Primera Parte (1-3)
Publicado en marzo 7, 2015
1. INTRODUCCIÓN
El siglo
XX fue pletórico de grandes acontecimientos en el mundo y de muchas proezas.
Fueron muchos los grandes progresos científicos y tecnológicos como también,
los logros de las luchas sociales contra el sistema de dominación capitalista.
La humanidad pasó por sucesos de efervescencia de la ideología socialista,
luchas sangrientas del proletariado por la jornada de las ocho horas y el
sindicalismo, dos guerras mundiales capitalistas, la revolución bolchevique,
luchas de liberación colonial subsistentes en África y otros lugares, el
crecimiento del bloque de países socialistas y su posterior disolución, etc.
En el
continente asiático se registró el triunfo de la revolución china y la derrota
militar de EE UU en Vietnam. En América Latina, la lucha guerrillera sandinista
contra la ocupación yanqui de Nicaragua, la revolución mexicana, la revolución
boliviana, el triunfo de la Revolución Cubana y su expansión revolucionaria en
la región. Estos son solo algunos hitos históricos de la lucha revolucionaria
mundial en el siglo pasado.
La
humanidad puede disfrutar ahora de muchos beneficios científicos, tecnológicos
y sociales aún a costa de la explotación del hombre por el hombre, pero también
logros de la creatividad humana y la capacidad de lucha de los trabajadores.
Muchas vidas han sido sacrificadas para lograr el seguro de salud, libertad de
opinión, jubilación, vacaciones, gratificaciones, sufragio universal, derechos
femeninos, derecho a la tierra, libertad sindical y muchos otros derechos que
han quedado establecidos en la jurisprudencia internacional.
Todos
estos grandes acontecimientos mundiales repercutieron en nuestro país cuya
historia en el siglo XX también está marcada por las luchas heroicas de nuestro
pueblo contra el sistema de explotación capitalista, contra el poder feudal y
la oligarquía terrateniente. Los movimientos estudiantiles, la organización
sindical urbana y rural y el surgimiento de partidos políticos revolucionarios,
también dejaron huellas históricas.
Quienes
no han vivido las dramáticas jornadas de lucha, ignoran el sufrimiento de tener
que pasar por persecuciones, torturas, destierros, prisiones y demás abusos
represivos hasta perder la vida en muchos casos. Es incalculable, la cantidad
de sacrificios que los luchadores sociales les han ahorrado a las generaciones
posteriores, las cuales han encontrado ya el camino allanado. Lo que hagan los
luchadores sociales de ahora, servirá también para la posteridad.
En 1932,
militantes de base del Partido Aprista Peruano, contraviniendo a su cúpula,
optaron por la insurrección armada en el norte del Perú bajo los ideales
revolucionarios por un gobierno popular justiciero y contra el imperialismo
yanqui. A la victoria militar inicial de los revolucionarios, siguió la cruenta
represión con bombardeos, fusilamientos y persecuciones, pero esta gesta volvió
a rebrotar en 1965, bajo otras condiciones.
A
mediados del siglo pasado, persistían en nuestro país las estructuras de
dominación virreinal. La aristocracia colonialista seguía manteniendo su poder
en la república sin permitir la liberación de la población colonizada. En la
serranía y pueblos del interior del país, el señor feudal o “gamonal”, imponía
su poder en contubernio con las autoridades religiosas, judiciales y
policiales.
En la
capital de la república y la costa, la aristocracia terrateniente erigió un
super poder económico y político. Acapararon los negocios en todos los sectores
económicos conformando conglomerados empresariales en alianza con inversionistas
extranjeros. Así levantaron un imperio oligárquico con intereses en la
agricultura, industria, minería, transportes, comunicaciones, banca, prensa,
comercio y otros rubros.
Pero
además, capturaron la administración del país ejerciendo directamente su
dominio en el poder ejecutivo, legislativo, electoral, judicial y en todos los
organismos de control estatal. La oligarquía tenía el poder absoluto sobre
nuestra patria. Los oligarcas eran los dueños del Perú.
