3-01-2013
Aunque normalmente se conmemore el día 10,
no es hasta las dos de la madrugada del 11 de enero de 1929 que moría Mella en
un hospital mexicano, el mismo en el que fallecería también su compañera Tina
Modotti años más tarde. El revolucionario cubano dejaba atrás una obra sin
precedentes para su corta edad y marcaba el rumbo para un marxismo autóctono,
ajeno a los estrechos dogmas que lastraban al movimiento obrero internacional.
Quizás
la mejor cualidad de Julio Antonio haya sido la herejía, primero contra el
papel burgués que se esperaba de un joven de su clase, luego contra el mayor
dictador que había sufrido Cuba hasta entonces y finalmente contra los esquemas
que se autoimponía el propio movimiento comunista.
En
su tiempo el movimiento obrero internacional respondía expresamente a las
orientaciones procedentes de Moscú, por lo tanto la creación de un marxismo
latinoamericano y cubano aunque imprescindible, contradecía directamente la
política vertical de la Internacional Comunista. Mella fue testigo de esto.
Lejos
del estereotipo de militante ortodoxo y disciplinado, nunca acató las normas
que no consideró factibles y esto le conllevó numerosas dificultades, quizá el
primer encontronazo fue su expulsión del partido comunista. En un caso de
increíble falta de previsión política los cubanos expulsaron deshonrosamente a
su miembro de más renombre, irónicamente la razón de su expulsión era a la
misma vez la primera victoria que obtenía el pueblo cubano en su lucha contra
el tirano: la huelga de hambre con la que Mella desafió a Machado.
El
joven tuvo que marcharse a México para huir de la represión machadista, allá el
partido azteca lo recibió con los brazos abiertos pese a las misivas que
llegaban desde Cuba calificándolo como “perfecto y descarado saboteador de los
ideales comunistas”, llegó incluso a sustituir temporalmente al secretario
general en 1928.
Luego
del VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista comenzó una tendencia
ultraizquierdista que no tardaría en llegar a América Latina, con esta el
estalinismo terminaría por dominar todos los aspectos del movimiento comunista
en el orbe. Mella no era muy ortodoxo en su proceder, en Moscú pudo tener
contactos con la Oposición de Izquierda, en sus escritos calificó a Trotsky
como “poderoso ejemplar de la raza humana” mientras omitía continuamente
Stalin. Si tenemos en cuenta que la limpieza interna contra el “peligro de
derecha” durante la década del treinta sería con sangre, no es vano especular
que quizás el joven cubano no la hubiera sobrevivido.
El
pensamiento de Mella integró la vertiente marxista clásica con el pensamiento
antimperialista martiano, buscando al igual que su contemporáneo Mariátegui,
una creación heroica con características propias. Los últimos días del joven
cubano son muestra de la imposición de una corriente de pensamiento con tintes
estalinistas sobre el marxismo autóctono que proclamaban Mella y Mariátegui.
Antes de morir se planteó la renuncia al partido
comunista mexicano, optó por la lucha armada a contrapelo de que esta era mal
vista por Moscú y para ello creó la ANERC, una organización con membresía
supraclasista que también contradecía las indicaciones de la Internacional
Comunista. Teniendo esto en cuenta no es muy difícil precisar el rumbo que
tomaba el revolucionario cubano.
La
herejía que simbolizaba Mella en Cuba, tanto como Mariátegui en el Perú, vio su
declinar con la muerte de ambos. La fecha del 11 de enero de 1929 fue uno de
los hitos que provocó que el marxismo “profesional” sustituyera al marxismo
creador y comenzara la época de los apparatchik en América Latina. El epílogo
lo veríamos a finales de siglo, cuando la línea ortodoxa del movimiento
comunista terminaría fracasando y el camino del socialismo autóctono tendría que
ser retomado. La herejía terminaría por demostrar su validez.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su
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