I
RUSIA TIENE QUE GANAR LA BATALLA DE ALEPO
ICH/ RT
31-10-2015
Traducido
del inglés para Rebelión por Germán Leyens
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Una vez más, todo lo que ocurra en el futuro en
Siria en los frentes político y militar depende de la nueva batalla de Alepo.
La ciudad y sus alrededores, con el influjo de refugiados internos, puede haber
llegado a albergar hasta tres millones de personas.
Siempre se trata de Alepo
Lo que pasa es que, esencialmente en el terreno,
Alepo oeste es controlado por Damasco, mediante el Ejército Árabe Sirio (SAA,
por sus siglas en inglés).
Algunas de las partes del norte son controladas por
los kurdos del PYD, que están mucho más involucrados en la lucha contra el EI
que Damasco. También sucede que el PYD es considerado como un aliado objetivo
del Gobierno de Obama y del Pentágono, para disgusto de Erdogan, el ‘Sultán’ de
Turquía.
El este de Alepo es la clave. Es controlado por el
denominado Ejército de la Conquista, que incluye Jabhat al-Nusra, también
conocido como al-Qaida en Siria, y el grupo salafista Ahrar al-Sham. Otras
partes orientales son controladas por los “residuos” (copyright Donald
Rumsfeld) del Ejército Libre Sirio (ELS), que se negó a colaborar con el
Ejército de la Conquista.
En Washington, todos estos son considerados de
alguna manera como “rebeldes moderados”.
El evento más importante en el campo de batalla de
Alepo es que el SAA –con crucial ayuda rusa– ha matado al líder de Jabhat
al-Nusra Abu Suleiman al-Masri, alias Mahmud Maghwari, un egipcio cuyo
asesinato era deseado por El Cairo desde hace tiempo.
Adicionalmente, varios cientos de combatientes
chiíes iraquíes, bajo la supervisión del comandante de la Fuerza Quds iraní
Qasem Soleimani, han sido transferidos de Latakia a Alepo. Y una aguerrida
brigada blindada de Hizbulá de 3.000 miembros también participará.
Lo que se prepara es una especie de ofensiva en el
sur. Esas fuerzas no convergerán solo hacia Alepo sino, en una segunda etapa,
tendrán que preparar el terreno hasta la frontera turca-siria, que ahora es una
zona de exclusión aérea de facto controlada por los rusos.
El objetivo supremo es cortar las líneas de
aprovisionamiento para todo protagonista salafista o salafista-yihadista, desde
los “rebeldes moderados” al EI. Es el significado de la insistencia de Moscú en
la lucha contra todo tipo de terrorismo, sin distinción. No importa que el EI
no sea el principal protagonista en y alrededor de Alepo.
Para todos los efectos prácticos, toda la campaña
siria está ahora bajo el control operativo, táctico y estratégico ruso, por
cierto con una participación estratégica clave iraní.
La coalición Rusia-Siria-Irán-Iraq-Hizbulá en Siria
–también vinculada al centro de inteligencia “4+1” en Bagdad– tiene una gran
probabilidad de ganar la próxima batalla de Alepo si cumple tres condiciones;
1) Cobertura aérea rusa coordinada con inteligencia
en tierra para todas las operaciones (es un hecho); 2) Apoyo popular (también
es un hecho; la población urbana suní en Alepo, en su mayoría empresarios,
apoyan a Damasco); 3) Soldados de infantería experimentados, por lo menos
15.000 en marcha, considerando la contribución de Iraq e Hizbulá.
Predeciblemente, existe otra coalición que no está
exactamente satisfecha con la manera cómo se desarrolla el campo de batalla.
La principal central eléctrica de Alepo, a 25
kilómetros al este de la ciudad, es controlada por el momento por el EI. Por
demencial que parezca –a pesar de todo, toda la tragedia siria es demencial–
existe un acuerdo informal entre Damasco y el falso “Califato”, los terroristas
obtienen un 60 % de la electricidad, y el gobierno 40 %. A fin de cuentas,
todos, incluso los decapitadores, blandos o de algún otro modo, necesitan
energía.