Contra
ese poder y sus arbitrariedades hemos tenido que luchar reclamando derechos
democráticos aun cuando se tuvo que soportar brutales represiones incluyendo
pérdida de vidas humanas. En la misma época y en otros países, los líderes
sociales latinoamericanos también se enfrentaban a las dictaduras más atroces
sufriendo crímenes y barbaries represivas.
Finalizada
la década de 1950, la insurgencia armada que se desarrollaba en Cuba contra la
dictadura de Fulgencio Batista obtuvo la victoria militar y el movimiento
guerrillero al mando de Fidel Castro, asumió el poder iniciando en 1960 una
revolución socialista mediante reformas estructurales en beneficio del pueblo
cubano.
Así como
la revolución bolchevique repercutió en nuestro país con el surgimiento de
partidos políticos populares y revolucionarios, la triunfante revolución cubana
también motivó en nuestro país, el surgimiento de nuevas opciones políticas
acordes con la época: Surgieron así, entre otras organizaciones sociales, el
Frente de Liberación Nacional- FLN, el Movimiento Social Progresista y otros
movimientos sociales que cuestionaban el entreguismo de nuestros recursos
naturales y defendían la revolución cubana.
La onda
revolucionaria se impregnó como ala izquierdista del partido Acción Popular y
también del partido Demócrata Cristiano. El Partido Aprista por el contrario,
al claudicar abiertamente de sus principios primigenios, virando hacia la
derecha, generó un movimiento de repulsa entre sus militantes revolucionarios.
Una facción se separó con el nombre de “Apra Rebelde” expresando su disconformidad
con las artimañas de la vieja dirigencia adicta al acomodo con la oligarquía.
Los
logros de la Revolución Cubana acrecentaron el ánimo revolucionario en nuestro
país. En los claustros universitarios resaltaba el fervor por dicha revolución.
El debate ideológico era intenso comparando la realidad peruana con la cubana y
se enarbolaban las banderas de la recuperación de los recursos naturales en
manos extranjeras, la reforma agraria, reforma urbana y otras demandas
populares.
Por
entonces, un sector de la iglesia cristiana también se puso del lado de los
trabajadores y generó una corriente ideológica hacia la teología de liberación.
El sacerdote colombiano Camilo Torres proclamaba que para asegurar la justicia
social, los cristianos tenían la obligación de participar en la lucha armada.
Este sacerdote caería combatiendo en la guerrilla de su país por ese ideal. En
el Perú, un sacerdote era líder del Frente de Liberación Nacional. La iglesia
católica promovía el sindicalismo. El movimiento estudiantil cristiano hacía
trabajo político entre obreros y campesinos.
EE UU
consideraba que la revolución cubana era un mal ejemplo para los otros países
bajo su dominio dando por ello, órdenes de romper relaciones diplomáticas con
Cuba. Así lo hicieron nuestros gobernantes además de quemar y prohibir libros
supuestamente “comunistas” y hacer redadas policiales para encarcelar a los
“castristas”.
Contra
todo este “Estado de Derecho” oligárquico luchaba el pueblo peruano de aquella
época. Las movilizaciones campesinas por la recuperación de sus tierras
arrebatadas por los terratenientes se hacían más frecuentes. En todos los
círculos políticos se admitía la necesidad de una reforma agraria. EE UU
también propugnaba una reforma agraria modernista a fin de contrarrestar la
influencia de la Revolución Cubana, lanzando para ello el programa “Alianza
para el Progreso”.
La
oligarquía, teniendo bajo su dominio a los partidos políticos gobernantes
lograba que toda ley de reforma agraria fuese saboteada tergiversando sus fines
y solo aplicable a tierras del Estado, tierras en “abandono” y zonas marginales
pero en todo caso, de manera gradual a largo plazo.
Entre los
grupos políticos de izquierda se debatía sobre si existían las condiciones
objetivas y subjetivas para iniciar la lucha armada en el Perú. Mucho se
especulaba pero no se pasaba a la acción. El bloque socialista mundial estaba
dividido por posiciones encontradas entre los líderes soviéticos y sus pares
chinos acusándose mutuamente de revisionistas y aventurerismo. Esta
discrepancia se repetía en nuestro país y aparecieron los grupos pro chinos y
pro soviéticos que estaban por la coexistencia pacífica con el imperialismo.
