septiembre
27, 2021
por Ramon
Espinoza Guerrero
El
enfoque sistémico del Movimiento Nacional de Innovación Política – MNIP, que
asume un nuevo marco interpretativo de la realidad global como esencia y
proceso, define que el mundo como un todo se encuentra actualmente transitando
por un momento histórico de crisis general y cambio de época. El sistema
capitalista (1750-2050) se autodestruye en todo el planeta y surge otra
estructura de producción social.
¿Qué está sucediendo con nuestro mundo?
Los
factores básicos de producción social del Capitalismo —el capital financiero y
el trabajo asalariado— son sustituidos como protagonistas sistémicos por el
capital cognitivo y el trabajo autogestionario, en el contexto de la
apropiación (por parte de grandes corporaciones) del conocimiento tecnológico
sobre la base de patentes y remuneración por productividad de trabajadores
autónomos (freelance, outsourcing, etc.). Igualmente, las viejas fuerzas
productivas de la industria son superadas por la computarización de procesos,
la robótica y la inteligencia artificial, al mismo tiempo que la mano de obra
de operarios dependientes es superada masivamente por la fuerza de trabajo de
especialistas y tecnólogos autoprogramados.
En
tal sentido, toda organización política o social importante está obligada a
contar con un enfoque de validez universal que contemple los grandes cambios y
transformaciones mundiales, permita la creación de nueva riqueza y construya
espacios de desarrollo desconocidos hasta hoy. El no contar con un enfoque de
esta importancia origina que estas organizaciones se sustenten en teorías
sociales empobrecidas y promuevan concepciones reduccionistas del desarrollo
humano y de su propio desarrollo institucional. Esto último, a su vez, ocasiona
que, en la medida que asuman mayores responsabilidades sociales, las decisiones
que tomen serán cada vez más perjudiciales para los pueblos que supuestamente
representan.
La
situación de crisis final del Capitalismo Global y transición poscapitalista
que vivimos en todo el planeta (2020-2050) obliga a efectuar cambios radicales
en el concepto del desarrollo humano, de tal forma que los movimientos de
innovación política y social de un país alcancen a concebir el desarrollo
científico-tecnológico de cambio de época como el objetivo general de sus programas
de acción.
Sin
embargo, este concepto de misión implica las siguientes condiciones
fundamentales:
- Naturalización
y aplicabilidad del conocimiento científico mundial a la biodiversidad
autóctona y única del Perú como la condición sine qua non de la creación
de nueva riqueza nacional.
- Innovación
cultural e interculturalismo como la condición esencial del renacentismo
civilizatorio del poscapitalismo.
- Autogestión
social moderna de la PEA como la condición básica de desarrollo de la
sociedad microempresarial de masas en el Siglo XXI.
- Autosuficiencia
comunitaria e interconexión cognitiva global de pequeñas localidades
urbanas y rurales que se autoabastecen de bienes y servicios básicos
(energía, comestibles, conocimientos, tecnología…) como la razón de ser
del cambio sistémico.
“Toda
organización política o social importante está obligada a contar con un enfoque
de validez universal que contemple los grandes cambios y transformaciones
mundiales, permita la creación de nueva riqueza y construya espacios de
desarrollo desconocidos hasta hoy”.
Al
respecto, la realización de las condiciones fundamentales del objetivo general
científico-técnico de los movimientos de innovación estratégica se expresaría y
mediría según el liderazgo, evolución y transformación de los subsistemas del
periodo final globalista (1950-2050) del sistema económico contemporáneo o
capitalista:
1.
El subsistema económico
de mercado global. Que se desarrolla sobre la base de
inversiones de capital global y plataformas de exportación, a gestionarse como
el subsistema protagónico del crecimiento económico del país, en el marco de
los siguientes factores:
- Conservación
y reconstrucción del medioambiente natural en los ámbitos de influencia de
las inversiones mineras, agroindustriales, forestales, pesqueras…, bajo
asesoramiento y supervisión de organizaciones especializadas de reputación
internacional.
- Desarrollo
de la fuerza de trabajo sectorial según términos globales de salario,
jornada y operación laboral.
- Reinversión
parcial endógena de la tasa de ganancia conjunta, de inversionistas y el
Estado sobre la base de compromisos consecuentes con comunidades locales,
traspasando
- conocimientos
científicos y tecnología sin reservas para el crecimiento local y nacional
- (Drucker,
1996).
