miércoles, 31 de diciembre de 2014

POR LA DEFENSA DEL SALARIO


(26 de diciembre de 2014)
Por Miguel Aragón
 
La lucha por mejores condiciones de trabajo, y la lucha por mejores condiciones de vida, son dos luchas permanentes del pueblo trabajador desde los mismos inicios del régimen capitalista hasta el presente. Estas luchas reivindicativas son dos constantes en la historia de los trabajadores en todos los países del mundo, y también  son dos constantes en la historia de los trabajadores en el Perú.
 
Las luchas por la disminución de la jornada de trabajo y por el aumento de salarios, están indisolublemente ligadas, y son parte sustancial del desarrollo de  la acción clasista de los trabajadores asalariados.
 
LA LUCHA POR LA DISMINUCIÓN DE LA JORNADA DE TRABAJO
 
A fines del siglo XIX, el crecimiento capitalista en nuestro país recibió un enérgico impulso, el cual  se prolongó por más de treinta años (desde 1895 hasta 1930). Durante ese lapso, la sobreexplotación de los trabajadores asalariados enriqueció vertiginosamente a las diferentes facciones de la clase propietaria de los medios de producción, a la burguesía agro-exportadora (azúcar y algodón), a la burguesía minera (petróleo y cobre), a la burguesía contratista de obras públicas (puertos y carreteras), y también a la incipiente burguesía industrial (textiles y calzado). Por encima de  todas esas facciones, la sobreexplotación enriqueció principalmente a la parasitaria burguesía comercial y bancaria, facción burguesa rentista e improductiva que  asumió  la dirección del poder político  y el control directo del estado en 1919, desplazando a la obsoleta clase terrateniente feudal que había estado en el poder durante cien años, desde 1821.
 
Al comienzo de esa larga etapa de crecimiento capitalista, desde 1895 en adelante, la jornada laboral de los trabajadores asalariados en todo el país era de 12 a 14 horas diarias, durante los siete días de la semana, y durante los 365 días del año, sin derecho a descanso semanal (descanso dominical) y sin derecho a descanso anual (vacaciones). La esclavitud asalariada, impuesta por el moderno modo capitalista de producción, se impuso en el país sobre los hombros de la miseria de los miles de empobrecidos trabajadores.
 
Como era natural y lógico,  la explotación por parte de la clase propietaria necesariamente generó la resistencia organizada de los trabajadores, y es así como  las primeras generaciones de trabajadores asalariados lucharon heroicamente por conquistar sus primeras reivindicaciones laborales. Las primeras victorias  se consiguieron  en los sectores económicos estratégicos, y poco a poco se fueron generalizando a sectores más amplios. 
 
Los trabajadores portuarios del Callao fueron los primeros trabajadores asalariados en conquistar la jornada laboral de las 8 horas diarias, y los seis días semanales, con derecho a descanso dominical. Esa primera conquista laboral se consiguió el año 1913, hace cien años. En un país convertido por la  burguesía  en país agro exportador, el trabajo portuario era una de las actividades económicas más importantes y sector estratégico para el funcionamiento del conjunto  de la economía. Ante las constantes huelgas de los trabajadores portuarios que periódicamente paralizaban la circulación de mercancías, y bloqueaban el movimiento de barcos y ferrocarriles,  afectando las lucrativas ganancias del comercio de exportación e importación, la clase propietaria se vio forzada a aceptar la reivindicación de la jornada de las 8 horas de ese sector de la clase trabajadora.
 
Ese gran ejemplo de la acción clasista de los trabajadores portuarios,  rápidamente fue propagandizado y asimilado por los trabajadores de las otras ramas económicas, y seis años después, en enero de 1919, los obreros de las más importantes empresas industriales, comerciales y de transportes  de Lima, en tenaz y prolongada lucha huelguística,   conquistaron el derecho a la jornada laboral de 8 horas y la jornada laboral de seis días a la semana con derecho al descanso dominical.
 
Esa lucha reivindicativa de carácter económico, por la cual habían luchado durante más de veinte años,  se elevó a lucha política, cuando el gobierno de turno representante de la clase propietaria, reconoció con carácter de ley  la reciente conquista laboral. Años después los trabajadores  conquistaron la jornada de trabajo de once meses al año, con derecho a un mes de descanso (vacaciones de treinta días al año).
 
Los jornales dominicales (cincuenta jornales al año) y los treinta jornales  durante las vacaciones una vez al año, que comenzaron a percibir los trabajadores, “no son regalos”,  dádivas, ni generosos favores,   otorgados por  la clase propietaria. Esos ochenta jornales  forman parte del salario de los trabajadores, son parte del salario diario que asume la forma de salario diferido.
 
