20-03-2013
El uso de la fuerza,
es un asunto fundamental en toda cuestión de poder, de hecho, sería
inconcebible hablar de poder sin contemplar como uno de sus elementos
sustanciales el manejo de la violencia organizada, pues este se da desde el
momento en que aparecen intereses contradictorios que por distintas razones no
pueden solucionarse más que cuando un tipo de voluntad organizada se impone
sobre otra. Al respecto, como marxistas, no podemos ignorar un fenómeno que se
está viviendo en el país, alrededor de los llamados “grupos de
autodefensa”.
Para iniciar
habremos de plantear unas preguntas fundamentales, si existe una auto defensa,
quiere decir que hay un “auto”, es decir alguien que definido por sí mismo, se
defiende a sí mismo, sea quien sea, y por otro lado, existe un “otro” del que
se busca defenderse. Por lo que se ha podido saber de las experiencias
recientes, sobre todo en los casos de Michoacán, Guerrero y Oaxaca, estas
acciones han sido llevadas a cabo sobre todo por comunidades indígenas, sin
embargo, nos encontramos con que aunque este elemento aparece como generalidad,
no aparece como totalidad, y que también, existen diferentes formas en que
dichas comunidades en acción de auto defensa, se conciben a sí mismas, y a su
contraparte.
Comencemos ahora por
plantear algunos puntos de partida teóricos del marxismo que nos pueden
orientar. Engels, había planteado que algo distintivo entre el Estado,
entendido como la organización por excelencia de la clase dominante, y la
organización comunitaria, era que en el segundo caso, en el Estado, este forma
un ejército permanente quien tiene el exclusivo derecho legal para ejercer la
violencia, erigiéndose por encima de la sociedad, ejército que se coloca en
ventaja con respecto de la capacidad de la mayoría para defenderse a sí misma;
en el caso de la organización comunitaria, el asunto era al revés, pues en
lugar de ejército permanente, las comunidades se defendían a sí mismas a través
de la transformación eventual de campesinos, artesanos y cazadores, en
guerreros. En ese caso, la guerra no aparece como una necesidad elemental de la
sobrevivencia de las comunidades, sino precisamente en el caso de que estas
fueran amenazadas en su forma de existencia cotidiana, ya sea porque sus
miembros eran amenazados, o bien porque los elementos materiales de los cuales
depende su existencia como sujeto colectivo, también lo fueran, por ejemplo el
acceso a espacios territoriales como, ríos, praderas o montañas, involucrando
en cada uno de ellos el acceso a la riqueza natural que en ellos existe.
Por el contrario,
con la aparición del Estado, la guerra y los ejércitos aparecen como una
necesidad de la clase dominante ya sea para expandir su dominio, o bien para
proteger sus intereses en contra de los elementos explotados de la misma
sociedad, para proteger su propiedad o para evitar ser conquistados por otros
Estados.
En un caso, la
violencia es un instrumento de la comunidad, y en el segundo, la violencia
organizada del Estado, se erige como un elemento en contra de ella, la cual
históricamente ha contribuido a minar la existencia comunitaria en varias
partes del mundo. El concepto de autoridad por tanto es antagónico, mientras
que en las formas comunitarias, los jefes dependen del consenso mayoritario, en
el segundo caso, ese consenso es forzado a través de la imposición cotidiana de
la voluntad de Estado, es decir, la voluntad de la clase dominante. Por ello
Engels decía que
“El más
despreciable polizonte del estado civilizado tiene más autoridad que todos los
órganos del poder de la sociedad gentilicia reunidos; pero el príncipe más
poderoso, el más grande hombre público o guerrero de la civilización, puede
envidiar al más modesto jefe gentil el respeto espontáneo y universal que se le
profesaba. El uno se movía dentro de la sociedad; el otro se ve forzado a
aparentar representar algo que está fuera y por encima de ella” [1].
La posibilidad y ejercicio de que la capacidad de
imponer su voluntad por medio de la fuerza sea de la mayoría trabajadora y no
potestad exclusiva del Estado o de alguna clase explotadora, es un aspecto
crucial del pensamiento marxista, siendo uno de los elementos que Lenin también
subrayó en su obra y del cual se partía para la edificación del Estado
socialista, donde las guardias de obreros y campesinos tuvieran la capacidad de
resistir ante los embates de la burguesía que pretendía reconquistar el poder
[2].
Sin este elemento no
hubiese podido imaginarse la subsistencia de un sinnúmero de experiencias
socialistas y su capacidad, tanto de derrocar al poder burgués, tanto de sostenerse
a sí mismos en el poder proletario. La defensa de la Unión Soviética en contra
de la ocupación Nazi, no hubiese sido posible sin la acción de la autodefensa
de obreros y campesinos, quienes valiéndose de sus propios métodos
organizativos, hostigaron a los invasores hasta derrotarlos y hacerlos
retroceder. Lo mismo pasa en Cuba, donde el verdadero elemento de resistencia
armada ante un posible ataque militar norteamericano, ha pasado por la creación
y existencia de los Comités de Defensa de la Revolución, así como de las
milicias populares; las fuerzas del imperialismo saben que si invaden Cuba,
encontraran en cada obrero y campesino cubano a un elemento combativo capas de
pelear contra el más fiero soldado imperialista.
