martes, 15 de mayo de 2012

EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO (45)

Los requisitos del aprendizaje otorgados por la naturaleza

Aunque nos resulte molesto, el hecho es que el "sí mismo" es fundamentalmente tan sólo una estructura funcional útil, generada por parte del sistema nervioso para centralizar y por tanto para coordinar sus propiedades predictivas. Nosotros, nuestros "egos", podríamos resentimos al pensar que el aprendizaje y aquello que como consecuencia de él se graba en la memoria sólo nos es dado gracias al perfeccionamiento de propiedades que estaban ya presentes en el sistema nervioso al nacer.

Además, este proceso de perfeccionamiento que podemos medir en lo referente a los cambios en el número de contactos sinápticos en ciertos circuitos y en la eficiencia de algunos de ellos es diminuto, si se lo compara con la magnitud de los eventos que funcionalmente derivan de tales cambios. Ejemplos de ello son los idiomas que aprendemos, la gente y sitios que recordamos y la educación específica lograda desde tiempo atrás y que seguimos utilizando todos los días. Pese a que los núcleos olivares inferiores y las vías visuales parecen similares, las memorias visuales nunca son exactamente iguales entre una persona y otra. Dada la diversidad de imágenes sensomotoras acumuladas en la vida, sería de esperar que las modificaciones fisiológicas en el cerebro fueran mucho más sustanciales, pero, en verdad, los cambios sinápticos reales producidos por estas memorias son mínimos. Fisiológicamente, las limitaciones para aprender son parte de aquello que nos define como parte de una comunidad. Si no se prefijaran límites fisiológicos para la velocidad a la cual el lenguaje se percibe, nunca se hubiera seleccionado la esencia común, que permitió que el lenguaje se desarrollara en los humanos. La filogenia determina que la percepción del color sea prácticamente igual para todos nuestros sistemas visuales. El valor de este tipo de limitaciones impuestas sobre el aprendizaje y la memoria es tan importante para nuestra interacción como especie como lo es la capacidad de aprender. Esas limitaciones nos igualan y nos hacen una tribu, la tribu humana.

El aprendizaje es un medio para facilitar que la función del sistema nervioso se adapte a los requisitos de la naturaleza, del mundo en que vivimos. Aunque a primera vista los detalles del mundo externo parecen pertenecer al dominio ontogénico, probablemente son las características filogenéticamente prefijadas del organismo las que permiten darle el significado al detalle, al ámbito de lo que "está sucediendo ahora". Por ejemplo, si un animal no digiere la hierba y desea sobrevivir, tendrá que aprender a cazar otros animales, necesidad que se ilustra patentemente en la adquisición de habilidades de caza por parte de los carnívoros.

El león que atacó exitosamente al recién nacido también fue joven un día. Aunque los fundamentos de las habilidades de caza que empleó eran innatas, tuvo que aprender de su madre los detalles, la táctica de la depredación carnívora dependiente del contexto. Durante su desarrollo, los cachorros deben aprender muchas habilidades de caza, lo cual se realiza en interacciones de jugueteo con sus hermanos de camada, durante las cuales aprenden los parámetros de abalanzarse sobre algo, dar zarpazos, morder y los modos exitosos de cómo someter a otro animal. También aprenden los límites de tales habilidades, cuando el juego deja de ser juego, cuando morder y dar zarpazos duele o da miedo.

Lo anterior se aprende en gran parte directamente, mediante sensaciones táctiles. Pero los cachorros también aprenden de modo teleceptivo, mirando cómo lo hace la madre o más probablemente un grupo de madres, las cuales los llevarán a una caza real, dejándolos mirar a distancia o acercándolos y quizás dejándolos participar sin que corran peligro. Es entonces cuando los cachorros aprenden las diversas tácticas de la caza: arrastrarse y lanzarse sobre un pájaro es muy diferente de perseguir y derribar a otro animal. También es cuando aprenden indirectamente cómo funciona el cerebro de otro animal: aprenden acerca de los patrones típicos de la carrera de la gacela; que el jabalí salvaje probablemente dará la vuelta y atacará a su vez; que la postura corporal y la atención de la serpiente indican que morderá ahora mismo. Es así como los cachorros desarrollan sus habilidades predictivas, habilidades necesarias para la supervivencia.

Esto lleva a una conclusión muy interesante acerca de la evolución, que probablemente el lector ya habrá deducido. En el capitulo 3, vimos en detalle que los organismos con sistema nervioso necesitan moverse activamente dentro del mundo externo, para interiorizar sus propiedades sobresalientes en su espacio funcional propio. El examen del desarrollo del manto cortical en diversas especies indica que los animales con los circuitos nerviosos más sofisticado son los carnívoros y no los que pastan, los herbívoros. Tanto desde el punto de vista filogénico, como ontogénico, lo anterior es muy comprensible: los animales que compiten reñidamente por la comida deben tener a mano un repertorio mucho más amplio de tácticas para procurarse alimento, para no mencionar que en la mayoría de los casos la comida no se obtiene sino a través de una lucha estereotipada específica de la especie. La interacción de tales animales con su mundo es mucho más refinada, lo cual se refleja necesariamente en los sistemas cerebrales que soportan dicha interacción. Una vez más el "alambrado" pre-establecido, la filogenia, otorga la capacidad, y luego la práctica, la ontogenia, la perfecciona.

