Al-Jazeera
04-12-2012
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
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Todos conocemos los nombres de la nueva
generación, de Xi Jinping, ahora secretario general del Partido Comunista Chino
(PCCH) antes de ser consagrado como presidente el próximo año, al vice-premier
Li Keqiang. ¿Pero qué importa el nombre? No gran cosa, porque ahora en China
todo tiene que ver con el ataque estructural; cómo retocar el modelo de
crecimiento económico precipitado combinado con estancamiento político mientras
al mismo tiempo se combate la corrupción.
Xi ya ha hecho una advertencia al Politburó:
“Si la corrupción aumenta en seriedad, arruinará inevitablemente el Partido y
el Estado”. Bueno, ya es tan seria que el propio Xi no puede dormir ante la
posibilidad muy real de una Primavera Árabe en mandarín, aunque una China en
rápido desarrollo no es exactamente un Egipto económicamente subdesarrollado.
Pero la autocracia y la corrupción siguen dominando la escena.
La cultura china es una cuestión de
números. Las tres principales fuentes de noches de insomnio para la mayoría de
los chinos son la inflación, la corrupción y la desigualdad. Lo mismo vale,
esencialmente, para la economía, estúpido. Pero a medida que la economía llega
a un terreno más escabroso, es inevitable que las masas comiencen a formular
preguntas sobre todas las cosas disfuncionales involucradas en un régimen de un
solo partido. Por lo tanto, finalmente, este aumento de la corrupción
constituye una “amenaza existencial” para el sistema.
Oh, de nuevo esa crisis
Comencemos por la economía. Desde 2008,
con los efectos de la fusión de la crisis financiera global hecha en EE.UU. con
el incremento de los salarios en China, ahora es evidente que el antiguo modelo
chino de exportación tiene que ser reajustado. El aparato intensivo en mano de
obra se deslocaliza ahora en masa a Indochina, especialmente a Camboya y
Vietnam.
Economía china
Para complicar las cosas, hay una burbuja
del mercado inmobiliario lista para estallar. Y luego está el Gran Salto
Adelante de la generación MTV/Google de China, la explosión demográfica de los
años ochenta y noventa. En lo que a ellos se refiere, la pareja letal de la
autocracia y la corrupción es el opuesto absoluto a la típica situación
beneficiosa china en la que todos ganan.
Pero a largo plazo, ¿es todo eso tan poco
prometedor para el modelo chino? No realmente. Después de todo, la competencia
no muestra un rendimiento realmente superior.
Hagamos un desvío geopolítico. La semana
pasada, el reelecto presidente Obama se presentó en una cumbre en Phnom Penh,
Camboya, para ‘vender’ un Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación
Económica (TPP), un mecanismo de libre comercio al estilo del NAFTA, que
excluye a China.
Bueno, lo que sucedió realmente es que el
20 de noviembre, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), más
China, India, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda –o sea nada menos
que la mitad de la población del mundo– anunciaron que iniciarían un Acuerdo de
Asociación Económica Regional Integral, excluyendo –ya adivinasteis– al propio
EE.UU. Juego, set y partido para Pekín.
No cuesta ver por qué. Un número basta:
2008.
Hasta 2008, la globalización
turbo-capitalista, centrada en EE.UU., era el nombre del juego. En The
Making of Global Capitalism: The Political Economy of American Empire (Verso,
London and New York, 2012), Leo Panitch y Sam Gindin demuestran ampliamente la
importancia estratégica del capital estadounidense en áreas como la tecnología
de la información.
Hasta 2008, EE.UU. representaba casi un
75% de toda la inversión en investigación y desarrollo del mundo industrializado
en el espacio aéreo y los instrumentos científicos, y hasta un 50% en la
electrónica y los productos farmacéuticos. Las corporaciones estadounidenses
dominaban en la alta tecnología y los servicios empresariales (de
administración, legales, de ingeniería, consultoría y financieros).
EE.UU. tenía tres de las cuatro
principales empresas de hardware tecnológico, software y ordenadores,
aeroespaciales/militares y equipamientos y servicios petroleros. Tenía cuatro
de cinco en los medios globales. Tenía dos de tres en productos farmacéuticos,
transporte industrial, equipamiento industrial y telecomunicaciones de línea
fija. Tenía nueve de los principales 10 en servicios financieros globales.