- o
Promoción y modernización de cadenas integradas MYPE urbanas y rurales a
nivel sectorial
- y
territorial, juntamente con organizaciones especializadas de la sociedad
civil.
2.
El subsistema económico
estatal – paraestatal. Que se desarrollaría sobre la base de
inversión estatal y gestión paraestatal inéditas en los ámbitos de la creación
de conocimiento científico en biodiversidad, que conforman actualmente, en el
marco de la sociedad cognitiva emergente, los verdaderos sectores estratégicos
y el verdadero enfoque del desarrollo de una economía nacional de cambio de
época, superando las anacrónicas preocupaciones industriales de la clase
política. Teniendo en cuenta que este subsistema sería el modelo directriz del
desarrollo económico del país.
3. El subsistema socioeconómico autogestionario. Que se extiende en un
ambiente reactivo de sobrevivencia, falta de liderazgo socio – económico y
subempleo masivo, como consecuencia del atraso sistémico
capitalista del Perú1. Teniendo en cuenta que,
siendo el subsistema
principal de la economía2 , no es posible el
desarrollo socioeconómico nacional sin su modernización organizacional por
centros direccionales, cadenas integradas MYPE, sectores y regiones.
El enfoque sistémico, el objetivo
general y los indicadores de desempeño de MNIP nos permiten develar las
falacias que mantienen a la clase política peruana en el inmovilismo ideológico
del desarrollo industrialista tardío, propio de los países más subdesarrollados
como el Perú y otros países de América Latina y África.
LAS FALACIAS DE LA POLÍTICA PERUANA
1.
La falacia dominante de
la política peruana. Que es la falacia que más daño hace al
país, manifestándose como una lucha
antagónica unidimensional3 entre la “izquierda”
y la “derecha” de la clase política. La primera, concentrada en la reforma
restrictiva de la política tributaria referente a la tasa de ganancia de las
inversiones y plataformas de exportación del capital global y, la segunda,
empeñada tan solo en la creación de condiciones “competitivas” para el arribo
de este capital ligado a los negocios extractivos, mercantiles,
agroindustriales y de servicios del país. Eludiendo ambas la necesidad del
desarrollo científico-tecnológico paraestatal del país y el desarrollo de la
socio-economía autogestionaria MYPE, subsistemas sin los cuales el desarrollo
de la sociedad peruana y de los partidos políticos son una quimera. En tal
sentido, la “izquierda” y la “derecha” tradicionales solo estarían creando
atraso, pobreza, oportunismo y corrupción.
En
el país no se practica la Ciencia Política, que tiene como fin el estudio de la
realidad global y su transformación. La falta de composición de contenidos de
sociología política y el desborde de un empirismo mediocre en el seno de la
clase política ocasiona la falta de generación de liderazgos de innovación
política y social, que es la antesala del caos, la desesperanza y la violencia
generalizada. Sin embargo, es preciso comprender que estos vacíos cognitivos y
de liderazgo son provocados también por la parálisis de las Ciencias Sociales
en los momentos históricos de crisis general del capitalismo industrial y el
surgimiento del capitalismo tecnocrático como sociedad.
Los
partidos políticos así, sin teorías sociales ni programas de acción inéditos
frente a los cambios civilizatorios, no forman líderes ni ejecutivos sobre la
base de conocimientos transcendentes, lo cual ocasiona que las organizaciones
del Estado y la sociedad civil no sean conscientes de la realidad y tomen
decisiones calamitosas afectando gravemente a millones de personas, sobre todo
a las más vulnerables. Es una grave irresponsabilidad que los líderes y
ejecutivos de “alta dirección” no estén al tanto de los últimos avances del
conocimiento en sus campos de actuación. Igualmente, todo ello explica la
incapacidad de movilización social de la clase política peruana.
El
escenario descrito explica también que la unidad nacional, imprescindible
frente a situaciones de posguerra y/o grandes desastres naturales, como el
desastre pandémico que vivimos, implicaría alianzas estratégicas entre partidos
políticos para la conformación de un poder legislativo y ejecutivo con
capacidad de actuación conjunta en estados de conmoción nacional, y para la
gestión eficaz de medidas de shock fiscal insoslayables frente a la caída libre
del ingreso familiar (el Perú es el país más afectado del mundo en cuanto a la
pérdida de ingresos familiares por parte de la mayoría de la población).
