Richard Chuhue, Antonio Rengifo (con tirantes), Mario
Choy, Wilfredo Kapsoli y Bernardino Ramírez, vicerrector de investigaciones de
la U.N.M.S.M.
Centro cultural Corihuasi de la Universidad particular
Ricardo Palma
Lima, Miraflores, 13 de enero del 2015
Foto: Oriental, revista. Lima marzo del 2015
A
100 años de su nacimiento es oportuno hacer un recuento de los eventos de la
existencia de Emilio Choy a quien esta noche recordamos con admiración y respeto.
De
esos cien años que han pasado, mi padre vivió 61, desde 1915 hasta 1976.
Propongo
que nos concentremos en esos 61 años, y
que distingamos en ellos tres etapas
importantes dentro de su vida.
La primera etapa
corre desde 1915, año en que nació,
hasta 1930, época en decayó la salud de su padre y a la edad de 15 años debió
descontinuar sus estudios para ayudar más activamente en el sustento y trabajo
familiar.
La
segunda etapa va desde 1932, año en que murió su padre, hasta 1950, y comprende
el periodo en que trabajando conjuntamente con su madre lograron el proyecto de
completar la educación formal de todos los hermanos y consolidar la existencia
de los pequeños negocios familiares.
Lo
que más nos interesa de esta etapa es que, fue en ella donde fundamentalmente empezó
a enseñarse a sí mismo para luego construirse como un investigador.
La
tercera etapa, que empieza en 1950 hacia adelante es la que constituye el lapso
más vital y fructífero de su vida, en el que fueron acopiados, estructurados,
redactados y publicados sus trabajos de investigación y análisis. Esta etapa termina en el año 1976, en que
inesperadamente, falleció.
De
manera concisa, quiero compartir con Uds. lo que en mi opinión constituye la característica
principal de cada etapa.
Emilio Choy Ma
nació en el Perú un día como hoy, el 13 de enero de 1915. Sus padres, Don Emilio Choy Chac Nan y Doña María Ma
provenían del Sur de China y habían llegado al Callao en 1905. La llegada de esta pareja y su establecimiento en el puerto no tuvo las
condiciones terribles de la inmigración china hacia el Perú que ocurrió en el
siglo XIX, la cual fue engañosa, compulsiva, extremadamente cruel y
mayoritariamente masculina. Sin embargo, aun cuando ocurrió en el siglo XX, el
arraigo no fue una tarea fácil. Como
todos los migrantes, tuvieron que enfrentar desde el primer día la extenuación
de establecerse en un país que les era desconocido y en algunos casos hostil.
Emilio Choy Chac Nan, a quien llamare el abuelo para no confundir a los presentes, empezó pequeños
negocios en la ciudad del Callao. Hasta
1932, año en que murió, logro gradualmente acreditarse en la comunidad como un
negociante honesto con una actitud de filantropía fundamentalmente orientada a
orfelinatos y puericultorios.
Sin
embargo, existe un rasgo que es pertinente mencionar hoy porque arroja luces
sobre el ambiente familiar y la especial sicología del hogar en que se crio el
joven Emilio, así como sus otros hermanos.
Emilio
Choy Chac Nan, el abuelo, aparentemente inmerso tan solo en el quehacer diario
de sus pequeños negocios, tenía muy arraigada una causa y luchaba activamente
por ella. Su lucha estaba orientada a
colaborar con los esfuerzos de grandes movimientos sociales que ocurrían en
China para derrocar a la dinastía Manchú y destruir la explotación, corrupción
y entreguismo que esta había practicado.
Desde su llegada al Perú hizo esfuerzos concretos por aportar de manera
efectiva a las actividades de Sun Yat Sen
para instaurar la República.
Desde
el Callao y ya como colaborador, compartió la alegría de los resultados del
Levantamiento de Wuchang de 1911, que
termino con el derrocamiento del último emperador de China. Pero este derrocamiento fue sucedido por un
periodo sumamente complejo en el cual la situación de China, interferida además
por los intereses de las potencias extranjeras, de ninguna manera estaba
consolidada. Esto hizo que Emilio Choy
Chac Nan, el abuelo, continuase y redoblase sus actividades proselitistas dentro
de la comunidad de inmigrantes chinos y persistiese en su aportación de recursos
personales para sumar esfuerzos en su
coordinación con Sun Yat Sen y sus fuerzas para ampliar la república, que se
había establecido solo en las provincias del Sur.
