viernes, 5 de junio de 2015

DISCURSO DE MARIO CHOY EN EL HOMENAJE POR EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE EMILIO CHOY MA (1915 - 2015)



 

Richard Chuhue, Antonio Rengifo (con tirantes), Mario Choy, Wilfredo Kapsoli y Bernardino Ramírez, vicerrector de investigaciones de la U.N.M.S.M.
Centro cultural Corihuasi de la Universidad particular Ricardo Palma
Lima, Miraflores, 13 de enero del 2015
Foto:  Oriental, revista. Lima marzo del 2015


A 100 años de su nacimiento es oportuno hacer un recuento de los eventos de la existencia de Emilio Choy a quien esta noche recordamos con  admiración y respeto.

De esos cien años que han pasado, mi padre vivió 61, desde 1915 hasta 1976.

Propongo que nos concentremos en  esos 61 años, y que distingamos en ellos tres etapas  importantes dentro de su vida.

La  primera etapa  corre desde 1915,  año en que nació, hasta 1930, época en decayó la salud de su padre y a la edad de 15 años debió descontinuar sus estudios para ayudar más activamente en el sustento y trabajo familiar.

La segunda etapa va desde 1932, año en que murió su padre, hasta 1950, y comprende el periodo en que trabajando conjuntamente con su madre lograron el proyecto de completar la educación formal de todos los hermanos y consolidar la existencia de los pequeños negocios familiares.

Lo que más nos interesa de esta etapa es que, fue en ella donde fundamentalmente empezó a enseñarse a sí mismo para luego construirse como un investigador.

La tercera etapa, que empieza en 1950 hacia adelante es la que constituye el lapso más vital y fructífero de su vida, en el que fueron acopiados, estructurados, redactados y publicados sus trabajos de investigación y análisis.  Esta etapa termina en el año 1976, en que inesperadamente, falleció.

De manera concisa, quiero compartir con Uds. lo que en mi opinión constituye la característica principal de cada etapa.

 Emilio Choy Ma  nació en el Perú un día como hoy, el 13 de enero de 1915. Sus padres,  Don Emilio Choy Chac Nan y Doña María Ma provenían del Sur de China y habían llegado al Callao en 1905.  La llegada de esta pareja y su  establecimiento en el puerto no tuvo las condiciones terribles de la inmigración china hacia el Perú que ocurrió en el siglo XIX, la cual fue engañosa, compulsiva, extremadamente cruel y mayoritariamente masculina. Sin embargo, aun cuando ocurrió en el siglo XX, el arraigo no fue una tarea fácil.  Como todos los migrantes, tuvieron que enfrentar desde el primer día la extenuación de establecerse en un país que les era desconocido y en algunos casos hostil.

 Emilio Choy Chac Nan,  a quien llamare el abuelo para  no confundir a los presentes, empezó pequeños negocios en la ciudad del Callao.  Hasta 1932, año en que murió, logro gradualmente acreditarse en la comunidad como un negociante honesto con una actitud de filantropía fundamentalmente orientada a orfelinatos y puericultorios.

Sin embargo, existe un rasgo que es pertinente mencionar hoy porque arroja luces sobre el ambiente familiar y la especial sicología del hogar en que se crio el joven Emilio, así como sus otros hermanos.

Emilio Choy Chac Nan, el abuelo, aparentemente inmerso tan solo en el quehacer diario de sus pequeños negocios, tenía muy arraigada una causa y luchaba activamente por ella.  Su lucha estaba orientada a colaborar con los esfuerzos de grandes movimientos sociales que ocurrían en China para derrocar a la dinastía Manchú y destruir la explotación, corrupción y entreguismo que esta había practicado.  Desde su llegada al Perú hizo esfuerzos concretos por aportar de manera efectiva a las actividades  de Sun Yat Sen para instaurar la República.

