TacnaComunitaria
DESTRUCCIÓN
EN SUDÁFRICA
“Hasta
el sexto decenio del siglo pasado, en la colonia de El Cabo y en las repúblicas
Boers, reinaba una vida totalmente campesina. Los Boers llevaron durante largo
tiempo la vida de ganaderos nómades, quitándoles los mejores pastos a los
hotentotes y cafres,a los que exterminaban o expulsaban. En el siglo XVIII, la
peste, transportada por los barcos de la Compañía de las Indias Orientales, les
prestó excelentes servicios, extinguiendo tribus enteras de hotentotes y
dejando libre el suelo para los inmigrantes holandeses. En su avance hacia el
Este tropezaron con las tribus bantús e inauguraron el largo período de las
terribles guerras de cafres. Los devotos holandeses, lectores de la Biblia, tan
orgullosos de su severidad puritana de costumbres y su conocimiento del Antiguo
Testamento, que se consideraban como “pueblo elegido”, no se conformaron con
robar las tierras de los indígenas, sino que se establecieron para vivir como
parásitos a costa de los negros, a quienes obligaron a prestarles trabajo de
esclavos, corrompiéndolos y enervándolos sistemáticamente. El aguardiente desempeñó
en esta misión un papel tan esencial, que su prohibición por el gobierno inglés
en la colonia de El Cabo fracasó por la oposición de los puritanos. En general,
la economía de los Boers siguió siendo preferentemente patriarcal y de economía
natural durante el sexto decenio. Téngase en cuenta que hasta 1859 no se construyó
en Sudáfrica ningún ferrocarril. Cierto que el carácter patriarcal no impidió
en modo alguno que los Boers dieran muestra de su dureza y brutalidad más
extremas. Como es sabido, Livingston se quejó mucho más de los Boers que de los
cafres. Creían que los negros eran un objeto destinado por Dios y la naturaleza
para prestarles trabajo de esclavos y ser una base tan imprescindible de su
vida patriarcal, que respondieron con la emigración a la supresión de la
esclavitud en las colonias inglesas en el año 1836, a pesar de la indemnización
de 3 millones de libras esterlinas a los propietarios perjudicados. Los Boers
salieron de las colonias de El Cabo atravesando el Orange y el Vaal; empujaron
a los matabeles al Norte, más allá de Limpopo y se tropezaron con los
makalakas. De la misma manera que el granjero americano, obligado por el
capital, impulsaba a los indios hacia el Oeste, así los Boers empujaron a los
negros hacia el Norte. Así, pues, las “repúblicas libres”, establecidas hoy
entre el Orange y el Limpopo, surgieron como protesta contra el ataque de la
burguesía inglesa al derecho sagrado de la esclavitud. Las mínimas repúblicas
campesinas sostenían una lucha de guerrillas permanente con los negros bantús.
