamentos de 1874 del siglo XIX se asemeja al número regiones que se crearon entre 1989 y 1990 en el siglo XX; es decir, esta coincidencia en los espacios geográficos se diría que se justifica su excelente salto para el descentralismo que se hacía imprescindible en el Perú.
La persistencia de esta ley de los concejos, sin perder el optimismo en relación a que esta disposición sería sometida a  actualizaciones, no se habría producido un número apreciable de discusiones, ni el tiempo grande que se perdió en actos fallidos para hacer realidad la descentralización regional. La aprobación del proyecto de las concejos departamentales fue un avance para el tiempo en que se puso en marcha, contar con la voluntad del presidente y del congreso que decidieron aprobarla superó largamente, a los intentos de las primeras disposiciones que se dieron sobre las juntas departamentales.
El funcionamiento de los concejos tuvo aciertos en la escala de autoridad para gobernar con autonomía cada departamento y su relación con respectivos concejos provinciales, se calificó los ingresos que habrían de tener estas organizaciones especificando los tributos propios y los a transferir de acuerdo a ley de presupuesto, los tipos de gastos de responsabilidad de obligada competencia sobre las escuelas elementales o primarias, las distintas representaciones para constituir las directivas de los concejos provenientes tanto de sus concejos provinciales como de la sociedad civil departamental; los artículos constituían un documento perfectible.
Asimismo, el articulado expresaba a la vez la calificación de la ley y para la efectividad en el manejo del todo departamental, y que, para el tiempo resultaba no solo la nueva perspectiva en avivar el hecho de descentralizar; sino que era forma ordenada de que los miembros de las respectivas sociedades civiles asumieran responsabilidades de gobierno y que las participaciones eran realidades con decisiones que se tomaban en los entes públicos.
La ley de los concejos departamentales tuvieron un soporte que daba mayor impulso, cuando se dio la ley de educación donde los concejos se hacían cargo de la instrucción primaria obligatoria, para el momento que se vivía, el Perú estaría camino al progreso, cuando había preocupación por la educación que partía desde el más alto nivel republicano.
Otra ley general u orgánica por primera vez del presupuesto gubernamental o general de la república que de acuerdo a la constitución política de 1860 sancionaba su carácter bienal e igualmente de la cuenta general de la república, de sus respectivas aprobaciones por el congreso; de la división del presupuesto en ingresos y gastos corrientes y de gastos extraordinarios e ingresos extraordinarios. La especificación de esta división era significativa porque se evita el desorden de las cuentas por irregular, llegaba a faltar a ley de presupuesto y que escondía acto de corrupción. Así, no podía pasar, por un ejemplo lo gastos extraordinarios sin ser cubiertos con tributos, el tipo de gasto extra al imprevisto requería de un financiamiento especial. 
Igualmente, se hizo importante en la administración civilista de Manuel Pardo cuidar que su órgano especializado de fiscalización del presupuesto, como el Tribunal Mayor de Cuentas tuviera un comportamiento actualizado y que sus juntas examinadoras estén completas de personal adhoc, para ello se dictó un reglamento único del mencionado tribunal. Este reglamento fue el primero en dictarse.
Por último cabe relievarse que en la Universidad Mayor de San Marcos se creara la Facultad de Ciencias Administrativa y Políticas, cuyo decano el académico francés Pradiere Fodere dirigiría, a una pléyade de jóvenes que se prepararían como funcionarios y servidores públicos y privados en un estilo diferente para que la nuevas generaciones de profesionales y hombres de negocios, los que tenían un comportamiento tradicional posiblemente sin base académica para las tareas de administración y de gobierno. Inaugurar una facultad universitaria  con propósitos como los descritos no merecía abandonar este programa..
Algunos autores piensan que el Partido Civil no fue una fuerza liberal debido a ciertos puntos de su manifiesto. Basadre habló de «progresismo» antes que de liberalismo, habrá de ser un intento desarrollista por las circunstancias de cómo encontró su gobierno al país en una crisis que cada día que pasó aumentaban los asuntos financieros, lo que se hacía difícil poner en marcha programas de reforma y gestión pública de impacto, como la descentralización y su ley de los concejos departamentales y la ley de educación; algunos autores llegan a calificar de una combinación liberal/conservadora, y visos intencionales de un liberalismo guardando el contexto conservador.
Francisco García Calderón Rey miembro de la generación del 95 consideró en su exégesis  a Manuel Pardo de que “fue conservador sin ser irreductible, liberal sin ser violento” y “de haber sido una fuerza aristocrática, dejó su antiguo rigor y se transformó en partido de las clases ricas, aceptando en su seno a mulatos y mestizos” (García Calderón, Francisco: “Las Democracias Latinas de América”, pág 127).        
