Viuda con marido vivo
INDICE
1 A María Antonieta
2 Viuda con marido vivo
3 Amor de perros
4 Palabras mágicas
5 El milagro de Beethoven
A María Antonieta
Dos ancianos que al final de sus vidas
se trenzan en una luna de miel inacabable es el final de la obra de arte
confeccionada por Gabriel García Márquez: El
amor en los tiempos del Cólera, que ya se avizora como clásica. El amor y la sensualidad es la temática que
implica a todos, especialmente a los que estamos en edad provecta.
Fiel a
mi costumbre de obsequiar libros, se me ocurrió que no había nada mejor que
regalar El amor en tiempos del cólera a una de mis amigas.
Elegí a
María Antonieta porque es la primera vez que tengo una amiga, con la cual
llegué a intimar -de una manera que no lo había hecho nunca-, y que no ha leído
novelas; sin embargo, posee sensualidad, espontaneidad, vitalidad, y gracia.
Además, tiene habilidad para las manualidades, pues ha sido profesora de
manualidades. Ahora es pensionista jubilada del sector educación
Las cualidades que orlan a María
Antonieta las aprecio; pero, quiero, a la vez, que ella descubra todo lo que se
puede encontrar acerca de la vida en las obras de arte, en nuestro caso, en las
novelas. Razón por la cual, la invité a
leer El Amor en los Tiempos del Cólera. Quería
lograr otras afinidades con ella para estrechar aún más nuestra relación.
La invitación a la lectura fue
acompañada del obsequio del libro. Libro
al que estampé una dedicatoria incitante para motivarla y rotulé subtítulos con
su correspondiente referencia a las páginas.
Aunque luego suprimí los números de página porque me pareció que le
estaría dando un manjar con una cucharilla en la boca como si fuese una niña.
Escogí El Amor en los Tiempos del Cólera porque el tema del amor es
universal y porque el amor, sazonado con el erotismo está presente en todas las
etapas de nuestro ciclo vital. También
contribuyó a la elección el autor:
Gabriel García Márquez; colombiano, caribeño, premio Nobel de literatura.
Su estilo es cálido, risueño y poético.
Tan poético que a las putas las llama:
las pajaritas huérfanas de la
noche.
La
narración fluye rítmicamente. Hay que
cogerle el compás y entregarse a su encantamiento. Tal como lo hace María Antonieta cuando baila
y se entrega al encantamiento de la música.
La manera personal, única, de contar una historia es lo que le otorga
calidad de arte a una obra literaria. El
estilo de García Márquez es inconfundible y seductor. Nos dejamos timar
complacientemente por sus fabulaciones.
Hace pasar como si fueran ciertos los “patéticos” relatos que su
imaginación crea y nos cautiva.
Se que una obra de arte hay que apreciarla en su conjunto, orgánicamente,
pero en aras de la presente Invitación, la seccionaré, según campos de
interés. Sin embargo, he omitido,
adrede, los números de páginas respectivos para que su lectura fuese de
principio a fin. He aquí los campos de
interés propuestos:
Si Ud. es una señora que tienen un esposo ejemplar (como el Dr. Juvenal Urbino) e ignora que pudiera
tener un desliz amoroso con una respetable mujer como la señorita Bárbara Lynch,
Ud. lo puede llegar a saber a través de ciertos indicios observables y en la
modificación de la conducta de su esposo.
Tal como lo descubrió Fermina Daza
Si Ud. ha enviudado y es una mujer que nunca se ha desbocado con su marido para que no la creyera corrompida,
entonces sabrá todas las posibilidades de un florecimiento vital a través de
una nueva pareja que le haga conocer el lado oculto de la Luna. (La joven viuda
de Nazareth)
Si a Ud. le interesa el ajedrez hallará en sus primeras páginas lo
entrañables lazos afectivos que se pueden generar entre los aficionados al
ajedrez, aunque fuesen personalidades disímiles. (Jeremiah
de Saint- Amour, el refugiado antillano y el doctor Juvenal Urbino)
Ud., seguramente, sabe muchas posiciones para gozar en las relaciones
sexuales; pero, dígame, escuchó hablar la Del
Pollo parrillero?
Si Ud es de la opinión que para el amor hay una edad; podría, entonces,
detectársele como portador de un prejuicio.
Y si, además, es anciano hay indicios de estado depresivo o de
resignación. El que muchas veces se justifica con el refrán: ya está
viejo Pedro para cabrero.
Sin embargo, dos ancianos, Florentino Ariza y Fermina Daza de 79 y 74 años
de edad son los personajes principales de la novela; los que al final de la
obra se trenzan en una Luna Miel inacabable.
También se narra el caso de América
Vicuña, la niña que se suicida por amor.
Si Ud. cree que el tamaño del pene influye en el goce sexual, entérese del
caso del telegrafista Lotario Thugut
que tenía una perinola de querubín que
parecía un capullo de rosa.
Si
Ud. es epidemiólogo o médico salubrista, podrá saber que los mismos síntomas de
sentirse perdidamente enamorado son similares a los síntomas de la enfermedad
del Cólera?
Los que ignoramos como funciona un burdel (El hotel de paso) y lo que son las prostitutas, ahí encontramos
esa institución pública tratada con naturalidad.
Siempre se plantea el dilema entre teoría y práctica en todo orden de
cosas. En nuestro caso, tomamos el
dilema para el goce sensual: ¿teoría o
práctica?. La solución del dilema y una
gran lección le da Ausencia Santander,
abuela de más de cincuenta años, a Florentino
Ariza que creía saber mucho. Y de paso nosotros también aprendemos.