Por lo tanto, ¿cómo ayudó la ‘Coalición de
Oportunistas Marrulleros’ –que incluye Turquía, Arabia Saudí y Qatar junto a
EE.UU.– a la lucha contra el EI? Bueno, bombardearon la central eléctrica de
Alepo hace poco más de una semana. Eso significa bombardear la infraestructura
civil de Siria –un flagrante crimen de choque y pavor al estilo de 2003– cuyas
víctimas forman parte en su mayoría del “pueblo sirio” tan apreciado por
‘Excepcionalistán’.
Lo que suceda en el campo de batalla dentro y
alrededor de Alepo en las próximas semanas será esencial para definir el frente
diplomático. Tal como están las cosas, Bashar al-Asad ya entendió el mensaje de
Moscú. Está dispuesto a discutir cambios de la Constitución y a realizar
elecciones parlamentarias y presidenciales. Pero primero los “4+1” necesitan un
logro importante en el campo de batalla.
Incluso el Secretario de Estado de EE.UU. John
Kerry, ha cambiado su cantinela después de hablar con el ministro de Exteriores
ruso Sergey Lavrov: cualquier solución política implica la participación de
Damasco así como la “oposición patriótica”.
No obstante, los “patriotas” del ELS, no han
comprendido. Lavrov comprometió explícitamente a Moscú a ayudarles –aunque han
sido armados a través de Turquía y Jordania para combatir contra Damasco–
mientras combatan contra el EI. Predeciblemente, esos “patriotas/rebeldes
moderados” desdeñaron la oferta de Lavrov.
Otro absurdo diplomático es la ausencia de Irán en
la mesa de negociaciones debido a la aguda paranoia de la Casa de Saud. Los
generales y consejeros iraníes son un componente clave en las operaciones
terrestres, en el análisis de la inteligencia terrestre, y en todo el marco
estratégico en Siria.
En cambio, Washington y Riad siguen insistiendo en
el aumento del apoyo a esos invisibles “rebeldes moderados” – después del
encuentro de Kerry con el Rey Salman en Riad. El Departamento de Estado, por
una vez adicto al suspenso, no especificó lo que significa “apoyo”. Sobra decir
que significa más entrenamiento por la CIA y más misiles antitanque TOW, que
difícilmente serán utilizados contra el EI.
El ballet diplomático probablemente continuará
durante esta semana. Justo a tiempo cuando la crucial batalla de Alepo aumente
su intensidad.
Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia
Times/Hong Kong, analista de RT y TomDispatch, y frecuente
colaborador de sitios en la red y programas de radio que van de EE.UU. a Asia
Oriental. Nacido en Brasil, ha sido corresponsal extranjero desde 1985 y ha
vivido en Londres, París, Milán, Los Ángeles, Washington, Bangkok y Hong Kong.
II
ENTREVISTA A GILBERT ACHCAR: SOBRE LA INTERVENCIÓN MILITAR DE RUSIA EN
SIRIA
www.criticatac.ro
31-10-2015
-Ilyá
Budraitskis: Han pasado varios días desde el comienzo de la intervención
militar rusa en Siria y los objetivos y la estrategia de esta operación siguen
estando poco claros. La explicación que dan los portavoces rusos no aclara nada,
pues por un lado afirman que el motivo principal es la lucha contra el Estado
Islámico (EI), mientras que por otro la presentan, como hizo Vladímir Putin en
la ONU, como un acto de ayuda al gobierno legítimo de Bachar el Asad. ¿Cuál
crees que es el objetivo real de esta intervención?
-Gilbert Achcar: La justificación oficial inicial de la
intervención estaba destinada a obtener para Rusia la luz verde de Occidente,
en particular de EE UU. Puesto que algunos países occidentales están
bombardeando posiciones del EI en Siria, está claro que no estaban en
condiciones de oponerse a que Rusia hiciera lo mismo. Este fue el pretexto con
el que Putin vendió su iniciativa a Washington antes de ponerla en práctica, y
Washington compró. Al principio, antes de que los aviones rusos empezaran a
bombardear, las declaraciones emitidas por Washington daban la bienvenida a la
contribución de Rusia a la lucha contra el EI. Fue una reacción totalmente
ingenua y, por supuesto, por parte de Putin un puro engaño. Pero yo estaría de
veras sorprendido si en Washington creyeron realmente que Rusia estaba
desplegando fuerzas en Siria para combatir al EI.
