MIRADOR POLÍTICO
LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL
Estamos aún lejos de las elecciones presidenciales. En otra época ya sería hora de que comenzase la grotesca zarzuela de los clubs y de los discursos. Pero en esta época el período electoral es más corto. El automóvil, el teléfono, la telefunken y la rotativa han abreviado la duración de los trabajos políticos. Un candidato puede ser popular en un mes. Y puede derrotar a otro candidato en dos semanas con tres jornadas cívicas y cuatro tiros al aire. El señor Aspíllaga, postulante actual, se halla en aptitud de dar fe de lo que decimos.
El problema de la sucesión presidencial vuelve a ser, por supuesto, el problema de siempre. El gobierno, que es hoy un gobierno de clase, quiere que el gobierno venidero sea el que le siente y acomode. Y mira con el mayor desdén el sentimiento del pueblo. Aunque, si nos atenemos a la ley, el pueblo será el elector.
El candidato oficial que nos amenaza es, pues, un candidato de clase. No sabemos todavía a ciencia cierta si será el señor Aspíllaga quien a título de buena persona aspira nuevamente a la presidencia de la república. Pero sabemos desde ahora, que será siempre un candidato de clase. Y que candidato de clase, averiguado está quienes pueden serlo, quiere decir candidato incapaz y decorativo.
¿Quiénes designarán a ese candidato? Se asegura que será una convención de partidos. Y que el candidato que salga de ella se llamará “candidato nacional” como se llamó a su turno el señor Pardo.
Y bien. El nombramiento por la convención será para todos los hombres honrados la peor recomendación que pueda exhibir un candidato. Apenas si hay que fijarse en los partidos que tomarán parte en ella para comprobarlo. Ninguno de esos partidos es dueño del menor proselitismo popular. Los delegados que mandarán a la convención serán, casi en su totalidad, las pobres gentes, más o menos figurativas y más o menos desvergonzadas, que sirven habitualmente en Lima para asambleas, besamanos y otros simulacros.
Pasemos revista ligeramente a los partidos que probablemente se juntarán y arrebañarán para que tengamos otro “candidato nacional” como el señor Pardo.
Uno de esos partidos será, naturalmente, el partido civil que, anarquizado y caduco, apenas si representa unos cuantos millones de soles y otros tantos latifundios. Otro de esos partidos será el manido partido constitucional que, sin duda, tiene toda la traza de una falange de museo, de una colección de antiguallas y de un batallón de coroneles indefinidos que, en gracia a la gloria de la Breña, no merecen más que ser entregados a la custodia del señor Corbacho. Otro será el partido demócrata que, inhumado por algunos viejos parientes y amigos del señor de Piérola, quiere seguir girando contra la popularidad de la coalición sin reparar en que le ha llegado la hora de girar en descubierto. Otro será el partido liberal, que habiendo sido en su nacimiento un acéfalo y huachafo club de jacobinos escapados del pierolismo, se ha convertido, andando los años, en una especie de mesnada de lansquenetes que si bien no cobra por hacer la guerra cobra por no hacerla. Otro será el partido nacional democrático que, aunque el más joven, el intelectual y el más aseado de todos, no deja por eso de ser más nulo que todos en cuanto a influencia y autoridad sobre el pueblo. Otro, finalmente -agregamos nosotros- podría ser el cuerpo general de bomberos si no estuviera distribuido con justa y matemática proporcionalidad entre los partidos antedichos.
De un concierto tan adefesiero y tan desamparado como una asamblea de tales partidos, no resultará lógicamente, un candidato que representando la voluntad popular represente al mismo tiempo la conveniencia de la nación. Resultará el candidato que quiera el señor Pardo. Es decir, resultará un candidato de clase que, sin estructura de estadista, mirará sin la presidencia de la república el último peldaño de su carrera de negociante.
José Carlos Mariátegui (Sin firma)
Nuestra Época, N° 1, 22-VI-1918, págs. 2-3)
(Facsímile, pág. 45)
(lansquenete = soldado mercenario de infantería)
LOS CANDIDATOS
Breves apreciaciones personales sobre ellos
Lo que representan en la cultura y en la política nacional
(…)
El doctor Víctor M. Maúrtua
El doctor Víctor M. Maúrtua es el hombre moderno de nuestro retablo político. Es un estadista de amplia ideología. Es un catedrático de vasta preparación científica. Es un ciudadano que ha servido eficientemente a su país.
Maúrtua ha podido ser en el Perú un hombre extraordinariamente popular. Su espíritu inquieto, reformador y revolucionario lo ha empujado constantemente a la lucha al lado del pueblo. Maúrtua es el primer político peruano que, dentro de una cámara de ambiente gazmoño y tímido, saturado de prejuicios criollos, ha declarado con orgullo su filiación socialista. Pero Maúrtua no ha tenido oportunidad de entrar en contacto directo y permanente con el pueblo. En su juventud fue radical. Perteneció al grupo de don Manuel González Prada y ocupó un puesto en la “Unión Nacional”. Más tarde, deshecha la “Unión Nacional”, consagrada su actividad personal a los estudios jurídicos, sus relaciones personales lo llevaron al partido civil. El partido civil le hizo el beneficio de no emplear su capacidad en el parlamento ni en el gobierno sino en la diplomacia. Y Maúrtua salió del país para no volver a él hasta el año de 1914. Al volver era, pues, para la mayoría de las gentes, un tanto desconocido. Y Maúrtua aislado, solitario, desconectado del pueblo, sin atmósfera propia, no intentó ser un político popular. No tuvo confianza en sus propias fuerzas. Y, sobre todo, no tuvo ambición.
