09-01-2014
Durante
2013 y los pocos días que lleva el 2014 han sido tema de agenda las
declaraciones y la posición del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, sobre el
tema del aborto, el feminismo y la igualdad de géneros.
La
postura radicalizada del mandatario ecuatoriano en contra del reconocimiento,
aunque sea formal, de los derechos de sexualidades diversas e incluso de las
mujeres (como en el caso del aborto) le ganó el repudio de amplios sectores
progresistas y de izquierda dentro de su país y en todo el continente. Incluso
produjo un rechazo al proceso de la Revolución Ciudadana que él encarna como su
principal figura.
Cabe
recordar que esto surge durante la reforma del Código Penal ecuatoriano que se
llevó a cabo en 2013, en ese momento Correa amenazó con renunciar si se incluía
el derecho al aborto. Como sucede en estos casos, y sobre todo en procesos
complejos y contradictorios como son las revoluciones, la derecha más rancia se
apoyó en estos dichos para dar un giro sorprendentemente en su postura de
siempre y de pronto “apoyar” lo que poco tiempo antes catalogaban como un
asesinato. El objetivo, al igual que con el golpe de Estado de 2010, era lograr
la destitución de Correa cosa que afortunadamente no sucedió.
El
“mal ejemplo” de Chávez
Desde
ya que la postura del presidente ecuatoriano debe ser repudiada por cualquiera
que luche por un proceso emancipatorio radical de nuestros países. A esta
altura del partido, no reconocer que la lucha contra el patriarcado, por los
derechos de las mujeres y la igualdad de géneros va ligada a cualquier proceso
de liberación nacional y social, es de una ceguera política importante. Sin
embargo el asunto resulta más complejo si tenemos en cuenta algo tan básico
como que: A. Las revoluciones son procesos, no se llevan a cabo de un día para
el otro, tienen avances y retrocesos y; B. Las revoluciones las hacen los
pueblos, no sujetos individuales.
Y
acá es donde entra el “mal ejemplo” del Comandante Chávez y su rol dentro de la
revolución bolivariana y latinoamericana. Chávez nos mal acostumbró a que
siempre (o casi) estuvo a la vanguardia de la revolución que dirigió. Fue él
quien llamó a reformar la Constitución dos veces, fue él quien respondió al
lockout petrolero de 2002/2003 nacionalizando por completo PDVSA, fue él quien
habló por primera vez de socialismo, fue él quien llamó a conformar los
consejos comunales y las comunas, fue él quien se proclamó feminista y sostuvo
que la revolución debía levantar en alto esas banderas.
En
definitiva, Chávez nos dio un mal ejemplo. Nos convenció de que los líderes
siempre van un paso adelante de sus pueblos (aunque tampoco se pueden ir muy
lejos a menos que quieran quedarse solos). Pero sin embargo, si repasamos la
historia, salvo contadas excepciones esto no es así. Son los pueblos los que
empujan o se quedan “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los
dirigentes”.
En
este sentido el caso de Correa es ejemplificador. El presidente ecuatoriano,
que ha estado a la ofensiva en muchos temas y quizás sea el mandatario
latinoamericano que más se le ha plantado al imperialismo, en este aspecto se
ha quedado estancado. Sin embargo, su postura no está un paso atrás de su
pueblo, sino todo lo contrario, es un fiel reflejo del mismo. La mayoría de los
ecuatorianos y ecuatorianas, rechazan el aborto.
Como
lo rechazan muchos pueblos latinoamericanos fuertemente influenciados por una
cultura colonialista y patriarcal que lleva siglos trabajando sobre nuestras
mentes y nuestros cuerpos. El catolicismo, y aun peor, el evangelismo
promocionado por las embajadas norteamericanas durante los últimos 60 años, han
hecho un trabajo muy fuerte.
Justamente
por esto, resulta llamativo que desde cierta izquierda posmoderna y relativista
al extremo, se lo cuestione a Correa por este tema y también por su
enfrentamiento con algunos sectores organizados de los pueblos originarios, por
no respetar su cultura y sus tradiciones. Curiosamente los pueblos originarios,
al menos en Ecuador, rechazan de plano el aborto y lo catalogan como un asesinato.
