TacnaComunitaria
EL INFARTO DE WALL STREET - 1
Estamos,
pues, en plena acumulación global. Esta acumulación comenzó en la City,
Londres, y culmina en Wall Street, Nueva York. Los empréstitos internacionales,
los aranceles protectores, el militarismo llegan al máximo de sus
posibilidades. Y ahora la bancocracia (financierismo)
del capitalismo predomina a nivel mundial: “Pero, aun prescindiendo de la clase
de rentistas ociosos que así se crea y de la riqueza improvisada que va a parar
al regazo de los financieros que actúan de mediadores entre el gobierno y el
país -así como de la riqueza regalada a los rematantes de impuestos,
comerciantes y fabricantes particulares, a cuyos bolsillos afluye una buena
parte de los empréstitos del Estado, como un capital llovido del cielo-, la
deuda pública ha venido a dar impulso tanto a las sociedades anónimas, al
tráfico de efectos negociables de todo género como al agio; en una palabra, a
la lotería de la bolsa y a la moderna bancocracia” En siglo y medio de escrito El Capital, esta moderna bancocracia (financierismo)
es la que hace implosión con la burbuja financiera.
Esta
burbuja actual tiene su origen en el crédito. “El crédito acelera el desarrollo
material de las fuerzas productivas y la instauración del mercado mundial,
bases de la nueva forma de producción, que es misión histórica del régimen de
producción capitalista implantar hasta un cierto nivel. El crédito acelera al
mismo tiempo, las explosiones violentas de esta contradicción, que son las
crisis, y con ellas, los elementos para la disolución del régimen de producción
vigente” (El Capital, T. 3, Cap.
XXVII) Que es cierto que acelera el desarrollo material lo dice la propia
historia del capitalismo: jamás la humanidad se había desarrollado tanto en
toda su historia. Y que es cierto que acelera las crisis lo dice la situación
actual, el estallido de la burbuja financiera, tanto que ahora estamos ya al borde
de “la disolución del régimen de producción vigente”
Con
el crédito se logra la centralización del capital (absorción de empresas por
otras más fuertes), la dominación de los Estados (mediante la deuda pública),
el desarrollo del capital ficticio (emisión bancaria de acciones para comprar
acciones) y el famoso “te presto para que me pagues, te pago para que me
prestes” con que creció la burbuja financiera sin respaldo real alguno. La
ruina de los países sureños de Europa (Grecia, Italia, España, Portugal), es
clara muestra de ello, así como nuestros países en bancarrota. Perú comenzó con
la forzada aceptación de créditos en “petrodólares”, y siguió con la
hiperinflación, el “fujishock”, “el perro del hortelano”, (y dorada esta
píldora con el “crecimiento económico incluso superior a China”). Argentina
sufrió el “corralito”. Ecuador, la sustitución de su divisa por el dólar, otros.
El
2009 se publicó El Infarto de Wall
Street: 2008, donde Aurelio Suárez Montoya analiza la economía de Estados
Unidos (Ediciones Aurora, Bogotá)
Analiza: “-De la Guerra de la Unión hasta el siglo XX; -De 1900 a 1929: cómo se
apuntaló a una superpotencia; -Desde el crac de 1929 hasta Bretton Woods: hacia
la cima del capitalismo mundial; -Del neocolonialismo al colapso de la Guerra
Fría; -La globalización norteamericana neoliberal, desde 1989 hasta el infarto
de Wall Street; -El infarto de Wall Street”. De esta primera parte hace un Sumario de la historia económica
estadounidense, reproducido aquí a la letra:
“La
historia narrada hasta aquí es, en último término, el recuento de los
principales acontecimientos que han marcado a Estados Unidos como cabeza del
capitalismo mundial desde hace ya más de un siglo. Es, ante todo la síntesis de
las políticas que ha emprendido en cada período, los instrumentos a los que ha
recurrido, especialmente en los tiempos de crisis, para avanzar en un proyecto
hegemónico como superpotencia. Enfrenta, a finales de la primera década del
siglo XXI, uno de sus más grandes retos
en la curva de declive que empezó a recorrer desde hace algún tiempo.