No es posible que no supieran que el objetivo real
de la intervención rusa consiste en apuntalar el régimen de Asad. El caso, sin
embargo, es que Washington aprueba incluso este objetivo real de la
intervención de Moscú: evitar el colapso del régimen sirio. Desde los primeros
días del levantamiento en Siria, el gobierno estadounidense, por mucho que, de
entrada, dijera que Asad debía dimitir, siempre insistió en que su régimen
debía mantenerse. Contrariamente a lo que creen críticos simplistas de EE UU,
el gobierno de Obama no está en modo alguno a favor de un “cambio de régimen”
en Siria, sino más bien lo contrario. Lo único que quiere es mantener el
régimen de Asad sin el propio Asad. Esta es la “lección” que sacaron del
fracaso catastrófico de EE UU en Irak: retrospectivamente, entienden que
deberían haber optado por un “sadamismo sin Sadam”, en vez de desmantelar los
aparatos del régimen.
De ahí que la intervención de Putin fuera vista más
bien con buenos ojos por Washington. Hay bastante hipocresía en las quejas
actuales del gobierno de Obama ante el hecho de que la mayoría de incursiones
rusas estén dirigidas contra la oposición siria ajena al EI. Acusan a Rusia de
no golpear suficientemente al EI; si la proporción de incursiones rusas contra
el EI hubiera sido mayor, se sentirían más cómodos en su connivencia. Habrían
lamentado menos los golpes encaminados a consolidar el régimen de Asad. Aun
así, la esperanza de Washington es que Putin no solo evite el colapso del
régimen y ayude a consolidarlo, sino también que llegue a alguna especie de
solución política del conflicto. De momento, esto es más una ilusión que
cualquier otra cosa.
El objetivo principal de la intervención militar
rusa en Siria era el de apuntalar el régimen en un momento es que este había
sufrido graves pérdidas desde el verano pasado. El propio Asad reconoció en
julio que el régimen era incapaz de mantener el control sobre partes del
territorio que había controlado hasta entonces. La intervención de Moscú está
destinada a prevenir el colapso del régimen y a permitirle reconquistar el
territorio que perdió el pasado verano. Este es el objetivo básico y primario
de la intervención rusa.
Existe, sin embargo, un segundo objetivo que va
mucho más allá de Siria y se concreta en el hecho de que Rusia haya enviado a
Siria un muestrario de su fuerza aérea y haya lanzado misiles de crucero desde
el mar Caspio. Esto parece ser algo así como el “momento del Golfo” del
imperialismo ruso. Quiero decir que Putin está haciendo a escala reducida lo
que hizo EE UU en 1991 cuando exhibió su armamento avanzado contra Irak en la
primera guerra del Golfo. Era una manera de decir al mundo: “¡Mirad qué
poderosos somos! ¡Mirad lo eficientes que son nuestras armas!” Y fue un
argumento importante para reafirmar la hegemonía de EE UU en un momento
histórico crucial. La guerra fría estaba terminando; el año 1991 resultó ser el
último de la existencia de la Unión Soviética, como todos sabemos. El
imperialismo estadounidense necesitaba reafirmar el papel de su hegemonía en
del sistema global.
Lo que hace Putin ahora con esta demostración de
fuerza es decir al mundo: “Los rusos también contamos con armamento avanzado,
somos capaces de todo y en realidad somos más de fiar como aliados que EE UU”.
La actitud prepotente de Putin contrasta mucho con la timidez del gobierno de
Obama en Oriente Medio durante los últimos años. Putin está ganándose amigos en
la región. Mantiene buenas relaciones con el autócrata contrarrevolucionario
egipcio Sisi y con el gobierno iraquí. Irak y Egipto son dos Estados que se
consideraban parte de la esfera de influencia de EE UU, pero ambos apoyan ahora
la intervención rusa, ambos compran armamento ruso y desarrollan relaciones
militares y estratégicas con Moscú.