Si Ud. acaba de enviudar, compare su caso con el cuadro sintomático que
presenta la viudez en la novela, y a cual tipo de viuda se asemeja. Así como también las posibilidades que se le
abren a las mujeres que enviudan. (Si alguna ventaja tenemos las viudas es que
ya nadie nos manda)
Los diez
puntos expuestos quedan sumamente cortos. Leer una novela es entrar en un mundo
infinito. En una novela se encuentra de
todo. Por último, la lectura también es
útil para olvidarnos de algunos sinsabores que nos depara la vida.
&
María Antonieta me agradeció con entusiasmo mi regalo. Por ello, dentro de mí, me dije: el
propósito de esta Invitación se habrá cumplido cuando ella mencione o comente
algún pasaje de la novela. Lo que
daría pie para disfrutar de una conversación amena. Así como disfrutamos de alguna ocurrencia,
una comida sabrosa, del baile o un paseo.
De esta manera había depositado mi confianza en ella. Y estaba seguro que se cumpliría mi
propósito.
Epílogo
Cuando le conté a mi amigo Néstor Álvarez que estaba sorprendido porque
recién a los 65 años de edad había encontrado una amiga que no había leído
nunca una sola novela; me dijo que yo
había vivido encapsulado, fuera de la realidad peruana; pues en nuestro país la
gran mayoría de la población no ha leído una sola novela o no leen nada.
Recién
me di cuenta que sus palabras eran ciertas y fueron refrendadas, más tarde, por
María Antonieta. Ya que pasaba el tiempo
y en ningún momento ocurría la esperada mención a El amor en los tiempos del
Cólera. Simplemente, no leyó. A manera de consolación me dije: tal vez por eso es tan espontánea y...
Sin
embargo, me sobrevino una esperanza ilusoria. Quizá siga el mismo camino que
hacen muchos niños. Primero ven la
película Harry Potter y luego van al
libro. (Pero, aún no han filmado El Amor en los tiempos del cólera).
En suma, María Antonieta me dio una
lección y otra perspectiva de ver la vida.
Dejé la soberbia a un lado y descubrí que hay diversas maneras de
adquirir conocimientos –sin la mediación de un libro- tal como lo hicieron
nuestras culturas prehispánicas.
(27/11/02)
NOTA.- Las palabras en cursivas figuran en la
novela.
Cuando
fue escrito el presente relato, aún no se había llevado a la pantalla la
novela.
Viuda con
marido vivo
Ya
había transcurrido más de media hora y Haydee no aparecía. La estaba esperando en la cafetería del
Centro del Adulto Mayor de San Isidro. A
mí me impacienta y me fatiga esperar. Me
pone de mal humor. Más aún cuando tengo
muchas ganas de bailar y la orquesta se está desperdiciando. Miraba a cuanta persona entraba a la cafetería
con la esperanza de que fuese Haydee.
Cuando en ese momento ingresaron dos señoras que se sentaron en la mesa
vecina a la mía. Aunque sin
proponérselo, pusieron fin a mi mal humor que había estado creciendo conforme
transcurría el tiempo. Concitaron mi
atención a tal punto que me olvidé del malestar de la espera, y, por supuesto,
también de Haydee.
Una de ellas
llevaba la voz cantante. Destacaba por
su arreglo personal y porque hablaba con todo el cuerpo. En cambio, la otra, solo abandonaba su
actitud receptiva para hurgar nerviosamente en una carterita llena de
medicamentos y pescar con avaricia una pastilla o una cápsula que ingería casi
automáticamente, sin beber agua y como quien comulga. Imaginé que la primera debía llamarse
Conchita y la segunda, Remedios. Hacia
ellas dirigí mi antena parabólica para observarlas.
Conchita era
de estatura femenina estándar, es decir, portátil y maniobrable. Piel
alabastrina y lustrosa. Lucía traje
negro de encaje con forro traslúcido, escote generoso y festonado; coquetón
collar de chaquiras rojas que subían y bajaban al ritmo de su respiración,
acunadas en sus oferentes pechos. Su
cabellera gris perla y ondulada enmarcaba los ojos delineados de color negro y
un lunar agitanado cerca a la comisura de su boca enfatizaba sus labios
sinvergüenzones, embadurnados con carmín y expuestos sin avaricia. Sus ojos cambiaban, como un caleidoscopio,
cuando cambiaban sus emociones. Era una
mujer con vida.
Para
pronunciar la feminidad de sus caderas se había ajustado el vestido con un
cinturón negro adornado con un fauno labrado en la hebilla. Su vestido era de buena caída y perfilaba la
curvatura luciferina de su derrière. El vestido dejaba ver sus poderosas
rodillas. No necesitaba un pliegue o abertura insinuante para llamar la atención
masculina. Bastaba su sola
presencia. Mantenía trapío, a pesar de
los años.
No sé por
qué, me entró curiosidad por saber cómo sería el marido de una mujer como
Conchita. Supuse que era casada; a pesar
que a mí no me interesa saber el estado civil de nadie; además, considero a la
convivencia conyugal como si fuera el pecado original. De pronto, interrumpí esta especulación para
captar el diálogo que se había suscitado entre ambas señoras
Escuché
decir a Conchita
· Mis hijas no quieren que venga al Centro del Adulto Mayor porque
paro en fiestas, cumpleaños y paseos, descuido la casa y a su papá. El asunto ha llegado a tal punto que mi
marido ha adelantado la herencia a mis hijas; pero eso a mí no me importa ¡yo
sigo viniendo a nuestro Centro del Adulto Mayor! Es como mi segundo hogar.
La última
frase la enfatizó con un golpe de puño en la mesa. Remedios atinó a ponderarla, aunque tomó una
cierta distancia.
· ¡Tú sí que eres valiente y desinteresada!. Vives el momento con entusiasmo. Yo, por mi parte, con tantos males y tantas
enfermedades estoy llena de temores, angustias y reparos.