Existen,
en China, monumentos que llevan los nombres de los miles de chinos que
alrededor de todo el mundo participaron en esa causa, y el nombre de Emilio
Choy Chac Nan, el abuelo, está presente allí con recordatorios en el Pabellón
de los Héroes y en el Monumento a la Memoria de los 72 mártires. Aquí en el Perú, en la casa del Callao donde vivió
la familia Choy, hay documentos sumamente interesantes recolectados por mi tío Augusto Choy, como una misiva escrita
y enviada por el propio Sun Yat Sen a Emilio Choy Chac Nan, el abuelo, en la
que le informa sobre eventos de política, le agradece por los aportes logrados
y lo insta a proseguir en sus esfuerzos a favor de la República China. Entendemos que el modelo más universal de república
llego a cristalizarse en 1949, con la formación de la República Popular China y
en honor a la verdad histórica hay que expresar que en artículos de años
posteriores mi padre manifestó sus reservas ideológicas, no con respecto a la persona del Dr. Sun Yat Sen sino con
respecto al modelo de republica soñada
por él.
Sin
embargo, mi Padre nunca dejó de reconocer el aspecto revolucionario que suponía instaurar una república en un país
como China que durante más de 21 siglos había sido manejada como un imperio. Era un movimiento inmenso, histórico, en el
cual habían participado sus padres.
Durante
mucho tiempo se ha considerado que la adhesión de mi padre hacia las ideas
progresistas de los sectores mayoritarios de la sociedad provenía de su
acercamiento a las fuentes de la filosofía de la historia, como la dialéctica
de Hegel, de la lectura sistemática de los clásicos del materialismo histórico
y de las convicciones derivadas de la aplicación de categorías marxistas a la historia inspirado
por la metodología usada por Lewis Morgan.
Esto sin duda es cierto. Pero no
es menos cierto que al interior de su propio hogar y en conductas concretas de su
Padre y de su Madre vivió la experiencia real de esfuerzo en favor de una causa
histórica, expresada en actos tangibles como la participación en actividades proselitistas
y en renuncias materiales significativas que se ofrendaban para lograr un
ideal.
La
segunda etapa empieza en 1932, año en que murió su Padre. Teniendo
17 años, y en su calidad de hijo mayor su historia en esos años tiene
paralelo en muchas familias de la comunidad china, con características tales como
una rigurosa ética de trabajo, unidad familiar solida con división de labores, modesta
acumulación de capital e incursión en nuevos negocios. Lo que interesa en esta cronología personal
es que simultaneas a estas actividades, el joven Emilio emprendió por sí mismo
la transformación gradual de sí mismo para convertirse en un investigador, en
la clase de hombre que se adentraría en las múltiples vertientes del
conocimiento. Como ha recordado Antonio Rengifo en el trabajo
biográfico que figura en este libro, Emilio Choy no tuvo una formación académica
universitaria. Fue un autodidacta. Y es en esta época de su vida en la que
empezó a adquirir antiguos libros, catálogos, cronologías y mapas, cartas y en
general materiales de historia y de cultura, a partir de los cuales y en los
cuales desarrollo sus métodos de apunte y reflexión. Con una gran disciplina erigió en su propio
espíritu al infatigable lector, al pensador, al historiador y al agonista. En esta condición de agonista reside la clave
de su autoformación. Un buen ejemplo de
esto es la actitud que tenía ante los libros y ante las bibliotecas. Mi padre solía decir que no hay lugar más
ruidoso que una biblioteca. Decía no hay
libro mudo, decía que desde el aparente silencio de los estantes cada autor
tiene un mensaje y no lo está diciendo: lo está gritando. Y decía que a cada autor hay que contestarle para
poder escucharlo. Repito el concepto, contestarle
para poder escucharlo. Por eso es que en
la mayoría de sus libros ha quedado en los márgenes la anotación de sus diálogos,
a veces ácidos, que mantuvo con cada autor.
