(26 de diciembre de 2014)
Por Miguel Aragón
La lucha por mejores condiciones de trabajo, y la
lucha por mejores condiciones de vida, son dos luchas permanentes del pueblo
trabajador desde los mismos inicios del régimen capitalista hasta el presente.
Estas luchas reivindicativas son dos constantes en la historia de los
trabajadores en todos los países del mundo, y también son dos constantes en la historia de los
trabajadores en el Perú.
Las luchas por la disminución de la jornada de
trabajo y por el aumento de salarios, están indisolublemente ligadas, y son
parte sustancial del desarrollo de la
acción clasista de los trabajadores asalariados.
LA LUCHA POR LA DISMINUCIÓN DE LA
JORNADA DE TRABAJO
A fines del siglo XIX, el crecimiento capitalista en nuestro país recibió un enérgico
impulso, el cual se prolongó por más de treinta años (desde 1895
hasta 1930). Durante ese lapso, la sobreexplotación de los trabajadores
asalariados enriqueció vertiginosamente a las diferentes facciones de la clase
propietaria de los medios de producción, a la burguesía agro-exportadora
(azúcar y algodón), a la burguesía minera (petróleo y cobre), a la burguesía
contratista de obras públicas (puertos y carreteras), y también a la incipiente
burguesía industrial (textiles y calzado). Por encima de todas esas facciones, la sobreexplotación
enriqueció principalmente a la parasitaria
burguesía comercial y bancaria, facción burguesa rentista e improductiva que asumió
la dirección del poder político y
el control directo del estado en 1919, desplazando a la obsoleta clase
terrateniente feudal que había estado en el poder durante cien años, desde
1821.
Al comienzo de esa larga etapa de crecimiento
capitalista, desde 1895 en adelante, la jornada laboral de los trabajadores asalariados
en todo el país era de 12 a 14 horas diarias, durante los siete días de la
semana, y durante los 365 días del año, sin derecho a descanso semanal
(descanso dominical) y sin derecho a descanso anual (vacaciones). La esclavitud asalariada, impuesta por
el moderno modo capitalista de producción, se impuso en el país sobre los
hombros de la miseria de los miles de empobrecidos trabajadores.
Como era natural y lógico, la explotación por parte de la clase
propietaria necesariamente generó la resistencia
organizada de los trabajadores, y es así como las primeras generaciones de trabajadores
asalariados lucharon heroicamente por conquistar sus primeras reivindicaciones
laborales. Las primeras victorias se
consiguieron en los sectores económicos
estratégicos, y poco a poco se fueron generalizando a sectores más amplios.
Los trabajadores portuarios del Callao fueron los
primeros trabajadores asalariados en conquistar la jornada laboral de las 8
horas diarias, y los seis días semanales, con derecho a descanso dominical. Esa
primera conquista laboral se consiguió el año 1913, hace cien años. En un país convertido
por la burguesía en país agro exportador, el trabajo portuario
era una de las actividades económicas más importantes y sector estratégico para
el funcionamiento del conjunto de la
economía. Ante las constantes huelgas de los trabajadores portuarios que periódicamente
paralizaban la circulación de mercancías, y bloqueaban el movimiento de barcos
y ferrocarriles, afectando las
lucrativas ganancias del comercio de exportación e importación, la clase
propietaria se vio forzada a aceptar la reivindicación de la jornada de las 8
horas de ese sector de la clase trabajadora.
Ese gran ejemplo de la acción clasista de los
trabajadores portuarios, rápidamente fue
propagandizado y asimilado por los trabajadores de las otras ramas económicas,
y seis años después, en enero de 1919,
los obreros de las más importantes empresas industriales, comerciales y de
transportes de Lima, en tenaz y
prolongada lucha huelguística, conquistaron el derecho a la jornada laboral de 8 horas y la jornada laboral de
seis días a la semana con derecho al descanso dominical.
Esa lucha reivindicativa de carácter económico, por
la cual habían luchado durante más de veinte años, se elevó a lucha política, cuando el gobierno
de turno representante de la clase propietaria, reconoció con carácter de ley la reciente conquista laboral. Años después los
trabajadores conquistaron la jornada de
trabajo de once meses al año, con derecho a un mes de descanso (vacaciones de
treinta días al año).
