Décadas de Ejecutivos y Congresos de
Mediocre Calidad: Ante la Presencia del Nuevo Gabinete de la Señorita Ana Jara
Velásquez
Estimados amigos:
Estamos pasando momentos de
expectativas, incluyendo sorpresas y la falta de decisión de los ministros de
renunciar, porque éticamente y legalmente no merecen seguir en los cargos
públicos y otros porque han perdido credibilidad por ser lobbistas.
A nivel de los altos cargos del Poder
Ejecutivo estamos sin lograr ser pasibles decididamente de recibir o no el voto
de confianza por parte del Congreso de la República, con motivo de haber
designado a la nueva Presidenta del Consejo de Ministros.
El Congreso es el recinto donde
brillan y oscurecen los grupos y los miembros de los movimientos políticos;
ocurre que, como siempre defienden las decisiones de sus movimientos, incluidos
sus intereses particulares que benefician a los grupos de poder económico a los
que pertenecen o los ligan.
En consecuencia, sabemos que el
Congreso se divide entre los que están con el sistema establecido político y
económico y los que se alejan por convicción y por oportunismo del momento en
contra de lo que representa el actual sistema de gobierno y estilo o modelo
económico que se desarrolla a nivel país.
La votación a favor o en contra a la
investidura de la Señora Jara, para que tenga la opción de tener o no de la
confianza que reclama, depende de como votarán los congresistas. Empero, el
ejercicio para ser Presidenta del Consejo de Ministros está directamente
vinculada con el hecho de ser parte del gobierno del Presidente OHT y su
grupito de poder donde se encuentra la Señora Heredia, el Ministro de Economía
Miguel Castilla y el Presidente CONFIEP García Miró.
Estos últimos dirigen la política de
gobierno y son guardianes del sistema económico imperante que, no es
precisamente el conveniente para todos los 30 millones de los peruanos. Los
grupos de Poder y los fácticos se suman a mantener y gestionar la economía de
la República, aunque no hay un consenso empresarial porque se cuestiona que la
economía se desacelera y estamos sin crecer, pero sin llegar a pedir la
salida del Ministro Castilla.
El principal argumento de la economía
no crece se remite a que depende como siempre de la variable exterior, pues al
bajar los precios de los productos primarios peruanos en el mercado mundial y a
la vez no se compran los productos mineros en las cantidades de años
anteriores. Este cuadro económico no puede seguir, al cual paradójicamente el
Presidente Ollanta estaba en contra antes de llegar al cargo que, ahora
ostenta, pero como bien se conoce fue obligado a renunciar a sus ofertas de la
Hoja de Ruta y del Programa de la Gran Transformación, del cual parece que no
los conocía y no los habría de hacer suyo.
Al renunciar a sus programas,
Ollanta aceptó y tuvo que ponerse a un lado, quedando arrinconado no sólo
por su propio grupito de poder; sino que los empresarios lo obligaron a seguir
el programa de los derrotados, en particular del fujimorismo heredero del
neoliberalismo económico que Alberto Fujimori impuso en los años 90. Modelo que
colapsó, a pesar de la prosperidad falaz que brindó. ¿Ahora se requiere de la
diversidad productiva con la pretroquímica? ¿Si no a dónde vamos?
Ollanta se encuentra despistado, a
pesar de tener como Ministro de Economía a Miguel Castilla uno de los sabios
del MEF, que proviene de la segunda gestión de gobierno de García Pérez, en ese
gobierno el piloto automático estuvo en todo su esplendor, Ollanta esperaba que
esto era suficiente, pero la situación económica comienza hacer agua y Castilla
y sus asesores del MEF, incluido el BCR no reaccionan oportunamente ante la
crisis del sistema económico que se nos impone.
Considerar que la crisis no sólo es
económica, sino es política. Ollanta no tiene un partido organizado, los
operadores políticos los expulsó en Noviembre del 2011, esta huérfano, pues su
grupito de poder no lo ayuda como el quisiera, además en él, está Castilla y
García Miro el mandamás de los empresarios, y su esposa la señora Heredia no
sabe de economía y en la parte política actúa con revanchismo en relación a la
oposición y de mala leche con sus partidarios del Congreso al imponerles
consignas que están fuera de la realidad.
Por todas estas razones se verá que
la señora Ana Jara como Presidenta del Consejo de Ministros está tan igual que
su Presidente Ollanta y su amiga la señora Nadine, ellos la han colocado en el
cargo, el impasse por parte del Congreso se superó de milagro, gracias al voto
dirimente de la Presidenta del Congreso de la República señora Ana Solórzano,
otra engreída de la señora Nadine y del Presidente Ollanta.