Pardo, a pesar de sus olvidos caso del problema del indio, se puso en marcha, intentó cambiar el rostro de país; sin embargo, no pudo contar con un grupo de elite que transformara y se avivara también para desarrollar al Perú; asimismo, no fue su período afortunado por la magnitud de la crisis, y que, se haría imposible salir de tan complica situación. Vendría la sucesión presidencial y después la declaratoria de la guerra por parte de Chile, que significó una desgracia nacional, a pesar defensa heroica que pusieron  muchos peruanos. La república no tuvo las armas ni pudo contar con empréstitos dado que se había atrasado y no podía pagar a los tenedores de bonos de la deuda.
En esas condiciones el Perú era un imposible enfrentarse debidamente al desafío chileno/inglés, y además nuestro aliado Bolivia que nos condujo -a esta guerra no infausta y repudiada- desde el comienzo no arriesgo nada y se dio por vencida.
Sobre estos acontecimientos de la guerra declarada cabe observar que si Pardo no hubiera sido asesinado, su presencia habría sido una manera de sortear tamaño problema para el Perú, a pesar de las irregularidades y errores de la gestión política y de gobierno de su sucesor Mariano Ignacio Prado. Al igual que éste, Pardo mantenían amistades con dignatarios chilenos, así como era un hombre de contactos con los dirigentes de los países que participaban en los negocios de la exportación del guano y el salitre, amén conocer el tipo presiones de las empresas y casas europeas acreedoras de las dudas peruanas.
Ellos habrían sido buenos arreglistas, a fin de evitar esa declaratoria de guerra, Prado presidente hubiera tenido en Manuel Pardo el mejor ministro de relaciones exteriores y a la vez, al embajador plenipotenciario idóneo para negociar ante el gobierno de Chile. Además siendo el jefe del civilismo y contando con su experiencia política Manuel Pardo no podía dejar de ser reelegido presidente, a buen seguro, su carrera presidencial no podía tener obstáculos que impidieran llegar a la cúspide de ser el estadista que Perú no tuvo. Pardo habría sido el notable negociador y embajador de la paz antelada con Chile. 
La guerra del pacífico nos colocó mucho más débiles como república y cargando una ancha y exigible deuda, particularmente la externa, donde antes y durante la guerra se coaligaron para cobrar personajes  y países formando una organización que obligara al Perú a la firma de un contrato no tan semejantes a los contratos de compra/venta del guano. En esta  oportunidad los arreglos y sus efectos eran muy complicados, tenía que ser pagos no sólo de orden financiero; sino de otras formas de atender a los acreedores. Un documento de liquidaciones e indemnizaciones de guerra con el país ganador y con empresas especialmente inglesas, pero que jugaban a favor de Chile y de los variados acreedores.  
El contrato que se firmó con la Casa Grace tendría esas condiciones y ya sabemos lo que significó para el Perú pagar mensualidades y anualidades, entregar el guano remanente,  perder el salitre y abrir al país a las exigencias de los acreedores reunidos en la Peruvian Company, y que no se perdía de vista con Chile la sensible cesión de territorios.
Al término de la guerra el gobierno de la república la tomó una nueva ola militarista que, después del Tratado de Ancón como el país vencedor tuvo que firmar. Empero, Cáceres tendría que hacer frente a la penosa tarea de recuperar territorios y la rehabilitación moral, política, física y económica del Perú. Cáceres y sus compañeros de armas no solo fueron los que expulsaron a Miguel Iglesias del poder; sino el gobierno ya a su cargo tenía muchos asuntos por resolver y cuestiones de orden internacional tanto por arreglar pagos, como otras exigencias que en párrafos anteriores se ha señalado por su máxima significación, como la soberanía de la república.
Empero, Cáceres como el caudillo general de los períodos de la nueva administración de los militares tanto él, como sus sucesores se responsabilizaban de una gran tarea, siendo así que al presidente Cáceres comenzaría la reconstrucción, pero no se tenía los medios financieros necesarios y estaba muy presionado como se ha dicho por los tenedores de bonos de la deuda externa, la que era impagable. La Casa Grace. a nombre de los acreedores prácticamente obligó en el primer gobierno de Avelino Cáceres desde 1886 a tener reuniones sobre el alcance y contenido que terminaría con la firma de un contrato.  
Esto último coloca a Cáceres y sus sucesores en responsabilidades irrenunciables, razón para evaluar que el general Cáceres su papel era otro, ya no del guerrero corajudo casi invencible, paradójicamente el luchador nacionalista, para conservar los territorios de frontera se convertía en un obligado negociador ante empresas dispuestas y decididas a firma lo que fue el Contrato Grace, el cual permitía a diversas empresas europeas, en especial inglesas a cobrar las deudas y entregar a empresas la explotación de las riquezas del país, bajo exoneraciones y casi sin arbitrajes. Avelino Cáceres fue el presidente  arrinconado por los empresarios europeos que salían favorecidos por una guerra, a la que el Perú nunca debió entrar, porque tanto Chile, como sus “mecenas ingleses” lo decidieron. 