¿Por
qué discutía Emilio Choy con los autores
muertos como si estuviesen vivos? De un
lado, porque requería tensar al máximo el uso de la dialéctica hasta el punto
de convertirla en lo que fundamentalmente es, una herramienta heurística. Pero por otro lado era la opción del hombre
que en ausencia del clima colectivo de aprendizaje que se puede hallar en las aulas,
requería de confrontaciones dramáticas con cada autor para ponerlo frente a si,
agonizar con él, y lograr esencialmente escucharlo.
Se
puede decir de Emilio Choy que la postura mínima que tuvo ante cada autor del pasado fue insistentemente ser su
contemporáneo. Y ser además, insistentemente, su amistoso
adversario. No había violencia en su
método, pero si una gran pugnacidad. Ese
mismo rasgo explica porque, tal como también lo ha reseñado Antonio Rengifo, en
cualquier conferencia de personalidades académicas célebres del Perú o del
extranjero era capaz de pararse y entablar con ellos discusiones conceptuales
sin ningún complejo. Muchas veces los
auditorios quedaban como en estupor por lo que consideraban que era una falta
de respeto. Muy al contrario su
pugnacidad era por respeto, era su modo de decir: te discuto porque soy tu
amigo, si no te interrogo de esta forma no puedo saber tu verdad.
En
fase final de su vida que va desde 1950 hasta el año de su muerte puede observarse
dos aspectos, uno de ellos destacado en el mensaje del Dr. Pablo Macera. Fue la
época en que realizo aportes que aseguraron sitios arqueológicos que estaban en
riesgo real de desaparecer para siempre, lo que se puede llamar una defensa material
de la historia, y esta defensa la extendió apoyando de manera efectiva las
investigaciones de jóvenes arqueólogos, antropólogos e historiadores para que
tuviesen el espacio y la oportunidad suficientes para que sus esfuerzos diesen
fruto.
El
otro aspecto de esta etapa de su vida es que en ella se realizó la publicación
de prácticamente todos sus trabajos.
Sobre la amplitud, alcance y repercusión social y académica de estos
trabajos versa el ensayo historiográfico que el Dr. Kapsoli nos entrega en este
libro. Yo, solo quiero destacar un
aspecto pequeño, que tiene que ver con el modo tan singular de difundir sus artículos
y ensayos. En vida, sus publicaciones siguieron
un patrón casi constante: todas aparecieron en revistas estudiantiles, en
separatas, en gacetas gremiales, en cuadernillos auto publicados que eran entregados
a organizaciones como bibliotecas y grupos de egresados y como no, en
publicaciones de intelectuales y profesores y artistas amigos. Había un aparente desorden, una intermitencia,
y una dispersión. Por ello, al momento de su muerte, no había ningún cuerpo
codificado de textos en forma de volumen ni como obras completas ni como obras
escogidas. En mi opinión, debemos tomar
en cuenta que cada acto de publicación de Emilio Choy, por más modesto o importante que fuese el medio en
que lo hizo, quedo registrado en la historia como un acto de adhesión
específica a movimientos reales en la sociedad del Perú de ese momento. Quiso acompañar a actores concretos como
obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales cada cual con sus nombres, sus
limitaciones y sus sueños precisos.
Algunas de esas publicaciones duraron mucho, algunas otras duraron solo
un número, pero el corpus de labor intelectual
de mi padre quedo canalizado en niveles múltiples, diversos y a veces irrepetibles del tejido de la
sociedad. Logro así que la difusión de
sus ideas quedase para siempre vinculada con los circunstancias de los hombres
y mujeres que aspiraban con sus actos a una sociedad más plena. En ese aspecto puede decirse que la actividad
intelectual de Emilio Choy no nos fue entregada como una obra completa pero si
como una obra integra. El verso de
Vallejo dice: Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él; de frente o trasmitido por
incesantes briznas. Ese fue el
trabajo de mi padre, incesantes briznas portadas por la voz del pueblo.