Finalmente,
la guerra entre Ejecutivo y Legislativo solo agravará el desastre pandémico, en
la medida que el Ejecutivo no podrá hacer nada fundamental sin una ley que
apruebe el Congreso, y viceversa, el Legislativo no podrá formular ninguna ley
que sea aplicable sin el Ejecutivo. En tal sentido, el no practicar la unidad
nacional cuando urge la reconstrucción del ingreso familiar a través de shock
fiscales (de seis a nueve meses como en Chile) sería un crimen de lesa
humanidad.
2. La falacia de la reactivación económica por “creación de
empleo”. Las economías nacionales de América Latina, como las de África, son
predominantemente microempresariales y precarias. En estos países son las MYPE
las que crean entre el 75% y 85% del empleo nacional. No la mediana empresa ni
la gran empresa ni el Estado. Esto significa que la situación de pobreza
económico-social de la PEA está determinada por el subdesarrollo de los
pequeños negocios, y que la situación de estos pequeños negocios es
consecuencia del subdesarrollo de la demanda poblacional de bienes básicos
(comestibles, confecciones, gas doméstico…) y servicios básicos (educación,
salud, transportación, recreo, deporte…). Consiguientemente, el Estado está
obligado a concentrarse en la reactivación de la demanda doméstica y las MYPES,
cual dicotomía insuperable, y no en la ilusión de la “creación de trabajo”.
Pues
bien, en el Perú, el ingreso y el consumo familiar —la capacidad de demanda
doméstica—ha caído verticalmente durante la pandemia hasta el 60%, que es un
récord mundial. ¿Qué y cómo hacer? No existe otra alternativa que declarar en
emergencia máxima el ingreso familiar y la parálisis consecuente de las MYPE y,
consiguientemente, aplicar políticas extremas de shocks fiscales y
microcrédito, uno tras otro, sobre la base que el Perú tiene la más boyante
macroeconomía de América Latina. Teniendo en cuenta la factibilidad total de la
recuperación de la inversión estatal por recaudación tributaria en la base de
la pirámide social sobre la base de impuestos indirectos producto del consumo
de masas consiguiente.
En
tal sentido, el bono de 350 soles es una burla de reactivación. En Chile, el
shock fiscal sobre la base de transferencias mensuales de dinero a la PEA
vulnerable, equivalente a un ingreso mínimo vital per cápita, en un interín ya
de seis meses (que quizás se extienda a nueve meses), está permitiendo mantener
latente la capacidad de ingreso de los chilenos, la reactivación de la oferta
empresarial de bienes y servicios básicos, y consiguientemente, la defensa del empleo.
La historia económica justifica esta medida tan extrema como temporal en
tiempos de posguerra y desastres naturales. El endeudamiento público como
instrumento de reconstrucción del consumo popular es absolutamente positivo y necesario, y totalmente recuperable sobre
la base de recaudación tributaria; el no hacerlo, más bien, es un crimen de
lesa humanidad. No tiene justificación. Máxime
cuando la deuda pública de Chile es 2.5 veces la del Perú4.
La muerte de miles de personas y la enfermedad de centenares de miles es el
costo de la “defensa de la macroeconomía más fuerte y sólida de América
Latina”.
La
ceguera política y la falsa defensa de una macroeconomía de papel se
manifiestan realmente en la situación de la socioeconomía MYPE más pobre y
precaria de América Latina: el Perú. Al respecto, después del desastre, el
instrumento número uno de la recuperación es el endeudamiento público. Hasta
los organismos supranacionales como el BM, el FMI, etc., lo aceptan y
recomiendan. Están prestos a apoyar activamente cualquier esfuerzo estatal al
respecto. Así, las dos varitas mágicas de la recuperación económica del país
serían la unidad nacional y los shocks fiscales de reconstrucción del ingreso
familiar ─que es la primera fuerza estructural de la economía y el desarrollo─
y la reconstrucción de la capacidad productiva de la economía MYPE a base de
microfinanzas, lo cual no es posible sin el protagonismo del Estado.
“El
bono de 350 soles es una burla de reactivación. El endeudamiento público como
instrumento de reconstrucción del consumo popular es absolutamente positivo y
necesario, y totalmente recuperable sobre la base de recaudación tributaria; el
no hacerlo, más bien, es un crimen de lesa humanidad. No tiene justificación”.