Desde el Callao y ya como colaborador, compartió la alegría de los resultados del Levantamiento de Wuchang  de 1911, que termino con el derrocamiento del último emperador de China.  Pero este derrocamiento fue sucedido por un periodo sumamente complejo en el cual la situación de China, interferida además por los intereses de las potencias extranjeras, de ninguna manera estaba consolidada.  Esto hizo que Emilio Choy Chac Nan, el abuelo, continuase y redoblase sus actividades proselitistas dentro de la comunidad de inmigrantes chinos y  persistiese en su aportación de recursos personales para sumar esfuerzos en  su coordinación con Sun Yat Sen y sus fuerzas para ampliar la república, que se había establecido solo en las provincias del Sur.

Existen, en China, monumentos que llevan los nombres de los miles de chinos que alrededor de todo el mundo participaron en esa causa, y el nombre de Emilio Choy Chac Nan, el abuelo, está presente allí con recordatorios en el Pabellón de los Héroes y en el Monumento a la Memoria de los 72 mártires.  Aquí en el Perú, en la casa del Callao donde vivió la familia Choy, hay documentos sumamente interesantes recolectados por  mi tío Augusto Choy, como una misiva escrita y enviada por el propio Sun Yat Sen a Emilio Choy Chac Nan, el abuelo, en la que le informa sobre eventos de política, le agradece por los aportes logrados y lo insta a proseguir en sus esfuerzos a favor de la República China.  Entendemos que el modelo más universal de república llego a cristalizarse en 1949, con la formación de la República Popular China y en honor a la verdad histórica hay que expresar que en artículos de años posteriores mi padre manifestó sus reservas ideológicas, no con respecto  a la persona del Dr. Sun Yat Sen sino con respecto  al modelo de republica soñada por él.

Sin embargo, mi Padre nunca dejó de reconocer el aspecto revolucionario  que suponía instaurar una república en un país como China que durante más de 21 siglos había sido manejada como un imperio.  Era un movimiento inmenso, histórico, en el cual habían participado sus padres.

Durante mucho tiempo se ha considerado que la adhesión de mi padre hacia las ideas progresistas de los sectores mayoritarios de la sociedad provenía de su acercamiento a las fuentes de la filosofía de la historia, como la dialéctica de Hegel, de la lectura sistemática de los clásicos del materialismo histórico y de las convicciones derivadas de la aplicación de  categorías marxistas a la historia inspirado por la metodología usada por Lewis Morgan.  Esto sin duda es cierto.  Pero no es menos cierto que al interior de su propio hogar y en conductas concretas de su Padre y de su Madre vivió la experiencia real de esfuerzo en favor de una causa histórica, expresada en actos tangibles como la participación en actividades proselitistas y en renuncias materiales significativas que se ofrendaban para lograr un ideal.

La segunda etapa empieza en 1932, año en que murió su Padre.  Teniendo  17 años, y en su calidad de hijo mayor su historia en esos años tiene paralelo en muchas familias de la comunidad china, con características tales como una rigurosa ética de trabajo, unidad familiar solida con división de labores, modesta acumulación de capital e incursión en nuevos negocios.  Lo que interesa en esta cronología personal es que simultaneas a estas actividades, el joven Emilio emprendió por sí mismo la transformación gradual de sí mismo para convertirse en un investigador, en la clase de hombre que se adentraría en las múltiples vertientes del conocimiento.  Como  ha recordado Antonio Rengifo en el trabajo biográfico que figura en este libro, Emilio Choy no tuvo una formación académica universitaria.  Fue un autodidacta.  Y es en esta época de su vida en la que empezó a adquirir antiguos libros, catálogos, cronologías y mapas, cartas y en general materiales de historia y de cultura, a partir de los cuales y en los cuales desarrollo sus métodos de apunte y reflexión.  Con una gran disciplina erigió en su propio espíritu al infatigable lector, al pensador, al historiador y al agonista.  En esta condición de agonista reside la clave de su autoformación.  Un buen ejemplo de esto es la actitud que tenía ante los libros y ante las bibliotecas.  Mi padre solía decir que no hay lugar más ruidoso que una biblioteca.  Decía no hay libro mudo, decía que desde el aparente silencio de los estantes  cada autor  tiene un mensaje y no lo está diciendo: lo está gritando.  Y decía que a cada autor hay que contestarle para poder escucharlo.  Repito el concepto, contestarle para poder escucharlo.  Por eso es que en la mayoría de sus libros ha quedado en los márgenes la anotación de sus diálogos, a veces ácidos, que mantuvo con cada autor.

