Nota Breve
El 15 de febrero de este año,
difundimos un artículo de Guillermo Almeyra que criticaba la tesis de un
imperialismo “bueno” en Samir Amin. Vea usted, amigo lector, fragmentos de la
exposición de Almeyra:
“Francia es
imperialista, sin duda, pero que en Malí cumpliría un papel progresista que hay
que apoyar porque combate el islamismo extremista que Qatar financia (…) Quienes
creen que hay que apoyar a los capitalistas buenos supuestamente
antiyanquis y a los imperialismos buenos que se oponen a Washington
para oprimir ellos a los africanos, ven sólo los estados, no las clases o
sectores sociales que podrían unirse contra todo el colonialismo y excluyen el
internacionalismo –la oposición de los trabajadores franceses al imperialismo francés,
por ejemplo–, que fue la gran fuerza que permitió la independencia argelina y
la victoria vietnamita. Es lamentable que gente que por decenios atacó al
capitalismo y al imperialismo caiga hoy a este nivel de realpolitik y
piense que lo importante es la fuerza relativa que pueda tener el enemigo de su
enemigo (capitalistas progresistas o imperialismo bueno) y no
cómo los oprimidos pueden adquirir fuerzas contra todos sus enemigos y
adversarios. (…) Por supuesto, hay que combatir los planes de Estados Unidos
para toda África, pero eso no significa que haya que alinearse con los competidores
de Washington, que son, sin embargo, sus socios en la guerra en Siria y en el apoyo
a Israel.”
A continuación difundiremos,
gracias a la colaboración de Eduardo Vargas, el texto de Samir Amin y la
crítica de Paul Martial al para nada original planteamiento de Amir.
Tacna, 21 febrero 2013
Edgar Bolaños Marín
I
SAMIR
AMIN: POR QUÉ APOYAR LA INTERVENCIÓN FRANCESA
Sábado
2 de febrero de 2013
Con el fin conservar la brevedad y
centralidad de este artículo sobre situación en Malí he descartado extenderme
sobre otros temas importantes adyacentes, reduciéndolas a notas a pie de
página, para evitar de ese modo grandes digresiones.
Este artículo no hace mención a la
toma de rehenes en In Amenas. Los argelinos saben que si ellos ganaron la
guerra contra el proyecto de Estado islamista del FIS (en su época, apoyado por
las potencias occidentales en nombre de la ¡"democracia"!), la lucha
contra la hydra sigue ahí y hay que llevarla a cabo en todos los terrenos: la
seguridad y la búsqueda del progreso social como única forma de secar el
terreno al reclutamiento de los denominados movimientos islamistas. Sin duda,
el asesinato de rehenes americanos y británicos obliga a Washington y Londres a
comprender mejor que Argelia hizo lo que debía: ninguna negociación con los
asesinos. Desgraciadamente, no creo que a largo plazo este error de los
terroristas suponga un punto de inflexión en el apoyo de los Estados Unidos y
de Gran Bretaña a lo que ellos continúan denominando islam político
"moderado"
Soy de los que, por principio,
condenan cualquier intervención militar de las potencias occidentales en el
Sur, porque su objetivo es establecer el control del planeta al servicio de los
dominantes monopolios capitalista.
¿Constituye la intervención francesa
en Malí la excepción de la regla? Sí y no. Es por eso que llamo a apoyarla,
pero sin pensar lo más mínimo que dará la respuesta que hace falta a la
continua degradación de las condiciones políticas, sociales y económicas, no
solamente en Malí, sino en el conjunto de países de la región, fruto de las
políticas de expansión capitalista impulsadas por la triada imperialista
(Estados Unidos, Europa y Japón). Políticas que siguen vigentes y que han
abonado el terreno para la implantación del Islam político en la región.
I. Islam político reaccionario: enemigo de los pueblos y aliado
principal de las estrategias de la triada imperialista /1.
Mas allá de las distintas variantes
en las que se expresa, nos guste o no, el Islam político no es un "movimiento para el renacimiento de
la fe religiosa" sino una fuerza política archireaccionaria
que condena a los pueblos, que eventualmente se ven sometidos a su dominación,
a una regresión en todos los ámbitos, impidiéndoles responder positivamente a
los retos a los que están confrontados. Su ejercicio del poder no constituye
ningún freno a los procesos de degradación y pauperización que se vienen dando
sin interrupción desde hace tres décadas. Al contrario, los profundiza y se
alimenta de ellos.
