miércoles, 11 de marzo de 2015

OPÚSCULO SOBRE LA INSURGENCIA GUERRILLERA PERUANA DE 1965 EN SU 50º ANIVERSARIO




Primera Parte (1-3)

Publicado en marzo 7, 2015

1. INTRODUCCIÓN

El siglo XX fue pletórico de grandes acontecimientos en el mundo y de muchas proezas. Fueron muchos los grandes progresos científicos y tecnológicos como también, los logros de las luchas sociales contra el sistema de dominación capitalista. La humanidad pasó por sucesos de efervescencia de la ideología socialista, luchas sangrientas del proletariado por la jornada de las ocho horas y el sindicalismo, dos guerras mundiales capitalistas, la revolución bolchevique, luchas de liberación colonial subsistentes en África y otros lugares, el crecimiento del bloque de países socialistas y su posterior disolución, etc.

En el continente asiático se registró el triunfo de la revolución china y la derrota militar de EE UU en Vietnam. En América Latina, la lucha guerrillera sandinista contra la ocupación yanqui de Nicaragua, la revolución mexicana, la revolución boliviana, el triunfo de la Revolución Cubana y su expansión revolucionaria en la región. Estos son solo algunos hitos históricos de la lucha revolucionaria mundial en el siglo pasado.

La humanidad puede disfrutar ahora de muchos beneficios científicos, tecnológicos y sociales aún a costa de la explotación del hombre por el hombre, pero también logros de la creatividad humana y la capacidad de lucha de los trabajadores. Muchas vidas han sido sacrificadas para lograr el seguro de salud, libertad de opinión, jubilación, vacaciones, gratificaciones, sufragio universal, derechos femeninos, derecho a la tierra, libertad sindical y muchos otros derechos que han quedado establecidos en la jurisprudencia internacional.

Todos estos grandes acontecimientos mundiales repercutieron en nuestro país cuya historia en el siglo XX también está marcada por las luchas heroicas de nuestro pueblo contra el sistema de explotación capitalista, contra el poder feudal y la oligarquía terrateniente. Los movimientos estudiantiles, la organización sindical urbana y rural y el surgimiento de partidos políticos revolucionarios, también dejaron huellas históricas.

Quienes no han vivido las dramáticas jornadas de lucha, ignoran el sufrimiento de tener que pasar por persecuciones, torturas, destierros, prisiones y demás abusos represivos hasta perder la vida en muchos casos. Es incalculable, la cantidad de sacrificios que los luchadores sociales les han ahorrado a las generaciones posteriores, las cuales han encontrado ya el camino allanado. Lo que hagan los luchadores sociales de ahora, servirá también para la posteridad.

En 1932, militantes de base del Partido Aprista Peruano, contraviniendo a su cúpula, optaron por la insurrección armada en el norte del Perú bajo los ideales revolucionarios por un gobierno popular justiciero y contra el imperialismo yanqui. A la victoria militar inicial de los revolucionarios, siguió la cruenta represión con bombardeos, fusilamientos y persecuciones, pero esta gesta volvió a rebrotar en 1965, bajo otras condiciones.

A mediados del siglo pasado, persistían en nuestro país las estructuras de dominación virreinal. La aristocracia colonialista seguía manteniendo su poder en la república sin permitir la liberación de la población colonizada. En la serranía y pueblos del interior del país, el señor feudal o “gamonal”, imponía su poder en contubernio con las autoridades religiosas, judiciales y policiales.

En la capital de la república y la costa, la aristocracia terrateniente erigió un super poder económico y político. Acapararon los negocios en todos los sectores económicos conformando conglomerados empresariales en alianza con inversionistas extranjeros. Así levantaron un imperio oligárquico con intereses en la agricultura, industria, minería, transportes, comunicaciones, banca, prensa, comercio y otros rubros.

Pero además, capturaron la administración del país ejerciendo directamente su dominio en el poder ejecutivo, legislativo, electoral, judicial y en todos los organismos de control estatal. La oligarquía tenía el poder absoluto sobre nuestra patria. Los oligarcas eran los dueños del Perú.