Conchita le
brindó a su amiga una explicación de su actitud.
· ¡Ay, hija, para lo que nos queda de vida!. Estamos en la época de usar todo, ¡TODO!, y
brindar todo, así como lo escuchas. Aunque no deba decirlo, yo siempre he sido
generosa. Además, no tengo ningún sentimiento de culpa, asumo las consecuencias
de mis actos.
A mi marido, que nunca decía en donde había estado; ahora, que
se ha jubilado y se siente viejo, le ha dado por estar metido en la casa
dándome instrucciones por cosas nimias y hasta en asuntos que no son de su
competencia. ¡Imagínate! Critica mi manera de cocinar.
Sin embargo, quiere que viva pendiente de él las 24 horas del
día y lo único que hace en la casa es estar apoltronado mirando televisión todo
el santo día y revisando la página de defunciones del diario El Comercio.
Le podría dispensar todo, menos que en la cama se me duerma. Cree
que la cama es solo para dormir. Es un
aburrido. Le he puesto de apelativo “El Mueble”. Aunque él no lo sabe, porque
nunca lo he llamado así; pues, le pongo freno a mi cólera. En eso sí, lo respeto. Pero lo veo y se porta como un mueble más de
la casa. Pero, un mueble que jode.
Cada vez que regreso del salón belleza Y me escucha cantar,
frunce el ceño y se pone jetón; ya sabe que voy a ir al Centro del Adulo Mayor.
Entonces me encarga que vaya a SEDAPAL, EDELNOR y a la telefónica para cancelar
los recibos del consumo de agua, electricidad y cable de TV; O, de lo
contrario, busca cualquier pretexto para que permanezca en la casa.
Lo peor de todo es que se molesta y se confabula con sus hijas.
¡Me hacen cada lío para que no vaya al CAM!
¡Uf! ¡Si tú supieras!?
Remedios
trata de aconsejar a Conchita para evitarle conflictos.
· Con tanto conflicto te van a enfermar Conchita, ¿no se te ha
ocurrido ir a la parroquia o al psicólogo de nuestro Centro del Adulto Mayor? A
lo mejor con una pastillita lo tranquilizas un poco....
Conchita se
reafirma en su actitud.
· Mira Remedios, el psicólogo va a tratar de que acepte la
realidad, como si el sacrificio fuera una virtud femenina. Además, no tengo vocación de mártir. El psicólogo sabe que mi marido por la edad,
no va a cambiar. Y, por último, yo
tampoco.
Si voy donde un consejero espiritual de la parroquia me va a
decir que me integre a un grupo de oración y que asista a las reuniones a rezar
por mi alma y por la de mi marido.
También me va a consolar y a pedir resignación y me dirá que Cristo ha
hecho mayores sacrificios por todos nosotros.
En cambio, en el Centro del Adulto Mayor me siento libre. Escucho y cuento chistes de todo
calibre. Me río de todo. Hasta con las sonseras que habla “Pato ciego”
me distraigo.
Remedios no
conoce a ese personaje y yo tampoco.
· ¿Y, quién es “Pato ciego”?
Conchita describe
algunos personajes del Centro del Adulto Mayor.
· “Pato ciego” es ese ginecólogo jubilado de lentes con luna “poto
de botella”; y que estira el cuello para poder mirar. De tanto observar por el espéculo se estaba
quedando ciego.
También me río condescendientemente de Lita, la que tiene ojos
de inocencia, no por la pureza espiritual sino por tontuela; ella es, la que
canta boleros con voz lánguida y tremolante, como si estuviera en una misa de
difuntos, ajena a la interpretación de un tema romántico. En cambio, cuando canta el zambo Goyo
Martínez “Caribe soy… de la tierra donde nace el sol…”, su voz acaricia, una se
acaramela, se amelcocha con su pareja.
Imagínate ¿qué me haría en mi casa o en la parroquia? Habiendo este
Centro del Adulto Mayor y tantos otros sitios para los adultos mayores en donde
se baila con orquesta.
Como dice en una canción Sabina: ¡Qué el fin del mundo me agarre
bailando! O mejor en otra situación...
¡Sería una muerte gloriosa!
Sus ojos entornados y sonrisa cómplice delataban
el tipo de situación a la que se refería. En esos
momentos, la curiosidad de Remedios venció a su timidez y aprovechó la
oportunidad para preguntarle a Conchita:
· Ya que hablas de muerte. Me
podrías decir ¿por qué has venido con traje negro? ¿Acaso estás de luto?
Conchita,
aunque con un cierto remilgo, le da una respuesta insólita.
· Ay!
Remedios, qué preguntona eres! Pues, sí, estoy de luto por un acontecimiento
sumamente trágico, y te lo diré sin tapujos, aunque cometa una infidencia: es
porque a mi marido se le ha muerto el "pájaro". Y no resucita ni con
flauta de fakir.
Y
Las dos
amigas se rieron. Remedios como un gatito que estornuda y Conchita a
carcajadas. En ese momento, entró un
“chico” setentón de pantalón blanco, lentes ahumados, camisa de seda con
palmeras de colores chillones; y sin mediar palabra, la tomó de la mano.
Conchita se levantó presurosa y se fue a bailar Lágrimas negras, un clásico de la música cubana. Pude atisbar que Conchita movía la cintura y
los hombros como si se hubiera jubilado de todo, menos de la actividad
sexual. Yo me retiré a una sala discreta
para desembalsar la risa contenida.
Pero, mi
risa rápidamente se trasmutó en seriedad al sentirme iluminado por la Revelación del diálogo
de Conchita y Remedios que me abrió el entendimiento. Pues, recién descifré el estado civil de
Haydee; quien cuando la conocí, y a manera de presentación, me dijo: soy Haydee, viuda, con marido vivo.