El papel nada recomendable del presidente Cáceres en el frente externo sería del vencido; sin embargo, el país tenía que reconstruir lo arrasado por Chile el Perú no solo los puertos y ciudades incendiadas, sin ejército y sin barcos de la armada; sino tenía una población diezmada y sin ingresos. El Estado no contaba de recursos como para levantar casi la totalidad de su infraestructura agobiada por el violento ataque del enemigo. .     
Cabe preguntar ¿Cáceres podía asumir con sus partidarios, para conseguir unidad y apoyo de las fuerzas vivas, las impropias llamadas elites que les tocaba recrear negocios siguiendo la misma línea económica antes de la guerra o era la oportunidad para crear una economía productiva y de base pro industrial? El tiempo diría cual sería dicha línea económica.  
Los gobiernos del segundo militarismo tuvieron hasta cuatro gobiernos: el primero fue presidido por el General Cáceres de 1886 a 1890 el que contó con el apoyo del civilismo,  a pesar que éste perdiera las elecciones, en este período se supo aprobar la ley de las juntas departamentales de 1886, para que poder central cediera responsabilidades en gastos propios de los entes descentralistas, las juntas tendrían que autofinanciar sus presupuestos lo cual era en lo inmediato, para aliviar a un gobierno central sin fondos, ni recaudación; sin embargo, esta financiación propia debió hacerse duradera, porque después las juntas estarían en peligro de perder funciones, porque el gobierno central al recuperar su estado financiero volvería a ser el ejecutor de obras y de otras acciones en los departamentos y provincias. El caso más evidente fue que se les exoneró de gastar en la educación primaria, ocurrió en el primer gobierno de José Pardo, cuando éste decidió asumir la responsabilidad en toda la instrucción primaria pública, la misma  que se hizo de carácter obligatorio. Estas decisiones mostrarían el carácter centralista.
El segundo gobierno fue presidido por el general Remigio Morales Bermudez de 1890 a 1894, faltó muy poco para el terminó del período el presidente falleció; sin embargo, el primer presidente Pedro Alejandrino del Solar no asumió la presidencia. El General Cáceres impuso al segundo vicepresidente Coronel Justiniano Borgoña, el que disolvió el congreso y dio una nueva ley de elecciones municipales que designaría a las autoridades municipales y locales; asimismo, se convocaron a elecciones que con fraudes asumió un segundo gobierno el general Avelino Cáceres su período comenzó en 1894, pero la imposición para acceder al gobierno, su autoritarismo y por no realizar en casi diez años una efectiva reconstrucción, las fuerzas políticas no estuvieron conformes con estos gobiernos militares y rehabilitar su economía partiendo del contrato Grace.
Una revolución civil/demócrata jefaturada por Nicolás de Piérola después de diversos enfrentamientos con las fuerzas del gobierno obligaron a que el cuerpo diplomático auspiciara que el general Cáceres renunciara ante una guerra civil con peruanos muertos La destitución de Cáceres representó: ¿“el nunca más de gobiernos militares”? El partido demócrata de Piérola y los dirigentes del partido civilista y éstos en su nueva hornada apuntaron a una coalición de gobierno, presentándose a la convocatoria a las elecciones de 1895, siendo su primer presidente elegido Nicolás de Piérola, su gobierno sería el preámbulo para diversos períodos de gobierno que establecía la república aristocrática con los siguientes gobiernos civilistas.
El accionar del gobierno de Piérola –el jefe y caudillo del partido demócrata- prácticamente fue quien impulso la marcha de la recuperación, bajo una política de Estado de reconstruir lo destruido en la guerra del Pacífico y de la recuperación económica de cara al siglo XX –y las acciones en lo prescrito del Contrato Grace-.
Piérola tuvo un período de gobierno sin alteraciones y realizar sus programas como el intentar que el derecho al voto ciudadano a partir de los 21 años para todos los hombres alfabetos, se terminaría el voto censitario y el proyecto de crear un Jurado Nacional de Elecciones. Y, en cuanto a lo económico, se optó por el sistema de moneda del patrón oro, a fin de frenar la depreciación del tipo de cambio. Además, se establecieron compañías de recaudación –nuevos concursos de empresas privadas de recaudación, lo que hizo ser efectivas- que hicieron gravar al azúcar, el alcohol y el tabaco, lo que creó una fuente de ingresos, a partir de 1900 y redujo la importancia del arancel posteriormente.
Por último se comenzó con la apertura de bancos privados de capitales extranjeros, como el Italiano que se quedó en el Perú cambiando de nombre por el Banco de Crédito del Perú e igualmente pasó con la explotación minera, aun cuando un buen grupo de mineros peruanos de solvencia y experiencia estuvieron presentes antes y después de la recuperación, se sumarían a la llegada de empresas mineras inglesas que estaban incluidas en el Contrato Grace (Thorp, Rosamary y Bertram, Geoffry: “Peru 1890-1977 Crecimiento y Políticas en una Economía Abierta”, pág 42).
