Jorge Enrique Robledo, Bogotá, diciembre 5 de 2014
Aun cuando la Casa de Nariño ha logrado
imponer el más profundo silencio para que en el país casi nadie lo sepa, lo
cierto es que el pasado 5 de agosto suscribió un tratado internacional “para la
participación de la República de Colombia en las operaciones de gestión de
crisis de la Unión Europea”, eufemismo con el que intenta ocultar que estamos
ante un pacto militar –de guerra– diseñado para poner tropas colombianas bajo
el mando de comandantes militares europeos, los cuales, como es obvio, sirven a
los intereses políticos y económicos de las potencias de ese continente
(http://bit.ly/1vwebhe).
Además de “lucir” su actitud mendicante
de vergonzosa indignidad, Santos usó su recorrido por Europa para desarrollar a
hurtadillas este acuerdo bélico. La Deutsche Welle (DW), el servicio de
información de Alemania, tituló sobre el “nuevo rol militar” de Colombia e
informó que fue invitada por el Comité de Seguridad de la Unión Europea a
participar en una operación en Ucrania y que “también podría enviar una fragata
a la misión Atalanta en el Cuerno de África, que ayudaría a las fuerzas
militares europeas”. Y la noticia, que cita la respuesta del gobierno alemán a
la diputada Heike Hänsel, agrega que “Colombia asistió al encuentro de la
Escuela de la OTAN en Oberammergau y al NATO (OTAN) Defense College”
(http://bit.ly/1vU5XxX).
Además, en carta a Juan Manuel Santos
que se filtró, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, le recordó: “En
la medida en que el conflicto vaya cesando y Colombia se mueva hacia una
estrategia de seguridad más sostenible, organizaciones como la ONU y la OTAN se
beneficiarían con un mayor involucramiento del país en operaciones de paz
(...). Ya está ofreciendo usted una experiencia significativa en Centroamérica
y el Caribe, mediante nuestro Plan de Acción en Seguridad Regional y con el
acuerdo de intercambio de información con la OTAN, del 2013. Pero necesitamos a
Colombia involucrada en más lugares” (http://bit.ly/1wBi8lD).
Lo que faltaba en el proceso de
descomposición del país: soldados colombianos al servicio de las agresiones
colonialistas de estadounidenses y europeos, relación que inevitablemente
aumentará su injerencia militar y de todo tipo en los asuntos internos de
Colombia y que viola la Constitución y la soberanía nacional.
De otra parte, aprovechándose de que
puede traspasar límites que otros presidentes ni se atrevieron, Santos tramita
la cuarta intentona legislativa para imponer la política de tierras más
retardataria de la historia de Colombia. En efecto, mediante el proyecto de Ley
133 de 2014, bien llamado Urrutia-Lizarralde, va tras varios objetivos, a cual
más regresivo.
Primero: legalizar las ilegalidades
cometidas por Cargill y otras poderosas empresas que con cálculo violaron la
Ley 160 de 1994, que prohíbe adquirir y acumular baldíos del Estado adjudicados
a campesinos. Hay que advertir que la norma no les resuelve el problema a
personas corrientes en situaciones semejantes. Segundo: arrebatarles a los
pobres del campo los derechos que hoy la Constitución les otorga de manera
exclusiva sobre las tierras baldías, para transferírselos a magnates nacionales
y extranjeros, que así podrán apoderase de ellas y sin límite de extensión: 20,
50, 100 mil o más hectáreas. Tercero: ¡bajo pena de expropiación si se niegan a
hacerlo!, los campesinos o empresarios menores con tierras localizadas en las
zonas que el gobierno determine como Zidres –que serán el vehículo para estos
zarpazos– tendrán que “asociarse” con los monopolistas a quienes se propone a
favorecer la ley, y hacerlo mediante falsas asociaciones que copian el Modelo
Indupalma y que equivalen a alianzas entre zorras y gallinas.
A esta política de feroz concentración
de la tierra rural hay que añadirle la profundización de los TLC y la Alianza
del Pacífico, diseñados para reemplazar la producción y el trabajo nacional por
los de los extranjeros, y el ataque a la institucionalidad que hoy protege a
los cafeteros.
Es muy probable que las anteriores
medidas no hubieran podido ni proponerse en un gobierno como el de Álvaro
Uribe, por ejemplo, dada la gran resistencia ciudadana que habrían generado.
Pero como Santos ha llevado a niveles sin antecedentes la alcahuetería y el
tapen-tapen, la capacidad de engaño y la impunidad presidencial…
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fecha: 10 de diciembre de 2014, 14:47
asunto: FW: [polo-moir1] Ningún presidente se había
atrevido a tanto
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