Con
oportunidad de este centenario, quiero agradecer
los homenajes, adhesiones,
conversatorios y auspicios que ha habido en los años posteriores a su muerte. La
Universidad Ricardo Palma, la Universidad de San Marcos, La Universidad de
la Cantuta, La Universidad Nacional del Centro, La Universidad San Cristóbal de
Huamanga, La Universidad Garcilaso de la
Vega, La Universidad San Antonio Abad del Cusco, el Seminario de Historia Rural
Andina, el Museo de la Nación, El Congreso
de la República, el Museo de Arqueología e Historia, el Museo de la Casona de
San Marcos, el Instituto Nacional de cultura,
a Casa de Cultura del Callao, la ConfederaciónGeneral
de Trabajadores del Perú, la Municipalidad Provincial del Callao, la
Municipalidad Metropolitana de Lima, la
Derrama Magisterial, el Instituto Porras, la Casa de José Carlos Mariátegui,
la Federación de Periodistas, el Instituto Nacional de Folklore, la Asociación
Peruano China, el Instituto Confucio, el colegio América antiguo Callao High School donde estudio mi Padre, El Colegio Juan XXIII , y un número de promociones
con quienes nos hemos reunido en tertulias, cenáculos, conversatorios, en
ceremonias pequeñas, medianas, y algunas multitudinarias.
La
lista de instituciones es extensa y pido
disculpas por no poder mencionarlas a todas y el número de participantes que
quisiera mencionar es aún mayor, pero desde aquí los veo: rostros de las
personas y amigos queridos, amigos y seguidores de las ideas de mi padre, con
quienes nos hemos reunido tantas veces y en tantos lugares. En la imposibilidad, por el tiempo, de mencionarlos
a todos les pido la licencia de simbolizar el agradecimiento a todos Uds. en las
personas de los integrantes de esta mesa que nos han permitido compartir esta
ceremonia.
Profundamente
agradezco al Sr. Iván
Rodríguez Chávez, Rector de esta Casa de estudios. El mismo día que solicitamos su participación
y su auspicio, tuvimos su respuesta inmediata, solidaria y entusiasta. Gracias por brindarnos la calidez de este
recinto, la libertad de su espíritu, y por las certeras y profundas palabras
que dan inicio y perspectiva a este libro.
Gracias Dr. Bernardino Ramirez, Vicerrector de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, por el extraordinario ánimo para gestionar con tanta rapidez el
pedido que le hicimos, y traernos esta noche la noticia de la autorización de
la Universidad de San Marcos para colocar los trabajos de Emilio Choy en Internet. Procederemos rápidamente a la digitalización
de los materiales, y en los meses próximos tendremos todas sus obras con acceso
libre y gratuito para todos los estudiantes e investigadores del Perú y del
Mundo.
Gracias, Dr. Antonio Rengifo, por su
permanente testimonio de amistad y cariño hacia la figura de mi padre, cariño
que me consta era reciproco por parte de él
y que también lo es por parte de mi familia.
Gracias,
a la distancia al Dr. Macera por compartir con nosotros su alentador
mensaje, y su lucido análisis sobre la obra de mi Padre.
Gracias
al Joven Historiador Richard Chuhue por su destacable apoyo en eventos de
homenaje realizados en 2013 y por su participación esta noche.
Y
gracias, por supuesto, al editor del libro
y arquitecto de este homenaje por los cien años, Dr. Wilfredo Kapsoli. No olvidaremos las numerosas jornadas
aplicadas con ahínco a la estructuración de este libro, ni el buen humor y la
amistad para sobrellevar los contratiempos.
Quiero
terminar diciendo que en este siglo de existencia de Emilio Choy, existe una cuarta etapa ya no de vida
biológica sino de pura trascendencia de su espíritu y sus ideas. Y También quiero señalar cual es la
característica principal de esta etapa. Son
Uds.
Su
obra está aquí porque Uds. la han hecho suya. Su visión se difunde y se difundirá libremente, porque
Uds. son los que abren generosamente las puertas. Su pensamiento llega a las mentes porque Uds.
lo portan en un nivel más profundo, en sus corazones. En nombre de mi familia y en el mío les
agradezco, y conjuntamente con sus voces alzo la mía para decir: Emilio Choy Ma,
estás presente y vivo, Feliz Aniversario.
NOTA.- El
discurso de Mario Choy no figura en el libro en homenaje al centenario del
nacimiento de don Emilio Choy Ma. Ni tampoco
el discurso de Antonio Rengifo. Ambos
discursos complementan dicho el libro.