Esta es la razón fundamental por la
que -en función de lo que representa y cómo actúa- las fuerzas de la triada ven
al islamismo político como un aliado estratégico. El apoyo sistemático otorgado
por estas potencias al islam político reaccionario ha sido, y continúa siendo,
una de las principales razones de sus éxitos: los talibanes en Afganistán, el
FIS en Argelia, los Islamistas
en Somalia y Sudan, Turquía, Egipto y Túnez u otros países en los que se han
beneficiado de este apoyo para alcanzar el poder local en momentos decisivo.
Ninguna de los componentes moderados de islam político se ha desmarcado de una
forma clara de los autores de actos terroristas, de sus componentes llamadas
"salafistas". Cuando hizo falta, todos se beneficiaron, y aún
continúan haciéndolo, del "exilio" en los países del Golfo. Ayer en
Libia, hoy en Siria…, siguen estando apoyados por las potencias de la triada.
Los crímenes y las exacciones que cometen se integran perfectamente en el
discurso que acompaña a esta estrategia de apoyo: dan credibilidad a la tesis
de la "guerra de
civilizaciones", facilitan el alineamiento "consensuado"
de los pueblos de la triada al proyecto global del capital monopolista. Los dos
discursos: la democracia y la guerra al terrorismo, se complementan mutuamente
en esta estrategia.
Es preciso una buena dosis de
ingenuidad para creer que el islam político de los calificados de
"moderados" sería soluble en la democracia. No es que, como se dice
con falsa ingenuidad, los sectores moderados se vean desbordados por los
excesos fanáticos, criminales e incluso terroristas de los salafistas; lo que
existe es una división de trabajo entre ellos. Pero su proyecto es común: una
teocracia, arcaica por definición, que se encuentra en las antípodas incluso de
la más mínima democracia.
II . El Sahel, ¿un proyecto al servicio de qué intereses?
De Gaulle acarició la idea de un "Gran Sahara francés", pero
la tenacidad del Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino y la
radicalización de la Unión Sudanesa de Modibo Keita en Malí hizo que el
proyecto fracasara definitivamente en 1962-1963. Si bien puede que haya algunos
nostálgicos del proyecto en París, no creo que sean capaces de convencer a
políticos dotados de una inteligencia normal de la posibilidad de resucitarlo.
De hecho, aunque hasta Sarkozy se
declarara partidario del mismo, el proyecto de El Sahel no es francés. Es el de
una nebulosa constituida por el islam político en cuestión y se beneficia del
eventual beneplácito de EE UU y, en su estela, de sus lugartenientes en la
(inexistente) Unión Europea, Gran Bretaña y Alemania.
El Sahel "islámico"
permitiría la creación de un gran Estado abarcando gran parte del Sahara de
Malí, Mauritania, Níger y Argelia, que contiene importantes recursos minerales:
uranio, petróleo y gas. Recursos que no estarían prioritariamente a disposición
de Francia sino, sobre todo, de los poderes dominantes de la Tríada. Un
"Reino" que, como ocurre en Arabia Saudí y en los emiratos del Golfo,
podría "comprar" fácilmente el apoyo de población (escasa) al tiempo
que los emires acaparan fabulosas riquezas para beneficio personal. Para las
potencias de la Triada, el Golfo sigue siendo el mejor amigo/siervo útil, a
pesar del carácter atrozmente arcaico y esclavista de su gestión social. Aunque
yo diría que es justamente gracias a él. Los poderes que se instalarían en el
Sahel se abstendrían de realizar acciones terroristas en su territorio sin que
ello implique que no las apoyarían en otros países.
Francia, que había logrado salvar de
su proyecto "Gran Sahara" el control de Níger y su uranio, quedaría
relegada a un papel secundario en el Sahel /2.
Le ha correspondido a F. Hollande -y
ése es su mérito - haber comprendido esto y oponerse a ello. No debería
sorprendernos el ver que la intervención decidida por él fue apoyada de
inmediato por Argelia y otros países que para Paris no figuran entre sus "amigos".
El gobierno argelino ha demostrado una lucidez total: es consciente de que el
proyecto del Sahel no sólo afecta al norte de Malí sino también al sur de
Argelia /3.
Tampoco hay que sorprenderse de que "los aliados de Francia" -
Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, por no hablar de Arabia Saudita y
Catar- son, en realidad, hostiles a la intervención que la han tenido que
aceptar a regañadientes porque se han encontrado ante un hecho consumado. Ahora
bien, estos países no se entristecerían si la operación se estanca y fracasa,
porque eso reforzaría el proyecto del Sahel.
