El sistema tálamo cortical y la generación del “yo”
Ya mencione la propuesta de que el cerebro opera como un sistema cerrado: no es sorprendente, pues, que la entrada el tálamo desde la corteza sea mucho mayor que la entrada de los sistemas sensoriales periféricos, lo cual sugiere que la actividad iterativa tálamo cortical sea un mecanismo primordial de la función cerebral.
Además, las capacidades intrínsecas oscilatorias de las neuronas de esta compleja red sináptica (tálamo cortical) permiten que el cerebro autogenere estados dinámicos oscilatorios. Estos darán la forma interna a los eventos funcionales provocados por los estímulos sensoriales. El cambio de modalidades de disparo de las neuronas talámicas puede producir cambios macroscópicos (globales) en los .estados funcionales, tan dramáticos como el sueño y la vigilia. A mi modo de ver, el sistema tálamo-cortical evolucionó como la solución más eficiente para la implementación de la coherencia temporal entre las diversas áreas cerebrales, las cuales no sólo difieren en sus papeles de emulación de la realidad, sino que se encuentran físicamente muy distantes entre sí. ¿Cómo? La organización "arquitectónica" del sistema tálamo-cortical permite comunicación radial de los núcleos con iodos los sectores de la corteza, entre los cuales se incluyen las áreas sensoriales, motoras y de asociación, siendo ésta ultima la que abarca la mayor parte de la corteza cerebral del Homo Sapiens, la cual recibe su entrada de los núcleos del tálamo, así como también de la corteza sensorial. Estas áreas están afectadas por un constante flujo de información reverberante, tanto de prealimentación como de retroalimentación.
El sistema tálamo-cortical es casi una esfera isocrónica cerrada que relaciona sincrónicamente las propiedades del mundo externo referidas por los sentidos con las motivaciones y memorias generadas internamente. Este evento, coherente en el tiempo, que unifica los componentes fraccionados tanto de la realidad externa como de la interna en una estructura única, es lo que llamamos el "sí mismo". Se trata de un mecanismo extremadamente sencillo y útil por parte del cerebro. ¡Unifica, luego existo! La coherencia temporal no sólo engendra el "sí mismo", como una estructura funcional, sino que crea un espacio a la centralización, en el cual las funciones predictivas del cerebro, tan criticas para la supervivencia, pueden operar de manera coordinada. Así pues, la subjetividad o el "sí mismo" se genera mediante el diálogo entre el tálamo y la corteza o, en otras palabras, los eventos unificadores recurrentes constituyen el sustrato del "sí mismo".
¿Es el evento unificador, en realidad, el sustrato o el andamiaje del "sí mismo"? Los pacientes con lesiones en los núcleos talámicos intralaminares o inespecíficos (grupos celulares que reciben entradas ascendentes de la región del tallo cerebral llamada la formación reticular) no reconocen los impulsos provenientes del tálamo hacia la corteza a través de los circuitos tálamo-corticales intactos (ver Llinás y Pare, 1991).
Sin embargo, aunque estos impulsos son recibidos, el individuo afectado no los percibe ni reacciona ante ellos. En esencia, el individuo no existe desde el punto de vista cognoscitivo y, aunque los impulsos sensoriales intactos alcanzan la corteza, son completamente pasados por alto. Esto ocurre porque el "sistema no-específico" se requiere para lograr la unión; es decir, para colocar la representación de imágenes sensoriales específicas en el contexto de las actividades que se están desarrollando en el cerebro.
La predicción debe centralizarse porque conduce al "sí mismo"
Siendo la predicción la función cerebral más importante y generalizada, cabe preguntarse cómo se fundamenta físicamente el hecho de haber evolucionado en un único órgano predictivo. Imaginemos las importantes disparidades temporales que ocurrirían si, para emitir Juicios sobre la interacción entre los organismos y su mundo, hubiera más de un lugar de predicción. ¡No sería viable que la cabeza predijera una cosa y la cola otra! Al parecer, para una óptima eficiencia, la predicción debe suministrar una ubicación y una conectividad funcionales sólidas: de cierta manera, debe ocupar un lugar central dentro de la miríada de estrategias que el cerebro ejecuta para su interacción con el mundo externo. Esta centralización de la predicción es la abstracción que llamamos el "sí mismo.