Contra ese poder y sus arbitrariedades hemos tenido que luchar reclamando derechos democráticos aun cuando se tuvo que soportar brutales represiones incluyendo pérdida de vidas humanas. En la misma época y en otros países, los líderes sociales latinoamericanos también se enfrentaban a las dictaduras más atroces sufriendo crímenes y barbaries represivas.

Finalizada la década de 1950, la insurgencia armada que se desarrollaba en Cuba contra la dictadura de Fulgencio Batista obtuvo la victoria militar y el movimiento guerrillero al mando de Fidel Castro, asumió el poder iniciando en 1960 una revolución socialista mediante reformas estructurales en beneficio del pueblo cubano.

Así como la revolución bolchevique repercutió en nuestro país con el surgimiento de partidos políticos populares y revolucionarios, la triunfante revolución cubana también motivó en nuestro país, el surgimiento de nuevas opciones políticas acordes con la época: Surgieron así, entre otras organizaciones sociales, el Frente de Liberación Nacional- FLN, el Movimiento Social Progresista y otros movimientos sociales que cuestionaban el entreguismo de nuestros recursos naturales y defendían la revolución cubana.

La onda revolucionaria se impregnó como ala izquierdista del partido Acción Popular y también del partido Demócrata Cristiano. El Partido Aprista por el contrario, al claudicar abiertamente de sus principios primigenios, virando hacia la derecha, generó un movimiento de repulsa entre sus militantes revolucionarios. Una facción se separó con el nombre de “Apra Rebelde” expresando su disconformidad con las artimañas de la vieja dirigencia adicta al acomodo con la oligarquía.

Los logros de la Revolución Cubana acrecentaron el ánimo revolucionario en nuestro país. En los claustros universitarios resaltaba el fervor por dicha revolución. El debate ideológico era intenso comparando la realidad peruana con la cubana y se enarbolaban las banderas de la recuperación de los recursos naturales en manos extranjeras, la reforma agraria, reforma urbana y otras demandas populares.

Por entonces, un sector de la iglesia cristiana también se puso del lado de los trabajadores y generó una corriente ideológica hacia la teología de liberación. El sacerdote colombiano Camilo Torres proclamaba que para asegurar la justicia social, los cristianos tenían la obligación de participar en la lucha armada. Este sacerdote caería combatiendo en la guerrilla de su país por ese ideal. En el Perú, un sacerdote era líder del Frente de Liberación Nacional. La iglesia católica promovía el sindicalismo. El movimiento estudiantil cristiano hacía trabajo político entre obreros y campesinos.

EE UU consideraba que la revolución cubana era un mal ejemplo para los otros países bajo su dominio dando por ello, órdenes de romper relaciones diplomáticas con Cuba. Así lo hicieron nuestros gobernantes además de quemar y prohibir libros supuestamente “comunistas” y hacer redadas policiales para encarcelar a los “castristas”.

Contra todo este “Estado de Derecho” oligárquico luchaba el pueblo peruano de aquella época. Las movilizaciones campesinas por la recuperación de sus tierras arrebatadas por los terratenientes se hacían más frecuentes. En todos los círculos políticos se admitía la necesidad de una reforma agraria. EE UU también propugnaba una reforma agraria modernista a fin de contrarrestar la influencia de la Revolución Cubana, lanzando para ello el programa “Alianza para el Progreso”.

La oligarquía, teniendo bajo su dominio a los partidos políticos gobernantes lograba que toda ley de reforma agraria fuese saboteada tergiversando sus fines y solo aplicable a tierras del Estado, tierras en “abandono” y zonas marginales pero en todo caso, de manera gradual a largo plazo.

Entre los grupos políticos de izquierda se debatía sobre si existían las condiciones objetivas y subjetivas para iniciar la lucha armada en el Perú. Mucho se especulaba pero no se pasaba a la acción. El bloque socialista mundial estaba dividido por posiciones encontradas entre los líderes soviéticos y sus pares chinos acusándose mutuamente de revisionistas y aventurerismo. Esta discrepancia se repetía en nuestro país y aparecieron los grupos pro chinos y pro soviéticos que estaban por la coexistencia pacífica con el imperialismo.