Lima, Miraflores,
12/01/2008
Antonio
Rengifo Balarezo
rengifoantonio@gmail.com
Amor de
perros
¿Existe
el instinto sexual?
Se admite con simpleza que los animales son puro instinto, cuando nos
referimos, sobre todo, a la actividad sexual, a diferencia de nosotros los
humanos. No será una actitud de descalificar a los animales para autotitularnos
“los Reyes de la Creación”. Y a que, según la biblia, hemos sido creados a
imagen y semejanza de Dios. No será que
nosotros somos portadores de un prejuicio respecto a los animales. Tanto en los humanos como en los animales,
¿lo sexual es puramente instintivo?
Realmente, no existe certidumbre; aún no hay una respuesta definitiva.
A la atracción sexual inmediata, cuando se trata de las personas, se le
suele llamar “flechazo”, “click” o “amor a primera vista”; también se afirma
que existe “química”. Es la respuesta
inmediata a un estímulo; es decir, un tropismo animal. La atracción sexual es afinidad biológica y,
a la vez, misteriosa. Por definición, el
instinto no es adquirido, es innato y ciego; sin embargo, existen hombres o
mujeres asexuadas como también, en el otro extremo, hombres o mujeres adictas
al sexo.
Pero, únicamente a las mujeres adictas al sexo, en una sociedad machista
(androcrática), las estigmatizan llamándolas “perritas” por tener relaciones
sexuales con una frecuencia desbordante y sin discriminación de pareja ocasional.
Ese término peyorativo de “perritas” es una generalización ingenua, pues,
todas las verdaderas perritas no tienen igual caracterización. Es el caso de “Canelita”, la perrita Cocker spaniel, de ilustre abolengo y engreída de mi amiga Florencia.
Las
circunstancias de Florencia
cuando llegó a su vida “Canelita”
“Canelita” llegó a la vida de Florencia en un momento crucial. Sus hijos vivían en el extranjero y a su
marido se le había presentado una enfermedad que lo llenó de temores y le
produjo impotencia sexual. Ella tenía 50
años y conservaba ardoroso vigor sexual que lo reprimía por sus rígidos
principios morales y no por ausencia de pretendientes, pues, aún conservaba sus
formas apetitosas y turbadoras.
La represión sexual le ocasionó una neurosis, ya que no tenía alguna
vocación para sublimar sus pulsaciones sexuales. A ella únicamente le gustaba el oficio de
mamá y de esposa. Pero, ya no podía
ejercer. Sus hijos, ya adultos, en el
extranjero y su marido con impotencia sexual.
Florencia se había tornado intolerante ante las personas que disentían de
sus opiniones y tenía cambios imprevisibles de carácter. No asimilaba las bromas que se hicieran
aludiendo a su persona ni los chistes con alguna connotación sexual. Se solazaba asumiendo el papel del Juez
Supremo, a todos les encontraba defectos imperdonables.
En tales circunstancias, una amiga íntima y perspicaz le obsequió una
perrita bebé. Había observado que la
conducta indeseable de Florencia era ocasionada por las frustraciones que padecía.
El obsequio oportuno de la amiga le cambió la vida a Florencia. A la cachorrita la adoptó como si fuera su
hija y se consagró a educarla con esmero y primor. Le asignó uno de los dormitorios vacíos de su
casa y lo abarrotó de utensilios y juguetes para perros.
Florencia, como madre consagrada al cuidado de “Canelita”, la llevó
personalmente al consultorio del veterinario en La Molina para desparasitarla y
acatar el calendario de vacunación en previsión a las enfermedades que le
pudieran sobrevenir. Nunca la envió con
la empleada de la casa.
Tal era la chochera de Florencia con “Canelita” que a la menor alusión a
ella, se despachaba con un monólogo interminable narrando las virtudes
“humanas” de “Canela”. Todos nos
aburríamos, pero, ella no se daba cuenta.
Entonces, los amigos hicimos un pacto secreto: que a nadie se le ocurriera mencionar a
“Canelita” cuando concurríamos a visitar a Florencia o a las reuniones que ella
nos convocaba. Y si a pesar de ello, Florencia se despachaba publicitando la
conducta de niña superdotada de “Canelita”, todos guardábamos silencio y
rogábamos, mentalmente, que concluyera pronto.
Salvo esa fijación sentimental de Florencia, su carácter se había
estabilizado. Volvió a ser la amiga
simpática y amena.
Los cumpleaños de “Canelita”
Florencia instituyó la costumbre de invitar a sus pocas y viejas amistades
para celebrar los cumpleaños de “Canela”.
Cuando ello ocurría, el comedor estaba adornado con la parafernalia
propia de un cumpleaños. La perrita
ocupaba el lugar central de la mesa sentaba a en una silla de bebe con un
babero al cuello y un gorrito de reina.
Se apagaban las luces y todos los concurrentes entonábamos la canción
del Aniversario en honor de “Canela” y dirigidos por Florencia.
El momento estelar del cumpleaños ocurría cuando en un expectante silencio,
Florencia se dirigía a “Canela” y le preguntaba: ¿Quién soy yo? “Canela” con suaves ladridos
respondía: ¡¡Guá, Guá!! ¡¡Guá, guá!! , Florencia llegaba al
clímax emocional. Ella escuchaba que le
decía ¡MAMÁ! ¡MAMÁ!. Los concurrentes,
en tácita complicidad, aplaudíamos festejando tal prodigio de la “hija” de
nuestra amiga. Esa escena se convirtió
en un ritual en cada cumpleaños de “Canelita”.
