Mucho se escribe sobre la división de la izquierda
pensando que unida nos salvará del holocausto. Ello parte de un supuesto falso
porque la izquierda en el Perú está débil no fuerte, basta ver el drama de las inscripciones.
La izquierda esta reducida, marginalizada, electoralmente no supera la valla en
modo alguno. La unidad en sí misma no cambia esa situación.
Entonces empecemos por reconocer la realidad. Los
deseos y buenas intenciones pueden parecer ingenuidad pero en política se
traducen en acciones. Pretender la unidad de toda la izquierda es un deseo bien
intencionado pero ignora que la izquierda está dividida en dos proyectos
distintos no solo para Perú sino para toda América Latina.
De un lado, los que toman como referencia el modelo
Lula, el social liberalismo post moderno (socialista de palabra, liberal en los
hechos), cuya máxima ambición es humanizar el neoliberalismo, ponerle reglas
pero sobre la base que no queda otra cosa que convivir con él. Del otro los que
confrontan el modelo, proponen algo distinto y hacen de la integración
latinoamericana una bandera. Los que aún con críticas, se ponen del lado de
Venezuela, Ecuador y Bolivia y sus intentos de abrir un camino de independencia
y soberanía.
Son dos caminos diferentes aunque responden al
mismo proceso de debilitamiento de la hegemonía norteamericana. Humala estuvo
inicialmente con Venezuela, luego se alineó con Brasil y finalmente se
disciplinó en toda la línea a EE.UU. Conforma el ala más de derecha del
continente en la Alianza del Pacífico, al punto que acaba de autorizar el
ingreso de tropas USA en suelo peruano justamente luego de que Obama decretase
que Venezuela representa una amenaza para su país.
En toda esa transformación la izquierda peruana
post moderna calló en 7 idiomas, justificando su silencio con la ilusión que ya
vendría el esperado giro a la izquierda. Así desarmó por tres años a un gran
contingente nacionalista que buscaba oponer resistencia. Luego de tanto palo y
ya en el tramo final de su mandato, esa izquierda, apartada e ignorada, recién
se anima a levantar cabeza buscando –como siempre- nuevos aliados en la
derecha, como cuando pactó con PP para intentar sostener a la alcaldesa
Villarán en su intento por la reelección.
Esa izquierda acomodaticia está pagando sus
desaciertos tácticos y estratégicos de los últimos 25 años. No es un problema
generacional. No se arregla jubilando a los viejos. Eso es solo una parte del
problema. El problema mayor es que esa izquierda optó por convivir con la
derecha. Aún ahora siguen en esa línea. Basta leer a Nicolás Lynch sobre la
necesidad de un pacto con la derecha (“El Estado soy yo”) para saber hacia
dónde apuntan. Ellos son corresponsables del giro de Humala, le brindaron la
Hoja de Ruta con la cual pactó con Toledo y Vargas Llosa abandonando el
Programa de la Gran Transformación.
Y sin embargo hay otra izquierda, comprometida con
las luchas populares, especialmente con las luchas ambientalistas pues estas se
han convertido en un eje de movilización. Hay muchos otros sectores que sin
reclamarse de izquierda hacen frente a las embestidas del gobierno y sus
aliados. Por eso, a pesar de la debilidad de la izquierda es posible un gran
cambio. Son millones de peruanos, artos de los partidos tradicionales, que
quieren algo distinto, un cambio de verdad.
Se necesita un programa que retome las banderas
fundamentales del Programa de la Gran Transformación. Debemos unirnos, en torno
a ese programa. No a Conga. No a Tía María. Defensa del agua y la agricultura.
No al modelo primario exportador. Otro modelo económico que priorice el agro y
la industria. Soberanía plena sobre nuestros recursos energéticos y naturales.
Defensa del medio ambiente, la naturaleza y el territorio de los pueblos
originarios. Consulta previa vinculante. Nueva constitución, vía una Asamblea
Constituyente que devuelva al pueblo el derecho soberano sobre su destino.
El programa bastará para separar el trigo de la
paja.
Tenemos que unirnos en primer término los que
estuvimos en Cajamarca luchando contra CONGA y derrotamos a Yanacocha y al
gobierno en dos oportunidades, en las calles y en las ánforas. Tenemos que
unirnos los que luchamos junto a Tía María. Debemos unirnos con los
jóvenes que enfrentaron la ley pulpín, con los que luchan contra la
discriminación de todo tipo, con los que enfrentaron la repartija y se
movilizan permanentemente contra cada nuevo abuso.
Esa unidad es una apuesta al futuro, no solo
pensando en el 2016 sino en una perspectiva más estratégica pues no basta
llegar al gobierno, hace falta construir un gran partido que fiscalice,
controle y contrapese el ejercicio del poder. Hace falta organizar y movilizar
al pueblo para hacer frente a la derecha.
Debemos enfrentar no solo al Apra y el fujimorismo
sino a todos los neoliberales sea cual sea el ropaje que usen. Reducir la
contienda al Apra y al fujimorismo es el principio de una nueva capitulación.
Esa postura lleva a un pacto con sectores de la derecha y en concreto con el
ollantismo. Como dice Hildebrandt, el ollantismo no es diferente, es peor.
Y tiene toda la razón.
Tito Prado, MPGT – Frente Patriótico
CONSTRUYENDO EL FRENTE AMPLIO
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