29-12-2014
Del viejo México aún subsiste la ignorancia bestial
de la oligarquía dominante, el conservadurismo, la apatía política, la
resignación de muy amplios sectores sociales, principalmente en las clases
medias pobres pero incluso entre los explotados, la desinformación masiva de
quienes “se informan” recurriendo sólo a la televisión. Esa costra espesa de
mugre acumulada en las conciencias de millones por los continuos desastres,
derrotas, invasiones, traiciones, matanzas, miseria, incultura y engaño
permanente que caracterizan la trágica historia mexicana empieza sin embargo a
resquebrajarse. Desde hace rato un México nuevo trata de afirmarse, en
particular desde 1968, las luchas de los setenta, la movilización tras
Cuauhtémoc Cárdenas y su victoria electoral robada en 1988, la rebelión
zapatista en 1994 y la movilización popular que impidió su aplastamiento
militar, la huelga en la UNAM en 1999, las movilizaciones para evitar el
desafuero de López Obrador o, en el 2006, contra el fraude que le robó las
elecciones presidenciales, por mencionar sólo las acciones masivas.
El salto que
se produjo en las conciencias de cada vez más vastos sectores populares ha sido
muy grande. Baste recordar que la Marcha del Color de la Tierra del EZLN,
apoyada por los votantes del PRD entonces cardenista, tenía como objetivo
presionar al Estado y a sus instituciones parlamentarias y judiciales para que
incorporasen a la Constitución los derechos de los pueblos indígenas y que las
enormes acciones contra el fraude electoral buscaban que el gobierno y el
aparato judicial respetasen la ley que acababan de pisotear.
Esas
ilusiones no existen ya por más que haya algunos que quieran mantenerlas. El
Estado trazó una honda zanja llena de sangre entre la camarilla oligárquica en
el poder y desgobernante y las conciencias de los que eran meros súbditos.
Fuerzas armadas, instituciones, (in)Justicia, entrelazadas con la parte más
dinámica del capital- la narcodelincuencia- desaparecieron y asesinaron en
Ayotzinapa a los normalistas -¡futuros maestros bilingües de indígenas y
campesinos, constructores de un México mejor!- y, anteriormente, a tantos otros
miles. Hoy millones de personas se movilizan sabiendo que el Estado
capitalista, y no solamente sus representantes o sus órganos de mediación como
los partidos de los patrones, es el asesino y concentran su lucha en unir los
movimientos de resistencia, organizar la resistencia civil, derribar a Peña
Nieto preparando una huelga general nacional, imponer un gobierno de transición
que convoque a elecciones generales para una Asamblea Constituyente para
reconstruir este país vendido al imperialismo, ensangrentado, devastado.
Bertold
Brecht decía “¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros. ¿De quién
que acabe? También de nosotros?” y añadía “¿Quién puede contener al que conoce
su condición?”. Esa toma de conciencia por parte de la mitad de los mexicanos
es lo nuevo, el aporte riquísimo de este año feroz y funesto que acaba, la
garantía de un México nuevo, libre.
La
autoorganización, las luchas por las autonomías en las comunidades, la ruptura
con el Estado de los opresores formando policías comunitarias, grupos de
autodefensa, defendiendo con el furor popular a quienes sufren atropellos,
injusticias, crímenes, la creciente tendencia a cerrar los dedos en un puño
para golpear unidos, venciendo los sectarismos forma parte de una corriente
subterránea que recorre desde siempre el subsuelo del pueblo de este país y
explica los aparentes “estallidos” y las “bolas” en su historia pero ahora
tiende a tomar conciencia teórica y política y a organizarse. ¡Hagamos crecer
vigorosa esta planta que está surgiendo y tiene múltiples raíces en el
zapatismo de los morelianos y en el neozapatismo en Chiapas, en la rebelión
estudiantil y democrática, en las resistencias heroicas de los sindicatos
combativos!
El equipo de
agentes de la oligarquía y las transnacionales que como vampiros medra con la
sangre de los mexicanos prepara meses de enormes dificultades y de aumento de
la represión y la injusticia. Ni las remesas ni el turismo se recuperarán de
los golpes que les infligió la ilegalidad organizada desde el poder. La venta
en barata de los recursos naturales al igual que la caída del precio del barril
crudo que Pemex exporta agravarán la situación económica, con la consiguiente
reducción de los salarios reales y el aumento de la desigualdad social brutal e
intolerable y de la miseria.
¿Qué queda,
después de que Fox ofreciera vender mexicanos como jardineros? ¿Venderlos como
mercenarios y carne de cañón para las aventuras imperialistas? ¿Vender pedazos
del territorio tras haber vendido la soberanía y convertido al Estado mexicano
en un semiEstado que garantiza los bienes de las transnacionales?
Con Peña
Nieto se prepara un estallido futuro sangriento y caótico. Esperar su sucesión
mediante futuras elecciones limpias equivale a creer en los Reyes Magos y hunde
en el pantano de la pasividad. Una Constituyente, construida sobre las ruinas
de las instituciones actuales, en cambio, podría salvar la oportunidad, como
sucedió en Bolivia, de otro orden no el de los narcoestadistas sino el de los
trabajadores, de otra justicia, de otras fuerzas armadas, las milicias
populares, garantías de la democracia. Es hora de unir el repudio al Estado y a
sus instituciones de los neozapatistas con el repudio a este Estado y este
gobierno de los millones que depositan sus esperanzas en Morena y con el de los
estudiantes y demócratas de todo tipo hartos de las atrocidades cotidianas.
Como piden los familiares de los normalistas de Ayotzinapa es hora de que el
Estado pague y de echar del gobierno a Peña Nieto. Es hora de unirse. O nos
salvamos juntos o nos hundimos por separado.
Rebelión ha
publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad
para publicarlo en otras fuentes.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=193694
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