¿Por qué discutía Emilio Choy con los  autores muertos como si estuviesen vivos?  De un lado, porque requería tensar al máximo el uso de la dialéctica hasta el punto de convertirla en lo que fundamentalmente es, una herramienta heurística.  Pero por otro lado era la opción del hombre que en ausencia del clima colectivo de aprendizaje que se puede hallar en las aulas, requería de confrontaciones dramáticas con cada autor para ponerlo frente a si, agonizar con él, y lograr esencialmente escucharlo.

Se puede decir de Emilio Choy que la postura mínima que tuvo ante cada  autor del pasado fue insistentemente ser su contemporáneo.  Y  ser además, insistentemente, su amistoso adversario.  No había violencia en su método, pero si una gran pugnacidad.  Ese mismo rasgo explica porque, tal como también lo ha reseñado Antonio Rengifo, en cualquier conferencia de personalidades académicas célebres del Perú o del extranjero era capaz de pararse y entablar con ellos discusiones conceptuales sin ningún complejo.  Muchas veces los auditorios quedaban como en estupor por lo que consideraban que era una falta de respeto.  Muy al contrario su pugnacidad era por respeto, era su modo de decir: te discuto porque soy tu amigo, si no te interrogo de esta forma no puedo saber tu verdad.

En fase final de su vida que va desde 1950 hasta el año de su muerte puede observarse dos aspectos, uno de ellos destacado en el mensaje del Dr. Pablo Macera. Fue la época en que realizo aportes que aseguraron sitios arqueológicos que estaban en riesgo real de desaparecer para siempre, lo que se puede llamar una defensa material de la historia, y esta defensa la extendió apoyando de manera efectiva las investigaciones de jóvenes arqueólogos, antropólogos e historiadores para que tuviesen el espacio y la oportunidad  suficientes para que sus esfuerzos diesen fruto.

El otro aspecto de esta etapa de su vida es que en ella se realizó la publicación de prácticamente todos sus trabajos.  Sobre la amplitud, alcance y repercusión social y académica de estos trabajos versa el ensayo historiográfico que el Dr. Kapsoli nos entrega en este libro.  Yo, solo quiero destacar un aspecto pequeño, que tiene que ver con el modo tan singular de difundir sus artículos y ensayos.  En vida, sus publicaciones siguieron un patrón casi constante: todas aparecieron en revistas estudiantiles, en separatas, en gacetas gremiales, en cuadernillos auto publicados que eran entregados a organizaciones como bibliotecas y grupos de egresados y como no, en publicaciones de intelectuales y profesores y artistas amigos.  Había un aparente desorden, una intermitencia, y una dispersión. Por ello, al momento de su muerte, no había ningún cuerpo codificado de textos en forma de volumen ni como obras completas ni como obras escogidas.  En mi opinión, debemos tomar en cuenta que cada acto de publicación de Emilio Choy, por más  modesto o importante que fuese el medio en que lo hizo, quedo registrado en la historia como un acto de adhesión específica a movimientos reales en la sociedad del Perú de ese momento.  Quiso acompañar a actores concretos como obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales cada cual con sus nombres, sus limitaciones y sus sueños precisos.  Algunas de esas publicaciones duraron mucho, algunas otras duraron solo un número, pero  el corpus de  labor intelectual de mi padre quedo canalizado en niveles múltiples, diversos  y a veces irrepetibles del tejido de la sociedad.  Logro así que la difusión de sus ideas quedase para siempre vinculada con los circunstancias de los hombres y mujeres que aspiraban con sus actos a una sociedad más plena.  En ese aspecto puede decirse que la actividad intelectual de Emilio Choy no nos fue entregada como una obra completa pero si como una obra integra.  El verso de Vallejo dice: Todo acto o voz  genial viene del pueblo  y va hacia él; de frente o trasmitido por incesantes briznas.  Ese fue el trabajo de mi padre, incesantes briznas portadas por la voz del pueblo.

