17-12-2012
La primera vez que leí La
enfermedad infantil del izquierdismo yo era un adolescente. Por ello,
hace unos días decidí releerlo. Tal vez no lo entendí en su momento, tal vez me
haga replantearme mis posiciones, pensaba. Y vistas las citas que los
revisionistas suelen esgrimir y descontextualizar, había acabado por pensar
que, probablemente, nada más terminarlo me convertiría en una especie de
“walking dead” e iría, sin poder evitarlo, a afiliarme a CC OO, justificando de
paso el vergonzoso pacto de gobierno de IU con el PSOE en Andalucía. Pero,
sorprendentemente, no ha sido así.
Lenin escribió este interesante panfleto
en 1920. En 1969, un tal Danny Cohn-Bendit (que, por lo visto, se divirtió
mucho en la universidad) le respondió escribiendo un engendro titulado El
izquierdismo, remedio a la enfermedad senil del leninismo.
El tiempo dejaría a cada cual en su lugar: Cohn-Bendit es actualmente
europarlamentario e hizo campaña por el “Sí” a la Constitución Europea, es
decir, por el “sí” a la enfermedad (para todas las edades) del capitalismo.
Con todo, usaré la ocurrente expresión de
este traidor, porque la enfermedad senil del revisionismo resulta
“extrañamente” selectiva a la hora de citar a Lenin. “Casualmente”, sólo se
citan aquellos pasajes pasados que sirven para justificar las traiciones
presentes. Se cita la página 44 de este libro, donde Lenin habla de la
necesidad de participar en los sindicatos reaccionarios. También se cita la
página 52, donde Lenin insta a sus partidarios a participar en los parlamentos
burgueses, o la 90, en la que Lenin llama a los comunistas británicos a apoyar
a los socialdemócratas ingleses de la II Internacional (los laboristas). Y,
naturalmente, como me dijo uno de la UJCE, se considera que quienes no
intentamos amoldar nuestra realidad política a estas citas descontextualizadas
no somos “verdaderos leninistas”. ¡Qué drama!
“Curiosamente” no se cita ni se intenta
amoldar la realidad a la página 12, en la que Lenin habla de “combinar las
acciones legales e ilegales”, de eliminar a los reformistas como “agentes
burgueses” en el interior del movimiento obrero y de negar “las ilusiones
pacifistas”. Tampoco se cita ni se intenta amoldar la realidad a la página 20,
en la que Lenin defiende la táctica aplicada en 1905 por los revolucionarios
rusos: el boicot a las elecciones parlamentarias burguesas. ¡Otra casualidad!
No vemos que citen ni intenten amoldar la
realidad a la página 43, donde Lenin habla de la necesidad de una “lucha
implacable” para expulsar de los partidos y sindicatos a los líderes oportunistas.
Ni la página 52, en la que Lenin habla de que los bolcheviques no debían
“rebajarse” al nivel de conciencia de las masas, sino decirles “la amarga
verdad”. Ni la página 58, en la que Lenin dice explícitamente que la abstención
electoral “no siempre es un error”, pues “hay condiciones para el boicot”. Ni
la página 62, en la que Lenin pide una crítica “intransigente y violenta”
contra los jefes de la izquierda que no usen el parlamento de una manera
revolucionaria, es decir, con la intención de denunciar al propio parlamento y
destruirlo, exigiendo además la expulsión y sustitución de esos jefes. Ni la
página 73, en la que vuelve a hablar de establecer una lucha implacable contra
la dirección oportunista de los partidos obreros.
Por otro lado, ya que las páginas 44, 52 y
90 les resultan a los revisionistas tan importantes, podrían explicarme por qué
carece en cambio de importancia la página 96, en la que Lenin propone la
“transformación de la huelga en insurrección armada” y habla de los soviets como
“sepultureros del parlamentarismo burgués”. Tampoco parecen considerar
importante la página 97, en la que Lenin explica cómo la III Internacional
venció a la II, aunque ésta última fuera en principio mucho más grande; o la
página 106, en la que Lenin explica por qué los comunistas ingleses deben
apoyar la independencia de Irlanda contra el imperialismo británico; o la
página 109, en la que Lenin dice que el hecho de que los periódicos burgueses
criticaran al bolchevismo benefició al bolchevismo; o la 123, en la que llega a
dar la razón a Bordiga en la idea de que hay que expulsar de los partidos de
izquierda a todos los “social-traidores” reformistas.
