La empresa española Telefónica en Perú cometió el
delito de presentar doble contabilidad a la SUNAT, entidad estatal que recauda
impuestos, evadiendo el pago de alrededor de 2.300 millones de soles (unos 850
millones de dólares). Para evitar el pago, la empresa ha tramitado largos
juicios contra el estado y ha llevado al Perú a tribunales internacionales.
A esta colosal deuda, Telefónica añade otras perlitas,
tales como el no pago de 17 millones de soles a OSIPTEL, entidad estatal
reguladora de las comunicaciones, por multas recaídas sobre sus operaciones y
las de sus filiales: Telefónica Móviles y Multimedia. Y se añaden otras deudas que están
siendo evaluadas por entidades públicas por el uso del espectro radioeléctrico
y de derechos laborales a sus trabajadores. Un total que se estima públicamente
en unos 4.000 millones de soles.
Como si todo eso fuera poco, Telefónica es
abiertamente conocida como la empresa más odiada por los peruanos, debido a sus
constantes abusos en los cobros y mala calidad del servicio.
Pues bien, aunque parezca increíble el gobierno del
presidente Humala ha renovado los contratos del estado para que telefónica siga
operando en el país.
El Perú oficial, encabezado por el conocido lobbista
peruano-norteamericano pro empresas trasnacionales, Pedro Pablo Kuczynski, ha
celebrado la medida con el repetido argumento de que da “estabilidad a las
inversiones” y “beneficiará al país”.
Los seguidores políticos de Humala han ido más lejos,
y en una verdadera burla a la población, pretenden presentar la concesión como
una victoria de soberanía en la que el gobierno habría logrado la “aceptación
incondicional de la empresa a duras exigencias”.
¿Cuáles son estas duras exigencias incondicionalmente
aceptadas por la pobre Telefónica?
En primer lugar, que no se habló para nada, nada, de
la colosal deuda que la empresa simplemente no le da la gana pagar al país,
permitiéndose arrastrarlo a tribunales internacionales para evadir el pago.
En segundo lugar, no debe hacer ningún pago tampoco
por las concesiones de espectro radioeléctrico recibidas por casi 19 años. Se
“pagará” con inversiones y descuentos en los cobros que la empresa realizará a
entidades de estado y sectores de la población más pobres del país. En otras
palabras, pagará haciendo lo que toda empresa debe hacer, brindar un servicio,
y obteniendo ganancias por ello!
¿De la calidad del servicio? Nada tampoco. No se
puede, la Ley no permite incluirla en las negociaciones. Sí, es esa misma ley
que dice que debe pagar miles de millones de soles de impuesto pero que
entonces no viene al caso. Ha, pero se promete revisar la ley para poder
discutir de la calidad del servicio en el futuro, en 19 años más. ¿Qué, acaso
no son condiciones muy duras?
En ese contexto, cuesta tomar siquiera en serio al
Ministro, “héroe” de la negociación, Carlos Paredes, cuando informa con toda
virilidad que si Telefónica no cumple con las leyes y contratos recibirá
“penalidades pecuniarias muy altas”, seguramente no tan altas como esas que no
le da la gana pagar ahora y recibe el premio de la renovación contractual por
ello. O las declaraciones del oficialista congresista Jaime Delgado, no hace
mucho público abanderado de no renovar el contrato hasta que la empresa pague
su colosal deuda, y que ahora se ha degradado a sí mismo ante al país
solicitando “confianza” en que la empresa querrá buenamente cumplir sus
obligaciones.
El padre del presidente, Isaac Humala, ha declarado
públicamente “estar horrorizado” por esta “tragedia para el país”. Y ha
señalado claramente que la única explicación posible para ella no es otra que
la endémica corrupción de las autoridades.
El congresista Jonhy Lescano, de la bancada
progresista y disidente del gobierno, ya anunció públicamente que buscarán una
“profunda investigación” y la “interpelación” del Ministro en cuestión.
Indignado, señaló lo que a estas alturas es vox populi en las calles: “estamos
cansados en nuestro país de tanta corrupción”.
Es muy probable que las inefables encuestas del Perú
oficial publiquen alzas de popularidad del gobierno por esta magna medida, pero
queda por ver qué pasará en realidad con la gente de la calle, esa que sufre la
más violenta represión policial y la expropiación por parte de SUNAT cuando se
gana unos soles pirateando un video sin pagar algunos impuestos; y esa que
trabaja arduamente y vive la persecución acuciosa de los funcionarios de SUNAT
para ver de dónde saca ingresos para pagar sacrificadamente su auto a 5 años
plazo o su departamento a 20 años plazo. Y que ahora ven que no califican para
premios, hace falta evadir miles de millones.
Lo cierto es que por lo pronto una sola pregunta
recorre el Perú: ¿Cuánto les pagó Telefónica?
Ricardo Jimenez A.
Siento profundo respeto por el autor del artículo. Aparte de la claridad y solidez argumental en contra de la renovación con la telefónica, destila dignidad y reclama el autorespeto que necesitamos tener los peruanos.
ResponderEliminarGente como el autor del artículo es la que nuestra patria necesita para salir de la corrupción profunda que implica un gobierno que funciona en "piloto automático", desatendiendo los intereses de una Patria Soberana!
Basilio Kondory Atocsaykuchi