Con  oportunidad de este centenario, quiero agradecer los  homenajes, adhesiones, conversatorios y auspicios que ha habido en los años posteriores a su muerte. La Universidad Ricardo Palma, la  Universidad de San Marcos, La Universidad de la Cantuta, La Universidad Nacional del Centro, La Universidad San Cristóbal de Huamanga,  La Universidad Garcilaso de la Vega, La Universidad San Antonio Abad del Cusco, el Seminario de Historia Rural Andina,  el Museo de la Nación, El Congreso de la República, el Museo de Arqueología e Historia, el Museo de la Casona de San Marcos, el Instituto Nacional de cultura,  a Casa de Cultura del Callao, la  ConfederaciónGeneral de Trabajadores del Perú, la Municipalidad Provincial del Callao, la Municipalidad Metropolitana de Lima, la  Derrama Magisterial, el Instituto Porras, la Casa de José Carlos Mariátegui, la Federación de Periodistas, el Instituto Nacional de Folklore, la Asociación Peruano China, el Instituto Confucio, el colegio América antiguo Callao High School donde estudio mi Padre, El  Colegio Juan XXIII , y un número de promociones con quienes nos hemos reunido en tertulias, cenáculos, conversatorios, en ceremonias pequeñas, medianas, y algunas multitudinarias.

La lista de instituciones es  extensa y pido disculpas por no poder mencionarlas a todas y el número de participantes que quisiera mencionar es aún mayor, pero desde aquí los veo: rostros de las personas y amigos queridos, amigos y seguidores de las ideas de mi padre, con quienes nos hemos reunido tantas veces y en tantos lugares.  En la imposibilidad, por el tiempo, de mencionarlos a todos les pido la licencia de simbolizar el agradecimiento a todos Uds. en las personas de los integrantes de esta mesa que nos han permitido compartir esta ceremonia.

Profundamente agradezco  al  Sr.  Iván Rodríguez Chávez, Rector de esta Casa de estudios.  El mismo día que solicitamos su participación y su auspicio, tuvimos su respuesta inmediata, solidaria y entusiasta.  Gracias por brindarnos la calidez de este recinto, la libertad de su espíritu, y por las certeras y profundas palabras que dan inicio y perspectiva a este libro.

Gracias  Dr. Bernardino Ramirez,  Vicerrector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, por el extraordinario ánimo para gestionar con tanta rapidez el pedido que le hicimos, y traernos esta noche la noticia de la autorización de la Universidad de San Marcos para colocar los trabajos de Emilio Choy en Internet.  Procederemos rápidamente a la digitalización de los materiales, y en los meses próximos tendremos todas sus obras con acceso libre y gratuito para todos los estudiantes e investigadores del Perú y del Mundo. 

 Gracias, Dr. Antonio Rengifo, por su permanente testimonio de amistad y cariño hacia la figura de mi padre, cariño que me consta era reciproco por parte de él  y  que también lo es  por parte de mi familia.

Gracias, a la  distancia al Dr.  Macera por compartir con nosotros su alentador mensaje, y su lucido análisis sobre la obra de mi Padre.

Gracias al Joven Historiador Richard Chuhue por su destacable apoyo en eventos de homenaje realizados en 2013 y por su participación esta noche.

Y gracias, por supuesto, al  editor del libro y arquitecto de este homenaje por los cien años,  Dr. Wilfredo Kapsoli.  No olvidaremos las numerosas jornadas aplicadas con ahínco a la estructuración de este libro, ni el buen humor y la amistad para sobrellevar los contratiempos.

Quiero terminar diciendo que en este siglo de existencia de Emilio Choy,  existe una cuarta etapa ya no de vida biológica sino de pura trascendencia de su espíritu y sus ideas.  Y También quiero señalar cual es la característica principal de esta etapa.  Son Uds.

Su obra está aquí porque Uds. la han hecho suya.  Su visión  se difunde y se difundirá libremente, porque Uds. son los que abren generosamente las puertas.  Su pensamiento llega a las mentes porque Uds. lo portan en un nivel más profundo, en sus corazones.  En nombre de mi familia y en el mío les agradezco, y conjuntamente con sus voces alzo la mía para decir: Emilio Choy Ma, estás presente y vivo, Feliz Aniversario.

