04-01-2014
En
todos los países se cuecen habas, aunque algunos, como México, parezcan
reducidos a no comer sino habas. En efecto, el gobierno de la oligarquía y del
PRI-PAN y sus lacayos está anulando sistemáticamente todas las conquistas
materiales, sociales y culturales de la Revolución Mexicana en sus ataques a
los campesinos, los ejidos, las defensas frente al TLCAN y al integrar los
recursos y los bienes comunes de la Nación en un “plan integral energético”
estadounidense que ponga el agua, el petróleo y los minerales al servicio de
las transnacionales desde la frontera colombiana hasta el Ártico. Este
retroceso a inicios del siglo XX, en tiempos de Porfirio Díaz requiere, como es
lógico, construir un régimen como el del porfiriato y acabar con los derechos
ciudadanos o humanos.
Pero
también en Francia el presidente de la organización patronal, MEDEF, proclamó
ya en el 2007 que el objetivo era volver a antes de 1945 (o sea, a la
colaboración de los grandes patrones con los nazis y sus agentes de Vichy) y
borrar todas las conquistas sociales impuestas por el Consejo Nacional de
Resistencia después de la ocupación alemana mientras entre los franceses crece
y se afirma una extrema derecha racista y xenófoba. En Italia, la derecha no
oculta por su parte su voluntad de hacer lo mismo y acabar con la Constitución
“basada en el trabajo” y proteccionista resultante de la eliminación del
fascismo y en Hungría y en otros países de Europa central y de los Balcanes
también se desarrolla, como en Grecia, una derecha muy agresiva y fascista.
En
2013, en América Latina, los principales gobiernos “progresistas” (Brasil,
Argentina y Venezuela) pasaron un año difícil y entran en un período de
turbulencias económicas y sociales que la derecha utilizará con fines
revanchistas. En China y en Rusia (también en Cuba) crecen brutalmente las
diferencias sociales y la juventud busca soluciones imposibles individuales a
los inmensos problemas sociales, económicos y ecológicos que plantea la crisis
capitalista mundial. La negativa de Estados Unidos a combatir la emisión de
gases con efecto de invernadero acelera brutalmente, al mismo tiempo, el cambio
climático, con tornados, tifones, inundaciones y temperaturas extremas que cada
vez golpean más duramente a todo el planeta pero, en particular, a los países
menos industrializados.
Cuando,
sin el contrapeso del temor a la movilización de sus víctimas, se aplican en
todas partes medidas que retornan al tipo de explotación del siglo XIX, la
izquierda tradicional abandona incluso las ilusiones de reformar el capitalismo
y se adecúa a éste, tornándose liberal. La socialdemocracia alemana, que nació
anticapitalista y revolucionaria, derivó desde principios del siglo XX hacia el
intento de lograr reformas democráticas y favorables a los obreros pero dentro
del sistema capitalista, rompió sus lazos con el pasado y abandonó la
Internacional Socialista (que es un club liberal socialista de partidos de todo
tipo, incluso capitalistas). Los socialistas franceses, españoles, belgas,
italianos perdieron hace décadas sus miembros y sus programas obreros. Hasta la
agrupación griega Syriza, bajo la influencia de Alexis Tsipras, se acerca a los
socialdemócratas alemanes en el gobierno con Angela Merkel y refuerza su
orientación de centroizquierda.
La
falta de perspectivas, el repudio a los partidos que aparecen todos iguales y
todos interesados solamente en compartir el botín de las instituciones a costa
de los trabajadores, la desmoralización resultante de la imposibilidad de
modificar la situación económica y política solamente con luchas y resistencias
que, por valientes y decididas que sean, no bastan porque están aisladas y son
locales, han dado como resultado para los trabajadores y los explotados y
oprimidos de todo tipo, a escala mundial, una situación semejante a la que
imperaba en el siglo XIX en Europa occidental antes del desarrollo del
movimiento obrero y del marxismo. Eso se refleja en las Universidades y en la
mayoría de la intelectualidad en el auge de la irracionalidad, el
conservadurismo, el pragmatismo, el sometimiento a los gobiernos o a las
grandes transnacionales que imponen y financian el tipo de programas.
A
mediados del siglo XIX todavía coexistían y actuaban en Europa occidental los
restos de los partidos del pasado ya obsoletos (carbonarios, nacionalistas
revolucionarios a la Mazzini, republicanos, jacobinos, blanquistas) pero las
grandes luchas obreras y populares, con otros métodos y formas de organización,
dieron origen, con esos sectores de lo viejo, a algo nuevo, los grandes partidos
obreros de masa. Éstos, a su vez, al abandonar en el siglo pasado una visión
internacional de la lucha, demostraron ser inadecuados para las nuevas formas
del capitalismo actual, globalizado, dirigido por el capital financiero.
Las
luchas retornan así nuevamente al plano local –el de los grupos de autodefensa,
de las policías comunitarias, de los intentos autonómicos como el del
neozapatismo chiapaneco- y al de las movilizaciones puntuales -como la de los
Soy 132- y reclaman, en todas partes, la formación de nuevas direcciones,
basadas en los trabajadores, cuya forma dependerá de las características y
tradiciones histórico-culturales existentes en cada región pero que tendrán
todas, como signo fundamental, la independencia frente al Estado y las instituciones
capitalistas y la ruptura con el paralizante nacionalismo “del paisito” para
construir solidaridades regionales y esfuerzos de integración de las luchas a
nivel regional. No hay otra opción porque de otro modo no hay límite al
retroceso. Al internacionalismo del capital debe responder el internacionalismo
integrador y anticapitalista de sus víctimas.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
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