Ese cuadro retrata al Poder Ejecutivo
con Ollanta a la cabeza y la Primera Ministra, los muestra fatigados, y es
probablemente que, por lo comentado y por sus propias calidades personales no
podrán salir airosos, ante la valla que las oposiciones en el Congreso les
preparan en estos momentos.
Este Congreso no es ni será una
oposición decidida, en el caso del fujimorismo sólo son alarde gritón, a lo más
censurarán al Ministro Mayorga, ellos no les interesa la raíz de la situación;
es así que, no censurarán a Miguel Castilla porque simplemente es un
correligionario de ideas, aunque sea lobbista como el Ministro Mayorga, ambos
están al servicio de los grandes y pueriles intereses de los grupos de poder.
Las otras oposiciones como el PPC y
los apristas actúan semejante al fuimorismo. Aparece como una incongnita cuál
será la posición de los otros grupos, en los casos del Frente Amplio/AP y el
grupo disidente Democracia y Dignidad será difícil que se pongan de acuerdo,
para podar al gabinete de la señora Jara que tiene cada angelito con rabito de
diablo, ellos creen más que ser ministros.
Atentamente,
Fernando Arce
Para no inquietarse mucho, revisen
compresivos y excelentes artículos que a continuación se alcanza.
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La Insoportable Levedad de la
Política Peruana
Nuestros Ligeros Políticos Deberían
Dejar de Jugar con los Dados del Deterioro Democrático.
Alberto Vergara
Politólogo
Diario “El Comercio”, 25 de Agosto de
2014
El río que sacude al Gabinete Jara y
al gobierno de Ollanta Humala arrastra piedras nuevas. Si tras serle denegada
la confianza al Gabinete Cornejo el ‘impasse’ pudo salvarse en cuestión de
horas, el entuerto actual necesitaría de una semana, por lo menos, para
resolverse. Aquella vez la opinión pública cohesionada y una entrevista
matutina a Mario Vargas Llosa llamando a la cordura destrabaron la situación.
Hoy la cosa tiene otro color. El
Gobierno yace entre culposo y pusilánime, y la oposición, envalentonada. De
pronto, se hace público sin rubor el cálculo de la oposición: “Tumbémosle los gabinetes
a Humala, no pasará nada, no convocará a elecciones porque su bancada se
reduciría y, si lo hace, nosotros meteríamos más congresistas de los que
tenemos actualmente”. Así, la oposición política y mediática van calentando el
ambiente y arrejuntando huevos en la canasta del corto plazo.
Sin embargo, y es lo importante, la
estrategia de confrontación no es novedosa por su lógica política, sino porque,
por primera vez, la oposición parece dispuesta a efectuarla. La estrategia, en
realidad, hubiera podido aplicarse contra los gobiernos de Alejandro Toledo y
de Alan García. Al igual que Humala, sus cuotas de popularidad eran exiguas y
unas elecciones adelantadas hubieran reducido sus bancadas a medio mandato.
Unas elecciones en el 2004 hubieran desaparecido la bancada de Toledo y otras
en el 2009 habrían dejado al Apra con la escuálida bancada que posee hoy.
Entonces, aunque la oposición a aquellos gobiernos hubiera podido coludirse
para poner contra las cuerdas a alguno de sus gabinetes, nunca apostaron a
ganarse alguito con su caída. ¿Por qué hoy sí se considera la estrategia que
antes solo era teoría?
Aunque se leen a diario análisis que
personalizan responsabilidades, el entrampamiento es menos una novedad que la
radicalización de aquello que nos ha acompañado en las últimas dos décadas: la
levedad de la política. Levedad que se ha hecho insoportable. Si la ausencia
y/o debilidad de partidos, sindicatos y hasta de políticos facilitó el
crecimiento económico, ahora es responsable de la desaceleración y de un
‘impasse’ político que puede terminar en crisis. La levedad de la política se
agudizó hasta hacerse insoportable para la economía, la democracia y la
sociedad.
El Gobierno es la primera
manifestación de esto, aunque no la más grave. Es un gobierno deprimido, sin
convicciones y con una bancada parlamentaria entre aletargada y llena de
potenciales desertores. Como le sucedía a Toledo, Humala sabe que tantos
problemas como la oposición los trae una bancada propia de ‘amateurs’
inorgánicos. Fernando Rospigliosi afirma en este Diario que el Gobierno no sabe
ceder y que está acostumbrado a hacer lo que le da la gana como en un cuartel.
¿En serio? ¿Hay algún otro gobierno latinoamericano que haya cedido más en sus
propuestas que el de Humala? La falencia principal de este gobierno es su
precariedad depresiva, no su fortaleza bravucona.
Pero la miseria política peruana
despliega todo su esplendor en el Congreso y en la oposición particularmente.