Los originarios, ya sea por su tradición precolombina o porque también se han
convertido al cristianismo, en este punto están del mismo lado que Correa.
¿Y
entonces qué? ¿Por eso hay que conformarse y aceptar que el aborto no es viable
en Ecuador? Para nada, este artículo busca complejizar un poco más la mirada y
no catalogar a Correa con los peores insultos que se nos puedan ocurrir ni
condenar a uno de los procesos de cambio más avanzados de nuestro continente.
Un
árbol, por grande que sea, no puede tapar el bosque
Resulta
fácil dejarse llevar por la lectura mediática superficial de las realidades de
los distintos países. Allí los presidentes y presidentas suelen ser voceros
indiscutidos de lo que sucede junto algún que otro político opositor que tenga
relevancia. Justamente es la visibilidad mediática que lógicamente tiene Correa
la que nos tapa el bosque del complejo entramado de la Revolución Ciudadana.
Con
la llegada al gobierno de Alianza País, también accedieron a puestos de
importancia en el Estado luchadores y luchadoras ecuatorianas que enfrentaron
desde distintos lugares los gobiernos neoliberales anteriores. En este grupo
entran una enorme cantidad de militantes por los derechos de las mujeres y la
igualdad de géneros.
Sin
ir más lejos, el conflicto que se desencadenó en 2013 tuvo que ver con que tres
asambleístas de Alianza País (el partido de gobierno) querían despenalizar el
aborto. No fueron asambleístas de otro partido, sino del mismo al que pertenece
Rafael Correa.
Un
ejemplo en este sentido es Rosana Alvarado. Ella es vicepresidenta de la
Asamblea Nacional de Ecuador y forma parte de Alianza País desde su nacimiento.
En una entrevista reciente afirmó: “Soy una
feminista convencida y siempre buscare más derechos en el camino a la igualdad
real entre hombres y mujeres, pero al mismo tiempo soy incapaz de exigir la
política del todo o nada. Este proceso político del Ecuador está transformando
el país en favor de las inmensas mayorías y esa para mí es la razón de mi
defensa y profunda adhesión a este gobierno”.
También
aseguró que desde ya pretende “más derechos, más libertades para las mujeres,
quiero que la historia, el Estado, la iglesia, la ley, le devuelvan a la mujer
todo lo que le negaron cuando la veían como menos o como incapaz. Yo seguiré
disputando esos derechos y esos espacios, a veces, en contra de tesis
conservadoras que también están dentro de mi movimiento. La historia nos
demuestra que las leyes son superadas por la realidad y eso es fundamental
cuando se trata de sincerar los discursos políticos y sociales”.
Estos
sectores, estas luchadoras y luchadores no estarían donde están hoy si no fuera
por la Revolución Ciudadana, un proceso de cambio que les abrió las puertas a
las grandes mayorías del país y desencadenó fuerzas sociales que antes estaban
contenidas.
Tal
como definió Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, existen en toda
revolución “tensiones creativas”. Es decir aquellas tensiones que se suscitan
dentro de la revolución, entre sectores que la defienden y cuyo
desenvolvimiento debe hacer avanzar el proceso.
Cualquier
proceso que se precie de cambiar todo lo que deba ser cambiado tendrá
necesariamente contradicciones, idas, vueltas y trabas a vencer, tanto internas
como externas. En Ecuador eso se está dando en todos los planos. En algunos, su
principal dirigente a estado a la vanguardia, en otros ha obturado lamentablemente
el debate.
Será
tarea del pueblo ecuatoriano y sus organizaciones ir trabajando y desandando el
camino de la cultura colonial que se nos ha impuesto durante siglos para
avanzar en la toma de conciencia necesaria. Incluso torciendo la voluntad de
sus dirigentes si es necesario. Pero sabiendo siempre que las tensiones se
resuelven dentro del proceso de cambio, nunca por fuera. Porque afuera espera
agazapado el imperialismo para dar el golpe.
Porque
hoy, como ayer, sigue teniendo validez aquella frase que hace más de 50 años
pronució ese enorme líder revolucionario que es Fidel Castro en sus Palabras a los Intelectuales: “Dentro de
la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada,
porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la
Revolución es el derecho a existir”.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
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