Gobernaba
por entonces, el oligarca aristocrático y dueño del diario “La Crónica”, Manuel
Prado Ugarteche del partido civilista, enemigo del aprismo. Este había sido
ungido a la presidencia con el apoyo del partido aprista peruano para el
periodo 1956- 1962 llamándose a su gestión como el gobierno de la “convivencia”
de ambos partidos. El primer ministro era el terrateniente y dueño del diario
“La Prensa” Pedro Beltrán Espantoso.
Estaban
próximas las elecciones políticas de 1962 y los partidos políticos preparaban
sus programas más atractivos incluyendo promesas de reforma agraria. Algunos
partidos de izquierda también participaban con sus candidatos en discrepancia
con los partidarios de la lucha armada.
Los
trotskistas resolvieron constituir el grupo político “Frente de Izquierda
Revolucionaria- FIR” y se fueron al campo a promover sindicatos campesinos como
vía al socialismo. Hugo Blanco desarrolló la agitación sindical en el Valle de
La Convención pasando a las acciones de fuerza mediante invasiones de tierras.
Por su parte el Apra Rebelde
resuelve asumir la ideología marxista y toma más tarde en marzo de 1962, el
nombre de “Movimiento de Izquierda Revolucionaria- MIR” decidiéndose por la
opción de la lucha armada bajo el liderazgo de Luis De la Puente Uceda.
2. LA GENERACIÓN REVOLUCIONARIA DE LA
DÉCADA 1960
En
aquellos años, muchos líderes socialistas latinoamericanos acudían a los actos
celebratorios de la Revolución Cubana comprobando sus beneficios y el fervor
popular, lo cual despertaba en ellos el deseo de hacer lo mismo en sus
respectivos países. La juventud estudiantil peruana se ilusionaba con una
revolución similar.
A fines
de 1961 llegó la noticia de que la Revolución Cubana otorgaba becas de estudios
universitarios a jóvenes peruanos de bajos recursos, por intermedio de la
Federación de Estudiantes del Perú. En Abril de 1962 los becarios tuvieron que
salir por Arica al estar cortadas las relaciones diplomáticas con Cuba.
En la
isla, los estudiantes peruanos quedaron impactados por el fervor revolucionario
de aquellos días. Ver a los milicianos y milicianas andando armados por las
calles, hablando de la revolución era un espectáculo inusual para nosotros.
Había retratos y postales de todos los líderes guerrilleros que admirábamos con
mucho fervor. Con gran entusiasmo remitíamos cartas a nuestros padres
informándoles las maravillas de la revolución cubana, sin saber que esas
misivas nunca llegarían a destino al ser interceptadas.
Las
visitas a la Universidad de La Habana eran muy alentadoras ya que hasta las
mujeres que habían trabajado en servicio doméstico podían estudiar medicina. El
domingo 24 de abril, Fidel nos visitó por segunda vez y las vecinas del barrio
corrieron a abrazarlo con mucho cariño. Nos sentamos en el piso como él, para
conversar sobre la revolución cubana, los estudios universitarios y sobre la
situación en el Perú. Nos dejó la alternativa de ayudar si estábamos dispuestos
a luchar por la revolución en nuestra patria.
El
entusiasmo nos embargó a muchos, pero había que pasar una primera prueba
subiendo a toda marcha al cerro más alto de Cuba –“El Turquino”–, para luego
bajar a “la Sierra Maestra” y recorrer los ex campamentos guerrilleros. Algunos
fueron quedando en el camino por incapacidad física. El laureado poeta Javier
Heraud hacía esfuerzos por ayudar a sus amigos escritores a continuar la
caminata pero algunos desistieron.
Los que
logramos pasar la primera prueba nos alistamos decididamente para iniciar la
lucha armada en nuestra patria con miras a una revolución socialista, previa
preparación político militar. En nuestro centro de adiestramiento recibíamos
instrucciones sobre estrategia y tácticas alternando incursiones al monte con
mochila y armamento.