La instalación de industrias fueron de capital extranjero y en general en la economía, tuvo “un crecimiento hacia fuera sobre la economía, con leves efectos sobre la economía, que operaban en estrecha alianza con las clases altas del Perú. Como hemos visto, este control afectó muchas veces muchas áreas de la economía, incluyendo sectores que fueron trabajados por capitalistas nacionales en la década de 1890” ((Thorp, Rosemary y Bertram, Geoffrey: “Peru 1890-1977 Crecimiento y Políticas en una Economía Abierta”, pág 207).
Empero, en la cita anterior requiere de una ampliación, los autores Thorp y Bertram explican “la razón por la cual las dos primeras fases de crecimiento de las exportaciones de las exportaciones (1890-1930) no condujo  a un crecimiento autónomo” y que “la declinación de la industrialización fue el indicador de la declinación del mismo ´capital nacional’. No hubo conciencia política de adoptar medidas proto-industriales, ya que los industriales dudaban de las ventajas del proteccionismo (estos además tenían intereses en el comercio exterior) o no formaban parte del gobierno” (Thorp, Rosemary y Bertram, Geoffrey: Ob cit: págs 211 y 212 y 209).
Las apreciaciones de los dos párrafos –con las citas- son ratificadas, pero merecen ser esclarecidas por lo que señala Peter Klarén: “las diferencias de lo que usualmente se cree, no parece que los mineros nativos se hayan visto forzados a vender al capital extranjero ya sea por una crisis económica o por su incapacidad para desarrollar sus posesiones. Más bien, la decisión de vender parece haber sido dictadas exclusivamente por el precio y las distintas evaluaciones hechas por los intereses mineros locales y los de los E.E.U.U. sobre el potencial futuro de la industria. Es más, los empresarios mineros nacionales que decidieron vender amasaron una gran e inesperada ganancia financiera con la venta de sus acciones” (Klarén, Peter: “Nación y Sociedad en la Historia del Perú”, pág 260).
En síntesis, la recuperación necesitó la presencia del capital extranjero incrementado y a desde su impulso inicial ante la presencia de un hombre “tan exigente” en la política y la dirección del Estado como Nicolás de Piérola; sin embargo, los siguientes períodos fueron asumidos por la dirigencia del civilismo no solo los presidentes elegidos; sino el ejercicio de los gobiernos respondieron a dirección hegemónica que acarreó tensiones políticas y enfrentamientos con quienes formaron los nuevos sectores que surgieron como consecuencia del modelo exportador tan deseado por el civilismo.
Los mayores opositores al modelo económico estuvieron en primera línea los grupos medios porque no había lugar en gobierno, los siguientes fueron los asalariados en general que protestaron cuando los precios de los alimentos del diario vivir, incluidos después por la lucha por el menor números de la jornada diaria del trabajo. En síntesis el mayor costo de vida y la reducción de la jornada de trabajo no solo movilizaron a los asalariados; sino se llegó a potenciarse de menos a más la cantidad y permanencia de los sindicatos de orientación anarquista. Estas oposiciones motivaron el no control por parte del gobierno y puso en caída la permanencia del civilismo en el poder.
Asimismo, desde fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX en las administraciones netas del civilismo ese fueron creando sociedades que agrupaban diversos sectores de la producción. Robert Scott lleva a recordar a estas organizaciones denominadas fuwezas vivas (como hoy la CONFIEP) que estuvieron estructuradas de manera que: “los presidentes de unas diez asociaciones funcionales se reúnen regularmente para tratar diferencias de las organizaciones miembros y resolverlas en privado en la medida de lo posible”, como también ejercen presión a los gobiernos “teniendo en cuenta que los miembros pagan una proporción muy grande de todos los impuestos recaudados en el Perú y que tienen muchas otras maneras de hacer o deshacer un régimen” (Scout; Roberto: “Las Elites y la Modernización Política, pág 145).
A pesar de la hegemonía del civilismo conservador aparentemente fuerte, se debilitó por ser exclusivo y no pudiendo controlar los constantes embates de las diversas oposiciones político sociales, en cualquier momento caía, el solo ganar las elecciones el movimiento jefaturado por Augusto B. Leguía fue suficiente para que el partido civil sentenciara su desaparición tanto de gobierno, como de la vida política.  
APRECIACIONES FINALES DE LA PRIMERA CENTURIA                      
Se puede señalar sin duda que en el primer siglo de nuestra república no hubo avances de realizaciones que cumplieran con los objetivos que se declararon como ideales que se sostuvieron no solo para el logro de la independencia de la monarquía española; sino que los objetivos citados tenían como destino mayor establecer la república peruana libre del estilo de vivir en una colonia e inclusive de los vestigios de ésta, en razón a que todo ello se convirtieran en barreras que llegarán a distorsionar los ideales republicanos y de la nueva institucionalidad, la misma que sería distinta a la de la era colonial, porque los momentos pasados que formaban una cadena de situaciones tanto de vida, como de relaciones sociales que los peruanos aparecían como súbditos del rey de España.