Mi amistad con “Canelita”
En una de mis visitas a la casa de Florencia conocí a “Canela”, cuando aún
era cachorrita y traviesa; me gustaba jugar con ella. Al hacerle cariño en su cabecita, se ponía
boca arriba y le hacía cosquillas en el pecho y su barriguita; ella trataba de
morderme coquetonamente y desasirse de mí con sus patitas traseras. Entendía
que estábamos jugando; aunque a veces sus delgados colmillos dejaban huellas en
mis manos. Era una juguetona
incansable. Cada vez que acudía a la
casa de Florencia, “Canelita” me recibía alborozada, me lamía la mano y corría
de un lado para otro. Únicamente conmigo
perdía su formalidad y se permitía esas licencias.
Fui yo quien le propuso a Florencia el nombre de la cachorrita, pues, en mi
infancia tuve como compañera de juegos y receptora de mis confidencias a una
traviesa perrita Cocker. Digo confidente, porque en la infancia y en
la adolescencia nos sentimos incomprendidos por las personas mayores y
guardamos en secreto nuestras desavenencias.
La educación de “Canelita”
Florencia nunca la llevó a esos lugares llamados algo así como coiffure para perros. Ella misma la bañen, le corten las uñas y la
acicalaba. Florencia lo hacía como un
deber maternal y lo hacía bien. Tal era la
pulcritud de la perrita que no tenía pulgas.
Nunca dejó que “Canelita” saliera de su casa a jugar con los perros del
barrio; ni propició la amistad con otros perros en su casa. Desde el amplio ventanal de su dormitorio
contemplaba la calle y el parque vecino en donde los perros jugaban y hacían
travesuras. Sujeta del collarín Florencia la sacaba a pasear en las mañanas
temprano y en las noches. Ahuyentaba a
los perro que se acercaban a olfatearla o invitarla a jugar. Nunca le quitó el collarín para que retozara
libremente con otros perros en el parque.
“Canelita” era de pelambre color canela y lustrosa, pulcramente presentable
y “educada”, es decir, “humanizada”. No
molestaba a las visitas. Era la primera
e ir a la puerta cuando tocaban el timbre y luego de olfatear al visitante, se
retiraba a sentarse con elegancia a uno de los mejores muebles de la sala que
había sido designado exclusivamente para ella.
“Canelita” casadera
Pasó el tiempo, “Canelita” se fue desarrollando y Florencia y quería tener
“nietos”. “Canelita” no elegía a los
pretendientes para darle un “nieto” a Florencia, sino era Florencia quien,
previo estudio del currículum de cada uno, los designaba y concertaba el
encuentro con los dueños de los candidatos impuestos por ella.
Pero, “Canela” se rehusaba a sostener relaciones sexuales con ellos. Por más venusterio que Florencia
acondicionaba en su casa; no debutaba en la actividad sexual. Florencia estaba triste y se atrevió a dudar
de la identidad sexual de “Canela”. Su
resistencia llegó a tal punto, que una vez intentó suicidarse arrojándose por
la ventana del segundo piso.
Florencia no había visto que a “Canelita” un perro callejero, pero, no
vago; pues, tenía oficio –auxiliar de vigilancia- la cortejaba ofreciéndole
exhibiciones de agilidad y acrobacia que la dejaban impresionada. Pues bien, un día Florencia se enteró con
horror que “Canela” era bien mujercita.
El ingenio de “Canela
Y el pánico de Florencia
Una
mañana, al salir al jardín de su casa sufrió un ataque de pánico cuando vio a
“Canela” apareándose con Claxon, el
perro “chusco” del guachimán que
tenía su caseta de vigilante en la acera del frente a su casa. “Canela” no se había escapado de la casa,
sino que a través de la reja le había
facilitado el acoplamiento a Claxón.
Florencia, respirando profundamente, se repuso del ataque de pánico.
Impulsivamente intentó separarlos arrojándoles agua. Cometió una grave falta, lo que nunca debe
hacerse: interrumpir una relación sexual
ya empezada. Pero, su adorada “Canelita” y Claxon
estaban en otro mundo; el mundo del disfrute paradisiaco y del ejercicio
pleno de la libertad. Al concluir el proceso sexual, Claxon inmediatamente corrió presuroso para refugiarse a los pies
del guachimán.
Florencia, pálida de cólera y a viva voz le increpó al guachimán de la cuadra de su casa por no haber sujetado a su perro
para evitar la “desgracia” que había ocurrido.
Debido a los gritos, se asomaron a la calle algunas empleadas domésticas
enviadas por sus patronas para averiguar qué pasaba.
El guachimán, bajó la cabeza y
aceptó resignadamente las injurias que le lanzaba Florencia: ¡indio bruto, mira la desgracia que le has
hecho a mi Canelita...! El guachimán,
aunque bajó la cabeza, le dirigió una mirada solidaria a su compañero;
pero, le advirtió confidencialmente y moviendo la mano con el dedo índice
extendido:
¡Claxon, eso nos pasa por meterte con aristócratas!
Claxon entendió perfectamente la actitud del
guachimán; pero se quedo impregnado eternamente con el olor de “Canela” en
su corazón.
Epílogo
Cuando hay
ansias de libertad, no hay rejas que se interpongan
Sin
embargo, aún queda en pie un interrogante:
¿Florencia,
aceptará, por su cariño a “Canela”, los nietecitos que tanto deseaba?
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Grimaldo Antonio Rengifo Balarezo
rengifoantonio@gmail.com
Lima, 03/05/2011
Canelita, dama de la nobleza de
Gales; eligió por amor a Claxon, un
perro callejero peruano.
Fuente:
“El corazón de Claxon,
quedó impregnado eternamente con
el olor de “Canela”.
En los meses de junio y julio,
lucía orgullosamente una chompa
con los colores de la patria
tejida por la esposa del guachimán.
