11-11-2014
No
puedo dar los detalles precisos, sino simplemente hacer saber que recibí esta
carta. Con mi pobre alemán me permití hacer la traducción, y como creo que esto
es muy importante, hago circular el texto de marras en su versión española.
___________
Trabajadores
del mundo:
Las
fuerzas de la derecha internacional festejan alborozadas estos 25 años de la
Caída del Muro de Berlín. Pero se equivocan. ¿Qué festejan en realidad? ¿El fin
del socialismo?
La
historia, contrariamente a como dijo ese apologista del sistema de apellido
Fukuyama hace algunos años atrás, no ha terminado. ¿De dónde saldría tamaño
disparate? La historia continúa su paso sin que sepamos hacia dónde va. Hoy,
sin temor a equivocarnos, dadas las características que ha tomado el sistema
capitalista internacional, perfectamente podría estar dirigiéndose hacia la
aniquilación de la especie humana, dado el afán de lucro imparable que lo
alimenta, y que bien podría llevar al holocausto termonuclear de activarse
todas las armas de destrucción masiva que existen sobre la faz del planeta. O
también, dado ese afán insaciable de obtención de ganancia que no puede
eliminar, a la destrucción del planeta por el consumo irracional que se está
llevando a cabo.
Las
fuerzas de la derecha cantan victoriosas su supuesto triunfo, pero en realidad
no hay ningún triunfo. Como escribí alguna vez en mis años mozos, siendo
discípulo del Profesor Hegel: el amo tiembla aterrorizado delante del esclavo
porque sabe que inexorablemente tiene sus días contados.
¿Qué
quise decir en su momento con esta frase, algo enigmática quizá, antes de
ponerme a estudiar economía política para luego redactar el Tomo I de El
Capital? Pues no es nada complicado: aparentemente el sistema capitalista
“triunfó” de manera inexorable sobre las experiencias socialistas que se
estaban construyendo, siendo la demostración palpable de ello la caída de este
muro de la que ahora se cumplen 25 años. Supuestamente, según la fanfarria con
que esa derecha presenta las cosas, la misma población alemana del este,
“sojuzgada” por el yugo socialista, habría derrumbado el tal muro para
“liberarse” y acceder a las bondades del capitalismo. ¡Pamplinas! Puras
pamplinas, estupideces con que los actuales medios masivos de comunicación
presentan las cosas.
En
realidad lo que esta derecha, por ahora ganadora, festeja es que el Amo, para
tomar la metáfora hegeliana (léase: la clase capitalista) alejó por un tiempo
el fantasma que la persigue (la clase trabajadora y la posibilidad que alguna
vez la misma se organice, abra los ojos y la expropie, tal como pasó varias
veces durante el siglo XX, en Rusia, en China, en Cuba). Es decir: la clase por
ahora dominante (industriales, banqueros, terratenientes) sabe que está sentada
sobre un barril de pólvora; sabe que los trabajadores del mundo (obreros
industriales urbanos –que fue lo que yo más estudié en su momento–, campesinos,
trabajadores explotados de toda índole, sub-ocupados y desocupados –lo que yo
en otro tiempo llamé Lumpenproletariät, es decir: población excluida y
marginalizada) en algún momento van a explotar.
La
historia de la humanidad, y también la historia del capitalismo, se los
muestra. Las clases oprimidas aguantan (porque no tienen otra alternativa,
porque están sojuzgadas, reprimidas brutalmente a veces, manipuladas en otras
ocasiones). Aguantan hasta que, llegado a un punto de la acumulación de
contradicciones, estalla un período de violencia revolucionaria,
transformándose las relaciones de poder, pasando la propiedad de los medios de
producción de una clase a otra. Esto la derecha lo sabe. Sabe muy claramente
que la propiedad privada de esos medios es un saqueo legalizado; sabe con
precisión milimétrica que no puede dejar ni por un segundo de cuidar esa
propiedad, asentado en una explotación inmisericorde. Sabe que si se descuida,
si deja de proteger a capa y espada sus privilegios, las grandes mayorías
excluidas se levantan. Por eso, día a día, minuto a minuto, no dejan de
controlar y evitar que los trabajadores se organicen, piensen, conozcan la
verdadera realidad. Por eso los embrutecen con dádivas: es decir, el viejo pan
y circo de los romanos.
Pero
esa derecha sabe que el barril de pólvora sobre el que está sentada puede
explotar, lo cual significaría perder sus privilegios de clase. De hecho, eso
ya sucedió varias veces el siglo pasado. Por eso mismo, ante el retroceso que
sufrió el primer Estado obrero del mundo, la llamada Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, las fuerzas de la derecha cantaron victoria, mostrando
el derribamiento del Muro de Berlín como la caída de las ideas socialistas.