Es decir, lo dicho en el párrafo que antecede es que no se esperaba de lo que debía ser una república libre y soberana donde no sólo la igualdad ciudadana marca el pasó y que permitiría validar el republicanismo; sino que quienes eran adictos a las premisas libertarias, no todos compartirían esos ideales igualitarios, aparecerían diversos grados de entender en crear y organizar la república, de los que estaban convencidos y de quienes poco les importó vivir en el Perú siendo república democrática.
Hay quienes no estar convencidos ni tampoco hubo un grupo importante de quienes valoraran que ya era hora de incluir a la mayoría nacional constituida por los indios no sólo al reconocer su etnia/cultural; sino porque eran peruanos libres como las otras etnias. Ni aquellos que al haber sido presidentes y que por sus actos se les consideraban líderes provenientes de agrupaciones elitistas, los casos de Ramón Castilla y Manuel Pardo, incluido Nicolás de Piérola quien intentó un gobierno desarrollista al fin del siglo XIX -después de la depresión del país por la derrota en la guerra del Pacífico-, ellos como el resto de presidentes y la mayoría de dirigentes políticos y económicos no comprendieron que la participación que los indios como ciudadanos de pleno derecho, rompiendo su condición de excluidos, compatriotas abandonados a su suerte, estando en la situación de pobreza, explotados por los hacendados y que vivían en especial las regiones de las cordilleras.
No haber incorporado a los indios, neo indios y mestizos que no llegaban a sumarse con el resto de la población, para ser sujetos del proceso de inclusión propio de las repúblicas independientes, al no reconocer la igualdad menos podía proclamar el inicio de un proceso de desarrollo, donde no había una elite renovada y pro industrial -en lo económico- ni hubo dirigentes en lo social que a la vez promovieran una cohesión interciudadana, todo ello bajo una política de Estado trabajada para ser nación –sin homogeneidad forzada- sino en términos del respeto a las variedades culturales se potenciaría el Estado/nación, un presente que reforzaría la condición geopolítica del Perú en la América del Sur.  
El liberalismo inspirador de la ideología independentista y de la creación republicana no caló en los peruanos en esos momentos históricos: tanto el soplo inspirador, como el soporte y sostén se adentraría en los peruanos que no solo dejarían las dudas para decidir los cambios, abandonando los vestigios de la colonialidad; sino a la vez no avivaron la conceptualización de lo que representaba la “igualdad ciudadana”. No era aún posible la inversión extranjera inglesa que, representara instalar industrias, el comercio bilateral era muy superior por parte de los ingleses en relación a la parte peruana, una de las razones que el Perú estaba enfeudado bajo los intereses de la Gran Bretaña, esta preponderancia, el salto desarrollista no podía realizarse en el corto tiempo, aun cuando el Perú ya tenía una economía de producción exportadora en este período de Pardo: primero del guano y de lanas, como después del algodón y la azúcar.
El Perú republicano en este período de la primera centuria no tenía una burguesía pro industrial, eran grupos económicos cuyos miembros eran amigos y socios de Manuel Pardo Pardo estuvieron más dedicados a las actividades de las transacciones bancarias y especulativas financieras, carecían del acicate de marchar por una economía productiva, eran herederos de ser los criollos segundones de padres españoles de la colonia, dirigentes de la exportación de oro y plata, donde lo único que se transformaba ocurría en los obrajes, donde sus tejedores eran indios e indias que laboraban en una situación de explotación y sometimiento servil, lo que siguió en la república, y que, también en ella el grupo de poder económico despertó y estuvo listo para sí entrar en los negocios de exportación del guano, en especial del período 1862 a 1868 en que los consignatarios nacionales se comportaron como avivados prestamistas del Estado, los “hijos del país”, un grupo de poder que ganó mucho, pero que poco les importaba las inversiones productivas.
Poner en marcha todo este conjunto de determinaciones conceptuales y pistas de acción para encaminarse por una completa independencia, no hubiera habido gobernante –presidente, legislador y autoridad- cualquiera que fuere su nivel no podía por más de estar dispuesto, ni menos secuestrado por quienes participaron mentirosamente de haber pasado por ser partidarios de la libertad, y que como bien sabemos no cabía en ellos renunciar a su pensamiento y de vivir semejante a la superada era de seguir como en la colonia.
Estos últimos fueron los conservadores -tocados y adictos al anticambio-, ellos no tuvieron complejos de culpa de haber sido ministros, colaboradores y seguidores de los mayoritarios gobiernos militares y/o de los pocos civiles que gobernaron durante la primera centuria de la república comprendiendo casi todo el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Estos gobernantes y los civiles –los ayayeros vestidos de negros que mencionaba el expresidente Gamarra- mantuvieron relaciones estrechas, para defender sus privilegios compartidos, y que, son negativos para una república de la igualdad ciudadana y soberana. Al no haberse construido el edificio completo de la república, los privilegios y la inequidad reinó, porque el partido de los liberales no fue y serían pocos los adherentes plenos y los simpatizantes entre dirigencias y ciudadanos de ese movimiento en la primera centuria.