Después de la mayor crisis económica desde
(e incluida) la Gran Depresión, la principal ventaja competitiva de EE.UU. –su
ilimitado impulso innovador– fue cuesta abajo, ya que el capital de riesgo para
la manufactura de alta tecnología simplemente desapareció. Asia quiere y
necesita de EE.UU. productos de alta tecnología de alto valor agregado. Lo que
no necesita es una superpotencia que pide prestado como si se acabara el mundo
para financiar una deuda gubernamental multibillonaria.
Mientras tanto, en paralelo, había
comercio entre China y el resto de Asia que sobrepasaba el comercio entre Asia
y EE.UU. Otra manera de decirlo es que, en términos económicos, el “pivoteo
hacia Asia” ya está moribundo.
Una vez más, consideremos las cifras. Asia
exporta en conjunto 20% más que el máximo exportado antes de la crisis de 2008.
Europa, por otra parte, exporta más de 20% menos.
China exporta un 50% más al resto de Asia
– no menos de tres veces más que lo que exporta a EE.UU. Las exportaciones
chinas a EE.UU. no aumentan. Hace diez años, China importaba cinco veces más de
Asia que de EE.UU. Ahora importa 10 veces más de Asia, en comparación con
EE.UU.
La moneda sigue al comercio (¡y pensar que
Mitt Romney quería lanzar una guerra monetaria/comercial contra China el Primer
Día de su –fallida– presidencia!). Prácticamente, casi cada divisa asiática
comercia más en yuanes que en dólares de EE.UU. Cualquiera que viaje por Asia
del Este se dará cuenta de que el yuan ya es la moneda de referencia de facto.
Es un resultado inevitable de la creciente integración comercial regional.
Tengo yuanes, viajaré
Durante los últimos meses, se ha exagerado
mucho la posibilidad de un aterrizaje forzoso (de la economía) china. Al
contrario, la economía china se está recuperando en el cuarto trimestre,
creciendo un 8,4% (en comparación con 7,4% en el tercer trimestre), según un
reciente informe del Instituto de Investigación Económica de la Universidad
Renmin.
China terminará por crecer un 8% en 2012,
por cierto 1,3% menos que en 2011, pero todavía por sobre el 7% predicho.
Esto se debe a un auge del consumo interior y mucha inversión en
infraestructura; al mismo tiempo, no hay señales de desempleo masivo o
deflación. Podría ser una señal de que el PCCh está haciendo bien las cosas
antes de la tan cacareada lucha interna contra la corrupción. Según el
Instituto de Investigación Económica, en 2013 China volverá a crecer un sorprendente
9,3 por ciento.
Los think-tanks de la
escuela excepcionalista en Washington deberían comenzar a considerar un hecho
contundente: a EE.UU. le resulta cada vez más complejo y costoso mantener su
hegemonía. En toda Asia, el dólar estadounidense está en relativa caída. E
históricamente esa caída se parece a la decadencia de la libra esterlina
británica –así como del poder imperial de Gran Bretaña– de 1918 a mediados de
los años sesenta.
Obviamente, la decadencia del dólar
estadounidense tiene lugar en paralelo con el ascenso del yuan. Este será
totalmente convertible incluso antes de la fecha señalada usualmente mencionada
de 2020. Esto significa que dentro de los próximos cinco años, la mayor parte
de Asia Oriental, si no toda, formará parte del bloque del yuan.
Inevitablemente, China será el mayor socio comercial de todas las naciones de
Asia Oriental.
Esto significa que la mayor parte de su
comercio será en yuanes; la moneda de referencia de sus propias monedas será el
yuan; y la moneda de reserva para todos será el yuan. Por cierto, habrá un
período de tres monedas de reserva global simultáneas, el dólar estadounidense,
el euro y el yuan; pero, en última instancia, la principal moneda del mundo
será el yuan.
No hay nada que un pivoteo del Pentágono
pueda cambiar. En cuanto al Reino del Medio, ahora es el momento de combatir al
monstruo de Tres Cabezas: corrupción, corrupción, corrupción.
Pepe Escobar es el corresponsal itinerante
de Asia Times. Su último libro es Obama Does Globalistan (Nimble
Books, 2009).
Tomado de Rebelión
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