¿Hacia dónde podría ir Venezuela?
04-03-2014
Según el
gobierno y sus voceros extranjeros, Venezuela enfrenta ahora un intento de
golpe de Estado fascista y proimperialista. Según los conservadores de todo el
mundo y la prensa del gran capital, estaríamos ante legítimas protestas
democráticas de masa, duramente reprimidas por una
dictadurasocialista. La realidad es otra.
Un golpe de Estado es imposible dado que las fuerzas armadas
–incluso el sector más conservador de las mismas y los militares integrados en
la boliburguesía– apoyan la llamada
revolución bolivariana; es decir, un proyecto nacionalista y distribucionista con apoyo popular, un capitalismo de Estado apoyado en la renta petrolera y envuelto en una retórica
socialista, un intento de dirección vertical, paternalista y burocrático de la economía que intenta asentar al gobierno en una movilización de las mayorías y sólo considera marginalmente las ganancias de los capitalistas. Aunque en vida de Hugo Chávez el gobierno trataba mucho más de erguirse por sobre las clases fundamentales pero apoyándose en los trabajadores, todavía hoy el aparato estatal, en el que el factor más sólido son las fuerzas armadas, pese a sus virajes y a su creciente conservadurismo, sigue siendo nacionalista
popular.
Lo que presenciamos es la movilización desestabilizadora del
sector venezolano dirigido por Leopoldo López, del partido opositor Voluntad
Popular, que está estrechamente ligado al Tea Party, a la extrema derecha
estadunidense y mundial, a la oposición colombiana y sus representantes
militares y paramilitares dirigida por Álvaro Uribe. Dicho sector no acepta la
táctica de la mayoría de la oposición dirigida por Capriles que reconoce que el
gobierno es legal y cuenta con un apoyo mayoritario pero espera recoger en un
futuro próximo el descontento popular por la carestía, la inflación, la escasez
y la inseguridad y cambiar a su favor la relación de fuerzas sociales aplicando
demagógicamente un
chavismo sin Chávez.
Los fascistas dirigidos por López y financiados por Estados Unidos
y Uribe no pueden esperar dos años hasta la realización de un referéndum
revocatorio del mandato del presidente Nicolás Maduro (que, además, temen
perder como perdieron las elecciones anteriores). Sus movilizaciones desestabilizadoras
buscan presionar a la tendencia conciliadora existente desde hace rato en las
filas gubernamentales y al ala más conservadora de los militares para lograr o
un gobierno de unidad nacional al que se incorporasen políticos
proimperialistas o grandes empresarios, o un gobierno técnico-militar, lo cual,
en ambos casos, significaría el fin de la
revolución bolivariana. Esos sectores fascistas saben que en las fuerzas armadas existen sectores integrados en la boliburguesía y otros que temen y reprimen al movimiento obrero aplicando la idea stalinista de que toda huelga obrera independiente del gobierno
socialistaes contrarrevolucionaria y por eso acabaron a tiros con la huelga de los trabajadores de la Mitsubishi.
El gobierno de Maduro está desconcertado y, entre otros errores,
pasó de calificar de fascistas y agentes de Washington a todos los opositores
sin excepción, incluidos los que simplemente son conservadores, están engañados
o protestas con motivos concretos, a ceder a la presión del ala del chavismo
encabezada por el ex vicepresidente José Vicente Rangel, persona muy honorable
pero conciliadora, quien propuso e impuso un diálogo prácticamente
incondicional con las fuerzas sociales de la derecha al cual concurrieron los
sectores empresariales pero que fue rechazado por los partidos de la oposición.
Este alternarse entre las amenazas y acusaciones verbales de Maduro y las
necesarias medidas gubernamentales destinadas a separar el centro derecha de la
extrema derecha, le quita autoridad al presidente y deja a las bases chavistas
en la incertidumbre política.
Evidentemente, ni los empresarios creen posible un golpe que sólo
contaría con posibilidades de éxito si fuese respaldado por una invasión desde
Colombia o de los marines y que llevaría a la guerra civil con resultados muy
inciertos, ya que uniría a la mayoría de los venezolanos contra los agresores
ni los trabajadores quieren esa guerra.
De modo que la negociación política se impone, pero no a cualquier
costo, pues las conquistas sociales y los gérmenes de poder popular no sólo son
irrenunciables sino que también deben ser urgentemente consolidados y ampliados
como única garantía para la defensa de la soberanía popular y del país y como
única vía para salir de modo positivo de esta crisis económica y política.
Los gobiernos de Brasil y de Cuba, en particular, con el apoyo de
Bolivia y Ecuador y el tibio sostén argentino y uruguayo, tratan de ayudar al
gobierno venezolano a capear la crisis económica y de contrarrestar la presión
oficial de Washington a favor de la oposición ultrareaccionaria pero Maduro,
por sus oscilaciones y por sus declaraciones místicas, no es una figura muy
popular ni siquiera en esos países, donde Chávez contaba en cambio con gran
respaldo. Para colmo, hay una seria amenaza en el futuro, ya que Estados Unidos
podría lograr en cuatro años la autosuficiencia en combustibles y el petróleo
venezolano ya no le resultaría imprescindible.