3. La falacia de la “estabilidad fiscal y monetaria”. Esta falacia es el
gran paradigma marco de la macroeconomía y el crecimiento económico de mercado
que justifica el abandono de la verdadera política nacional de desarrollo: la
promoción del capital y la pequeña empresa locales como los factores
protagónicos de la articulación productiva y el desarrollo socioeconómico
interno. La política del desarrollo, pues, no es un problema de “izquierdas” o
“derechas”, ni de estabilidad macroeconómica exclusiva partiendo de que el
mercado hace todo lo demás; al contrario, es un problema de presencia local de
la innovación sociopolítica y la modernización de los pequeños negocios
familiares como cadenas integradas.
Al
respecto, la llamada estabilidad macroeconómica, como sinonimia de reducción
extrema del gasto fiscal, así como del endeudamiento y del déficit fiscal, y el
atesoramiento de reservas internacionales netas RIN en el BCR, solo sería,
pues, la justificación del abandono del desarrollo local y del ingreso familiar
en la base de la pirámide social, que sería finalmente la responsabilidad
estatal número uno frente al desarrollo integral de la sociedad.
Sin
embargo, el fraccionamiento de la economía global, que ocasiona el
fraccionamiento entre países y dentro de estos, así como entre y dentro de los
movimientos políticos, y el rompimiento consiguiente de los lazos comunitarios
y familiares más íntimos, podría convertirse en una oportunidad de desarrollo
de capacidades de autosuficiencia locales, que sería la razón de ser de la
humanidad en el marco global de crisis general de la sociedad industrial y el
desarrollo tecnológico posindustrial. Mientras tanto, nuestro Estado, nuestro
pobre Estado, ni siquiera puede transferir recursos fuera de sus patéticos
programas sociales de extrema pobreza y la ejecución de sus obras públicas sin
relación alguna con la verdadera concepción del desarrollo territorial.
4. La falacia del “desarrollo industrial” y los “sectores
estratégicos” del
capitalismo industrial. En los países subdesarrollados como el Perú, las MYPE
reciben un tratamiento desigual frente a las grandes y medianas empresas. Los
países menos desarrollados colocan sus escasos recursos para apoyar a las grandes empresas5,
sin tener en cuenta que lo que es crucial para el desarrollo nacional es la introducción
de innovaciones en el tejido territorial empresarial MYPE6.
Todo
ello es producto de la visión tardía del desarrollo industrial y la
concentración de la actuación estatal en los llamados sectores estratégicos
(gas, minerales y otras materias primas) sin tener en cuenta que la producción
industrial está perdiendo su posición dominante en el mundo; es decir, que pasa
a segundo plano y se traslada al Sur frente al empuje de la producción de las
últimas tecnologías científicas y del sector informático-financiero” (Andrei
Fursov, 2018). La producción predominante en el mundo de hoy es científica y
tecnológica, y los sectores estratégicos son los ámbitos que conforman las
nuevas fuentes de conocimiento y reconstrucción del medio ambiente natural
(como la biodiversidad del mundo andino-amazónico de Perú).
La
sociedad contemporánea o capitalista se ha desarrollado a través de tres
grandes periodos centenarios que se entrelazan a través de líneas divisorias de
revolución industrial. El primer periodo fue de constitución sistémica del
Capitalismo, de 1750 a 1850 grosso modo, entre la revolución industrial de la
máquina de vapor y la revolución industrial del motor diesel. Igualmente, el
segundo periodo fue de potenciación o Imperialismo, de 1850 a 1950
aproximadamente, que culmina con la Segunda Guerra Mundial y la tercera
revolución industrial del capitalismo: la energía atómica, la mecánica cuántica
y la invención de la computadora. El tercer periodo de globalización
industrial, de 1950 al 2050, se encuentra actualmente en crisis general y fin
de época (2020 – 2050), y se expresa en un proceso monumental de
desindustrialización y surgimiento de gigantes tecnológicos del conocimiento y
la información.
Actualmente,
la tecnocracia ─los dueños del conocimiento como medio de producción─ supera al
capitalismo industrial en creación de riqueza sobre la base de negocios
gigantescos de conocimiento científico y tecnológico, informática,
farmacología, robótica, inteligencia artificial…, con una gran velocidad de
acumulación de capital cognitivo nunca antes existente (la velocidad de
acumulación de riqueza diferencia al capitalismo cognitivo del capitalismo
industrial).