III . Ganar la guerra del Sahara
Soy de los que esperan y desean que
se gane la guerra del Sahara y los islamistas sean erradicadas en la región
(particularmente de Malí y Argelia) y que Malí se reconstruye en el marco de
sus fronteras. La victoria es la condición necesaria para la posterior
reconstrucción del Estado y de la sociedad maliense.
Esta guerra será larga, costosa y
dolorosa, y su resultado es incierto. La victoria requiere que se cumplan
determinadas condiciones. De hecho, no se trata sólo de que las fuerzas armadas
francesas no abandonen el territorio antes de la victoria total, sino que será
preciso poner en pie un ejército maliense digno de ese nombre. Hay que ser
conscientes de que la intervención militar de otros países africanos no
constituye un factor decisivo para la victoria.
Es factible la reconstrucción del
ejército maliense. El Malí de Modibo fue capaz de construir una fuerza armada
competente al servicio de la nación y capaz de disuadir a fuerzas agresoras
parecidas a los actuales islamistas de AQMI. Esta fuerza fue destruida de forma
sistemática por la dictadura de Moussa Traoré y no ha sido reconstruida por sus
sucesores. Ahora bien, el hecho de que el pueblo de Malí sea plenamente
consciente de que su país tiene la obligación de estar armado, hace que la
reconstrucción de su ejército pueda beneficiarse de una situación favorable. El
obstáculo es financiero: reclutar a miles de soldados y equiparlos no está al
alcance de los recursos actuales del país. Y ni los Estados africanos, ni la
ONU ayudarán a paliar este déficit. Francia debe entender que la reconstrucción
de ese ejército es la única forma de lograr la victoria y que tiene que aportar
esta ayuda. El estancamiento y la derrota no sólo sería un desastre para los
pueblos africanos, también lo seria para Francia. La victoria permitiría a
Francia recuperar el lugar que le corresponde en el concierto de las naciones,
más allá incluso de Europa.
No se puede esperar muchos de los
países de la CEDEAO. Las guardias pretorianas de la mayoría de estos países no
tienen de ejército mas que el nombre. Es cierto que Nigeria dispone de una de
las tropas más numerosas y mejor equipadas pero, por desgracia y por decirlo
suavemente, están mal disciplinadas: muchos de sus altos mandos no persiguen
otro objetivo que el saqueo de las regiones en las que intervienen. Senegal
también dispone de una fuerza militar competente y, además, disciplinada pero
es pequeña para su país. Geográficamente más alejados, Angola y Sudáfrica
podría proporcionar un apoyo eficaz, pero su lejanía, y quizás otras
consideraciones, puede hacer que no le vean interés a involucrarse.
Un compromiso firme, con
determinación, y por el tiempo que haga falta por parte de Francia implica que
la diplomacia de París tome distancias en relación a sus compañeros de la OTAN
y de Europa. Aún no ha terminado la partida y por el momento nada indica que el
gobierno de F. Hollande sea capaz de atreverse a dar ese paso.
IV . Ganar la batalla diplomática
El evidente conflicto entre los
objetivos de la honorable intervención francés en Malí y la continuidad de la
línea diplomática actual de Paris se convertirá pronto en algo insoportable.
¡Francia no puede luchar contra los "islamistas" en Tombuctú y
apoyarlos en el Alepo!
La diplomacia francesa, adscrita a
la OTAN y a la Unión Europea, comparte la responsabilidad de sus aliados en el
éxito del islam político reaccionario. Una prueba clara de ello la tenemos en
la aventura en Libia, cuyo único resultado (lo que ciertamente era previsible y
deseable, al menos para Washington) no fue liberar al pueblo libio de Gadafi
(un payaso más que un dictador) sino destruir Libia: país que se ha convertido
en un territorio controlado por los señores de la guerra y que se encuentra en
el origen del reforzamiento de AQMI en Malí.
La hidra del islam político
reaccionario recluta tanto en círculos de la delincuencia organizada como entre
fanáticos religiosos. Más allá de la "yihad", sus emires -que se hacen
llamar los defensores intransigentes de la fe- se enriquecen con el tráfico de
drogas (los talibanes, AQMI), de armas (señores de la guerra de Libia) y de la
prostitución (kosovares).