Por lo tanto, la garantía de la
revolución bolivarianay de la apertura de la vía para avanzar hacia el socialismo consiste en la movilización de los trabajadores, su actividad independiente, el desarrollo de las experiencias de poder popular y la alianza entre ellos y los más democráticos en las fuerzas armadas para enfrentar los intentos de alianza entre la vieja burguesía y la boliburguesía. Una vez más, como en el Chile de Allende en los setenta, para consolidar hay que avanzar.
Entrevista a
Guillermo Almeyra de La Jornada (México)
"En
Venezuela hay un enfrentamiento como en 1945 en Argentina"
03-03-2014
Mario Hernandez (MH): Podríamos decir
que hemos recuperado a otro de nuestros columnistas habituales, en este caso se
trata de Guillermo Almeyra, regresando de México, me imagino con mucha
información, que desarrollaremos a futuro en un programa especial. Hoy nos
vamos a referir al tema candente de Venezuela. Quería que escucharas unos
audios cortos, para comenzar de dos ex funcionarios de la IV República, una
convocatoria del presidente Maduro a los motorizados, luego la denuncia del
gobernador del estado Bolívar y, finalmente, a la diputada María Corina
convocando a no abandonar las guarimbas.
Luego de haber escuchado este material
y al presidente Obama en la reunión del TLCAN en México, comparando la
situación de Venezuela con Ucrania, mi pregunta sería ¿en qué se parecen?
Guillermo Almeyra (GA): En muy pocas cosas, prácticamente en nada,
solo en aspectos muy superficiales. El problema de Ucrania viene desde
alrededor del año 1000 cuando estaba ligada a lo que hoy son los países
bálticos y a la Liga Hanseática alemana bajo la influencia del catolicismo
creciente, de Polonia, por eso todo el sector occidental es católico desde hace
más de mil y pico de años y el oriental es ortodoxo, desde Kiev para el este.
La nación rusa se formó con Kiev como capital. Toda esa historia ha estado
marcada por diferencias notables incluso en la lengua porque en la parte
oriental se habla ruso.
Por el contrario, Venezuela es un país
de una historia y lengua comunes, de tradiciones religiosas y culturales
también. No tiene nada que ver. En Ucrania se está peleando, con la
intervención de la Unión Europea y EE.UU., por romper los lazos con Rusia. En
Venezuela hay una lucha de un sector importante de la población, que incluye
buen parte de la clase media y rural, contra lo que cree es un gobierno
socialista, comunista, es una lucha esencialmente de clase. En Ucrania es una
lucha que adquiere caracteres incluso nacionales. No tiene nada que ver salvo por
la participación de sectores sumamente agresivos de las clases medias urbanas.
Venezuela es un caso absolutamente
diferente. Hay un enfrentamiento como lo hubo en Argentina en 1945 entre un
sector de la vieja oligarquía apoyado por sectores importantes de las clases
medias y el peronismo, que aunque también era un sector burgués, sin bases en
la oligarquía, se apoyaba en el movimiento obrero y sectores populares. Es un
enfrentamiento clasista claro, con la intervención del imperialismo yanqui,
como en Argentina en 1945, dando su apoyo a la oposición.
El problema es que esa oposición está
dividida. Hay un sector que después de las sucesivas derrotas electorales,
incluyendo la última en las municipales, donde esperaban hacer un plebiscito
contra Maduro y perdieron, liderado por Capriles, que reconoce al gobierno,
busca una vía política, espera recoger el descontento popular por las medidas
económicas del gobierno y ganar las próximas elecciones o esperar hasta el 2016
cuando se podría hacer un referéndum revocatorio y ganarlo derribando a Maduro
legalmente. Digamos un sector legal.
Hay otro directamente impulsado por
EE.UU, por la derecha del Tea Party y por Uribe en Colombia, que es fascista y
acusa a Capriles de ser agente del gobierno y conciliador y dice que hay que
derribar ahora a Maduro como sea, preparando un golpe.
Digan lo que digan algunos, el golpe
inmediatamente es imposible, salvo con intervención extranjera, porque las
Fuerzas Armadas son chavistas y dan apoyo al gobierno en un frente con una parte
importante de los trabajadores.
La sociedad está dividida en mitades,
un poco más apoya a Maduro. El golpe extranjero debería ser apoyado por tropas
que vinieran desde Colombia y en la situación que está ese país es difícil que
pudiera suceder algo semejante. También lo es que estos sectores fascistas, que
dirigen un sector de la oposición, puedan lograr su objetivo sin el apoyo de
las Fuerzas Armadas o, por lo menos, un sector, al que tratan de movilizar
provocando muertos y desastres en las calles para recoger su conservadorismo.
El gobierno de Venezuela está
defendiendo la legitimidad. Ganó todas las elecciones. También defiende la
soberanía del país, pero lo hace de modo errático. Maduro ha cometido
muchísimos errores políticos y eso no se puede ocultar. Ha declarado que toda
la oposición, del primero al último de los votantes de la derecha, incluido
Capriles, eran fascistas. Lo hizo un montón de veces, metiendo a todos en un
mismo saco en vez de tratar de separarlos como lo intentó en un primer momento
llamando a la unidad contra la guerra civil.
