PUBLICADO POR ACUARELA ON JUEVES, 2 DE
MAYO DE 2013
Desbordes
Una
constelación muy amplia de comunidades en movimiento ensaya hoy en día otros
modos de producir, decidir y convivir. No autoritarios ni verticales, sino
abiertos y colaborativos, incluyentes y acogedores, horizontales y
distribuidos. Estas experiencias de autoorganización rompen los hechizos que
nos convierten en espectadores de lo que (nos) pasa. En y por ellas, nos
volvemos participantes activos en la construcción de nuestros propios mundos,
no solo receptores pasivos y repetidores de fórmulas hechas por expertos ajenos
a nosotros. Nos hacemos cargo en común de los asuntos comunes. Nos volvemos
capaces.
Cristina Sánchez Carretero
Antonio Lafuente
Amparo Lasén
Michel Bauwens
Margarita Padilla
Luis Navarro
Fuera de Lugar. Conversaciones entre crisis y transformación
Versión completa de la
entrevista a Margarita Padilla aparecida en Público el 10 de abril de
2009.
Ingeniera informática y ex Directora de la revista Mundo Linux,
Margarita Padilla pertenece a esa escasa minoría de mujeres capaces de crear y
mantener sistemas, y le gusta decir que trabaja “haciendo Internet”. Junto a
otros hackers, fundó Sindominio.net. Aprendió GNU/Linux y los usos sociales y
políticos de las nuevas tecnologías en centros sociales okupados. Algo que en
la Universidad nunca le enseñaron.
Hubo
un primer Internet donde la gracia era el camuflaje y el juego con las
identidades. Hoy la blogosfera representa todo lo contrario. ¿Qué está pasando
en la Red?
¿Por qué la historia de Internet es tan diferente a la del
telégrafo, el teléfono o la televisión?
Sin duda porque los pioneros que inesperadamente intervinieron
en su construcción lo que crearon fue un espacio abierto para la comunicación
social. Una alianza táctica reunió a hackers, techies, nerds, frikis, visionarios y
otros muchos pirados. Sus herramientas: la socialización del conocimiento
técnico (software libre) y un uso de la Red creativo y productivo, no
instrumental. El ideario de estas prácticas era la posibilidad de tener ¡por
fin! un (ciber)espacio donde reunirnos y compartir en ausencia de fronteras,
líderes, policía ni ejército, construido sin contaminar ni expoliar, sin
sacrificios ni muerte. Un lugar donde millones de personas de todo el mundo
intercomunicaran de manera autónoma y segura, independientemente de su edad,
sexo, nacionalidad o etnia. Si la fisicidad del cuerpo nos ataba a las
identidades, en el ciberespacio se podía existir con una nueva identidad, o con
muchas y distintas. Si el poder en última instancia es poder matar, en el
ciberespacio se perdía el miedo a expresar las diferencias: nadie podía matar a
nadie.
¿Qué queda de ese ideario?
Estamos en la Web 2.0. La tendencia ya no es
construir un espacio otro al mundo físico. Hemos pasado del
ciberespacio a la blogosfera. Ahora, una voz tiene mayor fuerza, legitimidad y
veracidad en la Red cuantos más elementos de su ‘yo’ (compromisos, aficiones,
mascotas o vivencias) incorpore. Cuanto más real y física sea esa voz, más
confianza suscita.
¿A qué atribuyes ese cambio?
Las ideas son el motor y el carburante del
sistema. Pero las ideas se agotan. Producirlas cansa. Así como el petróleo se
extrae cada vez de más adentro de la tierra, las ideas también deben extraerse
cada vez de lo más hondo… de la vida. Para que bombeemos ideas, nos dicen que todas ellas
compiten en igualdad de oportunidades, como si no existieran condicionantes de
mercado y de poder. Así se nos vende Google: cualquiera puede hacerlo. El
mensaje es: “Airea tus ideas. Si son buenas triunfarán” (o alguien más poderoso
se aprovechará de ellas).
El ciberespacio estaba hecho de estratos
separados: los gobiernos, los negocios, la academia, el underground… Hoy en
día, ha habido un cambio productivo, que no es sólo económico, sino un “hecho
social total”, y todo se ha integrado en una sola capa. Por eso, en la
producción de ideas, todo puede valer. Se puede sacar una idea de un atasco,
del ruido de la ciudad, de una conversación, etc. Un ‘yo’ productivo es el que
pone en relación, en red, los diferentes planos de su vida. Las ideas necesitan
encarnarse en un cuerpo que las sostenga. El mercado ya no necesita
licenciados, sino vidas creativas de donde exprimiresas
ideas. ¡El blog es el mejor currículo! Por eso la imagen del blogger está en
las antípodas de la del hacker enganchado toda la noche al ordenador en un caos
de suciedad, comida basura y anfetas para no parar. El hacker es nocturno; el
blogger es diurno.
¿Entonces la Red ya no es ese espacio para la
liberación que imaginaron los pioneros?
Como dijo el poeta, donde está el peligro
está también lo que salva. Hay formas de poner en circulación las ideas para
que produzcan valor para uno mismo y no para marcas ajenas. Yo los llamo
espacios de anonimato, hechos por todos y nadie: blogs, MySpace, Twitter,
Facebook, YouTube… Antes que buscar el reconocimiento otorgado por autoridades
que ya no nos representan (una discográfica, una editorial, una galería de
arte, un departamento universitario…), la gente prefiere colocar sus ideas en
espacios de relaciones donde otro no las parasite. En la Web 2.0 la pasión y el
goce por compartir y donar gratuitamente conviven con la gestión de los
“Yo-marca”.