Se trata, por supuesto, de un importante paso
adelante del imperialismo ruso en su competición con el imperialismo
estadounidense. Desde este punto de vista, la intervención en curso de Rusia
debe contemplarse como una jugada en un torneo interimperialista. Hace más de
15 años analicé la guerra de Kosovo como parte de una nueva guerra fría. En su
tiempo me criticaron esta caracterización, pero ahora ya estamos de lleno en
ella, es evidente.
-I. B.: Mucha gente dice que lo que tenemos
actualmente en Siria, con la intervención rusa, es un fracaso total de la
política de EE UU. Otros creen que existe un plan secreto de EE UU para
involucrar a Rusia en este conflicto. Y por lo visto existe un cisma real en la
elite estadounidense en torno a la cuestión siria. ¿Cuál crees que es la
posición de EE UU en esta situación?
-G. A.: Es indudable que se ha producido una discrepancia
creciente en las altas esferas de EE UU con respecto a Siria. No es ningún
secreto que hubo una disputa en torno a la cuestión del apoyo a la oposición
popular siria entre Obama e Hillary Clinton cuando ella era secretaria de
Estado, y que hubo militares y miembros de la CIA que compartían sus puntos de
vista. En 2012, cuando comenzó este debate, la oposición popular siria,
representada por el Ejército Libre (ELS), todavía era la fuerza dominante de la
oposición al régimen. En realidad, es la debilidad de esta oposición popular,
debida a la falta de apoyo de Washington, y en particular al veto de EE UU al
suministro de armas de defensa antiaérea, la que ha permitido que las fuerzas
“yihadistas” islámicas se desarrollaran en paralelo y después resultaran más
importantes dentro de la oposición armada al régimen sirio. Quienes abogaron
por el apoyo a la oposición popular, como Clinton y el entonces director de la
CIA, David Petraeus, consideran ahora que los acontecimientos les han dado la
razón y que el deterioro catastrófico de la situación siria es, en gran medida,
fruto de la política equivocada de Obama.
Obama se enfrenta, en efecto, a un balance
terriblemente negativo de su política en Siria. El desastre es total desde
todos los puntos de vista, humanitario y estratégico. Los países miembros de la
Unión Europea están bastante molestos con la enorme oleada de refugiados
provocada por una catástrofe humanitaria descomunal. El gobierno de Obama trata
de consolarse diciendo que Rusia está cayendo en una trampa y que será su
segundo Afganistán. No es ninguna coincidencia que en su reciente crítica a la
intervención rusa, Obama utilizara el término quagmire (atolladero), un
término aplicado en su tiempo a EE UU en Vietnam y a la Unión Soviética en
Afganistán. Ahora se dice que Rusia está metiéndose en un atolladero en Siria.
Eso también es confundir los deseos con la realidad con ánimo de endulzar la
píldora de un fracaso estrepitoso.
-I. B.: En efecto, de momento importantes aliados
de EE UU, como Alemania y Francia, no parecen adoptar una postura claramente
contraria a la intervención rusa. ¿Crees que la intervención rusa ha provocado
alguna división entre EE UU y Europa y podría brindar a Rusia la oportunidad de
negociar con la UE al margen de EE UU?
-G. A.: No, no lo creo. Ante todo, no existe ninguna
diferencia sustancial entre las posiciones de Francia y EE UU. Al contrario, se
parecen mucho. La postura de Alemania es un poco diferente porque este país no
está implicado directamente en las acciones militares contra el EI. Francia ha
criticado a Rusia por atacar a la oposición ajena al EI. Además, la postura
francesa es muy estricta en lo que atañe a Asad. Al igual que Washington y de
forma incluso más categórica, París dice que Asad debe irse y que no puede
haber una transición política en Siria con la participación del dictador. Cosa
que de hecho es bastante lógica, porque si la transición política ha de basarse
en un acuerdo, en un compromiso entre el régimen y la oposición, no es posible
de ninguna manera que esta última pueda aceptar alguna forma de gobierno conjunto
bajo la presidencia de Asad. La postura de Washington y Paris está condicionada
por ello. Contrasta con la visión de Moscú, que considera que Asad es el
legítimo presidente e insiste en que cualquier acuerdo debería ser aprobado por
él. Hay una distancia significativa entre las dos posturas en estos momentos.