En
los albores se basó en el proteccionismo, en la expansión y consolidación de su
territorio (hasta duplicar el original) y en la acumulación capitalista
proveniente de la plusvalía de trabajo asalariado de los esclavos libertos y de
los millones de trabajadores emigrantes en busca de un nuevo destino. En
relación con los primeros, desde su esclavitud fueron ‘solera sin la cual los
Estados Unidos no hubiese abrazado el capitalismo, ni llegado a ser, con el
tiempo, un país poderoso´.
Como
ciudadela capitalista entró en el siglo XX porfiando, a partir del monopolio y
la fusión entre los capitales bancarios e industriales, su suerte a los
intereses económicos y políticos del capital financiero, al nuevo señor del
Norte de América y colocando a Wall Street como su Vaticano. La especulación
apareció como actividad noble y la dominación sobre las naciones débiles como
requisito para su predominio. Desde la Primera Guerra Mundial se sembraron los
gérmenes de la ‘militarización´ del aparato productivo, del complejo
militar-industrial, y, por ende, de la intervención del Estado en los mercados.
Todo se perfiló dentro del proyecto emprendido hacia la dominación del mundo
El
primer crac se presentó en 1929. Una crisis, denominada como Gran Depresión,
que produjo mayores quebrantos que todas las anteriores, incluyendo su
extensión, por primera vez, a escala planetaria y a todas las esferas de la
organización social. Se cumplió a plenitud la frase de Carlos Marx: ‘Las crisis
son erupciones violentas que restablecen pasajeramente el equilibrio´. En la
recuperación operó la intervención del Estado en escalas nunca antes conocidas.
Para atenderla, creando empleos, estimulando la economía y recuperando los circuitos de compra y venta
y de crédito y circulación del dinero, se financió mediante la emisión de
moneda y el crédito público y tuvo como apoyo la nueva concepción económica
expuesta por John Maynard Keynes, a partir de incentivar el ingreso y con él la
demanda efectiva y la oferta global.
Todos
los analistas coinciden en que, pese a los invaluables aportes del nuevo
modelo, fue la Segunda Guerra Mundial la que terminó devolviendo el equilibrio.
Para ello fue menester la destrucción de enormes medios de ganancia y la muerte
de 60 millones de desempleados en traje de camuflado. Al final, Estados Unidos,
en la truculenta reunión de Bretton Woods, se llevó el máximo trofeo -reservado
al vencedor de los vencedores-, la imposición como medio de intercambio mundial
del dólar americano, apuntalado no solamente en el Departamento del Tesoro
sino, además, en dos instituciones con patente de corso para operar a escala
global, el FMI y el Banco Mundial. Pese a todo ello, su órbita de influencia
general se vio menguada gracias a la ampliación del campo socialista y a la
creación de la República Popular China.
Desde
entonces, Estados Unidos inició un período de ascenso constante, marcado por la
exportación de capitales, de excedentes financieros, en busca de mano de obra
barata (plus-valía en el extranjero, ya no era suficiente la del interior del
país), de fuentes de materias primas y energía, de expansión del comercio y de
colocación del crédito, público y privado, con más altos rendimientos que
dentro de sus fronteras. Ese ascenso fue interrumpido por la agudización de la
Guerra Fría, por la explotación ´limitada´ que por razones de tipo estratégico
tuvo que hacer de sus neocolonias y por los ‘embargos petroleros’ que empezó a
sufrir en medio del deterioro de sus relaciones con los países árabes y
musulmanes radicales, agravando su déficit energético. A esto se sumó la
derrota en la guerra de Indochina.