Gobernaba por entonces, el oligarca aristocrático y dueño del diario “La Crónica”, Manuel Prado Ugarteche del partido civilista, enemigo del aprismo. Este había sido ungido a la presidencia con el apoyo del partido aprista peruano para el periodo 1956- 1962 llamándose a su gestión como el gobierno de la “convivencia” de ambos partidos. El primer ministro era el terrateniente y dueño del diario “La Prensa” Pedro Beltrán Espantoso.

Estaban próximas las elecciones políticas de 1962 y los partidos políticos preparaban sus programas más atractivos incluyendo promesas de reforma agraria. Algunos partidos de izquierda también participaban con sus candidatos en discrepancia con los partidarios de la lucha armada.

Los trotskistas resolvieron constituir el grupo político “Frente de Izquierda Revolucionaria- FIR” y se fueron al campo a promover sindicatos campesinos como vía al socialismo. Hugo Blanco desarrolló la agitación sindical en el Valle de La Convención pasando a las acciones de fuerza mediante invasiones de tierras.

Por su parte el Apra Rebelde resuelve asumir la ideología marxista y toma más tarde en marzo de 1962, el nombre de “Movimiento de Izquierda Revolucionaria- MIR” decidiéndose por la opción de la lucha armada bajo el liderazgo de Luis De la Puente Uceda.

2. LA GENERACIÓN REVOLUCIONARIA DE LA DÉCADA 1960

En aquellos años, muchos líderes socialistas latinoamericanos acudían a los actos celebratorios de la Revolución Cubana comprobando sus beneficios y el fervor popular, lo cual despertaba en ellos el deseo de hacer lo mismo en sus respectivos países. La juventud estudiantil peruana se ilusionaba con una revolución similar.

A fines de 1961 llegó la noticia de que la Revolución Cubana otorgaba becas de estudios universitarios a jóvenes peruanos de bajos recursos, por intermedio de la Federación de Estudiantes del Perú. En Abril de 1962 los becarios tuvieron que salir por Arica al estar cortadas las relaciones diplomáticas con Cuba.

En la isla, los estudiantes peruanos quedaron impactados por el fervor revolucionario de aquellos días. Ver a los milicianos y milicianas andando armados por las calles, hablando de la revolución era un espectáculo inusual para nosotros. Había retratos y postales de todos los líderes guerrilleros que admirábamos con mucho fervor. Con gran entusiasmo remitíamos cartas a nuestros padres informándoles las maravillas de la revolución cubana, sin saber que esas misivas nunca llegarían a destino al ser interceptadas.

Las visitas a la Universidad de La Habana eran muy alentadoras ya que hasta las mujeres que habían trabajado en servicio doméstico podían estudiar medicina. El domingo 24 de abril, Fidel nos visitó por segunda vez y las vecinas del barrio corrieron a abrazarlo con mucho cariño. Nos sentamos en el piso como él, para conversar sobre la revolución cubana, los estudios universitarios y sobre la situación en el Perú. Nos dejó la alternativa de ayudar si estábamos dispuestos a luchar por la revolución en nuestra patria.

El entusiasmo nos embargó a muchos, pero había que pasar una primera prueba subiendo a toda marcha al cerro más alto de Cuba –“El Turquino”–, para luego bajar a “la Sierra Maestra” y recorrer los ex campamentos guerrilleros. Algunos fueron quedando en el camino por incapacidad física. El laureado poeta Javier Heraud hacía esfuerzos por ayudar a sus amigos escritores a continuar la caminata pero algunos desistieron.

Los que logramos pasar la primera prueba nos alistamos decididamente para iniciar la lucha armada en nuestra patria con miras a una revolución socialista, previa preparación político militar. En nuestro centro de adiestramiento recibíamos instrucciones sobre estrategia y tácticas alternando incursiones al monte con mochila y armamento.