Pero esos espacios que mencionas, ¿son algo
más que grandes negocios? ¿No parasitan los contenidos que albergan?
No los parasitan, al menos de momento (si
dejamos de lado los draconianos derechos de autor que aplican a los contenidos
donados). Lo que sí hacen es obtener valor, valor de negocio, del que cotiza en
bolsa, de la necesidad que tenemos de ponerlos en red. Con los espacios de
anonimato se hace negocio, pero son algo más que grandes negocios. Viven de la
expresividad sin mediaciones, gozosa, en primera persona, gratuita, distribuida
y compartida. Permiten una construcción de legitimidad no autoritaria sino
“autoritativa”, es decir, que se autorreconoce horizontalmente. Los espacios de
anonimato no permiten un flujo de representación. No sirven para acumular poder
representativo. Vuelven obsoletas las representaciones: Wikipedia las
académicas, los blogs las mediáticas, MySpace las culturales, GNU/Linux las económicas…,
y crean algo común que, cuando se activa, tiene gran capacidad de interpelación
social: pensemos en las autoconvocatorias del 13-M o la V de Vivienda, los
botellones o las más recientes en solidaridad con Álvaro Ussía y Marta del
Castillo. Como contrapartida, están favoreciendo grandes concentraciones
cercanas al monopolio.
¿Y no ves también ruido y fraude?
Si pongo un vídeo en YouTube no es porque
todos los vídeos que hay ahí sean muy buenos ni porque Youtube sea un espacio
de prestigio. Es todo lo contrario de la competitividad académica por editar en
tal editorial como signo de prestigio. En los espacios de anonimato somos unos
a otros los que nos damos valor, y quien vea tal o cual vídeo en Youtube ya
juzgará por sí mismo si aquello merece la pena. Por supuesto, no todo los
contenidos son buenos ni verdaderos. Pero a pesar del spam, sigo queriendo
mails. Y lo que no quiero son filtros autoritarios. Hemos de regularnos
horizontalmente. Está la inteligencia de todos y cada uno para hacerlo. El desafío
es la creación de comunidades que tomen iniciativas de cuidado de estos
espacios, desde dentro. Youtube no es una comunidad. Una comunidad tiene unos
objetivos (por ejemplo, divulgar una tecnología o cuidar y alimentar un sitio
web) que trascienden el hecho de compartir un espacio. Las comunidades imprimen
una dirección, restringen un poco el puro espacio liso, pero no son colectivos
cerrados a los que perteneces o no perteneces. La Red no está terminada. Aún
hay mucho por hacer, por experimentar. Todavía es muy joven.
¿En qué retos piensas?
Internet no fue diseñada para ningún uso en
particular y, por tanto, puede permitirlos todos, incluyendo los que no habían
sido concebidos cuando se desarrolló su tecnología básica. Las grandes
corporaciones quieren virar hacia el modelo “telefonía”: un caos de tarifas en
el que no sabes cuánto pagas ni por qué. Sería un estilo 3G, con tarifa plana
básica y pago extra para Emule, Skype, etc. Operadoras, productoras de
contenidos y sociedades de autor quieren gravar la circulación de los bits que
no les dan beneficio directo, con filtros según origen o servicio. Quieren
romper la neutralidad de la Red. Ahora
toca custodiarla. Nuevas comunidades deberán sellar alianzas con las nuevas
formas de habitar la Red, con las nuevas subjetividades, una vez que las viejas
alianzas están agotadas, que no fracasadas.
¿Qué quieres decir?
Desde el activismo militante se ha luchado
mucho por la construir una Red abierta y horizontal. A eso me refiero con lo de
“viejas alianzas”. Por ejemplo, hay que reconocer el valor que tuvieron los
Indymedias en la apertura de una Web 2.0. Las primeras publicaciones abiertas
-algo que ahora parece tan normal- fueron activistas y militantes. La
publicación abierta fue una de esas ideas críticas y creativas que, una vez
materializada y desarrollada técnicamente por quienes creían en ella, afloró y
prendió. Entonces el “dinero grande” se dijo a sí mismo: “Si a esta idea le
quitamos la dimensión militante, será la bomba”. Y los sitios de publicación
abierta han proliferado.
Y estas alianzas ¿ya no tienen fuerza?
Me imagino a los activistas militantes de la
Red como los monjes escribanos de los monasterios: una vanguardia muy activa
con valiosos conocimientos abriendo espacios propios con deseo de contaminar lo
social. Naturalmente de ahí surgieron cosas muy buenas. Pero ahora es como si
de pronto hubiera llegado la imprenta. Cualquiera puede publicar (en Blogspot,
en Twitter, en Flickr…). Cualquiera puede estar en red. En los años 90, quienes
teníamos las herramientas tecnológicas éramos una minoría. Ahora todos tenemos
herramientas para una expresividad gratuita, y tenemos también el interés por
ejercerla. Con esta transformación, los colectivos activistas están
desconcertados y, quizá a excepción del universo copyleft, han perdido sintonía
con las prácticas espontáneas y masivas en la Red. Las alianzas, antes tan
fructíferas, han dejado de operar, a mi entender, por dos motivos. El primero
es un rechazo a la colaboración con esos megaespacios-marca en los que es
imposible la autogestión y que concentran tanto dinero y poder a costa de la
circulación de las ideas gratuitamente donadas. El segundo es que no saben cómo
procesar la ambigüedad de esos espacios de anonimato que, por descontado,
carecen de pureza ideológica.
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