Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez
domingo, 17 de mayo de 2015
Entiendo por psicología social el estudio del ser humano en su relación
con los otros y con lo otro. Con la expresión “los otros” me refiero a las
personas, y con la expresión “lo otro”,
a las cosas. Creo que todo el mundo sufre desequilibrios emocionales que
pueden terminar en una enfermedad psíquica o no. El origen de estos
desequilibrios debe buscarse no en el interior de la persona, sino en la
historia de sus relaciones con los otros y con lo otro. No creo que la clave
esté en si las relaciones con los otros están marcadas por la armonía o por la
lucha, sino si te sientes feliz,
contento, alegre. Yo en la lucha, más que en la armonía, me siento muy
contento. Creo que hay más desarrollo y enriquecimiento personal de ese modo. No debemos sobrevalorar los
acuerdos, los desacuerdos son también fundamentales. Al igual que no debemos
sobrevalorar los éxitos, los fracasos son también parte fundamental de la vida.
Cuando nos sobreviene un fracaso, nos esforzamos más y buscamos una nueva
salida. Tal vez en lo negativo haya más movimiento que en lo positivo.
Cada persona es un mundo.
Así que cada persona debe ser libre en su toma de decisiones. Nadie debe
depositar en la voluntad de otra persona sus propias decisiones. No
obstante, siempre es conveniente
preguntar a los demás sobre su experiencia en la materia en la que tenemos que
tomar la decisión. Pero nunca debes decir yo decidí tal cosa porque tal persona
me dijo tal cosa. No debes centrarte en si te equivocaste o acertaste, sino en
la satisfacción que supone que tú hayas tomado la decisión por ti mismo. Creo
que el error en estos casos está en que la persona en cuestión no sabe en qué
debe centrarse. Le da mucha importancia al hecho de que su decisión fue
equivocada en vez de que haya fortalecido la autonomía de su voluntad al
decidir por sí misma lo que debía hacer.
Creo que las personas que
están bajo tratamiento psiquiátrico le dan una importancia especial a ese
hecho. Los que están bajo tratamiento por problemas cardiacos o por problemas
diabéticos tienen más normalizada su situación. Quien está cojo necesita de un
bastón. Todos necesitamos de remedios externos para hacer una vida normal, unas
personas en mayor grado que otras. Pero esas deficiencias en la salud no deben
desempeñar un papel decisivo o determinante en la conformación de la
personalidad. Tampoco debe ser presentado como la causa que nos impide hacer
determinadas cosas. Cuando no queremos hacer una cosa, no busquemos causas que
tengan que ver con nuestra salud física o psíquica. Siempre es más saludable
decir que no lo haces porque sencillamente no quieres. Y si hay razones, las
debemos dejar para nosotros mismos. Pero hacemos mal si buscamos escusas para
legitimar nuestros actos de libertad. El “no quiero” sin dar razones es uno de
las mayores lujos de los que puede gozar una persona.
Hace algunos meses en la
prensa local un afamado psicólogo afirmaba que los arrepentimientos es una de
las causas fundamentales de la infelicidad. No debemos arrepentirnos de lo que
hacemos. Y si no tenemos más remedio que arrepentirnos, el arrepentimiento no
debe estar en nuestro corazón durante mucho tiempo. Hay que evitar que nuestra
mente y nuestro corazón enfermen. Una de las lecciones más importante que
obtuve de la lectura de El Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha fue el mal que causa al espíritu el
predominio de la representación sobre la percepción. Si lo que hemos hecho en
el pasado ocupa de continuo nuestra mente, inevitablemente la representación se
impondrá sobre la percepción, esto es, el pasado dominará al presente. El no
ser pertenece al pasado, mientras que el ser pertenece al presente. Del único
modo en que el no ser cobra vida es mediante los recuerdos. Las personas
mayores, alejadas de la vida, viven continuamente de recuerdos. Y así languidecen
de espíritu. Hay que dejar que lo que ocurrió en el pasado quede en el pasado.
Hay que evitar traerlo a colación en el presente. Sobre todo si ese pasado nos
entristece. Las montañas, el mar y el cielo no te hablarán, aunque camines a su
lado, si tú de continuo estás en el pasado. No asfixies a la percepción mediante la
representación. Cuando una persona recuerda de continuo a un ser querido
muerto, bajo forma religiosa otras personas le aconsejan que lo deje ir. De ese
modo la persona que recuerda se libera del pasado, se libera de la
representación que ahoga a la percepción. Así la percepción recupera su
libertad y su papel. Y la persona en cuestión será más feliz.
Fuente: http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2015/05/las-decisiones-y-el-peso-de-la.html
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