El peruanista y sociólogo francés Francoise Bourricaud recoge del escritor Hugo Neyra en el diario “Expreso” –5 de junio de de 1962- el comentario del ideólogo de los conservadores peruanos José de la Riva Agüero en su trabajo “Paisajes Peruanos” comentó sobre la conducta del grupo civil gobernante que decía: ”al mismo tiempo, es medrosa y para impedir las explosiones que teme, siempre dispuesta a confiarse al ´gendarme necesario’ sobre quien ´se descarga de buena gana de las responsabilidades del poder’. Los ´cesares locales’ ejercen la violencia en su nombre. Adopta una actitud de ´parásito’ y solo se mantiene en ella en merced a un ´arte de la manipulación’ en que se resume toda su sabiduría política”. Las aseveraciones de Riva Agüero del citado gran ideólogo de la primera parte del siglo XX sea mejor él quien trate con severidad a la oligarquía peruana, al llamarla: “¡pobre aristocracia colonial, pobre boba nobleza limeña, incapaz de toda idea y de todo esfuerzo¡ En el vacío de su ineptitud dejó, se levantaran los caudillos militares”, y refiriéndose a la calidad como grupo plutocrático y de los grandes negocios, José Riva Agüero dice: “en el alma de tales negociantes enriquecidos ¡que incomprensión de las seculares tradiciones peruanas, qué estúpido y suicida desdén por todo lo coterráneo, qué sórdido y fenicio egoísmo¡” (Bourricaud Francoise: “Poder y Sociedad en el Perú Contemporáneo”, pág 48).  
En síntesis, se abrió paso desde 1826 la presencia tanto de quienes poco les importó concebir república independentista, como de los partidarios que no sentían dejar sus vivencias y heredades coloniales; las exclusiones no solamente alcanzó a los indígenas y los afroperuanos costeños, también entraron en ese círculo los mestizos costeños por un buen tiempo. Amén, de que se fue tejiendo y estableciendo una sociedad y una economía de tinte neo colonial, porque si bien los españoles, sus grupos altos fueron expulsados o se retiraron habiendo tenido presencia física y dirigencia como casta colonial.
Empero, los dirigentes de la nueva neo colonialidad se decidiría el nuevo escenario de la primera centuria republicana. Ellos dispusieron y manejaron tanto el comercio exterior, como el mediano y el gran comercio al interior de la república, pero fueron extranjeros los primeros concesionarios y consignatarios del guano; sin embargo, se desarrollaron como grupo los comerciantes llamados “los hijos del país” que desde 1862 de acuerdo a ley del congreso y dictamen fiscal tomaron el negocio de exportación del guano como concesionarios, formando la compañía nacional de consignatarios que firmó contrato con el Estado para participar en el negocio de acarreo del guano hacia los mercados de Europa, y que entre otras “hazañas” fue prestar a los gobiernos adelantos para financiar las urgencias del tesoro público. Los consignatarios se hicieron más ricos y no concurrieron a ser el grupo impulsor y a la vez que no asumiera su puesto de ser la llamada la “burguesía nacional” destinada a promover y crear la economía productiva y pro industrial.
Específicamente sobre esto último Heraclio Bonilla dice: “hasta mediados del siglo XIX, el grupo tradicional no pudo restablecerse económicamente. La depresión de dos décadas finales del siglo XVIII, las guerras de la independencia y los subsecuentes disturbios entre los caudillos militares, al parecer habían sellado definitivamente su suerte. Esta clase no disponía ni de capitales ni había captado la fuerza de trabajo necesaria para operar su restablecimiento. Pero, de repente, las operaciones financieras de la consolidación de la deuda interna en externa, pusieron en sus manos una gran masa de dinero en efectivo. Dispusieron de los medios necesarios para fortalecer su situación, a través de la inversión productiva de esos capitales. Pero ellos escogieron un camino distinto”. (Bonilla, Heraclio: ”Guano y Burguesía en el Perú”. págs 39 y 40).    
Como se ha expuesto este grupo tradicional heredero del vivir colonial por razones de su condición de criollos que, por cierto se quedaron comenzando la lucha por la independencia; sin embargo, los españoles y su familia criolla mejor dotada en riqueza y probablemente más ilustrada abandonó el Perú para irse definitivamente a España. Es decir, los criollos de menores recursos y sus herederos sería los que formaban este grupo quienes escogieron ese camino distinto, al ser los consignatarios que ocuparán “una posición excepcional de dominio y de control sobre un Estado en permanente déficit  Ellos, al asumir la venta del guano, podían además actuar como prestamistas de un Estado en permanente hambruna monetaria, para lo cual bastaba convertirse en agentes financieros del gobierno en el levantamiento de nuevos empréstitos extranjeros. Ellos estimaban, en suma, que la inversión de sus capitales en préstamos al Estado, constituía una operación mucho más lucrativa que la inversión de estos capitales en la agricultura o en la minería”. (Bonilla, Heraclio: “Guano y Burguesía en el Perú”, pág 40).