¿A qué se oponen nuestros parlamentarios? ¿A algo de la mayor trascendencia
como para meter al país en un limbo institucional? No: rencillas personales,
intereses calatos que ni siquiera son disfrazados de ideología y se piden
cabezas aunque no se propongan ideas para reemplazarlas. Y todo esto al amparo
del subterfugio leguleyo de la “abstención”, recurso ideal para el político de
poca monta. Repito: la situación por la cual un congreso fragmentado puede
poner en problemas a un Ejecutivo débil no es novedad; lo es, en cambio, que la
levedad política haya llegado a tal punto que aquello que antes daba vergüenza
por cortoplacista y chavetero hoy se considera legítimo. Y la cosa solo va a
empeorar. Y quienes deberían poner paños fríos en sus huestes, Alan García y
Keiko Fujimori, alientan la chatura.
El Gobierno de Toledo y el de García
fueron una anomalía en la historia política peruana donde lo usual fue siempre
que un presidente sin mayoría en el Congreso fuera expelido del cargo por un
golpe de Estado germinado al calor de las desavenencias entre el Ejecutivo y Legislativo.
Hoy nadie dará un golpe de Estado, pero nuestros ligeros políticos deberían
dejar de jugar con los dados del deterioro democrático. Aunque tal vez,
simplemente, no puedan actuar de otra manera porque jamás construimos las
instituciones que obligan a que los actores piensen en términos de colaboración
y largo plazo. Y ahí, entonces, la culpa es de todos nosotros.
Investidura que no es Investidura
Juan de la Puente
Analista
Diario “La República”, 23 de agosto
de 2014
Lo sucedido con el llamado voto de
investidura se presenta otra vez como una comedia de enredos que, vista con
realismo y principismo, no beneficia ni al gobierno ni a la oposición, al mismo
tiempo que deja sentados antecedentes que debilitan el sistema político peruano
y su régimen democrático. Aquí algunas ideas:
1. La comedia de enredos surge de una
decisión equívoca del Congreso en marzo pasado a raíz de la presentación del
gabinete Cornejo cuando, a partir de una interpretación con escaso sentido
práctico y jurídico, se impide que la votación mayoritaria en ámbar
(abstención) no signifique un rechazo al pedido de confianza. Esta disposición,
que no figura ni en la Constitución ni en el Reglamento del Congreso, se
origina en un acuerdo del pleno de 11 de diciembre del año 2003 que aprueba un
informe de la Comisión de Constitución sobre el procedimiento a seguir cuando
una comisión ordinaria pide facultades de investigación y sobre la aplicación
del Reglamento en el caso de que como resultado de una votación las abstenciones
sean mayores a los votos a favor o en contra. Esta decisión no se convirtió en
norma positiva y como se aprecia no resiste un mínimo test de legalidad.
2. Esta interpretación que parecería
beneficiar a un gobierno, en este caso al de Ollanta Humala, en realidad
beneficia a la oposición aunque a la larga perjudica a todos. Permite que el
Congreso, formando una mayoría no política (es decir con programa propio)
bloquee al gobierno. Muy al estilo peruano, el hecho de que el Congreso no
apruebe ni rechace al gabinete abre un período signado por la pérdida de
legitimidad, lo que en realidad no es el propósito del mecanismo del llamado
voto de investidura. Este mecanismo de voto infinito es tan insolvente que
podría tenerse a un gabinete rebotando cada dos días, un modelo de política
italiana que no debería imponerse en el Perú, un país de instituciones débiles.
3. El mismo “voto de investidura”
peruano no lo es; es así que en los artículos 130° y 134° de la Constitución
recibe el nombre de voto de confianza. El voto de investidura es propio
de los regímenes parlamentarios donde la jefatura de gobierno está separada de
la jefatura de Estado, de modo que el Congreso inviste, nombra y permite formar
gobierno recurriendo para ello a una mayoría política, es decir con programa y
si es necesario a través de alianzas. En nuestro régimen presidencial, el
Congreso no forma gobierno, no inviste y no designa al premier. Su papel es
confirmar, controlar y si se quiere ratificar o habilitar, y de allí la palabra
confianza. Por lo mismo puede no confiar, desaprobar o no confirmar y en ese
caso existe un procedimiento establecido: nuevo gabinete y si es el caso nuevas
elecciones si dos gabinetes han sido censurados o no alcanzaron la
confianza, En esa perspectiva, el debate de la llamada investidura ha
sido en general juicioso y por esa razón debió concluir en una decisión cierta
y útil. Lo que se tiene en cambio es una incertidumbre constitucional, política
y específicamente gubernamental.
4. Una cosa es el control político y
otra una cama saltarina. Así como el Congreso no puede bloquear al gobierno,
aunque sí puede censurar o no entregarle la confianza, tampoco puede establecer
figuras que salen de los límites de sus funciones.