Imagen:
Palabras
mágicas
Al iniciar el juego amoroso, Susy Díaz, mi pareja, tomó
diligentemente mi sexo, que estaba flácido.
Ante esta situación, se me ocurrió musitarle al oído: ya que tienes a Lázaro en tu mano, dime dos palabras mágicas, alusivas al
momento; pero, que sean de la Biblia.
Inmediatamente, respondió abanicándome con sus pestañas
mi rostro y con el entusiasmo inocente de quien cree haber acertado:
SÉSAMO, ¡ÁBRETE!
Sin dejar de sonreír, le advertí:
esas palabras mágicas no son de la Biblia; sino del
cuento, Alí Babá y los cuarenta ladrones.
Mientras tanto, ella
seguía acariciando a Lázaro; pero, aún no despegaba.
Volví a insistir en mi propósito:
has un esfuerzo y recuerda cuáles son esas dos palabras mágicas de la
Biblia. Pero, no se acordaba o no había leído la
Biblia.
Entonces, me concentré y con toda devoción
pronuncié esas palabras mágicas:
LÁZARO, ¡LEVÁNTATE¡
En efecto, Lázaro enarboló con brío el gallardete del
Dios del Amor.
Moraleja:
¡lea la Biblia!
Antonio Rengifo Balarezo
Sociedad Bíblica “Los
Testículos de Jehová”.
Lima, 31/10/2011.
El milagro de Beethoven
Antonio Rengifo Balarezo
La novena sinfonía de Beethoven es patrimonio cultural de la
humanidad por declaración de la UNESCO y el último movimiento es, desde 1985,
el himno oficial de la Unión Europea.
La Coral, como también es llamada, fue escuchada por primera vez en
Viena el 7 de mayo de 1824. Encantó al
auditorio de aquella época y continúa despertando entusiasmo desbordante que
patentiza la genialidad del autor y consagra a su obra como clásica.
Nunca
se sabe las consecuencias que desencadenará una obra de arte cuando se
independiza del corazón de su creador.
En tal sentido, quiero expresar mi gratitud
a Beethoven (1770-1827) por el milagro concedido. Les narraré, brevemente, cómo ocurrió tal
prodigio.
Sabía,
por el lejano horizonte histórico, que algunos personajes célebres tuvieron
esposas terriblemente habladoras. En un
tiempo ya lejano, a mí, sin ser célebre, me tocó una mujer similar. Se llama Parlera.
Tiene pelo negro, lacio, cara de pajarito y amplias caderas. Es profesora y dirigente gremial en la
universidad. Trabaja mayormente hablando.
Sin
embargo, para Parlera no era suficiente hablar horas de horas diariamente
dictando clases y tomando la palabra en asambleas de profesores, aún así le
quedaba vigor para sobresaturar otros espacios sociales hablando y
reconviniendo. Nuestro hogar fue otro de
sus auditorios.
A
Parlera la conocí en la Facultad de Letras de nuestra querida universidad. Era una joven inquieta: intervenía en las
clases y en las asambleas estudiantiles; actitud poco común en las mujeres de
aquella época. Nos impactó la Revolución cubana, la guerra en Vietnam, el auge
de los movimientos campesinos en nuestra patria y los movimientos barriales en
la ciudad de Lima. Habíamos estado
juntos en nuestras luchas estudiantiles contra el aprismo. Para decirlo con otras palabras, teníamos
afinidad política. Yo, sumamente
idealista, creí que la afinidad política lo determinaba todo, incluso una
convivencia armoniosa. Así es que apenas
egresamos de la universidad nos casamos.
En
los primeros años de matrimonio nuestra casa estuvo muy animada; tuvimos
nuestros hijos y concurrían frecuentemente mis amigos de barrio y nuestros
amigos de la universidad; ya que fui el primero de mi generación en casarme.
Cuando
nuestros amigos les preguntaban a nuestros pequeños hijos cuántos años tenían,
cuáles eran sus nombres; Parlera, inmediatamente, respondía por ellos y así con
cualquier otra pregunta. Y si alguno de
ellos tenía una idea original o independencia de criterio, argumentaba hasta
doblegarlo, sin tener en consideración que eran niños.
Las
conversaciones amigables y hasta cierto punto frívolas se trasformaban,
fortuitamente, en duelos verbales porque no toleraba la disensión. Peor aún cuando se trataban temas ideológicos
o políticos. Parlera creía saber de todo
y ser dueña de la verdad. ¡Pobre de
aquel que osara rebatirla! Se exponía a los
tormentos de su interminable perorata y terminaba abandonando la discusión por
agotamiento. Varias veces por su
desatino o impertinencia se enturbió una reunión festiva.
El
día de mi cumpleaños monopolizaba la conversación; ella era el centro de la
reunión; yo y los concurrentes sólo existíamos para escucharla. Como esa actitud de Parlera se repetía todos
los años le pedí que el día de mi cumpleaños solamente me regalara media hora
de su silencio. Pero, como era
previsible, nunca recibí tal regalo.
Como también era de esperarse, nuestros amigos y hasta mis padres se
fueron alejando con discreción.
Quedamos, mis hijos y yo, a su merced.
Aunque
yo cedía en las discusiones de pareja los conflictos no amenguaron. Parlera se descontrolaba y mis hijos se
alarmaban. Me pedían que no la
contradijera en nada para que no gritara ni ellos se sintieran nerviosos. A mi hija mayor, aún niña, las discusiones
hogareñas le desencadenaban crisis asmáticas.
A pesar de la invocación de mis hijos, una
vez me propuse emplearme a fondo en la discusión y sostener mi argumentación
hasta las últimas consecuencias. Parlera
no escuchaba ni dejaba resquicio para un dialogo fructífero; sin embargo, logré
desarmarla y se sintió como un insignificante gorgojo. Lloró lastimeramente, pero, luego se repuso.