Este grupo tradicional prefería ser comerciantes, en este caso de consignatarios nacionales de la venta del guano, antes que ser inversores productivos, se le puede denominar: la burguesía del Perú republicano, porque habiendo pertenecido a un grupo social en la colonia donde de una manera u otra participaron en la lucha por la independencia o simplemente nacidos y arraigados en el suelo peruano los convertía en ciudadanos convencidos de vivir en una república libre, estos son necesariamente la burguesía y por tanto en los productores de una economía capitalista, dado que la revolución de la independencia se desarrolló en una América en que ningún nuevo país se había producido un salto hacia una sociedad socialista o comunitaria; es decir, la república del Perú llegó a ser tal en y para desarrollarse en una sociedad capitalista, se explica entonces que los consignatarios peruanos les correspondía ser los mandamases de la economía del país que en la colonia se distinguió por ser exportadora de los recursos mineros oro y plata.
Es de observar que en el Perú republicano tenía un grupo social los criollos de la colonia con algunas riquezas, pero no estuvo dispuesta a crear economía pro industrial, aun cuando la misma estaría de menos a más convencida de vivir en una sociedad republicana, y que muchos participaron en la liberación colonial.  
Este grupo se quedó sin asumir su papel que le correspondía, sin embargo, no accionó para cambiar su país y también para asumir ser gobierno, tanto es así que los peruanos del uniforme y los generales victoriosos, en particular considerados “libertadores” fueron los que rápidamente se hicieron del poder político, y que luego formarán alianzas de privilegios e intereses con los civiles, y que, sin importarles que frente a ellos existía la mayoría de los compatriotas, los indios del Perú que, vivían en la zonas rurales de la sierra, nada tenían; y en encima de pobres seguían sometidos a los dueños de las tierras, y lo paradójico es que siendo las cuatro quintas partes de la población eran excluidos de la sociedad republicana.  
Coincidimos con lo que dice Heraclio Bonilla los llamados a ser productores “fundamentalmente se dedicaron al mero comercio especulativo y cuando colocaron parte de sus capitales en la agricultura, para producir algodón o para producir azúcar fue para devenir en una clase rentista” (Bonilla, Heraclio: Obra citada, pág 44).
Eran también rentista cuando se apropiaban “del excedente generado por una mano de obra asalariada no capitalista, y para someterse a las exigencias de un mercado internacional que escapaba a todo control”. Al ser consignatarios nacionales del guano, “por ella sola la venta del guano en mercados cuyas reglas  escapaban a su control y a su comprensión. Tampoco su fuerza económica era tan grande como para no recurrir más al concurso del mercado monetario de Londres. Uno y otro caso ellos requirieron el auxilio de un aliado más poderoso: la casa inglesa de Thompson Bonar” (Bonilla, Heraclio: obra citada, pág 44).
Esta sujeción a los ingleses, en los años posteriores a la guerra del pacífico y a la obligada firma del contrato Grace fueron los socios menores y limitados en los negocios del predominio que tenían los ingleses en inversiones de casi todos los sectores: minero, agrario, industrial, bancario y comercial en. Luego, vendrá la etapa de dominio de los Estados Unidos de Norteamérica en plenitud con los gobiernos de Leguía y los que continúan en la segunda centuria. Las elites republicanas no fueron tales, eran grupos económicos que por su falta de capacidad para arriesgar en invertir buscaron esta vez a la inversión extranjera y son socios menores subalternos del gran capital.
La nueva hornada del civilismo o el segundo civilismo tuvo en Manuel Candamo su director de mayor realismo, frente a los inquietos jóvenes Francisco García Calderón, José de la Riva Agüero y Víctor Andrés Belaúnde, intelectuales e ideólogos que intentan crear el partido nacional y proponían la innovación tecnológica, el asemejarse a los países europeos sea Francia, la misma Inglaterra, España con los vascos y Alemania, tanto que deseando que llegue una migración selectiva -dejar la migración china y japonesa- que respondía al  estudio científico de la sociedad peruana en cuanto a la “mejora” no solo productiva; sino en términos de “calidades en raza”, aun cuando para este tipo de migraciones no se dieron en las proporciones soñadas; ampliar la intervención de los grupos medios; y dar un renovado rostro por la modernización.
Las propuestas de los jóvenes amigos del civilismo no serían tomadas en cuenta por los conductores de los gobiernos del neo civilismo, quienes serían prácticos, como señala Ernesto Yepes a favor del modelo exportador, no haciendo caso a la intermediación política y optimista de los líderes juveniles. Candamo diría “el bienestar y prosperidad de los pueblos modernos están vinculados al desarrollo de su comercio, y, para el Perú, el desarrollo de su comercio exterior es casi una exigencia vital. Protegerlo y fomentarlo es uno de los más imperiosos deberes de los poderes públicos” y “el comercio exterior ha sido y seguirá siendo para el Perú, uno de sus poderosos  medios de civilización y cultura” (Yepes, Ernesto: “PERÚ  1820-1920 Un siglo de desarrollo Capitalista, págs 190 y 191).  