El problema es que hasta el presente
la diplomacia francesa también los apoya, como en Siria. Los media franceses
dan crédito a los comunicados del pretendido Observatorio Sirio de los Derechos
Humanos, que es conocido por estar controlado por la Hermandad Musulmana y
haber sido fundado por Ryad El Maleh con el apoyo de la CIA
y la inteligencia británica. ¡Cuánto credibilidad se otorga a las noticias
Ansar Eddine en Francia! Francia tolera que las llamadas "Fuerzas de la
Coalición Nacional de la Oposición y la Revolución" esté presidida por el
jeque Ahmad El Khatib (Hermano Musulman y autor del incendio del barrio de Duma
en Damasco), elegido por Washington.
Me sorprendería (pero sería una
sorpresa agradable) que F. Hollande se atreviera a revertir esta situación como
lo hizo De Gaulle, saliendo de la OTAN y dejando vacante su puesto en la Unión
Europea. Pero no vamos a pedirle tanto. Simplemente, vamos a pedirle que
influya en las relaciones diplomáticas en el sentido que requiere la acción
emprendida en Malí. De ese modo, comprobará que Francia ¡tiene más adversarios
en el campo de sus "aliados "que en el de sus "enemigos"!
No sería la primera vez que ocurre esto cuando ambos bandos se enfrentan en el
campo diplomático.
V. Reconstruir Malí
La reconstrucción de Malí no puede
ser obra sino de los malienses. Sin embargo, sería deseable que se les ayude en
lugar de ponerles obstáculos que hagan imposible la reconstrucción.
Puede que las ambiciones
“coloniales” francesas –convertir a Malí en un Estado clientelar, a imagen y
semejanza de algunos otros países de la región– no sean ajenas a ciertos
responsables de la política maliense de París. La Franciáfrica tiene siempre
sus portavoces, pero no representa un peligro real, ni mucho menos importante.
Un Malí reconstruido será capaz de afirmar, o reafirmar, rápidamente su
independencia. Por el contrario, un Malí saqueado por el islam político
reaccionario no sería capaz de conquistar en poco tiempo un lugar honorable en
el tablero regional y global. Al igual que Somalia, correría el riesgo de ser
eliminado de la lista de estados soberanos dignos de ese nombre.
En la época de Modibo, Malí realizó
progresos tanto en el orden económico y social como en la afirmación de su
independencia y en la unidad de sus componentes étnicos.
La Unión Sudanesa logró unir en una
misma nación a los Bambara del Sur, a los pescadores Bozo, los agricultores
Songhai y los Bella (tuareg negros) del valle del Níger, desde Mopti a Ansongo
(nos olvidamos de que hoy en día en el norte de Malí la mayoría de la población
no es tuareg), e incluso hizo aceptar a los tuaregs la liberación de sus
siervos Bella. El problema fue que la falta de recursos -y, tras la caída de
Modibo, la falta de voluntad política- de los gobiernos de Bamako sacrificaron
los proyectos de desarrollo para el Norte. Algunas reivindicaciones de los
tuareg son perfectamente legítimas. La posición de Argelia, que aboga por
diferenciar la rebelión tuareg, ahora marginada y con la que hay que discutir,
de los yihadistas llegados de otros países y a menudo muy racistas con los
"negros", resulta muy pertinente.
Los límites de los logros de Malí de
Modibo y, también, la hostilidad de las potencias occidentales (en particular,
Francia), están en el origen del fracaso del proyecto y, finalmente, del éxito
del odioso golpe de Estado de Moussa Traoré (apoyado hasta el final por París),
cuya dictadura es la responsable de la descomposición de la sociedad maliense,
de su pobreza y de su impotencia. La poderosa revuelta del pueblo maliense que
logró derrocar a la dictadura a costa de decenas de miles de víctimas, generó
grandes esperanzas en el renacimiento del país; esperanzas que se vieron
frustradas, ¿por qué?
Desde la caída de Moussa Traoré el
pueblo de Malí conoció libertades democráticas sin precedentes. Sin embargo, no
parece que sirvieran para mucho: cientos de partidos fantasmas sin programa,
parlamentarios electos impotentes y una corrupción generalizada. Algunos
analistas, cuya mente aún no está libre de la fiebre racista, se aprestan a
concluir que este pueblo (como los pueblos africanos en general) ¡no está
preparado para la democracia! Fingen ignorar que la victoria de las luchas del
pueblo maliense coincidió con la ofensiva "neoliberal" que impuso a
este país, debilitado al límite, el modelo de lumpen-desarrollo preconizado por
el Banco Mundial con el apoyo de Francia y Europa. Un modelo que condujo a una
regresión social y económica y un empobrecimiento sin limites.