En cambio, yo quedé extenuado y dispuesto a no repetir el tremendo esfuerzo.
Algunas
veces huía para no escuchar a Parlera.
Me iba a otra habitación o salía de la casa a cualquier lugar; pero no
me libraba de ella, pues era persecutoria.
Sabía cuál era su arma letal.
En
aras de la convivencia familiar armónica y para no alarmar a mis hijos, le
propuse un pacto de una sola cláusula:
evitar las discusiones en presencia de nuestros hijos. Parlera aceptó de inmediato, pero ¡vano deseo
el mío! nunca cumplió el pacto; reincidió muchas veces con lo que desvirtuó lo
pactado.
Para
sobrellevar la situación conflictiva opté por fumar en pipa, la pipa de la paz;
pero, los efluvios aromáticos del tabaco no aplacaban a Parlera ni tampoco yo
lograba sosegarme.
En
mi búsqueda por encontrar la forma de neutralizar la ansiedad verbal de Parlera
me acordé de una creencia popular: cuando una mujer es conflictiva y habladora
se debe a que no tiene marido; o, si lo tiene, el marido no la deja privada; en otras palabras, no la satisface plenamente. Y me dije: posiblemente no me doy cuenta que tiene alguna carencia al respecto. Entonces, apliqué todos mis recursos para
intensificar los placeres que dimanan de la sexualidad. Esta tentativa, tampoco surtió efecto. Parlera, no se relajaba plácidamente,
rápidamente se reponía y muy oronda volvía a las andadas.
¿Qué
hacer? ¿Se avendría a un
tratamiento psiquiátrico? Lo que me
pareció difícil, resultó fácil. Conversé
con Parlera y me puso dos condiciones. Que ella le tuviera confianza al
psiquiatra y que el tratamiento fuera para los dos. Acudí donde un amigo común y reputado
psiquiatra; cuya esposa era psicóloga y también amiga nuestra. El amigo psiquiatra me dijo optimistamente
que la mayoría de enfermedades psiquiátricas eran curables, excepto las de
origen orgánico y se ofreció gentilmente a tratarnos.
Acudimos
a nuestra primera cita. Desde un
principio Parlera cuestionó los conocimientos del psiquiatra y definió los
términos en que debía desenvolverse la presente reunión y las futuras que
tuviéramos. La reacción de nuestro amigo psiquiatra fue expulsarla de su
consultorio con términos enérgicos.
Parlera tuvo que salir. Yo me
quedé. La esposa de mi amigo le dijo que no hubiera perdido la paciencia. ¡En fin…!
Si
con nuestro amigo psiquiatra hubo una sesión interrumpida abruptamente, no fue
así con una psiquiatra del hospital Larco Herrera a quien ella le tenía
confianza. Esta vez, Parlera llegó a la
tercera sesión. Pues, solo desertó
cuando la psiquiatra estableció ciertas medidas que ambas partes debíamos de
cumplir. Adujo que la psiquiatra se
parcializaba conmigo.
Estuve
desorientado, pero siempre aguzando el ingenio pues, era una cuestión de
sobrevivencia. Me acordé de una historia
pintoresca que me contó un amigo que intimó ocasionalmente con un charlatán, de
esos que viajan de pueblo en pueblo ofreciendo curar enfermedades irremediables
y resolver problemas insolubles. Le
había confiado el secreto que le devolvió la lucidez a una loca joven
considerada incurable. Los padres de la
loca acudieron al hospedaje del charlatán como última esperanza, ya que el
médico del pueblo y el sacerdote habían fracasado en sus intentos por sanarla.
El charlatán les dijo a los padres que lo
dejarán solo con la joven. Al poco rato
salió curada. Bueno, pero ¿cómo lo
hizo? La joven hablaba irrefrenablemente
y hacía lo que le daba la gana sin acatar ninguna amonestación. El charlatán la miró fijamente a los ojos y
le aplicó un puñete que la privó al instante.
Fue suficiente. Se despertó
curada. Tal prodigio se difundió en el pueblo, numerosas personas formaban cola
para ser atendidos. Pero esa es otra
historia. Volvamos a la nuestra
Con
ese halagador resultado ensayé, contraviniendo mis principios, la misma “medicina”. Pero no tuve el mismo éxito, sino todo lo
contrario. Parlera trastabilló pero
asimiló el golpe y renovó su stock verbal con armas de última generación. Tuve que soportar heroicamente un bombardeo
de sobresaturación.
Sabía
que estaba en inminente riesgo, pues las enfermedades mentales son más
contagiosas que las enfermedades infecciosas.
Tal como un dicho popular lo afirma:
un loco hace cien locos. Llegado al punto límite, se me ocurrió algo
insólito: pedirle ayuda a Beethoven.
Me
explico. Como Parlera iniciaba sus peroratas desde que despertaba, coloqué mi
toca casete debajo de nuestra cama, al alcance de mi mano, con la Novena
sinfonía lista para ser escuchada. Apenas Parlera empezaba, yo activaba el toca
casete y, Beethoven, me transportaba al
paraíso. Me sentía libre y con renovada
alegría. Estaba blindado. Ya Parlera podía decir lo que quisiera
durante el tiempo que le apeteciera….
Y…. con el tiempo…. Parlera huía ante Beethoven como Drácula ante la
cruz.
Díganme, ustedes, si no estaré agradecido a
Beethoven que me salvó de la locura.
Primera versión: 26/05/2001
Última versión: 09/07/09
O Freunde, nicht diese Töne!
Sondern laßt uns angenehmere
anstimmen, und freudenvollere.
Freude, schöner Götterfunken
Tochter aus Elysium,
Wir betreten feuertrunken,
Himmlische, dein Heiligtum.
