Politika
18-06-2013
«José Piñera, creador del sistema de
las AFP, señalaba que esta era “la madre de todas las batallas”. Lo que está en
juego no es la defensa de un particular Sistema de Pensiones, ya que Chile no
cuenta con tal sistema, sino que más bien los tentáculos del Modelo Económico
chileno…»
Actualmente, las AFP pagan cerca de 1
millón de pensiones (muchas de ellas apuntaladas vía aporte previsional
solidario del Estado) y su monto promedio no supera los $ 180.000 por cada
afiliado. Dentro de este millón, un poco más de 400 mil corresponden a las
clásicas pensiones por vejez (desde los 60 años para las mujeres y 65 para los
hombres) y su monto promedio apenas sobrepasa los $ 160.000. Finalmente, cerca
de 290 mil pensiones por vejez se pagan bajo la modalidad de retiro programado,
donde en vez de traspasar los fondos a una compañía de seguro y recibir una
pensión bajo una renta vitalicia, el pensionado “decide” dejar sus ahorros en
las AFP. En este caso el monto de la pensión promedio no supera los $ 115.000.
Por otro lado, el Consejero del Banco
Central, Joaquín Vial ha señalado recientemente que el 60 % de los primeros
cotizantes del sistema, si se jubilaran hoy, tendrían pensiones cercanas a los
$ 150.000.
Hace cinco años, bajo el gobierno de
Bachelet se hizo una Reforma al Sistema Previsional. Una de las principales
innovaciones fue crear las Pensiones Básicas Solidarias cuyo valor bordea los $
81.000 y el Aporte Previsional Solidario para aquellas pensiones inferiores a $
255.000.
Estas dos modalidades del Pilar
Solidario hoy llegan a 960 mil pensionados por vejez y para los economistas del
chorreo corresponde a un gran avance ya que permitió pasar de una pensión de $
0 a otra de $ 81.000 para muchas personas que nunca han o habían cotizado,
pretendiendo haber solucionado el problema entregando esa pobre pensión. La
misma lógica se utiliza para celebrar la creación de empleos precarios:
cualquier empleo es mejor que no tener nada.
Lo cierto es que con $ 180.000, $
115.000 o $ 81.000 ningún jubilado puede cubrir sus necesidades más básicas.
Quizás lo podía hacer en 1981 cuando se creó el sistema de las AFP y el PIB per
cápita de Chile era de US$ 3.200, pero no hoy, cuando el costo de la vida anda
mano a mano con el que existe en muchos países de ingresos altos. En resumen,
Chile tiene y tendrá un problema de proporciones con sus pensionados. La foto
es mala y la película es peor.
En 1981, en plena dictadura se creó un
Sistema de Ahorro Forzoso, que nunca ha sido un Sistema de Pensiones, ya que
nunca ha cumplido con su principal propósito: entregar buenas pensiones. En los
gobiernos de la Concertación no se revirtió esta situación y sólo se creó un
pilar de asistencia social para los casos extremos. En estricto rigor, nadie se
ha atrevido a tocar a las AFP, o en palabras más simples, nadie se ha atrevido
a crear un Sistema de Pensiones.
Ante este panorama, han surgido un
sinnúmero de propuestas y planteamientos. Mientras los dueños de las AFP,
académicos de distintos sectores y muchos políticos propugnan cambios
paramétricos al sistema (aumento de la edad de jubilación, aumento del
porcentaje de cotización sobre el sueldo imponible, entre otros) y los más
aventureros, la creación de una AFP estatal, parte importante de los
trabajadores chilenos han apostado por la construcción de un sistema público
completamente nuevo, en base a principios como la solidaridad, la universalidad
y el financiamiento tripartito (trabajadores–empresarios–Estado).
Sin embargo, con excepción de los
trabajadores, es posible constatar que en el actual debate público, no se
cuestiona el verdadero rol que tienen las AFP y los fondos de pensiones como
ejes del sistema económico y del orden social chileno. Las AFP son y han sido
una de las principales financistas de los grandes grupos económicos chilenos
con el dinero, y sin el mayor conocimiento, de todas y todos los trabajadores.
Analizando las cifras de la
Superintendencia de Pensiones, podemos apreciar con claridad quiénes son los
principales beneficiarios de los fondos de pensiones chilenos. Por ejemplo, los
trabajadores chilenos, somos dueños del 19,6 % de Cencosud (sancionada por
prácticas antisindicales y cobros abusivos) y además le prestamos 575 millones
de dólares en bonos para su continua expansión. Así ocurre con muchas otras
grandes empresas y bancos.
Más de 43 mil millones de dólares de
los fondos de los trabajadores que administran las AFP, están invertidos en 10
empresas y 10 bancos que reciben dinero a tasas del orden del 5 % y luego le
prestan a los mismos trabajadores en su rol de consumidores a tasas del 20 %,
30 % o más.
Cuando vemos la lista completa, los
apellidos comienzan a sonar conocidos. Los verdaderos beneficiarios de nuestros
ahorros son Paulmann, la familia Solari, Luksic, Angellini, Matte, Yarur o
Saieh. ¿Qué tienen en común estas personas? Todas aparecen en el último ranking
Forbes de multimillonarios.
Por ello, no resulta sorprendente que
el 1% más rico de Chile acumule 32% de los ingresos totales, superando por
lejos a países como Estados Unidos, Japón o Alemania, y que la riqueza
acumulada por nuestros multimillonarios represente casi el 25 % del PIB,
liderando el ranking mundial de concentración y desigualdad entre aquellos
países que tienen más de 5 multimillonarios en el ranking Forbes y un PIB mayor
a US$ 50.000 millones.
Quizás por esto, José Piñera, creador
del sistema de las AFP, señalaba que esta era “la madre de todas las batallas”.
Lo que está en juego no es la defensa de un particular Sistema de Pensiones, ya
que Chile no cuenta con tal sistema, sino que más bien los tentáculos del
Modelo Económico chileno, aquel que está en cuestionamiento por estos días,
aquel que para algunos resulta más importante que ganar una elección
presidencial.
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