Como ya he dicho, Washington y sus aliados europeos
confunden sus deseos con la realidad. Esperan que una vez consolidado el
régimen sirio, Putin presionará para que se abra la vía a una solución de
compromiso en la que Asad aceptaría entregar el poder tras un periodo de
transición que culminaría en unas elecciones. Angela Merkel, pese a que
rectificó su posición un día después, dijo en un momento que la comunidad
internacional debería negociar con Asad. Eso mismo hemos escuchado en algunos
rincones de Europa y de EE UU: “Después de todo, Asad es mejor que el EI;
con él podemos hablar, así que lo mejor es que acordemos algún tipo de
transición con él.” En realidad esto es capitular por todo lo alto. Lo
único que han logrado es unir a la oposición no vinculada al EI frente a esta
perspectiva. La oposición armada incluye todas las variantes del “yihadismo”,
que compiten entre sí para ver quién se opone más a Asad. No hay ninguna
posibilidad de que cualquier sector creíble de la oposición acepte un pacto que
implique la continuidad de Asad. Su retirada es condición indispensable para
cualquier arreglo político encaminado a detener la guerra en Siria. De otra
manera, simplemente no se detendrá.
Washington ha emitido muchas declaraciones
hipócritas de condena de la intervención rusa, pese a que de entrada le dio luz
verde. El principal motivo de ello es que no desea aparecer abiertamente como
defensor del rescate del régimen y enemistarse así con los suníes de la región.
De hecho están aprovechando la intervención rusa para introducir una cuña entre
Moscú y los países de mayoría suní. Los saudíes habían entablado conversaciones
con Rusia y se dice que le ofrecieron un acuerdo de elevar los precios del petróleo
si los rusos cambiaban de actitud con respecto a Siria. Ahora están muy
decepcionados con la intervención de Moscú, aunque tal vez sigan confiando en
que Putin logre finalmente imponer la retirada de Asad.
Mientras tanto, sin embargo, entidades como los
Hermanos Musulmanes y los clérigos musulmanes del reino de Arabia Saudí han
proclamado la guerra santa contra el segundo Afganistán de Rusia, en asombrosa
simetría con la calificación de “guerra santa” que ha hecho la iglesia ortodoxa
rusa de la aventura militar de Putin. Nótese la diferencia con las anteriores
guerras imperialistas de los últimos tiempos: la guerra solo se presentaba con
tintes religiosos por el lado musulmán. Ahora, por primera vez en mucho tiempo,
tenemos un choque entre “santos guerreros”. En este sentido, Putin es una
“bendición” para los yihadistas, el enemigo perfecto.
-I. B.: Probablemente ya sabes que este verano hubo
una visita secreta del general iraní Qasem Soleimani a Moscú. La decisión definitiva
sobre la intervención rusa se adoptó después de aquella reunión. ¿Qué interés
crees que puede tener Irán en la intervención rusa?
-G. A.: Irán comparte con Rusia un interés común por
preservar el régimen de Asad, que es un aliado estratégico de ambos países.
Para Irán, Siria es un eslabón fundamental del eje que va de Teherán a Hezbolá
en Líbano, pasando por Irak y Siria. Este país es crucial para los suministros
iraníes a Hezbolá, y además facilita a Irán el estratégico acceso al mar
Mediterráneo. Y para Rusia, Siria es el único país de la costa mediterránea que
alberga bases navales y aéreas rusas. Por eso estamos asistiendo ahora en Siria
a una contraofensiva que combina las fuerzas del régimen de Asad, las tropas
iraníes o patrocinadas por Irán y el apoyo aéreo y de misiles de Rusia. El
régimen de Asad, desde hace un tiempo, depende completamente de Irán; en todos
los sentidos. Irán exhibe su poderío en Siria. Evidentemente, Rusia también
ejerce una influencia importante sobre Damasco, no en vano es su principal
proveedora de armas. No cabe duda de que la intervención militar en curso ha
reforzado el papel de Rusia. Los hay en Occidente que creen que este incremento
se produce a expensas de Irán: de nuevo confunden sus deseos con la realidad.