Deine Zauber binden wieder,
Was die Mode streng geteilt;
Alle Menschen werden Brüder,
Wo dein sanfter Flügel weilt.
Chor
Wem der große Wurf gelungen,
Eines Freundes Freund zu sein,
Wer ein holdes Weib errungen,
Mische seinen Jubel ein!
Ja, wer auch nur eine Seele
Sein nennt auf dem Erdenrund!
Und wer´s nie gekonnt, der stehle
Weinend sich aus diesem Bund!
Chor
Heute trinken alle Wesen
An den Brüsten der Natur,
Alle Guten, alle Bösen
Folgen ihrer Rosenspur.
Küsse gab sie uns und Reben,
Einen Freund, geprüft im Tod.
Wollust ward dem Wurm gegeben,
Und der Cherub steht vor Gott.
Froh, wie seine Sonnen fliegen
Durch des Himmels prächtgen Plan,
Laufet, Brüder, eure Bahn,
Freudig wie ein Held zumSiegen .
Seid umschlungen, Millionen!
Diesen Kuss der ganzen Welt!
Brüder - überm Sternenzelt
Muss ein lieber Vater wohnen.
Ihr stürzt nieder, Millionen?
Ahnest du den Schöpfer, Welt?
Such ihn überm Sternenzelt,
Über Sternen muss er wohnen.
Himmlische, dein Heiligtum.
Deine Zauber binden wieder,
Was die Mode streng geteilt;
Alle Menschen werden Brüder,
Wo dein sanfter Flügel weilt.
Chor
Wem der große Wurf gelungen,
Eines Freundes Freund zu sein,
Wer ein holdes Weib errungen,
Mische seinen Jubel ein!
Ja, wer auch nur eine Seele
Sein nennt auf dem Erdenrund!
Und wer´s nie gekonnt, der stehle
Weinend sich aus diesem Bund!
Chor
Heute trinken alle Wesen
An den Brüsten der Natur,
Alle Guten, alle Bösen
Folgen ihrer Rosenspur.
Küsse gab sie uns und Reben,
Einen Freund, geprüft im Tod.
Wollust ward dem Wurm gegeben,
Und der Cherub steht vor Gott.
Froh, wie seine Sonnen fliegen
Durch des Himmels prächtgen Plan,
Laufet, Brüder, eure Bahn,
Freudig wie ein Held zum
Seid umschlungen, Millionen!
Diesen Kuss der ganzen Welt!
Brüder - überm Sternenzelt
Muss ein lieber Vater wohnen.
Ihr stürzt nieder, Millionen?
Ahnest du den Schöpfer, Welt?
Such ihn überm Sternenzelt,
Über Sternen muss er wohnen.
êê
Oh amigos,
dejemos esos tonos!
¡Entonemos cantos más agradables y llenos de alegría!
¡Alegría, hermoso destello de los dioses,
hija del Elíseo!
¡Ebrios de entusiasmo entramos,
diosa celestial, en tu santuario!
Tu hechizo une de nuevo
lo que la acerba costumbre había separado;
todos los hombres llegarán a ser hermanos
allí donde tu suave ala se posa.
Coro
Aquel a que la suerte ha concedido
una amistad verdadera.
quien haya conquistado a una hermosa mujer
¡una su júbilo al nuestro!
Aún aquel que pueda llamar suya
siquiera a un alma sobre la tierra.
Más quien ni siquiera esto haya logrado,
¡que se aleje llorando de esta hermandad!
¡Entonemos cantos más agradables y llenos de alegría!
¡Alegría, hermoso destello de los dioses,
hija del Elíseo!
¡Ebrios de entusiasmo entramos,
diosa celestial, en tu santuario!
Tu hechizo une de nuevo
lo que la acerba costumbre había separado;
todos los hombres llegarán a ser hermanos
allí donde tu suave ala se posa.
Coro
Aquel a que la suerte ha concedido
una amistad verdadera.
quien haya conquistado a una hermosa mujer
¡una su júbilo al nuestro!
Aún aquel que pueda llamar suya
siquiera a un alma sobre la tierra.
Más quien ni siquiera esto haya logrado,
¡que se aleje llorando de esta hermandad!
Coro
Todos beben de alegría
en el seno de la Naturaleza.
Los buenos, los malos,
siguen su camino de rosas.
Nos dio besos, vino
y un amigo fiel hasta la muerte;
Voluptuosidad le fue concedida al gusano
y al querubín la contemplación de Dios.
Gozosos como vuelan sus soles,
a través del formidable espacio celeste,
recorred así, hermanos, vuestro camino
gozosos como el héroe hacia la victoria.
Todos beben de alegría
en el seno de la Naturaleza.
Los buenos, los malos,
siguen su camino de rosas.
Nos dio besos, vino
y un amigo fiel hasta la muerte;
Voluptuosidad le fue concedida al gusano
y al querubín la contemplación de Dios.
Gozosos como vuelan sus soles,
a través del formidable espacio celeste,
recorred así, hermanos, vuestro camino
gozosos como el héroe hacia la victoria.
¡Abrazaos
millones de criaturas!
¡Qué un beso una al mundo entero!
Hermanos, sobre la bóveda estrellada
Debe habitar un Padre amoroso.
¿Os postráis, millones de criaturas?
¿No presientes, oh mundo, a tu Creador?
Búscalo más arriba de la bóveda celeste
¡Sobre las estrellas ha de habitar!
¡Qué un beso una al mundo entero!
Hermanos, sobre la bóveda estrellada
Debe habitar un Padre amoroso.
¿Os postráis, millones de criaturas?
¿No presientes, oh mundo, a tu Creador?
Búscalo más arriba de la bóveda celeste
¡Sobre las estrellas ha de habitar!
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