Estas políticas son las responsables
mayores del fracaso de la desacreditada democracia. Esta involución creo, tanto
aquí como en otros países, las condiciones favorables para al ascenso de la
influencia del islam político reaccionario (financiado por el Golfo) no sólo en
el Norte, monopolizado por AQMI, sino también en Bamako.
La decadencia del Estado maliense
que trajo consigo constituyó el origen de la crisis que concluyó con la
destitución del presidente Amani Toumani Touré (refugiado desde entonces en
Senegal), al irreflexivo golpe de Estado de Sanagho y a la puesta baja tutela
del Mali a través del "nobramiento" de un presidente provisional
-llamado de transición- por la CEDEAO. Organismo presidido por el presidente de
Costa de Mafil, A. Ouatatara, que siempre ha actuado como funcionario del FMI y
del Ministerio de Cooperación francés. Es este presidente, cuya legitimidad a
los ojos de las y los malienses es igual a cero, quien solicitó la intervención
francesa. Este hecho debilita considerablemente los argumentos de Paris a pesar
de que desde el punto de vista diplomático resulten impecables: Paris intervino
tras haber sido solicitada su intervención por un Jefe de Estado
"legitimo" de un país amigo. Pero, si es así, ¿por qué el llamamiento
del Jefe de Estado Sirio -incontestablemente no menos legítimo- al apoyo de
Irán y Rusia es "inaceptable"? Francia tiene que corregir el tiro y
revisar su lenguaje.
En cualquier caso, la reconstrucción
de Malí pasa ahora por el rechazo rotundo de las "soluciones"
liberales que están en el origen de todos estos problemas. Ahora bien, en torno
a esta cuestión fundamental, los conceptos fundamentales que maneja París
siguen la corriente de los de Washington, Londres y Berlín. El concepto de "ayuda al desarrollo" de
París no se diferencian un milímetro de las letanías liberales dominante/4. Ni más ni menos.
Incluso si Francia gana la batalla del Sahara -que es lo que yo deseo- no está
bien situada para contribuir a la reconstrucción de Mali. Ahora bien, el
fracaso de la misma permitiría a los falsos amigos de Francia tomar su
revancha.
23/01/2013
Notas
1/ Antes que nada, se impone un breve
desarrollo de lo que supone el islam político reaccionario, porque el uso
estratégico de estos movimientos por las fuerzas del capitalismo/imperialismo
dominante no excluye errores. La movilización de aventureros
"yihadistas" ("terroristas") es el medio indispensable por
el cual el Islam político reaccionario puede imponer su poder. Evidentemente,
estos aventureros son propensos a la delincuencia (saqueos, toma de rehenes,
etc.). Además, los "fanáticos" que reclutan sus "ejércitos"
son siempre, por naturaleza, capaces de iniciativas impredecibles. La dirección
del movimiento (el wahabí del Golfo) y el establishment
de los Estados
Unidos (y, por extensión, de los subalternos aliados gobiernos europeos) son
conscientes de los límites de su capacidad para "controlar" los
medios para la puesta en pie de su proyecto común, pero aceptan el caos.
Existen numerosos análisis serios
sobre el islam político reaccionario (entre otros, ver Samir Amin Le monde arabe dans la longue durée,
2010).
Cuestión tangencial, pero
importante: el islam político reaccionario garantiza que los países que caigan
bajo su dominio no lleguen a formar parte de los países emergentes. Ver al
respecto el capítulo dedicado a esta cuestión en Samir Amin, L’implosion du capitaliste libéral,
2012)
2/ Francia mantuvo su control sobre
Níger y su uranio a través de una política de "ayuda" barata, que
mantuvo al país en la pobreza y la impotencia. Ver nota (4). El proyecto del
Sahel barria las posibilidades francesas para preservar el control sobre el
Níger y el uranio.
3/ En contraste con la lucidez de
Argelia, es palpable el silencio de Marruecos, cuya monarquía expresó de forma
reiterada y a través de discursos incendiarios sus pretensiones sobre Tombuctú
y Gao (ciudades ¡"marroquíes"!). Aún no se conoce una explicación
cabal de las razones de este repliegue de Rabat.
4/ Yash Tandon (En la dependencia de la ayuda
final, CETIM, 2009) ha demostrado que la "ayuda" condicionada
a la implantación de la globalización neoliberal no era un "remedio"
sino un veneno. Yo mismo, en la introducción de este libro ofrezco un ejemplo,
el de Níger.