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CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON EMILIO CHOY MA
(1915-1976)
¡Buenas
noches!
En primer
término mi agradecimiento a quienes le
debemos la realización del presente acto celebratorio. A Mario, hijo de Don Emilio y a Augusto,
hermano de Don Emilio. Así mismo a Iván
Rodríguez, Rector de la Universidad Particular Ricardo Palma, formado en las
aulas de la universidad de San Marcos y al historiador Wilfredo Kapsoli, amigo
de Don Emilio, celoso guardián de su obra y difusor de la misma. En todos
ellos, don Emilio ha dejado una huella indeleble. También mi agradecimiento a todos ustedes por
su amable concurrencia.
En este
momento compruebo que el natalicio de Don Emilio constituye una festividad
secular y de Jubileo. A sus cien años,
tiene capacidad de convocatoria, como lo demuestra el pleno del auditorio Corihuasi de la universidad particular
Ricardo Palma. Su figura traspasa
fronteras; pues, no perteneció a la cultura oficial ni compitió en el mercado
académico; aunque si participó activamente en la lucha ideológica desde una
perspectiva consecuente con su origen social.
Hizo suyo el método marxista llamado Materialismo histórico, tal como lo
trasparentan sus estudios.
Don Emilio
investigó fuera de la Universidad o de algún instituto y no necesitó de un
estímulo económico para investigar y ni para engordar su currículum académico. No se equivocó el historiador Pablo Macera,
cuando conmovido por el fallecimiento de Don Emilio escribió una nota que
apareció en el diario El Comercio con el título Emilio Choy: un hombre del futuro.
Hoy 13 de
enero del 2015 celebramos los cien años del nacimiento de Don Emilio. Y, como todo nacimiento de un niño es motivo
de júbilo, debemos de estar contentos.
Emilio niño devino en un hombre porque se hizo asimismo. Se hizo así mismo al quedar huérfano de padre
a temprana edad y por ser el mayor de numerosos hermanos. Don Emilio, es un ejemplo palpable de
resiliencia. Se templó en la lucha por
sobrevivir y sacar a flote a la familia.
Cuando digo que don Emilio se hizo
así mismo he recordado el título original de uno de los libros de Gordon
Childe: Man Makes Himself (1936) publicado en español como Los orígenes de la civilización. Pero mi recuerdo no solo es por
asociación de ideas; sino porque don Emilio fue el introductor en nuestro país
del pensamiento de Gordon Childe.
Don Emilio
fue un hombre de principios y se mantuvo firme y crítico ante lo efímero de las
modas en la ciencia social: Teorías que han periclitado. Desde hace unos años insurge La Colonialidad del Poder con el
neologismo colonialidad. Teoría que tiene rating, como se dice de la audiencia de los programas de la
televisión. Ojalá sea promisora para
develar nuestra realidad y avizorar su transformación. (Los sociólogos somos buenos publicistas para
crear etiquetas de gran impacto).
Don Emilio,
lanza en ristre arremetió contra las figuras consagradas de intelectualidad en
la década del 60 y 70 del siglo XX, época de auge de la sociología. Da fe de ello, su comentario crítico al libro
Nacionalismo, Neoimperialismo y
Militarismo en el Perú del sociólogo
peruano y profesor universitario Aníbal Quijano. No le agradó que remozaran al imperialismo
con lo de Neo. Acertado o no en la argumentación, destaco la
actitud de Don Emilio. Dicho comentario
apareció en la revista Ricchay en diciembre de 1972 con el título: El imperialismo, el Perú y el señor
Quijano. (Reproducido
en el tomo III Antropología e
Historia. Editorial de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1988, pp. 238/246).
En esa
época, aparte de la Universidad de San Marcos, el Instituto de Estudios Peruanos
era el santuario del academicismo.
Además de su labor editorial, ofrecía conferencias, seminarios y mesas
redondas. La más célebre de las mesas
redondas, y que tiene resonancia hasta el día de hoy, se llevó a cabo el 23 de
junio de 1965; fue el conversatorio sobre la novela de José María Arguedas: Todas las sangres; con presencia de su
autor.