La idea del diálogo
Ejecutivo/Legislativo es consustancial al control y de hecho el llamado
indirizzo político europeo (colaboración de órganos más control) es rico en
ejemplos. Es un acto y un proceso, no una medida de presión o una coartada. Por
ello que la idea de negociar nombres de ministros y políticas es muy peligroso
para el mismo Congreso que termina por, ese mecanismo, siendo parte de las
decisiones del Ejecutivo, un Congreso gobernante o casi gobernante.
Todo esto lo digo coincidiendo en que
fue un error del gabinete ir al Congreso como si fuera el primer gabinete del
gobierno sin dejar en su casa al ministro Eleodoro Mayorga.
5. De modo que ahora tenemos un
Congreso que no ha negado la confianza ni ha habilitado al gabinete pero en
cambio ha bloqueado al gobierno y acaba de aplicarle al Ejecutivo un dardo
adormecedor. Si somos optimistas, esta etapa puede durar tres días o treinta.
Todo ello en lugar de votar verde o rojo a la primera o considerar como lo
dicta el sentido común que el voto ámbar es igualmente un rechazo a la confianza
y tiene efecto jurídico constitucional. Esto es un pseudo parlamentarismo en el
marco de un presidencialismo ya deformado por la Constitución de 1993.
¿Aprobará con 10,5?
Hugo Guerra
Periodista
Diario “El Comercio”, 26 de Agosto de
2014
Hoy quizá el Gabinete reciba el voto
de confianza congresal. Sin embargo, dependerá de Ana Jara y de sus
jefes, Ollanta Humala y Nadine Heredia, que se dé paso a un período de
estabilidad real o, simplemente, se acelere el deterioro de la gobernabilidad.
La crisis es buena y no hay que
temerle. Dentro de los usos constitucionales y democráticos corresponde al
Parlamento fiscalizar y aprobar, o no, la política integral del Gobierno. Y en
este caso –por encima de las cuestionables flexibilidades de interpretación del
texto constitucional y del reglamento parlamentario– precisamente está
ocurriendo eso: la oposición por fin se atreve a no ser mansa comparsa de un
Ejecutivo soberbio e incompetente.
La señora Jara (sí, la misma que hace
poco recomendaba que las mujeres se defiendan de los acosadores con “aguja,
tijera y clavo”) encabeza un Gabinete cuestionado en varios sectores: Economía,
Interior, Energía y Minas y Salud. A Luis Miguel Castilla –más allá de su
rol como buen tesorero– se le cuestiona la incapacidad para mantener el
crecimiento económico como sí se hace en Colombia, Ecuador y Bolivia pese al
complejo contexto internacional. Sobre Daniel Urresti –al margen de su
efectismo operativo– pende el crimen del periodista Hugo Bustíos. A Eleodoro
Mayorga, de Energía y Minas, se le cataloga como lobista y a Midori de Habich,
de Salud, se le reprocha su incapacidad para resolver una prolongadísima huelga
médica. Por tanto, esos ministros deberían cambiarse. Además, la candidatura de
Diego García-Sayán a la OEA es una innecesaria piedra afilada en el zapato
gubernamental.
Jara empezó con cortesías de
acercamiento interpartidario, pero es incapaz de articular un auténtico
diálogo: tras el baloteo de la semana pasada terminó –para variar– con
desplantes propios de un gobierno que no entiende que el quehacer político es
muy diferente al mando de las barracas, a la persecución de los antagonistas y
a los desplantes a la prensa.
Tampoco tiene destreza concertadora
Ana María Solórzano, la presidenta impuesta del Congreso, quien fue
generosamente salvada por los opositores cuando estaba desbarrancándose al
propender una tercera votación. Y nadie del oficialismo (ya reducido a simple
minoría) se compromete a devolverle transparencia a un gobierno opacado por los
casos del hermano del presidente en Rusia, de López Meneses y de Martín
Belaunde, entre otros.
Es cierto que la variopinta oposición
no tiene buenas credenciales en conjunto (el Congreso tiene un 11% de
aprobación ciudadana), pero, pese a esa paradoja cualitativa, el mensaje al
humalismo es certero: o cede y cambia negociando estabilidad democrática para
los dos años siguientes; o consigue el voto de confianza a partir de negociados
bajo la mesa con los ‘independientes’, con cargo a que los ministros sean luego
interpelados, mientras el país se adentra en una crisis mayor por las
crecientes tensiones sociales y la carencia de operadores políticos.
Ana Jara puede comportarse como esos
alumnos flojos y pasar este tercer examen ‘suplicatorio’ con un 10,5 o puede
demostrar que no es simple incondicional del poder paralelo de la señora
Heredia. Y si al final no logra la confianza ni con ayuda, que renuncie y los
peruanos a no temerle al juego democrático: el Gobierno tendrá que ceder sí o
sí.
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