Este segundo civilismo tendría la mayor responsabilidad del manejo del país, la llamada república aristocrática tendría sus prohombres de presidentes sea Manuel Candamo, José Pardo y Barrera, inclusive Augusto Leguía, ellos dominaron la escena política y económica de: la recuperación; la práctica del modelo exportador; en cuanto a su consolidación y al transito del proceso de la dominación externa –Inglaterra/Estados Unidos-.
Empero, si bien el civilismo se cubrió de ser ellos la república aristocrática, ello motivo protestas por la soberbia excluyente, por ejemplo al desplazar a Nicolás de Piérola, a quien ni como candidato lo querían para ningún cargo, y si bien tuvieron que aceptar forzadamente la candidatura y de presidente de la república del demócrata Guillermo Billinghurst en 1912, le dieron el golpe congresal la mayoría civilista designando al coronel Oscar R. Benavides como presidente provisional, y luego se elije presidente por segunda vez José Pardo.
La hegemonía política civilista saldría airosa, sin embargo, surgirían problemas por el frente externo antes y después de la primera guerra mundial que provocó la bajada de precios de los productos de exportación, a pesar que se superó, hubo deterioro en el orden interno.
Así, el costo de vida en el país se elevó afectado de manera contundente a todos los que recibían salarios, porque ante las modificaciones de los precios de la azúcar y el algodón, los productores de pan llevar se vieron obligados a dejar de cultivar dichos productos en el caso de la agricultura, para cultivar los productos de exportación; en consecuencia, hubo escasez y irremediablemente se produjo alzas, lo que motivo que los asalariados protestaron con huelgas en diferentes puntos del país. Asimismo, las fuerzas laborales de las haciendas de la costa, los textiles de Lima y los mineros del centro se fueran organizando, lo que hizo que estas organizaciones anarcosindicalista endurecieran su oposición al civilismo.   
La dirigencia del gobierno civilista ya en los inicios del siglo XX fue perdiendo vigencia sobre la población, no pudiendo controlar las movilizaciones de protesta en especial de los trabajadores,  y que incluiría la lucha por las ocho horas por la jornada diaria de trabajo; asimismo, a partir de la primera guerra mundial, Ernesto Yepes diría: “los crecientes sectores medios empezaron a cuestionar su dependencia política de la fracción hegemónica civilista, situación que reflejaba que no ampliaba o no daba cabida suficiente en los canales sociales y actividades de hecho umbilicales a la expansión de estos grupos: el aparato estatal y el comercio local e interregional, empujándolos así a una posición más crítica y definida frente al grupo hegemónico civilista (Yepes, Ernesto: Obra citada, págs 279 y 280).
La república civilista o aristocrática entraba a su ciclo final, el modelo exportador y su incorporación al sistema internacional siguiendo el curso de la expansión capitalista decía Ernesto Yepes: “había generado nuevos sectores sociales como rural/industrial, urbano-industrial, comercial/urbano, servicios, que al acceder a la escena política no teniendo cabida en el proyecto civilista, convirtiéndolos en virtual amenaza para el orden establecido” (Yepes; Ernesto: Ob cit, pág 280).
Siguiendo a Ernesto Yepes la situación de quiebre se hace inevitable, su orden ya no respondía su dinámica interna, ”aguardaba sólo una coyuntura propicia para su extinción definitiva” por ejemplo el gobierno pro populista de Billunghurst y su misma caída, se salía de su orden; es decir, la contraparte política -del modelo exportador- no podía incluir a nuevos sectores en atender sus demandas, a pesar que muchos de ellos ayudaron al inicio de la recuperación y reentre al mercado internacional.  
La presencia de Augusto B, Leguía con un nuevo programa le fue fácil ganar al candidato civilista más conservador como el hacendado Antero Aspillada; sin embargo, su triunfo antes de poner en discusión, hizo que Leguía asumiera el poder faltando pocos meses, para hacerlo en el momento que la constitución y la ley electoral lo dispusiera.  
Leguía de aparente corte populista, como de sus demostraciones modernizantes; “en lo fundamental no alteró la riqueza y privilegio de las clases dominantes, significó en cambio el desplazamiento definitivo de la fracción hegemónica civilista de las más altas del poder político. Pronto la nueva honradez y prudencia de la administración civilista dieron paso a una inescrupulosidad  y despilfarro de nuevo cuño. Para la nueva práctica política, la rígida distancia aristocratizante –con la secuela de descontento e inestabilidad social- no guardaba correspondencia con el capitalismo dependiente del Perú” (Ernesto Yepes: Ob cit, pág 283)    

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