Ahí, en un
escenario limeño, vapulearon en grupo a José María Arguedas (1911-1969) por idealizar el mundo andino. Destacaron por su severidad en la crítica un
flamante sociólogo proveniente del mundo andino y el francés Henri Fabvre. En la noche del mismo día Arguedas se
deprimió y escribió: Creo que hoy mi vida
ha dejado por entero de tener razón de ser (…) no tengo nada que hacer ya en
este mundo. Arguedas uno de los
valores símbolo de nuestra nacionalidad, que nos reveló la entraña de nuestro
país, no fue tratado con el respeto que se merecía.
Si alguno
de ustedes cree que lo dicho es exageración, acceda al ejemplar y Cd con la
grabación editado primorosamente por el disciplinado sociólogo de la
Universidad católica Guillermo Rochabrún en junio del 2011.
Bueno, a
qué viene a colación la célebre mesa redonda en el acto celebratorio de los
cien años del nacimiento de Don Emilio?
Por la sencilla razón de que si en lugar de Arguedas hubiese estado Don
Emilio, cual mosquetero salido de la pluma de Dumas se hubiera batido
gallardamente con todos y cada uno de los integrantes de la mesa redonda que lo
atacara. A Don Emilio no lo había
tamizado la universidad, era chalaco y tenía
calle, como dicen ahora los jóvenes para los que están curados de
espanto. Aunque Choy y Arguedas tenían
diferencias de temperamento y en el plano intelectual, mantuvieron una amistad
inquebrantable; los unía, sobre todo, el amor por nuestro país.
Aunque su
centro de operaciones de Don Emilio no era la universidad, asistía a los
eventos culturales y ahí trabó amistad con un grupo de jóvenes estudiantes
sanmarquinos irreverentes ante el principio de autoridad. La rebeldía de los jóvenes se muestran de
diversas maneras; una de ellas es el humor.
Les relataré unas de esas mozonadas de las cuales fui testigo y
partícipe cuando estudiaba sociología.
En un
examen del curso de Teoría sociológica a Eduardo Parodi, un compañero de clase,
bonachón e inteligente, se le ocurrió aderezar su prueba escrita con una cita
del “célebre pensador alemán Fritz Müller: la
sociología estudia a los grupos humanos
y no a los individuos; estudiar a los individuos es propio de la psicología”. Esta es una verdad de Perogrullo. Pero ahí no queda la historia, “el célebre
pensador alemán” fue una invención de Parodi. Sin embargo, obtuvo una nota
sobresaliente. Lo que celebramos por
haber timado a nuestro profesor y director de la escuela, que dicho sea de paso
lo estimábamos por su carácter afable.
Otra
ocurrencia estudiantil. Aníbal Quijano
Obregón, joven y destacado profesor del curso de Estratificación social publicó
en 1964 un ensayo: La emergencia del grupo Cholo y sus implicancias en la sociedad peruana. Con Fernando Lecaros, brillante alumno de la
primera promoción de sociólogos, resaltábamos la choledad de nuestro profesor y al comentar su ensayo decíamos: pertinente hubiera sido que brindara su testimonio o escrito su
autobiografía.
También con
Lecaros decíamos que nuestro buen profesor Quijano era el más popular y leído
de todos, tal como lo era el comentarista deportivo Pocho Rospigliosi; puesto que para intentar entenderlo había que
leer varias veces sus artículos.
Recuerdo una línea de uno de los artículos de nuestro profesor Quijano: el reordenamiento del eje hegemónico.
Bueno, por
esas características de los jóvenes iconoclastas, Don Emilio se sentía a gusto con ellos. Y nosotros con él. A su lado, la diferencia de edad no contaba, aunque
lo tratábamos con respeto y admiración. Los afines se juntan, decía J.C.
Mariátegui.
Concluyo mi
tributo hacia su persona y su obra con una cita de Carlos Marx, que -de haberla
escuchado- sería de su agrado:
Las reformas sociales no pueden lograrse nunca
mediante la debilidad del fuerte, sino deben obtenerse siempre gracias a la
fuerza del débil.
(“Los proteccionista, los librecambistas y la clase
obrera”)
Antonio Rengifo Balarezo
rengifoantonio@gmail.com
Lima, Corihuasi, 13 de enero del 2015
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