Los salarios dominicales y los salarios de vacaciones que comenzaron a recibir los trabajadores asalariados, son “descuentos que se hacen diariamente del total de sus salarios”, son retenciones  que después se le entregan a fin de semana, o a fin de año, dando la apariencia que  fueran un “pago extra”, cuando realmente son una parte retenida de su propio salario diario.  
 
            Al presentarse y pagarse en forma desdoblada y diferida, la clase propietaria los declara “sobrecostos laborales” y constantemente busca la forma de recortarlos, apropiándose de esas partes del salario, tal como está ocurriendo en estos momentos, con su pretendida “ley de empleo juvenil” que intenta imponer el sumiso gobierno de la “gran transformación”.
 
LA LUCHA POR AUMENTO DE SALARIOS
 
Por otro lado, los trabajadores además de luchar por la disminución de la jornada de trabajo, también han luchado permanentemente por el aumento de salarios para cubrir sus gastos mínimos, que le permitan sobrevivir ellos mismos y reproducirse familiarmente. La lucha por la defensa de los salarios es y será una lucha permanente, durante toda la etapa capitalista de desarrollo del país, e incluso, también durante la etapa inicial  del socialismo.
 
El precio de venta de la fuerza de trabajo se determina por la ley del valor. Los salarios,   como cualquier otra  mercancía, también están sujetos a las fluctuaciones de la oferta y la demanda en el mercado. En los ciclos de crecimiento capitalista, al aumentar la demanda de más trabajadores en la industria y el comercio, en las minas, la construcción y el transporte, el precio de la fuerza de trabajo (el salario) por lo general sube; mientras que en los ciclos de estancamiento y crisis económica,  los precios de los salarios por lo general disminuyen.
 
Desde que existen trabajadores asalariados organizados en nuestro país, que luchan por la defensa del salario, la fluctuación de los salarios ha sido una constante, que se repite ciclo tras ciclo. Así ha ocurrido desde 1905 hasta el presente, desde ese momento los trabajadores asalariados siempre han estado agrupados en organizaciones frente unitarias, en defensa de sus derechos. 
 
Durante los ciclos de crecimiento capitalista, periodos en los cuales  se acrecienta la fuerza de las luchas de los trabajadores asalariados, muchas veces la clase propietaria se ve obligada a tener que aceptar una parte reducida de los aumentos de salarios que reclaman y exigen  los trabajadores. Pero, mediante “mil artimañas”, la burguesía busca la forma de fraccionar y encubrir los aumentos, con la finalidad de escamotearlos en la primera  oportunidad que se le presente.  La burguesía propietaria de los medios de producción difícilmente acepta aumentos en el monto del “salario básico”. Por el contrario,  cuando ya no puede oponerse a la lucha de los trabajadores, la burguesía por lo general opta por aceptar aumentos bajo la forma de diversas modalidades del “salario diferido”.
 
La  compensación anual por tiempo de servicios (CTS), al igual que el pago de pensión por jubilación (vía SNP o AFP), así como las llamadas “gratificaciones” de fin de año, y de medio año, al igual que las “bonificaciones” por escolaridad o por movilidad, son diversas modalidades del salario diferido.
 
Esos aparentes “pagos extras” no salen de las ganancias de la clase propietaria, no forman parte de la plusvalía, sino que salen directamente de los propios salarios de los trabajadores, forman parte del capital variable. Esos supuestos “pagos extraordinarios”, que la clase propietaria los considera “sobrecostos laborales”, son el resultado de los descuentos que se hace a los jornales diarios de los trabajadores,  son  una especie de ahorro forzoso.  
 
La lógica de la clase propietaria es muy burda y simple: “diariamente te descuento una parte de tus salarios”, y después “te lo devuelvo como generosa gratificación”.  Lo mismo ocurre con el llamado “reparto de utilidades”, el cual también es una parte del salario diferido que solamente se distribuye en las empresas más rentables del país.
 
            Después de fraccionar el monto total del salario diario  en varias formas de salario diferido, la clase propietaria busca apropiarse permanentemente de esas modalidades de descuentos temporales de los salarios, promoviendo cambios en la legislación laboral para recortarlos e incluso anularlos definitivamente. Así está ocurriendo en estos momentos, con la pretendida “Ley de Empleo Juvenil”, que no solamente afecta a “los jóvenes”, sino que es el punto de partida para más adelante generalizarlo contra todos los trabajadores asalariados, sin ningún distingo de edad ni de experiencia laboral.  (continuará

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