El paso de Maúrtua por el periodismo, por el parlamento y por el gobierno, en los cuatro últimos años, ha sido, sin embargo, expresivo de su talento y de su cultura. Maúrtua ha dejado en la universidad, en el parlamento, en el periodismo y el gobierno su huella de hombre superior. Y en todo instante se ha caracterizado por la tendencia de elevar el debate de los problemas nacionales. Por su repugnancia al hábito de empequeñecerlo. Su pensamiento no ha volado nunca a ras del suelo. Siempre ha volado muy alto. Siempre ha tenido una visión panorámica del presente y del porvenir.
Su labor de diplomático y jurisconsulto, encargado de la defensa de nuestros derechos territoriales, no ha podido ser más excelente y meritoria. A Maúrtua le debe la historia de nuestra diplomacia su mejor capítulo. El solo pleito de límites que el Perú ha ganado ha sido el de Bolivia. El laudo arbitral de la Argentina, como se sabe, nos fue favorable. Tan favorable que Bolivia puso el grito en el cielo contra él y nos arrancó la abdicación de que renunciásemos al derecho que nos reconocía. Maúrtua fue el abogado del Perú ante el árbitro. Suyo es el alegato que persuadió al árbitro de la justicia de nuestra causa. Como suyo es también el único libro de valor que contiene la historia de nuestra cuestión con Chile y la probanza jurídica de la razón que nos asiste.
Hay también un motivo especial para que Maúrtua sea elegido diputado. El de la ofensa que acaba de inferirle el gobierno provisorio, con absoluto desconocimiento del título que posee a la gratitud nacional, suprimiendo el cargo diplomático que le confirió el gobierno anterior. Este país, este país tan escaso de hombres de mérito intelectual, tiene la obligación de desagraviar a Maúrtua. Tiene la obligación de desagraviarlo demostrándole que no ignora su capacidad y que respeta su autoridad científica.
José Carlos Mariátegui
En La Razón, N° 67. Lima 24-VII-1919
Obras Juveniles. Tomo 3, págs. 357-359
Nota.- El artículo de JCM, acerca de los grupos políticos, publicado en el N° 2 de Nuestra Época, tiene un “preámbulo” en el anterior (N° 1), referente a la sucesión presidencial de esos momentos. Y tiene una continuación en el nuevo periódico que editara JCM, La Razón, donde expone sus breves apreciaciones acerca de los candidatos del nuevo período electoral (Maúrtua entre ellos)
Víctor Manuel Maúrtua (1867-1937) Nacido en Ica, diputado por ese departamento, fue de los pocos en haber declarado con orgullo su filiación socialista. Guillermo Rouillon ofrece importantes reseñas de su vinculación con JCM. Señala que “Entre los jóvenes que escuchaban al maestro -casi podemos decir, con fervor religiosos- se despertaba la ambición de cumplir una misión heroica. A ello se agregaba que Maúrtua en una de sus charlas doctrinarias, trajo a colación la célebre frase de Marx (incluida en la Tesis sobre Feuerbach), ‘…los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata ahora es de transformarlo…’ Este pensamiento fue toda una revelación para los miembros del grupo, hubo de señalar una tarea, en lo que concierne a la realidad peruana” (La Creación Heroica de José Carlos Mariátegui, 1975. T. 1. CAPÍTULO V LAS PRIMERAS DIVAGACIONES SOCIALISTAS. Págs. 205-206)
En la cultura y en la política Víctor Maúrtua representa, pues, el más alto valor del socialismo utopía en nuestro país, así como JCM representa el más alto valor del socialismo ciencia. Sin Maúrtua como antecesor, no habría podido surgir el Socialismo Peruano en Nuestra Época.
JCM cumplió a cabalidad la Tesis de Marx. En cuanto a interpretación, está su libro 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. En cuanto a transformación está la Constitución del Partido Socialista del Perú. Interpretar para transformar, transformar interpretando.
El Capítulo VII del Tomo 3 de Escritos Juveniles de JCM lleva por título HACIA “UN CAMINO PROPIO” Muy acertada formulación. Presenta los artículos publicados en Nuestra Época y en La Razón, periódicos que impulsó y dirigió JCM en 1918 (dos números, interrumpido por los sucesos conocidos) y 1919 (diario, de mayo a agosto, interrumpido por su deportación)
Ese término “un camino propio” figura en la Exposición, presentación de Nuestra Época: “Y esta repulsa continua nos ha hecho sentir la necesidad de buscarnos un camino propio para afirmarla y para salvarnos de toda apariencia de solidaridad con el pecado, el delito y la ineptitud contemporáneos”
En verdad, todo cambio social ha requerido y requiere de “un camino propio”, porque el Socialismo es internacional por su contenido y nacional por su forma.
Esta forma nacional es el camino que abrió JCM. Es EL CAMINO DE MARIÁTEGUI. Camino del Socialismo Peruano que ha costado décadas descombrar y sistematizar hasta llegar a su actual etapa de preparación de la organización.
Ragarro
03.08.12
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