 
NOTA.- El discurso de Mario Choy no figura en el libro en homenaje al centenario del nacimiento de don Emilio Choy Ma.  Ni tampoco el discurso de Antonio Rengifo.  Ambos discursos complementan dicho el libro.


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 CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON EMILIO CHOY MA (1915-1976)


¡Buenas noches!

En primer término mi agradecimiento  a quienes le debemos la realización del presente acto celebratorio.  A Mario, hijo de Don Emilio y a Augusto, hermano de Don Emilio.  Así mismo a Iván Rodríguez, Rector de la Universidad Particular Ricardo Palma, formado en las aulas de la universidad de San Marcos y al historiador Wilfredo Kapsoli, amigo de Don Emilio, celoso guardián de su obra y difusor de la misma. En todos ellos, don Emilio ha dejado una huella indeleble.  También mi agradecimiento a todos ustedes por su amable concurrencia.

En este momento compruebo que el natalicio de Don Emilio constituye una festividad secular y de Jubileo.  A sus cien años, tiene capacidad de convocatoria, como lo demuestra el pleno del auditorio Corihuasi de la universidad particular Ricardo Palma.  Su figura traspasa fronteras; pues, no perteneció a la cultura oficial ni compitió en el mercado académico; aunque si participó activamente en la lucha ideológica desde una perspectiva consecuente con su origen social.  Hizo suyo el método marxista llamado Materialismo histórico, tal como lo trasparentan sus estudios. 

Don Emilio investigó fuera de la Universidad o de algún instituto y no necesitó de un estímulo económico para investigar y ni para engordar su currículum académico.  No se equivocó el historiador Pablo Macera, cuando conmovido por el fallecimiento de Don Emilio escribió una nota que apareció en el diario El Comercio con el título Emilio Choy: un hombre del futuro. 

Hoy 13 de enero del 2015 celebramos los cien años del nacimiento de Don Emilio.  Y, como todo nacimiento de un niño es motivo de júbilo, debemos de estar contentos.  Emilio niño devino en un hombre porque se hizo asimismo.  Se hizo así mismo al quedar huérfano de padre a temprana edad y por ser el mayor de numerosos hermanos.  Don Emilio, es un ejemplo palpable de resiliencia.  Se templó en la lucha por sobrevivir y sacar a flote a la familia.  Cuando digo que don Emilio se hizo así mismo he recordado el título original de uno de los libros de Gordon Childe: Man Makes Himself (1936)  publicado en español como Los orígenes de la civilización.  Pero mi recuerdo no solo es por asociación de ideas; sino porque don Emilio fue el introductor en nuestro país del pensamiento de Gordon Childe.

Don Emilio fue un hombre de principios y se mantuvo firme y crítico ante lo efímero de las modas en la ciencia social: Teorías que han periclitado.  Desde hace unos años insurge La Colonialidad del Poder con el neologismo colonialidad.  Teoría que tiene rating, como se dice de la audiencia de los programas de la televisión.  Ojalá sea promisora para develar nuestra realidad y avizorar su transformación.  (Los sociólogos somos buenos publicistas para crear etiquetas de gran impacto).

Don Emilio, lanza en ristre arremetió contra las figuras consagradas de intelectualidad en la década del 60 y 70 del siglo XX, época de auge de la sociología.  Da fe de ello, su comentario crítico al libro Nacionalismo, Neoimperialismo y Militarismo en el Perú  del sociólogo peruano y profesor universitario Aníbal Quijano.  No le agradó que remozaran al imperialismo con lo de Neo.  Acertado o no en la argumentación, destaco la actitud de Don Emilio.  Dicho comentario apareció en la revista Ricchay  en diciembre de 1972 con el título: El imperialismo, el Perú y el señor Quijano. (Reproducido en el tomo III Antropología e Historia.  Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1988, pp. 238/246).

En esa época, aparte de la Universidad de San Marcos, el Instituto de Estudios Peruanos era el santuario del academicismo.  Además de su labor editorial, ofrecía conferencias, seminarios y mesas redondas.  La más célebre de las mesas redondas, y que tiene resonancia hasta el día de hoy, se llevó a cabo el 23 de junio de 1965; fue el conversatorio sobre la novela de José María Arguedas: Todas las sangres; con presencia de su autor. 

