Los jóvenes peruanos, acaban de obtener una victoria contundente. La Ley
Pulpín ha sido derogada, pero ¡cuidado con la arrogancia de la victoria!, porque
hay dos formas de lucha y sus métodos y objetivos son completamente diferentes.
Que la victoria no les obnubile, porque la diferencia es abismal. Una cosa son
las luchas defensivas; y otra, muy diferente, son las luchas por la
transformación del país, por la creación de un nuevo mundo y una nueva
sociedad.
La victoria que ustedes acaban de obtener, con la ayuda del pueblo, es
la que, en última instancia, le conviene al capitalista, el gerente de las
grandes multinacionales, al político corrupto, tanto en puestos públicos como
en cargos partidarios. Vuestra lucha, a la que he sostenido desde un inicio, es
una lucha defensiva. Son necesarias, pero no suficientes, en la construcción de
un mañana mejor.
Porque las luchas defensivas mantienen intactas las relaciones de
dominación, de poder, de corrupción. Son luchas que confirman el dominio de un
pequeñísimo sector de la población sobre las mayorías. No tocan en lo más
mínimo a los mecanismos que crean precisamente el desempleo, la pobreza, la
marginación, y el atraso. En una lucha defensiva aceptas ser el dominado, el explotado.
La victoria en las luchas defensivas es obtener un ridículo aumento salarial o
mejores condiciones de trabajo. O es, como en este caso, impedir que una ley se
ponga en práctica.
Pero nada de lo substancial de la relación de dominación se ha
modificado. El congresista seguirá encontrando las formas de hacer pasar leyes
que le rindan un gran beneficio personal. Los empresarios siempre tendrán presidentes
y congresistas dispuestos a hacer pasar sus leyes. Y los grandes empresarios
seguirán manejando la economía y la sociedad a su antojo. Es decir, las luchas
defensivas no están hechas para tocar la llaga del problema. Es justo un alivio
en tu suerte de asalariado, siervo o esclavo. Y los “izquierdistas demócratas”
nos han habituado a ese tipo de lucha solamente defensivo.
¿Se ha ganado?, por supuesto que sí. Los congresistas se han reacomodado
y piensan haber ganado nuevos votos para su re-elección como congresistas. Y
ustedes han ganado que no se aplique la Ley Pulpín, y que cuando encuentren un
puesto de trabajo, si lo hay, vuestra
situación económica no sea peor que la de los actuales trabajadores. Pero, ¿han
dejado de ser asalariados, de servir al capital como siervos, esclavos? O, por
lo menos, ¿han puesto en jaque al poder de la CONFIEP, agrupación de los
grandes empresarios del país? No, ni de lejos. Vuestra victoria, ante tal
panorama, es relativa. Es necesario ser consciente de esta problemática. Las
luchas defensivas son necesarias, pero no son suficientes para crear un mundo
nuevo, una sociedad nueva.
Las luchas por la transformación tienen objetivos diferentes. Ellas
buscan crear nuevas relaciones de trabajo y de convivencia entre todas las
personas. Y en la línea de mira por el gran cambio se encuentra el origen de
tanto desempleo, pobreza, marginación, atraso: la Repartición Individualista
del resultado de la actividad económica. Un tipo de repartición que facilita
que 80 personas pesen económicamente igual a 3.5 mil millones de personas. Y
esta Repartición Individualista se apoya en la propiedad individual.
Tenemos que construir una economía cuyo eje fundamental sea la propiedad
colectiva en una economía de mercado. Y la célula fundamental deberá ser la
empresa-país. Debemos crear un gran número de empresas-país que manejen lo
fundamental, los sectores estratégicos de la actividad económica. Empresas
totalmente financiadas por el país a fin de que la totalidad de sus utilidades
se repartan, en partes iguales, entre todos los habitantes del país. Estas
empresas-país, a propiedad colectiva, permitirán el aumento acelerado del
salario mínimo de sus trabajadores hasta rápidamente alcanzar el estándar
internacional de los salarios mínimos. Su objetivo es el pleno empleo de todos
aquellos que quieran trabajar. Sólo así construiremos una sociedad solidaria,
de trabajo cooperativo. Una nueva economía que permita el desarrollo de las
personas en igualdad de oportunidades.
Y para entender esto se requiere de reflexión, de abertura al diálogo.
Es una actividad política a lo que no están acostumbrados nuestros políticos de
“izquierda democrática”. Su reflexión y lucha no va más allá de proponer
generalidades y construir “frentes de lucha” por todos lados y en todas sus
formas. Porque su único objetivo es juntar votos de todos los campos, incluso
de la derecha, para elegirse. No tienen el menor interés en realmente cambiar
el modelo existente.
Hugo Salinas
Lima, sjl, 27 de enero del 2015
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