Traducción: VIENTO SUR 1/2013 http://www.forumdesalternatives.org...
[Respuesta de Paul Martial en http://vientosur.info/spip/spip.php?article7641]
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II
SOBRE
EL APOYO DE SAMIR AMIN A LA INTERVENCIÓN FRANCESA
Paul Martial
Sábado 2 de
febrero de 2013
El artículo
de Samir Amin* es en primer lugar contradictorio, pues a la cuestión de si la
intervención francesa obedece a la regla de la voluntad de dominación colonial,
responde al principio que… sí y no, pero el texto no es más que un alegato que
trata de explicar que la guerra de Francia no responde en absoluto a esta
voluntad: “Llamo a apoyarla, pero sin pensar lo más mínimo que dará la
respuesta que hace falta a la continua degradación de las condiciones
políticas, sociales y económicas, no solamente en Malí, sino en el conjunto de
países de la región.” Extraño argumento: Samir es consciente de que la
guerra que mantiene Francia en Malí, y que él llama a apoyar, ¡no resolverá
nada!
El papel del
islamismo
Más que un
análisis, Samir hace una constatación del papel que desempeña el islamismo
político considerado como una fuerza política reaccionaria. Comprender el
islamismo implica comprender en primer lugar su auge, evidentemente asociado a
la miseria ignominiosa en que el capitalismo hunde a las poblaciones, pero
también a la falta de credibilidad de una alternativa política a escala
internacional. Está claro que no es por casualidad que el ascenso del islamismo
venga de la mano de la pérdida de influencia del socialismo en todas sus
variantes. El altermundialismo pudo servir de balón de oxígeno frente a la
ofensiva del pensamiento único liberal, pero jamás tuvo la capacidad de
movilización y de organización que pudieron tener las organizaciones que se reclamaban
del socialismo. Este aspecto nos parece importante porque el islamismo aparece
actualmente, en algunos casos –y de forma equivocada, en esto coincidimos–,
como un movimiento de contestación de un orden mundial injusto y constituye un
polo de atracción.
Dicho esto,
los distintos grupos yihadistas que cometen sus desmanes en Malí son perfectos
reaccionarios y mafiosos que controlan tráficos que en parte son simplemente
odiosos, pues se trata del establecimiento de vías que recorren los africanos
para tratar de llegar a Europa.
De la OCRS
al Sahelistán
Samir
recuerda la creación de la Organización Común de las Regiones Saharianas
(OCRS), fundada en 1957 y disuelta seis años después. Señala que por parte de
Francia no hay ningún peligro de que se reavive este proyecto: “ Si bien
puede que haya algunos nostálgicos del proyecto en París, no creo que sean
capaces de convencer a políticos dotados de una inteligencia normal de la
posibilidad de resucitarlo… ”. Para añadir de inmediato que la creación de
una entidad política del Sahel es un proyecto que sí existe: “Es el de la
nebulosa constituida por el islam político en cuestión y se beneficia del
eventual beneplácito de EE UU y en su estela de sus lugartenientes en la
(inexistente) Unión Europea, Gran Bretaña y Alemania”. Por tanto, ningún
peligro por parte de Francia de que se resucite una entidad política del Sahel,
pero en cuanto a EE UU, Gran Bretaña y Alemania (y a Sarkozy, citado
expresamente), no hay nada seguro.
Todo esto es
falso si nos atenemos a los hechos. En efecto, la política exterior de Sarkozy
consistió en favorecer al Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA),
grupo nacionalista no islamista que debía desempeñar funciones de milicia de
seguridad frente a Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) en beneficio del
imperialismo francés. Sin embargo, el objetivo declarado del MNLA, la
independencia de Azawad, y por tanto la compartimentación de una parte del
Sahel, no molestó excesivamente a la diplomacia francesa, que propugnaba una
negociación al respecto. Una compartimentación que por tanto es contraria a la
gran entidad política del Sahel que se atribuye a la voluntad de Sarkozy. Pero,
sobre todo, el imperialismo, sea francés o anglosajón, no tiene ninguna
necesidad de una nueva compartimentación del Sahel para asegurarse el
abastecimiento –o más exactamente, el saqueo– de los recursos energéticos de la
región. Lo que desean los países ricos, ante todo, es una estabilización que
permita a las diversas multinacionales explotar los recursos con calma.