En plena
preparación, ocurrió la crisis que enfrentó a Estados Unidos con la Unión
Soviética por la presencia en Cuba de cohetes nucleares teledirigidos. La
alarma mundial por una posible tercera guerra mundial empezó a rondar y el
peligro de invasión a la isla era inminente. Manifestamos nuestro deseo de
integrar una brigada internacional para intervenir en la guerra en defensa de
Cuba. No fue necesario. Los cohetes fueron retirados negociándose la seguridad
de la revolución cubana.
En la
preparación guerrillera, ejercíamos rotativamente el mando del pelotón y nos
identificábamos con un número. Cuando le tocó el turno al compañero Jorge
Bernia, este nos llamó prontamente a formación pasando lista en orden numérico
pero llegó a uno que no respondía. Entonces dijo muy enérgico: ¡Qué pasa con ese número que no contesta! ¿Es que se ha quedado
dormido? De pronto Bernia se dio cuenta y dijo: ¡Ay carajo. Ese número soy yo! con el
consiguiente relajo general.
En una de
las marchas de entrenamiento por el monte, llegamos ya avanzada la tarde a una
zona enmarañada para acampar y pasar la noche. Cada uno limpiaba su lugar para
colocar la hamaca. En eso estaba el compañero Juan Gómez (“Juan Gris”) muy
agotado por la caminata. Pero sintió el deseo de “bajar de peso” y cuando
regresó encontró a otro compañero cómodamente instalado en el lugar que había
limpiado con tanto esfuerzo.
Muy
molesto le increpó tal conducta al invasor pidiéndole que se retire
sentenciando: “O te clavo un machetazo”. Sin inmutarse el
fresco dijo: “Qué le pasa a este compañero, que todavía
tiene una mentalidad burguesa pegado a la propiedad privada”. Esta
escena causó tanta hilaridad en la tropa por la falsedad manifiesta que, rompió
el silencio táctico pero quedó como anécdota que siempre recordaríamos.
En otra
ocasión, un coronel español sobreviviente de la guerra civil en su país, nos
daba una charla sobre la guerra popular a eso de las tres de la tarde. Se dio cuenta
que el compañero Hermes Valiente, un obrero de construcción civil, estaba
dormitando en la clase. Lo señaló y le dijo: ¿A ver qué nos dice el
compañero sobre la guerra popular? Lo tomó por sorpresa y no
tuvo otra que recurrir a la criollada.
Fue entonces
que reaccionando dijo: “Mire compañero. La guerra es
un negocio. Al igual que al carpintero le conviene que haya muertos para vender
su cajones, así también al imperialismo le conviene la guerra para vender sus
aviones y armamento militar. Es decir, como dijo un filósofo alemán: Es la
misma chola con distinto vestido”. La risa fue atronadora.
Así
trascurría nuestro entrenamiento hasta que en Septiembre de 1962 fundamos el
“Ejército de Liberación Nacional- ELN”, en una votación en la que hubo varias
propuestas. Ignorábamos que entre nosotros había también algunos jóvenes del
MIR que se preparaban con nosotros y calladamente participaron de la fundación.
Solo tiempo después nos dimos cuenta cuando al final de la preparación se
separaron del grupo. De ellos, Pedro Pinillos murió combatiendo en la guerrilla
comandada por Guillermo Lobatón en la selva central, en tanto que Ricardo Gadea
de la organización urbana del MIR, sobrevivió.
En las
postrimerías de nuestra preparación empezaron a llegar otros compañeros
peruanos entrenados en otros lugares que se integraron al grupo. Entre estos,
Alaín Elías, Héctor Béjar y Abraham Lama, quienes por ser de más edad y con
mayor trayectoria política asumieron la dirección del grupo bisoño. El “Che”
había manifestado su simpatía por nuestro grupo por lo cual los muchachos
decían que era nuestro padrino sin pensar en lo que ocurriría después.
Por
voluntad propia decidimos organizamos en dos pelotones destinados a iniciar
operaciones en Perú. Uno se dirigiría a Pasco donde la efervescencia de las
luchas campesinas era muy alta en aquellos días y otro con destino al Valle de
la Convención donde suponíamos había ya un grupo guerrillero (Ignorábamos que
no era tal).
continuará...
Lima Febrero del 2015
Milciades Ruiz
Ex jefe del Estado Mayor
EJERCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL-
ELN
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