-I. B.: Los medios rusos pretenden hacernos creer
ahora que Siria tiene un gobierno legítimo y goza de plena “normalidad” por un
lado, mientras que por otro distintas fuerzas tratan de destruir el Estado y
hacer cundir el desorden. Sin embargo, el otro punto de vista es que ha habido
una profunda transformación del régimen de Asad durante la guerra civil y no se
puede decir que existe un Estado “normal” que se enfrenta a fuerzas contrarias
a este Estado. Se ha producido una degeneración del Estado y el régimen actual
de Asad es fruto de ella. ¿Cuál es la verdadera naturaleza del régimen de Asad
en la actualidad y cómo ha cambiado durante los años de guerra?
-G. A.: Empecemos con la descripción habitual que hacen
Putin y [el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi] Lávrov del régimen de
Asad como un gobierno “legítimo”. En realidad, refleja una concepción muy
limitada de lo que se entiende por legitimidad. Se puede decir, desde luego,
que Asad representa el gobierno legítimo desde el punto de vista del Derecho
internacional, pero está claro que no es así desde el punto de vista de la
legitimidad democrática. Puede que sea el gobierno “legal” según los criterios
de las Naciones Unidas, pero sin duda no es “legítimo” porque nunca ha sido
elegido democráticamente. Se trata de un régimen surgido de un golpe de Estado
perpetrado hace 45 años. Se mantiene en el poder tras un cambio de presidencia
por vía hereditaria en el seno de una dinastía casi real que reina en el país a
través de los servicios de seguridad y de una dictadura militar. Siria es un
país en el que no ha habido elecciones libres ni libertad política desde hace
medio siglo. Y este régimen se ha alejado todavía más de la población durante
los dos últimos decenios con la implementación acelerada de reformas
neoliberales que provocaron el empobrecimiento de amplios sectores de la
población, especialmente en el campo, y un fuerte aumento del paro y del coste
de la vida.
La situación se había vuelto intolerable y esto
explica el levantamiento popular que ocurrió en 2011. Claro que este brutal
régimen dictatorial no podía responder a las manifestaciones masivas –que al
comienzo eran muy pacíficas– de una manera democrática, como la convocatoria de
elecciones verdaderamente libres, eso quedaba totalmente descartado. Así que la
única respuesta del régimen fue la fuerza bruta, que fue escalando gradualmente
con el asesinato de cada vez más personas y creando una situación que convirtió
el levantamiento en guerra civil. Además de esto, es bien sabido que el régimen
puso en libertad, en el verano/otoño de 2011, a los yihadistas que mantenía en
prisión. Con esto pretendía favorecer la creación de grupos yihadistas armados
–eso era la consecuencia inevitable de su puesta en libertad en una situación
de levantamiento popular– con el fin de confirmar la mentira que hizo correr el
régimen desde el comienzo, a saber, que se enfrentaba a una rebelión yihadista.
Se trataba, en efecto, de una profecía autocumplida, y los activistas que el
régimen sacó de la prisión dirigen ahora algunos de los principales grupo
yihadistas de Siria. Es importante ser conscientes de que, diga lo que se diga
sobre el carácter reaccionario de gran parte de los grupos que combaten al
régimen, ha sido el propio régimen el que los ha creado. Esto en primer lugar.
Más en general, por su crueldad, el régimen ha generado el resentimiento que ha
sido el caldo de cultivo del yihadismo, hasta llegar al EI. El EI es una
respuesta bárbara a la barbarie del régimen, en lo que yo llamo un “choque de
barbaries”.