Otro elemento
contemporáneo de la lucha comunista son las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia- Ejército del Pueblo, el cual precisamente, surge como un grupo de
autodefensa campesino, el cual fue agredido militarmente cuando el Estado
colombiano determinó que constituía una amenaza para la seguridad, el que
existieran, decían ellos, “repúblicas independientes” en el territorio
colombiano, argumentando precisamente que era el Estado quien era el único
depositario legítimo de la violencia. En ese proceso, los campesinos, quienes habían
formado las autodefensas, comprendieron que la única forma de pelear por ser
ellos mismos quienes decidieran su propio destino y formas de organización,
pasaba por el derrocamiento del estado burgués.
Aquí es muy
importante establecer una característica de lo que viene a ser la tradición
marxista de la autodefensa y su fusión con otras experiencias de organización
de la autodefensa:
- En todos estos
casos, existe una definición de clase; quienes practican la autodefensa son
grupos que se identifican a sí mismos como campesinos, indígenas o
trabajadores, y que buscan proteger el fruto y las condiciones del trabajo
propio en contra de los explotadores.
- Así mismo, la
contraparte, dentro de lo cual se da un proceso político, se identifica al
agresor también por sus características de clase, los capitalistas y
terratenientes, quienes buscan despojar a los campesinos de sus medios de
subsistencia, o bien, buscan reproducir las condiciones históricas del trabajo
asalariado y de la explotación.
- Esta concepción
hermana a todos los explotados, trabajadores, campesinos y comunidades
indígenas, en función de su enemigo común, el capital, y es contra él que se
están defendiendo, sea cual sea su manifestación, lo cual ha ido desde el
ejército nazi, norteamericano o nacional, hasta las guardias privadas de
terratenientes y mafias dedicadas al contrabando, como las que han formado los
grupos paramilitares en Colombia, irónicamente llamados de autodefensa.
México y la
autodefensa
Tal vez el ejemplo
más emblemático contemporáneo de la autodefensa comunitaria en el país, es el
llevado a cabo por elEjército Zapatista de Liberación Nacional, quien en ese
sentido cuenta con los siguientes elementos:
- Tiene una
definición política de sí, como comunidades indígenas organizadas política y
militarmente para transformar de fondo la realidad nacional y con ello
reivindicar y asegurar un lugar en la historia nacional para sus comunidades y
los pueblos indígenas del país.
- Tener una propia
organización productiva tendiente a buscar que la mayor parte de su trabajo
pueda ser disfrutado por ellos mismos, y la mínima parte pase a ser controlado
por el capital.
- Tener un sistema
propio de impartición de justicia a partir de sus usos y costumbres, pero
también de códigos y leyes revolucionarias que imperan en territorio zapatista.
En ese sentido, la relación entre las Juntas de Buen Gobierno y el EZLN como
estructura político militar, es fundamental.
- Tener, a partir de
su propio ejército, el EZLN, un control territorial que excluye necesariamente
la presencia de cualquier otro, ya sea armado por otros intereses afines al
capital o a los terratenientes, o bien por el Estado mexicano. En ese sentido,
la consigna de “fuera ejército de Chiapas” ha sido fundamental.
- El EZLN, en su
pensamiento político, sigue insistiendo en la necesidad de cambiar de fondo la
realidad nacional y de fortalecer la lucha anticapitalista.
Las comunidades
zapatistas pues, no sólo se defienden a sí mismas, sino que sin dejar de ser lo
que son, pueblos mayas, plantean una plataforma de transformación a nivel
nacional. Esta es sin duda la experiencia contemporánea de referencia en
México, pues es la que se ha logrado de forma más acabada tanto en términos
políticos como organizativos. La reproducción de esta experiencia, con todos
sus elementos, es la que el Estado mexicano no está dispuesto a permitir.
También existen
otros casos de autodefensa comunitaria, otra de las experiencias más conocidas
es la de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, CRAC, en Guerrero,
quien logró articular desde hace algunas décadas, la Policía Comunitaria,
quien simplemente ha contribuido a posicionar la organización comunitaria por
encima de la estatal en la región de la Costa Chica y la montaña de Guerrero.
Otro caso importante
es el da la comunidad indígena de Cherán, en Michoacán, en donde tras una lucha
dura en contra de los contrabandistas, instrumentos del capital que despojaban
a la comunidad de sus recursos precisamente para introducirlos en el mercado
internacional, los comuneros organizaron su propio mecanismo de autodefensa y
buscan ahora mismo, ponerlo en consonancia de otros factores de índole político
y económico, así como ser un instrumento de lucha del pueblo purépecha, y de
las comunidades indígenas para reivindicarse como sujetos capaces de gobernarse
a sí mismos.