En plena preparación, ocurrió la crisis que enfrentó a Estados Unidos con la Unión Soviética por la presencia en Cuba de cohetes nucleares teledirigidos. La alarma mundial por una posible tercera guerra mundial empezó a rondar y el peligro de invasión a la isla era inminente. Manifestamos nuestro deseo de integrar una brigada internacional para intervenir en la guerra en defensa de Cuba. No fue necesario. Los cohetes fueron retirados negociándose la seguridad de la revolución cubana.

En la preparación guerrillera, ejercíamos rotativamente el mando del pelotón y nos identificábamos con un número. Cuando le tocó el turno al compañero Jorge Bernia, este nos llamó prontamente a formación pasando lista en orden numérico pero llegó a uno que no respondía. Entonces dijo muy enérgico: ¡Qué pasa con ese número que no contesta! ¿Es que se ha quedado dormido? De pronto Bernia se dio cuenta y dijo: ¡Ay carajo. Ese número soy yo! con el consiguiente relajo general.

En una de las marchas de entrenamiento por el monte, llegamos ya avanzada la tarde a una zona enmarañada para acampar y pasar la noche. Cada uno limpiaba su lugar para colocar la hamaca. En eso estaba el compañero Juan Gómez (“Juan Gris”) muy agotado por la caminata. Pero sintió el deseo de “bajar de peso” y cuando regresó encontró a otro compañero cómodamente instalado en el lugar que había limpiado con tanto esfuerzo.

Muy molesto le increpó tal conducta al invasor pidiéndole que se retire sentenciando: “O te clavo un machetazo”. Sin inmutarse el fresco dijo: “Qué le pasa a este compañero, que todavía tiene una mentalidad burguesa pegado a la propiedad privada”. Esta escena causó tanta hilaridad en la tropa por la falsedad manifiesta que, rompió el silencio táctico pero quedó como anécdota que siempre recordaríamos.

En otra ocasión, un coronel español sobreviviente de la guerra civil en su país, nos daba una charla sobre la guerra popular a eso de las tres de la tarde. Se dio cuenta que el compañero Hermes Valiente, un obrero de construcción civil, estaba dormitando en la clase. Lo señaló y le dijo: ¿A ver qué nos dice el compañero sobre la guerra popular? Lo tomó por sorpresa y no tuvo otra que recurrir a la criollada.

Fue entonces que reaccionando dijo: “Mire compañero. La guerra es un negocio. Al igual que al carpintero le conviene que haya muertos para vender su cajones, así también al imperialismo le conviene la guerra para vender sus aviones y armamento militar. Es decir, como dijo un filósofo alemán: Es la misma chola con distinto vestido”. La risa fue atronadora.

Así trascurría nuestro entrenamiento hasta que en Septiembre de 1962 fundamos el “Ejército de Liberación Nacional- ELN”, en una votación en la que hubo varias propuestas. Ignorábamos que entre nosotros había también algunos jóvenes del MIR que se preparaban con nosotros y calladamente participaron de la fundación. Solo tiempo después nos dimos cuenta cuando al final de la preparación se separaron del grupo. De ellos, Pedro Pinillos murió combatiendo en la guerrilla comandada por Guillermo Lobatón en la selva central, en tanto que Ricardo Gadea de la organización urbana del MIR, sobrevivió.

En las postrimerías de nuestra preparación empezaron a llegar otros compañeros peruanos entrenados en otros lugares que se integraron al grupo. Entre estos, Alaín Elías, Héctor Béjar y Abraham Lama, quienes por ser de más edad y con mayor trayectoria política asumieron la dirección del grupo bisoño. El “Che” había manifestado su simpatía por nuestro grupo por lo cual los muchachos decían que era nuestro padrino sin pensar en lo que ocurriría después.

Por voluntad propia decidimos organizamos en dos pelotones destinados a iniciar operaciones en Perú. Uno se dirigiría a Pasco donde la efervescencia de las luchas campesinas era muy alta en aquellos días y otro con destino al Valle de la Convención donde suponíamos había ya un grupo guerrillero (Ignorábamos que no era tal).

 continuará... 


Lima Febrero del 2015
Milciades Ruiz
Ex jefe del Estado Mayor
EJERCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL- ELN

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