Impronta

Otro maravilloso ejemplo de las propiedades del aprendizaje es un fenómeno generalizado y crucial para la supervivencia, llamado "impronta" (Lorenz, 1935,1937;Tinbergen, 1951; Bateson, 1966) (figura 9.5) o "aprendizaje perceptual" (Bateson, 1966). La impronta se ha estudiado en detalle, particularmente en las aves. Se trata de situaciones en las que ciertas propiedades del mundo externo definen la conectividad central intrínseca. Por ejemplo, para un pato recién nacido, la unión de cierto sonido con un indicio visual significará para siempre el concepto de "madre". Intuitivamente es razonable pensar que la impronta de "madre" se efectúe una única vez, pues en nada ayudaría al recién nacido que diferentes eventos externos significaran madre. -

Figura 9.5
Konrad Lorenz nadando con gansos que de polluelos habían establecido una impronta en él. Ver el texto para mayores detalles.

El polluelo necesita de su madre y necesita que "el concepto madre" coincida con su madre real. El hecho de que sólo una combinación de estímulos tenga ese significado es una propiedad intrínseca de los circuitos que interiorizan esta representación materna. En último término, lo que llega a configurar la imagen de la madre es una propiedad de atracción, lograda mediante la repetición de determinada secuencia de estímulos — oír "cuac", orientarse hacia el "cuac", ver a esa ave grandota, la que a la larga se incorpora como el concepto de "madre", existiendo para ello un período sensible, de tiempo muy corto, en el cual !a repetición de tales secuencias o combinaciones de estímulos logra interiorizarse. Patos aislados y privados de estímulos sensoriales desde el nacimiento nunca aprenderán el concepto de madre. Transcurrido este período, aunque se presente al polluelo su madre real, al no haber interiorizado tal concepto, incluso la madre real ya nunca significará "madre" (Hess, 1972).

Para sobrevivir, las propiedades de atracción de los circuitos neuronales pertinentes son y deben ser muy fuertes durante el período crítico de aprendizaje: ante todo, el polluelo necesita reconocer a su madre como lo más importante en este mundo. En ausencia de madre real durante el período crítico, el polluelo hará "impronta" de madre con cosas como un zapato, un balde o cualquier objeto que se presente repetidamente, si se genera un sonido concomitantemente. En estas condiciones (experimentales), aun frente a la madre real que lo llame afanosamente, el polluelo seguirá al zapato que alguien hala de una cuerda, porque en cuanto a lo que el polluelo conoce, eso es madre y "debe seguir a la madre".

Cabe preguntarse por qué, inadvertidamente, los polluelos silvestres no hacen impronta de madre con otras secuencias de estímulos — con otras cosas. Es posible que esto suceda, pero la probabilidad de hacer impronta con la madre real es sumamente alta. El repertorio de eventos sensoriales a los que está expuesto el polluelo recién nacido es muy limitado (no se mueve mucho a menos que la madre esté cerca). Dentro de estas limitaciones, la mayoría de los detalles sensoriales se originan en interacciones con la madre real. Así, casi siempre la naturaleza cumple con su deber y normalmente los polluelos terminan junto a las madres correctas.

Un aspecto muy interesante de lo anterior es la interacción funcional de estos circuitos, que permite interiorizar las combinaciones de estímulos sensoriales, a partir de los cuales emerge el concepto de madre. Idéntica cosa ocurre con el flujo continuo de conectividad sináptica, a la cual se aludió, cuando una sombra significaba un predador, lo cual a su vez significaba escape, lo que repetido muchas veces resume eficientemente el proceso a un mero: "sombra significa activar el PAF de correr". De esto ya se habló en el capítulo 6 al mencionar la interacción y acople de diversos estímulos sensoriales en una sola estructura perceptual unificada. Lo mismo ocurre con el aprendizaje del concepto de madre. Lo fascinante de todo esto es que una vez interiorizado como concepto puede activarse en su totalidad a partir de uno solo de los componentes sensoriales de todo el conjunto. Es decir, el "cuac" de la madre, cuando el polluelo no la puede ver, significa "la madre" y hay que buscarla.

La impronta no se limita a la madre. Por ejemplo, en la naturaleza los patos de una misma camada harán impronta con sus hermanos y con su madre (Dyer et al, 1989; Dyer y Gottlieb, 1990). La impronta es algo que todos hacemos, o mejor, que nuestros sistemas nerviosos hacen. Un amigo y colega mío, médico muy conocido y respetado, hablaba de un incidente que vivió en la segunda guerra mundial. El buque en el cual prestaba su servicio en la armada tenía un fuerte olor a la pintura usada en él. Muchos años después, al oler esa pintura particular —en cualquier sitio y condición— oye el ruido de los motores del buque. Es claro el aspecto de interacción entre los circuitos que integraron la estructura inicialmente: si los sentidos captan uno de los componentes, el sistema resuena en todos los demás aspectos, recreando la imagen interna sensomotora completa, o sea toda la estructura. Estos Componentes sensoriales interrelacionados de una misma estructura funcional residen en muy diversas partes de la corteza y es la resonancia neuronal la que los recombina para nosotros.

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