Ahí, en un escenario limeño, vapulearon en grupo a José María Arguedas (1911-1969) por idealizar el mundo andino.   Destacaron por su severidad en la crítica un flamante sociólogo proveniente del mundo andino y el francés Henri Fabvre.  En la noche del mismo día Arguedas se deprimió y escribió: Creo que hoy mi vida ha dejado por entero de tener razón de ser (…) no tengo nada que hacer ya en este mundo.  Arguedas uno de los valores símbolo de nuestra nacionalidad, que nos reveló la entraña de nuestro país, no fue tratado con el respeto que se merecía.

Si alguno de ustedes cree que lo dicho es exageración, acceda al ejemplar y Cd con la grabación editado primorosamente por el disciplinado sociólogo de la Universidad católica Guillermo Rochabrún en junio del 2011.

Bueno, a qué viene a colación la célebre mesa redonda en el acto celebratorio de los cien años del nacimiento de Don Emilio?  Por la sencilla razón de que si en lugar de Arguedas hubiese estado Don Emilio, cual mosquetero salido de la pluma de Dumas se hubiera batido gallardamente con todos y cada uno de los integrantes de la mesa redonda que lo atacara.  A Don Emilio no lo había tamizado la universidad, era chalaco y tenía calle, como dicen ahora los jóvenes para los que están curados de espanto.  Aunque Choy y Arguedas tenían diferencias de temperamento y en el plano intelectual, mantuvieron una amistad inquebrantable; los unía, sobre todo, el amor por nuestro país.

Aunque su centro de operaciones de Don Emilio no era la universidad, asistía a los eventos culturales y ahí trabó amistad con un grupo de jóvenes estudiantes sanmarquinos irreverentes ante el principio de autoridad.  La rebeldía de los jóvenes se muestran de diversas maneras; una de ellas es el humor.  Les relataré unas de esas mozonadas de las cuales fui testigo y partícipe cuando estudiaba sociología.

En un examen del curso de Teoría sociológica a Eduardo Parodi, un compañero de clase, bonachón e inteligente, se le ocurrió aderezar su prueba escrita con una cita del “célebre pensador alemán Fritz Müller: la sociología  estudia a los grupos humanos y no a los individuos; estudiar a los individuos es propio de la psicología”.   Esta es una verdad de Perogrullo.  Pero ahí no queda la historia, “el célebre pensador alemán” fue una invención de Parodi. Sin embargo, obtuvo una nota sobresaliente.  Lo que celebramos por haber timado a nuestro profesor y director de la escuela, que dicho sea de paso lo estimábamos por su carácter afable.

Otra ocurrencia estudiantil.  Aníbal Quijano Obregón, joven y destacado profesor del curso de Estratificación social publicó en 1964 un ensayo:  La emergencia del grupo Cholo y sus implicancias en la sociedad peruana.  Con Fernando Lecaros, brillante alumno de la primera promoción de sociólogos, resaltábamos la choledad de nuestro profesor y al comentar su ensayo decíamos: pertinente hubiera sido que brindara su testimonio o escrito su autobiografía. 

También con Lecaros decíamos que nuestro buen profesor Quijano era el más popular y leído de todos, tal como lo era el comentarista deportivo Pocho Rospigliosi; puesto que para intentar entenderlo había que leer varias veces sus artículos.  Recuerdo una línea de uno de los artículos de nuestro profesor Quijano: el reordenamiento del eje hegemónico.

Bueno, por esas características de los jóvenes iconoclastas,  Don Emilio se sentía a gusto con ellos.  Y nosotros con él.  A su lado, la diferencia de edad no contaba, aunque lo tratábamos con respeto y admiración.  Los afines se juntan, decía J.C. Mariátegui.

Concluyo mi tributo hacia su persona y su obra con una cita de Carlos Marx, que -de haberla escuchado- sería de su agrado:

Las reformas sociales no pueden lograrse nunca mediante la debilidad del fuerte, sino deben obtenerse siempre gracias a la fuerza del débil.
(“Los proteccionista, los librecambistas y la clase obrera”)

Antonio Rengifo Balarezo
rengifoantonio@gmail.com
Lima, Corihuasi, 13 de enero del 2015


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