Por supuesto, está más allá de toda
esperanza que ese compañero de la UJCE, que me requisó el carné de “leninista”
(hecho que, como podrá imaginarse, me produjo una honda preocupación), lea
también, aparte de la cita descontextualizada de sus manuales formativos, los
pasajes completos en los que Lenin expone claramente qué es aquello que
rechaza: no los sindicatos alternativos, inexistentes en ese momento, sino los
“consejos” o “uniones obreras” que proponía crear la izquierda germano
holandesa (pág. 40), las “nuevas formas organizativas inventadas por ellos”
(pág. 44). O aquellos pasajes en los que Lenin explica a qué se refiere con
“sindicatos reaccionarios”: apoliticismo, estrechez corporativa, espíritu
rutinario… (pág. 41). Es decir, no pretendo que el compañero asimile que Lenin
no hablaba de fenómenos como los liberados sindicales o la firma del “pensionazo,
por el sencillo motivo de que no llegó a conocerlos. Que habría que ver si CC
OO sería para Lenin un “sindicato reaccionario” (no por lo reaccionario, cosa
en la que no habría duda, sino por lo de “sindicato”), o sería más bien un
auténtico aparato del Estado burgués.
Tampoco puedo esperar que el compañero
comprenda que Lenin habla de participar en esos sindicatos porque en esos
momentos eran “las organizaciones en las que están las masas” (pág. 45), dando
la cifra de nada menos que 7 millones de afiliados en la Inglaterra de 1920,
mientras que hoy día las masas no están en CC OO, sino que odian a CC OO y la
tasa de afiliación es muy baja.
Tengo otros amigos, en este caso en el
PCPE o Izquierda Anticapitalista, a los que no estoy seguro de poder explicarles
que, en efecto, Lenin dice que hay que participar en el parlamento burgués
(pág. 53), pero que presentando candidaturas que obtienen 20 mil votos no se
lleva a ningún candidato al parlamento burgués, a no ser que vivas en un país
de un millón de habitantes…
Pero La enfermedad infantil no
es el único libro de Lenin. A todos mis amigos, y en particular a los
revisionistas, tan fieles a las páginas 44, 52 y 90 de un solo libro de Lenin,
“casualmente” se les olvida citar el artículo “Informe sobre la revolución de
1905”, en el que Lenin decía que el desarrollo de la revolución “conduce
inevitablemente hacia la lucha armada”. O el artículo “Ejército revolucionario
y gobierno revolucionario” (julio de 1905), donde Lenin dice “el ejército
revolucionario se necesita porque los grandes problemas de la historia se
revuelven únicamente por la fuerza”.
Insisten obsesivamente en no radicalizar
sus consignas para no “asustar” a la gente y ganar militantes, pero al hacerlo
olvidan, también “casualmente”, el artículo “Una gran iniciativa” (junio de
1919), en el que Lenin dice: “La movilización de los comunistas para la guerra
ha venido a ayudarnos: los cobardes y los miserables han huido del partido.
¡Mejor que mejor!”.
Condenan la violencia y adoran los
paseítos (también llamados manifestaciones) folklóricos, olvidándose
“casualmente” del artículo “Los asustados por el fracaso de lo viejo”,
publicado por Lenin en Pravda en diciembre del 17 y el que el líder ruso se
burlaba con sorna de los que “se asustan de que la lucha de clases llegue a una
exacerbación extrema y se transforme en guerra civil, la única guerra legítima,
la única justa, la única sagrada, no en el sentido clerical de la palabra, sino
en el sentido humano de guerra sagrada de los oprimidos contra los opresores”,
añadiendo la célebre cita de Marx en la que el barbudo nos enseñó aquello de
que “la violencia es siempre la comadrona de la vieja sociedad”.
En fin, es mejor acabar porque todo esto
no vale para nada. Lo único que sirve es la creación de razonamientos y lemas
nuevos partiendo de nuestro contexto, y sería dogmático seguir desempolvando (y
sesgando) citas de Lenin para demostrar otra cosa que no fuera la incoherencia
de quienes creen ponerse a salvo desempolvando (y sesgando) citas de Lenin. El
caso es que me siento incapaz de cuatro cosas:
1. De conseguir que esta gente no sesgue citas,
picoteando aquí o allá según sus intereses dogmáticos o -en el caso de los
revisionistas- para justificar las traiciones políticas o sindicales más viles.
2. De conseguir que esta gente comprenda que el marco
contextual debe descodificarse junto al mensaje; que éste sólo puede analizarse
analizando también dicho marco; que pensar que Lenin diría lo mismo hace un
siglo que ahora es considerarlo un auténtico idiota.
3. De conseguir que esta gente comprenda que, incluso en
su contexto, Lenin, por aquello de no ser un dios, era falible y por tanto
podía equivocarse.
4. Y de ser tan ingenuo como quienes piensen que tras las
comillas de los “casualmente” de este artículo no se oculta la certeza de que
esto no es un combate ideológico, sino un combate contra quienes tratan de
pillar silloncitos y garantizar el sustento de enormes aparatos de liberados y
chorizos que trabajan bien en los sindicatos amarillos, bien en las
diputaciones.
Rebelión ha publicado este artículo con
el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons,
respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario