Nota:
El libro: 48 Leyes
del Poder, / Robert Greene y Joost Elffers. - 21a ed. -Buenos Aires: Atlántida,
2010. 528 p.; 15,5x23,5 cm. ISBN 978-950-08-3768-2 Para quienes tengan interés
en leer completo este trabajo de Robert Greene, lo podéis encontrar libre en la
red.
Atte
EBM
SEA CAMBIANTE EN SU FORMA
LEY N° 48
CRITERIO
Al adoptar una forma
definida y tener un plan claro para todo el mundo, usted se convertirá en el
blanco de ataques diversos. En lugar de brindar a sus enemigos algo concreto
que atacar, manténgase flexible, adaptable y en movimiento. Acepte el hecho de
que nada es absoluto y de que no existen las leyes fijas. La mejor forma de
protegerse es mantenerse tan fluido y cambiante como el agua. Nunca apueste a
la estabilidad ni a un orden perdurable. Todo cambia.
TRANSGRESIÓN DE LA LEY.
En el siglo VIII
a.C., las ciudades-estado de Grecia habían crecido y prosperado tanto que ya no
les quedaban tierras donde albergar a sus crecientes poblaciones. De modo que
salieron al mar y establecieron colonias
en Asia Menor, Sicilia, la península Itálica e incluso en África. Sin embargo,
la ciudad-estado de Esparta ocupaba una zona interior, rodeada de montañas. Al
carecer de acceso al Mediterráneo, los espartanos nunca habían sido marinos; lo
que hicieron, en cambio, fue volverse contra las ciudades que los rodeaban, y,
con una serie de conflictos brutales y violentos que se prolongaron durante más
de cien años lograron conquistar un área inmensa que ofrecería espacio
suficiente para sus ciudadanos. No obstante, esta solución para el problema
original les acarreó otro, más importante: ¿Cómo mantener y vigilar los territorios conquistados? Los
habitantes de los pueblos sometidos los superaban en una proporción de diez a
uno. Sin duda, en algún momento aquella horda buscaría terrible venganza contra
ellos.
La solución de
Esparta consistió en crear una sociedad dedicada al arte de la guerra. Los
espartanos serían más duros, más fuertes y más feroces que sus vecinos. Era la
única forma de asegurar su estabilidad y su supervivencia.
Cuando los niños
espartanos cumplían los siete años de edad, los separaban de la madre y los
integraban al ejército, donde los entrenaban para la guerra, sometidos a la más
estricta disciplina. Dormían sobre lechos de juncos y recibían una sola
vestimenta exterior para todo el año. No estudiaban nada relacionado con las
artes; de hecho, los espartanos, habían prohibido la música y permitían a los
esclavos practicar sólo las manualidades necesarias para subsistir. La única
habilidad que los espartanos enseñaban a sus hijos era la de la guerra. Los
niños de aspecto débil eran abandonados en cavernas de las montañas, para que
murieran. Esparta no permitía ningún sistema monetario ni comercio; creían que
la adquisición de riquezas sembraba egoísmo y disenso y debilitaba la
disciplina guerrera. La única forma de ganarse la vida permitida a un espartano
era la agricultura, en general en tierras fiscales, que los esclavos, llamados ilotas,
trabajaban para ellos.
La concentración de
los espartanos en un objetivo único, les permitió forjar el más poderoso
ejército de infantería del mundo. Marchaban en perfecto orden y luchaban con
incomparable coraje y valor. Sus falanges, estrechamente unidas, podían
derrotar a un ejército diez veces mayor, como lo demostraron al vencer a los
persas en las Termópilas. Una columna espartana en marcha llenaba de terror al
enemigo. Parecían no tener debilidad alguna. Sin embargo, aunque demostraban
ser poderosos guerreros, los espartanos no tenían interés en crear un imperio.
Sólo querían conservar lo que habían conquistado y defenderlo de los invasores.
Pasarían décadas sin que se implementara un solo cambio en el sistema con que
había conseguido preservar el statu
quo de Esparta.
Mientras ellos
desarrollaban su cultura guerrera, otra ciudad estado alcanzaba igual
prominencia: Atenas. A diferencia de Esparta, Atenas se había hecho a la mar,
no tanto para crear colonias como para ejercer el comercio. Los atenienses se
convirtieron en grandes comerciantes. Al contrario de los rígidos espartanos,
los atenienses respondían a cada problema con consumada creatividad, se
adaptaban a las circunstancias y creaban nuevas formas sociales y artísticas a
un ritmo increíble. Su sociedad evolucionaba en un fluir constante. Y a medida
que su poder crecía, empezaron a constituir una amenaza para los defensivos
espartanos.
En el año 431 a. C.,
estalló la guerra entre Atenas y Esparta, latente desde hacía tiempo. Duró
veintisiete años, pero al cabo de varias idas y venidas la maquinaria bélica de
los espartanos emergió victoriosa. Ahora, los espartanos se hallaban al frente
de un imperio, y esta vez no podían quedarse encerrados en su caparazón. Si
renunciaban a sus conquistas, los derrotados atenienses se reagruparían y
volverían a levantarse contra ellos, y
aquella larga guerra habría sido por entero en vano.
Después de la
guerra, el dinero ateniense ingresó en Esparta. Los espartanos habían sido
capacitados en las artes guerreras, pero no en política ni en economía. Como no
estaban acostumbrados, la riqueza y el estilo de vida que ésta conllevaba los
sedujeron y apabullaron. Enviaron gobernadores espartanos para regir sobre las
tierras otrora atenienses; pero, lejos del hogar, sucumbían a las peores formas
de corrupción. Esparta había derrotado a Atenas, pero la fluida forma de vida
ateniense poco a poco fue quebrantando su disciplina y aflojando su rígido
orden. Atenas, entretanto, se adaptó al hecho de haber perdido su imperio y logró prosperar como centro cultural y
económico.
Confundida por este
cambio en el equilibrio del poder, Esparta se debilitó más y más. Unos treinta
años después de derrotar a Atenas, perdió una importante batalla con la ciudad
estado de Tebas. Casi de la noche a la mañana, la otrora poderosa nación se derrumbó
para no recuperarse jamás.
Interpretación
En la evolución de
las especies, la armadura protectora casi siempre produjo desastres. Pese a que
unas pocas excepciones, la mayoría de las veces el caparazón se convierte en
una traba para el animal encerrado en él; lo vuelve más lento, con lo cual le resulta
difícil salir en busca de alimento, y además lo torna en un blanco fácil para
depredadores más ágiles y rápidos que él. Los animales que pueden levantar
vuelo o sumergirse en las aguas, que se mueven con rapidez y de manera
impredecible, son infinitamente más poderosos y están más seguros.
Al verse ante un
problema serio —controlar un grupo numéricamente superior— Esparta reaccionó
como un animal que desarrolla una coraza para protegerse del medio ambiente.
Como la tortuga, los espartanos sacrificaron movilidad por seguridad. Lograron
preservar su estabilidad durante trescientos años, pero a qué costo? No tenían
otra cultura que el ejercicio de la guerra, carecían de artes para expresarse y
liberar tensiones, y se encontraban en un estado de ansiedad constante por
mantener el statu quo. Mientras sus vecinos se hacían a la mar y
aprendían a adaptarse a un mundo en constante fluctuación, los espartanos se
sepultaron en su propio sistema. La victoria significaría nuevas tierras para
gobernar, cosa que no querían. La derrota significaría el fin de su máquina
militar, cosa que tampoco querían. Sólo la estasis les permitía sobrevivir.
Pero nada en el mundo puede permanecer estático para siempre, y el caparazón o
el sistema que usted desarrolle para su protección algún día resultará ser su
perdición.
En el caso de
Esparta, no fueron los ejércitos de Atenas lo que la derrotó, sino el dinero
ateniense. El dinero fluye hacia donde tiene la oportunidad de llegar; no puede
ser controlado ni adecuado a un esquema determinado. Es inherentemente caótico.
Y, en el largo plazo, el dinero convirtió a Atenas en el conquistador, al
infiltrarse en el sistema espartano y corroer su armadura protectora. En la
lucha entre los dos sistemas, Atenas era lo bastante fluida y creativa como
para adoptar nuevas formas, mientras que Esparta sólo sabía ponerse más y más
rígida, hasta que al fin se resquebrajó.
Así es como funciona
el mundo, ya se trate de animales, culturas o individuos. Ante la dureza y los
peligros del exterior, los organismos de cualquier tipo desarrollan sistemas de
protección: una armadura, un sistema rígido, un ritual reconfortante y
protector. En el corto plazo, esos sistemas de protección podrán funcionar,
pero a la larga acaban en desastre. Quienes se encuentran agobiados por un
sistema y por modalidades inflexibles no pueden moverse con agilidad, no pueden
percibir el cambio ni adaptarse a él. Avanzan con pesadez, cada vez más lentos,
hasta sufrir el destino del brontosaurio. Aprenda a moverse con rapidez y
adáptese, o de lo contrario lo devorarán.
La mejor manera de
evitar este destino consiste en cambiar de forma según las circunstancias.
Ningún depredador puede atacar lo que no puede ver.
OBSERVANCIA DE LA
LEY
Concluida la Segunda
Guerra Mundial, cuandb los japoneses, que habían invadido China en 1937, fueron
expulsados al fin, los nacionalistas chinos, al mando de Chiang Kai-shek,
decidieron que había llegado el momento de aniquilar de una vez por todas
a los comunistas,
sus odiados rivales. En 1935 casi lo habían logrado, al forzarlos a emprender
la Larga Marcha, la terrible retirada que los había diezmado en número. A pesar
de que los comunistas se habían recuperado un tanto durante la guerra contra
Japón, no sería difícil derrotarlos ahora. Sólo controlaban algunas áreas
rurales aisladas, disponían de un armamento poco sofisticado, carecían de
experiencia militar y cualquier tipo de entrenamiento, salvo la experiencia de
guerra de guerrillas en las montañas, y además no controlaban ninguna región importante
de China, con excepción de ciertas partes de Manchuria, que habían logrado
ocupar después de que los japoneses se batieron en retirada. Chiang decidió
enviar sus mejores fuerzas a Manchuria. Ocuparía las principales ciudades y, a
partir de esas bases operativas, se extendería por la región industrial del
norte y arrasaría con los comunistas. Una vez caída Manchuria, los comunistas
se desmoronarían.
En 1945 y 1946 el
plan funcionó a la perfección: los nacionalistas se apropiaron con gran facilidad
de las principales ciudades de Manchuria. Sin embargo, los sorprendió ante la
estrategia comunista, que, en vista de aquella crítica campaña, parecía carecer
de sentido. Cuando los nacionalistas comenzaron a presionar en su avance, los
comunistas se dispersaron hacia los rincones más remotos de Manchuria. Sus
pequeñas unidades acosaban al ejército nacionalista, tendiéndole emboscadas
aquí, retirándose inesperadamente allí, pero esas unidades dispersas nunca se
unían, con lo cual resultaba muy difícil atacarlas. Tomaban una ciudad, sólo
para abandonarla pocas semanas después. Sin vanguardia ni retaguardia, se
movían como el mercurio, sin permanecer nunca en un sitio, evasivos y
cambiantes.
Los nacionalistas
atribuyeron esta actitud a dos cosas: cobardía ante una fuerza numéricamente
superior, e inexperiencia en estrategia Mao Tse-tung, el líder comunista, era
más poeta y filósofo que general, mientras que Chiang había estudiado técnicas
bélicas, táctica y estrategia en Occidente y era fiel seguidor del autor
militar alemán Carl von Clausewitz, entre otros.
Sin embargo, en
forma paulatina empezó a emerger un esquema organizado en los ataques de Mao.
Después de que los nacionalistas tomaban las ciudades, dejando que los
comunistas ocuparan lo que en general se consideraban áreas inservibles de
Manchuria, los comunistas comenzaban a utilizar esos vastos espacios para
rodear las ciudades. Cuando Chiang enviaba un ejército de una ciudad para
reforzar otra, los comunistas rodeaban las tropas de rescate. De esa forma, las
fuerzas de Chiang fueron divididas lentamente en unidades cada vez más
pequeñas, aisladas una de otra, cortadas sus líneas de abastecimiento y
comunicaciones. Los nacionalistas conservaban la superioridad de fuego, pero si
no podían moverse, ¿de qué les servía?
Una especie de
terror invadió a los soldados nacionalistas. Los comandantes, situados a una
confortable distancia del frente, podían reírse de Mao, pero los soldados que
luchaban contra los comunistas en las montañas habían llegado a temer su
escurridizo accionar. Ahora esos soldados se encontraban atrincherados en sus
ciudades y veían cómo ese enemigo, que se movía con el veloz fluir del agua,
los invadía desde todos los costados. Parecían ser millones. Los comunistas
atacaron también el espíritu de los soldados, bombardeándolos con propaganda
partidaria para debilitarles la moral y presionarlos para que desertaran y se
pasaran a las filas contrarias.
Las tropas
nacionalistas comenzaron a rendirse mentalmente. Sus ciudades, rodeadas y aisladas,
empezaron a desmoronarse aun antes de sufrir un ataque directo; una tras otra,
en rápida sucesión, cayeron todas. En noviembre de 1948 los nacionalistas
cedieron Manchuria a los comunistas, un golpe humillante para ese ejército
técnicamente superior, y que resultó ser decisivo en la guerra. Al ario
siguiente los comunistas eran los dueños de China.
Interpretación
Los dos juegos de
mesa que más se aproximan a las estrategias bélicas son el ajedrez y el
asiático go. En el ajedrez el tablero es pequeño. En comparación con el go, el
ataque es relativamente rápido y conduce de modo directo a una batalla
decisiva. Raras veces vale la pena retirarse o sacrificar piezas, las cuales
deben concentrarse en áreas clave. El go es mucho menos formal. Se juega sobre
una gran grilla, con 361 intersecciones, es decir, unas seis veces más que en
el ajedrez. Las fichas, blancas y negras (un color para cada adversario), se
colocan en las intersecciones del tablero, una por vez, dondequiera que uno
decida. Una vez que todas las fichas (52 por participante) se hallan
dispuestas, el objetivo es aislar las fichas del adversario, rodeándolas.
Una partida de go
—llamado wei-chi en China— puede durar
hasta trescientas jugadas. La estrategia es más sutil y fluida que en el
ajedrez y se desarrolla con mayor lentitud; cuanto más complejo sea el diseño
que las fichas formen inicialmente en el tablero, tanto más difícil le
resultará al adversario comprender la estrategia del otro. No vale la pena
luchar por controlar un área en particular: hay que pensar en términos más
amplios, estar preparado para sacrificar un área a fin de llegar a dominar, con
el tiempo, todo el tablero. Lo que se busca no es una posición atrincherada,
sino gran movilidad. Con esa movilidad es posible aislar al adversario en
pequeñas áreas y luego rodearlo. El objetivo no es "matar"
directamente las fichas del contrincante, como en el ajedrez, sino inducir una
especie de parálisis y colapso general. El ajedrez es linear, centrado en las
posiciones y agresivo. El go es no linear y fluido. La agresión es indirecta
hasta el final del juego, cuando el ganador puede rodear las fichas del
adversario a un ritmo más acelerado.
Los estrategas
militares chinos han sido influidos por el go durante siglos. Sus proverbios se
han aplicado a la guerra una y otra vez. Mao Tse-tung era adicto al wei-chi y los preceptos del juego se
reflejaban en sus estrategias. Un concepto clave del wei- chi, por ejemplo, es el de utilizar de
manera ventajosa la dimensión del tablero, dispersándose en todas las
direcciones, de modo que el adversario no pueda adivinar los movimientos de uno
de modo simple y lineal.
"Todo chino
—escribió Mao en cierta oportunidad— debiera involucrarse conscientemente en
esta guerra de tablero" contra los nacionalistas. Si usted ubica a sus
hombres en un diseño semejante, su adversario se perderá mientras trata de
imaginar cuál es la estrategia. O bien pierde tiempo persiguiéndolo o, como fue
el caso de Chiang Kai-shek, supone que usted es incompetente y descuida su
propia protección. Y si se concentra en áreas específicas, como aconseja la
estrategia occidental, se convierte en blanco fácil para ser rodeado. En la
guerra al estilo wei-chi, usted rodea el
cerebro del enemigo, mediante juegos mentales, propaganda y tácticas de
irritación para confundir y desalentar. Ésa fue la estrategia de los
comunistas, bajo una aparente ausencia que desorientó y aterró al enemigo.
Donde el ajedrez es
linear y directo, el antiguo juego del go se aproxima más a una estrategia que
se revelará en un mundo en el cual las batallas se libran de modo indirecto, en
vastas áreas apenas interconectadas. Sus estrategias son abstractas y multidimensionales
y se ubican en un plano que está más allá del tiempo y del espacio: la mente
del estratega. En esta forma fluida de guerra se valoran los movimientos por
sobre las posiciones. Su velocidad y su movilidad hacen que sus movimientos
sean impredecibles; al no poder comprenderlo, el enemigo no conseguirá
establecer una estrategia propia para derrotarlo. En lugar de concentrarse en
áreas particulares, esta forma indirecta de guerrear se expande y extiende, así
como puede aprovechar las ventajas de la enorme y desconectada naturaleza del
mundo real. Sea como el vapor. No ofrezca a su adversario un sólido frente de
ataque; observe cómo el otro se agota al perseguirlo y trata de manejar la
modalidad elusiva y escurridiza que usted le presenta. Sólo una naturaleza
amorfa le permitirá sorprender realmente a sus enemigos: para cuando ellos se
den cuenta de dónde está usted y qué va a hacer, ya será demasiado tarde.
Cuando usted quiere combatirnos, no se lo permitimos y
no puede encontrarnos. Pero cuando nosotros queremos combatirlo a usted, nos
aseguramos de que usted no pueda escapar y de que podamos golpearlo de lleno...
y exterminarlo... El enemigo avanza, nosotros retrocedemos; el enemigo acampa,
nosotros lo hostigamos; el enemigo se cansa, nosotros atacamos; el enemigo se
bate en retirada, nosotros lo perseguimos.
Mao Tse-tung, 1893-1976
CLAVES PARA ALCANZAR EL PODER
El animal humano se
distingue por su constante creación de formas. Al expresar muy raras veces sus
emociones de manera directa, les da forma a través del lenguaje o rituales
socialmente aceptables. No podemos comunicar nuestras emociones sin algún tipo
de forma.
Sin embargo, las
formas que creamos cambian de manera constante: en moda, en estilo, en todos
los fenómenos humanos que representan el humor y el estado de ánimo del
momento. Constantemente alteramos las formas que hemos heredado de las
generaciones previas, y estos cambios son signos de vida y vitalidad. La verdad
es que las cosas que no cambian, las formas que se vuelven rígidas, terminan
pareciéndonos muertas y las destruimos. Es entre los jóvenes donde se observa
esto con toda claridad: incómodos con las formas que la sociedad les impone,
sin una identidad formada, juegan con sus propios caracteres, probándose una
diversidad de máscaras y poses para expresarse. Ésa es la vitalidad que impulsa
el motor de la forma y crea constantes cambios de estilo.
Los poderosos son a
menudo personas que en su juventud han demostrado enorme creatividad para
expresar algo nuevo mediante nuevas formas. La sociedad les otorga poder porque
ansía la renovación y la premia con generosidad. El problema surge más tarde,
cuando esos jóvenes creativos se tornan conservadores y posesivos: ya no sueñan
con crear nuevas formas, sus identidades están demarcadas, sus hábitos se han
congelado y su rigidez los convierte en blancos fáciles. Todo el mundo conoce o
intuye el próximo paso que darán. En lugar de imponer respeto, generan
aburrimiento: ¡Bájese del escenario!, decimos, deseosos de que otra persona,
más joven, diferente, nos entretenga. Cuando permanece encerrado en el pasado,
el poderoso resulta cómico: una fruta demasiado madura que espera caer del
árbol.
El poder sólo puede
crecer y desplegarse si es flexible en sus formas. Ser cambiante en las formas
que se adoptan no significa ser amorfo; todo tiene una forma, esto es algo
imposible de evitar. La no-forma del poder se parece más al agua, o al
mercurio, que adopta la forma de lo que lo rodea. Como cambia constantemente,
nunca es predecible. Los poderosos crean formas sin cesar, y su poder proviene
de la rapidez con que son capaces de cambiar. Esa carencia de forma definida
está destinada al enemigo, que no puede ver lo que ellos traman y por lo tanto
no disponen de un objeto sólido que atacar. Ésta es la principal pose del
poder: inasible, evasivo y veloz como el dios Mercurio, que podía tomar la
forma que más le complacía y usaba esa habilidad para crear gran confusión en
el monte Olimpo.
Las creaciones
humanas evolucionan hacia la abstracción, hacia una identidad más mental y
menos material. Esta evolución se evidencia en el arte que en este siglo hizo
el gran descubrimiento de la abstracción y el conceptualismo. También se lo puede
ver en política, que a través del tiempo se ha vuelto menos abiertamente
violenta, más complicada, indirecta y cerebral. La guerra y la estrategia han
seguido este modelo. La estrategia comenzó con la manipulación de ejércitos en
tierra, dispuestos en formaciones ordenadas. En tierra, la estrategia es
relativamente bidimensional y es controlada por la topografía. Pero todas las
grandes potencias han terminado por volcarse hacia el mar, tanto para el
comercio como para la colonización. Y para proteger sus rutas comerciales
debieron aprender a luchar en el mar. La guerra marítima requiere tremenda
creatividad y capacidad de pensamiento abstracto, dado que las líneas cambian
de modo constante. El capitán de navío se destaca por su habilidad de adaptarse
a la literal fluidez del medio y confundir al enemigo con formas abstractas y difíciles
de prever. Opera en una tercera dimensión: la mente.
En tierra, la guerra
de guerrillas también demuestra esa evolución hacia la abstracción. T. E.
Lawrence fue quizás el primero de los estrategas modernos en desarrollar y
practicar la teoría en que se basa este tipo de guerra. Sus ideas influyeron a
Mao, que vio que sus escritos eran un extraño equivalente occidental del
wei-chi. Lawrence trabajaba con árabes
que luchaban por defender su territorio contra los turcos. Su idea consistió en
hacer que los árabes se mimetizaran con el vasto desierto, de modo de no
ofrecer nunca un blanco ni reunirse nunca en un lugar. A medida que los turcos
se esforzaban al tratar de combatir a ese ejército espectral, se desgastaban y
agotaban, desperdiciaban energía al moverse de un lugar a otro sin obtener
resultados. Eran los turcos quienes tenían la mayor capacidad de fuego, pero
los árabes tomaban la iniciativa jugando al gato y al ratón, sin darles nada a
que aferrarse y destruyéndoles la moral. "La mayoría de las guerras fueron
guerras de contacto... La nuestra debiera ser una guerra de distanciamiento
—escribió Lawrence—. Debemos contener al enemigo con la amenaza secreta de un
vasto desierto desconocido, sin mostrarnos hasta que nos ataquen".
Ésta es la forma más
sofisticada de estrategia. La guerra del enfrentamiento directo es demasiado
peligrosa y costosa; lo indirecto y evasivo permite lograr mejores resultados a
un costo mucho menor. El principal costo, en realidad, es el mental: el
pensamiento y la planificación que exige alinear las fuerzas en un esquema
disperso y socavar la mente y la psicología del adversario. Nada enfurecerá
y desorientará tanto al enemigo como la falta de una forma definida. En un
mundo en que las guerras de distanciamiento están a la orden del día, la
no-forma es fundamental.
El primer requisito
psicológico de la no-forma es el de aprender a no tomar nada de manera
personal. Nunca se muestre a la defensiva. Cuando actúa a la defensiva, usted
muestra sus emociones y revela una forma clara. Sus adversarios se darán cuenta
de que han tocado un nervio, un talón de Aquiles, y volverán a golpearlo una y
otra vez. De modo que entrénese para no tomar nada en forma personal. Sea como
una pelota enjabonada que nadie puede sostener: no permita que nadie vea qué es
lo que lo afecta o hiere, ni cuáles son sus puntos débiles. Mantenga su rostro
como una máscara sin forma y terminará enfureciendo y desorientado a sus
intrigantes colegas y adversarios.
Un hombre que supo
utilizar esta técnica fue el barón James Rothschild. Como judío alemán en
París, inmerso en una cultura hostil a los extranjeros, Rothschild nunca tomaba
como algo personal cualquier ataque que le hicieran, ni se mostraba herido de
modo alguno. Además, iba adaptándose al clima político del momento; cualquiera
que fuere: la acartonada y formal restauración de la monarquía de Luis
xviii, el reino burgués de Luis Felipe,
la revolución democrática de 1848, el surgimiento de Luis Napoleón, coronado
emperador en 1852. Rothschild los aceptaba a todos y se mimetizaba con el
entorno. Podía darse el lujo de parecer un hipócrita o un oportunista, porque
lo valoraban por su dinero, no por su política; su dinero era la moneda del
poder. Mientras se adaptaba y prosperaba, sin mostrar forma alguna por afuera,
la mayoría de las otras grandes familias que al comienzo del siglo poseían
inmensas fortunas se arruinaron en los '
complejos vaivenes sociopolíticos y económicos. Al aferrarse al pasado,
se tornaban visibles.
A lo largo de la historia,
el estilo de gobernar por medio de la no-forma fue practicado con preferencia
por reinas que regían solas. Una reina se encuentra en una posición
radicalmente distinta que un rey; por ser mujer, sus súbditos y cortesanos
suelen dudar de su habilidad para gobernar y de su fuerza de carácter. Si se
inclina por una de las partes en algún forcejeo ideológico, la acusan de actuar
por motivaciones emocionales. Por otra parte, si reprime sus emociones y asume
el papel de monarca autoritario, al estilo masculino, despierta aún mayores
críticas. Ya sea por naturaleza o por experiencia, las reinas tienden a adaptar
un estilo de gobierno flexible, que a la larga se (revela más poderoso que la
masculina forma directa.
Dos líderes
femeninas que constituyen un claro ejemplo de este estilo de gobierno sin forma
definida son la reina Isabel i de Inglaterra y la emperatriz Catalina la Grande
de Rusia. Durante las violentas guerras entre católicos y protestantes, Isabel
mantuvo un curso intermedio. Evitó alianzas que la comprometerían con una u
otra parte y a la larga perjudicarían al país. Se las ingenió para mantener la
paz hasta que estuvo lo bastante fuerte para enfrentar una guerra. Su reinado
fue uno de los más gloriosos de la historia, gracias a su increíble capacidad
de adaptación y a su ideología flexible.
También Catalina la
Grande desarrolló un estilo de improvisación en su gobierno. Después de
destituir a su esposo, el emperador Pedro
II, y asumió el control de Rusia,
nadie creyó que consiguiera sobrevivir. Pero no tenía ideas preconcebidas ni filosofías
o teorías que dictaran sus políticas. A pesar de que era extranjera (alemana),
comprendió la mentalidad rusa y los cambios que esta nación había sufrido a lo
largo de los años. "Hay que gobernar de forma tal que el pueblo crea que
son ellos mismos quienes desean hacer lo que uno les ordena", dijo, y para
lograr este objetivo siempre debió anticiparse a los deseos de su pueblo y
adecuarse a su resistencia. Al no imponer nunca algo por la fuerza, logró reformar
Rusia en un período sorprendentemente breve.
Este fluido estilo
de gobierno femenino, quizás haya surgido como una forma de sobrevivir y
prosperar en circunstancias difíciles, pero ha resultado muy seductor para
quienes lo han ejercido. Con un gobernante fluido, la obediencia resulta
bastante fácil a los súbditos, ya que se sienten menos presionados, objeto de
menor coerción, menos obligados a seguir la ideología del gobernante. También
abre opciones en las cuales la adherencia a una doctrina los aísla. No
comprometerse con un sector determinado permite al gobernante usar a un enemigo
contra el otro. Las normas rígidas podrán parecer fuertes, pero con el tiempo
su inflexibilidad crispa los nervios y los súbditos encuentran formas de sacar
de escena a esos soberanos. Los gobernantes flexibles, sin forma definida,
serán muy criticados pero perduran, y con el tiempo la gente termina
identificándose con ellos, dado que son como sus súbditos: cambiantes frente a
los cambiantes tiempos, abiertos a las circunstancias.
A pesar de
trastornos y demoras, el estilo de poder permeable y flexible, es en general el
que triunfa, así como Atenas prevaleció sobre Esparta gracias a su dinero y su
cultura. Cuando usted se encuentre inmerso en un conflicto con alguien más
fuerte y más rígido permítale una victoria temporaria. Simule inclinarse ante
su superioridad. Luego, prescindiendo de una forma definida y adecuándose,
conquiste poco a poco el alma del rival. De esta manera lo sorprenderá con las
defensas bajas, porque quienes son rígidos, están siempre a la defensiva para
repeler golpes directos, sin reparar en que eso los torna indefensos ante lo
sutil y lo insinuante. Para tener éxito con este tipo de estrategia es
necesario convertirse en camaleón: adecuarse por fuera mientras se doblega al
enemigo desde adentro.
Durante siglos, los
japoneses aceptaron graciosamente a los extranjeros y se mostraron susceptibles
a las culturas e influencias foráneas. Joáo Rodríguez, un sacerdote portugués
que llegó a Japón en 1577 y vivió allí muchos años, escribió lo siguiente:
"Estoy pasmado ante la disposición de los japoneses a probar y aceptar
todo lo que sea portugués". Veía en las calles a los japoneses, vestidos
con ropa portuguesa, con rosarios alrededor del cuello y crucifijos sujetos a
los cinturones. Podrán parecer una cultura débil y mutante, pero la
adaptabilidad de Japón fue lo que protegió al país de que se le impusiera una
cultura extranjera a través de una invasión militar. Sedujo a los portugueses y
a otros occidentales y les hizo creer que los japoneses cedían a una cultura
superior, cuando en realidad la cultura extranjera no era más que una moda que
se usaba y luego se descartaba. Bajo aquella superficie de adaptación
prosperaba la verdadera cultura japonesa. Si los japoneses hubiesen sido
rígidos e intentado defenderse de toda influencia extranjera, podrían haber
sufrido las heridas que Occidente le infligió a China en sucesivas guerras.
Éste es el poder de la no-forma: no ofrece al agresor nada que agredir.
En la evolución de
las especies, la dimensión excesiva es a menudo el primer paso hacia la
extinción. Lo que carece de movilidad y además necesita alimentarse
constantemente. Los poco inteligentes suelen ceder a la tentación de creer que
el tamaño es símbolo de poder.
En el siglo 483 a.
C. el rey Jerjes de Persia invadió Grecia, creyendo poder conquistar el país
con una sola y rápida campaña. Después de todo, él disponía del ejército más
grande que se hubiese reunido jamás para una invasión, estimado por el
historiador Heródoto en más de cinco millones de hombres. Los persas
proyectaban construir un puente por sobre el Helesponto para invadir Grecia por
tierra, mientras su armada, igualmente inmensa, retenía a los buques griegos en
el puerto e impedía que sus fuerzas escaparan por vía marítima. El plan parecía
perfecto, pero mientras Jerjes preparaba aquella invasión, su asesor Artabano
le advirtió de sus temores: "Las dos potencias más poderosas del mundo
están contra ti". Jerjes se echó a reír: ¿qué potencia podía compararse
con su inmenso ejército? "Te diré cuáles son —contestó Artabano—. La
tierra y el mar." No había puertos seguros lo bastante grandes para
albergar la flota de Jerjes. Y cuanto más tierra conquistaran los persas, más
se estirarían sus líneas de abastecimiento y mayor y más deficitario sería el
costo de alimentar al inmenso ejército.
Creído de que su
consejero era un cobarde, Jerjes procedió a la invasión. Sin embargo, tal como
Artabano había predicho, las tormentas diezmaron la flota persa, que era
demasiado grande para refugiarse en cualquier puerto. En tierra, entretanto,
los persas destruyeron todo cuanto encontraron a su paso, por lo cual resultó
imposible alimentar a las tropas, ya que la destrucción incluía cosechas y
depósitos. Las fuerzas persas constituían además un objetivo lento y fácil de
atacar. Los griegos llevaron a cabo todo tipo de maniobras engañosas para
desorientarlos. Al fin, la derrota de Jerjes a mano de los aliados griegos fue
un desastre de increíble magnitud. Esta historia es simbólica para todos
aquellos que sacrifican movilidad por tamaño: los ágiles y flexibles casi
siempre ganarán, porque tienen más opciones estratégicas. Cuanto más gigantesco
sea el enemigo, tanto más fácil será lograr que se desmorone.
La necesidad de la
no-forma se hace mayor a medida que avanzamos en edad, dado que tendemos a
reafirmamos en nuestras modalidades y adoptamos formas demasiado rígidas. Nos
tornamos predecibles, lo cual es siempre la primera señal de la decrepitud. Y
la predicibilidad hace que resultemos cómicos. Aunque el ridículo y el desdén
parezcan formas leves de agresión, en realidad constituyen armas poderosas que
con el tiempo erosionan los fundamentos del poder. Un enemigo que no lo respeta
se volverá audaz, y la audacia convierte en peligroso aun al animal más pequeño.
La corte francesa de
fines del siglo xviii, uno de cuyos principales exponentes fue María Antonieta,
se había atado sin remedio a una rígida formalidad, que el francés promedio
consideraba una reliquia estúpida. Esta devaluación de una institución que
había perdurado durante siglos fue la primera señal de una enfermedad terminal,
dado que representaba una liberación simbólica de los lazos entre el pueblo y
la monarquía.
A medida que la
situación empeoraba, María Antonieta y el rey Luis XVI se iban aferrando con
mayor firmeza al pasado, lo cual no hizo sino acelerar su camino rumbo a la
guillotina. El rey Carlos I de Inglaterra reaccionó de forma similar ante la
ola de cambio democrático que sacudió a Inglaterra en la década de 1630:
disolvió el Parlamento y los rituales de su corte se tornaron cada vez más
formales y distantes. Quería regresar a un antiguo estilo de gobierno y
observar de modo estricto todo tipo de mezquinos protocolos. Su rigidez
intensificó el deseo de cambio de los súbditos. Antes de poder recapacitar, fue
arrastrado a una devastadora guerra civil y al fin, perdió la cabeza bajo el
hacha del verdugo.
A medida que usted
vaya envejeciendo deberá apoyarse cada vez menos en el pasado. Esté atento, no
sea que la forma que adopte lo haga parecer una reliquia del pasado. Pero
tampoco se trata de imitar las modas de juventud, algo igualmente ridículo. Es
su mente la que deberá adecuarse de manera constante a cada nueva
circunstancia, incluso al inevitable cambio que implica comprender que ha
llegado el momento de dar un paso al costado y dejar que los más jóvenes se
preparen a ascender. La rigidez sólo le dará la apariencia desagradable de un
cadáver.
Nunca olvide, sin
embargo, que la falta de forma es una pose estratégica. Le brinda espacio para
crear sorpresas tácticas; mientras sus enemigos luchan por adivinar el próximo
paso que dará usted, revelan su propia estrategia, y se ponen en decidida desventaja.
Esto permite que usted conserve la iniciativa y en muchos casos trabe por
completo el accionar de sus enemigos al obligarlos a reaccionar de continuo.
Así, usted anula el espionaje y el trabajo de inteligencia del rival. Recuerde
que la no-forma es una herramienta. Nunca confunda esta estrategia con el
estilo de "nadar con la corriente" o con una resignación religiosa a
las vueltas del destino. Utilice la falta de forma definida, no para alcanzar
armonía y paz interior, sino para incrementar y reafirmar su poder.
Por último, aprender
a adaptarse a cada nueva circunstancia significa ver los hechos a través de sus
propios ojos, y a menudo ignorar los consejos que la gente le ofrece. Significa
que, en última instancia, usted tendrá que desechar las leyes que otros
predican y los manuales que otros escriben, y también el sabio consejo de sus
mayores. "Las leyes que rigen las circunstancias son abolidas por las
nuevas circunstancias", escribió Napoleón, lo que significa que es
responsabilidad de usted evaluar cada situación nueva. Si confía demasiado en
las ideas de los demás, terminará adoptando una forma que no es la construida
por usted. Demasiado respeto por la sabiduría ajena hará que usted termine
despreciando la suya. Sea brutal con el pasado, sobre todo con el suyo propio,
y no respete las filosofías que le sean endilgadas desde afuera.
Imagen: Mercurio. El mensajero alado, dios del comercio, santo
patrón de los ladrones, jugadores y todos los que embaucan con su rapidez. El
día en que nació, Mercurio inventó la lira, pero por la noche robó el ganado de
Apolo. Engañaba al mundo entero adoptando la forma que quería. Como el líquido
metal que lleva su nombre, encarna lo elusivo, lo inasible, el poder de la
no-forma.
Autoridad: Por lo tanto, la máxima habilidad en la
formación de un ejército consiste en llegar a la ausencia de forma definida. En
la guerra, la victoria no es reiterativa sino que cambia de forma
constantemente... Una forma militar no tiene una formación constante, el agua
no tiene una forma constante: la habilidad para ganar una victoria cambiando y
adaptando la forma según el adversario se denomina genio. (Sun-bu, siglo IV
a.C.)
INVALIDACIÓN
Utilizar el espacio
para dispersarse y crear diseños abstractos no debiera ser sinónimo de
abandonar la concentración de poder cuando ello resulta ventajoso y de gran
valor. La ausencia de una forma definida
hace que los adversarios busquen en todas partes y dispersen sus propias
fuerzas, tanto mentales como físicas. Sin embargo, cuando usted al fin los
enfrente, deberá asestarles un golpe poderoso y certero. Así fue como Mao
triunfó sobre los nacionalistas: fraccionó las fuerzas enemigas en pequeñas unidades
aisladas, a las cuales luego pudo vencer con un solo y enérgico ataque. La ley
de concentración fue lo que prevaleció.
Cuando usted juegue
con la ausencia de forma, no pierda el control del proceso y tenga siempre
presente su estrategia a largo plazo. Cuando adopte una forma y se lance al
ataque, use la concentración, la rapidez y el poder. Como dijo Mao:
"Cuando luchamos contra usted, nos aseguramos de que no pueda
escapar".
En las artes marciales es importante que la
estrategia sea insondable, que las formas queden ocultas y que los movimientos
sean inesperados, a fin de que resulte imposible prepararse contra ellos. Lo
que posibilita a un buen general ganar de modo indefectible es el tener siempre
una sabiduría insondable y una forma de operar que no deje huellas. Sólo el que
no adopta una forma definida puede evitar ser afectado. Los sabios se ocultan
en su impenetrabilidad, a fin de que sus sentimientos no puedan ser observados;
operan bajo la ausencia de una forma definida, a fin de que sus líneas no
puedan ser cruzadas.
THE BOOK OF THE HUAINAN MASTERS, SIGLO II
A.C.
LA LIEBRE Y EL ÁRBOL
El sabio nunca busca observar las costumbres
de los antiguos ni establece un estándar fijo por los tiempos de los tiempos,
sino que examina las cosas de su tiempo y luego se prepara para lidiar con
ellas. En Sung había un hombre que cultivaba un campo en el que se levantaba el
tronco de un árbol. Cierta vez, una liebre que corría con suma rapidez chocó
contra el tronco, se quebró la nuca y murió. Entonces el hombre dejó de lado su
arado y se puso a observar el tronco, esperando obtener otra liebre. Sin
embargo, nunca más volvió a cazar una liebre de esa manera y fue el hazmerreír
de Sung. Suponiendo que alguien quisiera gobernar a los hombres del presente
con las políticas de los antiguos reyes, haría exactamente lo mismo que el
hombre que se quedó vigilando el árbol.
HAN-FEI-TZU, FILOSOFO CHINO,
SIGLO III A. C.
El general Rommel superaba a Patton como
intelecto creativo... Rommel despreciaba el formalismo militar. No hacía planes
definidos, más allá de los elaborados para el primer choque luego iba adecuando
sus tácticas a las situaciones específicas, a medida que éstas surgían. Tomaba
decisiones con la rapidez de la luz, y físicamente observaba un ritmo similar
al de su actividad mental. En un hostil mar de arena, operaba en un entorno
libre. Una vez que Rommel atravesó las líneas británicas en África, toda la
parte norte del continente se abría delante de él. Relativamente libre de la
manipuladora autoridad de Berlín, desobedeciendo órdenes, algunas veces del
mismo Hitler, Rommel implementó una operación militar exitosa tras otra, hasta
que tuvo la mayor parte septentrional de África bajo su control y El Cairo
temblando a sus pies.
THE ART OF WINNING WARS,
JAMES MRAZEK, 1968
LA ARMADURA INTERIOR
Para llevar a cabo la inhibición de los
instintos que exige el mundo moderno, y para poder manejar de modo adecuado el
estancamiento de energía resultante de esa inhibición, el ego tiene que sufrir
un cambio. El ego, es decir, la parte de la persona que está expuesta al
peligro, se torna rígido, como decimos, cuando es expuesta de continuo a los
mismos o similares conflictos entre sus necesidades y un mundo exterior
inductor de temores. En este proceso va
adquiriendo un modo de reacción crónico, que funciona de forma automática, que
denominamos "carácter". Es como si la personalidad afectiva se
hubiese recubierto de una armadura, como si el duro caparazón que va
desarrollando tuviese como objetivo desviar y debilitar los golpes del mundo
exterior, así como acallar las necesidades interiores. Esta armadura hace que
la persona sea menos sensible a todo lo desagradable, pero también restringe la
motilidad de la libido y de la agresión, con lo que se reduce su capacidad de
alcanzar logros y experimentar placer. Decimos que el ego se ha vuelto menos
flexible y más rígido, y que la capacidad de regular la economía energética
depende de la extensión de esa armadura.
WILHELM REICH,
1897-1957
Fuente: 48 Leyes del
Poder, / Robert Greene y Joost Elffers. - 21a ed. -Buenos Aires: Atlántida,
2010. 528 p. ; 15,5x23,5 cm. ISBN 978-950-08-3768-2
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