No ha habido una política clara del
gobierno que pueda distender la situación política en medio de una crisis
económica indudable. Aumenta la desocupación, la carestía de la vida aumenta
enormemente, 50% de inflación en un año con aumentos salariales del 10%, la
devaluación repentina y negada sucesivamente ha causado gran impacto entre las
bases chavistas. La idea de que toda oposición, toda movilización es obra del
imperialismo, ha llevado al ejército a entrar a balazos contra los obreros en
huelga en Mitsubishi, sosteniendo que en este momento toda huelga es
contrarrevolucionaria porque ayuda a la oposición. Han cometido errores muy
graves que podrían ser corregidos.
La situación en Venezuela es difícil
desde el punto de vista económico y, por lo tanto, también desde el político.
Está contando con ayuda importante de Brasil a través de Cuba que está tratando
de conseguir que no solo haga inversiones en ese país sino también que ayude
económicamente a Venezuela, y con el apoyo político del ALBA, que es relativo
en la medida que Maduro cometa sucesivos errores que lo hacen difícil sostener
en el exterior. Los países de la Unasur que defendieron a capa y espada a Evo
cuando intentaron derrocarlo, no se animan ni siquiera a invitarlo a Maduro. Le
dan su apoyo diplomático pero no se identifican con su política.
Hay tres problemas. Uno, dividir a la
oposición entre los que efectivamente son fascistas y agentes directos del
imperialismo, que son minoría, de los que se oponen por otras razones sociales
o económicas. Segundo, dividir a la oposición de los movimientos obreros, no
enfrentar las huelgas a balazos. Tercero, buscar una salida política que se
encarrile por la vía democrática, es decir, la oposición tiene el referéndum
revocatorio y todas las posibilidades políticas para ejercer una presión sobre
el gobierno. En síntesis, ampliar la base social yendo más a la izquierda y no
a la derecha con medidas de tipo militar o de enfrentamiento de grupo contra
grupo.
Venezuela hoy es un punto clave porque
si derrocan ilegalmente mediante la extrema derecha de EE.UU. y su gobierno a
Maduro, lo va a suceder un gobierno de la vieja oligarquía, porque no tienen
otro personal político, y sería un retroceso gigantesco, no solo para
Venezuela, sino también para el resto de América Latina. Hay que apoyar a fondo
al gobierno. No hay salida de tipo conciliatoria. Hay un sector del aparato
político venezolano, minoritario, que propone concesiones políticas a la
derecha. A mi juicio es un gravísimo error, como el del ex asesor de Chávez,
Heinz Dieterich, un alemán que da clases en México, que propone un gobierno de
unidad nacional con Capriles, lo que realmente sería un suicidio.
Hay que tratar de profundizar el
proceso bolivariano, darles más independencia, más poder a las Comunas, a las
Misiones, al movimiento sindical, apoyarse realmente en los trabajadores y
tomar medidas de transformación social que no se han hecho. Venezuela sigue
siendo un país dependiente del petróleo y de su venta a EE.UU. que dentro de un
par de años, con el desarrollo del fracking, no necesitará importarlo.
Venezuela tiene que tomar medidas de reestructuración de su economía.
En Venezuela hay una ofensiva fascista
y del imperialismo por lo que se hace bien
MH: Te propongo dejar el análisis en
este punto y continuarlo el próximo 5 de marzo en el hotel Bauen donde
presentaremos Hugo Chávez y la revolución bolivariana, porque tengo
sentado a mi lado al periodista Herman Schiller quien te está escuchando atentamente
y me pide la palabra antes que termine el programa.
Herman Schiller: En Venezuela hay una ofensiva fascista y del
imperialismo no por lo que se hace mal sino por lo que se hace bien. Han
expropiado empresas y mejorado el nivel social de la población. Hay un muy
lúcido comunicador de la derecha de origen argentino, muy pro-yanqui, pero muy
inteligente, que en una nota que hizo hace algún tiempo, decía que había que
admitir que la izquierda avanzaba en América Latina. Este comunicador se llama
Andrés Oppenheimer, que habitualmente escribe en el Miami Herald y
se lo puede ver aquí en un canal de televisión, y agregó que a la izquierda
latinoamericana había que dividirla en dos grandes sectores: la responsable y
la irresponsable. Para él la responsable serían Mujica, Lula y la irresponsable
fundamentalmente Venezuela y Cuba, agregando a Evo Morales y en alguna medida a
Correa.
La ofensiva fascista-imperialista es
porque el gobierno, el sistema bolivariano que hoy rige Venezuela, es para los
yanquis parte de la izquierda irresponsable. En Venezuela hay muchas cosas que
están mal como la corrupción, la boliburguesía, los bancos que siguen ganando
mucho dinero, como sostuvo Guillermo Almeyra dependen de la venta del petróleo
a EE.UU., por mencionar algunas, pero los yanquis y los fascistas se han
ensañado con Venezuela por lo que hacen bien.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
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http://www.rebelion.org/noticia.php?id=181535
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