Explicar,
como hace Samir, que Francia se ha opuesto, junto con Argelia, al proyecto de
EE UU, Gran Bretaña y Alemania de construir un Sahelistán con la complicidad de
los islamistas también es una falsedad. En efecto, antes de la intervención
francesa se plantearon dos vías contrapuestas. Por un lado, la de Francia y de
su club de fans que es la Comunidad Económica de Estados de África Occidental
(CEDEAO), que preconizaban una intervención militar directa y rápida; así,
París impulsó una verdadera ofensiva diplomática para obtener el apoyo de la
“comunidad internacional” a sus planes. La otra vía, la de Argelia, consistía
en desarrollar una actividad diplomática independiente de negociaciones con el
MNLA, y también con el grupo islamista Ansar Dine, a fin de hallar una solución
política y evitar de este modo una intervención militar que inevitablemente
tendría que estar encabezada, directamente o no, por Francia. Esta estrategia
contaba con el apoyo de EE UU, que en el Consejo de Seguridad de la ONU se
batió por que las resoluciones incorporaran y priorizaran la negociación
política. Dicho sea de paso, EE UU mantiene importantes relaciones militares
con el ejército argelino.
La
subestimación del imperialismo francés en África
El error de
análisis de la cuestión del Sahara viene acompañado de otro, que en cierto modo
es todavía más desastroso: la absoluta subestimación del peligro que supone la
política de Francia en África. En efecto, Samir afirma que “la victoria
constituiría un medio importante de recuperación del lugar de Francia en el
concierto de las naciones, más allá incluso de Europa”, para explicar acto
seguido que “puede que las ambiciones “coloniales” francesas –convertir a
Malí en un Estado cliente, a imagen y semejanza de algunos otros países de la
región– no sean ajenas a ciertos responsables de la política maliense de París.
La Franciáfrica tiene siempre sus portavoces, pero no representa un peligro
real, ni mucho menos importante”.
Según esto,
Francia ya no representa un peligro para África y las ambiciones imperialistas
francesas no son más que marginales. ¿Se circunscribe esta ausencia de peligro
exclusivamente a Malí y, en este caso, por qué es este país el único que está a
salvo de ese peligro? De lo contrario, sería interesante saber en qué momento
sitúa Samir este cambio fundamental de la política francesa, que por cierto ha
pasado inadvertido para muchos militantes antiimperialistas, tanto en Francia
como en África. ¿Cuáles son los factores que indican que tales ambiciones han
dejado de ser un peligro real? Sin embargo, si contemplamos la historia
reciente de Francia y sus intervenciones militares –en febrero de 2008 para
salvar la dictadura de Deby (aunque tal vez en aquella ocasión también habría
que haber defendido la operación militar, pues los rebeldes contaban con el
apoyo del régimen islamista sudanés) o la operación de apoyo a las Fuerzas
Nuevas en Costa de Marfil para instalar a Ouattara en el poder, por no hablar
de Libia…–, los hechos no corroboran precisamente un debilitamiento de la
acción imperialista francesa, sino todo lo contrario, ilustran perfectamente el
papel que desempeña este país, que no ha cambiado desde hace lustros. Y si
Samir piensa que la acción imperialista ha dejado de existir simplemente porque
el presidente Hollande la dio por finiquitada en su discurso ante la Asamblea
Nacional en Dakar, el reciente envío de comandos especiales del ejército
francés a Níger para proteger las minas de la multinacional francesa AREVA
debería bastar para convencerle de lo contrario.
Cuando Samir
analiza la situación de Malí y en particular señala que el presidente maliense
carece prácticamente de toda legitimidad porque ha sido instalado en el poder
por la CEDEAO, no va hasta el fondo y, por consiguiente, no destaca la responsabilidad
de la política exterior francesa. En efecto, fue Francia quien colocó en el
poder al presidente maliense a fin de evitar la desestabilización política de
Malí cuando, al mismo tiempo, gran parte de la población y de las
organizaciones militantes de la sociedad civil luchan por la convocatoria de
una conferencia nacional que permitiera la regeneración política rompiendo con
esa casta dirigente corrupta y tal vez incluso con el FMI y el Banco Mundial.
El golpe de Estado del capitán Sanogo no era un golpe de Estado preparado, sino
un motín que provocó la caída de Amadou Toumani Touré, lo que dice mucho del
grado de decrepitud del régimen, con la consecuencia inmediata de dejar vacante
el poder. Era precisamente ese vacío de poder el que resultaba peligroso para
Francia y la CEDEAO.