La experiencia de la
autodefensa se ha multiplicado dado el grado de salvajismo con que el capital,
a través de grupos ilegales y no reconocidos como instrumentos del mismo, han
actuado en contra de las comunidades. Estas, a diferencia de otros sectores de
la población, cuentan con una enorme ventaja, pues al conservar formas de
organización que no dependen directamente del Estado, han podido utilizarlas
para protegerse de una forma tal que otras poblaciones rurales del país,
simplemente se han visto imposibilitadas, pues apenas lo tratan de hacer, son
arrasados por la fuerza por los grupos de sicarios o del propio aparato
represivo del Estado. En este caso, su cultura se ve reforzada, pues no sólo es
un conjunto de símbolos, sino la reivindicación de que su experiencia histórica
como pueblos, coadyuva a su sobrevivencia y sirve de ejemplo a la población
trabajadora entera, pues han evidenciado que el Estado mexicano, lejos de
ofrecer soluciones, en su lógica de clase, profundiza los problemas.
Nos encontramos sin
embargo ante una situación delicada, pues por ahora priva una gran confusión
entre qué grupos son verdaderamente de autodefensa comunitaria, y cuales en
realidad pretenden erigirse como un apéndice del Estado al interior de las
comunidades indígenas y demás poblaciones rurales y pequeñas ciudades.
No debemos olvidar
que el Estado, y particularmente el Estado mexicano, tiene la capacidad de
subsumir formas de organización a la lógica capitalista, creando entre los
pobladores la ilusión de que se defienden a sí mismos cuando en realidad pueden
terminar defendiendo al propio capital o simplemente terminan haciendo gratis
algunas funciones del Estado.
La autodefensa puede
surgir pues como un instrumento espontáneo de quienes son ignorados en las
decisiones de Estado, pero esto no nos debe llevar al triunfalismo ni a la
confusión, pues el proceso, amorfo aún, puede virar para cualquiera de los
polos propios de la lucha de clases, y ello nos obliga a poner el dedo en el
renglón.
El Estado mexicano,
por lógica no va a permitir que el pueblo organizado le dispute, y mucho menos
le arrebate el control monopolizado de la violencia, por lo que ahora mismo
debate en torno de los grupos de autodefensa, encontrándose ante dos
posibilidades:
1.- Combatirlos abierta o silenciosamente, buscando
errores en los mismos y pretender utilizarlos para desarticularlos en la lógica
de que su uso de la violencia tiende hacia la irresponsabilidad jurídica. Para
ello se podrá valer de grupos paramilitares, de los medios de comunicación y
del propio aparato represivo del Estado. [3]
2.- Tener un poco de
paciencia y tratar de subsumir a los grupos de autodefensa, orientándolos para
cumplir las mismas funciones que cumple el aparato represivo, esto a través de
la tutela que pueda ejercer sobre los mismos, a la vez que con métodos del
control económico y político, pueda seguir minando las condiciones de
existencia de las comunidades y pueblos indígenas del país.
Al respecto me
resulta indispensable hacer un llamado a la prudencia y a mirar el fenómeno en
su justa dimensión histórica, señalando que en realidad todavía faltan muchos
elementos para afirmar que todo este proceso derivará en un fortalecimiento del
pueblo trabajador y de las comunidades. El Estado mexicano no dudará en
utilizar todas las herramientas a su alcance para practicar cualquiera de las
dos posibilidades señaladas, o bien, combinarlas.
Por otra parte, como
marxistas leninistas, tampoco podemos dejar de señalar que ningún proceso que
surja de manera espontánea, logrará realmente sus propósitos si no se plantea
de manera general la perspectiva política de la lucha de clases y se decide a
tomar partido dentro de la misma. Pensar que se puede proteger simultáneamente
el interés del Estado burgués y de las comunidades, es una contradicción que
terminará por develarse más temprano que tarde, es ahí donde surgirán las
definiciones y será más factible identificar que procesos organizativos tienden
a fortalecer la posición de campesinos, comuneros y trabajadores, y que
procesos derivarán en un fortalecimiento del Estado, aún cuando no se lo hayan
planteado así.
Notas
[1] Engels, F. El origen de la familia la propiedad
privada y el Estado. Marx y Engels, obras escogidas en 2 tomos. Tomo II. Pág.
318.
[3] Esto ya ha empezado a suceder, pues se ha dicho
que algunos de esos grupos son en realidad fachadas del “crimen organizado”, y
se ha podido ver como en algunos, efectivamente han influido en su formación,
elementos del capital y del Estado. Incluso, se ha podido detectar que se han
montado provocaciones para que los grupos de autodefensa cometan algún tipo de
exceso, creando un clima mediático para combatir su existencia.
Andrés Avila Armella. Miembro del Buró Político del
Partido Comunista de México (www.partidocomunistademexico.org). Sociólogo y Maestro en
Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Rebelión ha
publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
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