Y, con la disculpa de los negros, se estableció una guerra de varios decenios
entre los Boers y el gobierno inglés. El pretexto para el conflicto entre
Inglaterra y las repúblicas fue la cuestión de los negros, es decir, la
emancipación de los negros que, al parecer, perseguía la burguesía inglesa. En
realidad, la lucha se hacía entre los campesinos y la política colonial gran
capitalista en torno a los hotentotes y los cafres, esto es, por sus
tierras y su capacidad de trabajo. El
objeto de ambos competidores era exactamente el mismo: la expulsión o
exterminio de las gentes de color, la destrucción de su organización social, la
apropiación de sus terrenos y la utilización forzosa de su trabajo para
servicios de explotación. Sólo los métodos eran radicalmente distintos. Los
Bóers representaban la esclavitud anticuada, en pequeño, como base de una
economía campesina patriarcal; la burguesía inglesa, la explotación capitalista
moderna en gran escala. La ley fundamental
de la república del Transvaal declaraba con torpe rudeza: “El pueblo no
tolera igualdad alguna entre blancos y negros dentro del Estado y de la
Iglesia” En el Orange y en el Transvaal los negros no podían poseer tierra ni
viajar sin pase o dejarse ver en la calle después de oscurecer. Bryce cuenta el
caso de un campesino (un inglés, por cierto) que en El Cabo oriental azotó a un
cafre hasta darle muerte. Cuando el campesino fue absuelto por el tribunal, sus
vecinos lo acompañaron a casa con música. Frecuentemente, los blancos
procuraban evitar la remuneración de trabajadores indígenas libres,
obligándolos a emprender la fuga, después de terminado el trabajo, a fuerza de
malos tratos. (…)
El
capital inglés sólo dio a conocer enérgicamente sus verdaderas intenciones con
la ocasión de dos acontecimientos importantes: el descubrimiento de los campos
de diamantes de Kimberley, en 1867-70, y el de las minas de oro delTransvaal,
en 1882-85. Estos acontecimientos inauguraron una nueva época en la historia
del África del Sur. Pronto entró en acción la Compañía Británica Sudafricana,
es decir, Cecil Rhodes. En la opinión pública inglesa se verificó una rápida
mutación. La codicia de los tesoros sudafricanos empujó al gobierno inglés a
dar pasos enérgicos. A la burguesía inglesa no le parecía excesivo ningún gasto
ni ninguna sangre para apoderarse de las tierras del África del Sur. Sobre ella
cayó súbitamente una enorme corriente de inmigración. Hasta entonces había sido
escasa, ya que los Estados Unidos atraían al emigrante europeo. Desde los
descubrimientos de los campos de diamantes y oro, el número de los blancos en
las colonias sudafricanas creció rápidamente. (…)
Por
su parte, el gobierno inglés realizó un brusco cambio de frente en su política.
(…) Ahora comenzó el acoso político de los Estados
campesinos por la ocupación de todos los territorios en torno a las repúblicas,
con el objeto de impedirles toda expansión, mientras los negros, largo tiempo
protegidos y adulados, iban siendo completamente absorbidos. Golpe tras golpe
avanzaba el capital inglés. En 1888, Inglaterra se apoderó del país de los
basutos, naturalmente, tras “repetidas súplicas de los indígenas” (…) Todo
esto, naturalmente, sólo en beneficio de los indígenas y accediendo a sus
insistentes requerimientos (…)
El
resultado general de la lucha entre el capitalismo y la economía simple de
mercancías es éste: el capital sustituye a la economía simple de mercancías
después que ésta había sustituido a la economía natural. Por consiguiente,
cuando se dice que el capitalismo vive de formaciones no capitalistas, para
hablar más exactamente, hay que decir que vive de la ruina de estas
formaciones, y si necesita el ambiente no capitalista para la acumulación, lo
necesita como base para realizar la acumulación, absorbiéndolo. Considerada
históricamente, la acumulación del capital es un proceso de cambio de materias
que se verifica entre la forma de producción capitalistas y las
precapitalistas. Sin ellas no puede verificarse la acumulación del capital,
pero considerada en este aspecto, la acumulación se efectúa destrozándolas y
asimilándolas. Así, pues, ni la acumulación del capital puede realizarse sin
las formaciones no capitalistas, ni aquellas pueden siquiera mantenerse. La
acumulación sólo puede darse merced a una constante destrucción preventiva de
aquéllas” (La Acumulación…, Rosa
Luxemburgo)
En
América, la destrucción fue con desaparición de pueblos enteros, y para ello el
Caribe es muestra de ello. En África, no sólo fue el esclavismo, para afrenta
de la humanidad toda, sino incluso la división dentro del propio Estado entre
blancos y negros. Esto, sin contar el trato en Argelia y otros países de
población no negra.
Así
como en América la independencia no fue lograda por graciosa concesión de los
colonizadores, igual ha ocurrido en África. En la República Sudafricana, la
heroica e histórica gestión contra el Apartheid, culminó favorablemente
liderada por Nelson Mandela. Historia reciente con su ejemplar lucha “medida
por medida”
Ragarro
17.10.12
No hay comentarios:
Publicar un comentario