Por otro
lado, las organizaciones de la izquierda radical trataron de aprovechar la
brecha –aunque su línea política pudiera ser discutible, pero ese es otro
debate– para tratar de construir un Malí distinto. Francia y la CEDEAO tenían
desde el principio dos objetivos precisos: restablecer el antiguo orden en el
sur, especialmente en la capital Bamako, y asegurar el norte. No hay más
remedio que constatar que estos dos objetivos están a punto de alcanzarse. Se
ha decretado el estado de excepción en todo Malí, las organizaciones
progresistas están marginadas y amordazadas, el ejército francés ocupa el norte
del país. Creer que Malí pueda reconstruirse en estas condiciones es pura
ilusión.
Antes de
hablar de solución militar, de saber quién debe intervenir, es preciso basar la
intervención en un proyecto político que goce de verdadera legitimidad entre la
población, que permita al Estado maliense influir y dirigir esta intervención y
no de sufrirla. Unificar a las poblaciones en torno a proyectos sociales y
económicos, particularmente en el norte del país, es una necesidad imperiosa. A
falta de soluciones políticas elaboradas por las poblaciones malienses y sus
organizaciones, es Francia quien orientará la construcción del nuevo Malí, lo
que implica el riesgo de que este último se parezca como dos gotas de agua al
antiguo Malí, con los mismos dirigentes políticos corruptos, la misma sumisión
a la política liberal, la misma miseria para las poblaciones y los mismos
riesgos de estallidos bélicos y de fundamentalismo islámico.
La cuestión
tuareg
También es
falso decir que Modibo Keita, el padre de la independencia maliense, gestionó
positivamente la cuestión tuareg, como pretende Samir. Las respuestas dadas
fueron burocráticas, brutales y centralizadoras, ignorando deliberadamente los
modos de vida de esas poblaciones. En la época de Keita, el norte de Malí
estuvo bajo ocupación militar, con su cortejo de opresión y humillación. Esta
política llevó a unir a gran parte de los tuaregs contra Bamako, cuando en el
momento de la independencia una parte de las poblaciones tuaregs se habían
opuesto al proyecto imperialista de De Gaulle en torno a la creación de la
OCRS. Es cierto que era absolutamente necesario erradicar prácticas de esclavismo
y opresión que perduraban entre ciertos sectores tuaregs con respecto a otras
comunidades, en particular los bellan, pero esta lucha indispensable no podía
justificar la subyugación de esta población.
El error
principal de esta postura es que trata de encontrar soluciones en el marco
sobrevenido y mezquino de una lucha entre los intereses neocoloniales de
Francia y la opresión cruel y medieval de los islamistas. Fundamentalismo islámico o capitalismo, ¿es esa la disyuntiva? La
política de Francia es asidua a estas bellas intervenciones humanitarias. Todos
recordamos las imágenes espantosas de niños hambrientos en Biafra, pero ¿quién
recuerda la política francesa de alimentar con armas y dinero aquel conflicto
secesionista con ánimo de debilitar a Nigeria, país islámico, que adquiría
demasiada importancia a los ojos de París? Podríamos hablar también de aquella
campaña que invitaba a cada escolar francés a donar un paquete de arroz a los
somalíes, y quién no vio a Kouchner, ministro de Francia, descargando sacos de
arroz, pero ¿se recuerda todavía que unas cuantas semanas después fueron
vehículos blindados occidentales los que tumbaron el régimen de los tribunales
islámicos para salvar a las poblaciones, con el resultado de que después se
instalaron en el poder otros todavía más extremistas, todavía más crueles: los
shebab. Cuando aparecen a la luz nuevas revelaciones sobre la implicación de
Francia en el genocidio ruandés, recordemos que la operación “Turquesa” se
presentó asimismo como una intervención humanitaria cuya finalidad declarada
era evitar nuevas masacres. En realidad estuvo destinada a sacar a los
genocidas hutus a Zaire, hoy República Democrática de Congo, provocando una
guerra que continúa desde hace 20 años en el este de Congo, con su cortejo de
masacres, violaciones y saqueos.
Decididamente
no: tanto en Malí como en toda África, Francia no forma parte de la solución,
simplemente porque desde hace mucho tiempo forma parte del problema.
*El
artículo al que hace referencia es http://vientosur.info/spip/spip.php?article7640
Traducción: VIENTO
SUR 30/01/2013 http://www.europe-solidaire.org/spi...
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