Hay otro aspecto en todo esto. El régimen de Asad
es actualmente bastante peor que lo que era antes del levantamiento. Ahora no
solo es un Estado dictatorial, sino un país en que campan por sus respetos
bandas de asesinos, los shabbiha, como los llaman en árabe, que
aterrorizan a la población, lo que explica que una parte importante de la
reciente oleada de refugiados sirios que huyen a Europa provenga de zonas
controladas por el régimen. Son muchos los que no pueden seguir soportando permanecer
sometidos a esas bandas criminales que ha fomentado el régimen de Asad. La
población siria no confía en absoluto en el futuro del régimen. Por
consiguiente, todos aquellos que podían permitírselo decidieron huir a Europa.
Muchos de los refugiados que huyen a Europa, como puede verse en los reportajes
de la televisión, no provienen de los sectores más pobres de la sociedad. Hay
una proporción significativa de personas de clase media entre los refugiados.
En muchos casos han vendido todo lo que tenían en Siria porque no albergan
ninguna esperanza de poder volver alguna vez. Esto pesará como una losa sobre
el futuro del país. Quienes permanecen en Siria son, por un lado, quienes no
pueden hacer otra cosa y, por otro, los que se benefician de la guerra.
La situación es muy mala. Nadie puede criticar a
los sirios por el hecho de abandonar el país, pues hace falta una buena dosis
de optimismo para conservar alguna esperanza en el futuro del país. No
obstante, en la historia hemos visto situaciones trágicas incluso peores que
esta y que han venido seguidas de una recuperación, por mucho que esto pueda
llevar muchos años. La primera condición para el final de la guerra y el
comienzo de cualquier proceso de recuperación en Siria, sin embargo, es la
retirada de Asad. Mientras él esté allí, no será posible poner fin a esta
horrible tragedia.
-I. B.: Los medios occidentales todavía hablan de
una oposición moderada en Siria. Y el principal contraargumento de Putin es que
no existe ninguna frontera clara entre yihadistas y moderados en la oposición
armada. Lávrov incluso ha dicho recientemente que está dispuesto a hablar con
el Ejército Libre Sirio, pero que el problema es que no está claro quiénes son
sus líderes y si realmente existe o no. ¿Puedes hacer una valoración de los
grupos de oposición ajenos al EI?
-G. A.: Existe toda una gama de grupos. Desde los grupos
armados iniciales del Ejército Libre Sirio (ELS), que eran relativamente laicos
y abiertos, pasando por yihadistas de todos los matices, hasta Al Nusra, la
rama siria de Al Qaeda. Todos los yihadistas comparten el objetivo de imponer
la sharía y la imponen efectivamente en las zonas que controlan. Sin
embargo, ninguno de estos grupos, incluido Al Nusra, se acerca a la barbarie
increíble del EI, que es la peor caricatura de un Estado fundamentalista que
podría haberse calificado de “nada plausible” si hubiera sido una obra de
ficción. Los grupos de oposición islámicos ajenos al EI representan un continuo
de las fuerzas fundamentalistas islámicas desde los Hermanos Musulmanes hasta
Al Qaeda, todos ellos opuestos al EI. Nada de esto, por supuesto, infunde
optimismo sobre el futuro de Siria. Es cierto que la barbarie del régimen ha
matado a muchas más personas de cualquier otra, incluida la del EI. Sin
embargo, la mayoría de fuerzas de oposición representan alternativas que no son
nada esperanzadoras. Sin embargo, la condición necesaria para invertir esta
tendencia, que como he explicado genera el propio régimen, es deshacerse de
Asad. Sin esto no será posible invertirla.
También están las fuerzas kurdas en Siria, que
constituyen el grupo armado más progresista de los que participan en esta gran
batalla, por no decir el único. Su actividad se ha centrado hasta ahora en el
combate contra el EI, al tiempo que han adoptado una postura relativamente
neutral entre el régimen y el resto de la oposición. Desde el año pasado
reciben el apoyo de EE UU en forma de incursiones aéreas y suministros de
armas. Se dedican fundamentalmente a controlar y defender las zonas pobladas por
kurdos. Para intervenir en el combate más allá de sus fronteras y de este modo
incidir en el devenir de Siria en su conjunto tienen que aliarse con fuerzas
árabes y otras minorías. Esto es lo que Washington ha estado impulsando con
algún éxito, primero al lograr que colaboren con grupos del ELS y ahora con
tribus árabes sirias, de acuerdo con el modelo que EE UU aplicó en Irak en
contra de Al Qaeda y que ahora repite contra el EI.