5. La falacia de la lucha contra la corrupción. Esta falacia es una
de las más cínicas porque en el fondo es una disputa por la conservación del
orden existente “extirpando la corrupción del sistema” a través de pequeñas
reformas consecutivas sin tener en cuenta la sentencia de Alvin Toffler que
“padecemos el hedor y la podredumbre moral de una civilización industrial
moribunda, donde sus instituciones, unas tras otras, se precipitan en una
ciénaga de ineficacia y corrupción”, y que “ya no es posible resolver dentro
del marco de esta civilización los problemas más urgentes de hoy, desde los de
la energía, la guerra y la pobreza hasta la degradación ecológica y la quiebra
de las relaciones familiares”, porque “vivimos una transformación gigantesca de
nuestro modo de vivir, trabajar, actuar y pensar, porque lo que ahora sucede es
una revolución global de enorme magnitud”.
Según
el marco descrito por Toffler, la corrupción es propia ─y tiene la magnitud─ de
la mortandad de la civilización industrial. La corrupción es el sistema; el
sistema es la corrupción. Nada funciona sin corrupción en este sistema. La
única forma de luchar contra ella, y superarla, es superando al capitalismo y
construyendo el poscapitalismo.
En
los albores del siglo XXI, el trasfondo de nuestros problemas más imperiosos es
estructural, no son consecuencia de fallos funcionales. Así, el marco que
justifica la actuación transformadora de las instituciones contraculturales es
la crisis general del sistema de la industria y los capitalistas (los dueños
del capital) y la aparición del sistema económico del conocimiento científico y
los tecnócratas (los dueños del conocimiento tecnológico).
“La
única forma de luchar contra corrupción, y superarla, es superando al
capitalismo y construyendo el poscapitalismo”
6. La falacia de la nueva Constitución. Los reformistas
radicales pregonan que “la única forma de transformar el país es a través de
una nueva Constitución”, sin tener en cuenta que las sociedades solo se
transforman por sí mismas, y no por ninguna reforma legal, cuando surgen, se
replican y multiplican en su seno nuevas formas y prototipos de creación de
nueva riqueza, constituyéndose estos cambios estructurales como una línea de
tendencia transformativa y nuevos liderazgos de arrastre socioeconómico,
cultural y político. En los tiempos de cambios sistémicos globales como los de
hoy, las nuevas reglas y normas del comportamiento económico, social y político
son producto del cambio estructural y no el origen de este.
¿Y
cómo se produce y reproduce el cambio sistémico? Al respecto, podríamos citar a
Gary Hamel para graficarlo: en el periodo actual de desarrollo tecnológico, el
desarrollo desde abajo consiste en crear embriones que crecen a través de un
proceso de división celular: una única célula se convierte en dos, luego en
cuatro, ocho, 16 y así sucesivamente. Algunas células se convierten en
pulmones, otras en dedos de los pies, en huesos, en tendones y en todos los
demás órganos y estructuras del cuerpo. División y diferenciación, esa es la
esencia del crecimiento. Lo mismo ocurre en la sociedad de organizaciones.
Pues
bien, ¿queremos transformar radicalmente el país? Necesitamos una teoría social
válida, un programa de acción consecuente y un movimiento nacional de
innovación estratégica con gran tracción social, política y económica que
finalmente norme y reglamente la transformación sistémica que se provoque con
una nueva Constitución o reformas esenciales de la actual.
¿Por
qué entonces tanta insistencia en una nueva Constitución? Por la incapacidad
creativa generacional de la clase política, que se manifiesta en su pobreza
ideológica, impotencia política y precariedad organizacional tanto como de
movilización social. Por lo demás, es el pretexto perfecto de muchos
movimientos políticos para ocultar sus manifiestas debilidades y fragilidad
frente a la ola gigantesca del recambio civilizatorio mundial que se levanta
ante nuestros ojos.
¡Cualquier
Constitución se hará trizas frente al cambio de época presente! ¡El desarrollo
científico social, la innovación cultural, la autogestión moderna de las MYPE y
la autosuficiencia local no lo crea ni lo impide ninguna Constitución, aunque
sí lo generan los verdaderos liderazgos y lo degradan los falsos!
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