Los jornales dominicales (cincuenta jornales al
año) y los treinta jornales durante las
vacaciones una vez al año, que comenzaron a percibir los trabajadores, “no son regalos”, dádivas, ni generosos favores, otorgados
por la clase propietaria. Esos ochenta
jornales forman parte del salario de los trabajadores, son parte del salario
diario que asume la forma de salario
diferido.
Los salarios dominicales y los salarios de
vacaciones que comenzaron a recibir los trabajadores asalariados, son “descuentos
que se hacen diariamente del total de sus salarios”, son retenciones que después se le entregan a fin de semana, o
a fin de año, dando la apariencia que fueran un “pago extra”, cuando realmente son una parte retenida de su propio salario
diario.
Al presentarse y pagarse en forma
desdoblada y diferida, la clase propietaria los declara “sobrecostos laborales”
y constantemente busca la forma de recortarlos, apropiándose de esas partes del
salario, tal como está ocurriendo en estos momentos, con su pretendida “ley de
empleo juvenil” que intenta imponer el sumiso gobierno de la “gran
transformación”.
LA LUCHA POR AUMENTO DE SALARIOS
Por otro lado, los trabajadores además de luchar
por la disminución de la jornada de trabajo, también han luchado permanentemente
por el aumento de salarios para cubrir sus gastos mínimos, que le permitan
sobrevivir ellos mismos y reproducirse familiarmente. La lucha por la defensa de los salarios es y será una lucha permanente,
durante toda la etapa capitalista de desarrollo del país, e incluso, también
durante la etapa inicial del socialismo.
El precio de venta de la fuerza de trabajo se
determina por la ley del valor. Los salarios, como cualquier otra mercancía, también están sujetos a las
fluctuaciones de la oferta y la demanda en el mercado. En los ciclos de
crecimiento capitalista, al aumentar la demanda de más trabajadores en la
industria y el comercio, en las minas, la construcción y el transporte, el
precio de la fuerza de trabajo (el salario) por lo general sube; mientras que en
los ciclos de estancamiento y crisis económica,
los precios de los salarios por lo general disminuyen.
Desde que existen trabajadores asalariados
organizados en nuestro país, que luchan por la defensa del salario, la
fluctuación de los salarios ha sido una constante, que se repite ciclo tras
ciclo. Así ha ocurrido desde 1905 hasta el presente, desde ese momento los
trabajadores asalariados siempre han estado agrupados en organizaciones frente
unitarias, en defensa de sus derechos.
Durante los ciclos de crecimiento capitalista, periodos en los cuales se acrecienta la fuerza de las luchas de los
trabajadores asalariados, muchas veces la clase propietaria se ve obligada a
tener que aceptar una parte reducida de los aumentos de salarios que reclaman y
exigen los trabajadores. Pero, mediante “mil
artimañas”, la burguesía busca la forma de fraccionar y encubrir los aumentos,
con la finalidad de escamotearlos en la primera oportunidad que se le presente. La burguesía propietaria de los medios de
producción difícilmente acepta aumentos en el monto del “salario básico”. Por
el contrario, cuando ya no puede
oponerse a la lucha de los trabajadores, la burguesía por lo general opta por
aceptar aumentos bajo la forma de diversas modalidades del “salario diferido”.
La
compensación anual por tiempo de servicios (CTS), al igual que el pago de
pensión por jubilación (vía SNP o AFP), así como las llamadas “gratificaciones”
de fin de año, y de medio año, al igual que las “bonificaciones” por
escolaridad o por movilidad, son diversas modalidades
del salario diferido.
Esos aparentes “pagos extras” no salen de las ganancias de la clase propietaria, no forman parte
de la plusvalía, sino que salen directamente de los propios salarios de los
trabajadores, forman parte del capital variable. Esos supuestos “pagos
extraordinarios”, que la clase propietaria los considera “sobrecostos
laborales”, son el resultado de los descuentos que se hace a los jornales
diarios de los trabajadores, son una especie de ahorro forzoso.
La lógica de la clase propietaria es muy burda y simple:
“diariamente te descuento una parte de tus salarios”, y después “te lo devuelvo
como generosa gratificación”. Lo mismo
ocurre con el llamado “reparto de utilidades”, el cual también es una parte del
salario diferido que solamente se distribuye en las empresas más rentables del
país.
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