-I. B.: ¿Piensas que puede formarse alguna especie
de coalición en Siria capaz de representar una perspectiva progresista para el
futuro del país?
-G. A.: Para ser sincero, no soy nada optimista con
respecto a las fuerzas en liza, a todas ellas. De momento, lo mejor que cabe
esperar es que se acabe la guerra. Detener esta terrible sangría y la
destrucción del país es prioritario. Habrá que reconstruir una alternativa
progresista a partir del potencial todavía existente. Aunque no existen fuerzas
organizadas significativas que representen una alternativa progresista, todavía
existe un importante potencial formado por muchos de los jóvenes que iniciaron
el levantamiento en 2011. Miles de ellos están ahora en el exilio, otros en
prisión, y muchos otros permanecen en Siria, pese a que no pueden desempeñar un
papel decisivo en la guerra civil. Lo primero es que termine la guerra. Lo que
sea que pueda comportar el fin de la guerra, será positivo desde este punto de
vista. Hará falta la aparición de una nueva alternativa progresista sobre la
base del potencial existente para que podamos decir que la situación invita al
optimismo.
-I. B.: Pero ¿podemos decir que solo será posible
poner fin a este conflicto con alguna ayuda o alguna intervención del exterior?
¿O piensas que toda intervención extranjera, sea rusa u occidental, no hace más
que prolongar la guerra?
-G. A.: Hasta ahora, la intervención occidental se ha
dirigido exclusivamente contra el EI. Las incursiones de la coalición dirigida
por EE UU se producen todas en territorio del EI y han evitado por completo las
zonas controladas por el régimen. Por otro lado, muy pocas incursiones rusas
golpean al EI, y la gran mayoría de ellas se han dirigido contra la oposición
ajena al EI en zonas disputadas entre el régimen y la oposición. Así que existe
una diferencia importante a este respecto. La intervención rusa contribuye, en
efecto, a prolongar la guerra civil siria. Por muchas ilusiones que puedan
hacerse los occidentales con respecto al posible papel de Rusia, el caso es que
antes de la intervención rusa el régimen estaba exhausto, estaba perdiendo
terreno y parecía estar a punto de colapsar. Este es en realidad el motivo de
que Putin haya decidido intervenir, como ya he dicho. Habría sido una derrota
terrible para él si el régimen de Asad se hubiera hundido.
La expansión espectacular el EI se produjo hace más
de un año, y ni Rusia ni el régimen de Asad hicieron nada serio para
combatirle. Lo que más preocupa a Putin, como lógicamente también a Asad, es la
supervivencia del régimen. Rusia lo apuntala y con ello contribuye a prolongar
la guerra. Esto es criminal. Al final, por supuesto, lo más deseable sería que
las ilusiones de Occidente se hicieran realidad y Putin obligara a Asad a
dimitir. Es difícil adivinar cuál es la perspectiva de Putin en este terreno.
Es cierto, sin embargo, que Rusia corre un grave riesgo de verse atrapada en un
atolladero, para utilizar el término empleado por Obama, si la guerra no
concluye pronto. De modo que estaremos al tanto de cómo evolucionan las cosas.
Ahora, el gran sueño de la gente corriente de Siria es que termine la guerra
con un despliegue de fuerzas de la ONU para mantener el orden y reconstruir el
Estado y el país.
Gilbert Achcar, de origen libanés, es actualmente
profesor de Estudios sobre el Desarrollo y Relaciones Internacionales de la
Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres.
Ilyá Budraitskis es historiador y cursa el
doctorado en el Instituto de Historia Universal de la Academia de Ciencias de
Rusia en Moscú; es miembro del consejo editorial de la revista OpenLeft.ru.
Fuente original: http://www.criticatac.ro/lefteast/interview-gilbert-achcar-on-russian-military-operation-in-syria/
Traducción: VIENTO SUR