Los
años ochenta podrían llamarse para la economía capitalista, no solamente para
la de América Latina, como ‘década perdida’. El recrudecimiento de la Guerra
Fría condujo a un aumento del déficit fiscal y a una dependencia de su
financiamiento por capital no estadounidense. Las cuentas externas
norteamericanas denotaban que se importaba más dinero que el que se exportaba,
que financiaba su recurrente estado deficitario con recursos venidos del
exterior. La gravedad que ya estaba adquiriendo esa coyuntura empezó a
aliviarse con la claudicación súbita de la Unión Soviética, su caída, y con la
implantación de las primeras políticas neoliberales en el gobierno de Reagan. A
finales de ese período, el 83% de la industria dependía de los contratos de
seguridad y defensa, una verdadera militarización de la economía.
Al
retomar la hegemonía mundial, implantó la globalización para remontar el
decaimiento. Creando una ‘nueva división planetaria del trabajo’, trasladó la
crisis a muchos países, obligados a adoptar las ‘reformas estructurales’ que
pretendían la redención norteamericana. El neoliberalismo se produjo por el
FMI, el Banco Mundial y la OMC como nuevo credo. La acumulación captada en el
sur, merced al libre flujo de mercancías y de capitales, al saqueo de los
recursos naturales y a las nuevas fuentes provisorias de mano de obra barata,
se ha destinado en el Norte a la especulación, a la creación de valores
ficticios especulativos y de burbujas. Para esto también fueron necesarias
algunas reformas dentro de Estados Unidos; el neoliberalismo tomó allí la forma
de la desregulación de los mercados financieros, de la vivienda, de la energía,
de las comunicaciones y de los productos básicos para crear un lucrativo
carnaval en Wall Street. Las bajas tasas de interés y otras disposiciones de
las autoridades económicas impelieron a los ‘inversionistas’ a ampliar y a
profundizar los mercados bursátiles, a la creación de más retorcidas y variadas
formas de agio financiero, de ‘derivados’
La
nueva orgía llevó al estallido de la burbuja de las empresas del e-business,
punto.com, y los correctivos utilizados para conjurarla, entre ellos la
invasión militar al Medio oriente, sembraron la simiente de la nueva turbulencia,
la del mercado inmobiliario y de las hipotecas subprime, que condujo al infarto de Wall Street de 2008. Una
explosión en curso, de cuyas secuelas el mundo no solo no se ha repuesto sino
que su total alcance todavía no se ha podido dimensionar. Hasta ahora las
medidas tomadas por el gobierno estadounidense, costeadas a cargo de todos los
contribuyentes, han tenido como prioridad el salvamento del sector financiero,
en la convicción de que de ello depende la suerte de los otros renglones de la
economía real. Hasta la fecha la ansiada recuperación no se ha iniciado y la
discusión gira en torno a si ya se tocó fondo.
Por
otra parte, las más grandes economías, agrupadas en el G-20, además de
coincidir en volver a poner en escena al FMI, a fin de que -refinanciado-
imponga el pago cumplido de la deuda pública de los países entrampados, expiden
a su vez reglamentos proteccionistas para salvaguardar áreas que consideran
estratégicas o vulnerables. Así mismo, los bancos centrales de algunos países,
liderados por China, han protestado por los efectos de la devaluación del dólar
ocurrida por la emisión como medio paliativo del quebranto.”
El
libro de Aurelio Suárez (13.5 x 20.5 cms, 307 páginas) tiene dos partes. Con
este resumen se cierra la primera parte. Analiza aquí el trasfondo de la
manumisión de los esclavos, que no era otro que el de liberarlos como nueva
fuerza productiva asalariada. Y recuerda que el proteccionismo fue la primera medida para impulsar el desarrollo
industrial propio, pues no hay otra manera de impulsar el
desarrollo propio.
En la segunda parte, el autor expone el
método para analizar la crisis. No puede ser otro, por supuesto, que el
análisis de las contradicciones actuales
Ragarro
07.11.12
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