Dicho de otra manera: como están tan aterrorizados con la posibilidad que los
trabajadores reaccionen alguna vez, se permitieron mostrar ese incidente como
el fracaso inexorable de las ideas socialistas. Pero ello no es sino una
demostración del pavor que sienten a ser expropiados. De ahí que lo presenten
como un triunfo apoteósico y que cierra de una vez la historia.
No
hay dudas que con la involución que sufrieron las primeras experiencias socialistas
del mundo (la Unión Soviética se desintegró, China se abrió al mercado
capitalista, Cuba quedó flotando en el aire como pudo), el capitalismo
internacional avanzó groseramente sobre las conquistas de los trabajadores
obtenidas a fuerza de sacrificio en décadas y décadas de lucha. Por eso ahora
ese sistema, que se autopresenta como ganador y única salida posible, se
permite explotar más aún que hace un siglo atrás. Hoy día se perdieron
conquistas sindicales, se hacen contratos sin prestaciones laborales, no se
respeta la jornada laboral de ocho horas, se expolia sin la menor pudicia y se
entroniza la figura del “ganador”.
No
hay dudas, para tratar de concluir la referida cita que hice más arriba, que el
sistema sabe que ya le va a llegar el turno, que su cabeza, igual que la del
monarca francés en 1789, rodará por el polvo. Por eso festeja este triunfo
parcial –que, sin dudas, hizo retroceder mucho al campo popular en estos
últimos años– como un triunfo absoluto, queriendo presentar las cosas como que con
el Muro de Berlín derribado terminó la explotación, y por tanto el ideal
revolucionario socialista de transformación social.
Pero
los trabajadores del mundo siguen siendo explotados, más que antes incluso,
apaleados, reprimidos. ¿Por qué no habrían de reaccionar? Tal vez hoy día, hay
que reconocerlo, los partidos comunistas están un tanto despistados. Mis ideas
–que, en realidad, no son mías, sino producto de una reflexión científica (¡no
digan “marxismo” sino materialismo histórico!)– se han querido presentar como
anticuadas, fracasadas, “pasadas de moda”. Nada más contrario a la verdad.
Mientras
siga la explotación en el mundo (y esa es la esencia del sistema capitalista)
habrá quien proteste, quien alce la voz, quien busque organizarse para cambiar
la situación. Que hoy día esa organización y los programas políticos al
respecto estén golpeados, es una cosa. Pero pretender que se esfumaron, que los
explotados quedarán contentos y felices con su condición de tales, que las
injusticias cesaron porque el sistema ganó esta batalla, es un craso error.
No
hay que olvidar que el capitalismo, como proyecto económico-político, comenzó a
surgir en los siglos XII y XIII, allá en la Liga de Hansen, y demoró varias
centurias hasta poder tomar mayoría de edad constituyéndose en sistema
dominante, casi a fines del siglo XVIII, tanto en Francia e Inglaterra como en
los nacientes Estados Unidos de América. Las experiencias socialistas no tienen
ni 100 años de vida. ¡No olvidarlo! Cantar victoria porque se ganó una batalla
es de mal guerrero. Lo único que demuestra es que sí, efectivamente, ese Amo
tiembla porque sabe que ya le va a llegar su guillotina…, aunque en este
momento se sienta ganador.
Los
25 años que ahora se pretenden festejar no son sino una demostración que el
sistema capitalista no tiene salida. Se festeja el triunfo de la explotación y
la injusticia. Si el sistema tuviera “responsabilidad social empresarial”, como
parece que ahora se puso de moda decir, debería echarse a llorar por el
descalabro absoluto que ha creado. Para decirlo sólo con dos ejemplos,
lapidarios y terminantes por cierto: en estos momentos –créanme que sigo muy de
cerca estos acontecimientos y estoy perfectamente informado– la humanidad
produce un 45% más de los alimentos necesarios para nutrir a los 7.300 millones
de almas que pueblan el mundo, y vergonzosamente la principal causa de muerte
sigue siendo nada más y nada menos que ¡el hambre! ¡Infame!, no caben dudas. Y
para terminar: la principal actividad de la especie humana, la que más
ganancias genera desde el punto de vista capitalista, la vanguardia de la
ciencia y de la técnica es la producción de armamentos. Es decir: la defensa a
muerte de los privilegios de algunos. ¡Más patético todavía!
Por
tanto, camaradas, los insto a que no nos dejemos confundir por estos cantos de
sirena: la derecha no festeja un triunfo sino que sigue estando en guerra, y
con miedo, porque sabe que los trabajadores, tarde o temprano, reaccionaremos.
Hoy,
como hace un siglo y medio, la consigna no es lamentarse por la paliza recibida
recientemente ni quedarse embobados viendo la televisión. Sigue siendo como
escribí con Federico en 1848: “No hay nada que perder más que las cadenas. Por
tanto: ¡uníos!”
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=191879
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