El concepto de "yo"
El "yo" ha sido siempre la sublime incógnita; yo creo, yo digo, yo... lo que sea. Pero debe entenderse, obviamente, que el yo no es algo tangible. Es tan sólo un estado mental particular, una entidad abstracta generada, a la cual llamamos el "yo" o el "sí mismo". Consideremos por un momento el resultado de una lesión en el piejo braquial (la red nerviosa encargada de la inervación sensorial y motora del brazo). En este caso, miraré mi brazo (nacido e insensible) y diré "esto no soy yo" — porque no lo puedo sentir. Resulta que "soy yo, o es parte de mí" depende de si lo sentimos como tal. Por alguna razón hemos desarrollado una extraña cosmología fisiológica, casi solipsista: "Sólo poseo lo que inervo" o "Sólo soy aquello que inervo". Parece extraño, pero así son las reglas del sistema que nos genera. Así, hemos desarrollado esta simple regla, de suerte que se coloca todo en una sola entidad que llamamos "el si mismo", la que además tiene una estructura espacial: parada en el núcleo vestibular y con su cabeza en el cerebro — lo cual le da el sentido de posición (arriba o abajo) y todos los componentes sensoriales que ya conocemos bien (lo visual, lo auditivo, etc.).
Entonces ¿qué es el "sí mismo"? Se trata de una estructura muy importante y útil, un complejo "vector eigen" (el valor de si mismo). Los siguientes dos ejemplos ilustran lo que quiero decir, El primero es el concepto del "Tío Sam". Al leer en el periódico "el Tío Sam bombardeó Belgrado", se comprende que las fuerzas armadas de los Estados Unidos se han desplegado contra dicha ciudad, aunque ninguna entidad corresponda al "Tío Sam". Es un símbolo y también un concepto útil que implica una existencia, pero es una categoría sin elementos. El "yo", aquello por lo que trabajamos y sufrimos, es tan sólo un término útil, referente a un evento tan abstracto como lo es el concepto del Tío Sam respecto de la realidad de algo tan complejo y heterogéneo como son los Estados Unidos. Dada la escasa popularidad del patriotismo o de la idea de "patria como sí mismo" de nuestros días, el segundo ejemplo referente a la afición deportiva resulta aun más interesante. Consideremos los disturbios europeos o suramericanos asociados con los partidos de fútbol. Es interesante que para los aficionados fanáticos su equipo representa una extensión de ellos mismos, a tal punto que lucharán y arriesgarán su integridad personal por defender "su equipo", como otros podrían hacerlo por defender su propia vida, la de sus seres queridos, o quizás, sus ideales o su fe.
Cualidades secundarias de los sentidos como Invenciones/estructuras.
Debería ser obvio que las cualidades secundarias de los sentidos, tales como los colores, olores, sabores y sonidos son sólo invenciones/estructuras de la semántica intrínseca del SNC (sistema nervioso central) (ver Llinás, 1987). Mediante esta semántica, el cerebro contextualiza internamente la información sensorial para interactuar con el mundo externo de una manera predictiva. Ya se mencionó que la abstracción conocida como el "sí mismo" no se diferencia fundamentalmente de las cualidades secundarias de los sentidos; el 'sí mismo" es una invención de la semántica intrínseca del SNC. Existe dentro del sistema cerrado del SNC como un polo de atracción, un remolino cuya única existencia real es la que le imparte el ímpetu común de pares dispersas. Es un organizador de percepciones derivadas intrínseca y extrínsecamente: es también el telar en el que se teje la relación entre el organismo y la representación interna del mundo externo.
Pero, en realidad, estas discusiones filosóficas referentes al grado en el cual nuestra percepción de la realidad se superpone o encaja con la realidad "de verdad", tienen poca importancia práctica. Sólo es necesario que las propiedades predictivas de los estados funcionales del cerebro se traduzcan en una interacción eficiente con el mundo externo. La forma como el cerebro afronta lo anterior, dada la naturaleza fragmentada de las entradas sensoriales, es el punto medular del estudio neurocognoscitivo contemporaneo.
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