jueves, 29 de marzo de 2012

EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO (2)

EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO
1
Utilizar la mente para entenderla
La mente, los estados funcionales globales
del cerebro y las Imágenes sensomotoras


Al abordar la mente desde un punto de vista científico, es necesario considerar algunas pautas básicas. Como este libro no pretende ser una novela detectivesca, daré algunas definiciones del término mente o "estado mental", que demarquen los conceptos que vamos a utilizar. Desde mi perspectiva monista, el cerebro y la mente son eventos inseparables. Igual importancia que lo anterior tiene entender que la "mente", o el estado mental, constituye tan sólo uno de los grandes estados funcionales generados por él cerebro. Los estados mentales conscientes pertenecen a una clase de estados funcionales del cerebro en los que se generan imágenes cognitivas sensomotoras, incluyendo la autoconciencia. Al hablar de imágenes sensomotoras, no sólo me refiero a las visuales, sino a la conjunción o enlace de toda información sensoríal capaz de producir un estado que pueda resultar en una acción. Por ejemplo, imaginemos que sentimos un prurito en la espalda en un sitio que no podemos ver, pero que genera una "imagen" interna con determinada idealización en el cuerpo y simultáneamente una actitud de lo que debemos hacer: ¡RASCARNOS! Esto es una imagen sensomotora. La generación de estas imágenes no constituye un mero reflejo, porque ocurre en el contexto de lo que el animal está haciendo entretanto. Por razones obvias, a un perro no se le ocurriría rascarse con una pata mientras la pata opuesta está en el aire. El contexto es, pues, tan importante como el contenido, en la generación de imágenes sensomotoras y en la formulación premotora.

Es importante recordar que en el cerebro ocurren otros estados funcionales que, aunque utilizan el mismo espacio en la masa cerebral que las imágenes sensomotoras, no generan conciencia. Entre éstos se incluye el estar dormido, drogado o anestesiado, o sufrir una crisis epiléptica generalizada. En estos estados cerebrales, la conciencia desaparece y todas las memorias y sentimientos se funden en la nada y, sin embargo, el cerebro sigue funcionando con los mismos requisitos normales de oxigeno y nutrientes, aunque no genera ningún tipo de conciencia, ni siquiera de la propia existencia (autoconciencia). No genera preocupaciones, esperan¬zas o temores — es el olvido total.

Sin embargo, considero que el estado cerebral global conocido como soñar es también un estado cognoscitivo, aunque no lo es con relación a la realidad externa coexistente, dado que no esta modulado por los sentidos (Llinás y Paré, 1991). Tal estado es generado a partir de las experiencias pasadas almacenadas en el cerebro, o por el trabajo intrínseco del mismo cerebro. Otro ejemplo de estado cerebral global es aquél que se conoce como "sueno lúcido" (La Berge y Rheingold, 1990), durante el cual la persona es consciente del hecho de que está soñando.

En resumen, el cerebro es algo más que el litro y medio de materia grisácea e inerte que ocasionalmente se ve como un encurtido en frascos, sobre algún estante polvoriento de laboratorio. Por el contrario, el cerebro debe considerarse como una entidad viva que genera una actividad eléctrica definida. Tal actividad podría describirse como tormentas eléctricas "autocontroladas" o, si adoptamos el término de uno de los pioneros de la neurociencia, Charles Sherrington, como un "telar encantado" (1941, p. 225). En el contexto amplio de redes neuronales, dicha actividad es la mente.

La mente es codimensional con el cerebro y lo ocupa todo, hasta en sus más recónditos repliegues. Pero al igual que las tormentas eléctricas, la mente no representa simultáneamente todas las posibles tormentas, sino sólo aquéllas que son isomorfas (o sea, que coinciden con la representación del mundo externo) con el estado del mundo que nos rodea mientras lo observamos y que lo reconstruyen, lo transforman y modifican. Al soñar, liberado de la tiranía de los sentidos, el sistema genera tormentas intrínsecas que crean mundos "posibles", en un proceso que quizá se asemeja al pensamiento.

El cerebro vivo, o sus tormentas eléctricas, son descripciones que representan aspectos distintos de una misma cosa: el estado funcional de las neuronas. Hoy en día se emplean metáforas alusivas a la función del sistema nervioso central, derivadas del mundo de los computadores, tales como que "el cerebro es el hardware y la mente es el software" (ver la discusión de Block, 1995). Creo que este uso del lenguaje es completamente inadecuado. Como la mente coincide con los estados funcionales del cerebro, el hardware y el software se entrelazan en unidades funcionales, que no son otra cosa que las neuronas. La actividad neuronal constituye simultáneamente "el comer y lo comido".

Antes de volver a nuestra discusión sobre la mente, pensemos de nuevo en el pequeño punto de prurito en la espalda, en particular en el momento en el cual se genera la imagen sensomotora — antes de efectuar el evento motor de rascarse. ¿Puede el lector reconocer el sentido de lo futuro, inherente a las imágenes sensomotoras, el impulso hacia la acción por realizarse? Se trata de un punto de gran importancia que constituye uno de los pilares ancestralmente fundamentales de la mente. En los albores de la evolución biológica encontramos ya este impulso, esta fuerza directriz, esta intencionalidad que desemboca en las imágenes sensomotoras y, en última instancia, en la mente y en el yo. Mas aún, el titulo del libro habla de "el mito del yo". Para mi tal mito es la existencia de un yo separable de la función cerebral. Si dijéramos "el cerebro nos engaña" la implicación sería que mi cerebro y yo somos cosas diferentes. La tesis central de este libro es que el yo es un estado funcional del cerebro y nada más ni nada menos.

Continuemos la discusión con un poco más de precisión. Propongo que el estado mental, represente o no (como en los sueños o en lo imaginario) la realidad externa, ha evolucionado como un instrumento que implementa las interacciones predictivas y/o intencionales entre un organismo vivo y su medio ambiente. Para que tales transacciones tengan éxito, se requiere un instrumento "precableado", genéticamente transmitido, que genere imágenes internas del mundo externo, que puedan compararse con la información que éste nos proporciona a través de los sentidos. Además, estas imágenes internas deben cambiar continuamente, a la misma velocidad con que cambia la información sensorial proveniente del mundo externo, y todo esto debe realizarse en tiempo real. Por percepción se entiende la validación de las imágenes sensomotoras generadas internamente por medio de la información sensorial, que se procesa en tiempo real y que llega desde el entorno que rodea al animal. La base de la predicción —que es la expectativa de eventos por venir— es la percepción. La predicción, función tan radicalmente diferente del reflejo, constituye la verdadera entraña de la función cerebral.

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